A su salud

Convirtió en una misión personal concienciar a las mujeres para hacerse revisiones médicas

Por Cosme Ojeda;DANIEL ROME LEVINE

En las primeras horas de un sábado del pasado mes de octubre, Mercedes Vázquez, de 44 años, está casi al frente de una larga fila a la entrada de la Iglesia Lakewood, en Houston (Texas). No está ahí para ir a misa, sino para hacerse exámenes gratuitos de detección de cáncer de mama, diabetes y VIH. El esfuerzo es coordinado por el Día de la Mujer Latina, una organización sin ánimo de lucro dedicado a la prevención de esas enfermedades. Vázquez, que trabaja en la cocina de un colegio, no se había hecho nunca antes una mamografía ni un examen clínico de los senos. “No tengo dinero para ir al médico”, dice.

Un médico voluntario le mide la tensión arterial y los niveles de glucosa y colesterol, y luego examina los senos de María Guadalupe Ramírez, empleada doméstica de 54 años. Guadalupe dice que se están beneficiando con campañas como ésta porque las orientan para prevenir enfermedades. “La comunidad latina no piensa mucho en la salud”, dice. “Con esto se educa a la gente”.

Venus Ginés, de 57 años, fundado-ra del Día de la Mujer Latina y super- viviente de cáncer de mama, va de un lado a otro para hablar con las mujeres y coordinar a los voluntarios. Lleva una camiseta rosa brillante que dice: “La lucha continúa, pero no seremos vencidos”.

Venus creció en la zona hispana de Harlem, en Nueva York, en Cayey (Puerto Rico) y en Miami (Florida). A los 28 años, su madre, Rosa, había sido víctima de la esterilización abusiva de los años cuarenta y cincuenta, y culpaba de ello a los médicos estadounidenses. “Mi madre estaba muy resentida con el sistema médico, y yo crecí escuchándola”, dice Venus.

Las palabras de Rosa tuvieron un fuerte impacto en su hija. Incluso después de licenciarse por la universidad y de trabajar como azafata en Trans World Airlines (TWA) con un buen seguro médico, Venus no iba al médico; si se ponía enferma, trataba de curarse sola.

Sin embargo, eso cambió en 1992, cuando, en un vuelo a Los Ángeles, Venus resbaló en el suelo mojado del avión y cayó. A pesar del dolor, se negó a recibir ayuda médica, hasta que el piloto del avión le dijo que, hasta que no lo hiciera, no le permitiría volar.

Venus, que tenía entonces 41 años, fue atendida por un doctor en la sala de urgencias de un hospital cercano al aeropuerto de Los Ángeles. Al ver su historial, se mostró sorprendido de que jamás se hubiera hecho una mamografía o un examen clínico de los senos. Aunque Venus tenía presentes los consejos de su madre, el doctor la convenció de hacerle un examen. “Era guapo, así que lo dejé”, bromea. Le descubrió un bulto en el seno izquierdo, y un análisis posterior reveló que era cancerígeno. “Pensé que iba a morir”, recuerda.

A Venus, madre soltera, le preocupaba su hijo de 11 años, Richard. “Ma- mi se irá al cielo”, le dijo, “pero voy a estar cuidándote desde ahí”.

“Vamos a rezar”, le contestó el niño. “Querido Dios: Te daré todos mis juguetes, si no te llevas a mi madre”.

Escuchar esa súplica “me hizo com- prender que tenía que ser fuerte y luchar por él”, dice Venus.

Pero para combatir la enfermedad de forma efectiva debía elegir la me-jor opción de tratamiento, y para ello necesitaba información. Un médico le dio un artículo sobre cáncer de mama sacado de una publicación médica, pero ella no pudo entenderlo. Otro le dijo que necesitaba una mastectomía doble, y otro, que su sistema inmunitario no iba a soportar esa operación. Totalmente confundida, Venus decidió investigar sobre el cáncer de mama por su cuenta, en español, su lengua materna. “Comencé a hacer llamadas y a buscar por todas partes, pero no encontré mucho”, dice. “Era frustrante”.

Finalmente, una amiga le habló de una doctora que la examinó y le sugirió que se hiciera una lumpectomía. Fue operada con éxito en 1993. Pero al año tuvo que enfrentarse a otra desgracia: su hermanastra de 44 años murió de cáncer de cuello de útero, después de hacer caso omiso de síntomas iniciales evidentes. “Cuando fue al médico ya era demasiado tarde”, dice Venus.

Esta pérdida y el recuerdo de lo difícil que fue encontrar información en español sobre el cáncer la convencieron de que debía hacer algo para informar sobre esta enfermedad. “Lo tomé como una misión personal”, dice.

En esa época, Venus trabajaba pa-ra TWA en Atlanta. A menudo llevaba en sus vuelos un modelo plástico de un seno e invitaba a las pasajeras a ir al fondo del avión, donde las orientaba en técnicas de autoexamen. Paralelamente, logró que la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer en Atlanta financiara la publicación de una fotonovela sobre la detección temprana del cáncer que ella había escrito en español. En 1997, acudió al consulado mexicano en Atlanta para que patrocinara una “fiesta de salud” a fin de informar a las latinas sobre los cánceres de seno y cuello de útero, y realizar exámenes y mamografías gratuitamente con médicos voluntarios. “Yo me encargaré de la fiesta si usted trae a los médicos”, le dijo el cónsul. Venus recorrió to-dos los hospitales de la ciudad para conseguir médicos voluntarios, pe-ro pocos hablaban español o podían trabajar los sábados. Después de muchos esfuerzos, convenció a algunos, y dos hospitales prestaron sus unidades móviles de mamografía.

Venus promocionó el evento tanto como pudo. Habló en iglesias, repartió su libro en restaurantes y fue entrevistada en programas de radio y televisión en español. Muchos le decían que estaba perdiendo el tiempo. “No vendrá nadie”, afirmaban.

“Vendrán”, respondía ella. Tuvo razón. La fiesta de salud fue un éxito: llegaron más de 1.000 personas, y casi 300 mujeres se hicieron mamografías o análisis clínicos de los senos. “No podía creerlo”, dice Venus.

Las fiestas de salud se convirtieron en un evento anual en Atlanta; cada año acudían más personas y crecía el número de hospitales y de médicos interesados en participar. Venus se hizo conocida entre los organismos para la investigación del cáncer de seno. Comenzó a recibir más financiación y la invitaron a participar en varios consejos. Cuando se corrió la voz sobre las fiestas de salud, personas de todo el país pidieron hacerlas en sus ciudades. Venus se jubiló de TWA en 2003 y decidió cumplir sus esfuerzos: realizó una fiesta en Denver ese año y ahora organiza una en una ciudad distinta cada mes.

El año pasado, comenzó a enseñar en la Universidad de Medicina Baylor, en Houston. Su tarea es ayudar a los alumnos a desarrollar habilidades para tratar más eficazmente a pacientes con antecedentes y culturas diversos. Además, está investigando métodos para mejorar la atención que se proporciona a las minorías étnicas y raciales. Entre otras cosas, intenta modificar sus arraigadas creencias en relación con la medicina. “Es un asunto muy importante para mí. Todavía existe la desconfianza que sentía mi madre por los médicos”, dice.

Sus festivales de salud han ayudado a más de 27.000 latinas de EE UU y Puerto Rico, y Venus se siente optimista por los que realizará en el futuro. “Siempre que salgo de casa para una de las fiestas o a estudios clínicos a nivel nacional, le pido a Dios que me traiga a personas que lo necesiten”, dice. “No me importa si llegan 25 ó 2.500 mujeres. No es una cuestión de cifras; lo importante es hacer todo lo que esté en mi poder para que sean atendidas”.

Autor: Moral y Luces

Moral y Luces

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