¿Qué hacer con el deseo sexual no legítimo?

“No huye el que se retira; por que has de saber, amigo Sancho, que me he retirado, no huido; y en esto he imitado a muchos valientes, que se han guardado para tiempos mejores, y de esto están las historias llenas”. Don Quijote de la Mancha

Siempre el mismo regateo

chico-lentes— ¿Y por qué el hombre parece especialmente débil ante la tentación del sexo no legítimo? El regateo de la tentación es muy parecido en todos los ámbitos de la vida del hombre. Si una persona quiere abandonar el alcohol, pero tiene a mano la botella, y su deseo es más fuerte que su razón, sucumbirá tarde o temprano. Y eso aunque luego no tarde mucho en darse cuenta de que la tentación le ha vuelto a engañar de nuevo. Y que además le ha engañado con el mismo quiebro de siempre.

Todo hombre tiene en su interior zonas más o menos extensas de oscuridad, de confusión, de obcecación. Momentos de ofuscación que hacen posible que ejecute una acción mala atraído por los aspectos engañosamente buenos que esa acción presenta.

Quizá por eso, la mejor baza de la tentación siempre ha sido lograr que, mientras dure, el resto del mundo parezca carente de interés. Su gran logro es cortar cualquier discurso racional en contra del deseo. Por eso, en muchos casos, lo más inteligente, la forma más segura de preservar la lucidez de la mente, es, simplemente, mantenerse a cierta distancia de la tentación. Conociendo la fuerza del instinto y la resistencia de la propia voluntad, sabremos a qué podemos exponernos y a qué no.

Desarrollar buenas razones

Para hacer frente al viejo regateo de la tentación, es preciso, en primer lugar, hacer un serio esfuerzo por clarificar la inteligencia. Así se consolidarán las propias convicciones morales y serán más firmes.

— ¿Y cómo se consigue?

Por ejemplo, es importante desarrollar argumentos y razones interiores que ayuden a hacer frente a esos deseos no legítimos.

* Quizá a un chico o una chica joven le ayude pensar que, si no aprende a dominar su pasión sexual en la juventud, igual o más difícil le resultará después ser fiel en el matrimonio, con la consiguiente amenaza para la estabilidad de su futura familia.

* A otros, les convendrá entender que la obsesión por el sexo desnaturaliza el trato entre chicos y chicas, y lleva con facilidad a una relación insulsa y zafia. * O considerar que el señorío sobre la sexualidad es básico para poder amar limpiamente a quien en el futuro vaya a ser la madre o el padre de sus hijos. * O pensar quizá en que esa persona a la que está induciendo al sexo tiene una familia –unos padres, o bien un marido o una mujer, o unos hijos–, que han puesto en ella tantas ilusiones y esperanzas, y está poniendo en grave riesgo su honestidad. * O darse cuenta de que aprender a tratar con mayor consideración a la mujer o al varón aumenta la probabilidad de elegir pareja con acierto cuando llegue la hora. * O comprender que abalanzarse sobre el placer es un acto de egoísmo que se acaba pagando con el tiempo (a veces, al poco tiempo). Si se piensa serenamente, es poco sensato vivir tan pendientes del sexo. Cuando una persona no se esfuerza en dominar sus impulsos sexuales, estos tienden a invadir el espacio natural de otros intereses y proyectos mucho más decisivos en la construcción de la propia vida. Dejar que el sexo ocupe demasiado espacio en la propia vida conduce a la ansiedad y a la decepción.

—De todas formas, no es fácil mantener a raya una pasión únicamente a base de argumentos y de consideraciones de tipo intelectual.

No basta con el mero conocimiento del bien para practicarlo. Pero comprender con claridad que algo es malo ya es un paso, y un paso importante.

Estas consideraciones sobre la castidad me recuerdan lo que me contaba no hace mucho un viejo amigo mío, bien situado en la vida y con un cargo profesional importante, al que habían intentado sobornar. Le ofrecieron dinero de forma muy delicada e indirecta, como suele hacerse. No tenía que hacer nada, bastaba con que no preguntara por determinado asunto. La cantidad que le ofrecían era muy importante.

“Te puedo asegurar –me decía– que esa tentación del dinero no legítimo es muy parecida a la del sexo no legítimo. ¡Es tan fácil, tan seguro, tan apremiante, tan fascinante…! Creo que si lo superas es porque dices inmediatamente que no y pones tierra por medio. Si no, acabas cayendo. Luego quizá te intentes convencer de que es lo normal, que no pasa nada, que no hay que exagerar, que va a ser solo una vez, que lo hace todo el mundo, que no hace falta darle más vueltas…”.

Empleamos la misma voluntad para rechazar la lujuria que para rechazar una comisión ilegal, trabajar bien, sacrificarnos por los demás o decir la verdad cuando cuesta hacerlo.

Es obvio que no todo lo que nos apetece nos conviene. Me gusta tomar el sol, pero debo tomarlo con moderación para no quemarme; me gusta comer bien, pero tengo que cuidar de no engordar como una foca; no me apetece estudiar, pero si no lo hago suspenderé; tengo a veces impulsos de irascibilidad, pero no debo decir lo primero que me venga a la cabeza; siento impulsos sexuales, pero no todos ellos deben satisfacerse. Son ejemplos de deseos personales que cuando se satisfacen sin respetar lo que exige su naturaleza producen un deterioro, que luego exigirá, según los casos, un tratamiento para las quemaduras, una dieta más rigurosa, más horas de estudio, una petición de perdón y, en general, un renovado esfuerzo por recuperar el terreno perdido en la virtud correspondiente, cosa que no siempre será fácil. Un hombre fortalecido en la educación de sus impulsos será capaz de hacer justicia a la dignidad que como hombre merece.

Alfonso Aguiló.

Masturbación: menos moral y más ciencia

Un médico psiquiatra habla sobre la realidad de este hábito: no es beneficioso para el que lo sufre

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Se ruega leer sin prejuicios morales ni religiosos.

Me resulta decepcionante que empleemos dinero público (o privado) en promocionar la masturbación como una conducta sexual sana y deseable. Los pediatras, educadores y psicólogos infantiles saben que en algún momento de la maduración de la persona y de su personalidad, puede ser una conducta que esté presente de forma esporádica. Pero me atrevo a afirmar sin sonrojarme que la práctica de la masturbación como un hábito no es beneficiosa para el que la sufre.

Digo que la sufre porque es sufrimiento lo que me trasmiten las personas que acuden a mi consulta por este motivo. No son personas raras ni mucho menos, quizá tampoco están enfermas, pero seguro que tienen un problema que quieren resolver: la masturbación. No es necesario que el médico se lo diga, son ellas las que consideran que es una esclavitud, una pérdida de libertad y piden ayuda.

La mayoría quiere resolverlo porque se encuentra encadenado, porque se da cuenta de que le encierra en sí mismo, porque le dificulta la relación con su mujer y/o con otras personas, porque le genera desorden interior y desasosiego ir perdiendo autonomía y capacidad de decisión.

Algunos pensarán: “pero bueno, este médico de dónde ha salido, qué chorradas dice, eso no le pasa a nadie”. Desgraciadamente atiendo a personas con este problema todas las semanas. Afortunadamente todavía hay personas que no se avergüenzan de pedir ayuda en la búsqueda de su felicidad. Son personas geniales, para quitarse el sombrero, admirables, gente corriente con problemas corrientes como puede ser el de la masturbación.

Cuando hablo de problemas, no me refiero a las tonterías que puedes leer por ahí, que si la masturbación provoca ceguera, epilepsia, parálisis o acné. Eso son inventos, pero no son ideaciones teóricas los malos ratos que pasan aquellos que no pueden ejercer su libertad porque tiene que masturbarse sí o sí, por acumulo de excesiva tensión emocional, por impulsividad, por compulsividad, para compensar frustraciones, por problemas de hipersexualidad, por dificultades en las relaciones interpersonales, por rasgos de personalidad narcisista o evitativa, porque han recibido una educación sexual errónea, porque desarrollaron un aprendizaje conductual simplista basado en la satisfacción del placer o por inmadurez global de su persona.

Vemos por tanto que lo interesante no es tanto los problemas que genera dicha conducta, sino por qué esa persona necesita de la masturbación para equilibrar su vida o por qué no puede desarrollar una sexualidad armónica con su proyecto vital. Otros utilizan el alcohol, la droga, la comida…

Es necesaria una labor preventiva que disminuya la incidencia de estos problemas y también que los atienda cuando ya están presentes, en vez de promocionarlos o considerarlos en abstracto sin atender a cada persona integralmente de acuerdo con sus necesidades e intereses.

Podemos considerar que ya hemos pasado el pavo sexual, la crisis del 68, la revolución sexual y el destape. Es tiempo de madurar, de buscar la excelencia y ser líderes sexuales de nosotros mismos, sin anclarnos en tabúes, convencionalismos sociales, morales o religiosos, ni creernos el adolescente inmaduro que tiene derecho a todo porque es el rey del mambo.

Vivimos en una sociedad hipersexualizada en la que se promueven como normales —probablemente por ignorancia—, conductas que no lo son o que son expresión de problemas psicológicos o psiquiátricos. Algunas semanas los dominicales son auténticos tratados de psicopatología. Ejemplo: Wilma González (ex miss Playboy TV, actriz de Supervivientes) nos explica “necesito hacer el amor todos los días…”. Esto podría estar muy bien, pero la explicación no me convence del todo: “…si no, no estoy a gusto. Necesito sentirme deseada”. Una bonita explicación de un rasgo patológico de personalidad. No lo hace por propia elección, por disfrutar, por pasar un grato momento, sino por necesidad, no ya de amar, sino de valorarse a sí misma por el modo en que los demás la desean. Guay.

Estoy totalmente de acuerdo con un internauta que comentaba: “No hay nada peor que andar con miedo y estar reprimido”. Efectivamente, no favorece a la persona tener miedo a la sexualidad. Tampoco le beneficia reprimirse —decirse que no por resignación—, por los motivos que sean, y con el significado de negación. Ni tampoco sublimar sin más, en dos sentidos. En primer lugar, en el sentido de ordenarla sin vivirla por un bien mayor (moral, religioso, de salud…) y en segundo lugar, en el sentido de vivirla sin ordenarla, también por lo que consideramos un bien mayor (placer, disfrute, libertinaje). En ambos casos se degrada, se invalida y se desvaloriza a la sexualidad.

La sexualidad sana ni se sublima ni se reprime, se integra en el proyecto vital de cada uno, de acuerdo con sus criterios personales. Para poder integrarla necesitamos tener las competencias necesarias, que a mi juicio son las siguientes: conocimiento personal, orden, pro-actividad, reciedumbre, sentido de pertenencia a un grupo, laboriosidad, confianza en la propia acción, determinación, iniciativa, saber descansar, amistad, razonamiento racional y afectividad rica y abundante.

Frecuentemente los problemas en la vivencia de la sexualidad se acompañan de otras circunstancias que nos pueden servir como indicativos de las competencias que nos interesa adquirir para mantenernos en el camino de la integración.

Resumo estas circunstancias en el siguiente cuadro:

CIRCUNSTANCIAS QUE ACOMPAÑAN COMPETENCIAS
Desconcierto. Sorpresa Conocimiento personal
Desorden. Falta de horario Orden
Pereza. No hacer lo que se debe Pro-actividad. Diligencia
Ñoñería. Flojera Reciedumbre. Fortaleza
Egocentrismo. Narcisismo. Individualismo Sentido de pertenencia a un grupo
Miedo al ambiente Confianza en la propia acción
Dejarse llevar por el ambiente. Indecisión Determinación. Seguridad
Aburrimiento. Pérdida de tiempo Iniciativa
Agotamiento. Abatimiento Saber descansar
Razonamiento emocional Razonamiento racional
Sentimentalismos niñoides Afectividad rica y abundante
Pereza. Pérdida de tiempo Laboriosidad
Colegas. Amigos que se aprovechan Amistades recias

En fin, todos estos comentarios surgieron con el propósito de explicar por qué no estaba de acuerdo con la idea del consejo de la juventud de la Junta de Extremadura de promover la masturbación entre los jóvenes de su comunidad. Quizá no sean necesarias tantas argumentaciones y baste con leer un titular de la BBC para darse cuenta del absurdo: “It may have the most unemployed young people in Spain but they will be the best at masturbation.”

PorDr. Carlos Chiclana, Médico Psiquiatra. Artículo originalmente publicado por La Opción V

Planificación familiar natural

Planificación familiar natural: no es «para católicos»

Una forma de vivir la sexualidad apta para todas las culturas y conciencias

Por la doctora Ana Otte

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A. El fundamento de los métodos naturales

Todos los métodos naturales tienen como objetivo detectar el momento de la ovulación, que es cuando se libera un óvulo y es posible un embarazo si se han producido relaciones sexuales.  Estos métodos se basan en la observación de indicadores biológicos, que ocurren con naturalidad durante el ciclo menstrual de la mujer y con ellos la mujer puede saber cuando es fértil y cuando no es fértil. Si se desea un embarazo se aprovecha los días fértiles para tener relaciones sexuales, y si no se desea, la pareja se priva de relaciones sexuales en estos días (abstinencia periódica).
 
Los indicadores biológicos que hemos mencionado son: un moco específico que se produce en las criptas del cuello del útero y la temperatura corporal basal.

El moco tiene un desarrollo típico durante el ciclo, en la mayoría de los días tiene una consistencia compacta que no deja pasar a los espermatozoides y estos, al tener que permanecer en la vagina, se mueren a las pocas horas por la acidez de la vagina. Son los días al principio del ciclo hasta que empiece a cambiar el moco y se vuelve más penetrable. En esta situación la mujer es “infértil”, es decir, no puede concebir.

Solo unos días antes y alrededor de la ovulación, el moco adquiere una consistencia casi líquida, cae hacia abajo y es cuando la mujer lo puede observar en la vulva. En este moco los espermatozoides pueden nadar hacia arriba, es decir, atravesar el cuello del útero y llegar hasta la trompa donde es posible la fecundación si ha ocurrido la ovulación y se ha liberado un óvulo.

En este moco líquido los espermatozoides pueden sobrevivir varios días. La mujer se encuentra en situación de fertilidad, son los únicos días en los que es posible un embarazo. Después de la ovulación, el moco vuelve a su consistencia impenetrable para los espermatozoides, y la mujer vuelve a ser infértil.
 
La temperatura, otro indicador,  que se mide por la mañana, antes de levantarse, con un termómetro convencional en la boca, en el recto o en la vagina, también tiene unos cambios característicos durante el ciclo. Se observa un nivel de temperaturas bajas en la primera parte del ciclo, y una subida característica después de la ovulación, que se mantiene alta hasta la siguiente aparición del periodo menstrual.
 
Las observaciones respecto al  moco cervical y las medidas de la temperatura se anotan en una gráfica diseñada para  esto y se van interpretando a medida que avanza el ciclo.
 
También existen dispositivos técnicos que monitorizan e interpretan los principales indicadores de fertilidad, como puede ser el moco cervical, la temperatura o las  hormonas de la sexualidad. Tienen la ventaja de que la mujer no tiene que anotar sus signos, pero varían ampliamente en fiabilidad; más bien sirven para detectar la fase fértil cuando se busca un embarazo que para lo contrario; además exigen que la mujer tenga ciclos regulares, y no sirven durante la lactancia, la premenopausia con sus habituales irregularidades, o cuando la mujer se encuentra en tratamiento hormonal.

Sin embargo, los métodos naturales de autoobservación se pueden aplicar en todas las circunstancias: ciclos irregulares, premenopausia e incluso durante la lactancia, etc., pero tienen el inconveniente de que requieren un aprendizaje personalizado y hay que seguir una gráfica.
 
B.  Tópicos sobre inconvenientes de los métodos naturales. Sus ventajas.

Estos métodos implican una forma especial de vivir la sexualidad, por un lado están libre de fármacos, de efectos secundarios, no tienen coste y son fiables; por otro lado exigen autodominio, fuerza de voluntad para vivir la abstinencia periódica, respeto y renuncia.

En la opinión pública en ocasiones se cuestiona su fiabilidad, se dice que ya si se someten al sacrificio de varios días de abstinencia sexual, por lo menos que sean fiables; pero pensar esto tiene su origen en el desconocimiento. Nadie de los que practican estos métodos opinan esto. La eficacia de los métodos naturales depende totalmente de la disciplina de la pareja, ya que a diferencia de métodos artificiales, la posibilidad de concebir permanece intacta.

Con una motivación alta, un buen aprendizaje y una correcta aplicación de las reglas la eficacia es casi total, dado que el 100% de efectividad no se da tampoco en ningún método anticonceptivo.
 
Los detractores de los métodos argumentan que los métodos naturales no son tan naturales porque  precisamente cuando la mujer tiene el máximo deseo sexual alrededor de la ovulación es cuando se tiene que privar de él, y que en los restantes días del ciclo muchas veces carece de interés.

Alrededor de la ovulación que coincide con la máxima concentración  de los estrógenos, hormona sexual de la mujer por excelencia, se suele vivir el momento de máximo deseo sexual, aunque estudios al respecto corroboran que la mujer tiene apetencia durante todo el ciclo y que éste depende mas bien del trato afectivo que de la situación hormonal.

¿Cómo una pareja que se ama y desea la unión íntima con frecuencia, puede superar la abstinencia durante los días fértiles? Como ya se ha dicho antes,  los métodos naturales no son solo una técnica aplicando unas reglas, sino se trata de una forma de vivir la sexualidad en un consenso mutuo para evitar un embarazo en unas circunstancias determinadas.

Es obvio que trae problemas en la convivencia si uno de los dos no está de acuerdo con esta forma de regulación de nacimientos. La responsabilidad es de los dos, y también la abstinencia es asunto de los dos. El acto sexual vivido así tampoco se convierte en un acto de rutina, y cuando se realiza sin artilugios que distorsionan la fertilidad se vive de una forma más sana y profunda. La abstinencia periódica no debería ser un impedimento para el amor, al contrario, anima a la pareja a buscar otras formas de expresar el cariño que tienen un efecto positivo sobre la convivencia.
 
Además se acusa a los métodos naturales de tener que programar las relaciones y de este modo privarlas de espontaneidad. Respecto a esto se puede decir que el ser humano es libre para actuar según su voluntad y que a diferencia de los animales, no obedece a impulsos sino que los puede controlar.
 
También se insiste en la incomodidad de los registros en una gráfica, pero esto sólo afecta en los comienzos. Los usuarios con experiencia actúan con la misma habilidad que  un  conductor cuando maneja volante, frenos y embrague, casi inconscientemente.
 
Otro tópico que se achaca a los métodos naturales es que sólo son practicables entre parejas con poca actividad sexual. Sin embargo, la frecuencia de las relaciones es indiferente, tanto en usuarios de métodos artificiales como naturales. Lo que difiere es el reparto de relaciones durante el ciclo, hay abstinencia durante unos días, pero libertad plena durante el resto del ciclo. Cuando finalmente termina el tiempo de espera porque se acaba la fase fértil, el encuentro íntimo se vive más intensamente como un efecto luna de miel, como un incentivo que aumenta la atracción mutua. 
 
C. Valoración global

Los métodos artificiales destruyen temporal o definitivamente la posibilidad de concebir y pueden tener efectos secundarios a nivel físico, psíquico y afectivo, a veces graves. Con ellos el acto sexual no se vive con naturalidad y la genitalidad está distorsionada. Por eso en ningún caso la anticoncepción artificial resulta más beneficiosa para el control de los nacimientos que la libre elección de la regulación natural de la fertilidad.
 
En los métodos naturales no hay intervención técnica, mecánica, medicamentosa ni quirúrgica, solo se basa en la observación de signos naturales. No tienen efectos secundarios. La fecundidad permanece intacta siempre, la procreación es posible siempre cuando se desea. Son métodos de responsabilidad compartida. Fomentan el diálogo entre la pareja,  enriquecen la vivencia sexual, tienen un factor pedagógico en la educación del autodominio y se adaptan a toda clase de conciencias cuando por motivos éticos se rechaza la anticoncepción artificial.

En la sociedad actual hay una demanda cada vez mayor de volver en todos los ámbitos de la vida a lo natural y sano. Por eso parece ilógico que se considere la fertilidad como un mal que hay que evitar, cuando es un signo de perfecta salud.
Ver “Paternidad responsable”

¿Vale cualquier práctica sexual dentro del matrimonio?

La moral sexual católica no reprime el sexo: lo domina

Padre Henry Vargas Holguín

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Dios le dio al ser humano la esencial vocación a ser un ser de relación. Así, cuando Dios dijo, que no es bueno que el hombre esté solo (Gen 2,18) afirmó que el ser humano, aislado en su individualidad, no puede realizarse completamente.

Él se realiza sólo en la medida que existe ‘para alguien’. Y para esto Dios le dio al ser humano el don de la sexualidad. ¿Con qué fin?

La sexualidad es un regalo de Dios gracias al cual una pareja de casados experimenta no sólo la finalidad unitiva o el bien de los esposos (con la alegría, el placer y la grandeza de la íntima comunión que implica); sino que también implica la finalidad procreadora (catecismo de la Iglesia en el numero 2363).

La finalidad procreadora del matrimonio pide que la sexualidad esté siempre abierta a la vida, pero de manera responsable (esto implica los métodos de planificación natural).

Pero esto tiene sentido dentro de un contexto de fidelidad, deorden, de continencia, de disciplina.

Por tanto la finalidad procreadora de la sexualidad excluye, sin bajar a detalles pormenorizados, cualquier otro uso ilícito o inmoral de la misma; es decir, el uso lícito de la  sexualidad excluye otras prácticas sexuales que en nada tienen que ver con la transmisión de la vida.

La sexualidad hace parte intrínseca de la vocación al matrimonio, que hay que desempeñar con un amor que tiene que trascender.

La vocación matrimonial, ejerciendo una sexualidad sana, correcta y normal, es una vía recta hacia la santidad de los esposos.

Y aquí recordemos el respeto por el cuerpo, pues éste debe ser templo del Espíritu Santo, como dice san Pablo.

Cada pareja se pregunte: ¿Con sus actos sexuales se va en esa dirección?O por el contrario, ¿sus actos sexuales rayan en la vulgaridad, en la indecencia o la deshonestidad como consecuencia de una falsa concepción del amor o de la libertad? 

La respuesta la tendrá cada pareja escuchando la voz de laconciencia; claro, si la conciencia está bien formada.

Si la pareja de esposos se relaciona sexualmente de forma indebida y deshonesta se debería confesar sin dar muchos detalles.

Es cierto que las acciones humanas tienen que tener como base la libertad, pero el ser humano de hoy ha hecho de la libertad, que sólo es un instrumento, un fin de sí misma; y, de este modo, está experimentando lo que ya se sabe: que la libertad no libera, libera la verdad.

Hay quienes en nombre de una idea equivocada del amor y de la libertad o por la deformación del juicio de la conciencia quieren eliminar cuanta norma ética o moral haya que regule la sexualidad para satisfacerse sexualmente o para dar rienda suelta a sus instintos.

Para este tipo de personas serviría mucho una imagen, pues una imagen vale más que mil palabras. Imaginémonos  un barril de vino sin sus respectivos anillos de hierro; ¿qué pasaría?

Pues notaríamos que el barril perdería el vino por todas las rendijas. Podríamos titular la imagen precedente con la frase: ‘lo que se pierde por la libertad’.

Por tanto la sexualidad será ejercitada lícitamente dentro del contexto del matrimonio pero con respeto, con dignidad, con madurez humana, con decencia, con normas.

La sexualidad es una cosa muy seria; no es para banalizarla, ni para jugar con ella, ni para tergiversarla, ni ocasión para instrumentalizar a la otra persona, ni será nunca un pasatiempo.

La sexualidad procura un placer, pero este placer no debe ser conseguido a cualquier precio.

Y el placer que Dios ofrece como aliciente al cumplimiento honesto y correcto del fundamental deber conyugal, es lícito y bueno, y está santificado por Jesucristo, que dignificó el matrimonio al elevarlo como sacramento.

Es decir, el placer es bueno cuando lo experimentamos dentro del fin para el cual Dios quiso al ser humano sexuado; pero es malo, deshonesto, inmoral cuando, por buscarlo, nos apartamos de la voluntad de Dios.

Mientras no haya pecado, los esposos no deben considerar los actos de su vida matrimonial como un obstáculo para recibir la Sagrada Comunión.

Recordemos que el goce desordenado del placer sexual se llama lujuria y éste es un pecado capital, y si es capital es un pecado que genera otros más o menos graves.

Hoy en día los medios de comunicación presentan con frecuencia ciertos comportamientos sexuales como normales en el sentido de no patológicos; pero esto no significa que sean morales o conformes a los principios de la Iglesia.

Reducir el amor a sensaciones placenteras es degradarlo, pues el amor tiene una vertiente espiritual que es superior a todas las técnicas de manipulación de los órganos.

La genitalidad es uno de los aspectos de la sexualidad de la pareja, pero ni es el más importante ni es el más urgente, ni es el de mayor peso, ni es el más prioritario.

El amor es mucho más. Lo demuestran los abuelos que, sin ejercer la sexualidad, se siguen amando; es más, es un amor cada vez más puro, sublimado, más real o auténtico.

Lastimosamente hoy hay quienes, incluso dentro de los hijos de Dios, llaman madura, progresista y civilizada a la persona que, para ejercer la sexualidad, rompe moldes morales según le apetece.

Yo creo que es mucho más civilizada y madura la persona que tiene dominio propio, y sabe comportarse dentro de una rectitud moral.

Si se ejerce la sexualidad se tiene que hacer lejos de toda mentalidad erotizada; mentalidad que hace suponer que el ejercicio del sexo es la mayor felicidad del mundo y después resulta que no es así; pues las sensaciones carnales son efímeras, pobres, superficiales y dan menos que la felicidad espiritual.

Además dicen los sexólogos que la actividad sexual no es lo más importante en la vida de pareja.

Hay sexólogos que cifran todo el éxito de la pareja en que el sexo ‘funcione’ bien; lastimosamente tienen una visión de la pareja unidimensional. Reducen todo el amor a la mecánica de la genitalidad.

El ser humano es mucho más que un animal ávido de sensaciones. El ser humano puede amar, puede comunicar ideales e ideas, puede sentir una armonía espiritual; y todo esto le lleva a una plenitud gratificante. La felicidad humana es mucho más que un simple placer sensitivo.

El sexo se ha convertido en un bien de consumo aun dentro del matrimonio, y muchas veces se vive el sexo sin amor. ¿El resultado? Un hastío que desemboca en un vacío interior.

La sociedad y los miembros de la Iglesia deben hacer un esfuerzo por devolverle a la sexualidad el puesto que merece por el valor que tiene, pero parece una tarea imposible, pues la gente va a la cacería de experiencias diferentes, de mayores y nuevas sensaciones que van más allá de la racionalidad.

Sin ánimo de ofender a nadie, los animales irracionales, en el uso de los órganos sexuales, dan ejemplo al ser humano.

Fácilmente se llega a las aberraciones más indignantes, a abusos y perversiones sexuales. Esta sociedad erotizada está convirtiendo a muchos en auténticos maniacos sexuales, hambrientos de toda clase de anormalidades. A veces se llega incluso, dentro del matrimonio, a buscar el placer con agresividad.

La sociedad de hoy parece inculcar y promover unos lemas: ‘Viva la liberación de tabúes; afuera los escrúpulos anticuados’. Bajo estos lemas vamos hacia un pansexualismo degradante.

Se está produciendo, a escala mundial, una desconcertante exaltación del sexo, del nudismo, de la obscenidad que lo invade todo, dando origen una triste quiebra de la moral pública  y privada.

Pero cuidado que la moral sexual católica no reprime el sexo, lo domina, que no es lo mismo. Reprimir tiene un sentido peyorativo; dominar, no. El sexo hay que dominarlo.

En la vida no podemos hacer todo lo que nos apetece; el apetito no es la suprema norma de conducta. Se hace lo que hay que hacer a través del correcto, sano y lógico uso de los órganos sexuales, y cuando hay que hacerlo.

Al instinto sexual le apetecen muchas cosas que no podemos ni debemos hacer. El apetito hay que subordinarlo a un orden superior.

Pero tampoco se trata de poner al apetito sexual una camisa de fuerza, sino de encauzar el apetito sexual para que cumpla la finalidad querida por Dios. Las cosas encauzadas son útiles, desbordadas son catastróficas.

El instinto sexual desbordado en prácticas sexuales extrañas esclaviza al ser humano, lo animaliza y lo lleva a las perversiones sexuales más monstruosas y degradantes.

La moral sexual católica también busca liberar a la mujer de la instrumentalización  del hombre y la dignifica, exigiendo para ella el máximo respeto.

Sentido de la sexualidad

sofisticadaHay personas que están en condición lúcida; sin embargo, otras, están en una situación descompuesta: no saben quiénes son,  de dónde vienen ni a dónde van. Las cosas y, entre ellas la sexualidad, tienen la capacidad de ser interpretadas desde diversos puntos de vista. Lo importante es encontrar su significado original. La sexualidad es un océano, es un tema largo y complejo que afecta a nuestro modo de ser más profundo. ¿Para qué debo entender el significado de la sexualidad:

  • Para prevenir posibles daños
  • Para desconcertarse menos
  • para luchar de una manera más lúcida.

La bondad es consecuencia de nuestros actos y de nuestras ideas. Yo no soy mis ideas sino mis actos.

Varón y mujer son referentes. Un referente es un tipo de identidad que lo es en relación a otro; es decir, que no termina en sí mismo. Debe de haber dos modos de ser humano -mujer y varón- para que nuestra propia naturaleza sea ocasión de diálogo.

Se puede tener una interpretación dualista y equivocada del ser humano, en el que se le considera formado por cuerpo y alma, considerando que no tienen nada que ver ya que se les ve como dos realidades distintas. La interpretación monistaconsidera al ser humano como uno. Es una persona corpórea o un cuerpo personal que puede tener un monólogo y puede, asimismo, comunicarse con otros.

Hay una percepción de que yo soy yo, y de que sólo yo soy yo. Pero también hay la percepción de un tú posible, de una compañía adecuada. Mi cuerpo tiene la capacidad de expresar compañía. La principal palabra humana es el cuerpo. Si una muchacha engancha por sus piernas, allí se va a quedar el novio. Allí la persona no es percibida. Luego saldrá el ser real.

La biografía real de una persona son sus valores. “Cada uno se transforma en lo que hace”. Si un hombre asesina, y no reconoce que hizo una mala acción, y sigue asesinando, se convierte en un asesino. Ser hijo de Dios no se alcanza por nacimiento, sino que se llega a ser progresivamente con la profundización en la fe, con la escucha prolongada de la palabra de Dios, con su interiorización (es el ejemplo de la semilla en la buena tierra: como en la parábola del sembrador), con la oración y la práctica de las virtudes cristianas.

Hay personas que están en condición lúcida; sin embargo, otras, están en una situación descompuesta: no saben quiénes son,  de dónde vienen ni a dónde van.

Las cosas y, entre ellas la sexualidad, tienen la capacidad de ser interpretadas desde diversos puntos de vista. Lo importante es encontrar su significado original. La sexualidad es un océano, es un tema largo y complejo que afecta a nuestro modo de ser más profundo.

¿Para qué debo entender el significado de la sexualidad:

  • Para prevenir posibles daños..
  • Para desconcertarse menos
  • para luchar de una manera más lúcida.

La bondad es consecuencia de nuestros actos y de nuestras ideas. Yo no soy mis ideas sino mis actos.

Varón y mujer son referentes. Un referente es un tipo de identidad que lo es en relación a otro; es decir, que no termina en sí mismo. Debe de haber dos modos de ser humano -mujer y varón- para que nuestra propia naturaleza sea ocasión de diálogo.

Se puede tener una interpretación dualista y equivocada del ser humano, en el que se le considera formado por cuerpo y alma, considerando que no tienen nada que ver ya que se les ve como dos realidades distintas. La interpretación monistaconsidera al ser humano como uno. Es una persona corpórea o un cuerpo personal que puede tener un monólogo y puede, asimismo, comunicarse con otros.

Hay una percepción de que yo soy yo, y de que sólo yo soy yo. Pero también hay la percepción de un tú posible, de una compañía adecuada. Mi cuerpo tiene la capacidad de expresar compañía. La principal palabra humana es el cuerpo. Si una muchacha engancha por sus piernas, allí se va a quedar el novio. Allí la persona no es percibida. Luego saldrá el ser real.

La biografía real de una persona son sus valores. “Cada uno se transforma en lo que hace”. Si un hombre asesina, y no reconoce que hizo una mala acción, y sigue asesinando, se convierte en un asesino. Ser hijo de Dios no se alcanza por nacimiento, sino que se llega a ser progresivamente con la profundización en la fe, con la escucha prolongada de la palabra de Dios, con su interiorización (es el ejemplo de la semilla en la buena tierra: como en la parábola del sembrador), con la oración y la práctica de las virtudes cristianas.

El matrimonio en tiempos de impureza

Actualizado 28 agosto 2010

Guillermo Urbizu

El matrimonio está sufriendo una campaña tremenda de trivialización y chanza. Todo vale. Se boicotea el buen gusto, el sentido común y el derecho. Y el matrimonio queda reducido al sexo y a los caprichos de turno. No existe pudor alguno en exhibir la pornografía, la infidelidad o la masturbación -entre otras cosas- como el colmo de la relación de pareja. Lo más íntimo se degrada a conciencia, y la raíz contractual y sagrada del matrimonio queda reducida a la caricatura de un vulgar kamasutra.

Estamos en la dictadura del placer, del hedonismo más brutal y despiadado. La fornicación como destino y cotilleo, como paraíso y mito. Y se nos presenta de mil modos la impureza como natural condición del hombre. Porque es lo moderno, y la desinhibición nos hará libres. ¡Cuánta pamplina y negocio! ¡Cuánta infernal amargura! ¡Cuánto interés en desterrar a Dios de las almas! Señores míos, vivimos entre los escombros de una sociedad enemiga del compromiso conyugal, de la lealtad, de la generosidad del amor en la procreación de nuevas vidas.

El acoso al matrimonio -no a las coyundas eventuales- viene de largo. Las políticas gubernamentales en familia y educación son cada vez más permisivas con lo raro (por decirlo suavemente) e insustancial. Si hay votos por detrás y de paso se puede meter un par de dedos -o el puño entero- en algún ojo de la Iglesia, pues adelante. Está muy bien visto. ¡Qué carcajadas a costa de los católicos y de nuestras creencias! Es para partirse de la risa.

Pero nos estamos jugando la felicidad. Todos. Creyentes y no creyentes. Y el futuro de nuestra sociedad. Y la paz de las familias y de nuestra patria y de otros países. Ya se está viendo. Por el camino del escándalo y de llamar matrimonio a lo que no lo es, lo único que se consigue es ir difuminando el verdadero amor entre un hombre y una mujer en un calculada ambigüedad donde primará el egoísmo, llegando muy pronto a la ruptura, y quizá a la violencia.

El amor conyugal nace de un pensar en el otro, de un enamoramiento que logra que nuestra felicidad pase por la felicidad de la otra persona. El amor conyugal es la intimidad más depurada, buscando siempre el bien y la virtud del cónyuge. Sin embargo, el olvido de Dios ha conseguido que el amor sea el más perfecto reflejo de nuestra sociedad escéptica y lasciva. El amor matrimonial cuando deja de ser la promesa de una vida en plenitud de confianza y pureza, pierde su identidad más propia, pierde su alegría y su belleza.

Los matrimonios cristianos, ante la avalancha de improperios mediáticos, mentiras supuestamente “éticas”, manipulación lingüística y dislates legislativos, debemos reaccionar con santidad. Pero conscientes de que la santidad es posible y que por eso mismo no se amilana y deprime. Debemos creer en el amor. Entonces -aunque no lo digan- no serán pocos los que nos miren con envidia. Porque verán la felicidad en nuestros ojos y la coherencia en nuestros actos.