Peligros espirituales actuales

Pbro. Exorcista Javier Luzón

Origen de esta gran apostasía en la Iglesia.
La insensibilidad se ha introducido en algunos católicos, que no se acuerdan que no podemos ser tibios, como dice el Apocalipsis: sé frío o caliente, pero no tibio porque a los tibios los vomitará Dios. Se ha extendido el anti-Decálogo.

El 80% de los obispos alemanes ha dejado la comunión eclesial, porque han estudiado una teología en la que todo lo sobrenatural desaparece y lo espiritual se reduce a lo psicológico. Si Jesús no es Dios, es sólo Hombre, entonces no me conciernen sus ideas morales. ¡Pues no! Porque Cristo es Dios. La gente deja la Iglesia por falta de fidelidad a Jesucristo.

Algunas familias dicen que “el niño no duerme”. ¿Cómo va a dormir si está rodeado de mandalas, dragones, monstruos, talismanes y cosas diabólicas? Todas las cosas malas entran por abrirle las puertas con el contacto con el ocultismo, el rencor, el bulling. Además, hemos heredado cosas positivas de nuestros antepasados y cargas negativas. No darle protagonismo al enemigo, éste lo tiene Dios.

¿Cómo podemos cerrar esas puertas? Con la oración. La gente de Benín vendía cosas de brujería a los portugueses en el siglo XVII. Luego, en América Latina, se mezcla el cristianismo con las religiones aborígenes y surge la santería. Hay una imagen que pedí se rompiera y no pudieron destruirla, pedí entonces ponerle agua bendita exorcizada y ya pudieron destruirla. Hay imágenes del Sagrado Corazón que no son buenas. Hay que ponerles agua bendita exorcizada.

Hay parroquias en donde están haciendo yoga, reiking, min-fullnes (es el quinto grado del yoga) y demás. A lo mejor le quitan una cosa y le ponen cien. No se deben practicar porque le abren una puerta al demonio.

En 1989 Juan Pablo II saca un documento sobre la meditación trascendental. ¡Hay un desconocimiento monumental! ¡Hay gente que se va contaminando sin saberlo! Hay que saber estar donde está el enemigo. Una escritora inglesa practicó el mind-fullness y se le secó el corazón, se le bloqueó la cabeza y, finalmente, se quedó muda. Los anglicanos tienen exorcistas, uno de ellos le hizo el exorcismo y ya está muy bien.

Si la gente tiene una puerta abierta y le hacen brujería, le hacen daño porque no está protegida. Una señora pidió un “trabajo de muerte” a una bruja. Ésta contestó, después de varios días: “Señora, no puedo hacerle ese trabajo porque esa persona está protegida, si le hago ese trabajo, se me vuelve contra mí o contra usted, y nos mata a una de las dos.

¿Qué es estar protegido? Estar en estado de gracia y no tener ninguna puerta abierta al enemigo.

¿Cómo identificar cosas maléficas? Hay que estar atentos y no ser crédulos. Cuidar lo que se mete a la casa. Empiezan a haber discordias. El demonio se entromete para separar y dividir, acusando. Acusar a Dios. Cuando hay división, allí se ha metido el demonio. Si estás conviviendo con una mujer que no es tu esposa, no se puede hacer nada sin conversión. Sin conversión no hay liberación.

En Mater Fátima te pueden orientar. Es muy oportuno usar la cruz de San Benito. Entronizar al Sagrado Corazón, el rezo del Santo Rosario en familia es poderosísimo. Pedir oración de liberación a un sacerdote ordenado, es una oración privada; o bien, pedir un exorcismo a un sacerdote exorcista. Ningún laico puede hacer oraciones imperativas, pero sí rezar oraciones de liberación (no imperativas). Confesarse y deshacerse de las cosas supersticiosas. Rezar unas oraciones de sanación intergeneracional.

CUANDO EL PASTOR ENFERMA

San Juan XXIII nos recordaba “que el dolor redime”. En el libro “Camino” de san Josemaría Escrivá leemos “que el Dolor es la piedra de toque del Amor”. Y una que ha realizado unos cuantos Caminos de Santiago, en una ocasión se compró en Galicia una camiseta en la que ponía “Sin dolor no hay gloria”. Y, tan pancha yo, la lucía por toda Compostela dándome la vida un tiempo antes de que, sin esperarlo, pudiese experimentar esta, nunca mejor dicho, dolorosa realidad.

El dolor redime, es piedra de toque de amor y nos lleva a la gloria o, también, el mismo dolor frustra, desespera y hace que se tambaleen los cimientos. Todo depende de ti y de la esperanza depositada en Él.

Mi párroco está enfermo. Tras un trasplante de hígado y una temporada de bonanza, la enfermedad y el aislamiento en un hospital han vuelto a hacer acto de presencia en su vida. Lo que vamos a leer a continuación es el escrito que él, don Antonio, compartía con la comunidad parroquial durante el Triduo Pascual de este año. Es de tanta altura espiritual, de tanta fortaleza y esperanza, que creía que sería un acto egoísta no compartirla con vosotros y vosotras. A mí me ha hecho y me sigue haciendo mucho bien. Seguro que también os servirá como un refresco para el alma, una lluvia, tan necesaria, limpia y sanadora, que calladamente empapa el espíritu. ¡Ah! Os pido una oración por su recuperación y nunca lo olvidemos… ¡Confía!

A las puertas del Santo Triduo Pascual, el corazón de todo el Año Litúrgico, me dirijo a todos vosotros, en primer lugar, a los fieles de San Bartolomé, que el Señor me encomendó de nuevo. Recordad que, hace un año justo, pude regresar, desde este mismo Hospital Virgen de las Nieves de Granada, al no realizarme el trasplante, para celebrar el Triduo Pascual, incorporándome a la Estación de Penitencia en aquella tarde del Jueves Santo pasado.

En esta ocasión, el Señor me pide que la celebre como paciente en este mismo lugar por una recaída, que la llevo con mucha paz, no exenta de momentos difíciles, pero desde el primer momento escuchando que el Señor me dice: “confía”. Y mi respuesta sigue siendo la misma: “confío en ti, Señor”.

En esta tarde del Jueves Santo, pórtico y entrada en el Santo Triduo Pascual, vivimos y sentimos, de una forma especial, el Amor fraterno, el ministerio sacerdotal… siguiendo el deseo del Señor de invitarnos a su mesa eucarística, para vivir aquel mismo memorial de su muerte y Resurrección. Me uniré a todos vosotros, estaré allí, os acompañaré desde aquí en la Celebración de la Cena del Señor, y en que será para mí la mejor estación de penitencia, con mis hermanos de la Expiración, con la primera luna llena de primavera de fondo, porque está cerca la Pascua, -“el paso del Señor”, y regresaremos también juntos con nuestra Madre de las Siete Palabras, por la calle Maestra hacia su casa.

Y, al día siguiente, VIERNES SANTO, el primer día, Tú, Señor, me estás pidiendo que me suba a tu Cruz, con tantos hermanos postrados, en este hospital y en tantos hospitales y hogares del mundo, cuyas camas las conviertes en una parte del altar de tu Cruz; ahí, Señor, quieres que estemos compartiendo tu inmenso amor, que es la suprema belleza de la fe, para poderla proclamar, orar, adorar y comulgar, en los Santos Oficios de tu Pasión. Así seré más sacerdote que nunca. Y espiritualmente, desde aquí, estaré también con vosotros.

Y en la mañana del Segundo día, de tu SÁBADO SANTO, Señor, sentiré el consuelo amoroso de tu Madre, en el silencio que envolverá toda la tierra, porque, aunque continuarás en el Sepulcro, saldrás al encuentro de los que se han marchado, para despertarlos, levantarlos y liberarlos. 

En este día quiero vivir tu silencio, el de tu espera, el de tu Madre, prolongando el ayuno pascual de tu ausencia hasta la llegada de la Noche…

Que inaugurarás el Tercer día, el DOMINGO de tu PASCUA, con la Noche más importante de todo el año, con la VIGILIA PASCUAL, donde el fuego y la Luz portada sobre tu Cirio irá disipando las tinieblas de nuestros errores, oscuridades y pecados; y tu LUZ inundará mi rostro, aún amarillo, para transformarlo con el resplandor y la claridad de tu Luz, que continuará alumbrando la proclamación de tu Palabra en esa noche, la Pascua de la Historia; para que podamos renovar las promesas bautismales, sentir tu agua pura, que refresque y alivie el picor de esta bilirrubina aún bastante alta… El agua del día de mi Bautismo, en el que tomaste posesión de mi vida, para hacerme hijo tuyo, para que nunca más estuviera ni me sintiera sólo, dándome a nuestra Madre la Iglesia, en la persona de nuestro Obispo, presbiterio y de todo tu pueblo santo; la única Iglesia en la que deseo estar, servir, vivir y morir.

Y en la MAÑANA del día de tu Resurrección, del Domingo de tu Pascua, desearía que me concedieras ser un poco María Magdalena, mi patrona; porque quiero salir a tu encuentro con el mismo deseo que Tú, Señor, has salido al mío, y nos has dado el gran Don de tu Pascua, el Espíritu Santo; la oportunidad y el privilegio de vivir la mejor Semana Santa de mi vida, tu Pascua, tu paso por esta cama, por este sillón…

También estaré con vosotros en la noche, en la Vigilia, y en la mañana de Pascua, con los niños, las catequistas, los grupos…

A lo largo de estos días no he dejado de sentir vuestras muestras de cariño, y lo más importante, las oraciones, donde habéis expresado la belleza de vuestro amor como Iglesia, en la que deseo seguir caminando, como los de Emaús, en la Eucaristía de cada Domingo. Ahí quiero permanecer y ahí me encontraréis siempre.

Mi recuperación será muy lenta. Las noticias no tendrán grandes cambios. Estoy en las manos de Dios y de un grupo de sus ángeles, maravillosos, cariñosos, cercanos, que me cuidan cada día.

Sigo contando con vuestras oraciones, donde me mostráis ese mismo cariño.

Mark Wahlberg revela el secreto de su vida llena de energía

El actor, católico practicante, es ahora marido y padre de 4 adolescentes. Explica cómo «mi espiritualidad, mi fe tiene que ser el centro de todo» y lo a gusto que se siente con la autoestima alta

El actor de Father Stu, Mark Wahlberg, fue entrevistado recientemente en el Wall Street Journal sobre su rutina diaria, que ya hemos compartido con ustedes. Ahora, este famoso, siendo padre de cuatro adolescentes ha modificado su horario, pero la oración sigue encabezando la agenda.

Como actor, hombre de familia y dueño de múltiples negocios, Wahlberg necesita tanta energía como sea posible y, como compartió con el WSJ, esta nueva rutina lo hace muy productivo.

Gran parte de su rutina se centra en el ayuno intermitente. Esto hace que pase sin comer entre 12 y 18 horas en un día, lo que dice que aumenta su energía. Pero para asegurarse de comenzar bien el día, comienza con una oración alrededor de las 3:30 o 4:00 a. m.

Luego se va a hacer ejercicio, se salta el desayuno y eventualmente romperá su ayuno en cualquier momento entre el mediodía y las 6 p.m. Sin embargo, no tendrá mucho tiempo para comer, ya que se mete en la cama a las 7:30 p. m. ¡porque necesita sus ocho horas!

n la entrevista, Wahlberg entra en más detalles sobre cómo toma sus suplementos, ha adoptado gusto por los espressos y continúa haciendo la mayor parte de su trabajo mientras la mayoría de nosotros todavía estamos dormidos.

«Las cosas difíciles por las que pasamos nos hicieron más fuertes»

Este católico practicante también habló sobre compartir sus errores comerciales en su programa de televisión, Wahl Street:

«La mayoría de las personas realmente se enorgullecen de compartir cómo son los N° 1 en todo. Pero cerramos todos nuestros restaurantes, todos nuestros gimnasios. Mostramos eso en tiempo real, y la gente agradeció la honestidad. Todas las derrotas y las cosas difíciles por las que pasamos nos hicieron más fuertes».

Qué le hace sentir más productivo

Curiosamente, cuando se le preguntó a la estrella qué lo hace sentir más productivo, respondió:

Ser constante con mi rutina. Descansar lo suficiente, mantenerse realmente concentrado. Mi espiritualidad, mi fe tiene que ser el centro de todo”.

Y los hábitos de ayuno de Wahlberg parecen bastante en sintonía con su fe católica, puesto que durante las temporadas penitenciales como la Cuaresma y el Adviento, los fieles están llamados a ayunar y abstenerse. 

¡Así que tal vez este papá súper en forma ha podido abrazar su ayuno intermitente un poco más fácilmente gracias a todo el ayuno que ha hecho en el pasado!

Al final de la entrevista, el actor de 51 años dio algunos consejos que lo animan y que sin duda le dan fuerzas para despertarse cuando suena su alarma:

«Tienes que seguir adelante, tienes que seguir trabajando. No dejes piedra sin remover. No esperes que alguien más lo averigüe. Solo tienes que estar en esto a largo plazo».

CUANDO LA ANSIEDAD ES UN MEDIO DE GRACIA INESPERADO

unidoscontralaapostasia

FERNIE COSGROVE

Boom, boom, boom… mi corazón latía como si estuviese por escapar del pecho. Mi respiración era menos profunda con cada latido. Cada rincón de mi cuerpo temblaba y las lágrimas corrían por mis mejillas. Por años, la ansiedad fue mi compañera no deseada.

Siempre sentí una profunda vergüenza con respecto a esta lucha e hice todo lo posible por ocultarla. Pero la condena me gritaba por dentro: «si tu fe fuera más firme, no estarías luchando contra la ansiedad», «si las personas supieran de tu lucha, te verían diferente», «nadie entiende lo que estás viviendo». Era como una tormenta dentro de mí. Mentira tras mentira, mi ansiedad aumentaba y el temor me aislaba cada vez más.

“ANSIEDAD: UNA ESPINA EN LA CARNE”

La Palabra de Dios fue mi roca y consuelo en medio de esta lucha. Cuando mis pensamientos salían de control, buscaba paz copiando las cartas del Nuevo Testamento palabra por palabra. La tormenta cesaba cuando hacía que mis pensamientos quedaran cautivos por la Palabra de Dios (2 Co 10:5). 

Continué con esta práctica hasta llegar a un versículo que el Señor usó para cubrir mi vergüenza con Su gracia y llenar mi alma de esperanza:

Y dada la extraordinaria grandeza de las revelaciones, por esta razón, para impedir que me enalteciera, me fue dada una espina en la carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca (2 Co 12:7).

Al apóstol Pablo le fue dada una «espina en la carne». Podríamos pasar mucho tiempo tratando de descifrar a qué se refiere esta expresión, pero la Biblia no lo aclara. Lo que sí nos dice es el propósito: «para que no me enaltezca».

¡Qué sorprendente! Pablo recibió esta espina para que pudiera mantener un corazón humilde que reconozca su debilidad y evitar la autoexaltación. El apóstol podía caer en la vanagloria con facilidad debido a que el Señor le había dado grandes revelaciones, que quedaron registradas en sus cartas del Nuevo Testamento.

“Si no luchase contra la ansiedad, no correría a Jesús y me perdería la riqueza, profundidad, consuelo y belleza de Su gracia”

Un corazón propenso a la vanagloria, ¿nos suena familiar? El Señor sabe que nuestros corazones se inclinan al orgullo y la autodependencia; a creer que podemos vivir y ser aparte de Dios. Este es el patrón que vemos desde la caída y que se repite en nuestras vidas.

Veo este orgullo muchas veces en mi vida. Lo veo en mis deseos de ser más, lograr más, alcanzar más y expandir mi conocimiento bíblico por pura vanagloria. Pero hay una «espina en mi carne» que hace mis pasos más inseguros y dependientes: la lucha contra la ansiedad. 

“SU GRACIA ME BASTA”

Pablo clamó al Señor rogando que le quitara la espina, pero la respuesta fue negativa. Por lo que sabemos de la vida del apóstol, podemos asumir que la respuesta de Dios no fue por falta de fe o por un pecado no arrepentido. Entonces, ¿por qué el Señor no quiso remover la espina en Pablo?

Dios le respondió: «Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Co 12:9). El Señor no le quitó aquella espina en la carne para que Pablo pudiera experimentar las profundidades de Su gracia y misericordia. 

De la misma manera, sé que si no luchara contra la ansiedad, no correría a Jesús y me perdería la riqueza, profundidad, consuelo y belleza de Su gracia. Intentaría hacer todo por mí misma, aunque sea imposible, y no podría disfrutar de Su fidelidad y misericordia, que son nuevas cada mañana (Lm 3:22-23).

Traté de ocultar mi lucha contra la ansiedad por años, pero eso solo me llevó a mayor sufrimiento, vergüenza y desesperación. Hasta que comprendí, por medio de Su palabra, que no necesito esconderme. Aunque sufra ansiedad y depresión por el resto de mi vida, sé que puedo llegar al Padre por ayuda. Su gracia me basta. Él es suficiente en mi debilidad.

“AUNQUE SUFRA ANSIEDAD Y DEPRESIÓN POR EL RESTO DE MI VIDA, SÉ QUE PUEDO IR AL PADRE POR AYUDA. SU GRACIA ME BASTA. ÉL ES SUFICIENTE EN MI DEBILIDAD”

La ansiedad ya no me acusa ni me condena porque Jesús murió en la cruz por mí y está sentado en el trono intercediendo a mi favor (Ro 8:34). Esto me llena de gozo y confianza.

La lucha no terminó y no sé cuándo terminará, pero Dios ha mostrado Su gracia de muchas maneras: la ayuda de médicos es de gran bendición y hace que la ansiedad esté bajo control; la consejería bíblica me ayuda a llevar mis pensamientos cautivos a la obediencia de Cristo; compartir mi historia con mi iglesia local me permitió tener una comunidad que ora por mí y me alienta en mi caminar con el Señor.

Jesús, el médico de médicos, cuida de mí y me provee de Su gracia cada día. Por lo tanto, «con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí» (2 Co 12:9b).

Diez aspectos importantes de la santidad

Jesús nos mandó: «Sed santos como vuestro Padre celestial es santo». (Mt. 5:48) En otras palabras: ¡Conviértete en un santo! La mayoría de los santos no han sido canonizados oficialmente, pero son anónimos, desconocidos excepto por Dios solamente.

Dado que este es un mandato serio dado por Jesús mismo, ser santo, convertirse en santo, destaquemos brevemente diez de las notas o características más destacadas de los santos. Esto servirá para motivar a todos y cada uno de nosotros a convertirnos en quienes Dios nos ha llamado a ser: ¡un santo!

1. Antítesis de santidad: pecado

Empecemos por lo negativo. Los santos verdaderamente detestan el único mal importante en el mundo: la realidad del pecado. La cultura moderna glamoriza e incluso promueve el pecado; ¡los santos luchan contra ella! El lema de Santo Domingo Savio para su Primera Comunión fue la siguiente afirmación inmortal: ¡Muerte en lugar de pecado!

2. Oración

Es absolutamente imposible encontrar o leer la vida de cualquier santo que no se tomó en serio su vida de oración y pasó bloques considerables de tiempo dedicado a la oración, que es la unión y la amistad con Dios. Enfréntalo, todos podemos mejorar en nuestras vidas de oración; podemos orar más y siempre podemos orar mejor. Que el Espíritu Santo nos ilumine e inspire a mejorar nuestra vida de oración en nuestra búsqueda de la santidad.

3. Humildad

Los santos son verdaderamente humildes. Por humildad queremos decir lo siguiente: los santos atribuyen todo el bien que han hecho a Dios, que es el origen, autor y fin de todo bien. Cuando se le felicita por cualquier bien hecho, casi espontáneamente el santo responde: ¡Gracias a Dios!

4. Hambre de santidad

Los santos auténticos tienen un verdadero hambre y sed de exactamente eso: santidad, para convertirse en santos. Si quieres, el santo vive el primer versículo del Salmo 42: «Así como el ciervo anhela las aguas corrientes, así mi alma anhela por ti, oh Señor mi Dios». Un santo admite que no es un santo, pero realmente anhela ser un santo algún día. Este anhelo, este anhelo es de hecho la mitad de la batalla de alcanzar la corona de santidad, el triunfo de ganar la corona de santidad.

Muchos anhelan el dinero, el poder, el placer, el éxito y las posesiones. No así para el santo: anhela amar a Dios plena y totalmente y sin reservas; ¡anhela ser el santo que Dios lo ha llamado a ser!

5. Caridad

El santo está motivado a asimilar y llevar a cabo de palabra y obra el más grande de todos los mandamientos: el mandamiento de amar tanto a Dios como al prójimo. Si quieres ver una imagen gráfica de la caridad, levanta los ojos a Jesús crucificado, Jesús colgando de la cruz, ahí tienes una imagen clara de la caridad. Estamos llamados a amar a Dios totalmente y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

En una ocasión, después de que Tomás de Aquino había logrado enormes logros, Jesús se le apareció y le preguntó al santo qué regalo deseaba más. Inmediatamente Aquino respondió: «Señor, concédeme la gracia de amarte más y más cada día».

San Juan de la Cruz afirmó: «En el crepúsculo de nuestra existencia seremos juzgados por el amor«. San Francisco de Sales añade a esto estas palabras: «La medida con la que debemos amar a Dios es amarlo sin medida«.

6. Celo por la salvación de las almas

Dos santos se conocieron, uno joven, el otro sacerdote. El joven levantó la vista y vio en la pared unas palabras escritas en latín y le preguntó al sacerdote cuáles eran las palabras y qué significaban. El sacerdote respondió diciendo que esas palabras eran su lema y que eran: «Dame almas y quítame todo el resto». El sacerdote era San Juan Bosco; el joven era Santo Domingo Savio.

Un santo auténtico ama a Dios y ama lo que Dios ama: la salvación de las almas inmortales. ¡Una alma vale más que toda la creación en el mundo natural! La razón del dolor insoportable que Jesús sufrió en Su Pasión y el derramamiento de Su Preciosísima Sangre en la cruz fue precisamente esta: salvar almas inmortales por toda la eternidad. Los estigmas durante cincuenta años de San Padre Pío; las 13-18 horas diarias en el Confesionario en la vida del Cura de Ars, también conocido como San Juan Vianney; los sacrificios heroicos de los niños pequeños de Fátima; el victimismo de Santa Faustina, tenía una razón y fuerza motivacional: el amor a Dios y el hambre y la sed de salvación de las almas.

7. Pecadores que luchan y que se levantan cuando caen

Muchos han sido engañados en una visión artificial, dulce de azúcar, algo romántica del santo como exento de las debilidades humanas y los fracasos morales. ¡Nada más lejos de la realidad! Los santos nacen pecadores. Sin embargo, una característica común del santo es que al caer, por más pecador que sea, se recupera resistentemente; regresa al Señor a través de la Confesión, la buena voluntad y un firme propósito de enmienda. El venerable Bruno Lanteri enseñó a Nunc Coepi, lo que significa que si caemos, ¡entonces debemos levantarnos inmediatamente y confiar aún más en la gracia y la misericordia del amoroso Corazón de Jesús! No es de extrañar que en el Diario de Santa Faustina, Jesús nos recuerde que el pecador más grande puede ser el santo más grande si confía plenamente en la misericordia de Jesús.

El venerable Fulton J. Sheen nos recuerda que el primer santo canonizado fue un asesino, un insurrecto y un ladrón que colgaba de una cruz junto a Jesús en el Calvario. «Jesús dijo: ‘En verdad te digo, este día estarás conmigo en el Paraíso'». (Lc. 23:43) Como señala Sheen: «Y murió ladrón porque robó el cielo». Lea y medite en la Parábola del Hijo Pródigo, que también puede llamarse la Parábola del Padre Misericordioso. (Lc. 15:11-32)

8. Amor ferviente por la fuente de toda santidad: la Sagrada Eucaristía

La fuente última de gracia, pureza, fuerza y santidad es Jesús mismo. El medio más eficaz por el cual nos unimos a Jesús en Su Cuerpo Místico es a través de los Sacramentos. El más grande de todos los Sacramentos es la Santísima Eucaristía por la sencilla pero profunda razón de que la Eucaristía en realidad es Jesús: ¡Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad! Jesús es el Santo de los Santos; Él es Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Aunque pueda sonar trivial, hay una verdadera perogrullada detrás de esta frase: «¡Te conviertes en lo que comes!» Los malos hábitos alimenticios pueden producir problemas de salud; los buenos hábitos alimenticios pueden contribuir a la salud y la longevidad.

En un sentido paralelo pero real, cuando alimentamos nuestras almas con el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús con fe, devoción, fervor y amor, entonces comenzamos a pensar como Jesús, a sentirnos como Jesús, a actuar como Jesús, a ser como Jesús, hasta que podemos decir con San Pablo: «Ya no soy yo quien vive, sino Cristo que vive en mí». (Gálatas 2:20)

9. Abierto y dócil al Espíritu Santo

El padre Jacques Philippe escribió una breve obra maestra sobre este tema con el título «En la escuela del Espíritu Santo». En este breve pero inspirador libro, el Padre Jacques recuerda constantemente a sus lectores que la santidad depende esencialmente de una actitud, acción y plan de vida básicos: ser dócil al Espíritu Santo y a Sus inspiraciones celestiales. El Espíritu Santo habla suave pero insistentemente a las almas humildes y dóciles, guiándolas en el curso de acción adecuado que conduce a la santidad de vida, que las lleva a convertirse en los santos que todos estamos llamados y destinados a llegar a ser.

San Pablo nos recuerda: «No sabemos orar como deberíamos, pero el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos inefables para que podamos llamar a Abba, Padre». (Rom. 6:26) Es precisamente por esta razón que el Papa San Juan XXIII declaró: «Los santos son las obras maestras del Espíritu Santo».

10. María y los santos

Nuestra Señora, María Santísima, es la Reina de los Ángeles, la Reina de las Vírgenes, la Reina de los Confesores, la Reina de los Mártires, la Reina y la belleza del Carmelo, la Reina del Santísimo Rosario, y finalmente, María es la Reina de todos los Ángeles y Santos. Después de su muerte, Santo Domingo Savio se apareció bañado en gloria celestial a San Juan Bosco y le dijo al santo sacerdote lo que le dio la mayor alegría en su corta vida en la tierra. Fue precisamente esto: su gran amor y confianza en la Santísima Virgen María. Santo Domingo terminó este encuentro con San Juan Bosco exhortándolo a difundir la devoción a María en la mayor medida posible.

María inspira a los santos a orar fervientemente. María inspira a los santos a regresar a Dios después de pecar. María anima a los santos a amar a Jesús con todo su ser. La presencia de María ayuda a los santos a evitar peligros morales. La presencia maternal y amorosa de María ayuda a los santos a pasar de la desolación al consuelo. Por eso, los santos claman a María con estas palabras: «Ave Santa Reina, Madre de la misericordia, de nuestra vida, de nuestra dulzura y de nuestra esperanza».

Conclusión

Nuestra oración final y esperanza es que todos nuestros lectores se conviertan en santos y grandes santos. Nuestra esperanza y oración es que todos ustedes algún día sean una joya muy preciosa, resplandeciente y gloriosa en la corona de María para contemplar y alabar a la Santísima Trinidad por toda la eternidad.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros para que podamos alcanzar la gracia de convertirnos verdaderamente en el santo que Dios nos ha destinado a llegar a ser por toda la eternidad. ¡Amén!

✠ https://catholicexchange.com/author/frfredbroom/

Inculcar un sentido cristiano a la sociedad

Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo pudiera ser salvo a través de él. Él vino al mundo para que los hombres pudieran tener luz y dejar de luchar en las tinieblas, y, teniendo luz, pudiera hacer del mundo un lugar donde todas las cosas sirvieran para dar gloria a Dios y ayudar al hombre a alcanzar su fin último. Y la luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad no la recibió. Estas son palabras actuales para una buena parte del mundo, que continúa en la oscuridad más completa, porque fuera de Cristo los hombres nunca alcanzarán la paz, ni la felicidad, ni la salvación. Fuera de Cristo sólo hay oscuridad y pecado. Quien rechaza a Cristo se queda sin luz y ya no sabe qué camino tomar. Está desorientado en su ser más íntimo.

Durante siglos, muchas personas separaron sus vidas (trabajo, estudio, negocios, investigación, pasatiempos…) de la fe; y, como consecuencia de esta separación, las realidades temporales fueron distorsionadas, como si estuvieran fuera de la luz de la Revelación. Al carecer de esta luz, muchos han llegado a considerar el mundo como un fin en sí mismo, sin ninguna referencia a Dios, por lo que han distorsionado incluso las verdades más elementales y básicas. De manera particular, en los países occidentales esta separación debe corregirse, «porque muchas generaciones se están perdiendo para Cristo y para la Iglesia en estos años, y porque desafortunadamente desde estos lugares se están enviando al mundo entero las malas hierbas de un nuevo paganismo. Este paganismo contemporáneo se caracteriza por la búsqueda del bienestar material a toda costa, y por el correspondiente olvido -mejor dicho miedo, verdadero pavor- de todo lo que puede causar sufrimiento. Con esta perspectiva, palabras como Dios, pecado, cruz, mortificación, vida eterna…, son incomprensibles para un gran número de personas, que desconocen su significado y contenido. Habéis contemplado la asombrosa realidad de que muchos quizás comenzaron poniendo a Dios entre paréntesis, en algunos detalles de su vida personal, familiar y profesional; pero, como Dios exige, ama, pide, terminan arrojándolo -como un intruso- fuera de las leyes civiles y de la vida del pueblo. Con una arrogancia ridícula y presuntuosa, quieren elevar a la pobre criatura a su lugar, habiendo perdido su dignidad sobrenatural y su dignidad humana, y reducida -no es exagerado: es visible en todas partes- al vientre, al sexo, al dinero».

El mundo permanece en tinieblas si los cristianos, por falta de unidad de vida, no iluminan y dan sentido a las realidades concretas de la vida. Sabemos que la actitud de los verdaderos discípulos de Cristo, y específicamente de los laicos, hacia el mundo no es de separación, sino de estar inmersos en sus entrañas, como la levadura en la masa, para transformarlo. El cristiano que es coherente con su fe es la sal que da sabor y preserva de la corrupción. Y para ello cuenta, sobre todo, con su testimonio en medio de sus tareas ordinarias, realizadas de manera ejemplar. «Si los cristianos viviéramos verdaderamente en conformidad con nuestra fe, la mayor revolución de todos los tiempos tendría lugar… ¡La eficacia de la co-redención también depende de cada uno de nosotros! -Medita en ello.» ¿Vivo la unidad de la vida en cada momento de mi existencia: trabajo, descanso…?

https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria.aspx

No separes la vida (trabajo, estudio, negocios…) de la fe

La misión que el Señor nos ha confiado es infundir un sentido cristiano en la sociedad, porque sólo entonces las estructuras, las instituciones, las leyes y el descanso tendrán un espíritu cristiano y estarán verdaderamente al servicio del hombre. «Nosotros, los discípulos de Jesucristo, debemos ser sembradores de fraternidad en todo momento y en todas las circunstancias de la vida. Cuando un hombre o una mujer vive intensamente el espíritu cristiano, todas sus actividades y relaciones reflejan y comunican la caridad de Dios y los bienes del Reino. Los cristianos debemos saber poner el sello del amor cristiano, que es sencillez, veracidad, fidelidad, dulzura, generosidad, solidaridad y alegría, en nuestras relaciones cotidianas de familia, amistad, vecindad, trabajo y recreación».

Las prácticas personales de piedad no deben aislarse del resto de nuestras tareas, sino que deben ser momentos en los que la referencia continua a Dios se hace más intensa y profunda, para que después el tono de las actividades diarias sea más alto. Está claro que buscar la santidad en medio del mundo no consiste simplemente en hacer o multiplicar devociones o prácticas de piedad, sino en la unidad efectiva con el Señor que estos actos promueven y a la que están ordenados. Y cuando hay una unión efectiva con el Señor que influye en todo el desempeño de una persona. «Estas prácticas te llevarán, casi sin darte cuenta, a la oración contemplativa. Más actos de amor, eyaculaciones, acción de gracias, actos de expiación, comuniones espirituales fluirán de tu alma. Y esto, mientras atiendes a tus deberes: cuando levantas el teléfono, cuando abordas un medio de transporte, cuando cierras o abres una puerta, cuando pasas frente a una iglesia, cuando comienzas una nueva tarea, cuando la realizas y cuando la terminas (…)».

Tratemos de vivir de esta manera, con Cristo y en Cristo, todos y cada uno de los momentos de nuestra existencia: en el trabajo, en la familia, en la calle, con los amigos… Esta es la unidad de la vida. Entonces, la piedad personal se orienta a la acción, dándole impulso y contenido, hasta el punto de convertir el trabajo en otro acto de amor a Dios. Y, a su vez, el trabajo y las tareas diarias facilitan nuestra relación con Dios y son el campo donde se ejercen todas las virtudes. Si nos esforzamos por trabajar bien y poner en nuestras tareas la dimensión trascendente dada por el amor de Dios, nuestras tareas servirán para la salvación de la humanidad, y haremos que el mundo sea más humano, porque no es posible respetar al hombre – y mucho menos amarlo – si Dios es negado o luchado contra él, porque el hombre es sólo hombre cuando es verdaderamente la imagen de Dios. Por el contrario, «la presencia de Satanás en la historia de la humanidad aumenta en la misma medida en que el hombre y la sociedad se alejan de Dios».

En esta tarea de santificar las realidades terrenales, los cristianos no estamos solos. Restaurar el orden querido por Dios y llevar al mundo entero a su plenitud es principalmente el fruto de la acción del Espíritu Santo, el verdadero Señor de la historia: «Non est abbreviata manus Domini, la mano de Dios no se acorta (Is 59:1): Dios no es menos poderoso hoy que en tiempos pasados, ni su amor por el hombre es menos verdadero. Nuestra fe nos enseña que toda la creación, el movimiento de la tierra y de las estrellas, las acciones correctas de las criaturas y todo lo que es positivo en la sucesión de la historia, todo, en una palabra, ha venido de Dios y está ordenado a Dios»13.

Pedimos al Espíritu Santo que conmueva las almas de muchas personas -hombres y mujeres, viejos y jóvenes, sanos y enfermos…- para que sean sal y luz en las realidades terrenales.

Meditación diaria

Rechazando al demonio mudo

Para vivir una vida auténticamente humana, debemos amar la verdad, que es, en cierto sentido, algo sagrado que necesita ser tratado con respeto y amor. La verdad a veces está tan oscurecida por el pecado, las pasiones y el materialismo que, si no la amamos, no sería posible reconocerla. ¡Es tan fácil aceptar mentiras cuando acuden en ayuda de la pereza, la vanidad, la sensualidad, el falso prestigio…! A veces, la causa de la falta de sinceridad es la vanagloria, el orgullo y el miedo a verse mal.

El Señor ama tanto esta virtud que declaró de sí mismo: Yo soy la Verdad5, mientras que el diablo es un mentiroso y el padre de la mentira6, todo lo que promete es falsedad. Jesús pedirá al Padre por los suyos, por nosotros, para que sean santificados en la verdad.

Hoy en día se habla mucho de ser sinceros, de ser palabras auténticas o similares, y sin embargo, los hombres tienden a esconderse en el anonimato y, a menudo, a disfrazar los verdaderos motivos de sus acciones ante sí mismos y ante los demás. También ante Dios tratan de permanecer en el anonimato y evitar un encuentro personal con Él en la oración y en el examen de conciencia. Sin embargo, no podemos ser buenos cristianos si no somos sinceros con nosotros mismos, con Dios y con los demás. Los hombres a veces tenemos miedo de la verdad porque es exigente y comprometedora. Y en ciertos momentos podemos sentirnos tentados a usar el disimulo, un poco de engaño, la verdad a medias, la mentira misma; en otras ocasiones, podemos sentirnos tentados a cambiar el nombre de los hechos o las cosas para que decir la verdad tal como es no sea estridente.

La sinceridad es una virtud cristiana de primer orden. Y no podríamos ser buenos cristianos si no lo viviéramos hasta sus últimas consecuencias La sinceridad con nosotros mismos nos lleva a reconocer nuestras faltas, sin ocultarlas, sin buscar falsas justificaciones; nos hace estar siempre alertas a la tentación de «fabricar» la verdad para nosotros mismos, de fingir que lo que nos conviene es verdad, como lo hacen aquellos que tratan de engañarse a sí mismos diciendo que «para ellos» algo prohibido por la Ley de Dios no es un pecado. La subjetividad, las pasiones, la tibieza pueden contribuir a no ser sincero con uno mismo. La persona que no vive esta sinceridad radical deforma fácilmente su conciencia y se vuelve interiormente ciega a las cosas de Dios.

Otra forma frecuente de engañarse a uno mismo es no querer extraer las consecuencias de la verdad para no tener que enfrentarlas, o no decir toda la verdad: «Nunca quieres «agotar la verdad». Otros – la mayoría – por no darse un mal rato. Algunos, para no darte un mal rato. Y, siempre, por cobardía.

«Por lo tanto, con este miedo a profundizar, nunca serás un hombre de juicio».

Para ser sinceros, el primer medio que tenemos que utilizar es la oración: pedir al Señor que vea los errores, los defectos de carácter…, que nos dé fuerza para reconocerlos como tales, y coraje para pedir ayuda y luchar. En segundo lugar, el examen de conciencia diario, breve pero eficaz, para conocernos a nosotros mismos. Luego, dirección espiritual y Confesión, abriendo realmente el alma, diciendo toda la verdad, con el deseo de conocer nuestra intimidad para que nos ayuden en nuestro camino hacia Dios. «No permitáis que en vuestra alma aniden un foco de podredumbre, aunque sea muy pequeño. Hablar. Cuando el agua fluye, está limpia; cuando se estanca, forma una piscina llena de suciedad repugnante, y del agua potable se convierte en un caldo de cultivo para las alimañas «9. A menudo nos ayudará a ser sinceros decir en primer lugar lo que es más difícil para nosotros.

Si rechazamos a este demonio mudo, con la ayuda de la gracia, veremos que uno de los frutos inmediatos de la sinceridad es la alegría y la paz del alma. Por eso le pedimos a Dios esta virtud, por nosotros mismos y por los demás.

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