
La noticia traída por los Magos se extendió por Jerusalén, de puerta en puerta, de casa en casa. En muchos buenos israelitas se avivaba la esperanza del Mesías y se preguntaban si no había llegado ya. Otros, como el mismo Herodes, a pesar de tener más cultura, mejor conocimiento, recibieron la noticia de manera muy diferente, porque no estaban interiormente preparados para recibir al rey de los judíos nacido.
Jesús, el mismo Niño nacido en Belén de Judea, pasa continuamente a nuestro lado; pasa como lo hizo una vez con los Magos o atravesó la vida de Herodes. Hay dos posiciones ante el Señor: aceptarlo, y entonces todo lo nuestro es suyo; o negarlo, prescindiendo de Él, construyendo nuestra vida como si no existiera. También está la posición de luchar contra Él; esto es lo que hizo Herodes.
Nosotros, como los Magos, queremos llegar a Jesús, aunque tengamos que dejar las cosas que otros aprecian o, para seguir el camino que lleva a Belén, tengamos que sufrir algún revés.
Cada propósito que hacemos de seguir a Cristo es como una pequeña luz que se enciende. El tiempo, la perseverancia a pesar de las dificultades, el volver a empezar una y otra vez, transforman lo que empezó como algo pequeño y vacilante en una gran luz: la claridad para otros que también buscan a Cristo. «Mientras los Magos estaban en Persia, sólo vieron una estrella; pero cuando salieron de su tierra, vieron al mismo Sol de justicia».
Hoy, en la víspera de esta gran fiesta de la Epifanía, podríamos preguntarnos en la intimidad de nuestro corazón ¿Por qué a veces dejo que mi vida siga las luces oscuras de mi capricho, de mi miedo, de mi comodidad? ¿Por qué no me acerco siempre a la luz del Evangelio, donde está mi estrella y mi futuro de felicidad? ¿Por qué no doy un paso adelante y abandono mi posible situación de mediocridad espiritual? Isaías nos dice que todos los hombres están llamados a venir de lejos al encuentro del Salvador. El Señor también nos dice -quizá algunos no nos sentimos tan espiritualmente cercanos a Jesús como deberíamos- que estamos especialmente invitados en este día. Pongámonos en camino. Con la liturgia de estos días, pidamos al Señor que nos conceda esa firmeza en el camino, esa fe sólida, para alcanzar los dones que nos ha prometido.
Muy cerca de Jesús, como siempre, encontraremos a María.