octubre 9, 2016 por beckyreynaud
Si nos vamos al principio de la polémica actual llegamos a una pregunta: ¿Para qué estamos en la tierra? La respuesta de muchos conocida es: Para conocer, amar y servir a Dios y esta vida y ser felices en la otra, por toda la eternidad. Otros dirán: “Estoy en la vida para divertirme”. ¿Y si llega una situación límite, qué? Habría que preguntar. La verdad es que hay que contar con el dolor, el sufrimiento, porque tarde o temprano, llega.
Nuestra época glorifica el cuerpo y sus placeres, exalta la libertad sexual, pero piensa que todo esto tiene que ver más con la esfera de la biología que con la psicología. Desde el momento que se considera a la sexualidad como un fenómenos puramente biológico, deja de tener sentido una moral sexual.
Edith Stein advierte: Una persona educada es aquella a la que le sabe bien lo bueno y le sabe mal, lo malo.
Muchos jóvenes actuales se preguntan: ¿Por qué no tener relaciones sexuales fuera del matrimonio? Porque Dios no lo quiere. El sexto mandamiento dice: “No cometerás actos impuros”. ¿Cuál es el mayor deseo del hombre? Es ver a Dios. Y Jesús dijo: “Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios”. “El que ve a Dios obtiene todos los bienes que se pueden concebir” (San Gregorio de Nisa).
El noveno mandamiento exige vencer la concupiscencia carnal en los pensamientos y en los deseos. Esta lucha supone la práctica de la templanza. Todas las épocas han pedido templanza en la educación de los niños y de los jóvenes; pero ahora se nos quiere educar en la destemplanza y por eso vemos tantos males, robos y excesos de todo tipo.
Si se quieren menos nacimientos, basta con evitar la unión libre y el amasiato. Además, el sexo fuera del matrimonio se asocia a la violencia y a otras formas de abuso.
Las cifras oficiales dicen que entre el 23% y el 27% de los adolescentes han tenido relaciones sexuales en México. Eso quiere decir que tenemos un 70% de adolescentes que viven la abstinencia y un 30% al que hay que enseñarles los grandes beneficios de la abstinencia sexual: se evitan las enfermedades de transmisión sexual, el embarazo no deseado, herir a la pareja, y, sobre todo, son más felices así. Los jóvenes entienden muy bien los mensajes de abstinencia si se les saben explicar. Lo normal es que la gente soltera no tenga relaciones sexuales. El problema está en que algunos textos de Biología de Primaria y Secundaria los impulsan a los adolescentes a experimentar con su sexualidad.
Toda la Historia muestra que al ser humano lo han educado en la templanza, y ahora se nos quiere “educar” en la destemplanza porque ella quebranta voluntades. Las personas, sobre todo la gente joven, no quiere límites. Hay que saber que es sensato y sano tener límite en todo.
La templanza es la virtud más “personal” entre las cuatro virtudes cardinales. Es moderación en cualquier actividad. La templanza no es rechazar el objeto deleitable sino usarlo de acuerdo con la razón. Es una virtud que enriquece habitualmente a la voluntad y la inclina a refrenar los apetitos sensitivos hacia los bienes deleitables contrarios a la razón. La templanza modela nuestro comportamiento hasta conseguir un correcto equilibrio de inteligencia y pasión. Dos son las tendencias que arrastran al hombre a los bienes deleitables:
- el placer de comer, y
- el placer sexual
Estas tendencias no son malas en cuanto logran sus bienes deleitables dentro del orden racional. El desorden en este terreno consiste en el uso de los goces de tales inclinaciones contra los fines naturales, o en el uso de los mismos con exceso. Además, nuestras obras nos siguen y quedan en nuestra alma moldeándola. De cómo se entienda la templanza, dependerá la postura que se adopte respecto de la creación y del mundo exterior.
Dentro de la templanza entra la valoración positiva de lo sexual. “Cuanto más importante es una cosa, tanto más ha de seguirse en ella el orden de la razón”, dice Santo Tomás. Precisamente por ser la tendencia sexual un bien tan elevado, necesita la defensa por medio del orden de la razón. La lujuria destruye de una manera especial la fidelidad del hombre a sí mismo y ese permanecer en el propio ser. Por ella, el hombre se insensibiliza para percibir la totalidad de lo que realmente es. La obsesión de gozar la impide acercarse a la realidad. Santo Tomás pone el ejemplo de un león que al aparecer un ciervo no es capaz de ver en él más que su carácter de presa. En un corazón lujurioso pasa lo mismo. La lujuria no se entrega, se doblega, quebranta la voluntad. Va mirando la ganancia, corre tras la caza del placer. La esencia de la lujuria es el egoísmo.
La castidad en cuanto templanza y la lujuria en cuanto destemplanza quieren decir que la una o la otra se han instalado en el ser humano como una segunda naturaleza, dando lugar así a una postura habitual. En cambio, la castidad como continencia y la lujuria como incontinencia, expresan una situación pasajera.
La lujuria impide que el espíritu se impregne de la verdad. Pero además destruye el verdadero goce sensible de lo que es sensiblemente bello. El cristianismo jamás excluyó el placer sensible de lo moralmente bueno. El hombre está llamado a disfrutar de las sensaciones específicas que cada objeto está llamado a producir. Sólo percibe la belleza del mundo quien lo contempla con mirada limpia.
La moderación y la castidad no son la perfección del hombre, pero crean los presupuestos para la realización del bien. Por eso el profesor Biffi decía: “La ascética es el itinerario para la construcción del hombre”.
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