La única fotografía de la historia

Se tomó en 1889 

La única fotografía de la historia en la que puede verse juntos a dos santos canonizados

En el futuro habrá más, como por ejemplo las de los pastorcillos de Fátima cuando se concluya su proceso.

Actualizado 2 noviembre 2012

ReL

La página web Risposte Catholique ha publicado, con ocasión de la fiesta de Todos los Santos, una foto de excepcional valor histórico. Es, «que sepamos» -hacen la salvedad-, la única imagen existente en la que pueden verse dos personas canonizadas juntas no mártires.

Se trata de San Damián De Veuster, sacerdote belga de los Sagrados Corazones, nacido en 1840 y muerto en 1889 a causa de la lepra; y de Santa Mariana Cope, religiosa franciscana alemana nacida en 1838 y fallecida en 1918, colaboradora suya en la leprosería de Molokai.

El célebre Padre Damián fue beatificado en 1995 y canonizado en 2009, y la Madre Mariana fue beatificada en 2005 y canonizada el pasado 21 de octubre en la misma ceremonia en que lo fue la española Carmen Sallés, fundadora de las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza.

La imagen está tomada el 15 de abril de 1889, y muestra el cadáver del Padre Damián, y junto a ella la Madre Mariana velándolo con rostro sereno. Habían compartido años deatención a los leprosos en la pequeña isla hawaiana donde se reunían los pacientes de la enfermedad más estigmatizada durante siglos. Él llegó en 1873, y ella diez años después junto con otras seis compañeras de orden.

Cuando el Padre Damián murió, Santa Mariana continuó allí su apostolado con los mil doscientos leprosos confinados en la isla por orden de las autoridades para evitar un contagio que, sin embargo, a ella no le llegó. Falleció de muerte natural a los 90 años de edad.

Su coincidencia en esa fotografía es, pues, natural, pero se convierte en única porque no hay, según Risposte Catholique, otros casos, aunque habría que dejar aparte el caso de mártires de la Guerra Civil española, en que sí hay fotos colectivas de comunidades religiosas asesinadas enteras, cuyos miembros fueron luego canonizados.

Están las de los pastorcillos de Fátima, Jacinta y Francisco, pero aunque fueron beatificados en 2000, no han sido todavía canonizados. En el futuro, asimismo, posibles canonizaciones (como la de Juan Pablo II, por citar sólo a un Papa de quien se conservan fotos con santos que incluso él mismo elevó a los altares) vayan robando singularidad a ésta, que quedaría, en todo caso, como la más antigua, en los albores mismos del arte de la fotografía.

Otra fotografía de dos santos juntos

Un amable lector nos advierte de la existencia de esta fotografía, en la que aparecen San Luis Orione (1872-1940), canonizado en 2004, y San Luis Guanella (1842-1915), canonizado en 2011, tras una audiencia concedida en 1914 por el Papa San Pío X. 

 

El sublime apostolado de San Damián en Hawai

Redacción (Jueves, 12-07-2012, Gaudium Press) El pequeño archipiélago de Hawai -hoy de los Estados Unidos- no pasará a ser parte del patrimonio de la memoria histórica de la humanidad por sus famosas olas para practicar el endiablado Surf, sus volcanes activos, su turismo exasperante o incluso el bombardeo sobre Pearl Harbor. Eso ha podido suceder fácilmente en cualquier cuadrante del planeta.

Lo que hará de él un sitio inolvidable será la breve historia de un sencillo misionero belga que sepultó los mejores años de su vida en una isla-leprosario de allá, velando por la salvación de las almas de aquellos infelices cargados de resentimiento incurable y diarios malestares físicos, apartados del convivio humano: Josef de Veuster, conocido hoy en su congregación religiosa y el mundo entero como el padre San Damián de Molokai, fallecido a los 49 años de edad, aquejado de esa terrible enfermedad en el mismo lugar al que llegó completamente sano recién había cumplidos sus 33 años de edad en 1873.

Hay una foto conocidísima suya donde aparece con su hábito y sombrero de misionero católico, sentado mansamente, mirando la lente de la cámara y ya con los signos visibles de la lepra en la cara y en las manos. Es casi un Eccehomo deformado pero sereno, sin triza de autocompasión y resuelto a seguir a delante con el apostolado que le quitó la vida.

Había nacido en Bélgica, en una pequeña granja de familia campesina católica medianamente acomodada. Se hizo sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones (SS.CC.) siguiendo el ejemplo de su hermano mayor que era el destinado por su orden para misionar en Hawai. Pero Dios escribe la historia como a Él le parece y su voluntad es mandato irrevocable para un religioso con el sagrado voto de la obediencia.

Hawai era una pequeña monarquía nativa unificada violentamente por un reyezuelo animista con el apoyo de ingleses y norteamericanos que terminarían apropiándosela. Los archivos históricos registran que no fue precisamente James Cook quien la descubrió en 1778 sino que ya desde el siglo XVI aparece en un mapa español visitada por una expedición al mando del hidalgo Ruy López de Villalobos, el mismo que descubrió y dio el nombre a Filipinas habiendo salido a explorar el Pacífico desde el Virreinato de Nueva España, hoy México. En los mapas de Villalobos una de las islas del archipiélago hawaiano -probablemente la Molokai, el futuro leprosario- es denominada misteriosamente como la «Desgraciada». Al parecer nada estimuló el espíritu conquistador de la expedición española o algo inesperado en sus nativos la hizo desistir de explorar las islas. Y esto sucedió dos siglos antes de que las visitara el inglés Cook, quien terminaría sus días allí devorado con muchos de su expedición por los propios aborígenes de Hawai.

Ni Villalobos, ni Cook, ni Pearl Harbor por separado o juntos será la referencia de este archipiélago del enigmático Océano Pacífico cuando se haga teología de la historia y quiera evocarse la epopeya de la inmolación cristiana.

Tampoco lograron perenne memoria los pragmáticos misioneros anglicanos a cuya iniciativa se debe el leprosario que después abandonaron completamente. San Damián de Molokai bien podrá ser el nombre del lugar donde sus nativos están reducidos a menos del 6% de la población actual, y tal vez no lo estarían si la preocupación de los posteriores colonizadores hubiese sido más velar caritativamente por las gentes antes que explotar a todo costo sus recursos naturales.

Por Antonio Borda