Garabandal: la carta del Padre Pío a Conchita

Actualizado 22 agosto 2013 

El documento existe. Es una carta de Fray Pellegrino con un mensaje del Padre Píopara Conchita, la vidente de Garabandal. Curiosamente, la carta está fechada el 22 de agosto pero de 1968, un mes antes de fallecer el santo de Pietrelcina.

Conchita recibió el documento de manos de Fray Bernardino Cennamo, en octubre de aquel año. La entrega se produjo en Lourdes, donde la vidente de Garabandal acudió a la cita acompañada de su madre y del sacerdote Alfred Combe, entre otros.

La carta, traducida al castellano, dice así:

«Convento de Capuchinos S. María delle Grazie.
71013 San Giovanni Rotondo.
Foggia, Italia, Código Postal nº 13/8511

Para Conchita.

El Padre Pío dice: «Pido a la Santísima Virgen que la reconforte [a Conchita] y la guíe hacia la santidad. Yo la bendigo con todo mi corazón».

Fdo. P. Pellegrino».

Por si fuera poco, Fray Cennamo entregó también entonces a Conchita, de parte del Padre Pío, el velo que cubrió el rostro del santo tras su muerte.

A esas alturas, el Padre Pío ya había autentificado las apariciones de Garabandal con motivo de la visita del italoamericano Joe Lomangino a San Giovanni Rotondo, en 1963. 
Lomangino preguntó al capuchino si era cierto que la Virgen se había aparecido a las cuatro niñas en Garabandal, a lo que este respondió que sí.

Tres años después, en enero de 1966, Conchita visitó al Padre Pío en su convento al sur de Italia:

«Recuerdo -declaró ella en una entrevista publicada en 1975- que tenía el crucifijo besado por Nuestra Señora, y que dije al Padre Pío: «Esta es la Cruz besada por la Santísima Virgen. ¿Quisiera besarla?». El Padre Pío tomó entonces el Cristo y lo colocó en la palma de su mano izquierda, sobre el estigma. Tomó entonces mi mano, que colocó sobre el crucifijo, cerrando los dedos de esa mano sobre mi mano; con su mano derecha bendijo mi mano y la cruz…».

El increíble milagro del Padre Pío

Un pequeño San Giovanni Rotondo de Rumania

El increíble milagro del Padre Pío que llevó a la conversión a toda una parroquia ortodoxa

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Por intercesión del Padre Pío, la madre de un sacerdote ortodoxo de Rumania quedó curada de un cáncer terminal. Tras este milagro toda la parroquia se convirtió al catolicismo. La obra del santo de Pieltrecina les ha cambiado tanto su vida que pese a las dificultades han hecho una iglesia dedicada al santo y un hospital para enfermos terminales.

Actualizado 19 agosto 2013

Javier Lozano / ReL

El Padre Pío sigue intercediendo por todo el mundo y desde el cielo continúa propiciando milagros de todo tipo. Muchos son ya los testimonios que se conocen sobre el santo de Pieltrecina por todo el mundo, algunos de ellos recogidos en libro  Padre Pío, de José María Zavala.

Sin embargo, en el caso de la familia Tudor  ha propiciado no sólo un milagro físico sino laconversión de cientos de personas al catolicismo y la ilusión de hacer un pequeño San Giovanni Rotondo en el interior de Rumanía, un país con un arraigado pasado comunista y de mayoría ortodoxa.

Víctor, un sacerdote ortodoxo

Víctor Tudor era un sacerdote ortodoxo rumano que no conocía al Padre Pío y que tras la milagrosa curación de su madre de una enfermedad incurable se pasó junto a toda su parroquia a la Iglesia Católica. Pero además, decidió ir más allá y ha conseguido construir a pesar de mil dificultades una iglesia dedicada al santo capuchino así como un hospital para enfermos terminales.

Esta historia se inicia en 2002 cuando diagnosticaron a Lucrecia, madre de Víctor, un cáncer en un pulmón. Los médicos dijeron que no era operable pues había metástasis por lo que la dieron tan sólo unos meses de vida.

El viaje de Lucrecia a Italia

Ante esta situación, el padre Víctor llamó a su hermano Mariano, pintor especializado en iconografía y que vivía en Roma. Con esto esperaba que pudiera conocer a algún médico que pudiera tratar a su madre en Italia. Finalmente, pudo llegar a contactar con uno de los mejores médicos del mundo en su especialidad y éste le dijo que la estudiaría si su madre iba a Roma.

Dicho y hecho. Lucrecia llegó enferma a Italia. Allí le vio el médico que igualmente les dijo que la operación era inútil y que sólo se podía intervenir con unos fármacos para mitigar los terribles dolores.

La madre se quedó un tiempo con su hijo en Roma para que así la pudieran hacer más controles. Mientras tanto, Mariano trabajaba haciendo un mosaico en una iglesia y se llevaba a su madre consigo. Cuando él trabajaba Lucrecia visitaba el templo y veía las imágenes.

El descubrimiento del Padre Pío

lucrecia-tudorPero hubo una que le llamó poderosamente la atención. Estaba situada en una esquina. Era el Padre Pío. La mujer se quedó impresionada y le preguntó a su hijo quién era. Éste le contó brevemente su historia y durante los días siguientes el hijo se percató de que su madre estaba permanentemente sentada frente a la imagen del santo de Pieltrecina. Charlaba con la talla como si una persona se tratase.

Así pasaron los días. Dos semanas después, Lucrecia y su hijo Mariano acudieron al hospital para realizarse una prueba. Pero para sorpresa y estupor de médicos y de ellos mismos, el cáncer terminal que sufría esta mujer rumana había desaparecido completamente.

Esta mujer ortodoxa había pedido la intercesión del Padre Pío y éste había respondido. Este hecho sobrecogió a toda la familia empezando por su hijo Víctor, sacerdote ortodoxo. «La curación milagrosa de mi madre, realizada por el Padre Pío en favor de una mujer ortodoxa, me llamó la atención», reconocía entonces este sacerdote rumano.

La conmoción en la parroquia

Ese personaje hasta entonces desconocido para él le había dejado fascinado. Empezó a leer la vida del Padre Pío y algo en él comenzó a cambiar. Le contó el milagro de su madre a sus parroquianos. Todos se quedaron admirados pues la madre de Víctor era bien conocida por ellos. “Todos conocían a mi madre y sabían que había ido a Italia para intentar una intervención quirúrgica, y que luego había vuelto a casa curada sin que ningún médico la hubiera operado”.

Este milagro transformó no sólo a la familia Tudor sino a toda la comunidad ortodoxa. Cuenta el padre Víctor que poco a poco en su parroquia se empezó a conocer y a amar al Padre Pío. “Leíamos todo lo que encontrábamos sobre él, su santidad  nos conquistaba”.

La conversión al catolicismo

Incluso la cosa iba más allá y otros enfermos de la parroquia recibieron igualmente gracias extraordinarias del Padre Pío. Sin embargo, empezaba a surgir un problema en esta comunidad pues seguían siendo ortodoxos y eran devotos de un santo católico contemporáneo.

Por ello, el padre Víctor y su parroquia con casi 350 personas decidieron hacerse católicos. Hoy pertenecen al rito greco-católico de Rumania. Sus vidas se habían transformado pero al igual que el Padre Pío vivió numerosas dificultades ellos también habrían de experimentarlas a la hora de vivir su nueva fe.

En una reciente entrevista en Padre Pío TV, Víctor Tudor cuenta que tuvieron“numerosas dificultades” para ser católicos pues la conversión en este país ortodoxo con pasado comunista era bastante compleja. Problemas con los políticos, la Policía…

Un nuevo templo en Rumania

Pero no se desanimaron y pese a las trabas decidieron ir incluso más allá y construir una iglesia dedicada al Padre Pío. El templo está ya prácticamente construido y ha sido otro milagro del santo capuchino.

Los fieles, en gran medidas muy humildes, colaboraron en la construcción. Mientras tanto, celebraron misa en la calle pese a las gélidas temperaturas invernales. Y a ello había que sumar las enormes trabas burocráticas. El Padre Víctor, desesperado acudía a su obispo ante tantos problemas y éste siempre le respondía: “esto es de Dios y todas estas cosas se resolverán”. Así, de repente un obispo les pagó el terreno de la iglesia. Iban ocurriendo hechos extraordinarios, que poco a poco favorecían la construcción.

Mientras tanto, el padre Víctor acudió a Roma junto a su hermano para pedir también ayuda para esta iglesia. Allí se encontró con otro obispo al que contó sus problemas. “¿Qué patrón tendrá tu iglesia?”, le preguntó el prelado. Tras responder que el Padre Pío, este obispo sonrió y le tranquilizó diciendo que “el Padre Pío te hará la iglesia él solo”.

El hospital dedicado al santo

Ahora el templo es ya una realidad y para el padre Víctor es otro milagro. “He sentido que el Padre Pío me ha ayudado a mí, a mis fieles y en otros países e iglesias. Es un signo de la fe”, afirma. 

Aún así, este sacerdote rumano no se ha quedado tranquilo y siguiendo los pasos del santo y pidiendo su intercesión ha creado un “pequeño San Giovanni Rotondo” en Rumania trasinstaurar un hospital que atiende a enfermos terminales, gente sin recursos y ancianos abandonados. Las dificultades son enormes y falta el dinero pero Víctor cuenta con la intercesión del Padre Pío. Hasta ahora no ha fallado.

 

 

Se expondrá de forma permanente a partir del 1 de junio

Se esperan miles de peregrinos 

El cuerpo incorrupto del Padre Pío se expondrá de forma permanente a partir del 1 de junio 

Actualizado 12 mayo 2013 

ReL

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A partir del próximo 1 de junio la ostensión del cuerpo de San Pío de Pietrelcina será permanente en la iglesia interior dedicada a él en San Giovanni Rotondo, en el interior de una urna. El cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, presidirá la celebración eucarística para el inicio de la exposición.

Así lo anunció la oficina de prensa de los capuchinos de la provincia de Sant´Angelo y Padre Pío, que añade que todo el personal del dicasterio acudirá a ese singular momento. Concelebrarán con el cardenal Amato el arzobispo secretario de su congregación, Marcello Bartolucci, y el arzobispo de Manfredonia-Vieste-San Giovanni Rotondo, Michele Castoro.

Según informa L´Avvenire, la única ostensión de las reliquias del santo fraile de los estigmas tuvo lugar entre el 24 de abril de 2008 y el 24 de septiembre de 2009.

 

La colosal figura del Padre Pío

Hace diez años lo canonizó Juan Pablo II 

«Nadie, que yo sepa, ha quedado indiferente tras explorar la colosal figura del Padre Pío» 

José María Zavala nos desvela un milagro reciente: «Me estoy muriendo», le dijo un amigo desahuciado por los médicos. Entonces actuó el santo. 

Actualizado 16 junio 2012

ReL

El 16 de junio de 2002 tuvo lugar en la Plaza de San Pedro, en Roma, la mayor ceremonia de canonización jamás vista. Fue honrado así uno de los más grandes santos del siglo XX, nacido en 1887 en Pietrelcina (Italia) y muerto en 1968 en el convento de San Giovanni Rotondo donde pasó, prácticamente sin salir, su último medio siglo de vida.

Su confesonario y su misa reunían a multitudes venidas de todo el mundo, atraídas por la santidad que evidenciaban, entre otros signos, los estigmas de la Pasión que le acompañaron desde muy joven y las conversiones y milagros obtenidos por su intercesión.

Y eso ocurrió en vida, pero sobre todo después de muerto, como explica a ReL el escritor José María Zavala, autor de Padre Pío. Los milagros desconocidos del santo de los estigmas (LibrosLibres).

¿Ha hecho más ruido el Padre Pío en estos diez años que en vida, como prometió una vez con sentido del humor?
Se cuentan ya por centenares, e incluso por millares, las conversiones y/o curaciones por intercesión de este gran santo en todo el mundo desde su canonización por Juan Pablo II, tal día como hoy pero de hace diez años. Y aun así, da la impresión de que sólo conocemos la punta del iceberg de la gran obra que, por su intercesión, sigue haciendo hoy el Señor en las almas de todos los pecadores.

De hecho, la quinta edición de su libro hubo de incluir un capítulo especial con casos conocidos presicamente a raíz de su publicación. A punto de salir la séptima edición, ¿tendría nuevos casos que contar? 
Anteayer mismo recibí el último testimonio en mi correo electrónico: el de Irene, quien, tras leer el libro del Padre Pío empezó a rezar la novena al santo para que ella y su marido encontrasen trabajo. Pues antes incluso de terminarla hallaron los dos un empleo… ¡en plena crisis económica! ¿Acaso no es un verdadero milagro?
 
¿Y alguna curación milagrosa?
Hablando de milagros, puede usted imaginarse la ilusión que me hizo constatar que Ricardo, un viejo compañero de estudios al que no veía desde el colegio, se ha curado por fin de un cáncer de colon por intercesión del Padre Pío. Tras treinta años sin verle, apareció en una de las charlas sobre el Padre Pío que dio el también sacerdote capuchino Elías Cabodevilla. Al final, Ricardo se acercó a verme para darme la tremenda noticia: «José María, me estoy muriendo», sentenció. Acto seguido, me explicó que los médicos le habían dado tan sólo un 5 por ciento de posibilidades de seguir con vida tras extirparle parte del hígado a causa de una metástasis. 
En la última cirugía, le abrieron en canal para echarle quimioterapia «a granel» y quemar las células cancerígenas con más bien nulas esperanzas de salvación.

¿Cuál era su estado de ánimo?
«José María», añadió él, con una serenidad que me conmovió, «no me da miedo morir; lo tengo asumido. Lo único que me preocupa es dejar viuda y dos niños de once y diez años…» Pensé entonces, emocionado, en que yo también tenía dos hijos de esa misma edad. 

¿Y le habló del Padre Pío?
«Tranquilo, que te vas a curar», osé decirle. Y añadí, de corazón: «Esta misma noche empezamos a rezar mi esposa, mis hijos y yo la novena al Padre Pío por ti; haz tú lo mismo». Las pruebas médicas posteriores evidenciaron su inexplicable curación.

¿Y alguna conversión de la que haya tenido noticia recientemente?
¿Más milagros? Esther ha experimentado su propia conversión y la de su pareja con la que convivía desde hacía siete años sin estar casada por la Iglesia. Hace unos meses contactó conmigo para anunciarme que acababa de poner en marcha su proceso de nulidad para que tanto ella como él pudiesen contraer santo matrimonio algún día si era la voluntad de Dios. “Desde que leí el libro, rezo todos los días al Padre Pío para que me ayude a ser mejor”, me dijo Esther. Gloria a Dios.

¿Cuándo conoció usted al Padre Pío y cómo ha influido en su vida?
Hace poco más de cuatro años, unos amigos nos invitaron a ver una película sobre el Padre Pío en su casa, producida por la RAI italiana para la televisión. Por el camino, le dije ya a mi esposa que me parecía un rollazo tragarnos la película de un fraile, que encima duraba más de tres horas. Pero, a medida que la veía, sentí que algo se removía en mi interior. Hasta el punto de que esa misma noche, al regresar a casa, me puse a investigar en Internet la vida del Padre Pío. Me impactó que tuviese los estigmas del Señor en manos, pies y costado durante cincuenta años consecutivos, y que hubiese muerto como quien dice “anteayer”, en 1968, sin que yo tuviese la menor noticia de su existencia. 

Y se puso a trabajar…
El Padre Pío irrumpió así en mi vida y me eligió, pese a todas mis miserias, como instrumento para darle a conocer en España y hacer el bien a tanta gente necesitada de Dios a través de un libro que no para de venderse. Desde que conozco al Padre Pío, recibo su ayuda para ser mejor persona y preocuparme por los demás. Nadie, que yo sepa, ha permanecido indiferente tras explorar la colosal figura del Padre Pío. 

Para este libro y posteriormente ha visitado varias veces la tumba del santo de Pietrelcina. ¿Vale la pena ir allí como lugar de peregrinación?
En San Giovanni Rotondo se encuentra el convento donde el Padre Pío vivió más de cincuenta años. Si uno acude allí con fe y sencillez de espíritu, sentirá su presencia. Igual que Teresa, quien, pese a estar alejada de Dios, viajó allí con su madre en busca del gran milagro que curase a ésta de un tumor en el cerebelo. Cuando regresaron a Madrid, tras una semana implorando la intercesión del Padre Pío, la madre estaba curada y la hija, convertida. El caso se relata con todo detalle en el libro; como muchos otros que yo mismo he presenciado.

Más allá de los favores obtenidos por su intercesión, ¿cuál es el mensaje del Padre Pío que lo hace tan actual para nuestro tiempo?
Como dijo el Papa Benedicto XV, “el Padre Pío es uno de esos hombres extraordinarios que el Señor envía de vez en cuando a la tierra para convertir a las almas”. Y sin remontarnos tanto en el tiempo, monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, aseguró en la presentación del libro que el santo italiano fue suscitado por Dios “para sacudir la incredulidad de nuestro siglo y para escándalo de las mentes secularizadas”. El Padre Pío nos recuerda que Jesucristo murió en la cruz por Amor, para salvarnos del pecado, y que con ayuda de la gracia santificante debemos parecernos lo más posible a Él.