Se le saltaban las lágrimas cuando comulgaba en sus últimos días

Lo revela el sacerdote que le atendió 

A Alfred Hitchcock se le saltaban las lágrimas cuando comulgaba en sus últimos días 

«Había estado un tiempo alejado de la Iglesia, así que contestaba a la misa en latín», recuerda el entonces joven jesuita Mark Henninger. 

Actualizado 9 diciembre 2012 

C.L. / ReL 

12085_alfred_hitchcock_Una reciente biografía de Donald Spoto sobreAlfred Hitchcock (1899-1980) le presenta rechazando la religión en el lecho de muerte. «No es verdad. Yo estaba allí», ha sido la rápida respuesta de Mark Henninger, sacerdote profesor de Filosofía en la Universidad de Georgetown y entonces joven jesuita que atendió espiritualmente en sus últimos días al católico y londinense director de cine en su mansión de Bel Air.

Así lo ha explicado en un artículo publicado en el Wall Street Journal, donde confiesa que desde pequeño era un aficionado a la legendaria serie Alfred Hitchcock presenta y a sus «curiosas presentaciones» de los capítulos, «tan distintas a cualquier otra cosa de la televisión» (ver vídeo abajo). Se comprende entonces el choque que supuso para él entrar en la casa a principios de 1980 y encontrarse a su ídolo «en una esquina del cuarto de estar, dormitando con un pijama negro azabache».

Una oportunidad para no desaprovechar
Había ido allí a celebrar misa, invitado por otro miembro de la Compañía de Jesús, Tom Sullivan, que conocía bien al cineasta y le confesaba. El padre Henninger se quedó estupefacto ante la inesperada propuesta: «Pero, por supuesto, dije que sí», afirma traduciendo la emoción que le embargaba ante el golpe de suerte de conocer al maestro.

El padre Sullivan le despertó delicadamente, y Hitchcock besó su mano.

-Éste es Mike Henninger, un joven sacerdote de Cleveland -presentó.

-¿De Cleveland? ¡Qué vergüenza! -rugió el anciano, con su tradicional humor sarcástico.

yo-confieso-montgomery-cliftTras charlar un rato, pasaron al estudio de Hitchcock, donde les esperaba Alma, su mujer. Celebraron la misa en silencio: «Hitchcock había estado un tiempo alejado de la Iglesia, así que contestaba a la misa en latín«, recuerda Henninger.

Y hubo algo más: «Tras recibir la comunión, lloró en silencio, y vi las lágrimas caer por sus rechonchas mejillas«.

Ambos sacerdotes visitaron al genio muchas veces después, siempre los sábados por la tarde. Pero en una ocasión el padre Tom no pudo ir, y eso convirtió el encuentro con el padre Mark en muy especial para él: «Me corto un poco ante la gente famosa, así que me resultó difícil charlar con Alfred Hitchcock, pero lo hicimos amablementehasta que él dijo: ´Vamos a misa´».

El sacerdote le ofreció el brazo y caminaban despacio por su edad. Henninger se sintió en la obligación de decir algo y rompió el silencio preguntándole si había visto alguna buena película recientemente. La respuesta de Hitchcock demuestra que se concentraba para la celebración, porque dijo enfáticamente, tal vez pensando en el auge en aquella época de la ciencia-ficción: «No. Cuando yo hacía películas, eran sobre personas, no sobre robots. Los robots son aburridos. Venga, vamos a misa».

Poco después murió y se celebró el funeral en la iglesia del Buen Pastor de Beverly Hills.

El verdadero rostro de la humanidad y la religión
Henninger lamenta que los prejuicios antirreligiosos de nuestra época hayan ocultado en las últimas biogragías y biopics su faceta de católico. «¿Por qué exactamente pidió Hitchcock a Tom Sullivan que le visitase? Para nosotros no estaba claro, y quizás tampoco estaba totalmente claro para él. Pero algo se lo musitó en el corazón, y las visitas respondían a un deseo humano profundo, a una necesidad humana real. ¿Quién no tiene esas necesidades y deseos?».

Añade el jesuita que hay quien considera «un signo de debilidad» cuando las personas se acercan a la religión al ver próxima la muerte: «Pero nada centra tanto la mente como la muerte. Una antigua tradición de los primeros tiempos habla del memento mori [recuerda la muerte]. ¿Por qué? Creo que al afrontar la muerte uno considera seriamente, con mayor o menor claridad, verdades olvidadas durante años que finalmente merecen nuestra atención».

«En esa perspectiva, valorar la propia vida, compartir las heridas sufridas y causadas, y buscar la reconciliación con un Dios dispuesto y acostumbrado a perdonar, me parece profundamente humano. La extraordinaria reacción de Hitchcock al recibir la comunión fue el rostro de la humanidad real y de la religión real, lejos de los titulares y las biografías de hoy», concluye en alusión al libro que motivó su artículo.

Exigir para triunfar

Exigir para triunfar, criterio de la “madre tigre”

ACEPRENSA

Los padres más exigentes, que hacen de sus hijos auténticos trabajadores desde la más tierna infancia, son los que después consiguen universitarios responsables, seguros y llenos de energía, según Amy Chua, la autora chino-americana del libro Battle Hymn of the Tiger Mother que ha conmocionado al mundo de la educación en EE.UU. por su defensa de la vuelta a posturas autoritarias y exigentes.

En un reciente encuentro con los lectores de su libro en la Biblioteca Pública de Nueva York, Chua, que el año pasado alcanzó un notable éxito de ventas en Estados Unidos, alabó los efectos de la estricta educación de origen oriental que aplicó a sus hijas hace ya una década y aseguró que la llegada de su hija a la universidad el pasado otoño le ha mostrado que el resultado de su esfuerzo y seguimiento no ha dado lugar a “una autómata ni un robot” sino a una persona independiente, creativa y valiente.

Según recoge el diario The Wall Street Journal, la autora del polémico libro aprovechó la convocatoria para defenderse de las críticas recibidas en los últimos meses y tratar de responder a los puntos más cuestionados por los partidarios de una educación flexible. En su opinión, se han dicho muchas cosas acerca de la instrucción que propone que no son ciertas. Su finalidad no es tanto conseguir metas, resultados o buenas notas, “sino enseñar a los hijos que son capaces de hacer mucho más de lo que creen”. Chua, que acudió al encuentro acompañada de su hija mayor Sofía y de su marido –también profesor universitario-, afirmó que probablemente ahora mismo ambos son de los padres menos intervencionistas en la vida de sus hijos universitarios, porque simplemente sus hijos no lo necesitan tras haber recibido una estricta educación entre los 5 y los 12 años, época en la que se forma el carácter.

En su defensa de una mayor exigencia, Amy Chua comparó la severidad que propugna con la que practicaron los pioneros americanos, que inspiraban reciedumbre en sus hijos, y no tanto con la desarrollada por sus antepasados chinos. En cambio, ridiculizó a los ‘padres helicóptero’, que sobrevuelan constantemente a los niños, protegiéndoles de posibles amenazas, cargando sus mochilas e incapacitándolos para cualquier esfuerzo, algo que no tiene ninguna tradición ni raíces en América. Por eso opina que, al llegar a la universidad, donde los chicos por primera vez se encuentran solos, es muy fácil que los que han oído mil veces de sus padres “magnífico, eres un genio” y han sido educados con excesivos cuidados sufran un auténtico trauma en cuanto algo les salga mal.

La promotora de la exigencia en la educación recordó que hoy en día está muy extendida la tendencia a ensalzar la creatividad, “como si Steve Jobs, el padre de Apple, hubiera conseguido sus invenciones saltándose las clases, cuando en realidad, tanto él como el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, son el prototipo del trabajo esforzado y han sabido recuperarse y resistir en situaciones límite”, justo lo que persigue la educación con autoridad que Amy Chua defiende. “Nadie inventaría un iPod sin haber dedicado antes largas horas de trabajo”, señala.

El libro acaba de ser traducido al castellano con el título Madre tigre, hijos leones, del que ofrecemos una reseña.