Cuando tu esposo es adicto a la pornografía

Consejos para hacer frente a la adicción sexual

triple-x

He leído una carta anónima publicada sobre la mujer de un adicto al porno que sentía el engaño y el dolor fruto de la adicción de su esposo. Al instante sentí dolor, tristeza y furia. A continuación ofrezco estas breves sugerencias prácticas y espirituales, tanto para esta esposa como para su marido. Confío en que otras personas encuentren algo de ayuda aquí también.

A la esposa anónima: todo lo que escribes es absolutamente verdad, y no solo para ti, sino para muchas esposas más (y también esposos). Deberías saber que, de hecho, existen recursos de ayuda para cónyuges de adictos a la pornografía.

Sin embargo, empecemos por ser brutalmente honestos. Probablemente tu marido es adicto a algo más que el porno. Cometemos un grave error al hablar simplemente de “adicción al porno”. La pornografía es una droga de transición que facilita la llegada o concurre con otros múltiples comportamientos sexuales compulsivos. Deberíamos usar el término ‘adicción al sexo’. Al hablar de adicción a la pornografía se minimiza la cuestión (ya que la pornografía está tan gratuitamente aceptada) y se ignora la realidad de que están en juego probablemente comportamientos mucho más graves.

Aquí hay algunas sugerencias prácticas para la esposa anónima:

1. La adicción de tu marido no tiene nada que ver con que tú no le satisfagas sexualmente. Deja de flagelarte. Puede haber dificultades en tu vida íntima, pero no son la causa de su adicción. Más bien al contrario. La adicción causa problemas en tu vida íntima, por no mencionar en tu matrimonio. Tu marido nunca estará satisfecho sexualmente mientras siga siendo un adicto sin intención de recuperarse.

2. Hazte una prueba de ETS. No será fácil emocionalmente. Te pondrá en una montaña rusa de sentimientos encontrados. Pero necesitas saber si tu salud está en peligro a causa del comportamiento de tu marido. Es un adicto, lo cual significa, por desgracia, que es un mentiroso. Tiene que mentir para poder gestionar su adicción. No tienes manera de saber si te ha dicho toda la verdad sobre su trastorno sexual. Lo más probable es que te haya contado una verdad a medias, algo que te satisfaga lo suficiente en un momento de confrontación. Lo más seguro es que tu mente ni siquiera viaje a los lugares donde él ha estado.

3. Existen grupos de ayuda. Encuentra uno que te funcione. Necesitas ayuda. Cargas sobre tus hombros un peso tremendo y sufres enormemente.

– S-Anon es un programa de 12 pasos para parejas y allegados en general de adictos al sexo. Sí, tu marido es un adicto al sexo aunque creas que en realidad “solamente” es un adicto a la pornografía. Es posible que debas probar con diferentes grupos porque todos pueden variar mucho entre sí. Tienes que encontrar uno donde te sientas cómoda; dicho lo cual, no significa que este desafío no deba suponer un esfuerzo. Al-Anon, de alcohólicos anónimos, puede ser de ayuda si no puedes encontrar un programa S-Anon. Los programas de 12 pasos son gratuitos.

– Si no puedes encontrar un programa de 12 pasos o prefieres una opción diferente, prueba a encontrar un terapeuta profesional especializado en adicción al sexo. Muchos ofrecerán tanto asesoramiento individual como en grupo. Como todos los terapeutas, los terapeutas sexuales son un grupo heterogéneo. Algunos son buenos; otros no tanto.

Sé inteligente. Escucha a tu instinto. Existen muchos programas de certificación para terapeutas sexuales, pero los CSAT (Certified Sex Addiction Therapist, del instituto IITAP, International Institute for Trauma and Addiction Professionals) son los más conocidos y posiblemente los más reputados. Su elaboración ha sido supervisada por el doctor Patrick Carnes, experto destacado en adicción al sexo. Su investigación, en particular en el ámbito de la familia, va en línea con la doctrina católica. Los especialistas CSAT también están formados en el proceso por el que un marido se abre por completo a su esposa (o tanto como ella necesite). Necesitarás este proceso para seguir adelante.

– NO vayas a un terapeuta que sea un simple terapeuta sexual. Normalmente no entienden el concepto de adicción al sexo (o al porno) y no es de extrañar que te culpen a ti por los problemas de tu marido. Si tan solo te relajaras, te pusieras ropa sexy, te atrevieras a algo más arriesgado, si encendéis una vela, si vierais porno juntos… Estos terapeutas serán el terapeuta de los sueños de tu marido.

– También te advierto para que tengas cuidado con los terapeutas que se anuncian primero como católicos (o cristianos) y luego como terapeutas. Lo que necesitas es a alguien que entienda por lo que estás pasando, el que sea católico o no es una cuestión menor. Tienes que saber si es un terapeuta experto capaz de ayudarte. Investiga por internet. Llama a organizaciones sanitarias competentes preguntando si pueden recomendar a alguien o si hay quejas sobre alguno de los terapeutas que estés considerando. Incluso en tu centro médico de cabecera; en algunos tienen listas de profesionales de la salud mental que tienen valores neutrales.

4. Lee sobre codependencia y TEPT (trastorno de estrés postraumático) para parejas de adictos al sexo. Si el diagnóstico de codependencia no encaja con tu caso, no dejes que nadie te ponga esa etiqueta. Cada vez más terapeutas que trabajan con cónyuges de adictos al sexo descubren que los cónyuges sufren de forma más inmediata algo parecido al TEPT.

Probablemente haya un elemento de codependencia, pero el efecto de TEPT es mucho más inmediato porque la adicción al sexo es una adicción profundamente personal e íntima. No es como las adicciones a las drogas o al alcohol, aunque también hieren terriblemente a los seres queridos. Causa un dolor que es radicalmente más personal para el cónyuge. Además, a menudo es mucho más oculto y secreto. Normalmente se produce un momento de descubrimiento brutal para el cónyuge de un adicto al sexo.

5. Para entender más en general sobre la adicción al sexo, lee obras de algún experto reputado, como el libro Out of the Shadows del doctor Patrick Carnes.

6. Puedes leer información ofrecida en recursos para cónyuges (o parejas en general) de adictos al sexo. Hay muchos libros y artículos disponibles en Internet. Algunos son obra de cristianos, otros no. Busca lo que funcione en tu caso. Estar en un grupo podría ayudarte a filtrar los mejores recursos.

7. No te conformes con menos que sobriedad por parte de tu marido. A medida que tú te fortalezcas, anímale a que reciba ayuda. En Estados Unidos dispones de tres programas principales de 12 pasos relativos a la adicción al sexo. Resumo brevemente:

– SA: Sexaholics Anonymous. Los miembros de sexólicos anónimos (SA, también en España) coinciden en que la única forma legítima de comportamiento sexual se produce entre marido y mujer. No hay sexo con otros ni con uno mismo. SA se alinea muy bien con la doctrina católica sobre la moral sexual.

– SAA: Sexo Adictos Anónimos. Definen la sobriedad a su manera, así que podría incluir comportamientos que no son estrictamente fieles y castos.

S.L.A.A.: Adictos al Sexo y al Amor Anónimos (en español A.S.A.A.). Sus miembros también tienen su propia definición de sobriedad.

8. Tu marido también puede recibir ayuda de un terapeuta CSAT y/o de un grupo. Sin embargo, yo recomendaría trabajar con alguien al principio que exija a tu marido que logre cierto nivel de sobriedad (90 días o más) antes de hurgar en cuestiones psicológicas. Tu marido es un adicto. Lo más probable es que sea un hombre inteligente, ya que ha sido capaz de mantener al menos un indicio de fachada hasta ahora. La terapia se convertiría en una distracción de su esfuerzo inmediato sobre la sobriedad. También podría manipular la terapia y tus esperanzas. No te conformes con menos que la sobriedad. Está enfermo y solo hay una forma de mejorar. Sobriedad.

9. No discutas con tu marido. No se encuentra en una posición razonable. Lo volverá todo contra ti. Manifiesta tus necesidades, tus peticiones, etc., pero no insistas si se va a convertir en una discusión. Aquí es donde tu propio esfuerzo será esencial. Si no haces tus propios deberes, tu marido te arrastrará en una espiral de devastación cada vez que discutáis.

10. No eres la madrina de tu marido ni su terapeuta ni su director espiritual ni ante quien deba rendir cuentas. Lo mejor de utilizar recursos externos profesionales es que puedes liberarte de una función imposible en la que probablemente hayas quedado atrapada.

11. No empieces con terapia matrimonial. No hasta que tu marido esté sobrio y ambos estéis sanos en general; nada se puede hacer por el matrimonio hasta entonces. Cualquier terapeuta que sugiera lo contrario es un charlatán. El matrimonio está en pausa por ahora. Si llegas al punto de la terapia matrimonial, trabaja solamente con un terapeuta que no oculte secretos de ninguno de los esposos. Pregunta al terapeuta sobre su enfoque en la terapia de parejas. ¿Incluye la transparencia? Tiene que haber transparencia total. El matrimonio debería ser paciente y vosotros dos deberíais tener un papel en él. Pero el terapeuta debería centrarse en sanar el matrimonio, no en ofrecer encubrimiento a ninguno de los dos. Debería ser un trabajo duro. Si es fácil, probablemente no es real.

12. Cuídate. Te lo debes a ti misma, a tu marido y a tus hijos. Hazte un examen médico si hace más de un año del último o si estás experimentando cambios de salud significativos. Pero un chequeo de verdad, no solo tu visita regular al ginecólogo. Haz ejercicio. Te ayudará a aclarar tu mente y tal vez incluso a rezar. Come bien. Haz cosas buenas que te hagan sentir bien y fuerte: para ti, para tus hijos e incluso para tu marido.

13. No tomes ninguna decisión sobre el matrimonio a no ser que necesites una separación legal para protegerte económicamente o necesites residencias separadas para protegerte a ti y a tus hijos. En cuanto empieces a recuperarte de esta horrible situación, llegarás al punto en que verás con claridad cuál debería ser el próximo paso. Lo sabrás porque tendrás paz sobre tu decisión aunque dé miedo tomarla.

Y a continuación, algunas sugerencias prácticas espirituales.

Por lo general, un cónyuge que ha sido herido tan profundamente termina preguntándose dónde está Dios en medio de todo esto. “Si Dios es Amor, ¿por qué siento soledad y falta de amor? ¿Por qué Dios no se preocupa lo suficiente de mí?”. La traición puede provocar el endurecimiento de nuestro corazón, no solo hacia la persona que nos ha traicionado, sino hacia nosotros mismos y hacia Dios.

Pero la cuestión es que Dios sí se preocupa por ti. Te ama profundamente aunque no sientas Su amor ahora mismo. El hecho de que te hayas percatado de lo malo de tu situación es una señal de que Dios te acompaña, confirmando que mereces más que todo eso, que deberías ser amada y que, de hecho, lo eres. Sin Dios de tu lado, no tendrías la confianza para mantener tus trece (o cantarle las cuarenta) ante tu cónyuge, ante el mundo y ante Dios mismo.

Sigue haciéndote estas preguntas. Exige respuestas. Te acercarán más a Dios. Experimentarás Su amor a medida que crezcas en la certeza de que los fracasos de tu marido no son el reflejo de tu valía ni de tu dignidad. Pide consuelo a Dios; Él te lo concederá. Podrá ser en momentos fortuitos, a veces podrán ser obvios. Ve con frecuencia a confesarte, como mínimo cada dos semanas, si no más a menudo.

Necesitas la gracia para sanar tu ira justificada. Necesitas la gracia para levantarte cuando te sientas tan decaída que nada parezca importar. La gracia está ahí, al alcance de tu mano. Tómala, úsala, corre con ella. Toda esta situación te ha robado tu paz. Permite a Dios que la restaure. Si puedes, consigue un buen director espiritual. Cuando te encuentres en una situación en la que veas que pierdes tu paz, atiende a dos cosas:

1. Perder tu paz interior es una señal de que en lo profundo de tu interior sabes que las cosas deberían ir mejor.

2. Tan pronto como empieces a perder tu paz, haz lo que sea necesario para detener el proceso. Puede que requiera toda tu energía y fuerza o puede que sea sorprendentemente simple. No serás capaz de saber si te están amando si no tienes paz en tu interior. Por eso precisamente al diablo le gusta que pierdas tu paz, porque entonces pierdes apego a la realidad. Por desgracia, probablemente el diablo esté trabajando codo con codo con tu pobre marido para hacerte dudar de todo lo que sabes sobre la realidad, pero en especial la realidad de que eres amada profunda y apasionadamente por Dios, al margen de los errores de tu marido. Al margen de tus propios errores.

Ve a misa siempre que puedas. Estás pasando por una crucifixión, así que dispones de mucho que ofrecer en el sacrificio de la misa. Si tienes hijos pequeños, sigue el consejo de las mamás blogueras y busca a quien te eche una mano con su cuidado. Que no sean ellos quienes te impidan ir a la misa que tan desesperadamente necesitas.

Para los adictos al sexo:

Tenéis que decidir tomaros esto en serio y detener ese comportamiento. [Voy a asumir que el adicto es el marido, como en el caso de la carta mencionada al principio, ya que es el caso de la mayoría de adicciones al sexo; aunque la situación cambia. La adicta podría ser fácilmente la esposa.]

  1. Decide buscar ayuda ahora mismo. Ve a una reunión de SA tan pronto como sea posible. Hoy mismo. Sin excusas; ya has puesto excusas durante demasiado tiempo.
  2. Claro, explora otras opciones de tratamiento; pero una reunión de SA es sin duda un buen camino para comenzar sin más dilación. Hoy. Si no hay ninguna reunión de SA cerca de ti, ve a otra reunión de 12 pasos.
  3. Quiérete a ti mismo lo bastante como para querer estar sano. Probablemente estás en esta situación porque te han pasado muchas cosas desagradables y has elegido muchas cosas desagradables para ti mismo (por no mencionar para tu esposa y tus hijos). Más tarde podrás lidiar con eso, pero primero permanece sobrio.
  4. Si el ordenador es el problema, tíralo, guárdalo bajo llave, busca un responsable ante quien rendir cuentas de tu evolución.
  5. Tu esposa no es la responsable ante quien rendir cuentas, ni tu terapeuta ni tu confesora. Tampoco es Dios ni el padre que te decepcionó ni quienquiera con quien estés enfadado. Deja de usarla para hacerte sentir superior y mejor contigo mismo. Deja de culparla. Deja de señalar sus errores. Quizás no estés preparado ni seas capaz de amarla como debieras, ya que ni siquiera puedes empezar a amarte de verdad a ti mismo hasta que estés sobrio y permanezcas sobrio. Pero deja de herirla más de lo que ya lo has hecho.
  6. Comprende que está enfadada y que seguirá así durante un tiempo. La única esperanza que te queda de ser de alguna ayuda para ella es controlar tu comportamiento y detener tu impulsividad sexual.
  7. Si hay otras adicciones involucradas, busca también ayuda para tratarlas. Tu adicción sexual, no obstante, será la más difícil de superar.
  8. Si tienes hijos o quieres tener hijos, pon freno a tu adicción. De otra forma, tus hijas continuarán casándose con hombres como tú o tus hijos se convertirán en hombres como tú porque tú eres el ejemplo de hombre que más conocen. Solamente puedes empezar a darle la vuelta a la situación viviendo tu sexualidad con integridad.

¿El amor a través de aplicaciones?

Reflexión sobre las aplicaciones de citas online y su repercusión social

web-phone-communication-girl-street-app-michael-coghlan-cc

“Que sonrían”, “que tengan los ojos claros”, “con barba suman puntos”, “que tenga buen cuerpo”, “que sea creativa la foto”. “Me siento en un casting, tu si, tu no, tu no, tu si”, “me gusta su foto de perfil”. ¿Nos suenan familiares estas frases?, ¿Somos nosotros los autores de éstas o de otras frases?

Como en la vida no todo es blanco o negro, bueno o malo, sino que hay matices, tonalidades de grises. No dudo que este tipo de aplicaciones han ayudado a conocer gente, incluso casos de personas que están casadas y han formado familia gracias a las nuevas tecnologías. Pero solo el 5% de todos los matrimonios en los Estados Unidos que se han conocido online, han podido tener una relación de más de diez años1.

No quería dejar escapar la oportunidad de reflexionar sobre éste tema que surgió fruto de un reencuentro con unos amigos del colegio en Argentina y lo quería compartir con los lectores:

Todo empezó cuando estábamos comiendo y veo que a uno de ellos le suena el celular, lo mira, y dice con tono de satisfacción: “hice Match”. Ante mi ingenuidad, les pregunto en qué consistía esa App. Me fueron explicando y en seguida me compartían que con éste tipo de tecnologías “ya no existe el temor de invitar y el posterior rechazo”, “no existe el cara a cara a veces tan duro y que da vergüenza”, “es una gratificación instantánea”; “No es necesario comprometerte en serio con la otra persona.”

Mientras los escuchaba, había comenzado a aparecer una incomodidad dentro de mi cabeza y me surgían distintos tipos de preguntas: ¿estará bien pensar así? ¿Qué estarán buscando?, ¿Dónde queda el compromiso con la otra persona?

¿Qué son las aplicaciones de citas online?

Hoy en un mundo globalizado, los cambios se hacen cada vez más rápido, acelerados, y las aplicaciones no quedan exentas. Hay Apps de todo tipo, por ejemplo, juegos, GPS, para controlar las calorías que tiene cada alimento, redes sociales de todo tipo: Twitter, Facebook, WhatsApp, etc. Han cambiado la manera de relacionarnos con los demás, hoy es más fácil y sencillo escribir un mensaje de menos de 500 caracteres, que llamarlo, y muchas veces lo hacemos por distintos tipos de dispositivos, celulares y tablets. Han cambiado también la manera de enamorar o de enamorarnos de la otra persona.

Las aplicaciones de citas online han crecido tanto que 1 de cada 10 personas en los Estados Unidos han encontrado su pareja por medio de éstas aplicaciones y cuentan con más de 50 millones de descargas en más de 196 países2.

Hay varios tipos de app de citas; las que más se escuchan aquí son Tinder, Happn o Badoo. Creas un perfil, pones tu mejor foto, edad, tus tendencias, el radio de distancia que quisieras encontrar a la otra persona… y listo. Pasas las fotos con tu dedo, hasta que el otro usuario hace “Match”, o sea coinciden en los gustos.

En ésta inquietud por ser correspondido, el usuario se ve seleccionando con el dedo a izquierda y derecha imágenes de personas que uno no conoce y tampoco te conocen. El movimiento con el que pasamos las fotos se vuelve automático, casi mecánico: te gusta, mensajeas y te encontrás con la otra persona. Nos sentimos liberados, mientras nos imaginamos que estamos abriendo la puerta a nuevas posibilidades y nos sentimos dueños de nuestro destino.

Poco a poco hago el esfuerzo por entender éste “mundo” … y llego a la conclusión de que en estas aplicaciones, uno de los factores determinantes de que vos elijás (o no) a lo otra persona, o que uno fuera “el elegido”, es la foto de perfil. Los usuarios se sienten tranquilos cuando se “promocionan” con fotos que muestran sus virtudes físicas y tendencias a nivel social.

Uno podría imaginarse (y no estaría muy lejos) esos catálogos en donde uno mira el producto, el más vendido, el mejor y lo termino comprando, para luego usarlo y terminar descartándolo.

Convierto a la otra persona en una cosa, cosificándola, tratándola más como producto de consumo, que como un ser humano. Así se hace muy difícil llegar a conocer a la otra persona en serio por éstos medios y menos formar una relación estable (lo demuestran las estadísticas).

Un mundo en el que se trata de interpretar al ser humano en términos sexuales; que considera vivir la virginidad como anticuado (para no decir del Medioevo), la castidad como reprimido, la continencia como anormalidad, y la unión de hombre y mujer hasta la muerte como algo insoportable; un mundo que dice que un matrimonio sólo dura lo que dura un suspiro, que uno puede desunir lo que Dios ha unido y quitar el sello de donde Dios lo ha puesto. De que la pureza es anormal y de que la carnalidad es lo correcto.

El riesgo por una búsqueda de placer o gratificación instantánea, puede terminar, sin saberlo, en ambos usuarios lastimados.

¿Podría causar más frustración y dolor en los usuarios?

Algunos podrían responder, “¿Qué importa?, la idea es divertirme, pasarlo bien”. “Sé lo que busco, y la otra persona también”.

Hay quienes se satisfacen con éstas respuestas.

En la actualidad, el hombre quiere establecer una nueva relación entre el placer y el dolor, buscando desesperadamente en éste mundo separar a éstos dos hermanos siameses. Le parece totalmente absurdo ser alegres en medio de sufrimientos, la novedad es eliminarlos. Hacerlos desaparecer.

Pero esto no es nuevo en la historia humana, nuestros primeros padres eligieron el placer contra Dios, saboreando el fruto prohibido. Dios permitió que le siguieran el dolor y la muerte, más como remedio que como castigo. A fin de que no ocurriera que, siguiendo a rienda suelta su egoísmo y su instinto, el hombre se destruyera a sí mismo y destruyera a sus prójimos. Así, al placer vemos como se le adhiere, como su sombra, el sufrimiento.

Me permito, con el permiso del lector de éste artículo, recoger la revolución que el Evangelio obró con respecto al placer-dolor, dolor-placer, porque en ésta vida, le guste o no, ambos son inseparables. A veces, el sufrimiento penetra en profundidad nuestro corazón y pareciera que no hay solución, incluso nos puede llevar a que broten de nuestros ojos, lágrimas.

Tratar de separarlos, es inútil, porque al final, el placer desordenado termina yéndose contra el hombre y se transforma en un mayor sufrimiento y soledad, en una verdadera tragedia.

También de Jesús se cuenta que ha llorado, recordemos el pasaje de la resurrección de Lázaro. Justo en el sufrimiento más profundo podemos reconocer la grandeza de Dios porque está muy cercano a nosotros y nos ayuda resucitando nuestros Lázaros.

Cristo rompió por fin ésta cadena. Él, “a cambio de la gloria que se le proponía, soportó la Cruz” (Heb. 12,2). El inauguró una nueva y sana aproximación del placer: el que no precede al dolor, como su causa, sino que le sigue, como su fruto. Jesús hizo lo contrario de lo que hacen cada hombre, su muerte en la Cruz no fue hecha por placer, sino más bien algo que era arrojado contra el placer mismo. Y así, a través de su muerte, cambió el destino de todos los hombres por un verdadero y auténtico Amor. El sufrimiento no tiene la última palabra y eso es una esperanza para nosotros (Jn 12,27).

Dicho esto, es válido preguntarnos: ¿podría ser bueno el sufrimiento?, y como respuesta nos podemos encontrar con que hay dos tipos de aflicciones: una que ha perdido la esperanza y ya no confía en el amor y la verdad, teniendo como riesgo la destrucción del hombre por dentro, y a los que se encuentran a mi alrededor, pero también existe la aflicción buena, que se genera frente a la verdad, llevando al hombre a la conversión, para que encuentre su verdadero camino, cuyo fruto muchas veces es logrado oponiéndose al mal.

La primera, la persona queda abatida ante la caída, pierde la esperanza y lleno de desesperación termina por perder el horizonte. En cambio, la segunda, es encontrarse frente la mirada de un Dios todo Misericordioso que perdona y nos invita a comenzar de nuevo y renovarnos.

Un ejemplo claro de ambas aflicciones la encontramos en la Biblia: Judas que traiciona y es incapaz de ver el perdón de Dios y termina por quitarse la vida, y en el otro lado del camino a Pedro que, ante la negación, se siente perdonado por el Señor y se abre a la esperanza de la reconciliación

Rescato lo que decía un sacerdote en su homilía: “el día que Jesús enseñó las Bienaventuranzas, firmó su propia sentencia de muerte”3. Es indudable que la lucha con el mal causa sufrimiento, ese dolor que habla el Señor cuando dice: “Bienaventurados los que sufren” es el inconformismo con el mal, oponiéndose muchas veces a lo que hacen todos.

Cualquiera que desafíe las máximas que hoy más se escuchan, tales como: “sólo se vive una vez”, “hay que aprovechar lo máximo la vida”, “¿Quién lo sabrá?”, “¿Para qué sirve el sexo, sino para el placer?”, está destinado a hacerse impopular e ir contracorriente, incluso al punto de ser perseguidos.

No podemos olvidarnos nunca que Dios les promete a los que sufren el consuelo y ¿Por qué no podríamos olvidarnos?, porque el hecho de que hemos sido creados por Alguien, inmediatamente nos lleva a percibir dentro de nuestro corazón el amor que nos tiene. Nuestras apariencias, tendencias sociales o gustos, quedan a un lado, permaneciendo lo verdadero, lo auténtico de nosotros. Para Él nosotros ya somos bellos, lo éramos desde un principio4.

Para terminar ésta reflexión, queda pendiente entender mejor qué es la belleza, frente a un mundo que impone determinados “tipos” de belleza superficiales (ya lo hemos mencionado en un inicio).

La imagen, el rostro de la otra persona me tiene que llevar a lo invisible, lo que va más allá de lo que veo, a conocerla, incluso a amarla verdaderamente. Según la visión bíblica, lo verdadero y lo bello, van juntos, caracterizan al otro, y hacen brotar en la persona la auténtica belleza, sencilla que no tiene la intención de promocionarse.

Verdad, bondad y belleza se integran mutuamente. Deben estar juntas. Si se las llegara a separar, podemos correr el riesgo de entender que la belleza es solo apariencia.

Como dice un autor5, “quien considera algo superfluo a la belleza, se puede asegurar que, ya no estará en disposición de rezar, y al poco tiempo ni siquiera capaz de amar.”

 Santiago Benavidez

Artículo originalmente publicado por Centro de Estudios Católicos

Recordaré esa última hora juntos durante toda mi vida

Lo que escribió este esposo a aquellos que cuidaron a su esposa ha inspirado al mundo

nbcnews-screencap

[Entre el ruido generado el 9 de octubre tras el segundo debate entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos Hillary Clinton y Donald Trump, se perdió una historia de auténtico interés humano que probablemente contribuyó más a la dignidad de una persona que cualquier cosa que dijeran uno u otro candidato o la opinión de los expertos. Es la historia de cómo un joven viudo necesitaba agradecer públicamente a los profesionales médicos que tan a menudo son minusvalorados. Como su carta ahora está colgada en la UCI del hospital CHA de Cambridge, nos gustaría compartirla también con vosotros. Una verdad buena y hermosa de Peter DeMarco – Ed.]

14523164_10154708109371614_5315398344452050615_n

Cuando empecé a contar a mis amigos y familiares sobre los siete días que estuvisteis tratando a mi mujer, Laura Levis, esos siete días que resultaron ser los últimos de su joven vida, mis oyentes me interrumpieron después de que mencionara el decimoquinto nombre de entre todos los que recuerdo: médicos, enfermeras, especialistas en el aparato respiratorio, trabajadores sociales y hasta gente del personal de limpieza que se preocuparon por ella.

“¿Cómo puedes recordar sus nombres?”, me preguntaron.

Cómo no iba a recordarlos, respondí yo.

Todos y cada uno de vosotros tratasteis a Laura, que yacía inconsciente, con una profesionalidad, una amabilidad y una dignidad enormes. Cuando necesitaba inyecciones, os disculpabais porque iba a doler un poquito, os pudiera escuchar ella o no. Cuando escuchabais su corazón y pulmones con vuestros estetoscopios, y su bata se caía, vosotros la cubríais de nuevo con respeto. La abrigasteis con una manta no sólo cuando su temperatura corporal necesitaba estabilizarse, sino también cuando en la habitación hacía un poco de fresco y pensasteis que así dormiría más cómodamente.

Os preocupasteis con gran atención por sus padres, les ayudasteis a sentarse en el extraño sillón reclinable de la habitación, les traíais agua siempre que lo necesitaban y respondíais a todas mis preguntas médicas con una paciencia infinita. Mi suegro, que también es médico como ya sabéis, se sintió partícipe del cuidado de su hija. Y no tengo palabras para explicaros lo importante que ha sido eso para él.

Luego, está el cómo me tratasteis a mí. ¿Cómo podría haber encontrado la fuerza para aguantar esa semana sin vosotros?

¿Cuántas veces entrasteis en la habitación para encontrarme sollozando, con la cabeza gacha descansando sobre su mano, y tuvisteis el cuidado de hacer vuestras tareas silenciosamente, como si fuerais invisibles? ¿Cuántas veces me ayudasteis a acercar el sillón cuanto fuera posible junto a su cama, atravesando la maraña de cables y tubos alrededor de su cama para poder inclinarla hacia adelante sólo unos pocos centímetros?

¿Cuántas veces pasasteis para ver cómo estaba yo, si necesitaba algo, ya fuera comida, bebida, ropa limpia, una ducha caliente o para ver si necesitaba alguna aclaración sobre un procedimiento médico, o simplemente alguien con quien hablar?

¿Cuántas veces me disteis un abrazo y me consolasteis cuando yo me desmoronaba, u os interesabais por la vida de Laura y por qué tipo de persona era, y os tomabais el tiempo de mirar sus fotos o leer las cosas que había escrito sobre ella? ¿Cuántas veces me trajisteis malas noticias con palabras de compasión y tristeza en los ojos?

Cuando necesité un ordenador para un correo de emergencia, lo conseguisteis. Cuando pasé más o menos a escondidas a un visitante muy especial, Cola, nuestro gato blanco y negro, para que diera un último lametón a la cara de Laura, fingisteis “no haber visto nada”.

Y una noche especial, me disteis permiso total para hacer pasar a la UCI más de 50 personas de la vida de Laura, desde amigos a colegas de trabajo pasando por compañeros de universidad y familiares. Fue un derroche de amor que incluyó guitarra, ópera y baile; y además descubrí de formas nuevas cuán profundamente había llegado mi mujer a tocar las vidas de otros. Fue la última gran noche de nuestro matrimonio juntos, para ambos, y no habría sido posible sin vuestro apoyo.

14445945_10154664155736614_8105159262914286674_n

Hay otro momento —de hecho, una hora en concreto— que nunca olvidaré.

El día definitivo, mientras esperábamos a la cirugía de Laura para la donación de órganos, lo único que yo quería era estar a solas con ella. Pero seguían llegando familiares y amigos para despedirse y el reloj no perdonaba. Sobre las 4 p.m., por fin, cuando ya no quedaba nadie, yo estaba exhausto física y emocionalmente, y necesitaba una siesta. Así que le pregunté a sus enfermeras, Donna y Jen, si me podían ayudar a colocar el sillón cerca de Laura, que era incomodísimo, pero no me quedaba otra. Aunque ellas tuvieron una idea mejor.

Me pidieron que saliera de la habitación un momento y, cuando volví, habían movido a Laura al lado derecho de la cama y creado un hueco justo para que yo me acurrucara junto a ella una última vez. Les pregunté si podían darnos una hora sin ninguna interrupción, y ellas asintieron, cerraron las cortinas y las puertas y apagaron las luces.

Abracé mi cuerpo al suyo. Estaba preciosa, y se lo dije, mientras le acariciaba el pelo y el rostro.  Fue nuestro último momento de ternura como marido y mujer, y fue más natural, puro y reconfortante que cualquier cosa que haya sentido antes. Y luego me quedé dormido.

Recordaré esa última hora juntos durante toda mi vida. Fue el mejor de los regalos posibles, y por ello os tengo que dar las gracias, Donna y Jen.

Sinceramente, os doy las gracias a todos vosotros.

Con mi gratitud y amor eternos,
Peter DeMarco

Podéis ver la cobertura que hizo NBC News sobre la carta de Peter aquí: