Jesusa García, Madre de Familia Numerosa

Jesusa nació hace 91 años en Ciempozuelos. Su padre también era natural de Ciempozuelos y su madre de Bilbao. A la familia paterna les llamaban «los del Soto», pero a ella la conocen más como la madre de los Carvajales. 

Jesusa García y su marido Pepe Carvajal

Nació y casi siempre ha vivido en la calle de San Sebastián, excepto entre los años 42 y 55. Al pertenecer su padre al bando perdedor de la guerra civil, ella y su madre dejaron a su hermano al cuidado de su familia y se fueron caminando a Madrid, instalándose en el pequeño piso de una tía, cuya familia compuesta de cinco miembros, pasó a ser de siete. 

Eran los años de posguerra, de carencias, de un Madrid destruido. Jesusa recuerda ir con sus primos a comer al Auxilio Social. Poco a poco, la madre se fue abriendo camino; como era una buena costurera, se hizo con una buena clientela. Cuando cobraba un vestido comían filetes y hacía «virguerías» con las comidas, a pesar de las carencias; dice que no pasaron hambre.

Posteriormente se fueron a vivir con unas maestras, conocidas de su madre, que la animaron para que sus hijos estudiasen. Jesusa hizo el bachillerato en el Instituto Isabel la Católica y su hermano en el de San Isidro.

Jesusa, retratada por su hijo

El bachillerato duraba siete años con muchas asignaturas. Lo más caro eran los libros, que además no se podían pasar del hermano a ella porque chicos y chicas estudiaban separados y asignaturas distintas, No obstante, asegura que fueron años felices, con buen ambiente estudiantil y constructivos. Casi todas las alumnas provenían de familias como la suya, con muchas carencias y era grande el esfuerzo para que los hijos estudiaran.

De aquellos años recuerda sus estudios, las salidas los sábados o domingos, unos años buenos, en los que, a pesar de las duras condiciones de vida, la juventud disfrutaba, era una estudiante normal, y no olvida lo que les decía un profesor: «aprendéis para olvidar, pero lo que creéis olvidado en algún momento os ayudará».

Durante estos años en Madrid, Jesusa iba mucho al pueblo los fines de semana y durante las vacaciones. Reconoce que le atraía. Y de Ciempozuelos era quien sería su marido. Le describe como un hombre de aspecto agradable, guapetón, buen mozo, deportista de prestigio (atleta, que participó en los Juegos del Mediterráneo) y mejor persona por dentro que por fuera. A su madre no le gustó mucho que acabara volviendo al pueblo.

Se casaron en 1955. Él dejó el deporte y ella los estudios, aunque su madre pretendía que estudiara taquigrafía y mecanografía. Ella sabía que su futuro sería el de ama de casa. Por entonces, los chicos y las chicas sabían que debían trabajar cuanto antes para ayudar a la familia en estos años tan difíciles.

En Ciempozuelos solo hacían carrera universitaria los hijos de los ricos y ninguna mujer

Jesusa en su casa en 2023

Desde que se casó vive en la casa de su suegra, casa grande de labor. Notó la diferencia entre el Madrid urbano y el Ciempozuelos rural. Lo más penoso era la falta de agua corriente, se traía de las fuentes públicas para el consumo y la del pozo para todo lo demás. Su suegra estaba enferma y Jesusa, aprendió a cocinar sobre la marcha, incluso hizo comidas y cenas para los segadores, que se alojaban en la casa mientras que se recogían las mieses.

Piensa que la figura de la mujer como ama de casa y madre cuidadora no estaba valorada, “tenía que ser así y punto”. Los maridos acababan el trabajo y descansaban, ellas continuaban con tareas hasta que se acostaban. 

Jesusa no cambiaría nada porque contaba con el amor de su marido.

Al repartirse la herencia a la muerte de su suegra se acabó el trabajo en el campo por lo que su marido montó una granja de pollos y gallinas en las dependencias de la casa.

Tuvieron siete hijos en nueve años, de manera que se criaron todos prácticamente a la vez. El matrimonio se lo tomó con tanta naturalidad que ella no se acuerda de su día a día con siete menores:  a pesar de tener una casa grande sin calefacción, sin agua, embarazada con uno en brazos y otro de la mano encendía el fuego de la cocina. Durante estos años de crianza estaba tan retirada del mundo que recuerda comprarse una radio y no entender las canciones. La ventaja de una casa grande es que tenía y tiene un gran patio y que en él «se han criado semisalvajes,» a lo que contribuía su marido: excursiones al campo, a la montaña….

Jesusa se ha preocupado mucho por la educación de sus hijos y no faltaban nunca al colegio. Reconoce haber pasado miedo durante su adolescencia, pero también que ella ha ido creciendo con ellos, procurando estar a su nivel, compartiendo, sin distanciarse de la sociedad, interesándose por lo que pasa. Leía y lee el periódico a diario empezando siempre por la última página. Le interesan el cine, la cultura, la literatura para poder hablar con sus hijos de ello y no tanto la política, aunque está al día. 

Su marido murió cuando su hijo menor tenía quince años. Le costó mucho asumir la situación, se encontraba sola: faltaba el padre de la casa. Dice que nunca ha vuelto a las fiestas del pueblo. Sus hijos mayores se hicieron cargo del negocio familiar, alguno dejando de estudiar. Considera que sus hijos, tanto los que tienen carrera como los que no, son cultos, creativos, lanzados y han dejado su impronta en Ciempozuelos: abrieron el bar La Calle, han tenido el restaurante Macondo. Por esto dice que ahora es conocida como la madre de los Carvajales.

En la actualidad, en viviendas en torno a su casa viven la mayoría de sus hijos. Se siente arropada por ellos, que la consideran el eje de la familia y que ha mantenido viva la memoria de su padre.

Por último, nos cuenta los cambios que ve en la vida actual respecto a la de antes. Dice que añora aquel pueblo, pero el de ahora es mejor:  lo son las casas, calles, ambulatorio, institutos. La gente joven, chicos y chicas, salen fuera, estudian, van a la universidad, trabajan, los roles entre las parejas han cambiado: por ejemplo, ha visto a una de sus nueras delante del ordenador mientras su hijo lava los platos, algo impensable tiempo atrás. También hace ver la riqueza que aportan los inmigrantes en cuanto a la convivencia, la cultura, la economía…

A sus 91años, Jesusa es una mujer vitalista, curiosa, activa, con buen carácter, alegre, mantiene intacto su cariño y su preocupación por su familia y sus amistades.  No ha perdido el interés por el mundo que le rodea: no deja de informarse, de leer, de ver películas…

Porque, como ella suele decir: «Aquí estamos (o: seguimos)»

Fuente: La Torre de Ciempozuelos

Autor: Moral y Luces

Moral y Luces

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