De EE.UU. a Guatemala en un viejo Chevrolet a “alimentar de Dios”… y al martirio

Casi todo el cuerpo del “Padre A’plas” está enterrado en su Oklahoma natal, conoce qué ocurrió con su corazón

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El pasado viernes 2 de diciembre fue una fecha importante para la Iglesia católica en Estados Unidos. En ese día, el Papa Francisco reconoció el martirio del Padre Stanley Rother de la Arquidiócesis de Oklahoma. Con ello, Estados Unidos tendrá a su primer mártir. Y se abre el camino hacia su beatificación.

El Padre Stanley Rother conocido como “el Padre A’plas”, nació en la granja de su familia, cerca del pueblo de Okarche (en el Estado de Oklahoma) el 27 de marzo de 1935. y fue asesinado en la casa parroquial de Santiago Atitla (Guatemala) el 28 de julio de 1981.

La historia cuenta que se fue de misiones a Guatemala en 1968, manejando un viejo coche Chevrolet desde Oklahoma (fue asignado para misiones por la arquidiócesis de Oklahoma City), pasando por todo el territorio mexicano.

En Guatemala fue recibido y se quedó a vivir en la zona de Solola, donde aprendió español y tzutuhil. Justamente fueron los nativos de esta etnia -los tzutuhiles— quienes lo bautizaron como “el Padre A’plas”. También le decían “Padre Francisco”.

Lo quisieron tanto que le hicieron el honor de invitarlo a formar parte de su consejo supremo y de la fraternidad de estos pueblos indígenas guatemaltecos, en su mayor parte descendientes de los mayas.

Como misionero en Santiago Atitlán durante 13 años, además de sus tareas pastorales, tradujo el Nuevo Testamento al tzutuhil e inició la celebración regular de la misa en esa misma lengua. Dejó el país debido al conflicto armado pero poco después regresó para apoyar a sus feligreses. Fue asesinado en la casa parroquial el 28 de julio de 1981.

Fue uno de los diez sacerdotes asesinados en Guatemala aquel año terrible de la guerra intestina. ¿El motivo de su asesinato? Muy parecido al del beato Romero y al de los jesuitas de la UCA en el vecino El Salvador: por su decidida opción a favor de los pobres y desheredados de Guatemala.

En su misión ayudó a la gente a construir un pequeño hospital, una escuela y a montar su primera estación de radio católica. Un año antes de su asesinato, cuando había tenido que salir de Guatemala, las fuerzas militares y paramilitares de la zona habían destruido la estación de radio y asesinado a su director.

Sabiendo esto, y conociendo la tortura y el asesinato de varios de sus catequistas, así como el hecho de que su nombre estuviera en la “lista de muerte” de los asesinos, el Padre Stanley decidió volver con los suyos. Era abril de 1981.

Tres meses más tarde, la mañana del 28 de julio de ese mismo año, un pistolero penetró en la rectoría del templo y le disparó dos veces. Su cuerpo fue llevado de regreso a Oklahoma y sepultado en el cementerio de Okarche.

Sin embargo, a petición de sus parroquianos tzutuhiles, su corazón le fue quitado, para enterrarlo a un lado del altar del templo en donde ejerció su misión por 13 años.

En la habitación donde fue asesinado hay un poema escrito en la pared para “el Padre A’Plas de su gente”, en donde, a la manera indígena, se recuerda su labor más importante: “tú nos alimentaste de Dios”. Quizá no haya más grande epitafio que ese para un misionero.

El tátara tío de la princesa Diana de Gales, camino a la santidad

Amante del críquet y convertido al catolicismo, dedicó su trabajo a los pobres, especialmente a los inmigrantes irlandeses

web-princess-diana-father-ignatius-spencer-johnny-eggitt-afp-and-public-domainUn entusiasta del críquet, antepasado tanto de la princesa Diana como de Winston Churchill ha dado un paso más hacia la santidad.

La Congregación para las Causas de los Santos ha aprobado la designación de “Siervo de Dios” para el sacerdote Ignatius Spencer, nacido en 1799 en Inglaterra.

El padre Spencer fue un pastor anglicano que se convirtió al catolicismo a los 31 años, con el consecuente escándalo en su sociedad victoriana. En 1847 se unió a los Pasionistas y trabajó con irlandeses indigentes en las Midlands de Inglaterra.

Dedicó gran parte de su vida a trabajar por devolver Inglaterra al catolicismo. Viajó a Irlanda cuatro veces, la primera en 1842, convencido de que la solución a la separación y el antagonismo entre los dos países podría solucionarse con la oración de los irlandeses por la conversión de Inglaterra.

Así, pedía el rezo de un Ave María al día con este propósito: “A través de una oración unida para obtener de Dios la conversión de todos los desafortunados que, bajo el nombre de cristianos, están separados del redil del Pastor único, pero no nos limitemos únicamente a los protestantes (…) ni tampoco únicamente a Inglaterra, sino incluyamos a los griegos, los rusos y las antiguas sectas de Asia”.

Según el sacerdote John Kearns, provincial pasionista británico, el padre Spencer también era conocido por su predilección por el juego del críquet, al cual denominaba “mi manía”.

Consagró su labor a los pobres, en particular entre inmigrantes irlandeses. Una vez dijo que desearía morir como Jesús: “en una cuneta, inadvertido y anónimo”. Las palabras resultaron proféticas, porque el padre Spencer murió después de sufrir un ataque cerebral, solo, en un camino rural cerca de Edimburgo, Escocia. Su cuerpo está enterrado en la iglesia St. Anne and Blessed Dominic, en Saint Helens, Merseyside.

Mark Davies, obispo de Shrewsbury, declaró para Catholic Herald que la vida del padre Spencer es un capítulo “heroico y a menudo olvidado” del catolicismo en Inglaterra. “Al enfrentarse al desafío del secularismo, el padre Ignatius y sus compañeros pasionistas –beato Dominic Barbery y madre Elizabeth Prout– nos recuerdan la energía misionera y el propósito que definieron ‘la Segunda Primavera’ de la Iglesia católica en Inglaterra”.

El padre Spencer es el tatara-tatara-tataratío de la princesa Diana, además de tío abuelo de Winston Churchill.

Sirvió por más de 50 años a los más desfavorecidos de Perú

Fray Anselmo mantuvo vivo el contacto con su familia en las Islas Canarias

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Luego de un incierto peregrinar realizó su sueño: servir a los demás en Perú. Partió de un pueblo ubicado al noreste de Islas Canarias en España para abrazar su vocación. Por casi 50 años consagró su vida al servicio de los más pobres, en el país andino.  Anselmo Díaz se había hecho sacerdote Franciscano.

Sus valiosas virtudes humanas lo hacían sobresalir en donde se encontraba. Entre los 10 y 11 años tuvo que lidiar con las secuelas de la posguerra. Se afincó en Arafo (España), allí pasó su juventud. A los 22 años viajó a África para cumplir con el servicio militar y luego partió a Venezuela, recuerda su hermana Carmen Díaz, la menor de 5 hermanos.

La orden de Asís lo acogió en Perú. Su humildad, su entrega y su amor a los más pobres le valieron para que la reconocida estrella de Hollywood José Mojica, quien había entrado a la vida religiosa, lo alentara para el sacerdocio.

Labor Franciscana de asistencia en Perú

Con el alba ya estaba en la puerta del comedor. Un atento fray Anselmo recibía a los niños con un pan en la mano. Una vez dentro, comenta su hermana, los niños disfrutaban de grandes calderos de leche y chocolatada. Al mediodía, tocaba atender a los ancianos, y por la tarde a los adultos. “Mi hermano conseguía donaciones de Alemania y Canadá, país de donde mandaban el chocolate”, comenta Carmen.

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Luchó y atendió con todas sus fuerzas a los niños, mujeres y ancianos más desposeídos. Además de trabajar en misiones en la selva, de 2000 a 2006 cumplió una importante labor como Superior Provincial de la provincia franciscana de los XII Apóstoles del Perú. Posteriormente fue nombrado superior del Convento de San Francisco de Lima.

Su intensa labor duró casi medio siglo en el país. Su hermana no olvida que en su pequeña habitación en el convento entraban y salían siempre, todos tenían un consejo que pedirle.

De Perú al cielo

Más de 600 personas eran atendidas a diario en el comedor que logró fundar en Lima. El 27 de junio partió a la casa del padre en medio de una desconsolada despedida de los más humildes.

“Mi hermano ha llevado el nombre de Canarias, su tierra natal, muy lejos a través de sus obras sociales y el amor a los demás. Un hombre de paz y humilde quien puso en escena la caridad en el servicio pastoral”, expresó su hermana.

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Desde su tierra natal, Canarias, organizaba una cena benéfica todos los años para recaudar fondos destinados a los niños del comedor en Lima. “Yo tengo dos familias, sería ingrato quedarme aquí y dejarlos abandonados”, señalaba Anselmo. Así que decidió participar siempre en ambo lugares.

Sus restos mortales descansan en las catacumbas del histórico Museo del Convento de San Francisco de Asís.