Dolor. Verónica Cireneo escribe en MarcoTosatti.com que es «absolutamente intolerante a agarrar la Comunión con la mano. Cuando en la década de 1990, Juan Pablo II introdujo este abuso en Italia, ella estaba desconcertada y dolida, y estos sentimientos se hicieron cada vez más agudos a medida que se extendía esta costumbre bárbara.
Adoración. Sin saber a dónde acudir, dada la confusión prevaleciente, Verónica se acercó audazmente al Señor. Estaba en su habitación, por la tarde, en adoración ante el Crucifijo. Antes de comenzar el rezo del Santo Rosario, le rogó a Cristo que le hiciera saber su voluntad, sobre la forma correcta de recibir la Sagrada Comunión.
Una orden. En cierto momento, durante el Rosario, el silencio se impuso. Interrumpió las Avemarías y escuchó en su corazón las siguientes palabras del Crucifijo: «En la comunión, sé el primero en ir, arrodíllate en el suelo, con las manos unidas, recíbeme en la lengua, sigue yendo a diferentes iglesias, te envié a dar ejemplo». Verónica no le contó a nadie sobre esto hasta que recibió una confirmación. Sin embargo, no tenía dudas: esta era una orden.
Sacerdotes enojados. Verónica hizo lo que Cristo le dijo. Muchos sacerdotes estaban enojados Cita: «La práctica de este ejercicio piadoso me costó varias humillaciones de sacerdotes sin fe, pero la convicción de estar en la Verdad era tan grande que siempre me parecieron caricias». Un sacerdote la agredió físicamente y la empujó cuando falló en poner una hostia consagrada en sus manos.
Confirmación. Hace dos años, Verónica recibió la confirmación que había estado esperando. Recibió la copia de una página tomada del texto «Dios habla al alma» de la mística alemana Justine Klotz. Al leerlo, Verónica se dio cuenta de que las mismas palabras con respecto a la recepción correcta de la Sagrada Comunión habían sido reveladas a ambos en el mismo orden.
Vuelta. Verónica encontró un sacerdote, no exactamente un santo que, sin embargo, accedió a darle la Comunión de acuerdo con la voluntad del Señor. Desde entonces, casi todos los fieles de esa parroquia se arrodillan ante el altar y ya no agarran la Hostia con las manos. Las mujeres también usan un velo.