
El libro, In Sinu Jesu: Cuando el corazón habla al corazón – El diario de un sacerdote en oración, contiene las locuciones interiores recibidas por un monje benedictino anónimo a partir del año 2007, y es considerado auténtico por el director espiritual del monje. Contiene un Imprimatur y un Nihil Obstat y está fuertemente respaldado por el Cardenal Raymond Burke. Estas locuciones han generado además abundantes frutos en la Iglesia, acercando a innumerables almas a Nuestro Señor en la Eucaristía e inspirando a los sacerdotes a la santidad y a la unión con Él.
En este sorprendente libro, Jesús le dice al sacerdote-monje:
2 de marzo de 2010:
Estoy a punto de santificar a mis sacerdotes con una nueva efusión del Espíritu Santo sobre ellos. Serán santificados como lo fueron Mis Apóstoles en la mañana de Pentecostés. Sus corazones se encenderán con el fuego divino de la caridad y su celo no tendrá límites. Se reunirán en torno a mi Madre Inmaculada, que les instruirá y, por su intercesión omnipotente, les obtendrá todos los carismas necesarios para preparar al mundo -este mundo dormido- para mi regreso en la gloria. Os digo esto no para alarmaros ni para asustar a nadie, sino para daros un motivo de inmensa esperanza y de pura alegría espiritual. La renovación de Mis sacerdotes será el comienzo de la renovación de Mi Iglesia, pero debe comenzar como en Pentecostés, con una efusión del Espíritu Santo sobre los hombres que he elegido para ser Mis otros en el mundo, para hacer presente Mi Sacrificio y aplicar Mi Sangre a las almas de los pobres pecadores necesitados de perdón y de curación…
El ataque a Mi sacerdocio que parece extenderse y crecer está, de hecho, en su fase final. Es un ataque satánico y diabólico contra Mi Esposa la Iglesia, un intento de destruirla atacando a los más heridos de sus ministros en sus debilidades carnales; pero Yo desharé la destrucción que han causado y haré que Mis sacerdotes y Mi Esposa la Iglesia recuperen una santidad gloriosa que confundirá a Mis enemigos y será el comienzo de una nueva era de santos, de mártires y de profetas. Esta primavera de santidad en mis sacerdotes y en mi Iglesia ha sido obtenida por la intercesión del Corazón Doloroso e Inmaculado de mi dulce Madre. Ella intercede sin cesar por sus hijos sacerdotes, y su intercesión ha obtenido una victoria sobre los poderes de las tinieblas que confundirá a los incrédulos y dará alegría a todos mis santos.
12 de noviembre de 2008:
Se acerca el día, y no está lejos, en que intervendré para mostrar Mi Rostro en un sacerdocio completamente renovado y santificado; en que intervendré para triunfar en Mi Corazón Eucarístico por el poder conquistador del amor sacrificial solamente; en que intervendré para defender a los pobres y reivindicar a los inocentes cuya sangre ha marcado a esta nación y a tantas otras como lo hizo la sangre de Abel en el principio.
Aunque sólo se incluyen extractos de los mensajes anteriores, el mensaje del 8 de enero de 2010 es especialmente poderoso, y por ello se transmite aquí en su totalidad:
Esta es la oración que quiero que digas en todas las circunstancias de la vida:
Jesús mío, sólo como Tú quieras,
cuando Tú quieras,
y de la manera que Tú quieras.
A Ti sea toda la gloria y la acción de gracias,
que gobiernas todas las cosas poderosa y dulcemente,
y que llenas la tierra con tus múltiples misericordias. Amén.
Reza de esta manera, y así me permitirás desplegar Mi gracia y manifestar Mi munificencia en todos los lugares y en todas las circunstancias de tu vida. Deseo acumular bendiciones sobre ti. Sólo te pido que Me des la libertad de actuar sobre ti, y a tu alrededor, y a través de ti, como Yo quiera.
Si más almas Me dieran esta libertad de actuar como Yo quiero, Mi Iglesia comenzaría a conocer la primavera de santidad que es Mi ardiente deseo para ella. Estas almas, por su entera sumisión a todas las disposiciones de Mi providencia, serán las que introduzcan Mi reino de paz y santidad en la tierra.
Mira a mi purísima Madre; así fue su camino y así fue su vida: nada más que mi voluntad y la voluntad de mi Padre, en completa sumisión al Espíritu Santo. Imitadla y así llevaréis también vosotros mi presencia a un mundo que me espera.
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