
«Un camino de fe es un camino de sacrificio. La vocación cristiana no nos saca de nuestro lugar, sino que nos exige abandonar todo lo que obstaculiza la voluntad de Dios. La luz que se enciende es sólo el principio; debemos seguirla, si queremos que esa luz se convierta en estrella, y luego en sol».
Los Reyes Magos tuvieron que pasar por malos caminos y dormir en lugares incómodos…, pero la estrella les mostró el camino y les indicó el sentido de sus vidas. La estrella ilumina su viaje, y les recuerda en todo momento que vale la pena pasar por cualquier incomodidad o peligro para ver a Jesús. Esto es lo importante. Los sacrificios se llevan con garbo y alegría si el fin vale la pena.
Pero cuando llegan a Jerusalén se quedan sin la luz que los guía. La estrella desaparece y están desorientados. ¿Qué hacen entonces? Preguntan al que debería saberlo: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en Oriente y hemos venido a adorarle. Debemos aprender de estos hombres sabios y santos. A veces estamos a oscuras y desorientados, en lugar de buscar la luz de la voluntad de Dios, vamos iluminando nuestra vida con la luz de nuestros propios caprichos, que quizá nos llevan por caminos más fáciles. «Muchas veces en la vida elegimos no según la voluntad de Dios, sino según nuestro gusto y nuestro capricho, según nuestra comodidad y nuestra cobardía. No estamos acostumbrados a mirar hacia arriba, hacia la estrella y, en cambio, tenemos la costumbre de alumbrarnos con nuestra propia vela, que es una luz pequeña, que es una luz oscura, que es una luz que (…) nos reduce a los límites de nuestro propio egoísmo».
Los Magos piden porque quieren seguir la luz que Dios les da, aunque les muestre caminos escarpados y difíciles. No quieren seguir su propia luz, que les llevaría por caminos aparentemente más suaves y tranquilos, pero en los que no encontrarían a Jesús. Ahora que no tienen la estrella, utilizan todos los medios a su alcance para llegar a la gruta de Belén. Porque llegar a Jesús es lo realmente importante.
Toda nuestra vida es un viaje hacia Jesús. Es un camino que recorremos a la luz de la fe. Y la fe nos llevará, cuando sea necesario, a preguntar y a dejarnos guiar, a ser dóciles. «Pero los cristianos no tenemos necesidad de preguntar a Herodes o a los sabios de la tierra. Cristo ha dado a su Iglesia la seguridad de la doctrina, la corriente de gracia de los Sacramentos; y ha dispuesto que haya personas que guíen, que conduzcan, que traigan constantemente a la memoria el camino (…).
«Permitidme un consejo: si alguna vez perdéis la claridad de la luz, recurrid siempre al buen pastor (…). Acude al sacerdote que te cuida, al que sabe exigirte una fe fuerte, una finura de alma, una verdadera fortaleza cristiana. En la Iglesia hay plena libertad para confesarse con cualquier sacerdote que tenga las licencias legítimas; pero un cristiano con una vida clara irá -¡libremente! – a aquel que conoce como el buen pastor, que puede ayudarle a levantar los ojos, para volver a ver la estrella del Señor en lo alto».
Los Magos volvieron a encontrar la estrella que les indicaba dónde estaba el Señor porque siguieron los consejos e indicaciones de quienes en aquel momento habían sido puestos por Dios para mostrarles el camino. Muchas veces la fe se concreta en la docilidad, en ese signo de humildad que es dejarse ayudar en la dirección espiritual por quien sabemos que es el buen pastor para nosotros en particular.