El hombre que caminaba con los elefantes

(próximamente, sacerdote)

 

Paul Kioko creció entre elefantes, rinocerontes, leones y serpientes en Kenia. Tras varios años trabajando como médico, recibirá el diaconado el 3 de noviembre. Esta es su historia.

Paul Kioko, de niño, con un elefante.

¿Dónde naciste?

Nací en Nairobi, la capital de Kenia, pero transcurrí toda mi infancia en los diferentes parques nacionales del país, con mis padres y hermanos. Mi padre trabajaba en el Kenya Wildlife Service como jefe de los guardabosques.

¿En qué consistía su trabajo?

Su trabajo consistía en proteger y cuidar la vida salvaje en aquellos parques. Mi infancia fue itinerante: en cada parque vivíamos una media de cinco años, y luego nos trasladábamos a otro, hasta recorrer casi todo el país. El Nakuru National Park, las Aberdare Mountains, el Amboseli Park al pie del monte Kilimanjaro o el Tsavo National Park fueron mis casas.

¿Cómo fue tu infancia en la sabana?

Crecimos jugando entre los arbustos con mis hermanos. Aunque siempre existía un cierto peligro de encontrar algún león u otra bestia, lo que más temía mi madre eran los escorpiones y las serpientes, pues hay muchos. Gracias a nuestros ángeles custodios, nunca ocurrió nada serio.

LO QUE MÁS TEMÍA MI MADRE ERAN LOS ESCORPIONES Y LAS SERPIENTES

Pero imagino que viviríais muchas aventuras…

Sí, claro. Recuerdo por ejemplo que, en una ocasión, una cobra escupió veneno en los ojos de uno de mis hermanos. Lo llevamos corriendo al hospital y no perdió la vista. En otra ocasión, otro hermano casi chocó con su bicicleta contra dos leones que estaban escondidos tras una curva. Afortunadamente, los animales estaban en ese momento dando buena cuenta de un jabalí que habían cazado, por lo que mi hermano pudo retirarse a salvo.

¿Cómo era la vida en familia en un ambiente así?

Si nos portábamos razonablemente bien durante la semana, mi padre nos llevaba el domingo con el jeep por el parque. El reto era jugar a ver quién veía primero uno de los ‘Big five’ (elefante, rinoceronte, león, búfalo o leopardo). Casi siempre ganaba mi padre porque era el más paciente, y podía mirar durante largo rato un lugar e individuar a los animales que se escondían allí.

¿Tu madre disfrutaba de aquella vida?

Sí, aunque a ella le interesaban más los pájaros, algo que los niños no entendíamos. Me explico. Mi madre nació en los EEUU y vino a África al final de los años 60 para enseñar Matemáticas y ver el mundo. Quizá por eso le gustaban los pájaros: como ellos, voló a un lugar lejano para vivir su vida. En Tanzania, conoció a mi padre, que estaba acabando su formación como experto medioambiental, y el resto es historia, o providencia divina, como solía decir mi abuela.

Todos los días, un pájaro venía a comer en la mano de Paul.
Todos los días, un pájaro venía a comer en la mano de Paul.


¿Qué aprendiste en esos años de la naturaleza?

Aprendí muchas cosas. Por supuesto, a disfrutar de los grandes espacios y de la belleza de la creación. Pero lo que me ha marcado profundamente es, por un lado, la paciencia de mi padre para ver grandes cosas y, por otro, la capacidad de mi madre para disfrutar de las pequeñas alegrías de la vida, como contemplar un pajarillo.

¿Cómo era tu relación con los animales?

Aquello era un paraíso para unos niños como nosotros. No teníamos televisión ni PlayStation, pero no nos hacían falta. Los guardabosques traían a casa crías de animales huérfanos, a los que había que cuidar: recuerdo cómo paseaban en torno a la casa crías de impalas, gacelas, antílopes, leones, elefantes y rinocerontes.

Algunos animales más crecidos, sobre todo los elefantes, había que tenerlos en jaulas hasta su liberación. Recuerdo que les dábamos mangos y naranjas para comer, y jugábamos a encestar desde lejos las frutas en sus enormes bocas abiertas… Éramos niños.

CONOCÍ A ALGUNOS JÓVENES UNIVERSITARIOS QUE VENÍAN A ENSEÑARNOS LA FE CRISTIANA

¿Qué rumbo tomó luego tu vida?

Cuando comencé la escuela superior, tuve que trasladarme a la ciudad. Fue precisamente en mi escuela, la Lenana School, donde conocí a algunos jóvenes universitarios que venían a enseñarnos la fe cristiana. Más tarde supe que algunos pertenecían al Opus Dei. Conocí mejor esta realidad de la Iglesia, en la que tiempo después -en mi último año en Lenana-, pedí la admisión.

Tras completar mis estudios de Medicina en la University of Nairobi, trabajé en el hospital del ejército de Kenia durante un año. Luego, ejercí la medicina durante casi 15 años en el Mater Hospital de Nairobi, primero en el departamento de Urgencias y luego en la Unidad de Cuidados Intensivos, donde acabé la especialización en anestesiología.

Paul Kioko ha realizado sus estudios de Teología en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma).
Paul Kioko ha realizado sus estudios de Teología en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma).

¿Cuándo aparece en tu vida la opción del sacerdocio?

Como dice el libro de la Sabiduría, hay un tiempo para cada cosa bajo el Cielo. Comprendí que así como Dios me había dado la vocación de servir a los enfermos como médico, me estaba llamando a servir a toda su Iglesia como sacerdote. En cierto sentido, pienso que siendo médico me preparó para recibir la llamada al sacerdocio.

Y ahora, ¿serás sacerdote?

No todavía. El próximo 3 de noviembre recibiré, junto con otros 33 fieles del Opus Dei de 16 países, el diaconado de manos de Mons. Celso Morga. En mayo próximo, si Dios quiere, seremos ordenados sacerdotes.

¿Cómo te has preparado?

Principalmente, con la oración y la participación en la santa Misa. También llevo varios años estudiando Teología en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y profundizando en otras materias en el Colegio Romano de la Santa Cruz, junto con otros fieles del Opus Dei de muchos países. En estos años he comprendido que es Dios quien nos prepara al sacerdocio, pero se sirve de muchos amigos y maestros para arrojar luz en ese camino.

¿Cuál es la materia que más te ha gustado en la Universidad?

He realizado la licenciatura y el doctorado en Teología Moral. Teniendo en cuenta mi formación y trabajo como médico, no le sorprenderá que me sienta atraído por los temas bioéticos y por los fundamentos filosóficos de la práctica médica.

TE LEVANTAS POR LA MAÑANA, OFRECES TU JORNADA AL SEÑOR Y NO SABES DÓNDE GUIARÁ TUS PASOS

Has defendido ya la tesis doctoral, ¿cuál fue el tema?

Se dice que la manera más rápida de dormirse es pedirle a alguien que te hable sobre su tesis. Correré ese riesgo: mi investigación trata sobre la virtud de la prudencia como punto de conexión entre las decisiones médicas “técnicamente correctas” y “moralmente acertadas”. Cuando trabajé en la Unidad de Cuidados Intensivos, tuve que afrontar muchas veces el dilema sobre cuándo y cómo poner límite a los tratamientos médicos.

Moral, Teología, Roma, sacerdocio… ¿Echas en falta los años en el parque natural?

Las memorias de la infancia nos acompañan a lo largo de la vida, y siempre recordaré con gusto las aventuras entre animales salvajes. Pero sé que una vida al servicio de Dios y de los demás es una aventura aún mayor. Te levantas por la mañana, ofreces tu jornada al Señor y no sabes dónde guiará tus pasos. Antes, sólo admiraba la belleza de la creación en los parques naturales; ahora, contemplo la amorosa providencia de Dios en todas las situaciones en las que Él me pone. Espero que muchos más lo puedan encontrar a través de mi ministerio sacerdotal. Recen por nosotros.

Sobreviví a un atropello…

¿para ser sacerdote?

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«No se preocupen, su hijo saldrá de esta», aseguró un desconocido a mis padres

Yo no lo recuerdo, pero mis padres me lo han contado: cuando tenía 18 meses, mi padre, por accidente, me atropelló. Su coche me pasó por encima. En el hospital, los médicos no daban esperanzas de vida. “Este ya está en manos de Dios –les decían-. Humanamente hemos hecho lo que hemos podido pero tan pequeño sufrir un accidente tan grave… es probable que no salga”.

Mis padres estaban destrozados. Entonces se les acercó un chico joven vestido de una manera convencional: “Les veo agobiados, ¿qué ha pasado?”, les preguntó. Después de escuchar lo ocurrido, afirmó: “No se preocupen, su hijo saldrá de esta”. Ellos quedaron impresionados.

Pasaron los días. Mis padres rezaban en la capilla del hospital, le pedían al Señor que se hiciera su voluntad y que les diera fuerzas.

Milagrosamente me recuperé, no me sucedió nada malo. El día que salían del hospital, mis padres volvieron a encontrarse con ese chico, le mostraron al bebé sano, le dieron las gracias y le preguntaron quién era.

“Soy sacerdote –dijo-. Estoy aquí porque mi madre está ingresada en el hospital y he estado rezando por vosotros; tuve la corazonada, no sé por qué, de que vuestro hijo se recuperaría”…

Yo siempre he pensado que Jesucristo me ha elegido para la misión de ser sacerdote. Desde pequeño he sentido un poco esa llamada…

Por eso me estoy preparando para ello en el seminario de la diócesis española de Urgel, ahora estoy en tercer curso y me quedan aproximadamente otros tres años más de discernimiento. Pero esto no depende solo de mí, sino de la Iglesia que como una madre nos va guiando y ve lo que es mejor para sus hijos.

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Mi historia empieza hace 24 años en la localidad murciana de Yecla (España) en una familia cristiana. Mis padres, pertenecientes al movimiento católico de Cursillos de Cristiandad, siempre nos transmitieron la fe: rezábamos en familia antes de irnos a dormir, íbamos a misa los sábados por la noche o los domingos, nos llevaban a reuniones formativas semanales a mí y a mis dos hermanas y también vivíamos con mucho fervor la Semana Santa, vinculados a las cofradías y hermandades de nuestra ciudad.

Pero llegó un momento en que ya no podía vivir sólo con la fe de mis padres. Cuando tenía unos 14 años entré a formar parte del Camino Neocatecumenal, donde pude tener una experiencia personal de Jesucristo.

Me fui de misión a Bélgica, en un equipo itinerante de este itinerario eclesial iniciado por Kiko Argüello que actualmente siguen miles de personas alrededor del mundo. Y después de dos años vi cómo se reafirmaba mi llamada vocacional a ser sacerdote.

Cuando ya estaba con los preparativos para entrar en el seminario, un verano, participé en un voluntariado con personas deficientes en Lérida, donde conocí al arzobispo Joan-Enric Vives y al sacerdote Ignasi Navarri, responsable de la pastoral vocacional de la diócesis de Urgel.

Hablé con ellos, les conté mi experiencia y mi proyecto de entrar al seminario y me abrieron las puertas de la diócesis de Urgel. ¡Y acepté, dije que sí!

Sí, es bastante complicado que un chico joven quiera entregar su vida al servicio de la Iglesia, de la evangelización, del Señor… Hay un gran laicismo en nuestra sociedad, pero también es cierto que la gente busca espiritualidad, busca a Dios, a veces en sitios equivocados como el tarot o algunas prácticas New Age.

Pero yo no he tenido muchos problemas para entrar en el seminario porque mis padres lo han aceptado muy bien, para ellos es una gran alegría. Y mis amigos también siempre lo han aceptado, tanto creyentes como no creyentes.

Los problemas son sobre todo de tipo interno: principalmente el pecado, que paraliza y obstaculiza el seguimiento de Jesús, y el miedo, a negarme a mí mismo, a morir.

Mi camino a veces lo comparo con un pasaje del Evangelio en el que los apóstoles van en la barca que tiene que cruzar de una orilla a la otra y se forma una tormenta. Ellos tienen miedo y cuando ven a Jesús caminando sobre las olas, que les dice que no tengan miedo, piensan que es un fantasma.

Pedro, animado por Jesús, se pone a caminar sobre el agua hacia Él, pero por su falta de fe se hunde, hasta que Jesús le ayuda. Muchas veces me veo reflejado en la figura de Pedro, caminando hacia Él sin fe y sin esperanza; me hundo y Él me coge de la mano y me saca del abismo.

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Cuando pienso en cómo será ser sacerdote, me imagino que será bastante difícil porque la Europa de hoy es bastante hostil a la fe, a Jesucristo. La gente ha dejado de creer en Dios.

Por eso sería muy importante volver al primer anuncio y al cristianismo primitivo, y más que explicar teorías o filosofía, transmitir la experiencia de Cristo en la propia vida. Es una misión en que tanto a sacerdotes como a laicos comprometidos nos tocará sufrir.

Pero Dios también nos dará la fuerza y el don de la palabra para poder reevangelizar otra vez Europa y nuestro país. ¡Anunciar a Jesucristo es apasionante, una misión impresionante!

Claro que voy a dejar cosas fuera de mi vida, sobre todo formar una familia, pero esa es otra vocación a la que creo que no estoy llamado. Y ahora, por ejemplo, Dios me está dando la gracia de que estar lejos de casa –sólo voy 3 veces al año-, no sea un sufrimiento muy grande, aunque les eche de menos.

Una de las cosas que  más me gusta del sacerdocio es poder perdonar los pecados a las personas en nombre del Señor. Por eso le tengo especial devoción al Padre Pío. Él es el icono de los confesores. Sufrió mucho… Siempre me ha atraído mucho su vida y su forma de vivir el sacerdocio.

Y también san Juan Pablo II, que para mí, como joven y seminarista, es un referente brutal. Si alguien ha experimentado el sufrimiento en este mundo, ha sido Juan Pablo II: se quedó solo, llegar hasta donde llegó fue una cosa espectacular por su fuerza, su manera clara de hablar, sin miedo y siempre anunciando la verdad, que es Jesucristo.

Para mí esto es importantísimo: tenemos que decir la verdad, las cosas como son, aunque a veces pueda no gustar; la misión de la Iglesia es iluminar al mundo, guste o no. Tenemos que vivir según el Espíritu de Jesucristo, no el del mundo.

A veces tendríamos que ser más valientes para decir la verdad, para anunciar a Jesucristo sin miedo. Por eso, si Dios quiere que me ordenen sacerdote, pondré en el recordatorio de esa celebración el fragmento del Evangelio que dice “Vosotros sois la sal del mundo”.

Por Martín Candela 

¿Cómo puedo conseguir que mi párroco haga mejores homilías?

La implicación de los fieles en la predicación es más importante de lo que parece

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Hemos discutido a cerca de la ceguera espiritual y de mantener nuestros ojos espirituales abiertos. Ahora, miremos el tema de tener nuestros oídos abiertos.

Imagínate esto: Te despiertas un domingo por la mañana con estas palabras en tu boca: “No veo la hora de oír la homilía del sacerdote”. Aún más: te levantas de la cama y dices, “Será mejor que lleve un papel y una pluma para que pueda anotar consejos e inspiraciones de la homilía del padre mientras predica”. Ahora vamos con todo.

Manejar hacia la misa y decir, “Ojalá pueda conseguir una copia del texto de la homilía del padre para que pueda compartirla con mis amigos”.

¿Qué tan a menudo tienes domingos que empiecen de esta manera? (puedo imaginar la respuesta más probable a esa pregunta, pero me la guardo por el momento). Una pregunta más importante: ¿Te gustaría que tus domingos por la mañana empezaran de esa manera? Y una pregunta aún más importante: ¿Qué estarías dispuesto a hacer para ayudar a que tus domingos comenzaran de esa manera? Creo que es más probable que estés más dispuesto a oír mejores homilías más a menudo si sigues dos simples pasos.

Paso uno: Pide mejores homilías. Comienza pidiendo a Dios mejores homilías en tu parroquia. Déjame que aclare la cuestión. No le ofrezcas a Dios un consejo exasperado: “Querido Señor, por favor haz que ese pobre hombre diga ALGO digno de recordar esta mañana”. No – no hagas eso. Por amor a la Palabra de Dios, y por amor al hombre ordenado que predica esa Palabra, ora por nuestros obispos, sacerdotes y diáconos. He predicado desde 1996 y sé que el ministerio de la predicación litúrgica es una bendición y una carga. Pide a Dios que bendiga a nuestros predicadores. Pide la ayuda de los grandes santos famosos como predicadores – Nombres como Agustín, Domenico, Juan Crisóstomo, Pedro Crisólogo vienen todos a la mente. Soy muy alentado por muchos fieles que oran por mí antes de aproximarme al púlpito.

La siguiente persona a quien pedir mejores homilías es al mismo predicador. Ahora bien, no  vayas a tu pastor y le grites, “Predique mejor”. Eso no le ayudará y probablemente le hará daño. En lugar de eso, ofrece hacer por él lo que la gente ha hecho por mí. En 18 años de predicación, siempre he tenido gente generosa y piadosa que se ofrece a revisar los borradores de mis homilías mientras las preparo. Y he tenido gente que se ha sentado conmigo después de misa a revisar la homilía que acabo de dar. Les pregunto dos cosas sobre mi homilía: «¿Qué te parece bien? ¿Qué me recomiendas?»

Estas conversaciones me han convertido en mejor predicador, y han fortalecido el lazo entre la gente que me oye predicar y yo – y el lazo es un ingrediente clave en el saber escuchar mejor las homilías. En estas sesiones antes y después de la predicación, nos decimos mutuamente, implícita y explícitamente, “La Palabra de Dios es importante para mí y por el amor de Dios te debo lo mejor de mí”. Y eso me lleva al segundo paso de la escucha de mejores homilías.

Paso dos: Ven a misa preparado. Incluso la predicación de mi héroe, el obispo Fulton Sheen, no daría fruto si los congregados fueran suelo infértil ante la proclamación de la Palabra de Dios. Los predicadores de homilías saben que la mayoría de su comunidad va a misa sin estar preparada para escuchar fructíferamente la Palabra de Dios. La gente llega tarde y distraída, y ciertamente no tiene idea por adelantado de las lecturas del día, y no sabe cuáles fueron las lecturas previas o siguientes a la misa, y cómo están relacionadas. Incluso los mejores predicadores sienten limitaciones frustrantes (innecesariamente) cuando la mayoría de la gente va a misa sin estar preparada.

De acuerdo, entonces, ¿cómo se prepara uno? San Ignacio de Loyola habló de “preparación a distancia” y “preparación cercana” para la oración. ¿Cómo aplicamos eso a la preparación para escuchar mejor la homilía de la misa? Comencemos con la preparación a distancia de la misa del domingo. Antes de entrar en la vida religiosa, me encontraba cada semana con amigos para discutir las Escrituras para la próxima misa del domingo. Íbamos a misa juntos. Después de la misa, tomábamos café y discutíamos las Escrituras, la homilía y la misa. Juntos teníamos un correcto sentido del domingo sabático. Esta práctica nos ayudó a aproximarnos a misa con expectación más diligente, permitiéndonos escuchar mejor las homilías. Y nos ayudó a ver con el resto de la Iglesia que nos movíamos juntos a lo largo del año litúrgico. Mis siete años con ese grupo me formaron como predicador de homilías.

Los que leen este escrito probablemente no son parte de aquel grupo en este momento. ¿No sería mejor si pudieras ser parte de una comunidad que viera la misa del domingo como algo a preparar conjuntamente? ¿No sería mejor si te aproximaras a la misa esperando irte con algo que saborear con tus amigos en el Señor? ¿No valdría la pena el esfuerzo de formar y mantener así un compromiso grupal a la misa y al domingo? ¿No estarías más dispuesto a escuchar todo el bien que se puede encontrar en una homilía si estuvieras preparado para la misa de esa manera? Innumerables documentos de la Iglesia hablan de la Eucaristía como la  “fuente y la cumbre” de nuestra fe; es más probable que experimentemos la Eucaristía de esa forma si le damos a la “fuente y la cumbre” de nuestra fe el tiempo y la atención que merece.

Haré una pausa mientas algunas personas ordenan sus objeciones a lo que he propuesto: tal grupo no puede encontrarse o formarse en tu parroquia; tienes niños que tienen necesidad de hablar en misa, y, por lo tanto, de futbol; tienes otras obligaciones que te limitan a tomar un café y tener una conversación piadosa después de misa, etc. Ok, está bien. Pero seguramente casi cualquiera puede suscribirse a la revista Magnificat donde todas las lecturas de la Escritura de las misas del mes se encuentran ahí, junto con buenos comentarios. Seguramente, podemos tomar por lo menos un tiempo durante la semana para leer con devoción las Escrituras para la misa siguiente. Seguramente todos podemos aproximarnos a la proclamada Palabra de Dios en misa con un sentido de expectación.

¿Qué hay de la preparación cercana para escuchar mejor homilías? Sugiero lo que algunas personas me han dicho que es probablemente imposible – ve a misa temprano. (La gente con niños menores de 10 años tienen margen en esto).

Tómate 10 o 15 minutos de oración personal en la iglesia. Pídele al Espíritu Santo que prepare tus sentidos, tu mente y tu corazón para esta misa. Sé que esto puede parecer mucho pedir. Los sacerdotes (la mitad) bromean sobre “el milagro del himno de entrada” – la cantidad de personas se duplica entre el comienzo y el final del himno de entrada, al comenzar la misa. La mayoría de la gente llega a tiempo a su trabajo cada día. ¿Podemos lograr llegar 15 minutos antes para la “fuente y cumbre” de nuestra fe?

En resumen, mejorar la predicación litúrgica es responsabilidad de todos. Mis hermanos y yo que hemos sido ordenados para predicar debemos aguantar la bendición y la carga de la predicación litúrgica con disciplina y alegría.

La comunidad nos puede ayudar con la oración y revisando antes y después que las homilías sean predicadas. La gente en los asientos pueden ayudarse así mismas preparándose para la misa– a través de grupos de oración de la Escritura durante la semana, con una atmósfera de silencio reverencial antes de la misa, y conversaciones piadosas después de la misa (afuera de la iglesia). Jesús dijo, “Quien tenga oídos, que oiga”. Con el compromiso y la práctica podemos aprender a tener nuestros oídos espirituales abiertos.

Cuando vuelva a escribir, hablaré sobre la gratitud, la cual es la respuesta natural y llena de gracia de aquellos cuyos ojos y oídos espirituales están abiertos. Hasta entonces, mantengámonos mutuamente en la oración.

Padre Robert McTeigue, S.J. es miembro de la Compañía de Jesús de la Provincia de Maryland. Es profesor de filosofía y teología, tiene larga experiencia en dirección espiritual, retiros ministeriales, y formación religiosa. Enseña filosofía en la Universidad Ave Maria, en Fl, y es conocido por sus clases de retórica y ética médica.

Se convirtió gracias a la Compañía de Jesús

De llenar depósitos de cazas a presidir la asociación de seminaristas católicos de color en EE UU 

No era católico, pero su paso por una colegio St. Ignatius High School, de los jesuitas, le hizo dar el salto al catolicismo y, más tarde, al sacerdocio. 

Actualizado 7 febrero 2013 

Justo Amado / ReL 

12582_lorenzo_herman_Lorenzo Herman era conocido por sus nervios de acero. Y los debía tener para trabajar como especialista de abastecimiento de combustible en un KC135 Stratotanker, un avión – en realidad una cisterna volante – destinado a repostar a aviones militares, cazas y bombarderos en misión.
 
En sus manos y en sus nervios de acero estaba lograr que en pleno vuelo dos aviones se conectaran por una manguera por la que normalmente pasan varios litros por segundo de un combustible enriquecido altamente inflamable.

Tras dejar la Fuerza Aérea aquel joven militar de color se dedicó a trabajar en una ONG volcada en ayudar a miembros de las comunidades afroamericana y latina enfermos de sida, a sobrevivir a su paso por el sistema de salud norteamericano. Esta labor le llevaría en el 2007 a dejarlo todo y a entrar en la Compañía de Jesús

Curioso, teniendo en cuenta que este chico nacido en Cleveland creció como anabaptista.

Lorenzo ha sido elegido la pasada semana presidente de la National Black Catholic Seminarians Association, la Asociación de Seminaristas Negros Católicos. Un paso más de su camino como religioso jesuita. Un camino que comenzó cuando era un muchacho.

Primer contacto con los jesuitas
El primer contacto con la Compañía de Jesús lo tuvo en el instituto. Sus padres consideraron que la mejor institución para su hijo sería la St. Ignatius High School de Cleveland. Un instituto conocido por sus extraordinarios resultados académicos

De hecho, un día acudió a cenar a la comunidad de los jesuitas. Durante la cena se habló de la vocación jesuita. Todo le sonó extraño porque no entendía la palabra “vocación”. Sea como fuere, al año siguiente en Mobile, Alabama, donde se había trasladado con su familia, se convirtió al catolicismo. Después se uniría a la Fuerza Aérea y se pasó varios años viajando por todo el mundo poniendo en juego sus nervios de acero en el Stratotanker. 

Enfermos de sida y jesuitas
Durante esta época, Lorenzo tuvo como base militar de referencia la Fairchild, en Spokane, Washington. Allí, en su tiempo libre comenzó a trabajar con los enfermos de sida y volvió a conectar con los jesuitas. Colaboró con el conocido gobernador de California, Arnold Schwarzenegger en la preparación de la ley sobre VIH/Sida que llegaría a aprobarse en el Congreso Estatal de California.

En el 2007 – habían pasado los años y ya sabía lo que significaba la palabra “vocación” – entró en la Compañía y, según sus palabras, “sintió que no estaba renunciando a nada a lo que estuviera apegado. Supe en que aquel momento que no iba a mirar atrás y decime a mí mismo que – con aquella decisión – había cometido un error”. Completó sus estudios en la Universidad de San Luis.

En la Universidad conoció la Asociación Nacional de Seminaristas Negros Católicos de la que la pasada semana era elegido presidente. Se trata de una asociación que hunde sus raíces en el NBCC, en Congreso Nacional Católico Negro, creado por el sacerdote de color Daniel Rudd, a finales del siglo XIX, que dio voz a los católicos negros.
 
Daniel Rudd publicó la primera publicación católica creada por gente de color, el “American Catholic Tribune”, un periódico generalista dirigido a los negros, el “Ohio State Tribune”, y organizó varios congresos de católicos negros. Lorenzo Herman, católico de color, religioso jesuita, futuro sacerdote, es un digno sucesor de aquel padre Daniel Rudd, muy conocido también por su entrega a los demás.

«familia que reza unida, permanece unida»

Consejos para el día a día 

El hombre que dijo aquello de que «familia que reza unida, permanece unida» 

En 1958, el sacerdote irlandés Patrick Peyton lanzó el Apostolado del Rosario e Familia para frenar la crisis del matrimonio y aprender a rezar. 

Actualizado 26 diciembre 2012 

Zenit 

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En estos días, en que las familias están más reunidas que nunca, bien valdría detenerse un poco y rezar, por ejemplo el rosario. Este ha sido el pensamiento que ha movido a millones de creyentes en todo el mundo desde que el presbítero irlandés Patrick Peyton CSC (1909-1992), hoy siervo de Dios, fundara en 1958 el Apostolado del Rosario en Familia, que hoy se extiende a dieciocho países.

Para acercarnos mejor a esta oración que se reza desde hace casi ocho siglos en la Iglesia, Zenit conversó con el padre James Phalan CSC, director mundial de Family Rosary International, quien con una alegría desbordante nos responde “anclado a su rosario” en mano, como le gusta reconocerse. Y hace bien para estos tiempos…

¿Cómo surge esta intuición del padre Patrick Peyton por difundir el rosario en el mundo?
El joven padre Peyton, recién ordenado en la congregación de la Santa Cruz, había recibido gracias de Dios porque estuvo gravemente enfermo y se sanó por la oración del rosario. Por lo cual, se dio cuenta de que su sacerdocio iba a ser dedicado a la Virgen y rezaba para saber qué hacer. Dijo que tuvo clara la misión del rosario en familia como algo concreto, que podría hacer la diferencia, ya que veía a su alrededor un mundo en plena guerra, con crisis en la familia… Hoy vemos claro la actualidad de su mensaje, de que “la familia que reza unida, permanece unida”. Es un mensaje urgente para nuestros días.

¿Por qué es importante rezar en familia?
Hay tanto que decir… Vayamos primero al corazón: está la fe, la confianza en Dios, dar a Dios su lugar en nuestras vidas. Debemos tomar en serio lo que han dicho los recientes papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes nos están haciendo regresar a la esencia de nuestra misión, que es el encuentro vivo con Cristo. Y si estamos hablando de este encuentro vivo, estamos hablando de oración, la cual debemos hacerla en familia, con fe, porque por nosotros mismos no podemos arreglar el mundo.

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El padre Peyton, un fenómeno de masas en los años cincuenta y sesenta del siglo XX.

Así la vida familiar también mejora, ¿no?
Sí. Cristo y María deben estar en el centro del hogar, con la oración del rosario. Estas son cosas concretas por lo cual muchos otros aspectos de la vivencia familiar mejoran, como es la comunicación entre padres e hijos, la unión y el amor entre la pareja, la construcción de seres humanos fuertes. También hay que enseñarles a los niños a rezar.

¿Y por qué rezar el rosario?
El rosario es la escuela de María, es el Evangelio hecho oración, es el compendio del Evangelio… Ya que por la meditación de los misterios del rosario, pasamos por los acontecimientos del evangelio, por la doctrina de nuestra fe, encontramos a Jesús vivo que es la palabra. El rosario es la manera mediante la cual, en los últimos ocho siglos, la gente ha aprendido a meditar la palabra de Dios, porque el rosario es como una Lectio divina. Así, comprendemos mejor lo que Juan Pablo II quería decir, de que el rosario es la “escuela de María”, ya que es la manera por la que María nos enseña, nos da catequesis y mediante la cual ella nos lleva a Jesús.

¿Siempre hay que rezar todo el rosario, o se puede rezar solo una parte…?
Todo el rosario son los veinte misterios… Yo intento hacerlos, pero honestamente a veces no me alcanza el día; yo diría que hagamos lo que podamos. Pues como escuela de María, hablamos de una pedagogía fantástica: es como las matemáticas, en que uno comienza con la aritmética y luego pasa a geometría y después cálculo… La matemática del rosario es que primero se aprenda bien el Padre nuestro, el Ave maría y hacer lo que se pueda a pocos. En el autobús se puede rezar una decena, en vez de estar fantaseando en una cosa tonta. El hecho de tener el rosario en la mano, te ayuda a «anclarte a Dios». Dicho esto, debe ser normal que cualquier cristiano que está tomando en serio su camino con Cristo, pase quince minutos o media hora con Dios. Rezar los cinco misterios debe ser como comer, porque no dejamos de comer, ¿no?

Entonces es mejor rezarlo de un solo tirón, y no a pocos…
Yo diría los dos, San Pablo dice: «Reza siempre». El rosario, para los que queremos tomar en serio nuestro camino con el Señor, nos ayuda a llevar la vida de manera natural, es como respirar. Eso es algo que embellece la vida y no es algo pesado ni fanático, sino es darme cuenta de que al abrir mis ojos rezo porque Dios me ha construido un mundo tan bello; el rosario es también una oración de acción de gracias. Compararía esto con el matrimonio, en que es importante que la pareja tenga su tiempo para sentarse, a través de una comunicación que no sea ligera… Así también, estar quince minutos, media hora o una hora de oración con Cristo, con Dios, con la Virgen en meditación, te cambia la vida.

Ustedes trabajan entonces con las familias, más allá del hecho de la oración o del rosario, ¿no?
Cuando se habla del rosario en familia, este nos invita a caminar con las familias en la actualidad familiar, la problemática, los desafíos y las alegrías en muchas partes del mundo. Este enfoque de la oración en la vida espiritual nos permite acompañar otros aspectos de la pastoral familiar.

¿Y cómo va la causa de beatificación del padre Peyton?
Avanza bastante bien, ya está en Roma siguiendo su proceso. Invito a las personas a que recen y pidan por la intercesión del padre Peyton, por cualquier cosa que necesiten. Y que nos comuniquen si hay algún favor recibido.

¿Qué se quiere resaltar de la figura del padre fundador de este apostolado?
Esperamos que sea reconocido como un beato y un santo de la familia, de la evangelización con la Virgen, de la evangelización a través de los medios de comunicación.

¿Podría definir en una frase lo que es el rosario en su vida?
El rosario es algo muy simple, a través del cual podemos hacer tanto…

 

Serán ordenados sacerdotes el mismo día

El sábado, fiesta familiar 

Padre e hijo serán ordenados sacerdotes el mismo día 

Son antiguos episcopalianos acogidos al ordinariato anglicano en Estados Unidos. 

Actualizado 26 junio 2012 

ReL 

No es algo común, pero ha sucedido en otras ocasiones dentro del rito latino cuando el padre enviudaba y abrazaba el sacerdocio que ya ejercía, o se preparaba para ejercer, su hijo.

El caso de Charles Hough, III y Charles Hough, IV, padre e hijo respectivamente, que serán ordenados sacerdotes a la vez el próximo 30 de junio, es diferente. Ambos eran pastores episcopalianos en la zona de Fort Worth, en Texas, y se convirtieron al catolicismo dentro del Ordinariato Católico de la Cátedra de San Pedro creado por Benedicto XVI para acoger precisamente casos como el suyo. Recibirán las órdenes junto a otros seis compañeros en la iglesia de Santa Elizabeth Anne Seton, en presencia del cabeza del ordinariato, monseñor Jeffrey N. Steenson.

Charles Hough, III, de 57 años, fue pastor episcopaliano durante 31 años antes de convertirse en septiembre del año pasado. Está casado desde hace 39 años y tiene dos hijos (uno de ellos, el que ahora se ordenará) y dos nietos.

Charles Hough, IV, de 30 años, le precedió dos meses en la conversión, y también era pastor desde 2007. Se casó hace ocho años y tiene dos hijos.

La ordenación de hombres casados que ya ejercían tareas pastorales en el anglicanismo o confesiones similares es una excepción concedida a este ordinariato para estas circunstancias precisas, y no supone una merma en el principio del celibato, que la Santa Sede reafirmó este mismo lunes en el documento sobre las vocaciones sacerdotales.

Anglicano, a partir de junio será sacerdote

Historias del ordinariato

Ocho hijos, esperando el noveno para mayo, se convierte… y a partir de junio será sacerdote

Ian Hellyer abandonó el anglicanismo con toda su familia. Esta Semana Santa se confirmó, comulgó… y le espera el sacramento del orden.

Actualizado 23 abril 2011

C.L./ReL

Es problable que a partir del 17 de junio, fecha de su ordenación, Ian Hellyer sea el sacerdote del mundo con mayor número de hijos.

Se trata de una circunstancia excepcional, que en la Iglesia sólo se da en tres casos. Uno, con la ordenación de hombres que han enviudado. Dos, con la conversión de sacerdotes de las iglesias ortodoxas orientales, que, aunque cismáticos, están válidamente ordenados. Y tres, con la conversión de pastores protestantes, sobre todo anglicanos, a quienes la Iglesia permite continuar con su modo de vida anterior, tras una primera ordenación válida.

Es el caso de Hellyer, que ha sido uno de los 61 sacerdotes admitidos a la Iglesia esta Semana Santa, entre un total de mil personas que se han adherido en la Pascua de 2011 al ordinariato establecido por Benedicto XVI el 4 de noviembre de 2009 con la constitución apostólica Anglicanorum Coetibus para acoger a los anglicanos que se convierten al catolicismo.

Hellyer, de 45 años, tiene ocho hijos y junto con su esposa Margaret espera para finales de mayo al noveno. Atendía como anglicano cuatro parroquias en Dartmoor, en el condado de Devon, al suroeste de Inglaterra, donde vive y donde continuará ejerciendo su ministerio, pero como católico.

Este Jueves Santo recibió la confirmación y la Santa Comunión. Hicieron de testigos sus propios vástagos, que ya son, como Margaret, católicos. Ella, profesora de matemáticas, es también la maestra de sus hijos, a quienes ha educado según el sistema de homeschooling, estando ya los mayores a las puertas de la universidad.

Razones y desafíos

«Me fui sintiendo cada vez más incómodo en la Iglesia de Inglaterra a medida que mi teología se iba haciendo cada vez más católica», explicó Hellyer para justificar el paso que ha dado, y que no resulta fácil desde el punto de vista práctico. De hecho, ha perdido el salario que tenía y ahora tendrá que mantenerse con las donaciones procedentes del ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham y de su trabajo en la diócesis católica de Plymouth.

Pero ve el futuro con optimismo: «No tengo dudas de que podré pagar las facturas a final de mes y podremos tener comida en la mesa», afirmó, confiando en la demostrada generosidad de los fieles católicos británicos y en instituciones como la St Barnabas Society, que se dedica precisamente a ayudar a sacerdotes de otras confesiones que se convierten al catolicismo, quedando casi siempre en una difícil situación personal.

Hellyer comenzó a plantearse su continuidad en el anglicanismo a raíz de las primeras ordenaciones de mujeres, en el año 2001, lo que le hizo cuestionar la catolicidad de su confesión religiosa. Cuando Benedicto XVI estableció el ordinariato, no lo dudó: «Me pareció claro que ése era el camino que Dios quería que siguiese».