La han matado

Algo ha cambiado para bien en Europa, donde por primera vez un gobierno ha querido plantar cara de verdad a la cultura de la muerte. Berlusconi ha mostrado el camino. Nos toca a los cristianos exigir a nuestros políticos que anden por el mismo. Luis Fernando Pérez

Nos dijeron que tardaría quince días en morir y se ha ido en tan solo tres. Cuando el Senado italiano estaba votando la ley que pretendía salvar su vida, se ha anunciado el fallecimiento de Eluana Englaro. Me van a permitir que no me crea que ha muerto de forma «natural». Me van a permitir que piense que han acelerado su muerte usando el método «doctor Montes». Me van a permitir que pida que no nos tomen el pelo. Tenían miedo de que el gobierno italiano se saliera con la suya y con casi total seguridad han «acelerado» el proceso. Es más, yo solicitaría que la hicieran una autopsia para ver si ha muerto por la falta de alimento o por un incremento asesino de la sedación.

Su padre y su familia ya tienen lo que querían: un cuerpo para enterrar. Los adalides de la cultura de la muerte han conseguido una victoria más. Ya tienen una pluma más que añadir a su penacho. Una muesca más en la rueda del averno al que quieren conducir a toda la sociedad. Los que desde un incomprensible estado de comunión eclesial apoyaron la muerte de Eluana y arremetieron contra la Iglesia que luchaba por su vida, pueden cantar victoria. La han entregado a cambio de 30 monedas de reconocimiento mediático de una civilización enferma. Los Masiá de turno estarán felices ante este final anunciado. E incluso es posible que sean tan hipócritas y tan miserables como para decir que van a rezar por el descanso eterno del alma de Eluana. Raza de víboras les llamaría Juan el Bautista. Sepulcros blanqueados les diría el propio Jesucristo. Son la escoria de la Iglesia.

Sin embargo, es tiempo de esperanza. Eluana ya ha partido hacia el encuentro con Dios, pero la ley que pretendía salvar su vida posiblemente logre salvar otras. Algo ha cambiado para bien en Europa, donde por primera vez un gobierno ha querido plantar cara de verdad a la cultura de la muerte. Berlusconi ha mostrado el camino. Nos toca a los cristianos exigir a nuestros políticos que anden por el mismo.

Y si no existen políticos así, nos los inventamos. Porque mientras haya hombres y mujeres en este mundo, habrá Eluanas y Schiavos en coma vegetativo. Habrán monjas que cuidarán de ese tipo de enfermos. Habrá cristianos que den la cara por la vida, incluso por la vida enferma. Porque la enfermedad, incluso en su cara más amarga, forma parte de la vida aunque sea preludio de la muerte. Ayudar a la muerte a ganar la batalla no es propio de quienes viven sino de quienes tienen el alma muerta. Eluana está hoy más viva que los que la han matado. Si se arrepienten, vivirán, pero me temo que algunos se irán al Seol a certificar eternamente su estado actual de muerte espiritual.

A los que han rezado por la vida de Eluana les toca ahora rezar por su alma. Y por sus asesinos, para que se conviertan. Porque Dios no quiere la muerte del que muere. Si le buscan, vivirán.

Luis Fernando Pérez Bustamante

Autor: Moral y Luces

Moral y Luces

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