Jim Caviezel revela cómo la Virgen le ayudó para interpretar a San Lucas, el evangelista del Magnificat

A la izquierda James Faulkner (San Pablo) y a la derecha Jim Caviezel (San Lucas)

El próximo 23 de marzo llega el esperado estreno de la película Pablo, Apóstol de Cristo, que tratará sobre la reclusión de San Pablo en Roma, donde San Lucas arriesga su vida para atender al apóstol de los gentiles.

Precisamente, el evangelista y autor también de los Hechos de los Apóstoles es interpretado por el actor Jim Caviezel, conocido mundialmente por representar a Jesús en La Pasión de Cristo de Mel Gibson.

El Rosario, arma para interpretar a San Lucas

Caviezel es un ferviente católico que incluso ha arriesgado su carrera en Hollywood por su fe. A la hora de rodar la película sobre San Pablo confiesa que la Virgen María ha jugado un papel importante en él. Concretamente el rezo del Rosario.

Rezar a la Virgen ha sido de gran ayuda para preparar su papel. En declaraciones a Catholic News Agency, Caviezel asegura que el evangelista San Lucas “menciona a la Virgen María más que cualquier otro escritor” y por eso decidió acudir al Rosario “para enfocarme, para orar”.

El próximo 23 de marzo llega el esperado estreno de la película Pablo, Apóstol de Cristo, que tratará sobre la reclusión de San Pablo en Roma, donde San Lucas arriesga su vida para atender al apóstol de los gentiles.

Precisamente, el evangelista y autor también de los Hechos de los Apóstoles es interpretado por el actor Jim Caviezel, conocido mundialmente por representar a Jesús en La Pasión de Cristo de Mel Gibson.

El Rosario, arma para interpretar a San Lucas

Caviezel es un ferviente católico que incluso ha arriesgado su carrera en Hollywood por su fe. A la hora de rodar la película sobre San Pablo confiesa que la Virgen María ha jugado un papel importante en él. Concretamente el rezo del Rosario.

Rezar a la Virgen ha sido de gran ayuda para preparar su papel. En declaraciones a Catholic News Agency, Caviezel asegura que el evangelista San Lucas “menciona a la Virgen María más que cualquier otro escritor” y por eso decidió acudir al Rosario “para enfocarme, para orar”.

San Lucas acompañó a San Pablo al final de su vida y en Roma ayudó a los cristianos perseguidos y al propio Pablo, preso. Sobre el apóstol, el actor asegura que le impresionó en esta etapa final de su vida porque “es un anciano golpeado que está en la cárcel a la espera de su ejecución”.  “¿Cómo puede este hombre ser una luz para el mundo?”, se pregunta.

Sin embargo, añade el actor estadounidense, “a menudo es a través de nuestras luchas, pruebas y tragedias como llega el triunfo”.

El amor cambia a la persona

La película gira alrededor de dos conceptos, conversión y perdón. Sobre este último, explica,  que “la gran controversia de este film es perdonar a toda costa y eso no significa debilidad ni aceptación del mal. Significa encontrarse con el mal cara a cara, eso es lo difícil”.

Revela que “algunos de los diálogos más poderosos se centran en lo que es la verdadera valentía. La valentía es un amor ardiente. El amor crea un cambio al encender una pasión en cada uno de nosotros”.

Por otro lado confesó que va a misa todos los días y que “la Eucaristía es Cristo en mí. Todo lo que hago siempre es con la ayuda del cielo. Eso dirige mi camino. Me guía. Es de donde obtuve mi talento. Lo que le devuelvo a Dios por lo que me ha dado… Él simplemente lo multiplica y lo bendice de una manera que nunca creí posible”.

Ya se encomendó a María en La Pasión

No es la primera vez que Jim Caviezel encuentra ayuda en la Virgen para interpretar sus papeles. Ya le ocurrió con La Pasión de Cristo. Contaba la importancia de la oración durante el rodaje y en él María y Juan Pablo II fueron una ayuda.

Caviezel, interpretando a Cristo, junto a Mel Gibson durante La Pasión

“Cuando interpreté a Jesús, recé mucho. Le pedí a Dios que me mostrara cómo podía presentar a Jesús de la manera más precisa, cómo hacer que los espectadores se sintieran más cerca de él. Ha sido un viaje interior que no ha terminado todavía. Mientras trabajaba en La Pasión de Cristo, Mel se reservó el derecho a dejar de filmar en cualquier momento. Necesitaba estar 100% listo en un sentido espiritual. Esta historia sólo se podía contar con una entrega absoluta. Totus tuus. Yo no habría podido terminar este proyecto tampoco si no fuera por la Virgen María”.

Caviezel confiesa que vive inspirado por  el “Totus Tuss” (“Todo tuyo”), el lema mariano del pontificado de San Juan Pablo II. “Esta es la esencia de mi fe. Mi relación con Jesús es gracias a Ella. Me trajo a Jesús”.

Y es en este punto donde se mezcla para él la Virgen María y el santo polaco como partes esenciales de la fe católica que profesa en la actualidad. “Un amigo mío evangélico me preguntó una vez por qué no llegué directamente a Jesús. Creo que es una buena pregunta. En aquel entonces no sabía cómo responderle. Sin embargo, mirando a Juan Pablo II, encontré la respuesta. Es por eso que Polonia, como ningún otro país, está estrechamente vinculado a Jesús. Oriente y Occidente juntos. El Diablo lo odia, aunque ya ha perdido. Jesús y María ya lo han aplastado. Un solo hombre polaco aplastó el comunismo. ¿Cómo logró esto Juan Pablo II? Con amor.

 

Se enganchó a una parroquia acogedora y todo cambió

En la iglesia de San Pablo, Gefate Norte

Pedro Ruiz dormía en un coche… pero se enganchó a una parroquia acogedora y todo cambió 

«Era tan poca cosa que la gente ni me miraba, ya no existía». En la parroquia no le dieron solo ayuda material, sino fraternidad, comunidad, trato humano y con Dios. 

Actualizado 3 octubre 2012 

J. de Aldecoa / ReL 

Pedro Ruiz pasó de vivir en su coche y de no creer en nada ni esperar nada de nadie, a sentirse útil, feliz y querido, gracias a los voluntarios de una parroquia de Getafe, diócesis adyacente a Madrid.

Pedro Ruiz había pasado, tiempo atrás, muchos años en la Adoración Nocturna de Móstoles, pero ahora su vida se había desmantelado. 

Deambulando por las calles
No tenía casa y dormía en un coche a escasos metros de la parroquia de San Pablo de Getafe Norte. Pasaba los días deambulando sin sentido por las calles. “Mi vida estaba en un punto tan desilusionado y fuera de toda perspectiva que no creía en nada ni esperaba nada de nadie”, reconoce Pedro.

Todo cambió cuando pasó por delante de la parroquia y leyó un cartel en el que se anunciaba que el Santísimo estaba expuesto. Su pasado de adorador nocturno volvió a su memoria y se decidió a entrar. 

Pepe, un parroquiano, le salió al encuentro, se fijó en él. “Era tan poca cosa que la gente ni me miraba, ya no existía”, por eso le sorprendió que alguien le hablara, que le preguntara donde vivía, que se interesara por él.

Ducha el miércoles, comida el sábado
Pepe “me citó para el día siguiente, me duché y me afeité en la parroquia, me dio algunos alimentos y me invitó a que pasara todos los miércoles a ducharme y asearme, y el sábado, a una comida de caridad que daba en la parroquia”, relata Pedro en Padre de Todos, la revista mensual de la diócesis de Getafe.

En la parroquia, la gente empezó a acercarse a él, le empezó a tratar de forma afectuosa, sin hacer ninguna pregunta. “¡Cómo hay una persona que se interese por mí!”. 

Pedro empezó a hacerse preguntas: “¿Por qué estas gentes de la parroquia me trataban con tanto afecto si no me habían visto en su vida?, ¿qué veían en mí? ¡Si yo era insignificante! No era nada ni nadie. ¿Qué les hacía actuar de esa forma? ¿sería verdad que Dios existía, que a través de estas personas quería tenderme su mano? […] Yo no tenía nada que ofrecerles, luego no era el interés material lo que les movía. Tendría que ser algo más profundo y espiritual”, pensó. 

De recibir, a dar
Después recibió la ayuda de dos trabajadoras sociales y su vida se fue encauzando más.

Empezaron a invitar a Pedro a las reuniones de la parroquia, a las excursiones, a los encuentros, a la Escuela de Cristianismo. Encontrar a Pepe le cambió la vida, pero recibir afecto y ayuda no bastaba. “¿Por qué no hago yo algo así y dedico mi tiempo (que es lo que tengo) a ayudar a los demás?”, pensó Pedro. 

La asistencia diaria a la Eucaristía y a la comunión empezó a transformarle por dentro. Cada vez lo veía más claro.

La parroquia y sus gentes me han enganchado. Ellos dan sentido a mi vida. Esta ya no es un vagar por las calles y parques sin rumbo ni dirección. Ellos me dan alguna ocupación con la que me entretengo, ocupo mi tiempo libre y al mismo tiempo me siento útil”, relata Pedro.

Transformado por el afecto
Hoy Pedro Ruiz reconoce su transformación, se siente prueba palpable de la eficacia de la gente de la parroquia “por haberme guiado a reintegrarme a la sociedad, sacándome de las sombras de la desilusión, la desesperanza y el despego por la vida vacía que llevaba”.

Termina Pedro afirmando que “los excluidos sociales valoramos mucho más un gesto afectivo que una ayuda de alimentos, o dinero. Gracias amigos por ser los artífices de mi resurrección. Que Dios os bendiga y cuide de vuestras familias”.

Conversiones tumbativas y conversiones evolutivas

Recibió la Primera Comunión esta Pascua

Un fallo renal, un hermano que se convierte, la burla de un pastor… y Vivien se hizo católica

Hay conversiones tumbativas y conversiones evolutivas: esta joven de Minnesota necesitó tiempo y mucha reflexión para dar el paso.

Actualizado 27 mayo 2012

C.L. / ReL

Los caminos de Dios son inescrutables. En unos casos, como el de San Pablo, la llamada tira del caballo a su destinatario. En otros el recorrido es mucho más sutil.

El camino de una joven enfermera

Así sucedió con Vivien Betland, estudiante de enfermería en la Universidad de Minnesota, que acaba de incorporarse a la Iglesia católica esta última Pascua, cuando fue bautizada bajo condición (es de origen baptista) y confirmada, e hizo la Primera Comunión.

En su blog, que ilustra una imagen de Santa Gianna Beretta Molla (1922-1962), ha contado el proceso que le llevó hasta ese punto.

Creció en una familia poco religiosa. Tenían Biblias, pero nunca la leían. Celebraban la Navidad y la Pascua, pero más por las vacaciones que por su significación religiosa, y nunca iban a la iglesia, salvo que su hermano menor cantase en el coro. «No diría que era atea, y mis padres sin duda no lo eran, pero no compartieron su fe conmigo ni me enseñaron nada sobre Dios. Había oído hablar de Jesús y sabía que había muerto en la cruz, pero realmente no entendía por qué ni tenía ni idea de la importancia de ese hecho. Mi madre había crecido como baptista, así que de esa forma me identificaba yo cuando me preguntaban», recuerda en cuanto al aspecto espiritual de una infancia que fue feliz y con sus padres volcados con sus hijos.

Primera aproximación

La primera señal le vino cuando, durante la enseñanza secundaria en el colegio, en poco tiempo murió su única abuela viva y a su madre le diagnosticaron un fallo renal grave. La adaptación de su dieta provocaba continuas discusiones y la pérdida de energías que empezó a padecer cambiaron la vida en el hogar. La familia empezó a tener deudas como resultado de la situación y su padre estaba cada vez más estresado en casa, hasta que descubrieron que estaban en bancarrota.

Todas estas dificultades las pasaron sin referencia alguna a Dios ni pedirle ayuda. El carácter de Vivien comenzó a retraerse: «Me sentía sin nadie con quien hablar, muy sola. Ni siquiera me veía hablando con mis padres para contarles mis problemas adolescentes, porque ellos ya tenían sus propios problemas. El Único que lo sabía todo era el Único a quien yo no conocía. Yo no sabía que mi mejor Amigo me estaba esperando para que fuese con Él».

Su hermano, cristiano pero anticatólico

Cuando ella estaba en su segundo año de bachillerato, su hermano comenzó a acudir con un amigo a un campus cristiano, y cuando volvió a casa en invierno le propuso a su hermana ir a la iglesia. A Vivien le gustó la idea: «Estaba en cierto modo entusiasmada. Algunas veces le había pedido a mis padres que fuéramos a la iglesia, pero siempre había alguna excusa para no ir».

Y ella empezó a ponérselas a sí misma también cuando la invitaron del grupo dominical del templo… hasta que acudió. «¡Todo el mundo era tan acogedor! Sentí que querían que estuviese allí aunque aún no me conociesen», recuerda. Y empezó a confiarse con ellos y a contarles sus problemas familiares: «Siempre se ofrecían a rezar por mí, y me sentía muy querida. Así aprendí sobre Dios y su amor a sus criaturas, y que Jesús había muerto en la Cruz, Él, un hombre perfecto, para que mis pecados fuesen perdonados y pudiese recobrar la relación con Él».

Vivien entra entonces en el meollo teológico del cambio que estaba dando en el sendo de una comunidad protestante. «Me consideraba salvada porque rezaba pidiendo a Jesús que viniese a mi corazón y perdonase mis pecados, pero no permití que eso realmente me cambiara. No es que yo fuese una mala chica, pero sí era egoísta y presumida. Era animadora del equipo del instituto y vivía para ser muy popular. Siempre iba a lo mío», cuenta.

Siguió yendo a la iglesia y al grupo juvenil, pero confiesa que no vivía mucho su fe fuera de ese ámbito, e incluso era algo «cruel» al separarse de las personas que no le interesaban para sus objetivos: «Había algunas líneas rojas que no traspasaba, pero nunca por Dios, sino para no desagradar a mis padres o estresarle aún más».

Su hermano… católico ahora

El verano antes de graduarse, fue a una misión a México con su grupo de la iglesia, a visitar un orfanato. Allí se encontró niños que nunca podrían conocer a sus padres, u otros que les habían visto y les habían perdonado. «Pude ver que Dios estaba actuando en sus vidas y que ellos se habían rendido a Él. Había tanta alegría en sus vidas en vez de dolor, que yo quería tener eso. Fue entonces cuando decidí vivir la vida según la voluntad de Dios, y no según la mía«, explica.

La siguiente sorpresa llegó esa Navidad, cuando su hermano soltó en casa que quería convertirse al catolicismo: «¡Todos nos quedamos anonadados! Él había sido uno de las personas más anticatólicas que yo había conocido. Yo no sabía mucho del catolicismo, pero en mi iglesia baptista se enseñaba que era un error, y yo así lo creía. Creí que mi hermano estaba loco, pero si es lo que quería hacer, tampoco me importaba mucho. Luego fui sabiendo más del catolicismo, pero chocaba tanto con lo que le escuchaba a mi pastor, que no podía ser algo bueno«.

Los grandes obstáculos para Vivien eran la Eucaristía y la Virgen María. Y aunque su hermano le arguyó al respecto, no le hizo mucho caso: «Tampoco me importaba mucho: él amaba a Dios y en mi opinión eso era lo que contaba».

El verano de 2010, Vivien fue bautizada en el río Mississippi por su pastor baptista: «Mi hermano se alegró, porque aunque yo no era católica, el bautismo borraba mis pecados. De nuevo pensé que estaba loco: el bautismo era sólo un símbolo de nuestra obediencia y nuestra fe en Cristo, pero no obraba realmente nada en nosotros«, cuenta, señalando la gran diferencia entre la idea de ese sacramento en la Iglesia católica y en las comunidades evangélicas.

Tras su bautismo, Vivien empezó a tomar su fe más en serio, y a cambiar la forma con la que se relacionaba con los demás, a rezar más a menudo y a meditar en la palabra de Dios, e incluso se convirtió en catequista de un grupo de niñas.

La burla de un pastor

En el invierno de 2010 fue con su hermano a una adoración eucarística: «Me dijo que leyera Juan, 6 y que rezara mientras estaba allí. Lo hice y empecé a comprender por qué los católicos creen que el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo. Pero yo seguía encontrando inaceptables el bautismo infantil y el culto a María. Pero mis ojos se estaban abriendo».

Finalmente, en el verano de 2011 decidió que no podía seguir aparcando esas cuestiones y debía estudiarlas a fondo: «Debía estudiar con mente abierta lo que realmente enseña la Iglesia«. 

Y -los caminos inescrutables de Dios- el paso final lo dio gracias a un pastor baptista. Un domingo, al llegar el momento de la comunión, dijo en torno de burla hacia la creencia católica: «Te damos gracias por este pan, que no se convierte mágicamente en tu cuerpo, sino que sigue siendo pan, símbolo de tu sacrificio».

«El tono en que lo dijo claramente se reía de la fe católica, y aunque yo todavía negaba que el pan fuese el cuerpo de Cristo, me molestó que se riese abiertamente de la fe católica durante un servicio. Y me sentí ofendida porque eso significaba que se estaba riendo de mi hermano», afirma Vivien.

Todos estos hechos le hicieron profundizar cada vez más en el estudio de la doctrina: elcarácter puramente simbólico que para los baptistas tenía el bautismo le chocaba, hasta que comprendió que tenía que «significar algo» objetivo.

Atando cabos

También le chocaba la mentalidad de «una vez salvado, ya estás salvado para siempre», característica del protestantismo, porque cuando había en ella una lucha entre el bien y el mal, le quedaban dudas sobre su salvación. Tampoco entendía la oposición entre la fe y las obras que planteaba su comunidad: «La Biblia dejaba claro que ambos son necesarios. La fe católica parecía ser el único lugar donde podía encontrar algo que diese sentido a la unidad entre la fe y las obras. Cuando más lo estudiaba, más comprendía que lo católico es realmente bíblico».

También vio cómo el capítulo 1 de San Lucas («bienaventurada te llamarán todas las generaciones») justificaba en las Sagradas Escrituras el culto a la Virgen que tanto rechazaba antes.

Cuando comprendió que el capítulo 6 de San Juan implicaba la presencia física de Cristo bajo las apariencias de pan, el cambio se acercó un poco más: «Si Cristo me ofrece todos los días su Cuerpo y su Sangre, ¿cómo podía ignorar ese hecho?».

Y por último, la necesidad de la autoridad para interpretar la Biblia, y la evidencia de que la Iglesia católica era la única que se remontaba a los tiempos apostólicos, hicieron el resto.

Fidelidad en las dificultades

El pasado septiembre se unió a un catecumenado, y en la Pascua de 2012 fue confirmada yrecibió la Primera Comunión.

«Por supuesto, mi transición no ha sido fácil», concluye su testimonio: «Encontré mucha resistencia en mis amigos protestantes y mi antiguo pastor. Al principio me costó, pero luego comprendí que también Jesús perdió amigos y lo pasó mucho peor que yo. Y tampoco tengo derecho a quejarme. Sigo teniendo amigos, y por supuesto me ha ayudado mucho mi hermano. Ahora soy muy feliz de formar parte de la Esposa de Cristo».

Libro que defiende la «sumisión» de las esposas

«Casada y sumisa: práctica extrema para mujeres sin miedo»

¿Por qué un libro que defiende la «sumisión» de las esposas se convierte en un bestseller en Italia?

Su autora, Constanza Miriano, sostiene que el consejo de San Pablo «responde a los deseos más profundos de nuestro corazón». 

Actualizado 20 marzo 2012

Isabel Molina/Revista Misión

La controvertida frase de san Pablo a los Efesios, “Esposas, estad sujetas a vuestros maridos”, fue la inspiración de un best-seller italiano en el 2011: Sposati e sii sottomessa: Pratica estrema per donne senza paura (Vallecchi): Casada y sumisa: práctica extrema para mujeres sin miedo. Costanza Miriano, su autora, está convencida de que muchos conflictos matrimoniales podrían resolverse si la mujer entiende su verdadero talento como esposa y madre: la sumisión del servicio. Los ejemplares de su libro pasan de mano en mano entre muchas italianas.

– ¿Qué inspiró su libro?
– Fue una casualidad. Pasaba muchas horas en el teléfono, intentando convencer a una amiga de que se casara. Cuando le conté la historia de mi amiga a un colega, le expliqué que las expectativas de mi amiga sobre el matrimonio eran irreales; en muchos aspectos, era el novio quien tenía la razón. Veía que ellos podían ser felices juntos, pero no se decidían a comenzar esa felicidad por culpa de las ideas erradas que hoy tenemos sobre el amor y el matrimonio. Le dije también que la mujer tiene que ser capaz de mediar, de unir, en vez de dividir. A él le llamaron la atención mis ideas y me puso en contacto con la editorial.

– ¿Por qué cuesta hoy ese rol de unir?
– La mujer ha luchado tanto por la emancipación que, de paso, ha perdido un poco su identidad profunda, ese ‘genio femenino’, como lo llamaba Wojtyla en la encíclica Mulieris dignitatem.

– Hablar de ser ‘sumisas’ es muy osado. ¿Por qué eligió esta
palabra?

– Yo no la elegí. Lo tomé de la carta de san Pablo a los Efesios. Parece una palabra ofensiva para nosotras, las mujeres de hoy, que no queremos renunciar a la lógica del poder. Sin embargo, la sumisión indica otra lógica: la del servicio recíproco, que es el servicio al que está llamada la mujer.

– Entonces, ¿el hombre domina?

El hombre está llamado a servir de una manera diferente: debe estar “listo a morir por su esposa, como Cristo murió por la Iglesia”. Su papel no es más fácil que el nuestro.

– ¿Qué significa ser sumisas?
– San Pablo nos recuerda que a las mujeres nos gusta controlarlo todo, decir la última palabra, manipular por detrás. Ser sumisas significa, literalmente, estar por debajo para ser el apoyo de todos los miembros de la familia, para acompañar a los más débiles. Es una cualidad propiamente femenina, a pesar de lo que diga la revolución feminista.

– ¿Puede ser feliz una mujer sumisa?
– Es nuestro verdadero talento. Podemos trabajar y tener mucho más éxito, pero lo que mejor sabemos hacer, y lo que responde a los deseos más profundos de nuestro corazón, es esa capacidad de servir y unir a las personas. El amor de la mujer es más altruista y lleva al hombre a “salir” de sí, mientras que la mujer recibe (la relación física es una representación de lo espiritual). Los hombres y las mujeres necesitan recuperar esos talentos específicos pues se complementan entre sí.

– ¿Cómo es una buena esposa?
– Una buena esposa sabe acoger con dulzura y paciencia. Mira a su marido desde un punto de vista positivo y acepta como bueno lo que viene de él. Pospone la confrontación: controla sus emociones y espera. Y nunca, jamás, contradice al padre delante de los hijos.

– ¿Se puede aprender a ser así?
– Tenemos un modelo: la Señora de la Medalla Milagrosa, con las manos y los brazos abiertos para recibir lo que le llega. Y debajo de sus pies, la serpiente –que es nuestra lengua– siempre dispuesta a criticar, a ver lo malo, a hacer hincapié en lo que falta.

– ¿Qué le aconsejaría a una joven para tener un matrimonio más pleno?
– Muchas jóvenes están decepcionadas porque hoy tenemos muchas exigencias del matrimonio. Anteriormente, el matrimonio era un medio para encontrar una casa; ahora queremos ser felices. Esto es razonable, pero debemos aceptar nuestras limitaciones y las del otro. El amor no es un sentimiento, es una decisión. Nos adherimos libremente, con toda nuestra voluntad, a elegir a una persona de por vida. Habrá momentos aburridos, pero tenemos que entrenar los ojos para descubrir la belleza inimaginable de la vida cotidiana. Quien salta de una historia a otra y no tiene el coraje de subir las cuestas, no puede ni soñar lo que es posible.

– ¿Cuál es el principal reto que presenta el matrimonio en la actualidad?
– Dios ha desaparecido del horizonte y sin Dios, es imposible pensar en algo que sea para siempre. Anteriormente primaban las tradiciones y la gente se mantenía firme. Hoy, la idea de ser infiel, de seguir nuestros instintos, es el aire que respiramos. Hay como una conspiración en contra de la familia y solo la Iglesia da la batalla cultural por nosotros.

– ¿Qué cambio está provocando su libro entre las mujeres italianas?
– He recibido cartas de mujeres que dicen que les ayudó a cambiar su vida matrimonial. Muchas me agradecen porque han aprendido a querer mejor a sus maridos; algunas han decidido casarse; otras, han superado una crisis; y muchas católicas dicen que ciertas cosas no se escuchan ya en círculos religiosos, mientras que mi visión, la de San Pablo, es la que responde a los deseos profundos de sus corazones.

¿Está preparando otro libro?
Sí, estoy analizando la siguiente frase de san Pablo a los Efesios: “Maridos, estad dispuesto a morir por vuestras esposas…”. Si la mujer tiende a controlarlo todo, el hombre tiende al egoísmo. Por eso su llamada es la del heroísmo. El próximo libro es para ellos.