10 consejos para pasar una feliz Navidad en familia

Los consejos de Anne Lucas, psicóloga, para prepararse para estos días con tus seres queridos (y a veces conflictivos)

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Prepararse, anticipar, prever

Una invitación, por ejemplo, o una llamada telefónica para precisar los horarios, el desarrollo del día, la organización de los regalos y hasta el menú. De esta forma permitimos a los miembros de la familia invitados a la cena de Noche Buena o Navidad que se preparen y se organicen bien. Con frecuencia, el saber qué esperar permite anticipar mejor y evitar inseguridades o miedos, como el miedo a que todo pase demasiado rápido o que no suceda como había imaginado uno antes.

Ser consciente de las expectativas y las idealizaciones

Cuando la familia se reúne, resurgen en cada uno de nosotros recuerdos de alegría, pero también de heridas, faltas, remordimientos, celos. ¿Qué espero yo exactamente? ¿Seré capaz de formular una necesidad particular que pudiera tener? Idealizar este momento tan esperado podría entrañar decepciones. Seamos realistas: cuando se reúnen muchos no es necesariamente la mejor ocasión para vivir momentos de una relación íntima y relajada. Por otro lado, cuanto más numerosos, más difícil puede ser tener en cuenta las necesidades individuales.

Recordar lo esencial

Intentemos dejar a un lado nuestras decepciones personales, si las hubiera, para recordar la esencia cristiana de la fiesta de Navidad. ¿Nos reunimos para disfrutar de la compañía y dar apoyo al que esté en una mala racha o para hartarnos de comer y que nos den regalos? Pongamos en el centro de la celebración nuestras verdaderas prioridades vitales y transmitamos este mensaje a los niños: ¡estamos felices de poder ir a misa juntos, de compartir una comida y de disfrutar en familia!

Estar presente en lo que se vive

En efecto, hay que tomar consciencia plena de lo que se hace, como en la meditación. Prestar atención a los que nos rodean en los detalles más mínimos y poner a trabajar nuestros sentidos (el fuego que ilumina y que crepita en la chimenea, la decoración en la mesa, los sabores y los colores de los platos, los gestos y las risas de los más pequeños…); así se fomenta un entorno de alegría y gozo.

Y para que todo el mundo lo disfrute, intentemos simplificar la organización, no dudemos en ayudar o pedir ayuda para que nadie se frustre. ¡Hay que estar presente, que la Navidad pasa muy rápido!

Tener en cuenta los lenguajes de amor de los demás

Si mamá se agobia con la organización, le ofrezco mi ayuda; si mi hermana valora mucho los regalos, me esmero especialmente con el suyo. Cada uno con su propio lenguaje de amor, para uno estará en los momentos de calidad, para otros en el servicio, en las palabras de aprecio o en los gestos de ternura. Estemos atentos los unos con los otros. Hay que conocer bien, si no se conocen ya, los lenguajes del amor de nuestros seres queridos.

Iniciar un tiempo de intercambio

¿Qué puedo proponer (y no imponer) para pasar un buen rato con los demás? ¿Una canción, un juego, una oración, recuerdos en torno a un álbum de fotos? La Navidad no consiste en consumir, sino en, por encima de todo, recibir al otro. En una familia, todos los miembros son actores del ambiente y de la relación. Colaboremos con nuestra parte. ¿Cuál es mi parte? ¿Qué puedo ofrecer?

Aprovechar esta época con plenitud

La Navidad es la celebración de la venida de un Niño al mundo para salvarnos. Es algo excepcional en la sencillez, pero no desdeñemos la alegría de estar reunidos y demos lo mejor de nosotros para que todo fluya bien. Disfrutemos tirando los platos por la ventana si eso nos hace felices y maravillémonos con las pequeñas cosas, ¡es una fiesta!

Pero limitar los excesos

Evitemos los excesos de comida, de regalos o de la falta de sueño, que podrían terminar por estropear un momento de celebración. La decoración no es únicamente para los ojos, también lo es para el corazón.

Dar una tregua, una pausa, a las relaciones

¿Y si la Navidad fuera ante todo una ocasión para mirar al prójimo de forma diferente, a través de su propio prisma, y no como lo hacemos habitualmente? ¿Y si me atreviera a dedicar una mirada nueva a los miembros de mi familia, como si los conociera por primera vez, con actitud abierta en el encuentro? Con una buena disposición, recentrar el mensaje de la Navidad no debería ser más difícil que esto.

Dejar espacio para lo inesperado

En Navidad, María y José dieron la bienvenida a lo inesperado. ¡Jesús es a la vez el esperado y el inesperado! Él no deja de sorprendernos, así que dejemos también oportunidad para la sorpresa, abramos nuestro corazón al asombro (¿una buena noticia? ¿la nieve o el calor?), al cambio (¿de lugar? ¿de menú?), a la improvisación (¿un invitado sorpresa?).

¡Feliz Navidad!

La mejor manera de decirles a tus hijos la verdad sobre Santa Claus

De una madre de dos hijos surge una gran idea ante un problema estacional para los padres

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Para los que son padres de niños pequeños, esta época del año a veces plantea el problema de Santa Claus. ¿Deberían los niños perder la ilusión del mito lo antes posible o debería permitírseles que disfruten del poder de su imaginación con los renos en el tejado? ¿En qué momento de la vida de un niño y de qué forma deben los mitos dar paso a la realidad?

O por otro lado, ¿existe una forma de transformar una situación en la otra y aprovechar para enseñar una importante lección?

Quizás merezca la pena prestar atención a una publicación compartida varias veces por Facebook. La encontramos en el muro de Charity Hutchinson, aunque según parece su origen está en una madre de nombre Leslie Rush.

“En nuestra familia tenemos un método especial para que los niños hagan la transición de recibir de Santa Claus a convertirse en Santa Claus”, escribió Rush. “Con esta forma, la idea de Santa Claus no es una mentira que se descubre, sino el desarrollo de una serie de buenas obras y de espíritu navideño”.

La autora sugiere llevar al niño a comer a un lugar especial entre los 6 o los 7 años, o “en el momento que vean que empieza a suponer que tal vez Santa Claus no sea un ser material (…). Una vez sentados, pedimos las bebidas y se procede a la siguiente explicación:

Es evidente que has crecido muchísimo este año. No solo estás más alto, sino es obvio que tu corazón ha madurado también.

A continuación el padre o madre ─o ambos─ “señala 2 ó 3 ejemplos de comportamiento empático, consideración hacia los sentimientos de los demás, buenas obras, etc., que haya hecho el niño durante el pasado año”. Y continúa:

De hecho, tu corazón ha crecido tanto que creo que ya estás listo para convertirte en Santa Claus.

Probablemente te habrás dado cuenta de que la mayoría de los Santa Claus que ves son personas disfrazadas. Incluso es posible que algunos de tus amigos te hayan dicho que Santa Claus en realidad no existe. Muchos niños piensan eso, porque todavía no están listos para ser Santa Claus, pero tú sí estás preparado ya.

Cuéntame cuáles son las mejores cualidades de Santa Claus. ¿Qué recibe él por todas las molestias que se toma?

Se aconseja a los padres que “guíen al niño desde las ‘galletas’ que se come Santa Claus en las casas hasta el sentimiento de satisfacción por haber hecho algo bueno por otra persona”.

Pues bien, ahora estás listo para hacer tu primer trabajo como Santa Claus.

Es importante, según destaca Rush, “mantener el tono de conspiración apropiado”.

“Entonces animamos al niño a que escoja a alguien que conozcan; un vecino normalmente”, continúa la autora. “La misión del niño es descubrir, con astucia y secretismo, algo que necesite la futura persona regalada, y luego conseguirlo, envolverlo y entregarlo, y nunca revelar a dicha persona el origen del regalo. El propósito de ser un Santa Claus no es el de recibir alabanzas, ya lo ves: es un regalo desinteresado”.

Como ejemplo sobre cómo hacerlo, Rush escribe sobre una vecina a la que los niños llaman la “señora bruja”, que recibe ese apodo por ser algo huraña con los niños que hacen demasiado ruido jugando o que tiran alguna pelota en su patio.

El hijo mayor de Rush se percató de que todas las mañanas salía descalza a recoger el periódico, “así que decidió que necesitaba unas babuchas”. Realizó unas misiones de sabueso para averiguar la talla de pie de la señora y luego le compró unas babuchas calentitas.

Las envolvió con papel de regalo y le pegó una tarjetita que decía “Feliz Navidad, de Santa Claus”. Una noche, después de cenar, bajó silenciosamente a la casa de la señora y deslizó el paquete bajo la verja de su propiedad. A la mañana siguiente, vimos cómo salía para coger el periódico, recogía el regalo y volvía adentro. Mi hijo era puro entusiasmo, se moría de nervios por ver lo que pasaba después. El día después, mientras salíamos con el coche, la vimos de pie en su patio para coger de nuevo el periódico… y con las babuchas puestas. Mi hijo estaba exultante. Tuve que recordarle que nadie podía saber lo que había hecho, de lo contrario no sería un Santa Claus.

El hijo de Rush continuó con su misión secreta durante varios años, y cuando su hermano pequeño llegó a la edad apropiada, el hermano mayor tuvo el honor de ser su instructor.

Rush está contenta al ver cómo sus niños han asimilado tan bien el hábito de dar regalos de forma desinteresada, además del hecho de que “nunca sintieron que les habían estado mintiendo, porque ahora eran parte del secreto de ser un Santa Claus”.

Así que, padres, ¿qué opinan? ¿Intentarían lo mismo con sus hijos con Santa Claus o con los Reyes Magos? Compartan con nosotros su experiencia, o cuéntennos algún otro método que les haya funcionado a ustedes y su familia.

Santa Claus le dio el regalo, y el pequeño murió entre sus brazos

Impactante experiencia vivida por un anciano Santa voluntario en un hospital

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Ser Santa Claus profesional es una experiencia muy gratificante… o impactante a veces. Eric Schmitt-Matzen, un estadounidense de 61 años tuvo una experiencia que le dejará marcado de por vida. El canal norteamericano ABC News cuenta su historia.

Papa Noel recibió una llamada urgente de una enfermera: “Hay aquí un niño pequeño que está muy mal. Va a morir dentro de poco. Está preocupado porque piensa que va a echar de menos la Navidad cuando se vaya”. Eric Schmitt-Matzen no se lo pensó y acudió presto al hospital.

“Me encontré con sus padres y con más seres queridos. Les pedí que por favor me esperasen fuera de la habitación porque quería parecer feliz y jovial. Y que —en el caso de que me acompañasen— si les entraban ganas de llorar, saliesen rápido porque si no, no podría hacer mi trabajo”, explicaba este lunes en esta entrevista el Santa Claus profesional.

Esta, según cuenta Schmitt-Matzen fue la conversación

¿Qué es lo que he oído por ahí? ¿Que crees que vas a echar de menos la Navidad?”. “No te preocupes. Los elfos tenían este regalo hecho para ti desde hace mucho tiempo”.

En ese momento Santa Claus le hizo entrega del regalo.

El niño miró a Santa y le dijo: “Me han dicho que voy a morir”.

La contestación de Schmitt-Matzen fue genial: “¿Me podrías hacer un favor? Cuando llegues al cielo, di que eres el elfo número uno de Santa”.

“¿De verdad que soy tu elfo número uno?”, contestó el pequeño y añadió: “Santa, ¿puedes ayudarme?”.

Santa Claus abrazó al niño y sintió las lágrimas del pequeño, conforme este dio su último suspiro.

Normalmente Schmitt-Matzen vuelve de su trabajo con una gran sonrisa y alegría, pero en este caso fue más complicado. Volvió en su coche en un mar de lágrimas: “Tuve que parar varias veces porque no podía ver nada, no sabía a dónde me dirigía”.

El Santa Claus profesional vivió un momento indescriptible que muestra la magia y la ilusión que tienen los niños. Por ello, ahora Schmitt-Matzen destaca que para ser un buen Santa lo importante no es la barba o el atuendo sino “tener sentimientos sinceros”.

¿Acaso no es una gran obra de misericordia lo que este hombre hizo por el pequeño moribundo?

Claves para entender el Apocalipsis

El Adviento y la venida del Señor: ¿Qué sabemos del fin del mundo?

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Adventus (latín), significa “venida” y se utilizaba en el mundo antiguo para hablar de la llegada solemne del emperador o de otra personalidad importante. Los cristianos en el tiempo litúrgico que llamamos Adviento nos preparamos para la venida de Jesucristo.

En Adviento celebramos tres venidas del Señor:

1) La venida histórica hace dos mil años, celebrando la alegría de que Dios mismo se ha hecho hombre (Natividad).

2) La venida constante, cotidiana, porque Jesús está vivo. El siempre está viniendo a nuestras vidas con su palabra, con su gracia, en el encuentro con los más pobres y en nuestros hermanos. Esta venida cotidiana se nos hace especialmente presente en la Eucaristía. El cristiano vive agradecido por esta presencia constante de Jesús vivo y resucitado en medio de la comunidad.

3) Finalmente la venida definitiva o mejor dicho, manifestación definitiva al final de los tiempos. Él es la meta de la historia y la actitud del cristiano es de constante espera.

En la liturgia del Adviento, tanto las lecturas como las oraciones, se  centran (hasta el 16 de diciembre), en la venida definitiva y solo después del 17 de diciembre las celebraciones se concentran en la Navidad.

La actitud central del Adviento es la esperanza, es Dios mismo que nos invita a “preparar el camino para su venida”. Es un tiempo marcado por una profunda alegría. Sin embargo, cuando muchos piensan en la segunda venida de Cristo la asocian a las imágenes catastróficas del cine de Hollywood sobre el “fin” o de las profecías de grupos fundamentalistas y fanáticos que toman literalmente las imágenes y símbolos del libro del Apocalipsis, haciendo de Jesucristo una especie de Zeus que vendrá con rayos en la mano a castigar sin piedad.

¿Qué sabemos del fin?

Cuando en la Biblia “se habla del fin del mundo, la palabra “mundo” no se refiere primariamente al cosmos físico, sino al mundo humano, a la historia del hombre. Esta forma de hablar indica que este mundo llegará a un final querido y realizado por Dios” (Ratzinger, Introducción al Cristianismo, 264).

El lenguaje apocalíptico de los textos que se leen en el Adviento, sobre la Parusía, sobre la manifestación definitiva del Señor al final de los tiempos, no pueden tomarse al pie de la letra como hacen comúnmente sectas y grupos fundamentalistas que desconocen el género apocalíptico y su simbología. La finalidad del estilo apocalíptico es dar esperanza en tiempos de desolación. Este estilo de narrar surge en el judaísmo, especialmente cuando los acontecimientos históricos son tan desconcertantes que reclaman una interpretación que de sentido y esperanza a un pueblo que desespera.

Así, aparecen en los tiempos de gran sufrimiento que vivió Israel bajo imperios poderosos o durante las terribles persecuciones que padeció el cristianismo bajo emperadores romanos como Nerón o Domiciano.

Los textos apocalípticos sobre el fin son para dar esperanza y alegría porque la historia tiene sentido y está en manos de Dios, no para películas de cine catástrofe o para atemorizar a las masas.

La palabra apocalipsis -del griego-, significa “revelación”, “quitar el velo”, “desvelar”, justamente la revelación que da sentido a lo que se vive en el tiempo presente y a toda la historia de la humanidad. Apocalipsis no es un sinónimo de “final catastrófico”, como se utiliza hoy coloquialmente, sino de una revelación que da el verdadero sentido de la historia.

El punto de partida del simbolismo apocalíptico es el sueño, que en el mundo antiguo se lo consideraba un modo de contacto con la divinidad, pero al evolucionar se convierte en visión, en un cuadro simbólico que hay que interpretar sabiamente, no tomarlo al pie de la letra.

El símbolo más común son las convulsiones cósmicas: donde el sol, la luna, las estrellas y la naturaleza en su conjunto cambian de modo extraordinario. Esto no expresa que efectivamente coincidan fenómenos extraordinarios en el cielo con la venida de Jesucristo, sino que expresa algo mucho más profundo: Que ante su presencia el cosmos entero se conmueve, se convulsiona la creación entera ante el poder de su creador. Los textos bíblicos quieren resaltar quién es el que viene y no dar un informe de meteorología o una predicción de astrofísica.

Los textos sobre el fin expresan su finalidad, no una cronología futura de los hechos. De allí que cualquiera que pretenda sacar conclusiones sobre cómo será el futuro con los textos apocalípticos, fracasará, porque no revelan el futuro. Los contenidos de estos textos expresan una lógica superior que liga los acontecimientos históricos englobándolos en un plan que da sentido a toda la historia: el plan de Dios, quien es el dueño absoluto de la historia.

Lo mismo sucede con los números y otros símbolos, que tienen un valor cualitativo y no cuantitativo. El 7 es plenitud y el 6 (7-1), lo imperfecto, lo malo. Tres veces 6 es un superlativo de la maldad, pero no la marca de alguien que esté por aparecer en cualquier momento.

¿A dónde mira el Adviento?

Si tenemos en cuenta que la mayor parte del tiempo del Adviento mira a la Parusía, a la manifestación gloriosa de Cristo al final de los tiempos, es un llamado a “levantar la cabeza”, a salir de nuestra superficialidad y de la cotidianeidad para abrirnos a un horizonte más amplio y a una mirada más profunda sobre la realidad: el mismo Jesús que nació en Belén hace dos mil años, es el mismo que murió en una cruz y resucitó de entre los muertos, que está realmente presente entre quienes están unidos a Él y actúa en medio de su pueblo, es el mismo que se manifestará en gloria y poder al final de los tiempos.

“No es tarea de los discípulos quedarse mirando al cielo o conocer los tiempos y los momentos escondidos en el secreto de Dios. Ahora su tarea es llevar el testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra.

La fe en el retorno de Cristo es el segundo pilar de la confesión cristiana. Él, que se ha hecho carne y permanece Hombre sin cesar, que ha inaugurado para siempre en Dios el puesto del ser humano, llama a todo el mundo a entrar en los brazos abiertos de Dios, para que al final Dios se haga todo en todos, y el Hijo pueda entregar al Padre al mundo entero asumido por Él (1 Co 15, 20-28).

Esto implica la certeza en la esperanza de que Dios enjugará toda lágrima, que nada quedará sin sentido, que toda injusticia quedará superada y establecida la justicia. La victoria del amor será la última palabra de la historia humana” (Benedicto XVI, Jesús de Nazareth, Tomo 2, p. 333).

La oración de los cristianos: “Maranatha”, “Ven Señor Jesús”, no apunta directamente al fin del mundo, sino a su presencia constante y renovadora, que se haga cercano a los que amamos y por aquellos que nos preocupan. Su presencia es el cielo entre nosotros, aquí y ahora, anhelando que sea cada vez más plena, hasta el día definitivo.

El Juicio Final cuyo juez es el Buen Pastor

Las ideas sobre el Juicio Final han sido cargadas de imágenes de dioses paganos y de elementos propios de la justicia humana, cuando no, de expectativas de una sociedad particular con sus modelos de juicio. Algunos movimientos religiosos de talante fatalista y fundamentalista presentan el Juicio Final como si el Jesús que viene no tuviera nada que ver con el Jesús de los Evangelios. En su Introducción al Cristianismo, Joseph Ratzinger escribía al respecto en 1968:

No nos juzgará un extraño, sino ése a quien conocemos por la fe. No saldrá a nuestro encuentro el juez totalmente otro, sino uno de los nuestros, el que conoce a fondo al ser humano, porque lo ha llevado sobre sus hombros“.

“No temas, soy yo” (1,17) le dice el Señor a Juan en el Apocalipsis. El Señor todopoderoso, el Justo Juez, el que tiene todo el poder sobre el cielo y la tierra, no es otro que el Buen Pastor que no quiere que ninguno se pierda e irá a buscar al último, a ese por el que nadie iría. El que viene es el mismo que murió en la cruz por amor a todos nosotros y nos regala la vida eterna.

La fuente de la esperanza cristiana, la certeza del cristiano es que toda la vida es adviento, es espera confiada en quién vino, está viniendo y viene. A los cristianos que creen en el Evangelio de Jesucristo no les importa las fechas del fin del mundo, ni los detalles de cómo será el fin, sino hacer del mundo un hogar para todos, viviendo con el corazón en vigilia, despiertos, sabiendo en quién hemos puesto nuestra fe. A los cristianos no se les revela cómo será el fin, sino quién es el alfa y la omega, el principio y el fin de todo lo creado: Jesucristo.

Las diez mejores películas navideñas

domingo, 05 de diciembre de 2010

José Antonio Méndiz


JesucristoEnElCine.blogspot.com

Uno de los artículos más visitados el año pasado fue el que dediqué a las mejores películas navideñas. De forma algo más sintética y actualizada, lo reproduzco en estas fechas en que vuelve a tener nuevo sentido.

Aunque acabamos de entrar en el Adviento, para muchos la Navidad está ya a la vuelta de laesquina. Muchas calles están adornadas, y El Corte Inglés se encarga ya de recordarnos de que se acerca la época de hacer regalos.

En este contexto, dentro de poco empezará a programarse en televisión un particular género televisivo que podríamos denominar “películas navideñas”. Estas películas incorporan algunos de los valores más típicamente cristianos: el reencuentro familiar, los deseos de felicidad, la preocupación por los enfermos y los más desfavorecidos, el anhelo de retornar a la inocencia y a la infancia.

Algunos filmes, sin embargo, han querido despojar a la Navidad de algunos de estos atributos, y la han representado amarga, decepcionante, tristona y falsa.

De las auténticas películas navideñas, «¡Qué bello es vivir!» es sin duda la más conocida: la que año tras año sigue viéndose en todos los hogares de Estados Unidos (y de muchos otros países) y la que ha permanecido en la memoria y en las preferencias del público.

Para continuar ese listado, y como sugerencia para alquilar en un videoclub las próximas semanas, incluyo mi personal lista de «las diez mejores películas navideñas»: incluye sólo filmes familiares, y —junto a películas clásicas— prima algunas más recientes, que puedan ser asequibles para todos y más fáciles de encontrar en los videoclubs:

1. ¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Capra. La víspera de Navidad, George Bailey está con el agua al cuello. Toda su vida ha renunciado a proyectos personales para ayudar a su comunidad; pero ahora el banco que ha creado para socorrer a la gente está al borde la quiebra, y Bailey va a un puente dispuesto a arrojarse al agua, pensando que todos sus esfuerzos han sido en balde. La repentina aparición de Clarence, un ángel que todavía no se ha ganado las alas, le hará ver cómo hubiera sido la vida de su familia y sus amigos si él no hubiese existido. Número uno indiscutible del género, que sigue transmitiendo esperanza y optimismo a públicos de todas las culturas.

2. La Natividad (2006), de Catherine Hardwicke. Recrea con acierto los escenarios, costumbres y utillaje de la época en que nació Cristo, pero falla en el retrato de la Virgen, que aparece siempre tímida e introvertida. Con todo, una buena preparación para vivir el sentido religioso de la Navidad.

3. Las Crónicas de Narnia (2005), de Andrew Adamson. Todo un clásico de la literatura infantil, escrito por C. S. Lewis. Durante la II Guerra Mundial, cuatro hermanos ingleses son enviados a una casa de campo para huir de los bombardeos alemanes. Un día, mientras juegan al escondite, la pequeña Lucy se esconde en un armario y de repente aparece en Narnia, un mundo fantástico que vive un invierno perpetuo. Cuando vuelva al caserón, nadie creerá su increíble aventura. Pero Narnia lanzará más mensajes a los niños, porque necesita de su inocencia para ser redimido. Y en esa misión encontrarán al majestuoso león Aslan, una respetuosa analogía del personaje de Jesucristo. Filme aún reciente que gustó a niños y adultos, y que aúna simbolismo cristiano junto a una gran aventura épica.

4. Solo en casa (1990), de Chris Columbus. Clásico indiscutible del cine familiar de los noventa. Otra historia de familia numerosa, con 8 hermanos de carácter muy distinto. Aventuras, diversión y aprecio a la familia… con la pequeña conversión del “hijo desastre” gracias a la Navidad.

5. De ilusión también se vive (1947), de George Seaton. Cercana la Navidad, la jefe de unos grandes almacenes contrata a un viejecito barbudo y simpático para que haga de Santa Claus. El anciano acapara pronto la atención de todos por su derroche de simpatía, y también porque afirma que es el verdadero Santa Claus. Con este planteamiento, la jefa quiere devolver a todos los ciudadanos el auténtico sentido de la Navidad, incluyendo a su escéptica hija. Cinta entrañable, nominada a los Oscar, donde se hace una dura crítica a los impulsos materialistas y consumidores que se anteponen, en estas fechas, al verdadero significado de la Navidad.

6. Family man (2000), de Brett Ratner. Entrañable fábula sobre un personaje que prefirió alcanzar el éxito en vez de casarse con la chica de sus sueños. En vísperas de Navidad, sólo y sin familia, tiene un extraño encuentro con su “Ángel de la guarda” que le hará ver lo que podría haber sido su vida con un matrimonio feliz, con hogar y con hijos.

7. La gran familia (1962), de Fernando Palacios. Un espléndido homenaje a la familia numerosa, que tiene como clímax la pérdida de uno de los hijos en la víspera de la Navidad. La mejor para el sentido familiar de estas fechas.

8. Polar Express (2005), de Robert Zemeckis. Un niño que ha perdido la ilusión de la Navidad se ve metido en un tren rumbo al Polo Norte, para conocer a Santa Claus. A través del viaje, plagado de increíbles aventuras, misterios y canciones, el protagonista viajará a un lugar mucho más escondido e importante, el de su propio corazón. Excelente película de animación en 3 D.

9. Mientras dormías (1995), de Jon Turteltaub. Una joven taquillera de metro, secretamente enamorada de uno de los pasajeros, tiene la oportunidad de salvarle la vida, aunque él queda en coma; por una confusión, todos creerán que ella es su novia. Comedia romántica por excelencia, al estilo Capra o LeoMcCarey, que trae a colación la necesidad de afecto y compañía cuando llega la Navidad.

10. Navidades blancas (1954), de Michael Curtiz. Terminada la II Guerra Mundial, dos cantantes y bailarines, Bing Crosby y Danny Kaye, se unen una vez para actuar juntos y alcanzan un gran éxito. Para ampliar su show, viajan a Vermont junto a dos hermanas, pero allí se hospedan en el hotel que regenta su antiguo general, y todos son problemas. Animosa comedia musical, con espléndidos números de baile. Muy recomendable para los amantes del género, y apropiada para las fechas navideñas.