¡Pídele perdón!

De joven, Carlos Cancelado fue de voluntario a un hospital, cuando era seminarista. Curó llagas y atendió enfermos con infecciones. Un día vio una niña recién nacida a la que se le caía la piel y se encontraba mucho muy mal de su salud. Preguntó la causa, y la madre contestó:

̶  Diez veces traté de abortarla.

 ̶  ¿Por qué?

 ̶  Porque soy madre soltera y mi mamá me dijo que lo hiciera.

Carlos le dijo:

 ̶  Pídele perdón a tu bebé, y dile a tu mamá que también se lo pida.

Así lo hicieron. Al poco tiempo a la niña se le dejó de caer la piel y superó sus males.

En un mensaje mariano la Virgen dice: “Muchos no saben pedir perdón. Eso coloca de nuevo a mi Hijo en la cruz”. No perdonar nos encierra en la falta de fe, y la falta de fe ahonda la imposibilidad de perdonar. Es un círculo que gira sin cesar a menos de que lo paremos. A menos que perdonemos.

El perdón es una expresión de amor. Perdonar es olvidar la falta que ha cometido otra persona contra ella y contra otros y no guardarle rencor ni castigarla por ella. También es liberar a una persona de un castigo o de una obligación.

El perdón nos libera de ataduras que amargan la vida y enferman el cuerpo. No significa que estemos de acuerdo con lo que pasó ni que le demos la razón a quien nos lastimó. Simplemente es pasar por alto los pensamientos negativos, aceptar lo que pasó y tatar de poner remedio.

Perdonar es lo más difícil del mundo, quizás es algo que nos sobrepasa, pero para eso está la ayuda de Dios. Pocas veces acudimos a Él para solicitar vehemente su socorro. La falta de perdón es el veneno más destructivo para la persona, ya que neutraliza los recursos emocionales y seca la afectividad.

Si en verdad queremos amar, tenemos que aprender a perdonar”, decía Teresa de Calcuta. Aun ante la más grave ofensa, el perdón, la reconciliación son fundamento de la unidad familiar porque se da con los más próximos, con los que más amas: tus hijos, tu pareja, tus padres, tus hermanos… el perdón es una gran manifestación del amor. Jutta Burgraff dicePerdonar es amar intensamente.

No se trata de buscar un culpable sino de encontrar una solución. San Juan Crisóstomo llega a decir que “nada nos asemeja tanto a Dios como estar dispuestos al perdón” (In Mat homiliae 19,7). En efecto, el perdón es la obra de caridad más sublime. No se vence el mal con la venganza, sino con el ejercicio de la caridad.
La solución comienza cuando reconocemos nuestra frustración, y empezamos a planearnos la posibilidad de perdonar. Mientras vivamos ligados al supuesto agresor, viviremos atrapados por el pasado. Perdonar es la manifestación más alta del amor y, en consecuencia, es lo que más transforma el corazón humano.

Perdonar es un don divino.

El perdón es una declaración que se puede renovar a diario para alcanzar la liberación. Todos tenemos errores por eso necesitamos perdonar y pedir perdón. Por algo Jesucristo le dio tanta importancia y nos pide que recemos: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

Recuerda algo: Cuando perdonas no cambias el pasado, cambias el futuro… La vida es breve.

Nos conviene ser personas muy fáciles, muy inclinadas al perdón, perdón rápido, universal. Lo que más nos asemeja a Dios es nuestra disposición a perdonar. En cambio, lo que más nos aleja de Él es el espíritu de venganza, la dureza de corazón, la inclemencia. San Juan Crisóstomo llega a decir que “nada nos asemeja tanto a Dios como estar dispuestos al perdón” (In Mat homiliae 19,7).

El perdón tiene cuatro características: Debe ser pronto, de todo, siempre, a todos.

De algún modo Dios nos obliga a perdonar al enseñarnos el Padrenuestro que dice: “Perdónanos como nosotros perdonamos”.

Familia, lugar de perdón. Copio la parte de una homilía que fue leída en un retiro. El Papa Francisco escribió sobre la familia: 

No hay familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no somos perfectos, no nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos. Tenemos quejas de los demás. Decepcionamos unos a otros. Por eso, no hay matrimonio sano ni familia sana sin el ejercicio del perdón. El perdón es vital para nuestra salud emocional y la supervivencia espiritual. Sin perdón la familia se convierte en una arena de conflictos y un reducto de penas.
Sin perdón la familia se enferma. El perdón es la asepsia del alma, la limpieza de la mente y la alegría del corazón. Quien no perdona no tiene paz en el alma ni comunión con Dios. La pena es un veneno que intoxica y mata. Guardar el dolor en el corazón es un gesto autodestructivo. Es autofagia. El que no perdona se enferma física, emocional y espiritualmente.
Y por eso la familia necesita ser lugar de vida y no de muerte; el territorio de cura y no de enfermedad; El escenario de perdón y no la culpa. El perdón trae alegría donde la pena produjo tristeza.

¿Qué sentido tiene la vida?

Le pregunté a Mijaíl, un joven profesionista de 29 años: “¿Qué sentido tiene vivir?”. Él contestó: “Pues somos una parte de la naturaleza, ¿no?”.

Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación (CEC 358). En el plan de Dios estamos llamados a “someter la tierra” como “administradores” de Dios, no como dueños; por lo tanto, no se trata de destruir la naturaleza, sino de cuidarla (cfr. CEC 373).

¿Y cómo le ofrezco la creación a Dios? Siguiendo las enseñanzas de la mística italiana, Luisa Picarreta, quien pone, en cada gota de agua, un te amo a Dios; en cada hoja de árbol, en cada flor, en cada trino de pájaro, en cada pez que serpentea en el mar, va ese te amo dirigido al Creador.

Con frecuencia, ante los males del mundo, las catástrofes y las guerras, la gente se pregunta: “¿Y dónde estaba Dios cuando esto pasó?”. Dios siempre nos acompaña y no aprueba el mal uso de la libertad humana, pero lo respeta porque es en serio que nos ha dado la libertad. Cada uno debe de florecer en el lugar en que Dios nos ha plantado.

En su Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, el Santo padre Francisco, pide dejarnos estimular por los signos de santidad que el Señor nos presenta a través de los más distintos miembros del pueblo de Dios. Pensemos –dice-, como nos sugiere Teresa Benedicta de la Cruz, que a través de los santos se construye la verdadera historia:

“En la noche más oscura surgen los más grandes profetas y los santos. Sin embargo, la corriente vivificante de la vida mística permanece invisible. Seguramente, los acontecimientos decisivos de la historia del mundo fueron esencialmente influenciados por almas sobre las cuales nada dicen los libros de historia. Y cuáles sean las almas a las que hemos de agradecer los acontecimientos decisivos de nuestra vida personal, es algo que sólo sabremos el día en que todo lo oculto será revelado” (n. 8).

Podemos ser las manos de Dios, como lo fue Madre Teresa de Calcuta, o el corazón de Dios, como lo fue Santa Teresita de Lisieux. Muchas personas consagradas, nos han dado ejemplo como San Juan Bosco, San Francisco de Sales y Carlo Acutis, quien no estaba consagrado sino dedicado a Dios.

Muchos coincidimos en considerar al Papa emérito un sabio y un santo. Benedicto XVI era rápido para detectar los problemas y sabía dar una solución surgida de la propia fe. Solía decir: “Hay temas importantes, pero el más importante es el de la fe en Dios. Este es el centro en el cual se desarrolló su pontificado y su predicación”. Su secretario cuenta que decía: Dios es el centro de nuestra fe y, en un momento dado, el centro de nuestra fe se encarnó, se hizo Hombre en Jesús de Nazaret, Proclamar esto de forma convincente y creíble era el objetivo de su ministerio papal.

Hubo un personaje vietnamita llamado Francisco Javier Nguyen van Thuan que estuvo años encerrado en la cárcel por los comunistas, por ser un obispo fiel a Dios y al Vaticano. Cuando fue arrestado sintió tristeza por lo que dejaba. Su opción fue “voy a vivir el momento presente colmándolo de amor”. No fue una inspiración improvisada, sino una convicción que fue madurando durante toda su vida. Sin embargo, se inquietaba por su rebaño, que estaba como ovejas sin pastor. Una noche le llegó la luz: “Haz como San Pablo cuando estuvo en la prisión, escribía letras a varias comunidades”. Así fue como empezó a escribir cartas que luego se convirtieron en libros.

En la vida interior, ¿de quién será la victoria? San Juan Pablo II decía: De quien sepa acoger a Dios.

LA NOCHE OSCURA

Santa Teresa del Niño Jesús

Tú la conoces por sus rosas y la sencillez de su espiritualidad. Pero menos la conocen por la oscuridad total en la que entró antes de su muerte. Aquejada de tuberculosis, Santa Teresa de Lisieux admitió que, si no tuviera fe, se habría suicidado. Ella le dijo a su enfermera de cabecera:

Me sorprende que no haya más suicidios entre los ateos. —según lo informado por Sor María de la Trinidad; CatholicHousehold.com

En un momento dado, Santa Teresa pareció profetizar las tentaciones que vendrían que ahora estamos experimentando en nuestra generación: la de un «nuevo ateísmo»:

Si solo supieras qué pensamientos espantosos me obsesionan. Oren mucho por mí para que no escuche al Diablo que quiere persuadirme de tantas mentiras. Es el razonamiento de los peores materialistas lo que se impone en mi mente. Más tarde, incesantemente haciendo nuevos avances, la ciencia explicará todo de forma natural. Tendremos la razón absoluta de todo lo que existe y que sigue siendo un problema, porque quedan muchas cosas por descubrir, etc. etc. Santa Teresa de Lisieux: Sus últimas conversaciones, P. John Clarke, citado en catholictothemax.com

Muchos de los nuevos ateos de hoy señalan a Santa Teresa, la Madre Teresa, etc. como prueba de que estos no eran grandes santos, sino simplemente ateos disfrazados. Pero están perdiendo el punto (aparte de no tener comprensión de la teología mística): estos santos no se suicidaron en su oscuridad, sino que, de hecho, se convirtieron en iconos de paz y alegría, a pesar de la purificación por la que estaban pasando. De hecho, Thérèse testificó:

Aunque Jesús no me está dando consuelo, ¡me está dando una paz tan grande que me está haciendo más bien! Correspondencia General, Vol I, P. John Clarke; cf. Magnificat, septiembre de 2014, p. 34

Dios priva al alma de sentir su presencia para que el alma se desprenda cada vez más de sí misma y de las criaturas, preparándola para la unión con Él mientras sostiene el alma con una paz interior «que supera todo entendimiento». [1]

Si se acerca a mí, no lo veo; si pasa, no soy consciente de él. (Job 9:11)

Este aparente «abandono» por parte de Dios realmente no es abandono en absoluto, ya que el Señor nunca, nunca deja a Su Novia. Pero sigue siendo, sin embargo, una dolorosa «noche oscura del alma». [2]

¿Por qué, oh Señor, me rechazas? ¿por qué esconderme tu cara? (Salmo 88:15)

Al comienzo de mi apostolado de escritura, cuando el Señor comenzó a enseñarme sobre lo que venía, comprendí que la Iglesia debe ahora, como cuerpo, pasar por la «noche oscura del alma». Que colectivamente vamos a entrar en un período de purgación en el que, como Jesús en la Cruz, sentiremos como si el Padre nos hubiera abandonado.

Pero [la «noche oscura»] conduce, de varias maneras posibles, a la alegría inefable experimentada por los místicos como «unión nupcial». —PAPA JUAN PABLO II, Novo Millennio Ineunte, Carta Apostólica, n.30

Entonces, ¿qué vamos a hacer?

La respuesta es perderse. Es seguir siguiendo la voluntad de Dios en todo. Cuando el arzobispo Francis Xavier Nguyễn Văn Thuận fue encerrado durante trece años en prisiones comunistas, aprendió el «secreto» de caminar en la oscuridad del sufrimiento y el aparente abandono.

Olvidándonos de nosotros mismos, ponemos todo nuestro ser en lo que Dios nos pide en el momento presente, en el prójimo que él pone delante de nosotros, motivado sólo por el amor. Entonces, muy a menudo veremos nuestros sufrimientos desvanecerse como por alguna magia, y solo el amor permanece en el alma. Testimonio de esperanza, p. 93

Sí, esto es lo que Santa Teresa quiso decir con ser «pequeña». Pero ser pequeño no significa ser un cobarde espiritual. Como dice Jesús, necesitamos, de hecho, ser resueltos:

Nadie que ponga una mano en el arado y mire lo que quedó atrás es apto para el Reino de Dios. (Lucas 9:62)

Nada menos que los católicos individuales ordinarios pueden sobrevivir, por lo que las familias católicas ordinarias no pueden sobrevivir. No tienen otra opción. Deben ser santos, lo que significa santificados, o desaparecerán. Las únicas familias católicas que permanecerán vivas y prósperas en el siglo XXI son las familias de los mártires. La Santísima Virgen y la Santificación de la Familia, Siervo de Dios P. John A. Hardon, S.J.

Así que roguemos a Jesús que nos dé la gracia de ser resueltos, que no nos rindamos ni cedamos a la «tentación de ser normales«, que siga el flujo del mundo y permita que la lámpara de nuestra fe se apague. Estos son los días de la perseverancia… pero todo el Cielo está de nuestro lado.

Pensar en los demás para hacerles el bien es hacer apostolado

Madre Teresa de Calcuta decía:

“El problema con el mundo es que dibujamos el círculo de nuestra familia demasiado pequeño”. Y es verdad, porque hay personas que sólo rezan por su familia y sus amigos, cuando podrían hacerlo por su país, su continente y por el mundo entero.

Toda persona con la que cada uno se relaciona en el camino de la vida es un don, un regalo.

El Papa Francisco escribe en Evangelii Gaudium: La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido. ¿Qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado? Si no sentimos el deseo inmenso de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial (n. 264).

(…) El verdadero discípulo sabe que “Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo en medio de la tarea misionera”. Si no es así, ese discípulo “pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie” (n. 266).

Jesús dice que es bienaventurado el que cree sin ver, porque esa persona tiene alma de niño, y los niños son amados por Dios de modo especial.

El gran secreto de toda fecundidad y crecimiento espiritual es aprender a dejar hacer a Dios: “Sin mí no podéis hacer nada”, dice Jesús. Para que la gracia obre hay que decir “sí” a lo que somos y a nuestras circunstancias (Jacques Philippe).

En el siglo VI, en un mercado público de Roma, el San Gregorio Magno vio que unos hombres iban a ser vendidos como esclavos. Los cautivos eran altos, bellos de rostro y rubios. Preguntó de dónde provenían, y le contestaron: “Son anglos”. “Non angli sed angeli”, señaló Gregorio. Este episodio lo motivó a enviar misioneros al norte, trabajo que estuvo a cargo de Agustín de Canterbury. A una pregunta de San Agustín de Canterbury sobre qué hacer con los altares de los ídolos, el Papa San Gregorio le contestó que no destruyeran los santuarios paganos, “límpienlos”, dijo; con lo que quería decir que había que re-dedicarlos.

Para aquellos que creen que la Iglesia ha “dejado atrás” la evangelización y debería concentrarse en el cambio social, San Juan Pablo II replica que la Iglesia deja de ser la Iglesia cuando abandona el hablar de Jesucristo. Y dice: “Dios está preparando una gran primavera para el cristianismo, y ya podemos ver sus primeras señales” (Redemptoris missio, 86,1).

No se puede medir lo que se hace por los resultados, o por el número de personas que asisten, sino por la obediencia al Señor. En las obras de Dios no podemos desanimarnos por lo que se ve.

Un misionero jesuita, Segundo Llorente, fue a Alaska, llegó una mujer esquimal que olía a pescado. Luego llegaron muchos. Le dijeron: Aquí estuvo 20 años un misionero y no se bautizó ni uno, pero ahora sí queremos bautizarnos. Llorente pasó más de 40 años en Alaska, es considerado co-fundador del estado de Alaska y recogió los frutos que otro sembró.

A Frank Morera, cubano, le pidieron ir a Jicotea con un amigo. Caminaron toda la noche, llegaron, tocaron la campana y no se paró un alma. De regreso un chico les preguntó que quiénes eran, le explicaron. Pasó el tiempo y ese chico les dijo: “Por lo que me dijeron investigué sobre el catolicismo, me bauticé y ahora tengo varios catecismos en Jicotea”.

A los ojos del Padre celestial, la vida de una persona es una página vacía si no se ha esforzado en la salvación de las almas.

El Concilio Vaticano II es el concilio de nuestro tiempo y uno de los más importantes de nuestra historia. Es convocado por el Papa Juan XXIII. Cuando a Juan XXIII le preguntaron: ¿Por qué hacer un concilio? Su respuesta fue profética:

—“Porque necesitamos abrir una ventana. Necesitamos aire fresco”.

No se trataba de sancionar doctrinas o condenar errores. Se trataba de una renovación de la vida de la Iglesia, de tener un diálogo con el mundo. No se trataba de hacer diagnósticos deprimentes sino de dar remedios alentadores y mensajes de esperanza. En el discurso en Verona Benedicto XVI dijo: “la obra de evangelización nunca consiste sólo en adaptarse a las culturas, sino que siempre es también una purificación, un corte valiente, que se transforma en maduración y saneamiento, una apertura que permite nacer a la «nueva criatura» (2 Co 5, 17; Ga 6, 15) que es el fruto del Espíritu Santo”. En la labor de almas el principal protagonista es Dios.

La Adoración Diaria atrajo 3 mil vocaciones

Memorial de Santa María Magdalena; 22 de julio de 1993

Querido Padre Tomás:

Ayer ofrecí la Santa Misa por las Misioneras de la Caridad. Me recordó a la primera vez que conocí a la Madre Teresa de Calcuta. Cuando vino a Manila para establecer su comunidad, me pidieron que celebrara la Misa por ella y sus hermanas.

Después de la misa tuve el privilegio de hablar en privado con la Madre Teresa. Fue entonces cuando me contó la historia de su comunidad. La hermana Agnus, una pequeña monja de cabello oscuro de la India, fue su primera discípula. Al principio había pocas hermanas al lado de la Madre Teresa, mientras que había muchas personas necesitadas. Desde los ancianos y los enfermos que mueren en las calles, hasta los bebés abandonados y los niños que no tenían a nadie que los cuidara, la Madre Teresa quería llegar a todos.

La pregunta era: ¿Cómo hacerlo con tan pocos seguidores? No había suficiente tiempo durante el día para cuidar a todos los necesitados. La madre y las hermanas oraron para saber qué hacer. La respuesta fue sorprendente. Dios quería algo muy especial además de sus oraciones regulares. Incluso cuando parecía que las horas del día no eran suficientes, Dios quería algo más. Quería que la comunidad reservara una hora extra cada día para orar juntos esa hora santa en presencia de Su Hijo expuesto en el Santísimo Sacramento.

La Madre Teresa afirma que esta hora santa diaria es la causa y la razón por la que su comunidad ha florecido. La comunidad ha crecido a más de tres mil a través del poder y la gracia recibidos en la hora santa diaria. La Madre Teresa se ha multiplicado y ahora está presente en todas partes del mundo a través de sus hermanas. Porque estaba dispuesta a tomarse el tiempo para unirse a la «vid».

En el sermón de la Última Cena, Jesús dijo que todo aquel que permaneciera unido a Él en el Santísimo Sacramento daría mucho fruto (Jn 15,5). El fruto apostólico de la Madre Teresa y sus hermanas sigue asombrando al mundo.

Su historia me inspiró a hacer lo que ella hizo. Había estado leyendo sobre el apostolado de adoración perpetua y cómo el Padre Martín Lucía lo estaba promoviendo con éxito en los Estados Unidos y otros países. También quería que se extendiera por toda Filipinas. Por eso fundé la comunidad llamada Los Discípulos Eucarísticos de San Pío X. Día y noche, sin descanso, se acercaban al Santísimo Sacramento en adoración amorosa. Primero oraron para que el Padre Lucía pudiera venir a Filipinas para comenzar el gran apostolado de establecer la adoración perpetua en las parroquias. Luego oraron para que se extendiera por todo el país. En esta época hay 500 capillas. Ahora los Discípulos Eucarísticos están orando para que podamos cumplir nuestro objetivo de establecer capillas de adoración perpetua en 1.000 parroquias.

Estos dos ejemplos, el de la Madre Teresa y el de los Discípulos Eucarísticos, demuestran la verdad de lo que Jesús dijo en el Evangelio de hoy: «Marta, Marta, te preocupas y te preocupas por muchas cosas, y hay necesidad de pocas, o mejor dicho, de una sola. María ha escogido la parte buena, que no le será arrebatada» (Lc 10, 41-42).

La parte buena es estar con Jesús en el Santísimo Sacramento. El mejor tiempo que pasas en la tierra, querido Tomás, es el tiempo que pasas con tu mejor amigo, Jesús en el Santísimo Sacramento. Y es la manera más segura de producir grandes frutos apostólicos.

Fraternalmente tuyo en su Amor Eucarístico, Monseñor Ramírez

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Aborto y sentido común

Una mamá le dijo a su hija quinceañera:

-“¿Estás embarazada?, ¿por qué no abortas? … No te dañes la vida”.

Le contestó la quinceañera:

-“¿Usted se dañó la vida al tenerme? Si dice eso, no me ama”.

¿El aborto termina con el problema? Al contrario, es cuando empieza un problema mayor porque perjudica a la mujer: a) en el aspecto psicológico, ya que sufren de remordimientos y de culpa, sufren cambios repentinos del humor, depresión, llanto sin razón, estados de miedo y pesadillas. Al 52% de las mujeres encuestadas les molesta ver mujeres embarazadas. En el 70% surge con frecuencia la idea de imaginarse con su hijo si éste viviera. El 45% daría marcha atrás si pudiera. En el 51% de los casos la relación de pareja termina; b) daños físicos: probable esterilidad, alteraciones en el ritmo cardiaco y en la presión arterial, migraña, trastornos en el aparato digestivo, hemorragia, calambres en el vientre y posteriormente, probables abortos espontáneos.

El derecho al aborto implicaría que se da pena de muerte sin juicio a un ser indefenso. Los médicos saben el embrión es el paciente más pequeño del mundo.

A Teresa de Calcuta le preguntó un enfermo de sida:

─“Madre ¿por qué Dios no manda a quienes nos puedan curar”.

Ella contestó:

─“Dios ya los mandó pero no los dejaron nacer”.

Algunas personas dicen: “Corresponde a la mujer decidir si va a ser madre”, y parece justo; pero una vez concebido el hijo, la mujer ya no es libre de ser o no ser madre. De hecho es ya una madre. El feto está en la madre pero no es la madre. El vientre de la madre debe ser el hogar del bebé. Si la madre no quiere a su bebé tiene una alternativa honrosa: darlo en adopción. Hay muchos matrimonios que desean un hijo y le van a tratar bien y con amor.

“En el más remoto confín de la China vive un Mandarín inmensamente rico, al que nunca hemos visto y del cual ni siquiera hemos oído hablar. Si pudiéramos heredar su fortuna, y para hacerle morir bastara con apretar un botón sin que nadie lo supiese… ¿Quién de nosotros no apretaría ese botón?”  J. J. Rousseau

Provocar un aborto es matar apretando un botón, a ciegas; ejecutar a un intruso con una firma. Las víctimas son niños virtuales exterminados sin saña, igual que se elimina un archivo de la computadora. Los niños invisibles, en realidad, no existen. Son seres sin rostro, sin gestos, sin parecido con nadie. Los niños invisibles, algunas veces tienen los ojos negros como el azabache, azules como el mar, o verdes como la esperanza. Pero hay que evitar que lo sepan sus madres. ¡Ah, si lo supieran!: aún sería posible la salvación. Sólo Dios los mira. Cuando los niños invisibles abren los ojos ven los ojos de Dios empañados de lágrimas.

Con frecuencia, el aborto no es solicitado por personas libres, sino por personas en crisis, emocionalmente trastornadas. Lo que necesitan es apoyo, comprensión y ayuda para pensar las cosas con serenidad. Si estas mujeres realizan el aborto, empeoran, pues el síndrome postaborto las pone en una situación deplorable.

Las mujeres que están a favor del aborto no están a favor de la mujer. En un estudio reciente financiado por el gobierno de Finlandia, confirmó que las mujeres que se someten a un aborto, corren cuatro veces más riesgo de morir que las que continúan su embarazo y dan a luz. La mujer que se siente amada no aborta.

El aborto y la eutanasia no son derechos humanos sino salirse por la puerta falsa, es buscar una solución “fácil” a un problema complejo humano, que daña a la mujer.

Cuando el gobierno se convierte en “dios” se echa a perder todo. Los políticos dicen estupideces porque no estudian. Un político ignorante es peor que un criminal porque aprueban leyes que permiten el crimen. La familia es la causa del bienestar social. En ella se nace, se vive y se muere como persona. La familia es el lugar privilegiado donde se da la persona humana; es esencia de la propia existencia.

Al despedirse de México, Juan Pablo II dijo con gran fuerza: “¡Que ningún mexicano se atreva a vulnerar el don precioso y sagrado de la vida humana en el vientre materno (…). Dios te bendiga, México, por los ejemplos de humanidad y de fe de tu gente, por los esfuerzos en defender a la familia y a la vida”.