Cuando el Padre Pío fue visitado por un alma del purgatorio

Estaba rezando a solas cuando un hombre apareció de la nada

El Padre Pío es famoso por sus múltiples experiencias místicas durante la oración, a menudo atravesando el velo celestial desde la tierra. En una de estas experiencias, tuvo un encuentro inesperado con un alma del purgatorio.

Cierto día, mientras rezaba a solas, Padre Pío abrió los ojos y vio a un hombre anciano ante él. Le sorprendió la presencia de otra persona en la habitación puesto que, según su propio testimonio: “No me podía imaginar cómo podría haber entrado en el convento en ese momento de la noche, ya que todas las puertas están bloqueadas”.

Con la intención de desvelar el misterio, Pío preguntó al hombre: “¿Quién eres? ¿Qué quieres?”.

El hombre respondió: “Padre Pío, soy Pietro Di Mauro, hijo de Nicolás, apodado Precoco. Yo morí en este convento el 18 de septiembre de 1908, en la celda número 4, cuando todavía era un asilo de pobres. Una noche, mientras estaba en la cama, me quedé dormido con un cigarro encendido, el cual incendió el colchón y he muerto, asfixiado y quemado. Todavía estoy en el purgatorio. Necesito una Santa Misa con el fin de ser liberado. Dios permitió que yo venga a pedirle su ayuda”.

Pío consoló a la pobre alma diciéndole: “Tenga la seguridad de que mañana celebraré la Santa Misa por su liberación”.

El hombre se marchó y al día siguiente Pío realizó algunas investigaciones, con las que descubrió la veracidad de la historia de un hombre con el mismo nombre que falleció aquel día de 1908. Todo quedó confirmado, así que el Padre Pío celebró una misa por el reposo del alma del anciano.

Esta no fue la única aparición de un alma del purgatorio que pedía las oraciones del Padre Pío. Pío aseguraba: “Más almas de los muertos del purgatorio que de los vivos subían [a este monasterio]”. Muchas veces, las almas solicitaban que se dijera una misa por ellas, destacando la importancia espiritual de la misa y cómo puede reducir el tiempo que una persona pasa en el purgatorio antes de abrazar las glorias del paraíso

Así es como los ángeles nos muestran el purgatorio

Un ángel le preguntó a Santa Gema Galgani: «¿Cuánto tiempo hace que no has rogado por las almas del purgatorio?»

Los Santos Ángeles de la Guarda han sido enviados por Dios para cumplir diferentes tareas a favor de nosotros: fortalecen nuestra voluntad, nos protegen de los enemigos, nos asisten en nuestra vida e iluminan nuestro entendimiento acerca de los designios de misericordia que Dios tiene para con cada uno de nosotros.

Dentro de estas tareas los Ángeles del cielo cumplen una misión que es la de iluminarnos acerca de la realidad del Purgatorio y la de recordarnos la comunión que tenemos con estas almas que, como enseña el Catecismo de la Iglesia, han muerto “en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1030).

Esta iluminación que nos dan los Ángeles de esta realidad debe ser entendida como un llamado a abrir nuestra alma a contemplar esta realidad que nos une a estas almas, y en este sentido el Ángel nos mueve a la oración, la penitencia y sacrificio en favor de estas almas que se encuentran en el purgatorio.

En este sentido la ayuda que brindan los santos ángeles es muy variada. Nos invitan y exhortan a orar por las almas del purgatorio, mueven nuestro corazón pidiendo que recemos por estos hermanos nuestros que se encuentran en aquel lugar de purificación.

Leemos en el Diario de Santa Gemma Galgani que “Su ángel la estimulaba en este deseo de liberar a estas almas. Un día le dijo: “¿Cuánto tiempo hace que no has rogado por las almas del purgatorio? Desde la mañana no había rogado por ellas. Me dijo que le gustaría que, cualquier cosa que sufriera, la ofreciera por las almas del purgatorio. Todo pequeño sufrimiento las alivia, sí, hija, todo sacrificio por pequeño que sea, las alivia”. Esas palabras también te las dirige el Ángel en el día de hoy: “¿Cuánto tiempo que no has rezado por las almas del purgatorio?”.

Precisamente el Catecismo nos enseña que “desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios.

La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: «Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? […] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos” (Catecismo de la Iglesia Católica 1032).

Y en este sentido los Ángeles nos vuelven a ayudar, pues estas oraciones y sacrificios que ofrecemos llegan ante el trono de Dios de manos de los Ángeles. San Rafael Arcángel en el libro de Tobias enseña que cada vez que se presentan oraciones, son los ángeles quienes llevan nuestras oraciones ante el altar de Dios (cfr. Tb. 6).

Que tú Ángel de la Guarda vaya lleno de oraciones y sacrificios por estas almas; cuán tristes deben estar los Ángeles al presentarse ante Dios sin nada que ofrecer de ti, se presentan con las manos cruzadas sobre el pecho.

Y de manera especial sobresale San Miguel Arcángel, el Ángel de las almas del Purgatorio: él está siempre presente en el juicio particular, asiste a los agonizantes y los sostiene y fortalece en el combate contra el demonio.

El Ángel exhorta: “Si supierais cuánto os aman estas almas benditas. Ellas desean que os salvéis, y que evitéis el Purgatorio…Rezad por estas benditas almas que rezan por vosotros. Ninguna oración se pierde jamás: a menudo hay personas aquí abajo que rezan por todo tipo de cosas, y Dios ordena que su oración sea utilizada en favor de las almas del Purgatorio…” (Tomado del libro “El Purgatorio, una revelación particular, Ed. Rialp).

Y cuando nuestra oración, sacrificio, limosna logra sacar un alma del Purgatorio los Ángeles se visten de gran hermosura y van a sacar el alma de su protegido a llevarla al encuentro con Dios.

De Maria de Jesús Agreda leemos que “Cuando murió la reina Isabel de Borbón, el 6 de octubre de 1644, se le apareció varias veces para pedirle oraciones. El día de las ánimas, dos de noviembre de este año de mil seiscientos y cuarenta y cinco, estando en los maitines y oficio que hace la iglesia por los difuntos, se me manifestó el purgatorio con grande multitud de almas, que estaban padeciendo y me pedían las socorriese. Conocí muchas, incluida la de la reina y otra de una persona que yo había tratado y conocido antes. Yo me admiré de que el alma de la reina, después de tantos sufragios y misas como se habían ofrecido por ella, estaba todavía en el purgatorio, aunque sólo había pasado un año y veintiséis días de su muerte… Llegada la noche vi algunos ángeles en la celda con grande hermosura y me dijeron que iban al purgatorio a sacar el alma de la reina por quien yo había pedido… Y los ángeles la llevaron al eterno descanso, que gozará mientras Dios fuere Dios”.

Así orar por los almas del purgatorio es cumplir una obra de misericordia, salvar un alma y alegrar a los ángeles del cielo.

El Purgatorio en la Biblia

Explicado por Scott Hahn, ex pastor protestante

 

Si la palabra «purgatorio» no existe en la Biblia, ¿cómo podemos saber que existe?

Scott Hahn, maestro y doctor, Ph.D en Teología Bíblica, es considerado uno de los mayores especialistas en Biblia del mundo, al ser esta la razón (sus profundos conocimientos) que lo llevó a convertirse en un católico fervoroso.

“El purgatorio es una exigencia de la razón e incluso de la caridad de Dios por nosotros. La palabra ‘purgatorio’ no existe en la Biblia, fue creada por la Iglesia, pero la realidad es que el “concepto doctrinario” de este estado de purificación existe ampliamente en la Sagrada Escritura. La Iglesia no tiene duda de esta realidad, por eso, desde el primer siglo reza por el sufragio de las almas del purgatorio.

La enseñanza sobre el purgatorio tiene sus raíces ya en la creencia de los propios judíos del Antiguo Testamento; alrededor de 200 años antes de Cristo, cuando ocurrió el episodio de Judas Macabeo. Se narra ahí que algunos soldados judíos fueron encontrados muertos en un campo de batalla, teniendo debajo de sus ropas algunos objetos consagrados a los ídolos, algo que estaba prohibido por la Ley de Moisés. Entonces Judas Macabeo mandó hacer una colecta para que se ofreciera en Jerusalén un sacrifico por los pecados de esos soldados:

“(…)”Después de haber reunido entre sus hombres cerca de 2.000 dracmas, las mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado, obrando muy hermosa y noblemente, pensando en la resurrección. Pues de no esperar que los soldados caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por los muertos; “mas si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso. Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado.” (2 Mac 12, 40-46).

Con base en las enseñanzas de san Pablo, la Iglesia entendió también la realidad del purgatorio. En 1 Co 3,10, él habla de personas que construyeron sobre el fundamento que es Jesucristo, utilizando unos, material precioso, resistente al fuego (oro, plata, piedras preciosas) y, otros, materiales que no resisten al fuego (paja, madera).

Todos son fieles a Cristo, pero unos con mucha devoción y fervor, y otros con tibieza y renuencia. Y san Pablo presenta el juicio de Dios bajo la imagen del fuego que prueba las obras de cada uno. Si la obra resiste, su autor “recibirá una recompensa”; pero, si no resiste, su autor “sufrirá perjuicio”, es decir, una que no será la condenación; pues el texto dice explícitamente que el trabajador “se salvará, pero como a través del fuego”, es decir, con sufrimientos”.

¡Recemos siempre por las almas del Purgatorio!

Fuentes del texto original en portugués.

http://blog.cancaonova.com/felipeaqui…
http://www.ofielcatolico.com.br/2002/…

Video en facebook: https://www.facebook.com/OtradutorCat…

 

Mis amigas, las ALMAS BENDITAS del PURGATORIO

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Hace algunos años frecuentaba un sitio católico en Internet. Allí conocí personas  muy interesantes. Una noche les sugerí:

“¿Por qué  no contamos alguna vivencia que nos haya impresionado?”  

Cada uno empezó a narrar su historia.  Varías me llamaron la atención, pero una en particular nunca la olvido.

“Esa mañana era la Primera Comunión de mi hijo. Me habían dicho que podía pedir una indulgencia plenaria y cuando comulgó lo tuve presente.

Confiada  elevé una oración a Dios y le supliqué una indulgencia para aquella alma del purgatorio que estuviese más necesitada de su Misericordia Divina.  Le ofrecí todas las gracias que obtuviera al comulgar y rece por las intenciones del Papa.

Olvidé el asunto con las celebraciones, los abrazos, las fotografías, el desayuno. Al llegar a casa de vuelta aquella mañana, abrí la puerta y al entrar me envolvió una suave brisa y escuché  que alguien el oído me susurraba: “¡GRACIAS!”

Cuando era niño y me hablaron del purgatorio me pareció un lugar de espanto y miedo; y las almas que allí se encontraban me infundían un gran temor.

Al crecer me di cuenta lo equivocado que estaba. Comprendí que el purgatorio es un gesto de la Misericordia de Dios y ahora las almas que allí se encuentran las considero mis amigas.

Les debo muchos favores.

Mi esposa Vida suele decir: “Es de bien nacido ser agradecido”-

Ofrezco y rezo por ellas,  suplicándole a Dios que las lleve al Paraíso.

A todos el que puedo le hablo de esto.  No sabemos cuántos familiares o amigos tendremos allí ynosotros con nuestras oraciones y ofrecimientos los podemos ayudar.  Ellas claman por nuestra ayuda, no les des la espalda.  Agradecidas te ayudarán de mil maneras. El día que las necesites vendrán en tu auxilio.

Hace algunos años estuve en Costa Rica. Mi tía Elsita nos invitó a tomar el café de la tarde,  una bella costumbre que los ticos aún conservan. Su esposo,  tío Raúl estuvo presente y nos contó una historia increíble:

“Empezó unos meses atrás.  Cada madrugada se encendía mi radio despertador.  Siempre a la misma hora 3:00 a.m.  Cuando me despierto, por mi edad,me cuesta retomar el sueño. Una madrugada cansado exclamé:  

“¿Pero yo qué le he hecho?” 

Escuché con claridad la voz de una mujer acongojada que respondía:

“Usted nada, pero soy tan desdichada”.

Sabiendo que la Misa es una oración perfecta  mi tío Raúl  mando  ofrecer algunas misas por aquella alma atribulada.  El suceso terminó y nunca más volvió a encenderse su radio en la madrugada.

Esta noche acuérdate de ellas, tus amigas, las benditas almas del purgatorio.  Necesitan tus oraciones.

Pide por ellas. Ofrece. Y nunca las olvides.

¿El purgatorio existe? No sale en la Biblia…

Si se llega a la eternidad debiendo algo, el alma se tendrá que purificar

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La verdad del purgatorio, aunque no esté mencionada explícitamente en la Biblia, se entrevé en la misma.

En la sagrada escritura hay muchos elementos que ayudan a fundamentar la convicción de que nada impuro, manchado o imperfecto puede entrar en contacto con Dios, que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación cuando sea necesaria.

Veamos sólo algunos de estos elementos. En la epístola a los hebreos, que habla de los ejemplos de fe en la historia sagrada, se mencionan a unos mártires; más concretamente el texto dice: “Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor” Hebreos 11,35.

Y estos mártires no pueden ser otros que los siete hermanos Macabeos que murieron seguros de la resurrección en la vida futura: “Es preferible morir a manos de hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por Él…” (2 Mac. 7, 14).

De manera pues que en el pueblo de Israel ya había conciencia de que la muerte no es el fin, de que hay una resurrección y esta tiene que ser a un vida de gloria. Resurrección que hay que favorecer; de consecuencia ya había consciencia de una recompensa para los que mueren sin pecado o en gracia de Dios.

Y como en muchos casos no se muere con el alma pulcra pues es necesaria una purificación, es necesario purgar el pecado.

Y los que quedan son conscientes de que con su oración pueden ser solidarios con los que mueren para ayudarles en dicha purificación.

Es lo que vemos claramente en el 2 Macabeos 12. Aquí se da por cierto que existe una purificación después de la muerte. Judas Macabeo efectuó una colecta para tener lo necesario a fin de que se ofreciera un sacrificio expiatorio por el pecado de unos soldados caídos.

“Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: “Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado” (2 M 12, 46).

Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, (cf DS 856) para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios.

La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: llevémosles socorros y hagamos su conmemoración.

Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre, (cf. Jb 1,5) ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo?

No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. in 1 Cor 41,5)” (Catecismo, 1032).

Es pues doctrina segura la existencia de un estado transitorio de purificación obligatorio para aquellos que, habiendo muerto en gracia de Dios, necesitan mayor purificación para llegar a la santidad necesaria para entrar en la realidad celestial.

En el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos en los que se ve que lo que está destinado a Dios debe ser lo mejor, lo perfecto.

Uno de estos ejemplos es la calidad de la ofrenda de Abel aceptada con agrado por parte de Dios (Gn 4, 8); o por ejemplo, en el plano sacrificial, lo que entra en contacto con Dios debe ser lo perfecto, es el caso de los animales destinados para la inmolación (Lv 22, 22).

Pero más que las cosas son las personas que quieren tener su eterno destino en Dios las que deben ser perfectas, sin mancha.

En el plano institucional es la integridad física de los ministros del culto (Lv 21, 17-23). A esta integridad física o personal de los ministros del culto debe corresponder una entrega total a Dios por parte de todo el pueblo de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio.

Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (Dt 10, 12 ss).

Y esta integridad debe ir más allá de la vida presente para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios, con el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob (Ex 3, 6), con el Dios en quien todos viven.

Es lo que asegura también Jesús hablando de la resurrección: “Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven” (Lc 20, 37-38).

El Salmo 50, el salmo penitencial por antonomasia, nos habla en clave de purificación interior: si el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o ‘lavado’ (vv. 4. 9. 12 y 16), podrá proclamar la alabanza divina (v. 17).

Y una de las características de la figura del Siervo de Yahvéh es su función de interceder y expiar en favor de muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a muchos», cargando con sus culpas (Is 53, 11).

Pasando ya al Nuevo Testamento, Jesucristo también nos insinúa varias veces de la realidad del purgatorio cuando dice, por ejemplo: “Mientras vas donde las autoridades con tu adversario, aprovecha la caminata para reconciliarte con él, no sea que te arrastre ante el juez y el juez te entregue al carcelero, y el carcelero te encierre en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último centavo” (Lc 12, 58-59). Aquí la cárcel es el sinónimo del purgatorio de donde se saldrá una vez se ha pagado toda deuda.

Jesús hace referencia por tanto a una purificación temporal de la que se saldrá cuando termine. Esta purificación no puede ser ni el infierno ni en el cielo, pues entre otras cosas son realidades eternas de las que no se saldrá.

Es decir si no arreglamos las cosas mientras vamos de camino a la eternidad y se llega a ella debiendo algo, el alma se tendrá que purificar.

Y el Apóstol San Pablo habla de un fuego purificador y del valor de la obra de cada uno, que se revelará el día del juicio: “Si la obra de uno construida sobre el cimiento (sobre Cristo) resiste, recibirá la recompensa. Mas aquel cuya obra quede abrasada sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego” (1 Co 3, 14-15).

Un Papa que imploró ayuda desde el Purgatorio

La asombrosa historia de un Papa que imploró ayuda desde el Purgatorio

Somos muchos los cristianos que iremos al purgatorio, por gracia de Jesús, para ser purificados antes de entrar en la presencia de Dios

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El Papa Inocencio III fue uno de los papas más influyentes e importantes de su época. Fue pontífice desde 1198 hasta 1216.

Él fue quien concedió a San Francisco de Asís y su pequeño grupo de seguidores el permiso para fundar la Orden de los Frailes Menores; convocó el IV Concilio de Letrán que, entre otras cosas, en donde se definió dogmáticamente la doctrina de la transubstanciación; y él organizó grandes esfuerzos para combatir la herejía en Europa y repeler la invasión de las fuerzas musulmanas. Toda la gran energía que mostró, se debió en parte a que era inusualmente joven en el momento de su elección, apenas contaba con 37 años.

Entonces, después de más de 18 años como Papa, murió repentinamente. Pero eso no fue lo último que se supo de él.

Cuando un cristiano muere, los católicos creemos que pueden ir directamente al cielo si no tienen ningún castigo temporal excepcional por los pecados que han cometido. Pero muchos cristianos irán al purgatorio primero, en el que, por la gracia de Jesucristo, son purificados y preparados para entrar en la presencia Santísima de Dios.

La asombrosa historia del difunto Papa y su ruego

La historia cuenta que en el día en el que Papa Inocencio III murió, o poco después, apareció a Santa Lutgarda de Aywieres en Bélgica. Santa Lutgarda es considerada como una de las grandes místicas del siglo 13, conocida por sus milagros, visiones, levitación, y en particular por ser experta en la enseñanza.

Cuando el Papa Inocencio se le apareció, le dio las gracias por sus oraciones durante su vida, pero explicó que él estaba en problemas: no había ido directamente al cielo, estaba en el purgatorio, sufriendo su fuego purificador por tres faltas específicas que había cometido durante su vida.

El difunto Inocencio le preguntó a Santa Lutgarda si podría orar por él, diciendo:

“¡Ay! Es terrible, y mi pena tendrá una duración de siglos si usted no viene en mi ayuda. En el nombre de María, que ha obtenido para mí el favor de poder recurrir a ti, ayúdame!”

Como reflexión a este caso, sabemos que las almas que llegan al Purgatorio, no puede alcanzar, bajos sus propios méritos, o ayudarse a sí mismos, para salir de ese estado, sólo les queda cumplir con la pena impuesta y aceptar la purificación divina. Nosotros, los que quedamos en este mundo, podemos ofrecer oraciones y penitencias para aliviarlos, y de alguna manera, desconocida para nosotros, ellos saben cuándo hacemos eso. ¿Cuánto tiempo debemos orar y sacrificarnos por un alma en particular? ¡No lo sabemos! San Agustín en sus Confesiones, escribió, 10 a 15 años después de la muerte de su madre, Santa Mónica, que aún él pedía oraciones por ella.

El Purgatorio puede durar el equivalente a muchos años – se habla de este modo, porque no hay tiempo en el Purgatorio – hasta que el alma haya reparado las consecuencias que dejaron los errores de sus pecados ya perdonados. Por cierto, es un error, canonizar a nuestros familiares difuntos en un funeral, diciendo: “ya está en el cielo”, “está en la gloria de Dios”, etc… Ya que, esto, solo Dios tiene la certeza del estado de su alma. Además caeríamos en el triste error que cometen los protestantes bajo la influencia del error de Martín Lutero. Tristemente algunos católicos hacen esto en un funeral.

Adaptación, modificación y traducción al español de: PildorasdeFe.net, del artículo publicado originalmente en: ChurchPOP