La mujer es la segunda gran víctima del aborto

En una clínica de la Ciudad de México, se ven formadas 25 chicas, desde las 5 a.m. para abortar. Nadie les dice que se van a hacer daño a sí mismas pues van a sufrir el síndrome postaborto – se da un duelo tarde o temprano – y un sentimiento fuerte de culpa. Les hacen firmar que no les van a echar la culpa si hay perforación de útero, infecciones, sangrado, cáncer de mama o muerte. Nadie les informa que es más doloroso el aborto que esperar a que el bebé nazca y darlo en adopción. El aborto ni se olvida ni se supera, se aprende a vivir con ello.

Cuando en 1979 Madre Teresa de Calcuta fue a recoger el Premio Nobel de la Paz, pronunció, ante la sorpresa de los allí presentes, las siguientes palabras:

“Estamos hablando de la paz… El mayor destructor de la paz hoy es el aborto, porque es una guerra directa, un asesinato directo por la madre misma. (…) No estaríamos aquí si nuestros padres nos hubieran hecho eso a nosotros. (…) Muchas personas están muy, muy preocupadas por los niños en India, o en África, donde muchos mueren, tal vez de desnutrición, de hambre u otros motivos…, ¡pero millones están muriendo de forma deliberada por la voluntad de la madre! Y ese es el mayor destructor de la paz hoy. Porque si una madre puede matar a su propio hijo, ¿qué falta para que yo te mate a ti y tú me mates a mí? ¡No hay nada en el medio! (…) Hagamos que cada niño, nacido o no nacido, sea querido. (…) Nosotras estamos combatiendo el aborto con la adopción. Ya hemos salvado miles de vidas; y hemos mandado mensajes a todas las clínicas, a todos los hospitales, a todas las oficinas de la policía: por favor no destruyan al niño, dénnoslo a nosotras, que nos encargaremos de ellos y les conseguiremos un hogar”.

Decía Castellani, un pensador argentino: “Desesperación es el sentimiento profundo de que todo esto no vale nada y el vivir no paga el gasto y es un definitivo engaño; y este sentimiento es fatalmente consecuente con la convicción de que no hay otra vida”. Ante la pregunta por el sentido de la vida, que llama a las puertas de Occidente de una forma tan cruda, respondemos apoyándonos en la sabiduría de los santos: “El desconocimiento propio genera soberbia; pero el desconocimiento de Dios genera desesperación” (San Bernardo).

El principal problema de la cultura occidental es el problema del sentido de la vida; o dicho de otro modo, el dilema esperanza-desesperanza. No se puede entregar la vida cuando no se sabe qué es la vida. Alguien dijo aquello de: “Cuando no se tienen horizontes, las cosas no se ven ni desde cerca”. Y es que, solo cuando sabemos que venimos del amor y que volvemos a él venciendo el sufrimiento y la muerte, es cuando podemos dar lo mejor de nosotros mismos con desinterés y alegría.

Si bien es cierto que las grandes heridas morales del hombre y de la mujer de nuestros días son principalmente “afectivas”, no es menos cierto que existe también un oscurecimiento muy notable de la razón y del sentido común.

José Ignacio Munilla escribe: Las encuestas sociológicas vienen demostrado que la sensibilidad de los varones es notablemente inferior a la femenina, en lo que se refiere al valor de la vida en el seno materno. Esos mismos estudios sociológicos apuntan a que detrás de un número considerable de abortos, se esconde la presión —cuando no el chantaje— del varón. El feminismo radical, en la práctica, termina imponiendo a la mujer el modelo sexual machista.

La maternidad no comienza en el momento del parto, sino en el momento de la concepción. Afirmar que no se puede obligar a una mujer a ser madre, es olvidar que ya lo es, desde el momento en que está embarazada. A partir de ese momento solo puede elegir entre dos alternativas: ser madre de un hijo vivo, o serlo de un hijo muerto.

Por lo tanto, la cuestión clave es si el aborto puede ser considerado como un ‘derecho’. ¿Existe el derecho a acabar con la vida del ser humano concebido y todavía no nacido? Es más, ¿acaso matar puede ser un derecho? Un hijo no es un derecho, es un don, y no se le da a todos.

El problema principal, el problema de fondo, es el vacío existencial al que nos ha conducido el materialismo. Arrastramos un sinfín de heridas afectivas, fruto de la cruda experiencia del egoísmo del prójimo, de la fragilidad del amor humano, de las rupturas familiares, de las depresiones y ansiedades, de la falta de dominio de uno mismo, etc. Estos son los verdaderos problemas de fondo; mientras que por lo general, las ideologías no son sino una ‘huida hacia adelante’, en la absurda pretensión de justificar la propia desesperación.

Dignificar la adopción

En nuestra cultura la adopción está muy valorada desde la perspectiva de la familia adoptante. Basta señalar que las familias adoptantes con frecuencia tienen que viajar a países lejanos, para poder encontrar la figura de una madre dispuesta a dar su hijo en adopción. Y sin embargo, sin la generosidad de la madre que ha estado dispuesta a desprenderse de su hijo para que pueda ser educado con unos medios que ella no tiene capacidad de ofrecerle, sería imposible la generosidad de la familia adoptante.

En efecto, nos olvidamos de la generosidad que encierra la entrega de un hijo en adopción. Se trata de priorizar el bien objetivo del niño, sobre el sentido posesivo hacia él. Inevitablemente, existen dos tipos de razonamientos: “Si no puede ser mío, no lo será de nadie”; o, por el contrario, “Si yo no puedo hacerle feliz, se lo entregaré a quien pueda hacerlo”.

Retos actuales

Por beckyreynaud

Diagnosticar lo que pasa en la época actual no es difícil. Lo difícil es la terapéutica. Un grupo de señoras pensantes estaban analizando este tema y varias coincidieron en que hay –para empezar- que querer a la gente de corazón. El cariño muchas veces lleva a descubrir que Dios nos ama. La pregunta es cómo contribuir a evangelizar una cultura donde abunda la increencia y la indiferencia. El diálogo con esas personas puede venir facilitado por el sufrimiento y otras situaciones en que se plantean los grandes temas de la existencia.

Hay que descubrirles a los jóvenes y adultos que la verdad es necesaria y atractiva, y que nuestra inteligencia la busca, y la consecuencia de encontrarla es que nos hace más felices y más libres. Afirma el Papa Ratzinger: “Con el amor, la verdad y la amabilidad que vienen de Dios, el hombre se vuelve puro, y amor, verdad y amabilidad se encuentran en la Palabra de Dios y nos libera de la desmemoria de un mundo que no piensa más en Dios (…). ¿No viene del exterior la suciedad que nos ataca? Podemos responder con la limpieza de vida a las enfermedades y a las epidemias que nos amenazan”. Pero eso no basta porque tenemos la “epidemia del corazón”, una epidemia interior que lleva a la corrupción y a otras cosas sucias, y el hombre piensa sólo en él mismo. La “limpieza interior” tiene tanta importancia como la religión. En otro pasaje el Señor dice a los suyos: “Ustedes son puros gracias a la palabra que les he anunciado”. Llegamos a ser puros por medio de la Palabra. La Palabra de Dios vale mucho más que las palabras, porque a través de ella encontramos a Dios mismo. Encontramos la Palabra también en los que reflejan a Dios, que nos muestran Su cara y Su sencillez, ternura y sinceridad”. (Encuentro del Schülerkreis en el Campo Santo Teutónico, Vaticano, 30 de agosto de 2015).

En otro momento dijo: “Sólo si la verdad y el amor están de acuerdo, el hombre puede ser feliz. Sólo la verdad nos hace libres”.

Junto a la necesidad de la vida espiritual se advierte la urgencia de enseñar a pensar; es decir, formar la capacidad para ver críticamente las propuestas de la cultura dominante. “Se puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar” (Gaudium et spes, 31).

La cortesía sirve

Antonio, un padre de familia, cierto día cuando regresaba del trabajo se encontró con un embotellamiento de tránsito infernal y notó que un señor conducía apresuradamente, cortándole el paso a todo el que podía al tratar de abrirse paso entre los vehículos.

Cuando se aproximó al carro de Antonio, se le atravesó de una manera tan brusca que por poco ocurre un choque fuerte.

 En ese momento, Antonio tuvo deseos de insultarlo e impedirle el paso, pero luego pensó: “¡El pobre! Está tan nervioso y apurado… ¡Sabrá Dios si tiene un problema serio y necesita llegar cuanto antes a su destino!”.

 Con estos pensamientos, detuvo por completo su auto y lo dejó pasar.

 Al llegar a casa, Antonio recibió la noticia de que su hijo de tres años había sufrido un grave accidente y había sido llevado al hospital por su esposa. Inmediatamente se dirigió al hospital; al llegar, su esposa corrió a sus brazos y lo tranquilizó diciéndole:

 – Gracias a Dios todo está bien. El médico llegó justo a tiempo para salvar la vida de nuestro hijo; ya está fuera de peligro.

 Aliviado, Antonio pidió hablar con el médico para agradecerle.

¡Cual no sería su sorpresa cuando vio que el médico era ese señor nervioso y apurado a quien le había cedido el paso casi una hora antes!

Ver para creer

sábado, 11 de septiembre de 2010
Juan Bosco Martín Algarra


Intereconomia.com

La noticia me ha llegado a través de Infocatólica, pero hacía referencia a un reportaje de El País, titulado «Una paga para el que vive por error«. Este reportaje trata de explicar por qué el Tribunal Supremo ha ordenado pagar 1.500 euros todos los meses a un niño con síndrome de Almudi.org - Juan Bosco Martín AlgarraDown cuyos padres, de no haberse equivocado el diagnóstico prenatal, hubieran abortado.

Así, de duro… abortado. Es decir, finiquitado, liquidado… kaput. Muerto el niño, se acabó el problema.

Lo más curioso, y a la vez terrible, como ha recordado Benigno Blanco, abogado y presidente del Foro Español de la Familia, al que hemos entrevistado María José Bosch y yo hoy en El Color de la Tarde, es que ninguna familia con un hijo con síndrome de Down percibe 1500 euros para su manutención y cuidado: logopeda, colegio especial, psicólogo… nada, nada, nada.

Es decir, que si tú puedes demostrar ante un juez que los médicos se equivocaron el diagnóstico prenatal, y que hubieras abortado en el caso de saber que el niño tenía un Down, consigues 1.500 euros para el niño.

Ah, se me olvidaba, y 150.000 euros para los padres… y con la bendición de Tribunal Supremo. ¿No está mal verdad?

No está mal… está asqueroso, repugnante. Me parece estupendo que al niño le concedan una pensión. Lo que me producen arcadas es que se la concedan… precisamente porque está vivo.

He aquí las consecuencias legales del aborto, que además de destrozar una vida humana destroza también el derecho, amén del sentido común.

O cambiamos este estado de cosas… o lo cambiamos. No hay alternativa.