Así devuelve la esperanza a jóvenes peruanos el “Padre Chiqui”

La labor social del sacerdote jesuita es premiada en Perú

Tentaciones más comunes que de forma distinta atraen a hombres y mujeres

El pecado que más los distingue les afecta a ellos

¿Cuáles son las 6 tentaciones más comunes que de forma distinta atraen a hombres y mujeres?

Un estudio muestra que la pereza, la mentira o las drogas y el alcohol tientan por igual a hombres y mujeres. Pero hay otras 5 tentaciones que afectan más a las mujeres, y sólo una que afecta más a los hombres.

Actualizado 9 enero 2013

P. J. Ginés / ReL

12363_mujeres_cuchichearPor mucho que el portavoz del Gobierno socio-comunista de Andalucía predique estos días la necesidad de alcanzar la «igualdad real y efectiva» entre hombres y mujeres mediante la implantación de la ideología de género a todos los niveles, lo cierto es que hombres y mujeres son muy parecidos en algunas cosas pero bastante distintos en otras. Y eso incluye las tentaciones que experimentan.

La casa de sondeos norteamericana Barna Group (www.barna.org), especializada en comportamientos sociales, religiosos y en valores, acaba de publicar un estudio sobre»Las tentaciones y los pecados favoritos en América», a partir de más de mil entrevistas telefónicas, tomando nota de las tentaciones que los entrevistados declaran sentir «a veces» o «a menudo». Aunque Estados Unidos es una de las sociedad más igualitarias del planeta, hombres y mujeres difieren en al menos 6 tentaciones.

Hay 5 aspectos que tientan más a las mujeres (o al menos, que las mujeres declaran más en las encuestas).

-Chismorrear y hablar mal de los demás: Hombres 22%, mujeres 29%. Diferencia: 7 puntos.
 

-Preocuparse demasiado y ponerse ansioso: Hombres 50%, mujeres 68%  Diferencia: 18 puntos.
 

-Envidia: Hombres, 20%, mujeres 28%. Diferencia: 8 puntos.
 

-Comer demasiado: Hombres 52%, mujeres 58%. Diferencia: 6 puntos.
 

-Gastar más dinero del que se tiene o se puede permitir: Hombres 32%; mujeres 39%. Diferencia: 7 puntos. 

Y hay sólo un aspecto en el que los hombres son más tentados que las mujeres: la pornografía

-Ver pornografía o contenidos sexualmente inapropiados on-line: Hombres 28%, mujeres 8%. Diferencia: 20 puntos. 

Así, la mayor diferencia entre las tentaciones que asaltan a unos y otras es el consumo de porno (mucho más frecuente en hombres que en mujeres), seguido por el «preocuparse demasiado» (que en lenguaje religioso podría llamarse «perder la paz»), que afecta mucho más a las mujeres. Las otras diferencias oscilan entre los 6 y 8 puntos, y el margen de error del estudio es de 4 puntos. 

Otras 7 tentaciones que estudia el sondeo dan porcentajes casi idénticos para hombres y mujeres (indicamos primero el masculino y después el femenino)

-Aplazar indefinidamente las obligaciones desagradables: 60-61%
 

-Ser perezoso y trabajar menos de lo que se debe: 42-40%
 

-Perder demasiado tiempo en medios de comunicación: 43-44%
 

-Expresar ira y perder los modales con alguien por escrito en internet: 10-12%
 

-Abusar del alcohol o de drogas: 12-11%
 

-Mentir o trampear: 11-12%
 

-Actos sexualmente inapropiados con alguien más: 10-8%.

Con un margen de error de 4 puntos, la igualdad «real y efectiva» en estos pecados ya se da. (No está claro si la ideología de género quiere igualar a la baja o a la alta a hombres y mujeres en los otros pecados).

Hay que especificar que los encuestados comentan las tentaciones que han tenido, no si han caído en esas prácticas

O, visto de otro modo, el 60% de los encuestados serían inmunes a la pereza, el 92% de las mujeres absolutamente ajenas al porno on-line y un 80% de los varones impávidos a las ácidas atracciones de la envidia. 

Por así decirlo, para cubrir todo el mercado, el demonio necesita diversificar, porque mucha gente es inmune a muchas tentaciones.

Padres, enseñen a sus hijos a decir “NO”

ESCUELA PARA PADRES

Mi Cumbre

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            Que su “no”, sea “no” y que su “sí”, sea “sí”. Para conseguirlo, hay que tener mucha entereza, firmeza, conocimiento, disciplina y decisión en las cosas importantes, relacionadas con la religión, la familia, la sociedad y las buenas costumbres. Es muy difícil decir “no”, pero no imposible, además de beneficioso a corto y largo plazo.

Hay cien mil situaciones y muchísimos medios de comunicación, que compiten directamente contra los padres, que quieren educar a sus hijos, a que sean valientes y sepan decir “no”, ante las cosas malas que la sociedad les ofrece.

Padres, enseñen a sus hijos a decir “no” a las drogas y a otras muchas cosas, que les perjudican, y que se pueden convertir, fácilmente, en adicciones. Si son valientes y dicen rotundamente “no quiero probar”, de forma, que no quede ninguna duda de sus intenciones, habrán ganado la primera batalla y muy posiblemente, la guerra de las drogas. El consumo de las drogas, suele empezar cuando a los hijos les da vergüenza decir “no”, ante los ofrecimientos o insinuaciones, para que las consuman. Es más duro decir “no” a todas esas tentaciones, ya que después, tendrán que enfrentarse a defender su postura.

Hijos, siéntanse orgullosos de decir “no”, cuando tengan que decirlo.Cuenten a sus padres lo que han hecho, y todas las veces que lo hayan hecho. Al decirlo se sentirán bien, además que darán a sus padres una gran satisfacción, sobre el buen resultado de las enseñanzas que les han impartido.

Hijos, sepan que todos los días y a todas las horas, van a tener que enfrentarse contra los que quieren convencerles, que se pasen a su bando.La mala sociedad, no descansa de sus intenciones y está esperando, a sus momentos de flaqueza, cansancio o curiosidad. Si Vds. no tienen la fortaleza de decir “no”, perderán la batalla, que continuamente les presenta la sociedad y posiblemente, entren en avenidas de retorno imposible.

Saber decir “no”, primero hay que convertirlo en costumbre, después en hábito y posteriormente en virtud. En las afirmaciones o negaciones importantes, no se puede hablar con ambigüedades: Sí, pero…. No, pero…. Algunos dicen “Es de sabios cambiar de parecer”, pero ese parecer, hay que administrarlo con prudencia y cautela, para no dar mal ejemplo a los hijos, atosigándoles con ideas, órdenes o instrucciones volátiles o incongruentes.

Decir “no”, suele presentar muchas dificultades. ante las continuas presiones de la sociedad. para que hagamos lo que la sociedad quiere. Es un enfrentamiento. que la mayoría de las veces. supone tener que soportar calificativos despectivos personales. como: Raro, ignorante, anticuado, sabelotodo, desaprovechado, anormal, extravagante, etc. Pero la valentía, soportada con el convencimiento, se demuestra en esas situaciones, que atentan contra los principios adoptados.

La terquedad o intransigencia de los padres o de los hijos, tampoco es buena compañera, para andar los caminos de la educación. Suele traer malas consecuencias, a no ser que sea en conceptos no negociables religiosa, familiar o socialmente.

            Enseñar a los hijos a ser flexibles, cuando sea necesario, es sinónimo de inteligentes, no de obtusos, de tolerantes, de querer ser complacientes, adaptables y transigentes. Esa flexibilidad, tiene que estar muy bien soportada, con la práctica y la enseñanza de las virtudes y valores humanos. Aunque un cónyuge nunca debe decir “no” y el otro cónyuge decir que “si”, para tapar lo que hacen los hijos.

Los padres tienen que ser los primeros en aprender a decir “no”, incluso ante las situaciones difíciles, para conseguir que los hijos, se den cuenta de la entereza que eso les ha supuesto. Educar con el ejemplo, es la mejor herramienta para la educación de los hijos.  Nadie puede educar de lo que no sabe o no practica.

Los padres demasiado rígidos en sus decisiones, que incluso no quieren escuchar o atender las alegaciones de los hijos, casi siempre terminan en enfrentamientos innecesarios. Mantener el “no” o el “sí”, no quiere decir, que no haya que crear espacios para el convencimiento, la negociación y en algunos casos desistir.

Para conseguir tener la virtud de saber decir sí o no, es imprescindible practicar las siguientes virtudes y valores humanos, que aunque parezcan muchos, no son tantos, si los padres quieren ofrecer a sus hijos, la mejor formación humana posible: (En orden alfabético, no de importancia)

Ahorro. Arrepentimiento. Austeridad. Autodisciplina. Disciplina. Callar. Caridad. Castidad. Civismo. Coherencia. Compasión. Compromiso. Conciencia. Confianza. Conocimiento. Constancia. Control. Coraje. Criterio. Decencia. Decisión. Dialogo. Dignidad. Disciplina, Educación. Escuchar. Espíritu crítico. Ética. Fe. Fidelidad. Formación. Fortaleza. Generosidad. Gratitud. Heroísmo. Honestidad. Honor. Honradez. Humildad. Igualdad. Integridad. Justicia. Lealtad. Libertad. Liderazgo. Madurez. Magnanimidad. Misericordia. Moderación. Obediencia. Objeción de conciencia. Objetividad. Oración. Orden. Paciencia. Paz. Perseverancia. Plan de vida. Prójimo. Prudencia. Pudor. Puntualidad. Razón. Rectitud. Reflexión. Religiosidad. Respeto. Responsabilidad. Sabiduría. Sacrificio. Sencillez. Sensatez. Serenidad. Seriedad. Sinceridad. Solidaridad. Sufrimiento. Templanza. Tolerancia. Valor. Verdad. Vergüenza. Visión. Voluntad, etc.

Del conocimiento y de la práctica, de cada una de estas virtudes y valores humanos, dependerán los criterios elegidos para decir sí o no. Ahí se demostrará la fortaleza, a la hora de tomar la decisión y la certeza para mantenerla. (Certeza es la firme adhesión, al conocimiento seguro y claro, de algo conocible y sin temor a errar. Es la columna que debe soportar las decisiones, afirmativas o negativas, que se vayan a tomar). Después hace falta practicar otras virtudes y valores humanos, para corroborar las decisiones pensadas y para mantenerse en la decisión tomada, si es que ha lugar.

La práctica de estas y otras virtudes y valores humanos, crean un sexto sentido o intuición, para determinar cuando hay que decir “sí” o “no”. La calidad de la educación que enseñan los padres, es muy difícil que sea superada, por la que los hijos, puedan aprender fuera de la familia.

No es aconsejable pasarse toda la vida diciendo “no”, a todas las cosas, criticando todo lo que se hace o se deja de hacer, y diciendo “no” a todo, sistemática e invariablemente. Hay que tener el criterio suficientemente formado, para saber elegir la razón y las circunstancias para hacerlo. Es cierto que hay muchos más “criticólogos” que “solucionlogos”, en el medio, está la virtud. Pero cuando decir “no”, es innegociable, porque el “sí”, va en contra de nuestros principios, hay que ser fuertes y tenaces criticólogos.

Aprender a decir “no”, es totalmente imprescindible y necesario. Algunas veces nos hacen propuestas o tenemos algunas intenciones u objetivos, que dado la confrontación o incompatibilidad con nuestras creencias religiosas, obligaciones familiares, alejamiento de los estudios, proyecto de vida, relaciones con los amigos, falta de tiempo, de dinero, de posibilidades reales, prioridades, cuidado de la salud, etc., nos obligan a plantear la obligatoriedad, de decir seriamente que “no”, y mantenerlo, aunque sean muchas  las presiones externas e internas, que nos intenten convencer de que digamos “si”.

Los padres tienen que entrenar y convencer a los hijos, que es más valiente e inteligente decir “no” una vez y con energía, después de haber pensado bien las ventajas e inconvenientes, que posteriormente pagar las consecuencias, de no haberlo dicho por cobardía o por ignorancia. Es preferible ponerse una vez rojo, que cien veces colorado.  El tiempo, el dinero y las energías, son limitadas y no se pueden desperdiciar por decir “sí”, cuando se debería haber dicho “no”, pues las consecuencias pueden ser ilimitadas.

Los padres tienen que enseñar a que los hijos no tengan miedo a decir “no”, cuando sea necesario. Decirlo con valentía, sin miedos personales o de aceptación. Muchos miedos, resultan que fueron en vano, pues no sucedió lo que se temía. Mucho menos miedo, si se tienen preparadas respuestas alternativas, a los hechos desagradables, que pudieran producirse por haber dicho “no”.

La experiencia está compuesta por los problemas presentados, los fracasos y los éxitos. Si esto los asociamos, con las veces que nos equivocamos al decir “sí” o “no”, aprenderemos a no tropezar nuevamente, con la misma piedra.

Decir “no”, supone un compromiso u obligación, de mantener la palabra empeñada en causas privadas, familiares o sociales.  Hay que tener la confianza y la  seguridad, de saber decir “no” y mantenerlo. Así se gana la autoestima propia y la aceptación de los demás.

Los contrariologos e inconformistas sistemáticos y casi profesionales, son los que continuamente están llevando la contraria, y diciendo “no” a todo. Pero llevar la contraria por sistema, no evita la firmeza de plantarse y decir “no”, a lo que verdaderamente consideramos, que nos puede hacer daño, a nosotros o a la sociedad.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos, a que no les de miedo a decir “no”, que sean valientes, aunque eso suponga un enfrentamiento contra la sociedad. Incluso cuando casi todos, a su alrededor, vivan más tranquilamente al creerse determinadas cosas a pie juntillas y casi nadie se las cuestione.

La objeción de conciencia, soportada con un “no”, entra en juego y dice “hasta aquí hemos llegado”, precisamente cuando la conciencia, está muy bien formada, ha estudiado bien las repercusiones religiosas, morales y sociales, y no tiene miedo a enfrentarse a las consecuencias de enfrentarse o sentirse rechazados por la sociedad, los amigos u otros familiares, aunque eso les origine muchas veces, graves problemas.

Algunos para no tener que enfrentarse con el “no”, dicen “sí” a todo, lo que empeora la vida familiar y social, pues no les permite utilizar su libre albedrio, para la buena toma de decisiones. Máxime cuando ese “sí” lo dicen por compromiso o vergüenza y sin ánimo de cumplirlo.

También están los que son, como veletas al viento, que ponen las excusas más extrañas que se hayan podido escuchar, para decir “sí” o ”no”, en las mismas situaciones o cuestiones, según el ramalazo que les de en ese momento.

Los padres deben enseñar a sus hijos a que no deben tener en cuenta, el complacer a sus amigos, con algo que no deben hacer. Tienen que oponerse con valentía y rotundamente, si lo que les proponen, va en contra de la moral y buenas costumbres enseñadas por sus padres.

Para los padres, es muy importante conocer si sus hijos son adictos al “si”,incluso ante situaciones peligrosas para ellos mismos, debido a que tienen miedo de decir “no”. Esa falta de valentía, les hará ponerse en peligro, de hacer todo lo que sus amigos le pidan, aunque nada más sea por complacerlos y no enfrentarse a ellos, con un “no”, ante las posibles malas actividades.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos, a que sepan trazar una raya en las relaciones con sus amigos, que con sus planteamientos peligrosos, siempre les estén obligando a decir “no”, para evitar que por pesadez o que, por quitárselos de encima, caigan en la tentación de aceptar sus ideas.

Saber decir con firmeza y claridad “no”, es un acto de valentía, inteligencia y cortesía y debe hacerse, cuando sea necesario, para que los demás lo comprendan, sin sentir ninguna culpabilidad, ni remordimiento posterior. No hay que evitar el choque, que pueda producirse por decir “no” y mantenerlo. Es preferible la honesta confrontación, a que por no discutir las razones del “no”, dejarse llevar por las malas intenciones de otros.

Padres, verán que orgullosos se sienten sus hijos, cuando vean y puedan decir, que han sabido mantener su “no”, por encima de las presiones, vejaciones y discriminaciones que han sufrido, por no seguir los dictados de sus amigos, de las modas o de lo políticamente correcto. Muchas veces, necesitan demostrarse a si mismo, que saben decir “no”, sobre todo cuando se dan cuenta de los problemas, en los que se han metido, por no haber sido inteligentes, fuertes y responsables consigo mismo. La primera cualidad de la personalidad, es la fuerza en demostrarla.

            Es mucho más difícil decir “no”, que decir “si”, todo depende del grado de dominio de la virtud de la voluntad. La falta de carácter, conlleva la debilidad o falta de voluntad, nunca faltan pretextos, para no cumplir con las obligaciones. Todo dependerá del entrenamiento que han dado al espíritu, para tener fuerza de voluntad y no rendirse, ni retroceder ante los retos que la vida nos presenta diariamente. 

Los padres tienen que fomentar, primeramente con el ejemplo, la práctica de la virtud de la voluntad, para acostumbrar a los hijos a decir que “no”, cuando lo tengan que decir, y a decir que “si” cuando sea necesario o conveniente. Las medias tintas en la definición de las necesarias respuestas contundentes, demuestran el conformismo y una gran falta de entrenamiento, en el ejercicio de la voluntad. 

            Saber decir “no”, es una señal de inteligencia y agudeza, que los padres tienen que enseñar a practicar a sus hijos, desde que son muy pequeños. No pueden dejar la enseñanza de decir “no”, para cuando sean mayores, pues después puede ser muy tarde y tendrán que pagar las consecuencias. El “no” y el “sí”, son breves de decir, pero piden pensar mucho.

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El último acto de Whitney Houston

Su última película constituyó durante meses un motivo de fuerza para seguir adelante, para volver a ser la de antes, lejos de las drogas y el alcohol que a la postre acabaron con su vida de forma prematura. Según su entorno, Whitney Houston estaba emocionada con «Sparkle» y su papel de madre de las tres jóvenes que formaron «The Supremes», una de las grandes sensaciones musicales en los años 60.

Ahora, el primer tráiler de la cinta, prevista para estreno en agosto en Estados Unidos, ha visto la luz, una historia que a buen seguro cobrará fuerza tras la desaparición de la cantante y por ser su vuelta a la gran pantalla 16 años después de «La mujer del predicador».

Tras la muerte de Houston en febrero de este año, ahogada en la bañera de su habitación del hotel Beverly Hilton, se especuló con la posibilidad de que el largometraje se estrenara antes de tiempo y aprovechar la atención despertada por la tragedia. Sin embargo, parece que de momento se mantendrá la fecha inicialmente prevista.

El amor de una chica le hizo cambiar

El italiano Roberto Dichiera

Blasfemaba contra Dios, vendía drogas, pero el amor de una chica le hizo cambiar… hoy es cura

También se enganchó al alcohol y las drogas. Dejó los estudios a los 13 años. Ahora se dedica a rescatar a jóvenes de las drogas y de la calle.

Actualizado 7 marzo 2012

Aci

El joven sacerdote italiano Roberto Dichiera tiene un recurso muy poderoso para suscitar conversiones. Su propia vida es un ejemplo de cómo Dios no abandona a sus hijos y aún cuando parecen perdidos en el más profundo de los abismos si responden a la voz del Señor pueden encontrar la felicidad verdadera.

Busca rescatar jóvenes atrapados por la droga

El Padre Roberto, hoy de 37 años de edad, recorre las calles de Roma buscando rescatar a jóvenes atrapados en la adicción a las drogas, un drama que él conoce de primera mano porque lo vivió por casi diez años.

En una entrevista con ACI Prensa el Padre Dichiera, contó que se alejó de la fe católica a la edad de 12 años. «Hice la Confirmación, pero por desgracia empecé a blasfemar contra la Virgen y contra Dios«, recuerda.

A los 13 años abandonó los estudios y empezó una «escalada de transgresión, de peligros, a través de frecuentar a gente mayor que yo y a través de las discotecas, el alcohol, las drogas«.

Vendedor de droga y consumidor

«Llegué a ser un vendedor de droga y consumidor, desde éxtasis a ácido –LSD–, alucinógenos, y cocaína. No tenía ningún sentido moral, ni creía lo más mínimamente en Dios, y por cerca de 9 años no me confesé. No creía en los sacerdotes, no creía en la Iglesia, no creía en el Papa, no había leído nunca la Biblia».

Me enamoré de una chica y fui a Misa

Un día, a la edad de 20 años, se enamoró de una joven católica y comenzó a a ir a Misa. «Ella me servía de ejemplo, con esta chica comencé a orar, a acercarme de nuevo a la confesión que de tantos años no hacía, y hacer la Comunión, recibir el cuerpo de Cristo».

Comenzó la transformación

En los dos años siguientes, vivió una transformación total «gracias a esta chica, y a la lectura del Evangelio -que leía a escondidas para no dar gusto a mis padres católicos-«.

En junio de 1996, descubrió en una peregrinación mariana su llamado a la vida sacerdotal «algo que jamás había pensado».

Roberto puso fin a la relación con su prometida y «con gran dificultad dejé atrás el mundo de las drogas y la transgresión. Fue un gran combate espiritual, una lucha, cuanto más me acercaba a Jesús, a la oración, a la acogida del Espíritu Santo, más sentía la tentación del maligno, de todas las propuestas que el mundo me podía hacer para permanecer siendo vendedor de droga en las discotecas», recuerda ahora.

Pertenece a «Nuevos Horizontes»

El sacerdote ahora pertenece a la comunidad católica «Nuevos Horizontes», fundada por la italiana Clara Amirante y que desarrolla un apostolado de apoyo a los jóvenes que viven en dificultad proponiendo valores como la solidaridad y la cooperación.

Un hombre sin Dios no puede ser feliz

Javier Pro de la Cruz. Ex drogadicto

Pasó de decir «mi dios eran las drogas» a «un hombre sin Dios no puede ser feliz»

De la mano de la fe, consiguió superar su adicción a la heroína. «Yo ahora estoy feliz, no tengo miedo», asegura.

Actualizado 6 enero 2012

Angeles Conde/Revista Misión

Buscaron la felicidad donde, al final del camino, solo había dolor. Aquellos que eran jóvenes a finales de los años setenta y principios de los ochenta cayeron en las redes de algo cuyos efectos secundarios entonces eran muy desconocidos. Los más afortunados perdieron solo la juventud. El resto perdió la vida. Pero Javier salió y Dios fue a su encuentro. Desde entonces, es un hombre nuevo, es un hombre feliz.

Las drogas han dejado un importante rastro de dolor en muchas familias y muchos jóvenes, especialmente la heroína, que en los años setenta y ochenta dibujó un panorama devas- tador. Primero se persiguió a quienes la consumían, ya que su consumo se asociaba de forma indirecta con la delincuencia, la inseguridad ciudadana y el sida. Superados estos prejuicios, se emprendieron medidas para tratar a quienes habían quedado atrapados en esta sustancia. Y es que según el Informe sobre heroína del Plan Nacional sobre Drogas, uno de cada cuatro personas que prueba la heroína desarrolla una adicción.

De aquel entonces no solo nos llegan tragedias, sino también historias de esperanza. Nos llegan historias de superación, de personas a las que un día alguien tendió la mano y sacó de lo pro- fundo. Como le sucedió a Javier Pro de la Cruz.

Su relato comienza en el madrileño barrio de Fuencarral: “Antes de las drogas empecé a delinquir porque era pobre. robaba para mis gastos. Para ropa, para ir a los coches de choque… desde los 15 años”. Javier perdió la cuenta de las veces que había cometido pequeños hurtos. “¿Que cómo empecé con las drogas?”, pregunta, “son los ambientes. Eso estaba entre mis amistades”.

Según el Plan Nacional sobre drogas, el problema de la heroína no ha desaparecido en nuestro país, ya que se está volviendo a consumir, en esta ocasión, acompañada de la más consumida, la cocaína. En aquellos primeros años, Javier comenzó su carrera a ninguna parte con lo más barato, esnifando pegamento. “Después vinieron los canutos y las anfetaminas hasta llegar a la heroina”. Desde los 15 hasta los 19 años asegura que solo le importaba drogarse: “Robé tantas veces que ni recuerdo porque era todos los días. Solo me importaba drogarme”. A diario como un autómata, se despertaba, iba a robar, después a comprar, consumir y prácticamente, vegetar el resto del día mientras su salud física y psíquica se deterioraba: “Muchos de entonces han muerto. La droga estaba en todas partes y nadie sabía el daño que hacía”. En aquel entonces todavía no existía el Plan Nacional Sobre Drogas, la persona con un problema de consumo de drogas seguía siendo un “drogata o un yonqui” y el que se drogaba lo hacía por vicio.

Deteriorada y debilitada su voluntad, Javier recuerda con tristeza que la droga era lo que le dominaba: “Mi dios eran las drogas. No me interesaba nada, ni una chica”. Un día de aquellos que pasaban sin más pena ni gloria, la vida de Javier cambió: “Un chico me prestó su ayuda. Le dije que necesitaba dinero porque no tenía trabajo. Cuando me quité el abrigo, vio que tenía en el bolsillo una jeringuilla. Entonces me llevó a Proyecto Hombre. Empecé a hacer terapia, una terapia que consiste en volver a ser honesto, en recuperar las virtudes”. La vida de Javier comenzaba a tomar forma: “Un día, un amigo me ofreció ir a un grupo de oración y, allí, poco a poco fui encontrando la fe. Aunque, al principio pensaba que estaban un poco chalados”.

Para aquel entonces, Javier ya sabía que la heroína le había dejado otro macabro recuerdo. En algún momento de su periplo había contraído el virus del sida. Tres pastillas y una neuropatía se lo recuerdan a diario. Le preguntamos, si ahora que no hay drogas, ha recuperado el interés por las mujeres: “rehacer mi vida es algo difícil. Dios me decía que chicas no, que no se puede hacer daño a la gente. Es una situación algo complicada porque soy cristiano pero no ciego. Pero no me enfado con Dios por no estar sano, porque Él me ha curado de mis males que eran otros. Dios me ha curado de la tristeza”.

Hemos acabado de charlar con Javier. Estamos ultimando las fotografías y se extraña de ser el protagonista para nosotros. Los primeros rayos del mediodía nos sirven para retratar a un hombre nuevo. “Pero Javier, ¿de qué te extrañas?, tú eres hoy el protagonista”, le decimos. Muy serio pero muy sereno, aparta su mirada del objetivo y con la seguridad de quien sabe que la Providencia le ha socorrido, sentencia: “No, Ángeles, el protagonista de esto, es solo Dios”.

A la cárcel por voluntad propia
Los errores cometidos volvieron en forma de orden de busca y captura para Javier. La justicia reclamaba que cumpliera por sus delitos: “La gente del grupo de oración sabía que yo tenía cuentas pendientes. Les hablé de ello y de que el juez me había puesto una orden de busca y captura. Mi vida era absolutamente normal. Pero este juez no creía en la rehabilitación. Yo no quería seguir viviendo con el miedo a que me cogieran, no quería seguir perseguido, por eso, en el año 1995 me entregué y cumplí ocho meses de cárcel”.

Pero la vida ya era diferente. Era una vida sin drogas: “Yo ahora estoy feliz, no tengo miedo. En mi oración hay días que no pido nada a Dios. Solo hago silencio. Cuando estoy sin Dios no soy feliz. Un hombre sin Dios no puede ser feliz. Es una felicidad humana, pero es una felicidad que se disipa”.

Revista Misión