Fe, no miedo

por Mark Mallett de The Now Word

Una de las grandes alegrías para nosotros como contribuyentes a la Cuenta Regresiva para el Reino es leer cartas de sacerdotes, monjes, Madres Superioras e innumerables laicos de todo el mundo que testifican de los frutos del Espíritu Santo que nacen de la lectura de los (supuestos) Mensajes del Cielo aquí. Realmente nos regocijamos con ustedes, con las conversiones que suceden en sus corazones, sus familias y parroquias. ¡Algunos de ellos son bastante dramáticos! Y sí, estas frutas son importantes.

El difunto obispo Stanley Ott de Baton Rouge, LA, una vez le preguntó a San Juan Pablo II:

«Santo Padre, ¿qué piensa usted de Medjugorje?» El Santo Padre siguió comiendo su sopa y respondió: «¿Medjugorje? ¿Medjugorje? ¿Medjugorje? Sólo están sucediendo cosas buenas en Medjugorje. La gente está rezando allí. La gente va a confesarse. La gente está adorando la Eucaristía, y la gente se está volviendo a Dios. Y, sólo cosas buenas parecen estar sucediendo en Medjugorje.» —relatado por el arzobispo Harry J. Flynn, medjugorje.ws

Jesús enseñó:

Un buen árbol no puede dar malos frutos, ni un árbol podrido puede dar buenos frutos. (Mateo 7:18)

Ahora, he escuchado a escépticos y, sorprendentemente, incluso a algunos apologistas de carrera decir: «¡Ah, pero Satanás también puede producir buenos frutos!» Están basando esto en la advertencia de San Pablo:

… tales personas son falsos apóstoles, obreros engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y no es de extrañar, porque incluso Satanás se disfraza de ángel de luz. Así que no es extraño que sus ministros también se hagan pasar por ministros de justicia. Su fin corresponderá a sus hechos. (2 Corintios 11:13-15)

De hecho, San Pablo está contradiciendo su argumento porque en realidad dice que los conocerás por su fruto: «Su fin corresponderá a sus obras». Sí, Satanás puede obrar mentiras «señales y prodigios» para estar seguro. ¿Pero buenos frutos? No. Los gusanos eventualmente saldrán.

De hecho, Jesús mismo señala los frutos de su misión como evidencia de su autenticidad:

Ve y dile a Juan lo que has visto y oído: los ciegos recuperan la vista, los cojos caminan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres tienen las buenas nuevas proclamadas para ellos. Y bienaventurado el que no se ofende conmigo. (Lucas 7:22-23)

¿Por qué Jesús nos daría esta prueba de fuego de los frutos si no podemos depender de ellos? Por el contrario, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe refuta esta noción errónea de que, cuando se trata de juzgar las revelaciones proféticas, los frutos son irrelevantes. Más bien, se refiere específicamente a la importancia de que tal fenómeno …

… dar frutos por los cuales la Iglesia misma podría discernir más tarde la verdadera naturaleza de los hechos… — «Normas sobre la manera de proceder en el discernimiento de presuntas apariciones o revelaciones» n. 2, vatican.va

… Pero también hay miedo

Dicho todo esto, también somos conscientes de algunas personas que están asustadas por lo que han leído de algunos videntes aquí. Otras personas están muy enfocadas en lo sensacional. Por ejemplo, un sacerdote me dijo que sabe de una persona que está comprando tierras para construir un «refugio» allí. Otros están preocupados por la cantidad de comida que deberían almacenar (al menos algunos videntes aquí, como

 Gisella Cardia de Italia y  Jennifer de América supuestamente han recibido mensajes alentando a los fieles a almacenar algo de comida, agua y suministros). Y finalmente, otros están preocupados por el espectro de la guerra, la «Advertencia» y los llamados «Tres Días de Oscuridad», etc.

Voy a abordar brevemente algo de esto en un momento porque es crucial que los fieles mantengan una perspectiva saludable. Ciertamente, el cuerpo de mensajes ya proporciona este equilibrio, pero nos damos cuenta de que algunas personas responden solo a rumores, chismes o no toman cuidadosamente en consideración todo el cuerpo de los mensajes de un vidente y, por lo tanto, el contexto más amplio. El problema es que hay un vacío de sabiduría cuando se trata de ayudar a los fieles a discernir. Una de las muchas crisis en la Iglesia hoy en día es la falta de orientación y ayuda de los pastores con respecto a la profecía, que San Pablo enumera como uno de los principales dones en la Iglesia, después de los Apóstoles.

[1] ¿Por qué, entonces, no sólo hay una falta de enseñanza sobre este don, sino incluso un cierto desdén por él (1 Tesalonicenses 5:19) entre algunos clérigos? Hay muchas razones para ello, algunas de las cuales abordo en Racionalismo y la muerte del misterioEntonces, consideremos nuevamente las palabras del Catecismo sobre este tema, que explica que, aunque Dios ha revelado todo lo que se necesita para nuestra salvación, no necesariamente ha revelado todo lo que se requiere para nuestra santificación.

Sin embargo, incluso si la Revelación ya está completa, no se ha hecho completamente explícita; queda para que la fe cristiana comprenda gradualmente su pleno significado a lo largo de los siglos. A lo largo de los siglos, ha habido las llamadas revelaciones «privadas», algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. No pertenecen, sin embargo, al depósito de la fe. No es su papel mejorar o completar la Revelación definitiva de Cristo, sino ayudar a vivir más plenamente por ella en un cierto período de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sensus fidelium («sentido de los fieles») sabe discernir y acoger en estas revelaciones todo lo que constituye una auténtica llamada de Cristo o de sus santos a la Iglesia. —Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 66-67

Ahí lo tienes en pocas palabras: Dios todavía habla; Él da profecía para ayudarnos a vivir por la Revelación de Cristo; y (con suerte) guiados por el Magisterio, podemos discernir lo que es auténtico y lo que no lo es. Dicho de otra manera:

No apagues el Espíritu. No desprecies las declaraciones proféticas. Pruébalo todo; Retener lo que es bueno. (1 Tesalonicenses 5:19-21)

El punto central en todo esto es adquirir las herramientas para saber «qué hacer» con las profecías más dramáticas. Como colaboradores de este sitio web, no es nuestro papel editar las «cosas aterradoras», amordazar a Dios porque ofende la sensibilidad de algunos. Pero artículos como este están aquí para apoyarte. Para…

El profeta es alguien que dice la verdad sobre la fuerza de su contacto con Dios, la verdad de hoy, que también, naturalmente, arroja luz sobre el futuro. —Cardenal Joseph Ratzinger (PAPA BENEDICTO XVI), Profecía Cristiana, La Tradición Post-Bíblica, Niels Christian Hvidt, Prólogo, p. vii

Al mismo tiempo, debemos reconocer que Dios-que-es-amor no advierte a sus hijos para aterrorizarlos, sino precisamente para llamarlos a la conversión.

En este punto, debe tenerse en cuenta que la profecía en el sentido bíblico no significa predecir el futuro, sino explicar la voluntad de Dios para el presente y, por lo tanto, mostrar el camino correcto para el futuro. Nos ayudan a comprender los signos de los tiempos y a responder a ellos correctamente con fe. —Cardenal Ratzinger (PAPA BENEDICTO XVI), «Mensaje de Fátima», Comentario teológico, www.vatican.va

Entonces, ¿cómo debemos responder «correctamente con fe» a estas profecías que preocupan a algunas personas?

Preguntas prácticas

Confieso que siempre me sorprende un poco cuando escucho a los católicos indignados de que ciertos videntes y videntes se «atrevieran» a profetizar cosas como calamidades. Pero ¿no deberíamos, más bien, indignarnos de que nuestro mundo, lejos de arrepentirse, continúe abortando bebés por una suma de 115,000 por día, esté enseñando a los niños las «virtudes» de la sodomía y la masturbación, se dedique a la trata masiva de personas y la pornografía infantil, esté atacando el matrimonio y la libertad de expresión y religión, esté respaldando tropos marxistas, ¿Y es sumergirse de cabeza en el comunismo global? Pero no, parece que las profecías sobre almacenar un poco de comida o Coming Refuges and Solitudes tienen a algunas personas en nudos. Así que abordemos esto racionalmente porque, francamente, algunas personas no están siendo prudentes.

Sobre los refugios

¿Qué pasa con los refugios? Según las Escrituras, los doctores de la Iglesia y los videntes de todo el mundo, Dios va a proporcionar en algún momento lugares de refugio y protección (ver El refugio de nuestros tiempos). Pero dime querido hermano, ¿dónde? Dime, hermana, ¿cuándo? Realmente no lo sabemos. Entonces, por qué algunas personas salen a comprar tierras y dicen que este será su «refugio» es desconcertante, si no presuntuoso. Si estamos corriendo hacia otro conflicto global y persecución masiva de la Iglesia, ¿dónde está «seguro»? Terry Law, un cristiano evangélico dijo una vez: «El lugar más seguro para estar es en la voluntad de Dios». Sí, amén a eso. La Voluntad Divina es nuestro refugio.

El refugio, en primer lugar, eres tú. Antes de que sea un lugar, es una persona, una persona que vive con el Espíritu Santo, en estado de gracia. Un refugio comienza con la persona que ha entregado su alma, su cuerpo, su ser, su moralidad, de acuerdo con la Palabra del Señor, las enseñanzas de la Iglesia y la ley de los Diez Mandamientos. —P. Michel Rodrigue, Fundador y Superior General de la Fraternidad Apostólica de San Benito José Labre 

Más allá de eso, ninguno de nosotros sabe nada más. Dios puede llamarte a casa esta noche. O puede verse obligado a emigrar a otro país con nada más que la camisa en la espalda. O tal vez tengas que esconderte algún día en un bosque mientras el cómodo «refugio» que construiste para ti mismo es saqueado. Así que sí, aquí es donde esa vieja homilía de espera que nuestros sacerdotes sacan para esas lecturas apocalípticas de la Misa sigue siendo cierta: cada uno de nosotros debe prepararse para nuestro «tiempo final» personal y no preocuparse por el «fin de los tiempos».

Pero preocuparse por el «fin de los tiempos» es muy diferente a hacer realmente lo que Jesús nos mandó: «velar y orar».[2] Porque aunque no sepamos el día o la hora de Su regreso final al final de los tiempos, podemos, queremos, y debemos conocer las «señales» de una gran apostasía, la cercanía del Anticristo, la persecución, etc.

En cuanto a los tiempos y las estaciones, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriban nada. Porque vosotros mismos sabéis muy bien que el día del Señor vendrá como un ladrón por la noche. Cuando la gente dice: «Paz y seguridad», entonces el desastre repentino viene sobre ellos, como dolores de parto en una mujer embarazada, y no escaparán. Pero ustedes, hermanos, no están en tinieblas, porque ese día los alcanzará como un ladrón. Porque todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día. (1 Tesalonicenses 5:1-5)

Dicho esto, si nuestra actitud es la de tratar de «escapar» del mundo y escondernos, entonces también hemos olvidado nuestra misión (ver Un Evangelio para todos):

Nadie que encienda una lámpara la esconde o la coloca debajo de una canasta de celemín, sino en un candelabro para que los que entran puedan ver la luz… Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo… (Lucas 11:33, Mateo 28:19).

Por lo tanto, caminemos a la luz de la verdad, la sabiduría, el entendimiento y el discernimiento… no la compulsión del miedo y la autoconservación ni la arrogancia y la condescendencia con las que, con demasiada frecuencia, se recibe la profecía. Eso es una ofensa a Dios: Él no nos habla ni envía a Su Madre para que la ignoremos o nos burlemos de ella.

Os exhortamos a escuchar con sencillez de corazón y sinceridad de mente las saludables advertencias de la Madre de Dios… Los Romanos Pontífices… Si son instituidos guardianes e intérpretes de la Revelación divina, contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición, también tienen el deber de recomendar a la atención de los fieles, cuando, después de un examen responsable, la juzgan para el bien común, las luces sobrenaturales que Dios ha querido dispensar gratuitamente a ciertas almas privilegiadas. no para proponer nuevas doctrinas, sino para guiarnos en nuestra conducta. —PAPA SAN JUAN XXIII, Radiomensaje Papal, 18 de febrero de 1959; L’Osservatore Romano

Dicho todo esto, hay algunas personas que son llamadas, y que genuinamente creen, que sus propiedades u hogares serán refugios algún día para proteger al pueblo de Dios. Quiero decir, si va a haber refugios, van a estar en alguna parte. No los juzgo, aunque ciertamente los insto a ser cautelosos y prudentes y colocarse, si es posible, bajo una buena dirección espiritual.

Sobre los suministros de alimentos

En cuanto al almacenamiento de alimentos, sí, algunos mensajes han instado a esto. Recientemente, Nuestra Señora supuestamente dijo a Gisella Cardia el 18 de agosto de 2020:

Queridos hijos, gracias por haber escuchado Mi llamado en vuestros corazones. Os pido que nunca abandonéis la oración: será la única arma que os protegerá. La Iglesia está en conflicto: obispos contra obispos, cardenales contra cardenales. Oren por Estados Unidos porque habrá grandes conflictos con China. Hijos míos, les pido que hagan reservas de alimentos durante al menos tres meses. Ya les había dicho que la libertad que se les concede sería una ilusión: se verán obligados una vez más a quedarse en sus hogares, pero esta vez será peor porque la guerra civil está cerca…Jesús dice:

 Jennifer :

Hija Mía, este es un tiempo de gran preparación. No solo deben prepararse limpiando su alma, sino también dejando a un lado la comida y el agua, y Mis ángeles los conducirán a su lugar de refugio. Hija Mía, muchos negarán que venga un Aviso. Muchos se burlarán de ustedes por su disposición a seguir Mis caminos y no el camino del mundo. Estas son las almas, hija Mía, que necesitan más oración. Estas son las almas por las que debes estar dispuesto a sufrir. —2 de julio de 2003; wordsfromjesus.com

Nuestro traductor, Peter Bannister, señala:… Si la idea de almacenar alimentos en preparación para tiempos de crisis es mal vista por algunos, más adelante en el libro de Génesis vemos cómo José salva a la nación de Egipto, y se reconcilia con su propia familia, haciendo precisamente esto. Es su don profético, que le permite interpretar el sueño del Faraón de siete vacas buenas y siete vacas magras como una predicción de una hambruna en Egipto, lo que lo lleva a almacenar «grandes cantidades» de grano (Génesis 41:49) en todo el país. Esta preocupación por la provisión material no se limita además al Antiguo Testamento; en los Hechos de los Apóstoles una predicción similar de hambruna en el imperio romano es dada por el profeta Agabo, a la que los discípulos responden proporcionando ayuda a los creyentes en Judea (Hechos 11:27-30).

El cielo no está promoviendo una mentalidad de supervivencia, sino una de simple prudencia. Mire lo que sucedió después de la «primera ola» de COVID-19: la gente no pudo encontrar levadura, masa, papel higiénico, etc. e incluso ahora, muchas tiendas y proveedores dicen que todavía no pueden abastecer adecuadamente sus estantes mientras las empresas continúan cerrando y se avecinan informes de escasez de alimentos. Es solo prudencia prepararse para lo que ya es evidente en los titulares. Prepárate, sí. ¿Pánico? En absoluto. Entonces, si solo tiene espacio para almacenar el valor de una semana de comida, entonces es lo que es. Entonces le dices a Jesús: «Señor, aquí están mis cinco panes y dos peces. Sé que puedes multiplicarlos, siempre y cuando sea necesario. Por mi parte, pongo toda mi esperanza y confianza en Ti.»[3]

Sobre la «Advertencia»

Con respecto a la próxima «Iluminación de la Conciencia» o Advertencia profetizada o aludida por supuestos videntes de todo el mundo, incluidos los de Garabandal, el P. Stefano Gobbi, Jennifer, Gisella Cardia, Luz de María, Vassula Ryden, la Sierva de Dios María Esperanza, Santa Faustina, etc., y aparentemente predicha en Apocalipsis 6: 12-17 (ver El Gran Día de Light), Tampoco hay necesidad de temer este evento, si estás en un «estado de gracia«.

Con Su amor divino, Él abrirá las puertas de los corazones e iluminará todas las conciencias. Cada persona se verá a sí misma en el fuego ardiente de la verdad divina. Será como un juicio en miniatura. Y entonces Jesucristo traerá Su glorioso reino en el mundo. —Nuestra Señora al P. Stefano Gobbi, A los sacerdotes, los hijos amados de Nuestra Señora, 22 de mayo de 1988

Es necesario que el pueblo de nuestro Rey y Señor Jesucristo entienda que este es un momento decisivo… Permanezca alerta, el sacrificio agradable a Dios es el que más duele. En el Aviso, se verán a sí mismos como son, por lo tanto, no deben esperar, ¡conviértanse ahora! Del universo viene una gran amenaza inesperada para la humanidad: la fe es indispensable. —San Miguel Arcángel a Luz de María, 30 de abril de 2019

El cielo está oscuro y parece que es de noche, pero mi corazón me dice que es en algún momento de la tarde. Veo que el cielo se abre y puedo escuchar largos y prolongados truenos. Cuando miro hacia arriba veo a Jesús sangrando en la cruz y la gente está cayendo de rodillas. Jesús entonces me dice: «Ellos verán su alma como yo la veo». Puedo ver las heridas tan claramente en Jesús, y Jesús entonces dice: «Ellos verán cada herida que han agregado a Mi Sacratísimo Corazón». cf. Jennifer — Visión del Aviso

Sí, algunos videntes han dicho que aquellos que están lejos de Dios pueden morir asustados de ver la condición de sus almas. Otros llorarán con profunda tristeza…

Clamaron a las montañas y a las rocas: «Cae sobre nosotros y escóndenos del rostro del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero, porque ha llegado el gran día de su ira y ¿Quién puede resistirlo?» (Apocalipsis 6:16-17)

… mientras que otros encontrarán gran consuelo y aliento en su relación con Dios. Pero, ¿por qué, preguntó un sacerdote, Dios daría una corrección tan universal en este momento? La respuesta es porque, desde el Diluvio, Dios no se ha preparado para purificar una vez más toda la tierra para establecer Su Reino y Divina Voluntad «en la tierra como en el Cielo». El Aviso es precisamente eso: un «último llamado» a esa generación para que regrese a la casa del Padre. Como Jesús le dijo a la Sierva de Dios Luisa Piccarreta:

… los castigos son necesarios; esto servirá para preparar el terreno para que el Reino del Supremo Fiat [la Divina Voluntad] se forme en medio de la familia humana. Así, muchas vidas, que serán un obstáculo para el triunfo de Mi Reino, desaparecerán de la faz de la tierra. —Diario, 12 de septiembre de 1926; La corona de santidad sobre las revelaciones de Jesús a Luisa Piccarreta, Daniel O’Connor, p. 459

Pero si tienes miedo porque sientes que eres un gran pecador, ¡entonces haz algo al respecto! Tenemos que dejar de quejarnos de lo horribles que somos y entregarnos a las manos amorosas de Jesús.

No os dejéis absorto en vuestra miseria —todavía sois demasiado débiles para hablar de ella—, sino más bien mirad Mi Corazón lleno de bondad y mantennos imbuidos de Mis sentimientos. —Jesús a Santa Faustina, Divina Misericordia en mi alma, Diario, n. 1486

Aquí nuevamente es donde la revelación privada debe encontrar su eco en la Revelación Pública de Cristo. Todo lo que realmente necesitas para tu salvación se encuentra en los Sacramentos, las Escrituras y la Sagrada Tradición. Esto debe convertirse en tu pan de cada día, por así decirlo. Así que la mejor manera de «mirar» el Corazón de Jesús es sumergirse en Su misericordia en el confesionario. Ve semanalmente si es necesario, pero ve (siempre con un corazón sincero para convertirte).

Si un alma fuera como un cadáver en descomposición para que, desde un punto de vista humano, no hubiera [esperanza de] restauración y todo ya estuviera perdido, no es así con Dios. El milagro de la Divina Misericordia [en confesión] restaura esa alma en su totalidad. ¡Oh, cuán miserables son aquellos que no se aprovechan del milagro de la misericordia de Dios! —Divina Misericordia en Mi Alma, Diario, n. 1448

«… aquellos que van a la Confesión con frecuencia, y lo hacen con el deseo de progresar» notarán los avances que hacen en sus vidas espirituales. «Sería una ilusión buscar la santidad, según la vocación que se ha recibido de Dios, sin participar con frecuencia de este sacramento de conversión y reconciliación». —PAPA JUAN PABLO II, Conferencia Penitenciaria Apostólica, 27 de marzo de 2004; catholicculture.org

Del miedo a la fe

Para terminar, queridos hermanos y hermanas, podría ayudar a algunos de ustedes saber que soy más crítico y escéptico de la revelación privada de lo que la gente puede pensar. Después de todo, soy un ex reportero de noticias. El escepticismo era solo parte del trabajo. Mientras escucho a todos los videntes y profetas aquí, al mismo tiempo sostengo estas palabras «libremente». Estoy conservando lo que es bueno, especialmente esas palabras de amor y aliento que todos necesitamos tan desesperadamente en estos días. En cuanto a los detalles, bueno, esperamos y vemos, «velamos y oramos».

Mientras tanto, aférrate a Jesucristo yendo a Misa tan frecuentemente como puedas, yendo regularmente a la Confesión, leyendo las Escrituras, rezando el Rosario y pasando tiempo a solas con Dios todos los días en oración. De esta manera, el miedo dará paso a la fe, porque Dios, que es Amor Perfecto, echará fuera el miedo en los corazones de aquellos donde Él es bienvenido.

No hay miedo en el amor, pero el amor perfecto echa fuera el miedo. (1 Juan 4:18)

El que me ama cumplirá mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él. (Juan 14:23)

Si estás teniendo dificultades para rendir el miedo y la ansiedad al Señor (¡no te preocupes, no estás solo!), Entonces te animo a rezar la hermosa Novena de Abandono o la Letanía de Confianza a continuación. Después de todo, después de haber dado un diario de revelaciones a Santa Faustina que Jesús dijo que prepararía para su «venida final»,[4] Esencialmente nos dejó cinco palabras en las que confiar para estos tiempos: Jesús, confío en Ti.

Y eso es suficiente, porque la fe puede mover montañas.

 LETANÍA DE CONFIANZA

De la creencia de que tengo que ganar Tu amor
líbrame, Jesús.
Del temor de que no soy digno de
ser amado, líbrame, Jesús.
De la falsa seguridad de que tengo lo que se necesita
Líbrame, Jesús.
Del temor de que confiar en Ti me dejará más indigente
Líbrame, Jesús.
De toda sospecha de Tus palabras y promesas
líbrame, Jesús.
De la rebelión contra la dependencia infantil de Tú, líbrame
, Jesús.
De rechazos y renuencias a aceptar Tu voluntad
Líbrame, Jesús.
De la ansiedad por el futuro
Líbrame, Jesús.
Del resentimiento o la preocupación excesiva por el pasado
líbrame, Jesús.
De la búsqueda inquieta de sí mismo en el momento
presente líbrame, Jesús.
De la incredulidad en Tu amor y presencia
Líbrame, Jesús.
Del temor de que me pidan que dé más de lo que tengo
Líbrame, Jesús.
De la creencia de que mi vida no tiene sentido ni valor
líbrame,Jesús s. Del temor de lo que el amor exige
líbrame, Jesús.

Del desaliento
líbrame, Jesús.

Que continuamente me sostienes, me sostienes, me amas
Jesús, confío en Ti.
Que Tu amor va más profundo que mis pecados y fallas y me
transforma Jesús, confío en Ti.
Que no saber lo que trae el mañana es una invitación a apoyarse en Ti Jesús, confío en Ti
.
Que estás conmigo en mi Jesús sufriente
, confío en Ti.
Que mi sufrimiento, unido a los tuyos, dará fruto en esta vida y en el próximo
Jesús, confío en Ti.
Para que no me dejes huérfano, para que estés presente en Tu Iglesia
Jesús, confío en Ti.
Que Tu plan es mejor que cualquier otra cosa
Jesús, confío en Ti.
Para que siempre me escuches y en Tu bondad siempre me
respondas Jesús, confío en Ti.
Que me des la gracia de aceptar el perdón y perdonar a los demás
Jesús, confío en Ti.
Que me des toda la fuerza que necesito para lo que se le pide
Jesús, confío en Ti.
Que mi vida es un regalo Jesús, confío en Ti. Que me enseñarás a confiar en Ti, Jesús, confío en Ti
.
Que Tú eres mi Señor y mi Dios
Jesús, confío en Ti.
Que Yo soy Tu amado
Jesús, confío en Ti.

por Sor Faustina Maria Pia, SV

HERMANAS DE LA VIDA
Anunciación Casa Madre 38 Montebello Road Suffern, NY 10901

845.357.3547

Notas

↑11 Corintios 12:27-31
↑2Mateo 26:41
↑3cf. Lucas 12:22-34
↑4Divina Misericordia en Mi Alma, Diario, n. 429

Aproximación al abismo

Teológicamente, ¿qué otra cosa es el abismo, sino el encontrarse en la dificultad irresoluble de huir de un lugar a otro añorado? Es concebible como estar en un calabozo detestable, sin posibilidad de subir al cielo o de rondar por la tierra. Es el abajo con relación al arriba de la tierra o del cielo (cf. Fp 2, 10; 2 Pe 2, 4). Etimológicamente, significa sin fondosin límite.

Recordemos el episodio del endemoniado de Gerasa. El espíritu inmundo que le atormentaba, al verse atemorizado por la autoridad del Señor Jesús, no quería caer en el abismo, del que acaso sabía que nunca pudiera salir, sino que ansiaba, a pesar de su condenación y de su estado infernal, vagar aún por la tierra de Gerasa (cf. Mc 5, 1-13; Lc 8, 26-34).

Por otra parte, la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro deja una enseñanza llamativa, tal vez la más clara sobre el concepto de abismo. Se queja de sed Epulón al hallarse en el Hades, entonces le ruega a Abrahán que Lázaro, acogido en un lugar apacible, le dé una gota de agua. Pero recibe de él esta respuesta: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros» (Lc 16, 25-26). En otras palabras, estar en el Hades presupone padecer también el abismo, la situación espiritual angustiosa de no poder traspasar una distancia infranqueable. Es algo semejante a la advertencia del Señor Jesús: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán» (Lc 13, 24). El abismo es además comparable con «las tinieblas de fuera» (cf. Mt 22, 13).

El Apocalipsis refiere que Satanás y sus secuaces fueron arrojados del cielo a la tierra por san Miguel y sus aliados: «Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él» (Ap 12, 7-9). ¿Por qué no hubo ya lugar en el cielo para ellos? Me parece que fue la consecuencia de un juicio del Altísimo, cuyos ángeles celestiales obedecieron su oportuno mandato de rechazarlos de su presencia. Sin duda, no lo hubo ya para ellos después de la horrible Pasión del Hijo de Dios (cf. Ap 12, 10-12), como si la entrada de arriba les fuera clausurada para siempre. Se trata de un hito: por la Sangre de Cristo, por la victoria de la Crucifixión, por el Sacrificio del Redentor (cf. Ap 12, 11), la Iglesia militante, con el amparo de la Virgen Reina, puede desde ahora vencer al Dragón (cf. 1 Jn 2, 14), quien no acusará más «delante de Dios» a los elegidos (cf. Ap 12, 10), como podía hacer antaño según el libro de Job (cf. Jb 1, 6-12).

Es importante tener esto en cuenta: «Entonces se entabló una batalla en el cielo»… ¿Cuándo? Cuando la Mujer vestida de sol hubiese dado a luz al «Hijo varón», que fue arrebatado hasta Dios y su trono (cf. Ap 12, 5). Me parece que tiene resonancias no solo con un dogma del Credo: subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, sino también con la predicción del Redentor antes de su Pasión y de su cercana Ascensión: «Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 31-32). Se puede inferir que el Príncipe de este mundo, que es el mismo Satanás, fue «echado fuera» tras la Pasión de Cristo, ¿pero fuera de qué? ¿De este mundo? No: todavía es el Príncipe de este mundo (cf. 1 Jn 5, 19). Por supuesto, fue echado fuera del cielo. También, precisamente, fue echado fuera de nosotros: quien es de Cristo no pertenece al Diablo, quedando resguardado y protegido (cf. Jn 17, 15). De hecho, Cristo vino a salvarnos del pecado y a expulsar demonios (cf. Mt 10, 1); mejor dicho, vino a liberarnos del maligno y, por lo tanto, de ser arrastrados a la perdición eterna, a condición de que no pequemos más y le sigamos siendo fieles y perseverantes por el arduo camino de la cruz personal en el valle de lágrimas.

Por lo visto, el Dragón y sus huestes, una vez arrojados a la tierra por san Miguel y sus legiones, no podrán merodear ya por el cielo. En este sentido, ¿no es comprensible que, con relación al cielo, se encuentren en el abismo? Es deducible que entre ellos y el cielo media un abismo insuperable: estarán como encerrados abajo, incapaces de traspasar lo inaccesible, así como Adán y Eva fueron desalojados del paraíso con la prohibición perpetua de volver a él. Pero esto, a mi juicio, no quiere decir que no puedan andar por (o tener influencia sobre) la tierra o incluso el aire (cf. Ef 2, 2).

El abismo sería más bien un estado espiritual de alejamiento insalvable, no un lugar como el cielo, la tierra o el mar, que son creados por Dios (cf. Ap 10, 6); significaría, en resumidas cuentas, una impotencia absoluta para ir de un lugar a otro deseado. Sin embargo, si entre la tierra y el cielo dista un abismo, más profunda será la distancia entre el cielo y el infierno, por lo que al infierno le cuadra mejor la idea de ser un lugar abismal o la connotación de ser simplemente el abismo, esto es, lo que está más apartado de la luz de Dios y que es además tenebroso (cf. 2 Pe 2, 4). De modo que, propiamente, el abismo no es un lugar, sino el estado de un lugar inferior con respecto a otro superior: cuanto más lejano es, más abismal será.

¿Es objetable que el ser Satanás arrojado a la tierra (cf. Ap 12, 9) sea exactamente lo mismo que el ser arrojado al abismo (cf. Ap 20, 3)? En el primer caso, el Dragón batalla arriba en el cielo, hasta caer en la tierra; en el segundo caso, un ángel que baja del cielo lo encadena, lo repele al abismo y lo encierra ahí con la llave. Hay, sí, una diferencia de situación: en primer lugar, Satanás está arriba en el cielo; en segundo lugar, está debajo del cielo porque un ángel desciende de allá y lo sujeta. Se puede argumentar que al Dragón, apenas haya sido derribado a la tierra por san Miguel, se le encadena, se le arroja al abismo y se le encierra allí, es decir, se le obstaculiza regresar al cielo para siempre. Conviene neutralizarlo así, no sea que suba otra vez con libertad. Meterlo en el abismo, en el fondo, implica alejarle tanto como se pueda para cerrarle el ingreso al cielo.

Los versículos del Apocalipsis sobre el encadenamiento del Dragón (cf. Ap 20, 1-3) son complejos. Sin duda, este encadenamiento dura mil años, que son, de acuerdo con la teología de san Agustín, todo el tiempo de la Iglesia militante que peregrina hasta la Parusía y el consiguiente fin del mundo. Entonces vale interrogar en qué consiste el acto de encadenar al Dragón, que es un lenguaje simbólico. Lo explica el santo doctor de Hipona: la predicación de la fe, que invita a la conversión.

En otras palabras, estará atado Satanás para las naciones mientras ocurra la evangelización, la propagación del Reino de Dios (cf. Mt 12, 28), pues por todo lo que comporta la fe en el Crucificado, por el nombre santo de Jesús (cf. Mc 16, 17), sufre este ángel el vade retro, el impedimento de agarrar y de enseñorearse de las almas fieles al Resucitado, hasta que, durante el tiempo de la apostasía final al acabarse los mil años, sea suelto (ya como un castigo, ya como una prueba que Dios permite) para seducir al mundo entero por medio del Anticristo. En mi concepto, será entonces manifiesto el misterio de la iniquidad, removido el estorbo de lo que le retenía (cf. 2 Tes 2, 6-8), y sucederá la abominación de la desolación (cf. Mt 24, 15).

¿Conseguirá enseguida volar el Dragón escapando del abismo, conforme a lo que leemos: «Cuando se cumplan los mil años, Satanás será soltado de su prisión» (Ap 20, 7)? Casi todas las Biblias traducen prisión. Ciertamente, el abismo es como tal. Pero aquí hay una expresión figurada: siendo una criatura incorpórea, no cabe imaginar que realmente esté dentro de una cárcel, como tampoco que esté amarrado con una cadena. Es entendible que, después de ser abatido por san Miguel y de ser pronto aprisionado en el abismo (esto es, de ser del todo retirado del cielo), se le otorgará una oportunidad histórica, solo por poco tiempo: antes de ambicionar soberbiamente la conquista del mismo cielo (cf. Is 14, 12-15), será desatado para dominar más la tierra y el mar (cf. Ap 12, 12), es decir, tendrá un gran poder de seducción, a causa del eclipse del Evangelio, que es la luz de las naciones, y del aumento del pecado, que son las tinieblas del mundo (cf. 2 Tes 2, 9-11). Adquirirá, pues, dentro del ámbito decadente de la apostasía (cf. 2 Tes 2, 3), un mayor alcance (cf. Ap 13, 2) para arrebatar almas y empujarlas al abismo infernal a través de sus dos bestias (cf. Ap 13), hasta prepararse para un nuevo combate celestial, la última confrontación entre sus partidarios y los de Dios: el Harmagedón. Es lo que llamo la guerra del fin del mundo, que no será, estando ad portas la Parusía, solo entre hombres (en el orden natural) sino también entre ángeles (en el orden sobrenatural).

En efecto, el Dragón será el líder y partícipe, con el servicio de sus dos bestias, el Anticristo y el Falso Profeta, de esta guerra tremenda contra el Verbo de Dios y sus ejércitos (cf. Ap 16, 12-16; 19, 11 ss.). Es entonces cuando, en mi opinión, verá el cielo abierto para esta lucha final, la más decisiva entre los ángeles desde aquella en que san Miguel lo derribó a la tierra tras la Pasión de Cristo: «Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco: el que lo monta se llama Fiel y Veraz; y juzga y combate con justicia» (Ap 19, 11). Pienso también que en esa ocasión extraordinaria se realizará el exorcismo de León XIII: san Miguel precipitará al Dragón ya no a la tierra, donde había caído del cielo, sino al infierno ardiente, que ya es un lugar más abismal. Es como si el Alfa y la Omega se adueñara cada vez del universo, expulsando primero al Maligno del cielo a la tierra, luego de allí al infierno.

Tal como está profetizado, le tocará el momento al Diablo en que, habiendo sido un réprobo desde su más antigua rebelión contra el Creador, tampoco podrá dominar la tierra y el mar ni ser, por ende, el Príncipe de este mundo: será precipitado al lago de fuego (cf. Ap 20, 10) durante la Parusía del Verbo de Dios (cf. Ap 19, 11 ss.), quien de esta forma será el único Señor de todo lo creado (cf. Hb 10, 12-13; 1 Cor 15, 25), incluso de este mundo posdiluviano (cf. Ap 11, 15), destinado a la inmediata renovación por el fuego universal (cf. 2 Pe 3, 5-13; Hch 3, 21).

Satanás habrá sido echado entonces no solo fuera del cielo, sino fuera de la tierra y del mar, para terminar por los siglos de los siglos abismado en el lago de fuego, bien lejos de la Ciudad de Dios. Obviamente, caído en la tierra, hundido en el abismo desde aquella derrota en la batalla contra san Miguel luego de la Pasión del Señor Jesús (la primera venida) y proscrito, por último, en el fuego del infierno durante el tiempo de la Parusía (la segunda venida) para ser despojado definitivamente tras el Harmagedón del dominio de muerte de este mundo viejo, no podrá serpentear por el mundo nuevo; no podrá corromper los nuevos cielos y la nueva tierra, que serán eternos y donde habitarán la felicidad y la justicia.

¿Cómo entender el libro del Apocalipsis?

¿Descripción anticipada de los acontecimientos del futuro? ¿Presentación de una misma realidad bajo varios símbolos diferentes?

El Apocalipsis fue escrito por el apóstol san Juan, al final de su vida, alrededor del año 100, bajo la forma de una carta a las iglesias de Asia Menor, que vivían tiempos difíciles a causa de la persecución romana.

Bastante enigmático y difícil de comprender, es un libro que puede generar muchos errores de interpretación – como ya sucedió muchas veces, a lo largo de la historia, al no observarse con cuidado el modo con el que la Iglesia lo interpreta.

El emperador romano Domiciano (81-96) realizó una fuerte persecución a los cristianos, habiendo deportado a san Juan, que era el obispo de Éfeso, a la isla de Patmos.

Al mismo tiempo, los cristianos eran hostilizados por los judíos y esperaban el regreso de Cristo, que no sucedía, para librarlos de todos los males.

Fue en ese contexto que el apóstol escribió el Apocalipsis: para consolar y animar a los cristianos de las ya innumerables comunidades de Asia Menor.

Apocalipsis, del griego, apokálypsis (revelación), era un género literario que se volvió común entre los judíos tras el exilio de Babilonia (587-535 a.C).

El Apocalipsis de san Juan describe el fin de los tiempos, cuando Dios juzgará a los hombres. Esa intervención de Dios sacude la naturaleza (fenómenos cósmicos), con mucha simbología y números.
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¿Predicción del futuro?

El Apocalipsis no pretende dar una descripción anticipada de los acontecimientos del futuro, sino presentar una misma realidad bajo varios símbolos diferentes. Y todo está hecho con un lenguaje intencionalmente figurado para despertar la atención del lector, acostumbrado al género apocalíptico usado por los judíos.

Algunos símbolos tienen un significado preciso: el cordero simboliza a Cristo. La mujer, a la Iglesia o a la Virgen María. El dragón, a las fuerzas hostiles al Reino de Dios. Las dos bestias (cap 13), al Imperio Romano y al culto imperial. La bestia (cap 17) simboliza a Nerón. Babilonia, a la Roma pagana. Los vestidos blancos, la victoria. El número tres y medio, cosa nefasta o caduca. Pero esos símbolos no son exclusivos; el Cristo está, a veces, representado como el «hijo del hombre» o el caballero.

El Apocalipsis es una revelación sobrenatural, velada, bajo símbolos, representando el pasado, el presente y el futuro de la Iglesia. Éste se refiere a un periodo indefinido que separa la Ascensión de Cristo de su regreso glorioso.

Victoria final

Deja clara la imposibilidad de escaparse a la lucha y al sufrimiento, a las persecuciones y al fracaso aparente en el plano terrenal. También afirma la realidad de la salvación y la victoria final, que es obra de Cristo resucitado, vencedor del pecado y de la muerte.
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El mensaje principal del libro es que Dios es el Señor de la historia de los hombres. Y que, al final, habrá la victoria de los justos, a pesar del sufrimiento y la muerte.

Muestra la vida de la Iglesia en la tierra como una continua lucha entre Cristo y Satanás, indicando que al final habrá el triunfo definitivo del Reino de Cristo, que implica la resurrección de los muertos y la renovación de la naturaleza material.

Las calamidades que son presentadas no deben ser interpretadas al pie de la letra. Dios sabe y sabrá conducir a la humanidad, a través de los sufrimientos, a la victoria del bien sobre el mal.

El ladrón nocturno

¿Por qué la Parusía del Señor Jesús se compara con la venida de un ladrón nocturno? Diversos son los textos de la Escritura que nos ofrecen este símil, que no puede ser, en mi concepto, una simple figura retórica: contendría el significado intrínseco de que el Señor Jesús vendrá con sus ángeles a robar a los elegidos, es decir, a reunirlos (cf. Mt 24, 29-31) para llevárselos a la Jerusalén celeste. En efecto, este es el oficio del ladrón: robar, acción que habitualmente se realiza de manera subrepticia. Pero no se roba nada si no le pertenece a otro. Desde la caída de Adán y Eva, la humanidad ha quedado esclava de Satanás y sometida a su dominio, con todos los matices del sufrimiento: la enfermedad, la fatiga, la tristeza, la vejez y la muerte, a menos que su corazón tenga un único dueño: el Redentor, a quien, si le es fiel, espera como un tesoro del alma. En todo caso, es un robo legítimo, no pecaminoso: las criaturas de Dios le pertenecen al Alfa y la Omega. Es la suprema reivindicación contra la usurpación del Maligno.

Unas veces el ladrón se identifica con el gran día del Señor; otras veces, con el Señor en su gran día. Parece una metonimia con que se quiere expresar lo mismo: la Parusía de Jesucristo será sorpresiva, en particular para aquellos que no la esperen y sobre todo para los impíos (cf. 2 Pe 3, 5-7). Veamos: «vosotros mismos sabéis muy bien que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche. Así, pues, cuando clamen: “Paz y seguridad”, entonces, de repente, se precipitará sobre ellos la ruina —como los dolores de parto de la que está encinta—, sin que puedan escapar. Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, de modo que ese día os sorprenda como un ladrón; pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino estemos en vela y mantengámonos sobrios» (1 Tes 5, 2-6). Estar velando presupone esperar la Parusía, así como aquellas vírgenes prudentes aguardan al esposo (cf. Mt 25, 1-13). También está escrito: «Pero como un ladrón llegará el día del Señor. Entonces pasarán los cielos con gran estruendo, y los elementos se disolverán para ser quemados, y la tierra y las obras que hay en ella no serán más halladas» (2 Pe 3, 10).

Por otro lado, leemos: «Acuérdate, por tanto, de cómo has recibido y oído la palabra, guárdala y arrepiéntete; porque si no estás vigilante, vendré como un ladrón, sin que sepas a qué hora vendré a ti» (Ap 3, 3). El que verdaderamente vigila no sentirá la Parusía del Señor Jesús como la venida intempestiva del ladrón nocturno, pues se habrá preparado para la ocasión gracias a las señales. Aunque esté siempre vigilante, ya sabrá que Él vendrá como tal. «Mirad que vengo como un ladrón. Bienaventurado el que esté vigilante y guarde sus vestidos, para no andar desnudo y que le vean sus vergüenzas» (Ap 16, 15). Alusión al pecado de Adán y Eva, que se avergonzaron de estar desnudos ante Dios. Aquí se indica que para ser bienaventurado será preciso no estar en pecado mortal, sino ser vigilante, conservando la palabra y arrepintiéndose. «Y ahora, hijos míos, permaneced en Él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de Él en su venida» (1 Jn 2, 28).

Por último, encontramos esta advertencia del Señor Jesús: «Sabed esto: si el dueño de la casa conociera a qué hora va a llegar el ladrón, no permitiría que se horadase su casa. Vosotros estad también preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre» (Lc 12, 39-40). Si no nos preparamos para la Parusía, sino que vivimos conforme al mundo, el demonio y la carne, persistiendo en el pecado mortal, olvidándonos de Dios e incluso cayendo en la apostasía, la venida del Señor Jesús, el buen ladrón nocturno, será tan calamitosa que equivaldrá al hecho de ser horadada la casa para nuestra ruina. Quiera Dios que la casa, imagen de nuestro cuerpo, sea un templo del Espíritu Santo, para que seamos elegidos en el gran acontecimiento de su segunda venida gloriosa con sus ángeles.

No sobra puntualizar que el Señor Jesús robará de noche, cuando haya pasado la hora más tenebrosa para su Iglesia: la gran tribulación (cf. Mt 24, 29-31), a fin de destruir el reino satánico del Anticristo (cf. 2 Tes 2, 8). ¿Qué quita que «aquella noche» (Lc 17, 34) sea también un momento extraordinario de oscuridad global?

El milenio espiritual: ¿en la tierra o en el cielo?

1. Así dice el Apocalipsis sobre los mártires, tanto los que hayan sido decapitados como los que, aunque no mueran violentamente, hayan sido perseguidos de diversos modos por no adorar a la bestia ni aceptar su marca en la frente o en la mano: «Revivieron y reinaron con Cristo mil años» (Ap 20, 4); «serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él mil años» (Ap 20, 6). Es preciso notar que aquí en este libro profético son contrastadas dos clases de mártires: los decapitados, que son las almas de los fieles difuntos que ya gozan del Paraíso celestial, y los perseguidos por no obedecer al Anticristo. Si nos atenemos a la letra, a ambas clases les concierne igualmente revivir y reinar con Cristo mil años.

En cuanto a los decapitados «por el testimonio de Jesús y la Palabra de Dios» (Ap 20, 4) —otras Biblias traducen degollados—, puede ser Esteban el primer mártir de la lista, como también puede serlo Abel, que aguardaba al Mesías como todos aquellos justos del Antiguo Testamento. Sea cual fuere la multitud de los asesinados por su fe, parece obvio que su revivir, a fin de reinar con Cristo mil años, no sería otra cosa que su resurrección corporal gloriosa, es decir, se trataría de la «primera resurrección» (Ap 20, 5), que difiere, a juzgar por el texto, de la segunda resurrección colectiva, perteneciente a los demás muertos «que no revivieron hasta que se cumplieron los mil años» (Ap 20, 5).

Con respecto a los perseguidos, los que no hayan adorado a la bestia ni aceptado su marca en la frente o en la mano, no se expresa que son decapitados. Por supuesto, los decapitados de los que hablamos son también perseguidos y no apostatan de la fe, pero en el mismo texto son distinguibles dos clases de mártires. Parece que tales perseguidos, aunque hayan muerto naturalmente en algún momento histórico, pueden ser incluso los sobrevivientes de la dictadura del Anticristo final, siniestro personaje a quien Dios le concederá el poder de actuar durante cuarenta y dos meses para atribular a la Iglesia verdadera (cf. Ap 13, 5). El vidente del Apocalipsis, acaso para matizar, dice que ve las almas de los decapitados, pero no las almas de los perseguidos. Acerca de estos escribe así: «y [vi] a todos los que no adoraron a la bestia ni su imagen, ni recibieron la marca en su frente ni en su mano» (Ap 20, 4). Quizá, si es con relación a aquellos sobrevivientes, los vea estando vivos todavía, sin haber muerto corporalmente como los decapitados. Pues bien, si aún están vivos, entonces su revivir, a fin de reinar también con Cristo mil años, ¿será su resurrección corporal gloriosa?

No obstante, para ser digno de esta resurrección sería necesario haber sido un santo difunto. Esta disquisición me lleva a recordar dos pasajes epistolares de san Pablo, que pueden correlacionarse: «Mirad, os declaro un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la trompeta final; porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados» (1 Cor 15, 51-52). Además: «Porque el mismo Señor descenderá del cielo, cuando la voz del arcángel y la trompeta de Dios den la señal, y los que murieron en Cristo resucitarán primero. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes junto con ellos al encuentro del Señor en los aires, de modo que en adelante estemos siempre con el Señor» (1 Tes 4, 16-17). La trompeta final, que es la séptima en el Apocalipsis (cf. Ap 11, 15-19), apunta a la Parusía.

Estos dos fragmentos paulinos tienen en común que también hablan de dos clases de colectivos, que solo durante el acontecimiento de la segunda venida gloriosa del Señor Jesús recibirán su recompensa: los fieles difuntos, que han de ser dignos de la resurrección corporal gloriosa, y los fieles sobrevivientes hasta la Parusía, que han de ser, aunque excepcionalmente no hayan necesitado morir, transformados y al fin llevados en nubes junto con aquellos al encuentro del Señor Jesús en los aires. Considero, en mi concepto, que estos mismos dos fragmentos paulinos pueden complementarse con el citado texto del Apocalipsis sobre las dos clases de mártires: los decapitados y los perseguidos.

Parece entonces que tanto «los que murieron en Cristo», los fieles difuntos de la Iglesia triunfante, entre los cuales se mencionarían los decapitados, como «los que vivamos, los que quedemos» hasta la Parusía, entre los cuales se contarían los perseguidos de la Iglesia militante, revivirán y reinarán con Cristo mil años. Pero el revivir para los primeros significaría, propiamente, su resurrección corporal gloriosa, y para los segundos, su transformación corporal milagrosa, de modo que los unos y los otros ya no estarían sujetos a la corrupción por el pecado original. Al versar sobre la «primera resurrección», que abarcaría a ambos colectivos preferentemente, tal vez la palabra resucitar, dado el contexto, tenga el alcance semántico de revivir. Es más, ¿qué impide que los fieles sobrevivientes hasta la Parusía sean los que, una vez transformados y libres de las secuelas del pecado original, pueblen el nuevo mundo (cf. Is 65, 13-25), que será dichoso y eterno?

2. Ante todo, conviene preguntarnos: ¿es verdad que habrá un milenio pendiente de paz y felicidad según el Apocalipsis, el Reino milenario de Cristo que comienza con la Parusía después de la derrota mortal del Anticristo y del Falso Profeta? Repitamos la lectura: «Revivieron y reinaron con Cristo mil años» (Ap 20, 4). Si estos mil años designan todo el tiempo de la Iglesia militante, la sexta edad de la humanidad, que va desde la Ascensión hasta la Parusía conforme a la exégesis de san Agustín, el revivir se refiere a la resurrección espiritual por la gracia: actualmente, los fieles difuntos de la Iglesia triunfante reinan con Cristo en el cielo, así como reinan con Él, a pesar de las dificultades de este mundo de tinieblas, los fieles vivientes de la Iglesia militante en la tierra. En este sentido, el milenio del Apocalipsis no es algo futuro, sino que es ahora una realidad histórica desde la Redención: la «primera resurrección», concepto fundado en el de la resurrección espiritual, consiste en recibir los sacramentos de la Iglesia, en particular el bautismo, la confesión y la comunión. Esta interpretación clásica, que puede ser correcta, ¿es suficiente y no es necesaria otra que la complete?

Sin embargo, quisiera formular una objeción, que ya había advertido en mi ensayo «Las siete edades de la Creación y los mil años según el Apocalipsis». Leemos que tales decapitados, así como los perseguidos, revivieron y reinaron con Cristo mil años. Los decapitados están en la gloria del cielo: han muerto en la tierra por su martirio cruento. Lo que implica que antes de fallecer ya han revivido su alma, es decir, han resucitado espiritualmente en la tierra, han perseverado hasta el fin en la fe. ¿No será incoherente comprender que, estando su alma en la gloria del cielo, los decapitados revivieron y reinaron con Cristo mil años? El revivir su alma, que ahora disfruta del Paraíso celestial, sonaría redundante. Más bien se hablaría del revivir su cuerpo, esto es, la resurrección corporal gloriosa.

A no ser que se haya de entender otra cosa, lo que sería volver a defender la posición de san Agustín: revivieron su alma en la tierra y reinaron con Cristo en el cielo mil años, todo el tiempo de la Iglesia militante, sin que obste que sigan reinando con Él por toda la eternidad. ¿Pero cabe aplicar igualmente esta medida temporal a cada uno de los mártires? No lo creo. La frase mil años, al englobar una cantidad de tiempo, comporta un principio, un intermedio y un final, más allá de decidir si se ha de valorar en el sentido literal o simbólico. ¿Es preciso afirmar que un mártir del siglo III reine igualmente con Cristo mil años que un mártir del siglo XIX? La medida temporal de mil años debería ser tomada con respecto a un mismo punto de partida para todos los mártires de la historia, sea cual fuere su año de defunción.

A mi modo de ver, los mil años según el Apocalipsis serían inaugurados a causa del evento extraordinario de la Parusía, con el que, a juzgar por los versículos bíblicos aportados, los elegidos, tanto los fieles difuntos de la Iglesia triunfante como los fieles sobrevivientes de la Iglesia militante, revivirán y reinarán con Cristo mil años. La interpretación de san Agustín, enfocada en la noción básica de la resurrección espiritual, como también motivada por erradicar la herejía del milenarismo carnal, puede ser correcta, pero no me parece exacta sino algo forzada. Prima el sentido literal; ¿qué impide aceptarlo? No me siento cómodo en replicar a este doctor de la Iglesia, un gigante a quien tanto admiro: me apresuro a tranquilizar que mi opinión no es más que la de un laico balbuciente. Sí estoy de acuerdo con él en que los mil años de la atadura de Satanás (cf. Ap 20, 1-3) corresponden al milenio sexto: este ángel maldito, encadenado por la fuerza de la Crucifixión, será soltado al final —por la apostasía de las naciones— para valerse del Anticristo. A mi entender, sin embargo, el Reino milenario de Cristo posparusíaco atañe al milenio séptimo.

3. Concedamos que habrá un futuro milenio de paz y felicidad, el mismo Reino milenario de Cristo posparusíaco, durante el cual los mártires, tanto los decapitados que han de resucitar gloriosamente como los últimos perseguidos que han de ser transformados milagrosamente, revivirán, «serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él mil años» (Ap 20, 6). Por lo visto, se profetiza un reino sacerdotal y litúrgico. Es lo que se ha llamado también el milenio espiritual, que difiere esencialmente del milenarismo carnal, una concepción herética y absurda de mil años pecaminosos entre la gula y la lujuria. No pocos autores, incluso doctos, han reiterado que san Agustín renegó absolutamente del milenio espiritual. Esto no me parece cierto, considerando, por lo demás, que era una doctrina tradicional y ortodoxa recordada por san Ireneo de Lyon y reconocida por otros padres de la Iglesia. Que el santo doctor de Hipona escribiera que era de la misma opinión de los que previamente compartían el milenio espiritual no quería decir que ya no la sostenía: solo afirmó que la toleraba, a condición de que no fuera mal entendida como la degeneración de los bajos instintos. Con el propósito de acallar el problema de esta interpretación perjudicial para la Iglesia, propuso una novedosa concepción del milenio, sobre el que acabamos de discurrir.

Con relación al vocablo milenarismo (quiliasmo), es famoso el decreto del Santo Oficio del 21 de julio de 1944, que cita el párrafo 3839 del Denzinger sobre la cuestión del milenarismo mitigado: «En estos últimos tiempos se ha preguntado más de una vez a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio qué haya de sentirse del sistema del milenarismo mitigado, es decir, del que enseña que Cristo Señor, antes del Juicio final, previa o no la resurrección de muchos justos, ha de venir visiblemente para reinar en la tierra». La respuesta es disciplinar: «El sistema del milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad». Según el teólogo José Salguero, «el mismo Santo Oficio insistió en que el “milenarismo mitigado” tuto doceri non potest. Y prohibió con toda severidad que dicha doctrina sub quolibet praetextu doceaturpropageturdefendatur vel commendetursive viva vocesive scriptis quibuscumque» (Epístolas católicasApocalipsis. En: Biblia ComentadaTexto de la NácarColunga, tomo VII, p. 518. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos).

Aquí se ha se reparar en que el Señor Jesús vendría a reinar en la tierra presente, en este mundo posdiluviano, «antes del Juicio final». Esto sería, en resumen, el milenarismo mitigado, mesurado en cuanto a las pasiones carnales; sistema que describió Leonardo Castellani de esta suerte sin creer en él ni enseñarlo: «un Reino temporal de Cristo a la manera de los imperios de este mundo, con su corte en Jerusalén, su palacio, sus ceremonias y festividades, su presencia visible y continua —y hasta su ministro de Agricultura…—» (Cristo ¿vuelve o no vuelve?, 3.a ed., p. 66. Buenos Aires: Vórtice. La primera edición es de 1951). Así, por mucho que se esfuercen en la santidad, ¿cambiaría la cotidiana tendencia pecaminosa de los hombres? ¿Esta tierra, surgida después del diluvio, sería radicalmente transfigurada en algo nuevo? No parece: es como si el Verbo de Dios, ya con su cuerpo glorioso, viniera otra vez a este mundo corrompido, tal como lo halló durante su primera venida, hostil y lleno de pecadores, para ser, tras la destrucción del reinado del Anticristo, un rey terrenal y asombroso delante del común de los mortales, aunque a ratos no sea visible. No; me temo que se requiere un hecho drástico y decisivo: la renovación del mundo viejo, o sea, el fin del mundo posdiluviano.

Pero sobre este tema conocemos también la enseñanza del Catecismo actual, que se publica en 1992 y presupone un avance: «Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DZ 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, “intrínsecamente perverso” (cf. Pío XI, carta enc. Divini Redemptoris, condenando “los errores presentados bajo un falso sentido místico” “de esta especie de falseada redención de los más humildes” (Gaudium et spes, §§ 20-21)) (§ 676).

En otras palabras, el Señor Jesús no vendría a reinar en la tierra «antes del Juicio final»: la esperanza mesiánica solo se consigue «más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico», es decir, a través del Juicio final. El Catecismo subraya que la Iglesia rechaza el milenarismo, incluso el mitigado, por significar una «falsificación del Reino futuro». ¿Se incluye dentro de este nombre la concepción del milenio espiritual? Lo dudo. Según Castellani, «ese quiliasmo [a saber, el milenio espiritual] no ha sido jamás condenado por la Iglesia; ni —audemus dicere— lo será nunca, por la simple razón de que la Iglesia no va a condenar la mayoría de los Santos Padres de los cinco primeros siglos, entre ellos a los más grandes…» (ibidem). El Catecismo, por lo demás, suele identificar la Parusía con el Juicio final, como expuse detenidamente en mi ensayo «El Apocalipsis a la luz del Catecismo actual».

Esta explicación es mía: el milenio espiritual, que es el séptimo, sería el Reino de Cristo posparusíaco; al término de este tiempo de mil años se realizaría el Juicio universal, que es el segundo momento del Juicio final, para el que resucitarían los restantes muertos de todos los siglos de la humanidad (cf. Ap 20, 5), tanto las ovejas como las cabras (cf. Mt 25, 31 ss.), compareciendo ante el Juez y los jueces (cf. Mt 19, 28; Lc 22, 29-30). El primer momento del Juicio final, que es el drama histórico de la Parusía, debería exclusivamente concernir a la última generación humana del milenio sexto.

Por consiguiente, el milenarismo mitigado no debería confundirse con el milenio espiritual: la diferencia reside por lo menos en que en el primero reina Cristo antes del Juicio final, y en el segundo, después del Juicio final. Efectivamente, cuando Él venga con sus ángeles para la siega, separará el trigo de la cizaña (cf. Mt 13, 37-43), lo que es un juicio riguroso, el de las naciones impías (cf. Ap 19, 15; 2 Pe 3, 7): «El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia» (CIC, § 681). Este triunfo es definitivo: cesará el reinado de Satanás en la Creación para siempre, lo que supondría que no se temerá jamás otra salida suya desde el abismo. Si desde entonces faltara otra prueba de la humanidad al exponerse a la seducción del Maligno, aquel triunfo no habría sido definitivo sino provisorio; se ganaría una batalla muy importante pero todavía no la guerra. «El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar; sólo Él decidirá su advenimiento. Entonces Él pronunciará, por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia» (CIC, § 1040).

4. En su obra magna La Ciudad de Dios, san Agustín insiste en que con la Parusía sobrevendrá el fin del mundo por el fuego universal de acuerdo con la profecía de san Pedro (cf. 2 Pe 3, 5-13). Lo mismo da a entender el Catecismo. Se trata del fin de este mundo posdiluviano, como enfatizo en mi ensayo «Los últimos hijos de Noé», para que surjan los nuevos cielos y la nueva tierra, que serán eternos y donde no habrá muerte ni llanto, angustia ni fatiga (cf. Ap 21, 4; Is 65, 13-25). Ahora bien, mientras que san Ireneo, en su libro Contra las herejías, recoge la doctrina del milenio espiritual como el Reino sereno y próspero de Cristo, ¿por qué no tuvo en cuenta la palabra divina de san Pablo sobre el arrebatamiento de los elegidos durante la Parusía (cf. 1 Tes 4, 15-17)? Este sería un vacío teológico nada despreciable. Pienso que, acerca de las profecías apocalípticas, es ineludible la lectura integral de la Biblia, sin dejar cabos sueltos, y confrontar a la vez, por ejemplo, la epístola de san Pedro sobre el fuego universal y la de san Pablo sobre el arrebatamiento, las cuales, puesto que coinciden en mencionar la Parusía, no omitió san Agustín al abordar sobre las cosas últimas.

Según la Escritura, puede interpretarse que los elegidos, después de la gran tribulación (cf. Mt 24, 29-31), serán reunidos por los ángeles y llevados en nubes para encontrarse finalmente con el Señor Jesús en los aires y estar siempre con Él; los impíos, en cambio, serán dejados aquí en la tierra para ser, en última instancia, castigados con el fuego universal (cf. 2 Pe 3, 7). Si admitimos esto, ¿dónde se vivirá el milenio espiritual? En mi opinión, no en la tierra presente, que será, justo después de que los fieles se hayan ido con el Señor Jesús, quemada, enteramente pulverizada, así como lo fue Sodoma (cf. Lc 17, 28-30), mas sin llegar a ser aniquilada. «El cielo y la tierra pasarán» (Mt 24, 35), es decir, desaparecerán mudando el aspecto. Argumenta san Agustín: «Concluido el juicio [desde la Parusía], tendrá lugar la desaparición de este cielo y de esta tierra; será entonces cuando comenzarán a existir un cielo nuevo y una tierra nueva. Este cambio del mundo tendrá lugar por transformación de los seres, no por su total y absoluta aniquilación. De ahí que diga el Apóstol: Puesto que la apariencia de este mundo pasayo os quisiera libres de preocupaciones [1 Cor 7, 31-32]. Pasa, pues, la apariencia, no la naturaleza» (La Ciudad de Dios, XX, cap. XIV). Por su parte, dice san Pablo: «La caridad nunca acaba. Las profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la ciencia quedará anulada. Porque ahora nuestro conocimiento es imperfecto, e imperfecta nuestra profecía. Pero cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto» (1 Cor 13, 8-10; cf. 1 Jn 2, 16-17).

Siempre podemos interrogarnos: ¿qué harán los elegidos en la Jerusalén celeste durante el descanso sabático del séptimo milenio? Imagino que ellos, adorando en la fiesta de los Tabernáculos y celebrando las bodas del Cordero de la Iglesia triunfante (cf. Ap 19, 7), estarán resguardados en la Ciudad de Dios, así como Noé estuvo protegido dentro del arca, y hasta que pase la lejana tempestad de la ardiente renovación del mundo posdiluviano, algunos —por no decir todos— se formarán para ser jueces en el Juicio universal, formidable solemnidad para la que ya habrán desaparecido el cielo y la tierra presentes (cf. Ap 20, 11; 21, 4) y que será, al acabarse este milenio, la hora de la resurrección general de los demás muertos en la misma tierra quemada (cf. Ap 20, 5; 21, 11-15; Jn 5, 28-29). Tras esto existirán solamente dos cosas eternas: el Paraíso restaurado, que es el nuevo mundo, indestructible y que nunca desaparecerá, sobre cuya tierra trasfigurada se ha de posar la Jerusalén celeste, y el Infierno, que es el lugar preparado para el Diablo y sus ángeles (cf. Mt 25, 41).

¿Hay soportes bíblicos para apoyar esta respuesta? Creo que sí. El Evangelio la sugiere: «no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la venidera» (Hb 13, 14); los patriarcas «si hubieran añorado la tierra de la que habían salido, habrían tenido ocasión de volver a ella. Pero aspiraban a una patria mejor, es decir, a la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de ser llamado Dios suyo, porque les ha preparado una ciudad» (Hb 11, 15-16). «En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De lo contrario, ¿os hubiera dicho que voy a prepararos un lugar? Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros» ( Jn 14, 2-3). «Vosotros sois los que habéis permanecido junto a mí en mis tribulaciones. Por eso yo os preparo un Reino como mi padre me lo preparó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» (Lc 22, 28-29). «Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí» (Jn 18, 36). El Reino de Cristo, que en la tierra es la Iglesia militante y peregrina, será triunfante con su Parusía; desde entonces, desterrado para siempre el usurpador Satanás, Cristo reinará eternamente sobre este mundo creado (cf. Ap 11, 15-19), que ha de sufrir su transformación o regeneración (cf. Mt 19, 28; Rm 8, 18-23).

Si no me equivoco, infiero que los elegidos, mientras ocurra el fin del mundo posdiluviano por la completa conflagración, no se quedarán con el Señor Jesús en los aires para siempre sino que habrán sido transportados al cielo: a la Jerusalén celeste (cf. Ap 7, 15-17), cuya arquitectura está delineada (cf. Ap 21, 9 ss.) y que, culminado el Juicio universal al término del séptimo milenio (cf. Ap 20, 11-15), descenderá del cielo nuevo sobre la tierra nueva (cf. Ap 21, 1-2): entonces, en el octavo día, se vivirá el Paraíso restaurado, el Reino glorioso y eterno de Dios con los suyos (cf. Ap 21, 3; Mt 25, 34), que se pide con el Padrenuestro. Confío en que la Ciudad de Dios —¿acaso voladora como aquella casita nazarena de la Virgen que se afincó en Loreto?— jamás será perturbada por la Serpiente antigua, que habrá sido, gracias a la victoria definitiva del Señor Jesús con sus poderosos ángeles durante su segunda venida majestuosa, expulsada para siempre al lago de fuego y azufre (cf. Ap 20, 9-10). A este recinto sacro no entrará nada impuro (cf. Ap 21, 27).

Le revela el Señor Jesús a María Valtorta: «Cuando el rey venga, no reconocerá ya su hermoso jardín que se ha hecho salvaje y con ira arrancará las yerbas, aplastará los animales escurridizos, cogerá las flores que queden y se las llevará a su palacio, eliminando el jardín para siempre» (Los Cuadernos, 5 de julio de 1943). Así enseña, en fin, el Catecismo: «La victoria sobre el “príncipe de este mundo” (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo está “echado abajo” (Jn 12, 31; Ap 12, 11). “Él se lanza en persecución de la Mujer” (cf. Ap 12, 13-16), pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, “llena de gracia” del Espíritu Santo, es preservada del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). “Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos” (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: “Ven, Señor Jesús” (Ap 22, 17.20), ya que su Venida nos librará del Maligno» (§ 2853). Definitivamente. Amén.

La nube blanca

La segunda venida gloriosa del Señor Jesús con sus ángeles no sucederá sin algo especial que vemos cotidianamente: las nubes. Los versículos bíblicos que hablan de su Parusía suelen asociarle con este elemento atmosférico.

Así traduce la Biblia de Navarra: «Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y en ese momento todas las tribus de la tierra romperán en llantos. Y verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria» (Mt 24, 30). «Entonces verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes con gran poder y gloria» (Mc 13, 26). La preposición sobre parece indicar que vendrá desde más allá de las nubes, como estando muy por encima de ellas. Sin embargo, en cuanto al texto de san Marcos, distinta es la traducción de Juan Straubinger: «Entonces, verán al Hijo del hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria» (Mc 13, 26), donde la preposición en significa que se manifestará con ellas o inmerso en ellas, de manera que la preposición sobre debería comprenderse con respecto a la preposición en, según podríamos expresar igualmente de alguien: viene montado en un caballo, viene montado sobre un caballo.

El texto de san Lucas, por otra parte, pone el acento en el singular: «Entonces es cuando verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube con gran poder y grande gloria» (Lc 21, 27), como traduce el mismo Straubinger. Aquí notamos que el Señor Jesús viene en una nube, mientras que los otros sinópticos afirman con el plural: viene en las nubes. En mi concepto, la contradicción es aparente: el Señor Jesús no viene solo, sino con sus ángeles. En otras palabras, viene en su nube junto con sus ángeles, que acaso se aparecerán también en nubes, de modo que es incluso aceptable entender que Él viene entre las nubes.

Lo sugiere el Apocalipsis: «Mirad, viene rodeado de nubes y todos los ojos le verán, incluso los que le traspasaron, y se lamentarán por él todas las tribus de la tierra» (Ap 1, 7), como refiere la Biblia de Navarra. Straubinger escribe: «Ved, viene con las nubes, y le verán todos los ojos, y aun los que le traspasaron; y harán luto por Él todas las tribus de la tierra». Conviene citar la última versión de la aplicación digital de la Biblia Católica: «Mirad, viene acompañado de nubes: todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra». Por lo demás, aquellos que le traspasaron serían, en primer orden, los que le crucificaron (cf. Mt 26, 63-64).

Pero la Escritura detalla algo más con un epíteto. Es el único caso en que la nube es descrita con un color significativo. Vierte la Biblia de Navarra: «Entonces, en la visión, apareció una nube blanca, y sobre la nube sentado uno semejante a un Hijo de hombre, con una corona de oro sobre la cabeza y una hoz afilada en la mano» (Ap 14, 14). Este «Hijo de hombre» no puede ser otro que el Señor Jesús, que viene sentado sobre la nube blanca. No viene, pues, sobre una nube roja, azul o gris, sino blanca, color que también se repite en otro lugar: «Y vi el cielo abierto: en él un caballo blanco, y el que lo monta se llama Fiel y Veraz, y con justicia juzga y combate. Sus ojos son como una llama de fuego, y en la cabeza tiene muchas diademas; lleva escrito un nombre que nadie conoce sino él; está vestido con un manto teñido de sangre, y su nombre es: “El Verbo de Dios”. Los ejércitos celestiales, vestidos de lino blanco y puro, le seguían en caballos blancos» (Ap 19, 11-14). No hay dificultad en percibir que quien monta en el caballo blanco es el Señor Jesús, el mismo Verbo de Dios. Por supuesto, Él no vendrá solo, sino con su séquito de ángeles, como también, por qué no, con los santos difuntos que para la ocasión hayan gloriosamente resucitado (cf. 1 Tes 4, 15-17).

Por lo visto, estará sentado en la nube, mientras ocurre la siega: asombrando al mundo entero, sus ángeles reúnen a los elegidos (cf. Mt 13, 39; 24, 31; Ap 14, 15-16); luego, durante el mismo acontecimiento histórico de su Parusía, descenderá para la vendimia, hasta derrotar en el Harmagedón al Anticristo y el Falso Profeta (cf. Ap 16, 12-16; 19, 15-21; 14, 17-20), pues el Rey de reyes y Señor de señores es el Juez que «pisa el lagar del vino de la furiosa ira de Dios el Todopoderoso» (Ap 19, 15); por último, justo antes de que llueva el fuego del cielo que ha de destruir y transformar el mundo posdiluviano (cf. 2 Pe 3, 5-13; Ap 20, 9), los elegidos serán llevados «en nubes» a la Jerusalén celeste (cf. 1 Tes 4, 17).

Habiendo leído sobre la nube blanca y el caballo blanco, surge una cuestión teológica: ¿hay alguna correlación semántica entre la nube y el caballo? ¿Será admisible concluir que el caballo es un símbolo de la fuerza del transporte, en tanto que la nube implica la realidad de la fuerza transportadora del caballo? No me parece creíble asumir que la nube sea solo una figura retórica, que se queda en un simple adorno pictórico. Más bien se trataría, literalmente, de un medio de transporte maravilloso, comparable con Pegaso, una nave espacial que la magia de Dios sabrá diseñar. Así como Noé fue transportado en el arca para salvarse del diluvio mientras aguardaba el nuevo mundo posdiluviano, pienso que los últimos hijos de Noé que sean entonces elegidos serán transportados en nubes voladoras para protegerse del fuego universal mientras esperen los nuevos cielos y la nueva tierra.

No sobra señalar que las nubes voladoras son recursos literarios no infrecuentes en la narrativa caballeresca.

El Dragón encadenado

1. La atadura de Satanás (cf. Ap 20, 1-2) no significaría más que su impedimento de ser tocados por él y de pertenecerle por el pecado (cf. 1 Jn 5, 18-19), lo mismo que una jaula bloquea que el león nos devore, a no ser que la abramos imprudentemente. La imagen del Dragón encadenado en el abismo (que es su lugar propio, pues entre él y el cielo, por donde ya no podrá merodear y del que ha sido arrojado a la tierra por san Miguel gracias a la victoria de la Crucifixión, media un abismo infranqueable) tiene un aire poético. También tiene un sentido figurado: a un ángel malo, que es una criatura incorpórea, no se le ata realmente con una cadena, que es una cosa material. Pero es comprensible la letra: consiste en guardarnos de ser su presa (cf. Jn 17, 15).

Es Cristo quien, por medio de su ángel, lo ha encadenado. Mejor dicho, si estamos con Cristo, ¿quién contra nosotros? (cf. Rom 8, 31). Pues, regenerados por la reconciliación o al menos por el bautismo, como también, sobre todo, redimidos por su sangre preciosa, somos del Señor Jesús, el León de Judá, ya no de Satanás. Nuestro corazón, si es limpio y perseverante en la fe, conservando el valor intrínseco de la Cruz y encomendándose al Inmaculado Corazón de la Virgen, se convierte en una jaula para el maligno, que no llega a entrar en él, aunque eventualmente lo consiga por nuestro descuido.

Tal es nuestra lucha en este mundo mientras dure la Iglesia militante (cf. Ef 6, 12). Signo supremo de la Iglesia, la Cruz, abrazada con sinceridad y urgencia, así como el náufrago en el mar se aferra al madero, puede ser nuestra protección.

2. ¿Cuándo será definitivamente soltado el dragón? En mi concepto, lo será cuando, en el transcurso de la gran apostasía (al término de los mil años, que son, según el enfoque de san Agustín, todo el tiempo del sufriente reino de Cristo en la tierra, la misma Iglesia que peregrina por este mundo de tinieblas desde aquel Viernes Santo), haya sido removido el katéjon, el obstáculo (cf. 2 Tes 2, 6-7), la pesada piedra que retrasa la manifestación del Anticristo desde el pozo infernal (cf. Ap 9, 1-11). De este modo, tal como he argumentado en otra parte, la bestia que sube del abismo (cf. Ap 11, 7; 17, 8), el hijo de la perdición, el hombre de la iniquidad (cf. 2 Tes 2, 8), reinará por tres años y medio (cf. Ap 13, 5).

Esta pregunta es retórica: ¿ha sido retirado el katéjon el 11 de febrero de 2013? Al anochecer de este oscuro día cayó un rayo sobre la cúpula de San Pedro en el Vaticano, señal acaso profética, poco después de que Benedicto XVI anunciara su retiro del ministerio papal.

Será entonces soltado el Dragón porque, al abundar el pecado en este globo del universo, así como en aquellos días de Noé, no hallará muchos corazones custodiados con el signo de la Cruz, es decir, verdaderamente fieles al Señor Jesús. Será, pues, desencadenado: aquí se habla de la prueba final de la Iglesia militante, un castigo que Dios permitirá para nuestra purificación, si resistimos, o nuestra condenación, si nos dejamos seducir por la mentira. Se afrontará el dilema de ser como el trigo, que será recogido en el granero por los ángeles de Dios, o como la cizaña, que ha de ser echada en el fuego eterno.

Pero, a fin de desplegar y expandir con toda su fuerza anticristiana su reino de tinieblas, el Dragón será soltado por poco tiempo, frase que se repite tres veces en el Apocalipsis (cf. Ap 12, 12; 17, 10; 20, 3) y que puede ser conforme con la duración de tres años y medio.

Por lo tanto, encadenar al Dragón y encerrarlo en el abismo por mil años resulta ser una imagen simbólica: trasluce la realidad de que no podrá seducir totalmente a las naciones hasta que, al ir terminando este largo tiempo de misericordia, que es el milenio sexto de la humanidad, le llegue su breve momento. Este preciso y peligroso momento de seducción coincide, a mi entender, con la manifestación definitiva del Anticristo, su siervo infernal, durante el tiempo de la gran apostasía, como al respecto parece expresar san Pablo: «Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira, para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad» (2 Tes 2, 11-12). Para que sean, en fin, reprobados los impíos. Entonces sí que seducirá a todas las naciones: «Y la adorarán [a la bestia del mar: el Anticristo] todos los habitantes de la tierra cuyo nombre no está inscrito, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero degollado» (Ap 13, 8).

3. Antes del Evangelio, el Dragón era «el seductor del mundo entero» (Ap 12, 9); vino el Mesías, el Redentor, el León de Judá, que lo venció completamente (sí, completamente: cf. Jn 19, 30) con su Crucifixión, y entonces (lo que sería una interpretación admisible, recuperable del Catecismo actual: cf. § 2853 ) Satanás y sus ángeles fueron arrojados del cielo a la tierra (cf. Ap 12, 9). Luego decía una clamorosa voz celestial: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte» (Ap 12, 10-11). Gracias al Sacrificio del Redentor, que con obediencia derramó ante Dios en la Cruz su sangre preciosa por la que hemos sido rescatados (cf. 1 Pe 1, 18-19), podemos vencer al Dragón y sus demonios, siempre y cuando, dentro del reinado de la Iglesia, seamos fieles y no nos encontremos atrapados por ellos en la lucha cotidiana.

Pues llegó el más fuerte, el que ató al malo para robarle su ajuar, que son las almas (cf. Mt 12, 28-29). Llegó la preclara verdad del Evangelio, que había de ser, contra la confusión de Satanás, dado a conocer a todo el orbe para su conversión, felicidad y liberación de la muerte eterna, hasta que ocurriera, mientras crecieran juntos el trigo y la cizaña, la siega. «Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin» (Mt 24, 14). Por supuesto, «la siega es el fin del mundo» (Mt 13, 39), esto es, el fin de este mundo posdiluviano por el fuego (cf. 2 Pe 3, 5-10), cuando para la ocasión haya de ser quemada la cizaña, lo que es el juicio de los impíos. Pero no olvidemos que poco antes de la siega será soltado el Dragón para la prueba final de la Iglesia militante: la gran tribulación.

4. Me identifico más con la exégesis de san Agustín en este tema. Por esto, no estoy enteramente de acuerdo con un autor como el padre Juan Rovira Orlandis, quien en su voluminoso libro El Reino de Cristo consumado en la tierra (Balmes, 2016), que he leído con interés y fruición, diserta sobre la atadura de Satanás y concluye que este ángel será encadenado con la Parusía para que luego los viadores elegidos vivan mil años aquí en la tierra con los santos resucitados.

Pero mi punto de vista es que ya ha sido encadenado con la Crucifixión. Durante la Parusía triunfante, en cambio, será expulsado para siempre al lago de fuego al final del milenio sexto, donde habrán caído vivas las dos bestias, el Anticristo y el Falso Profeta, y cuando haya llovido el fuego del cielo sobre los impíos (cf. Ap 20, 9-10). Contra el Anticristo se enfrentará Cristo, porque son dos hombres: el uno se creerá Dios y el otro es Dios mismo. Y contra Satanás se enfrentará Miguel, porque son dos ángeles: aquel no quiso nunca servir a Dios y este le ha servido siempre.

Entonces el famoso y discutido milenio, el séptimo milenio propiamente (como he sostenido en diversos escritos), se viviría en el cielo, no en la tierra actual; se consumaría en la Jerusalén celeste, la Ciudad de Dios, que después descenderá, una vez culminado el fin del mundo y el Juicio universal, desde un cielo nuevo sobre una tierra nueva, para que comience la eternidad del octavo día.

Que la atadura de Satanás se haya realizado con la Pasión de Cristo no anula necesariamente, a mi modo de ver, la interpretación posible de que exista el séptimo milenio, el descanso sabático, el Reino de Cristo con sus santos, pero con la diferencia de que este tiempo extraordinario no será en la tierra, que ha de ser quemada, renovada por el fuego universal, sino en el cielo, resguardados como lo fue Noé en el arca: la Jerusalén celeste. Así, la doctrina tradicional sobre el milenio espiritual pudiera salvarse.

5. ¿Es obligatorio colegir que Satanás será atado (cf. Ap 20) después de la derrota del Anticristo y del Falso Profeta (cf. Ap 19), como parece desprenderse de la lectura sucesiva de ambos capítulos del Apocalipsis? No, si nos atenemos al argumento de que el Mesías, por su Redención, lo ha encadenado mediante su ángel: «Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 31-32).

La atadura de Satanás, en suma, no significa su impedimento absoluto de tentar, sino de seducir, de arrastrar al infierno a las almas que se encuentren en la gracia de Dios o que al menos alcancen a salvarse por haber creído en el nombre santo de Jesús el Redentor. El demonio no puede arrebatar a quien es de Cristo (cf. Jn 10, 28). Por supuesto, cuando al Dragón le llegue su poco tiempo de ser desatado, seducirá de hecho valiéndose de sus dos bestias (cf. Ap 13): muchas almas serán condenadas, precisamente como un terrible castigo por la apostasía, como también por los numerosos pecados de la gran Babilonia, en particular los que claman al cielo.

Me parece que hay dos palabras clave que conviene reconocer y que no significan del todo lo mismo: tentar seducir. Ser tentado no es necesariamente pertenecer al Dragón; ser seducido, sí. Seducir implica tentar, pero tentar no implica seducir, lo que es comparable con la distinción clásica entre sentir la tentación y consentirla. Tan grave será, pues, aquel tiempo de la gran tribulación que profetizó el Verbo: «Y si aquellos días no se abreviasen, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos se abreviarán aquellos días» (Mt 24, 22).

6. De lo anterior, por lo pronto, se puede inferir que el Señor Jesús juzgará primero a los vivos durante los días de su segunda venida gloriosa en la tierra; luego, al cabo de mil años y al haber terminado el fin del mundo presente por el fuego, juzgará a los muertos durante la última manifestación de su misma venida. Pues Cristo Jesús, como bien observa Rovira Orlandis, puede tener múltiples manifestaciones durante el tiempo de su Parusía.

Se trata, en otras palabras, de su misma segunda venida a la tierra, pero gloriosa en el Día del Señor, que es además el Dies irae para los impíos. Día que no es exactamente de veinticuatro horas y que designa más bien un tiempo cuya duración, con respecto a la órbita de la tierra, puede ser de algunos días, como parece decir el profeta Daniel al darnos en especial el número 1335, asunto complejo que no abordaré en este ensayo para no demorarme. Pero no sobra recordar que, como el relámpago, vendrá el Señor Jesús de paso para llevarse a sus elegidos, por lo que estaría aquí en la tierra unos pocos días. Quizás así sea comprensible su advertencia: «Entonces, si alguno os dice: «Mirad, el Cristo está aquí o allí», no lo creáis. Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos. ¡Mirad que os lo he predicho! Así que si os dicen: «Está en el desierto», no salgáis; «Está en los aposentos», no lo creáis. Porque como el relámpago sale por oriente y brilla hasta occidente, así será la venida del Hijo del hombre» (Mt 24, 23-27).

Por lo visto, durante «los días del Hijo del hombre» (Lc 17, 26), muchos creerán que Cristo está allí o allá. Miremos o no por la ventana, alzando la cabeza hacia las nubes (no sin haber sucedido, previamente, un acontecimiento cataclísmico, apocalíptico, que nos parecerá estar demasiado cerca el Día del Señor: cf. Lc 21, 25-26), lo que importa no es la curiosidad malsana sino la oración constante, la esperanza inquebrantable, para ser del número de los reunidos por los ángeles con el Hijo de Dios, milagrosamente transformados (cf. 1 Cor 15, 51-52) y «arrebatados en nubes» (1 Tes 4, 17) hacia el cielo, allí adonde se fue el Señor Jesús, lo que es la Ascensión (cf. Hch 1, 11), y de donde Él mismo vendrá, lo que es la Parusía (cf. 1 Tes 4, 16). Sin duda, el Rey de reyes afirmará sus pies sobre el Monte de los Olivos para defender a Jerusalén de la horrible persecución anticristiana (cf. Za 14, 4).

7. El dogma de la fe, vendrá a juzgar a vivos y muertos, puede tener su sentido plenamente literal: los vivos son los viadores de este mundo, que han de presenciar la Parusía, y los muertos son los que fallecieron antes y fueron viadores aquí, pero que, si no resucitan inicialmente con la Parusía (la primera resurrección, la de los santos: cf. Ap 20, 5; 1 Tes 4, 16), han de resucitar después desde los sepulcros (cuando se cumplan los mil años, los del séptimo milenio) para comparecer ante Dios en el Juicio universal. De manera que habría una sucesión temporal: primero es el juicio de los vivos durante la Parusía, entre los cuales se cuentan los justos y los impíos (el trigo y la cizaña: cf. Mt 13, 24-30); después, pasado el milenio séptimo, es el juicio de los muertos, entre los cuales se hallan los bienaventurados y los réprobos (las ovejas y las cabras: cf. Mt 25, 31-46).

Sin embargo, también le cabe otro sentido que puede ser incluso literal: los vivos son los que, simultáneamente, en el momento del Juicio final, tienen el alma viva, y los muertos, el alma muerta, sean los unos y los otros todavía viadores en este mundo (al terminar el milenio sexto), sean los restantes que hayan resucitado desde los sepulcros (al terminar el milenio séptimo).

LA REVOLUCIÓN FINAL

No es el santuario el que está en peligro; es la civilización.
No es la infalibilidad lo que puede disminuir; son los derechos personales.
No es la Eucaristía la que puede pasar; es la libertad de conciencia.
No es la justicia divina la que puede evaporarse; son los tribunales de la justicia humana.
No es que Dios pueda ser expulsado de Su trono;
Es que los hombres pueden perder el significado del hogar.

¡Porque la paz en la tierra vendrá sólo a aquellos que dan gloria a Dios!
¡No es la Iglesia la que está en peligro, es el mundo!»
—Venerable obispo Fulton J. Sheen
Serie de televisión «Life is Worth Living«

Normalmente no uso frases como esta,
pero creo que estamos parados a las puertas del infierno.

—Dr. Mike Yeadon, ex vicepresidente y científico
jefe de Respiratorios y Alergias de Pfizer;
1:01:54, ¿Siguiendo la ciencia?

Continuación de Los dos campos

A esta hora tardía, se ha vuelto muy evidente que una cierta «fatiga profética» se ha establecido y muchos simplemente se están desconectando, en el momento más crítico.

En el corazón de la noche podemos sentirnos asustados e inseguros, y esperamos con impaciencia la llegada de la luz del amanecer. —PAPA SAN JUAN PABLO II, Mensaje del Santo Padre a los jóvenes del mundo, XVII Jornada Mundial de la Juventud, n. 3; (cf. Is 21,11-12), vatican.va

De hecho, estamos en el «corazón de la noche», en la Vigilia que precede a la Pasión y Resurrección de la Iglesia. Estamos viviendo Nuestro Getsemaní, incluyendo la somnolencia de incluso los discípulos más fieles.

Es nuestra misma somnolencia ante la presencia de Dios lo que nos hace insensibles al mal: no escuchamos a Dios porque no queremos ser molestados, y por eso permanecemos indiferentes al mal. «la somnolencia» es nuestra, de aquellos de nosotros que no queremos ver toda la fuerza del mal y no queremos entrar en su Pasión. —PAPA BENEDICTO XVI, Agencia Católica de Noticias, Ciudad del Vaticano, 20 de abril de 2011, Audiencia
General

Como el novio se retrasó mucho, todos se sintieron somnolientos y se durmieron. (Mateo 25:5)

Pero el Cielo nos está advirtiendo con renovada urgencia que muchos falsos mesías y falsos profetas han surgido, y ellos engañarán «si eso fuera posible, incluso a los elegidos». [1] La evidencia de esto está en Los Dos Campos emergentes. Al igual que los apóstoles de la antigüedad, podemos sentirnos tentados a decir: «¡¿No soy yo» quien te traicionaría, Señor?![2] A lo que Jesús responde:

Velen y oren para que no entren en tentación; El Espíritu ciertamente está dispuesto, pero la carne es débil. (Marcos 14:38)

Porque los mesianistas seculares están ahora entre nosotros…

Los mesianistas seculares

El engaño religioso supremo es el del Anticristo, un pseudo-mesianismo por el cual el hombre se glorifica a sí mismo en el lugar de Dios y su Mesías que ha venido en la carne. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 675-676

El Catecismo continúa condenando «especialmente la forma política «intrínsecamente perversa» de un mesianismo secular». El orador canadiense y aclamado autor, Michael D. O’Brien, ha estado advirtiendo durante décadas sobre el tipo de totalitarismo que ahora se desarrolla rápidamente:

Mirando el mundo contemporáneo, incluso nuestro mundo «democrático», ¿no podríamos decir que estamos viviendo precisamente en medio de este espíritu de mesianismo secular? ¿Y no se manifiesta este espíritu especialmente en su forma política, que el Catecismo llama en el lenguaje más fuerte, «intrínsecamente perversa»? ¿Cuántas personas en nuestros tiempos creen ahora que el triunfo del bien sobre el mal en el mundo se logrará a través de la revolución social o la evolución social? ¿Cuántos han sucumbido a la creencia de que el hombre se salvará a sí mismo cuando se aplique suficiente conocimiento y energía a la condición humana? Yo sugeriría que esta perversidad intrínseca ahora domina todo el mundo occidental. —charla en la basílica de San Patricio en Ottawa, Canadá, 20 de septiembre de 2005

Esto no es más evidente que en el movimiento colectivo de los líderes occidentales, repentina y armoniosamente, abrazando la ideología utópica del Foro Económico Mundial (FEM), un socio de las Naciones Unidas que orquesta el Gran Reinicio a través de la «cooperación público-privada».[3] En caso de que alguien piense que el WEF es papas pequeñas, no han estado prestando atención:

Y este es un gran momento. Y el Foro Económico Mundial… va a tener que jugar realmente un papel central en la definición de «Reset» de una manera que nadie lo malinterprete: como si simplemente nos llevara de vuelta a donde estábamos … —John Kerry, ex Secretario de Estado de los Estados Unidos; The Great Reset Podcast, «Rediseñando los contratos sociales en crisis», junio de 2020

El objetivo final del FEM, en resumen, es de hecho un pseudo-mesianismo por el cual el hombre puede acercarse a la inmortalidad.[4] a través de…

… La fusión de nuestras identidades físicas, digitales y biológicas. —Presidente Prof. Klaus Schwab, Foro Económico Mundial, El Surgimiento de la Antiiglesia, 20:11 mark, rumble.com

¿Cómo podemos dejar de ver en esto el espíritu del Anticristo? Ese «sin ley»…

… que se opone y se exalta a sí mismo por encima de todo supuesto dios y objeto de adoración, para sentarse en el templo de Dios, afirmando que es un dios. (2 Tesalonicenses 2:4)

La visión altamente desarrollada del FEM es esencialmente el punto final filosófico del naturalismo: la creencia de que todo surge de propiedades y causas naturales, y se excluyen las explicaciones sobrenaturales o espirituales. De hecho, «Dios está muerto», declaró Yuval Noah Harari, uno de los principales asesores de Klaus Schwab.[5] Pero hay otro mentor clave para Schwab: el masón, Henry Kissinger, quien también declara que el mundo tal como lo conocemos ha terminado:[6]

La realidad es que el mundo nunca volverá a ser el mismo después del coronavirus. Discutir ahora sobre el pasado solo hace que sea más difícil hacer lo que hay que hacer… Abordar las necesidades del momento debe ir acompañado en última instancia de una visión y un programa de colaboración global… La leyenda fundacional del gobierno moderno es una ciudad amurallada protegida por poderosos gobernantes… Los pensadores de la Ilustración reformularon este concepto, argumentando que el propósito del estado legítimo es satisfacer las necesidades fundamentales de las personas: seguridad, orden, bienestar económico y justicia. Los individuos no pueden asegurar estas cosas por sí mismos… Las democracias del mundo necesitan defender y sostener sus valores de la IlustraciónThe Washington Post, 3 de abril de 2020

Aquellos que entienden la historia saben exactamente a qué se refiere el Sr. Kissinger. Como señalé en Despierto vs Despierto:

La Ilustración fue un movimiento integral, bien organizado y brillantemente dirigido para eliminar el cristianismo de la sociedad moderna. Comenzó con el deísmo como su credo religioso, pero finalmente rechazó todas las nociones trascendentes de Dios. Finalmente se convirtió en una religión de «progreso humano» y la «Diosa de la Razón». —P. Frank Chacon y Jim Burnham, Beginning Apologetics Volume 4: How to Answer Atheists and New Agers, p.16

Su iteración final hoy es la Diosa de la Ciencia y la Tecnología, que en realidad es solo la religión oficial del naturalismo: solo los sumos sacerdotes usan batas de laboratorio en lugar de vestimentas.

En este período, sin embargo, los partidarios del mal parecen estar combinándose, y luchando con vehemencia unida, dirigidos o asistidos por esa asociación fuertemente organizada y extendida llamada los masones. Ya no ocultan sus propósitos, ahora se están levantando audazmente contra Dios mismo … lo que es su propósito último se impone a sí mismo en la vista, a saber, el derrocamiento total de todo ese orden religioso y político del mundo que la enseñanza cristiana ha producido, y la sustitución de un nuevo estado de cosas de acuerdo con sus ideas, cuyos fundamentos y leyes se extraerán del mero naturalismo. —PAPA LEÓN XIII, Humanum Genus, Encíclica sobre la Francmasonería, n.10, 20 de abril de 1884

Y, por supuesto, los «valores de la Ilustración» encontraron un cierto clímax en la expresión del comunismo, que los masones desarrollaron.[7] 

La sentencia de muerte de la libertad

Mientras que el comunismo del siglo 20 utilizó la fuerza bruta en un intento de crear una sociedad igualitaria, las botas no son necesarias hoy en día. COVID-19 introdujo los métodos mediante los cuales poblaciones enteras pueden ser manipuladas a través de mensajes en los medios de comunicación, confinamientos globales, «pasaportes de vacunas» y, sobre todo, miedo. Ese fue el Primer Acto.

El segundo acto es «cambio climático»: comunismo con sombrero verde. Es el mecanismo por el cual la riqueza del mundo va a ser, y ya está siendo redistribuida (es decir. robado).

Pero hay que decir claramente que redistribuimos de facto la riqueza del mundo mediante la política climática. Obviamente, los propietarios de carbón y petróleo no estarán entusiasmados con esto. Uno tiene que liberarse de la ilusión de que la política climática internacional es una política ambiental. Esto ya no tiene casi nada que ver con la política ambiental… —Ottmar Edenhofer, Panel Internacional sobre el Cambio Climático para el Acuerdo de París, dailysignal.com, 19 de noviembre de 2011

Así, COVID-19 y Cambio Climático son los dos pilares del Gran Reseteo y el pretexto para controlar la riqueza y las personas,[8] convirtiéndolos en «capital humano como activo».[9] Esto solo es posible a escala global a través de una moneda digital bancaria centralizada (CBDC) y el acorralamiento de la población mundial en una identificación digital,[10] lo que el FEM llama un «ecosistema de identidad digital».[11] 

El 16 de noviembre de 2022, los líderes de las naciones del G20 firmaron una Declaración que es la sentencia de muerte de la libertad: un acuerdo para introducir pasaportes de vacunas e identidades digitales vinculadas al comercio internacional y los viajes.

Reconocemos la importancia de compartir normas técnicas y métodos de verificación, en el marco del RSI (2005), para facilitar los viajes internacionales sin fisuras, la interoperabilidad y el reconocimiento de soluciones digitales y soluciones no digitales, incluida la prueba de vacunación… — «Declaración de los Líderes de Bali del G20», Bali, Indonesia, 15 y 16 de noviembre de 2022 whitehouse.gov

Al final de mi documental ¿Siguiendo la ciencia?, científicos y médicos advirtieron que tal «prueba de vacunación» era quizás el riesgo más grave para la libertad médica y humana:

Solo tómalo de mí, no necesitas pasaportes de vacunas. No proporcionan nada en absoluto a usted ni a nadie más en relación con la seguridad. Pero regalará, a quien controle esa base de datos y las reglas, el control completo sobre todo lo que haces. —Dr. Mike Yeadon, ex vicepresidente de Pfizer, de ¿Siguiendo la ciencia? 58:31 Marca

Si alguna vez llegan a ser, entonces es buenas noches a la sociedad, buenas noches a la ciencia, buenas noches a la humanidad. — Dr. Sucharit Bhakdi, ibíd.; 58:48

No puedo decirlo con más fuerza, este es literalmente el fin de la libertad humana en Occidente si este plan se desarrolla según lo planeado. —Dra. Naomi Wolfe, Ibíd.; 59:04

En la reciente Cumbre Mundial del Gobierno, la economista y ex asesora presidencial, la Dra. Pippa Malgren, declaró rotundamente:

Estamos al borde de un cambio dramático en el que estamos a punto de, y lo diré audazmente, estamos a punto de abandonar el sistema tradicional de dinero y contabilidad. Y la nueva contabilidad es… digital. Significa tener un registro casi perfecto de cada transacción que ocurre en la economía, lo que nos dará mucha más claridad de lo que está sucediendo. También plantea enormes peligros… — «¿Estamos listos para un nuevo orden mundial?», video de la Cumbre Mundial del Gobierno, youtube.com

Rober Kiyosaki, gurú de las inversiones y autor del libro de finanzas personales «Padre Rico, Padre Pobre», advierte:

Es el comunismo en su forma más pura, la creación de CBDC «Central Bank Digital Currency». Velar. —17 de julio de 2022; twitter.com

De hecho, Agustín Guillermo Carstens, Gerente General del Banco de Pagos Internacionales, dejó claro que la Moneda Digital del Banco Central (CBDC) tendrá la autoridad para determinar quién usa la moneda y la tecnología para determinar quién no.

El Banco Central tendrá control absoluto sobre las reglas y regulaciones que determinarán el uso de esa expresión de la capacidad de la banca central, y también tendremos la tecnología para hacer cumplir eso. —cf. rumble.com

¿Cómo? A través de la recopilación de datos sobre cada persona en el mundo y, por lo tanto, su «puntaje de crédito social» …

El confinamiento definitivo

… Tus mercaderes fueron los grandes hombres de la tierra, todas las naciones fueron descarriadas por tu pharmakeia. (Apocalipsis 18:23 la palabra griega para «medicinas» o la práctica de drogas)

Los «grandes hombres de la tierra» detrás de este sistema de vigilancia global están vinculados directamente a la industria farmacéutica. Según Aman Jabbi, graduado de Stanford y experto en tecnología de video y cámaras de Silicon Valley, varios «filántropos», incluida la Fundación Bill y Melinda Gates y la Fundación Rockefeller, están financiando este «ecosistema de identidad digital«. En una exposición fascinante e inquietante sobre las tecnologías existentes para vigilar a la humanidad, Jabbi advierte que miles de millones de cámaras y dispositivos «que están continuamente observando» en todo el mundo ya están recopilando datos sobre cada uno de nosotros, especialmente a través del reconocimiento facial.

Una vez que comienzas a comprender cuáles son sus objetivos finales, se trata de un seguimiento 24/7 de los seres humanos. El capital humano es la esencia de ganar dinero en el futuro junto con la naturaleza. —Aman Jabbi, The David Knight Show, 8 de diciembre de 2022; 6:51, ivoox.com

De hecho, advirtió el Papa Benedicto XVI:

El libro del Apocalipsis incluye entre los grandes pecados de Babilonia, el símbolo de las grandes ciudades irreligiosas del mundo, el hecho de que comercia con cuerpos y almas y los trata como mercancías (cf. Ap 18:13).

Por lo tanto, las cámaras y el reconocimiento facial son una parte integral del IOT (Internet de las cosas), que luego se conecta a través de «la nube» a los algoritmos de Inteligencia Artificial. Así que tu cara se convierte esencialmente en tu pasaporte, o digamos contraseña para desbloquear tu ID digital … para comprar comida, iniciar sesión en su computadora, enviar un mensaje de texto, todo se basará en su ID digital. Entonces, esencialmente, es una prisión digital que se está construyendo donde tienes que tener permiso, créditos y tokens para todo. —Aman Jabbi, The David Knight Show, 8 de diciembre de 2022; 7:06, ivoox.com

Jabbi afirma que «su huella de carbono se califica mientras hablamos, y con quién está, con quién habla, con quién se comunica, qué tipo de sitios web visita, etc. Su «puntaje social» se está calculando en tiempo real mientras hablamos, y esto está sucediendo en Estados Unidos y en todas partes del mundo». En otras palabras, dice: «Nos están dando todas las zanahorias, y los palos están llegando. Y cuando lleguen los palos, la vida no va a ser agradable para nadie». [12]

Cuando la gente dice: «Paz y seguridad», entonces el desastre repentino viene sobre ellos, como dolores de parto en una mujer embarazada, y no escaparán. (1 Tesalonicenses 5:3)

Haciéndose eco de la predicción de Aldous Huxley de un «… campo de concentración indoloro para sociedades enteras».[13] Jabbi agrega que esto se realiza en las llamadas «ciudades inteligentes»:

Una ciudad inteligente es una linda palabra para un campo de concentración invisible al aire libre… donde quieren limitar el movimiento humano y la actividad humana … Ese es el objetivo a largo plazo. —Ibíd.; 11:16

Será vigilado, dice, no por humanos, sino por inteligencia artificial. Para fines de 2022, Jabbi dice que habrá unos 20 mil millones de cámaras y dispositivos que pueden registrar y rastrear los movimientos de las personas, desde cámaras de vigilancia hasta los dispositivos inteligentes que llevamos. Ya existe una poderosa inteligencia artificial que se empleará para monitorear sus movimientos, identificarlo a través del reconocimiento facial, rastrear y restringir exactamente lo que compra y monitorear cómo excede sus límites de huella de carbono o no cumple con su estado de vacuna. La iluminación LED que está apareciendo en las ciudades también está armada, dice Jabbi, y los drones se utilizarán para hacer cumplir la ley.

Entrevista extendida con Aman Jabbi… increíblemente revelador:

¿Revelación revelada?

Volviendo de nuevo a Apocalipsis, la visión de San Juan relata que se creó una imagen de la bestia que tenía vida «respirada» en ella y que «la imagen de la bestia podía hablar y [podría] matar a cualquiera que no la adorara».[14] ¿Podría esta «imagen de la bestia», de hecho, ser inteligencia artificial? Algunos afirman que la inteligencia artificial (es decir, el software que «piensa» como un humano) que puede volverse sensible (es decir, el software que emocionalmente «siente» y percibe como un humano) ahora es posible.[15] La IA se empleará para excluir y cortar a cualquier persona que no cumpla con las identificaciones digitales y el «contrato social».[16] — ya está sucediendo en China.

¿Qué vas a hacer, discutir con la máquina?… Una vez que las máquinas pueden bloquearte, estás en tantos problemas. Y estamos acelerando hacia eso con una inmensa falta de cuidado. —Dr. Jordan Peterson, Sky News Australia, noviembre de youtube.com; Mira ese extracto aquí

En Nigeria, por ejemplo, los retiros de efectivo en cajeros automáticos se han limitado a $ 45 por día «para alentar el uso de la moneda digital del banco central de Nigeria (CBDC)».[17] De esta manera, aquellos que no lo «adoran», es decir. Rendirse al ecosistema digital: será cortado de su dinero digital y literalmente privado de las necesidades de la vida (todo «por el bien común», por supuesto).

… Cualquiera que no lo adorara [era] condenado a muerte. [18]

Desde que el G20 ha declarado que la moneda digital del Banco Central estará vinculada a su «prueba de vacunación», ha surgido una nueva perspectiva de comprensión de la «marca de la bestia». Sería intelectualmente deshonesto, si no espiritualmente imprudente en este punto, no escuchar las palabras de San Juan con nuevos oídos:

Obligó a todas las personas, pequeñas y grandes, ricas y pobres, libres y esclavas, a recibir una imagen estampada en sus manos derechas o en sus frentes, para que nadie pudiera comprar o vender excepto uno que tuviera la imagen estampada del nombre de la bestia o el número que representaba su nombre. (Apocalipsis 13:16-17)

Una nueva tecnología surgió durante la pandemia que se correlaciona con el potencial de una «imagen estampada» vinculada a la capacidad de «comprar o vender» en función de su estado de vacunación:

Para las personas que supervisan las iniciativas de vacunación a nivel nacional en los países en desarrollo, hacer un seguimiento de quién recibió qué vacuna y cuándo puede ser una tarea difícil. Pero los investigadores del MIT podrían tener una solución: han creado una tinta que se puede incrustar de forma segura en la piel junto con la vacuna en sí, y solo es visible con una aplicación especial de cámara de teléfono inteligente y un filtro. —Futurismo19 de diciembre de 2019; cf. ucdavis.edu

Irónicamente, la tinta invisible que se puede usar se llama «luciferasa«, un químico bioluminiscente entregado a través de «puntos cuánticos» que dejará una «marca» invisible de su inmunización y registro de información.[19] No estoy diciendo que esta sea la «marca»; pero nunca la humanidad ha estado tan peligrosamente cerca de una interpretación literal de este pasaje de las Escrituras.

Así que ahora la capacidad de llevar a cabo el objetivo final de este plan diabólico, «a saber, el derrocamiento total de toda esa orden religiosa», aparece a la vista.[20] Este nuevo «contrato social»[21] que el WEF y sus ejecutores están imponiendo, y que estará intrínsecamente ligado a su acceso al ecosistema digital, es el cumplimiento de sus «valores». Estos incluirán, por ejemplo, el «derecho» universal a la salud reproductiva (un eufemismo para el aborto y la anticoncepción),[22] la aceptación del «matrimonio» entre personas del mismo sexo,[23] y será un «crimen contra la humanidad» oponerse a la resistencia a los estilos de vida LGBT.[24] En otras palabras, si quieres participar en la sociedad, y mucho menos comer, tu aceptación de estos valores será intrínseca. Tal «prueba de valores», ya implementada en Canadá,[25] es la sentencia de muerte de la libertad religiosa.

Tal vez ahora podamos ver por qué San Juan advirtió que aquellos que optan por la falsa «paz y seguridad» del sistema y los valores de la bestia, que es equivalente a la apostasía, perderán su salvación:

El humo del fuego que los atormenta se elevará por los siglos de los siglos, y no habrá alivio ni de día ni de noche para aquellos que adoran a la bestia o su imagen o aceptan la marca de su nombre. (Apocalipsis 14:11)

Estoy seguro de que muchos están conmocionados por lo que acaban de leer, preguntándose «¿Qué se supone que debemos hacer?» Tal vez estés repitiendo las palabras:

¿Quién puede compararse con la bestia o quién puede luchar contra ella? (Apocalipsis 13:4)

Más sobre eso en la próxima reflexión…

Aviso y vuelco de la Tierra

Hay una gracia que vendrá al mundo tan asombrosa como fue Pentecostés. Es importante saberlo para entender lo que pasa, pues los enemigos de Dios dirán que es un fenómeno natural cuando la realidad es que va a ser un don de Dios en orden a nuestra posible conversión. La mística Ana María Taigi, reverenciada por los papas por sus profecías, habla de una “iluminación de conciencia. San Edmundo Campion habla “del día del cambio”, cuando Dios revele a los hombres su conciencia. Conchita, de Garabandal, lo llama “la advertencia”; el Padre Gobbi lo llama “el juicio en miniatura”; la sierva de Dios María Esperanza lo llama “el gran día de luz”, cuando la conciencia de todos será movida (cfr. markmallet.com Revelation Illumination, The Ilummination Fire). Santa Faustina proclamaba que la humanidad vivía un prolongado “tiempo de misericordia”. Escribe revelaciones donde habla Jesús: “Antes de venir como Juez Justo, vengo como Rey de Misericordia. Les será dado un signo en el cielo. Se apagará toda la luz en el cielo y habrá una gran oscuridad en toda la tierra. Entonces, en el cielo aparecerá el signo de la cruz y de los orificios donde fueron clavadas las manos y los pies del Salvador, saldrán grandes luces que durante algún tiempo iluminarán la tierra” (Diario n. 83).

El Aviso o Advertencia es un importante hecho de carácter global, físico y espiritual, anunciado por la Sagrada Escritura en el sexto sello del Apocalipsis (6,12-18) y recordado por la Virgen como algo próximo. El sexto sello describe una gran catástrofe natural de origen astronómico y simultáneamente un fenómeno personal universal. Ambos hechos afectan a todos (Apoc 6,15). Es el día de la ira del Señor (Sofonías 1,15). Dice el Apocalipsis: Cuando se abrió el sexto sello, se produjo un violento terremoto (…), la luna se puso como sangre, y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera suelta sus higos verdes al ser sacudida por un viento fuerte; y el cielo fue retirado como un libro que se enrolla, y todos los montes y las islas fueron removidos de sus asientos (Apoc 6, 12-14).

El Aviso será una iluminación de conciencia que Dios nos dará como regalo para que veamos nuestra alma como la ve Él. Todos sabrán lo que es bueno y lo que es malo. Si los hombres deciden ir por el bien, irán con gran claridad; si deciden ir por el mal camino, irán con gran maldad. Muchos verán que lo que han visto no les ha gustado, entonces, en vez de tomarlo como un regalo del Cielo dirán: “Es sólo una alteración del eje de la tierra”, o dirán “la alteración del magnetismo puede alterar las neuronas”, o bien, “el cerebro subió o bajó a otro nivel”.

La fecha del aviso nadie la sabe. El Aviso consta de dos elementos: una catástrofe natural (eclipse, terremoto, lluvia de meteoritos y vuelco de la tierra) y, simultáneamente al eclipse, una iluminación interior. Los observatorios no captan fácilmente al astro que se acerca a la tierra por el brillo del sol. Va a sorprender a los observatorios solares.

El astro que pasará próximamente causará un vuelco a la tierra . La nueva composición de fuerzas, a cada lado del meridiano de giro, provocará un aumento o disminución de velocidad de la rotación de la tierra. Si aumenta la velocidad, disminuye la fuerza de la gravedad, y uno sale volando rumbo a la estratosfera (eso pasará en México, parte de Estados Unidos y parte de Canadá y a Australia, entre otros); si disminuye la velocidad, aumenta la fuerza de la gravedad y te ves oprimido contra el suelo (eso pasará en Europa, India, parte de China y zonas aledañas). Lo que dura esa aceleración es breve, pero el problema es elevarse sin freno, y al cesar el efecto uno puede caer y morir.

Por el Aviso no morirá nadie, pero por el vuelco, sí. El Aviso tendrá una duración de pocos minutos. Muchos rectificarán su vida, pero otros continuarán por su camino hacia la perdición porque se les ha endurecido el corazón.

El Evangelio habla de ese día en que “las potencias del cielo serán conmovidas” (Lc 21,26). El destello cósmico y otros fenómenos observados serán elementos accesorios. La esencia del Aviso es sobrenatural: Dios Padre se comunicará directamente con cada alma sobre la tierra. En ese momento cada uno sentirá dentro un calor que quemará y una voz interior. Será una revelación de nuestros pecados y veremos cómo nos ve Él, pero no seremos sentenciados por ningún veredicto pues es solamente una advertencia. En su misericordia Dios dará a cada alma la oportunidad de reflexionar sobre su estado espiritual, para que el resto de sus días sobre la tierra puedan ser empleados para purificar y prepararse para la Segunda Venida de Nuestro Señor.

El Aviso será un acto del amor que Dios ahora extiende al mundo desde su Corazón, porque a través de él muchos se convertirán y regresarán al redil. A través de esa luz liberadora, millones una vez más tendrán algo por lo cual vivir.

No se trata de asustarse -el miedo no es de Dios- sino de ajustarse. Se trata de tener el conocimiento de las cosas para saber interpretar correctamente cuando pasen y no ser engañados con teorías racionalistas y materialistas, cuando la intención del Cielo es ayudarnos a rectificar el rumbo. En suma, lo importante es estar en estado de gracia, y, sino se está, confesarse.

Los Mil Años

Entonces vi a un ángel bajar del cielo, sosteniendo en su mano la llave del abismo y una pesada cadena. Se apoderó del dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo o Satanás, y la ató durante mil años y la arrojó al abismo, que cerró sobre ella y selló, para que ya no pudiera desviar a las naciones hasta que se cumplieran los mil años. Después de esto, se lanzará por un corto tiempo.

Entonces vi tronos; a los que se sentaban en ellos se les confiaba juicio. También vi las almas de aquellos que habían sido decapitados por su testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, y que no habían adorado a la bestia o su imagen ni habían aceptado su marca en sus frentes o manos. Cobraron vida y reinaron con Cristo durante mil años. (Apocalipsis 20:1-4, la primera lectura de la misa del viernes)

No hay, quizás, ninguna Escritura más ampliamente interpretada, más ansiosamente disputada e incluso divisiva, que este pasaje del Libro de Apocalipsis. En la Iglesia primitiva, los judíos conversos creían que los «mil años» se referían a Jesús viniendo de nuevo para reinar literalmente en la tierra y establecer un reino político en medio de banquetes carnales y festividades.[1]Sin embargo, los Padres de la Iglesia rápidamente desmintieron esa expectativa, declarándola una herejía, lo que hoy llamamos milenarismo.[2].

Aquellos que toman [Apocalipsis 20: 1-6] literalmente y creen queJesús vendrá a reinar sobre la tierra durante mil añosantes del fin del mundo son llamados milenaristas. —Leo J. Trese, The Faith Explained, p. 153-154, Sinag-Tala Publishers, Inc. (conNihil ObstateImprimatur)

Así, el Catecismo de la Iglesia Católica declara:

El engaño del Anticristo ya comienza a tomar forma en el mundo cada vez que se hace la pretensión de realizar dentro de la historia esa esperanza mesiánica que sólo puede realizarse más allá de la historia a través del juicio escatológico. La Iglesia ha rechazado incluso formas modificadas de esta falsificación del reino bajo el nombre de milenarismo (577), especialmente la forma política «intrínsecamente perversa» de un mesianismo secular. —n. 676

La nota 577 supra nos lleva a la obra de Denzinger-Schonnmetzer (Enchiridion Symbolorum, definitionum et declarationum de rebus fidei et morum,)que traza el desarrollo de la doctrina y el dogma en la Iglesia Católica desde sus primeros tiempos:

… el sistema de milenarismo mitigado, que enseña, por ejemplo, que Cristo el Señor antes del juicio final, precedido o no por la resurrección de muchos justos, vendrávisiblementea gobernar sobre este mundo. La respuesta es: el sistema de milenarismo mitigado no se puede enseñar con seguridad. —DS 2269/3839, Decreto del Santo Oficio, 21 de julio de 1944

En resumen, Jesúsnoviene de nuevo para reinar en la tierra en Su carne.

Pero según el testimonio de un siglo de papas y confirmado en numerosas revelaciones privadas aprobadas,[3]Jesús viene a cumplir las palabras del «Padre Nuestro» en que su Reino, ya comenzado y presente en la Iglesia Católica,[4]ciertamente «reinará en la tierra como en el cielo».

Por lo tanto, se deduce que restaurar todas las cosas en Cristo y llevar a los hombres de vuelta a la sumisión a Dioses uno y el mismo objetivo. —PAPA SAN PÍO X,e Supremi,n. 8

Según San Juan Pablo II, este próximo reinado de la Divina Voluntad en el interior de la Iglesia es una nueva forma de santidad desconocida hasta ahora:[5]

Dios mismo había provisto para realizar esa santidad «nueva y divina» con la que el Espíritu Santo quiere enriquecer a los cristianos en el alba del tercer milenio, para «hacer de Cristo el corazón del mundo». —PAPA JUAN PABLO II, discurso a los Padres Rogacionistas, n. 6,www.vatican.va

En ese sentido, son precisamente las tribulaciones de la Iglesia en esta presente Gran Tormenta por la que está pasando la humanidad las que servirán para purificar a la Esposa de Cristo:

Regocijémonos y alegrémonos y démosle gloria. Porque ha llegado el día de las bodas del Cordero, su novia se ha preparado. Se le permitió usar una prenda de lino brillante y limpia … para que Él se presentara a sí mismo a la Iglesia en esplendor, sin mancha ni arruga ni nada por el estilo, para que fuera santa y sin mancha. (Apocalipsis 19:7-8, Efesios 5:27)

¿Qué son los «mil años»?

Hoy en día, hay muchas opiniones sobre qué es exactamente este milenio al que se refiere San Juan. Lo que es crucial para el estudiante de las Escrituras, sin embargo, es que la interpretación de la Biblia no es un asunto subjetivo. Fue en los concilios de Cartago (393, 397, 419 dC) e Hipona (393 dC) donde el «canon» o libros de la Biblia, como los católicos los preservamos hoy, fue establecido por los sucesores de los Apóstoles. Por lo tanto, es a la Iglesia a la que buscamos la interpretación de la Biblia, ella que es la «columna y fundamento de la verdad».[6]

En particular, miramos a los Padres de la Iglesia primitiva que fueron los primeros en recibir y desarrollar cuidadosamente el «depósito de la fe» transmitido de Cristo a los Apóstoles.

… si surgiera alguna cuestión nueva sobre la que no se haya dado tal decisión, entonces deberían recurrir a las opiniones de los santos Padres, al menos de aquellos que, cada uno en su tiempo y lugar, permaneciendo en la unidad de la comunión y de la fe, fueron aceptados como maestros aprobados; y cualquiera que sea el que se pueda encontrar que han sostenido, con una sola mente y con un solo consentimiento, esto debe ser considerado la verdadera y católica doctrina de la Iglesia, sin ninguna duda o escrúpulo. —San Vicente de Lerins, Commonitorio de 434 d.C., «Por la antigüedad y universalidad de la fe católica contra las novedades profanas de todas las herejías», cap. 29, n. 77

Los Padres de la Iglesia primitiva eran casi unánimes en que los «mil años» a los que se refería San Juan eran una referencia al «día del Señor».[7]Sin embargo, no interpretaron este número literalmente:

… Entendemos que un período de mil años está indicado en lenguaje simbólico… Un hombre entre nosotros llamado Juan, uno de los apóstoles de Cristo, recibió y predijo que los seguidores de Cristo morarían en Jerusalén durante mil años, y que después tendría lugar la resurrección y el juicio universales y, en resumen, eternos. —San Justino Mártir, Diálogo con Trifón, Los Padres de la Iglesia, Herencia Cristiana

Por lo tanto:

He aquí, el Día del Señor será de mil años. —Carta de Bernabé, Los Padres de la Iglesia, Cap. 15

Su señal no era solo de San Juan, sino de San Pedro, el primer Papa:

No ignoréis este hecho, amados, de que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. (2 Pedro 3:8)

El Padre de la Iglesia Lactancio expuso que el Día del Señor, aunque no es un día de 24 horas, está representado por él:

… Este día nuestro, que está limitado por la salida y la puesta del sol, es una representación de ese gran día al que el circuito de mil años fija sus límites. —LactancioPadres de la Iglesia: Los Institutos Divinos, Libro VII, Capítulo 14, Enciclopedia Católica; www.newadvent.org

Por lo tanto, siguiendo la cronología directa de San Juan en Apocalipsis capítulos 19 y 20, creían que el Día del Señor:

• comienza en la oscuridad de la vigilia (un período de anarquía y apostasía) [cf. 2 Tesalonicenses 2:1-3]

• Crescendo en tinieblas (la aparición del «sin ley» o «Anticristo») [cf. 2 Tesalonicenses 2:3-7; Apocalipsis 13]

• es seguido por el amanecer (el encadenamiento de Satanás y la muerte del Anticristo) [cf. 2 Tesalonicenses 2:8; Apocalipsis 19:20; Apocalipsis 20:1-3]

• es seguido por el mediodía (una era de paz) [cf. Ap 20: 4-6]

• hasta la puesta del sol en el tiempo y la historia (el ascenso de Gog y Magog y un asalto final a la Iglesia) [Apocalipsis 20: 7-9] cuando Satanás es arrojado al infiernodonde el Anticristo (bestia) y el falso profeta habían estado durante los «mil años» [Apocalipsis 20:10].

Este último punto es significativo. La razón es que usted escuchará a muchos predicadores evangélicos y católicos hoy afirmar que el Anticristo aparece al final de los tiempos. Pero una lectura clara del Apocalipsis de San Juan dice lo contrario, y también lo hicieron los Padres de la Iglesia:

Pero cuando el Anticristo haya devastado todas las cosas en este mundo, reinará durante tres años y seis meses, y se sentará en el templo de Jerusalén; y entonces el Señor vendrá del cielo en las nubes … enviando a este hombre y a los que lo siguen al lago de fuego; pero trayendo para los justos los tiempos del reino, es decir, el resto, el séptimo día santificado … Estos han de tener lugar en los tiempos del reino, es decir, en el séptimo día… el verdadero sábado de los justos. —San Ireneo de Lyon, Padre de la Iglesia (140–202 d.C.); Adversus Haereses, Ireneo de Lyon, V.33.3.4, Los Padres de la Iglesia, CIMA Publishing Co.

Golpeará a los despiadados con la vara de su boca, y con el aliento de sus labios matará a los impíos… Entonces el lobo será huésped del cordero, y el leopardo se acostará con la cabra joven… No dañarán ni destruirán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento del Señor, como el agua cubre el mar. (Isaías 11:4-9; cf. Ap 19:15)

Tenga en cuenta que los Padres de la Iglesia se refirieron simultáneamente a los «mil años» como el «Día del Señor» y un «descanso sabático». Basaron esto en la narración de la creación en Génesis cuando Dios descansó en el séptimo día …[8]

… como si fuera apropiado que los santos disfrutaran así de una especie de descanso sabático durante ese período [de «mil años»]… Y esta opinión no sería objetable, si se creyera que las alegrías de los santos, en ese sábado, seránespirituales, y consecuentes de la presencia de Dios… —San Agustín de Hipona (354-430 d.C.; Doctora de la Iglesia),De Civitate Dei, Bk. XX, Cap. 7, Catholic University of America Press

Por lo tanto, todavía queda un descanso sabático para el pueblo de Dios. (Hebreos 4:9)

En la Carta de Bernabé de un Padre apostólico del siglo II, enseña:

… Su Hijo vendrá y destruirá el tiempo del sin ley y juzgará al impío, y cambiará el sol, la luna y las estrellas, entonces ciertamente descansará en el séptimo día… después de dar descanso a todas las cosas, haré el comienzo del octavo día, es decir, el comienzo de otro mundo. —Carta de Bernabé (70-79 d.C.), escrita por un Padre Apostólico del siglo II

Aquí, también, en la revelación profética aprobada, escuchamos a Nuestro Señor confirmando esta cronología de San Juan y los Padres de la Iglesia:

En la Creación, Mi ideal era formar el Reino de Mi Voluntad en el alma de Mi criatura. Mi propósito principal era hacer de cada hombre la imagen de la Trinidad Divina en virtud del cumplimiento de Mi Voluntad en él. Pero por la retirada del hombre de Mi Voluntad, perdí Mi Reino en él, y durante 6000 largos años he tenido que luchar. —Jesús a la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, de los diarios de Luisa, Vol. XIV, 6 de noviembre de 1922; Santos en la Divina Voluntad, p. 35

Por lo tanto, ahí tienes el hilo más claro e ininterrumpido de las revelaciones de San Juan, a su desarrollo en los Padres de la Iglesia, a la revelación privada de que, antes del fin del mundo, habrá un «séptimo día» de descanso, una «resurrección» de la Iglesia después del período del Anticristo.

Santo Tomás y San Juan Crisóstomo explican las palabras quem Dominus Jesus destruet illustratione adventus sui («a quien el Señor Jesús destruirá con el resplandor de su venida») en el sentido de que Cristo golpeará al Anticristo deslumbrándolo con un brillo que será como un presagio y señal de su segunda venida … El punto de vista más autoritario, y el que parece estar más en armonía con la Sagrada Escritura, es que, después de la caída del Anticristo, la Iglesia Católica entrará una vez más en un período de prosperidad y triunfo. —El fin del mundo presente y los misterios de la vida futura, P. Charles Arminjon (1824-1885), p. 56-57; Prensa del Instituto Sophia

… [la Iglesia] seguirá a su Señor en su muerte y resurrección. —Catecismo de la Iglesia Católica, 677

¿Qué es la «primera resurrección»?

Pero, ¿qué es exactamente esta «primera resurrección»? El renombrado cardenal Jean Daniélou (1905-1974) escribió:

La afirmación esencial es de una etapa intermedia en la que los santos resucitados están todavía en la tierra y aún no han entrado en su etapa final, porque este es uno de los aspectos del misterio de los últimos días que aún no se ha revelado. —Una historia de la doctrina cristiana primitiva antes del Concilio de Nicea, 1964, p. 377

Sin embargo, si el propósito de la Era de Paz y «mil años» es restablecer la armonía original de la creación.[9]al traer a la criatura de vuelta a «vivir en la Divina Voluntad», entonces creo que Jesús mismo puede haber desbloqueado el misterio de este pasaje a la Sierva de Dios Luisa Piccarreta.[10]Pero primero, entendamos que esta «primera resurrección», aunque puede tener un aspecto físico, así como hubo levantamientos físicos en el momento de la propia resurrección de Cristo.[11]— es principalmentede naturaleza espiritual:

La resurrección de los muertos esperada al final de los tiempos ya recibe su primera y decisiva realización en la resurrecciónespiritual, el objetivo principal de la obra de salvación. Consiste en la vida nueva dada por Cristo resucitado como fruto de su obra redentora. —PAPA SAN JUAN PABLO II, Audiencia General, 22 de abril de 1998; vatican.va

Dijo Tomás de Aquino…

… Estas palabras deben entenderse de otra manera, es decir, de la resurrección «espiritual», por la cual los hombres resucitarán de sus pecados al don de la gracia: mientras que la segunda resurrección es de cuerpos. El reinado de Cristo denota la Iglesia en la que no solo reinan los mártires, sino también los otros elegidos, la parte que denota el todo; o reinan con Cristo en gloria con respecto a todos, haciendo mención especial de los mártires, porque reinan especialmente después de la muerte que lucharon por la verdad, incluso hasta la muerte. —Summa Theologica, Qu. 77, art. 1, rep. 4

Por lo tanto, el cumplimiento del «Padre Nuestro» parece vincularse con la «primera resurrección» a la que se refiere San Juan en la medida en que inaugura el reino de Jesús en una nueva modalidad en lavida interiorde su Iglesia: el «Reino de la Divina Voluntad»:

Ahora, Mi Resurrección es el símbolo de las almas que formarán su Santidad en Mi Voluntad. —Jesús a Luisa, 15 de abril de 1919, Vol. 12

… el Reino de Dios significa Cristo mismo, a quien deseamos venir diariamente, y cuya venida deseamos que se nos manifieste rápidamente. Porque como Él es nuestra resurrección, puesto que en él nos levantamos, así también Él puede ser entendido como el Reino de Dios, porque en Él reinaremos. —Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2816

Ahí, creo, tienes la teología de los «mil años» en pocas palabras. Jesús continúa:

… mi Resurrección simboliza a los Santos de los vivos en mi Voluntad, y esto con razón, ya que cada acto, palabra, paso, etc. hecho en mi Voluntad es una resurrección Divina que el alma recibe; es una marca de gloria que ella recibe; es salir de sí misma para entrar en la Divinidad, y amar, trabajar y pensar, escondiéndose en el refulgente Sol de mi Volición… —Jesús a Luisa, 15 de abril de 1919, Vol. 12

El Papa Pío XII, de hecho, profetizó de la resurrección de la Iglesiadentro del período de tiempo e historiaque vería el fin del pecado mortal, al menos en aquellos dispuestos al Don de Vivir en la Divina Voluntad.[12]Aquí, hay un claro eco de la descripción simbólica de Lactancio del Día del Señor como después de la «salida y puesta del sol»:

Pero incluso esta noche en el mundo muestra signos claros de un amanecer que vendrá, de un nuevo día recibiendo el beso de un sol nuevo y más resplandeciente … Es necesaria una nueva resurrección de Jesús: una verdadera resurrección, que no admita más señorío de la muerte… En los individuos, Cristo debe destruir la noche del pecado mortal con el amanecer de la gracia recuperada. En las familias, la noche de indiferencia y frescura debe dar paso al sol del amor. En las fábricas, en las ciudades, en las naciones, en las tierras de incomprensión y odio, la noche debe crecer brillante como el día, nox sicut muere illuminabitur, y la lucha cesará y habrá paz. —PAPA PÍO XII, discurso Urbi et Orbi, 2 de marzo de 1957; vatican.va

Jesús le dice a Luisa que, de hecho, esta resurrección no es al final de los días, sino dentro del tiempo, cuando un alma comienza a vivir en la Divina Voluntad.

Hija Mía, en Mi resurrección, las almas recibieron los legítimos reclamos de resucitar en Mí a una nueva vida. Fue la confirmación y el sello de toda Mi vida, de Mis obras y de Mis palabras. Si vine a la tierra fue para permitir que todas y cada una de las almas posean Mi Resurrección como propia, para darles vida y hacerlas resucitar en Mi propia Resurrección. ¿Y quieres saber cuándo ocurre la verdadera resurrección del alma? No al final de los días, sino mientras todavía está vivo en la tierra. Aquel que vive en Mi Voluntad resucita a la luz y dice: «Mi noche ha terminado». Por lo tanto, el alma que vive en mi Voluntad puede decir, como el ángel dijo a las santas mujeres en el camino hacia el sepulcro: «Él ha resucitado. Ya no está aquí». Tal alma que vive en Mi Voluntad también puede decir: «Mi voluntad ya no es mía, porque ha resucitado en el Fiat de Dios». —20 de abril de 1938, Vol. 36

Con este acto triunfante, Jesús selló la realidad de que Él era [en su única Persona divina] Hombre y Dios, y con su Resurrección confirmó su doctrina, sus milagros, la vida de los Sacramentos y toda la vida de la Iglesia. Además, obtuvo el triunfo sobre la voluntad humana de todas las almas que están debilitadas y casi muertas para cualquier bien verdadero, para que la vida de la Voluntad Divina que debía traer la plenitud de la santidad y todas las bendiciones a las almas triunfe sobre ellas. —Nuestra Señora a Luisa, La Virgen en el Reino de la Divina Voluntad, Día 28

En otras palabras, Jesús ahora debe completaren nosotroslo que logró a través de Su Encarnación y Redención:

Porque los misterios de Jesús aún no están completamente perfeccionados y cumplidos. Están completos, de hecho, en la persona de Jesús, pero no en nosotros, que somos sus miembros, ni en la Iglesia, que es su cuerpo místico. —San Juan Eudes, tratado «Sobre el Reino de Jesús», Liturgia de las Horas, Vol IV, p 559

Por lo tanto, reza Luisa:

[Yo] imploro la resurrección de la Divina Voluntad dentro de la voluntad humana; que todos resucitemos en Ti… —Luisa a Jesús, 23ª ronda en la Divina Voluntad

El factor agustiniano

Como mencioné anteriormente, muchas voces evangélicas y católicas creen que la «bestia» o Anticristo viene cerca del fin del mundo. Pero como ves arriba, está claro en la visión de San Juan que después de que la bestia y el falso profeta son arrojados al infierno (Apocalipsis 20:10), no es el fin del mundo, sino el comienzo de un nuevo reinado de Cristo en sus santos, una «era de paz» durante los «mil años».

La razón de esta posición contraria es que muchos eruditos han adoptado una delas tres opiniones que San Agustín propuso con respecto al milenio. El citado anteriormente es el más consistente con los Padres de la Iglesia: que ciertamente habrá un «descanso sabático». Sin embargo, en lo que parece ser un retroceso contra el fervor de los milenaristas, Agustín también propuso:

… Por lo que se me ocurre… [San Juan] usó los mil años como un equivalente para toda la duración de este mundo, empleando el número de la perfección para marcar la plenitud del tiempo. —San Agustín de Hipona (354-430) d.C., De Civitate Dei «Ciudad de Dios», Libro 20, Cap. 7

Esta interpretación es la que probablemente sostenga su pastor. Sin embargo, Agustín estaba proponiendo claramente una mera opinión, «hasta donde se me ocurre». Sin embargo, algunos han tomado erróneamente esta opinión como dogma, y han calificado de hereje a cualquiera que tome las otras posiciones de Agustín. Nuestro traductor, el teólogo inglés Peter Bannister, que ha estudiado tanto a los primeros Padres de la Iglesia como a unas 15.000 páginas de revelación privada creíble desde 1970 junto con el difunto mariólogo P. Réné Laurentin, está de acuerdo en que la Iglesia debe comenzar a repensar esta posición que rechaza una Era de Paz (amilenialismo). De hecho, dice, es más sostenible.

… Ahora estoy completamente convencido de que el amilenialismo no solo no es dogmáticamente vinculante, sino que en realidad es un gran error (como la mayoría de los intentos a lo largo de la historia de sostener argumentos teológicos, por sofisticados que sean, que van en contra de una lectura clara de las Escrituras, en este caso Apocalipsis 19 y 20). Tal vez la pregunta realmente no importaba mucho en siglos anteriores, pero ciertamente lo hace ahora … No puedo señalar una sola fuente creíble [profética] que sostenga la escatología de Agustín [opinión final]. En todas partes se afirma más bien que lo que estamos enfrentando más temprano que tarde es la Venida del Señor (entendida en el sentido de una manifestación dramática de Cristo, no en el sentido milenario condenado de un regreso físico de Jesús para gobernar corporalmente sobre un reino temporal) para la renovación del mundo, nopara el Juicio Final / fin del planeta … La implicación lógica sobre la base de las Escrituras de afirmar que la venida del Señor es «inminente» es que, también lo es la venida del Hijo de Perdición. No veo ninguna forma de evitar esto. Una vez más, esto se confirma en un número impresionante de fuentes proféticas de peso pesado … —comunicación personal

Pero, ¿qué es más importante y profético que los Padres de la Iglesia y los mismos papas?

Confesamos que se nos promete un reino sobre la tierra, aunque antes del cielo, solo en otro estado de existencia; en la medida en que será después de la resurrección durante mil años en la ciudad divinamente construida de Jerusalén … Decimos que esta ciudad ha sido provista por Dios para recibir a los santos en su resurrección, y refrescarlos con la abundancia de todas las bendiciones realmente espirituales, como recompensa por aquellos que hemos despreciado o perdido. —Tertuliano (155–240 d.C.), Padre de la Iglesia de Nicea; Adversus Marción, Padres Ante-Nicenos, Henrickson Publishers, 1995, Vol. 3, pp. 342-343)

Así bien, la bendición predicha sin duda se refiere al tiempo de Su Reino… Los que vieron a Juan, el discípulo del Señor, [nos dicen] que escucharon de él cómo el Señor enseñó y habló acerca de estos tiempos… —San Ireneo de Lyon, Padre de la Iglesia (140–202 d.C.); Adversus Haereses, Ireneo de Lyon, V.33.3.4, Los Padres de la Iglesia, CIMA Publishing

Esta es nuestra gran esperanza y nuestra invocación: «¡Venga tu Reino!» —un Reino de paz, justicia y serenidad, que restablecerá la armonía original de la creación. —SAN JUAN PABLO II, Audiencia General, 6 de noviembre de 2002, Zenit

Y esta oración, aunque no se centra directamente en el fin del mundo, es sin embargo unaverdadera oración por su venida; contiene toda la amplitud de la oración que él mismo nos enseñó: «¡Venga tu reino!» ¡Ven, Señor Jesús!» —PAPA BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, Semana Santa: De la entrada en Jerusalén a la resurrección, p. 292, Ignatius Press

Quisiera renovaros el llamamiento que he hecho a todos los jóvenes… Acepten el compromisode ser vigilantes matutinos en los albores del nuevo milenio. Este es un compromiso primordial, que mantiene su validez y urgencia al comenzar este siglo con desafortunadas nubes oscuras de violencia y miedo que se acumulan en el horizonte. Hoy, más que nunca, necesitamos personas que vivan vidas santas, centinelas que proclamen al mundo un nuevo amanecer de esperanza, fraternidad y paz. —PAPA SAN JUAN PABLO II, «Mensaje de Juan Pablo II al Movimiento Juvenil Guannelli», 20 de abril de 2002; vatican.va

… Una nueva era en la que la esperanza nos libera de la superficialidad, la apatía y el ensimismamiento que amortiguan nuestras almas y envenenan nuestras relaciones. Queridos jóvenes amigos, el Señor os pide que seáis profetas de esta nueva era… —PAPA BENEDICTO XVI, Homilía, Jornada Mundial de la Juventud, Sydney, Australia, 20 de julio de 2008

Queridos jóvenes, os corresponde a vosotros ser loscentinelasde la mañana que anuncian la llegada del sol que es Cristo resucitado. —PAPA JUAN PABLO II, Mensaje del Santo Padre a los jóvenes del mundo, XVII Jornada Mundial de la Juventud, n. 3; (cf. Is 21,11-12)

Es tarea de Dios realizar esta hora feliz y darla a conocer a todos… Cuando llegue, resultará ser una hora solemne, una gran con consecuencias no solo para la restauración del Reino de Cristo, sino también para la pacificación de… el mundo. Oramos muy fervientemente, y pedimos a otros igualmente que oren por esta tan deseada pacificación de la sociedad. —PAPA PÍO XI, Ubi Arcani dei Consilioi «Sobre la paz de Cristo en su Reino», 23 de diciembre de 1922

Y así rezó el gran santo mariano, Luis de Montfort:

Tus mandamientos divinos se rompen, tu Evangelio es arrojado a un lado, torrentes de iniquidad inundan toda la tierra llevándose incluso a tus siervos… ¿Llegará todo al mismo final que Sodoma y Gomorra? ¿Nunca romperás tu silencio? ¿Tolerarás todo esto para siempre? ¿No es cierto que tu voluntad debe hacerse en la tierra como en el cielo? ¿No es verdad que tu reino debe venir? ¿No diste a algunas almas, queridas por ti, una visión de la futura renovación de la Iglesia? —San Luis de MontfortOración por los misioneros, n. 5; www.ewtn.com