La misionera española más longeva

Magnífica a los 109 años

Lleva en Japón desde 1936 y ha vivido la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki

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Victoria de la Cruz García cumple 109 años. Esta religiosa pertenece a la congregación de las Adoratrices y llegó por primera vez a Japón en 1936, donde ha sido testigo de acontecimientos como la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki.

Victoria nació el día de san Juan del año 1907 en la fonda “Andaluza”, propiedad de su abuela paterna, que ocupaba el céntrico edificio de la calle Juan Díaz de Málaga (España) donde actualmente se encuentra el restaurante Trillo.

Hija de Manuela y Francisco, concertino de la Orquesta de Málaga y profesor del Conservatorio, fue la segunda de nueve hermanos y recibió el bautismo en El Sagrario.

Su sobrina Angelita, que sigue viviendo en Málaga, cuenta de ella que era una niña lista y trabajadora, que consiguió estudiar para maestra en la Escuela Normal y que, para sostener a su familia, daba clases particulares a niños de La Caleta.

La familia se trasladó luego a calle Císter y, en 1914, a calle Madre de Dios. Tras unos ejercicios espirituales, decidió que quería ser religiosa adoratriz e ingresó en el noviciado de Guadalajara. 

Ante los sucesos del año 1931, un familiar la sacó del convento y la llevó a Málaga, hecho que vivió con mucha inquietud, deseando regresar a la vida religiosa, como finalmente hizo.

En 1936 fue destinada a Japón, viaje que realizó en barco y que le llevó dos meses. “Desde allí escribía a la familia, pero las cartas tardaban meses en llegar”, cuenta Angelita.

Cuando se inició la Segunda Guerra Mundial, tres años después de su llegada a Tokio, Victoria de la Cruz tuvo que marchar a las montañas de Karuizawa, al norte de la capital, junto a las religiosas de su comunidad.

“Enviaba fotos de cómo se encontraban, con la nieve hasta las rodillas. Lo pasaron muy mal”, recuerda su sobrina.

La propia religiosa, en declaraciones a la agencia AVAN, cuenta: “Estuvimos en las montañas de Karuizawa, lejos de Tokio, con muchísimo frío y poca comida, y pasamos de todo hasta que acabó la guerra y nos marchamos a la ciudad de Yokohama, al sur de la capital“.

La misionera añade: “Me acuerdo perfectamente de los momentos difíciles que pasamos durante la guerra, hasta de lo que comíamos: arroz, poco o mucho. Lo que había”.

Vivimos momentos muy complicados, pero por misericordia de Dios estoy viva y coleando con mis ciento y pico de años y doy gracias a Dios porque además tengo buena salud”, cuenta entre risas.

Misionera y fundadora

Durante sus años como misionera, Victoria de la Cruz ha ejercido su labor en distintos colegios de Japón, recibiendo incluso una condecoración del gobierno japonés y llegando a ser superiora en varias de las comunidades por las que ha pasado.

Ha fundado numerosos centros, como el Colegio de las Adoratrices en la ciudad de Dos Palos, en California, donde residió seis años.

Algunas de las religiosas adoratrices de Málaga han coincidido con Victoria. Es el caso de Mª Pepa, quien afirma de ella que “es una mujer agradabilísima, magnífica”.

“Es extraordinaria –añade Mª Elisa, adoratriz en Madrid-. Se curtió en la Guerra Mundial y después del conflicto, trabajó incansablemente por las jóvenes que, debido a la penuria, emigraban a la ciudad”.

En Málaga sigue viviendo su hermano Fernando, de 95 años, que reside en un centro de mayores, así como varios sobrinos. Su sobrina Angelita nos cuenta que, desde que se marchó, no volvió a Málaga hasta el año 63.

“Aquello fue un acontecimiento en la familia. Su madre lo celebró muchísimo y todos nos alegramos de volver a verla”.

Sus visitas a la familia terminaron en 1981, cuando comenzó a comunicarse exclusivamente por carta. “Escribía divinamente, pero ya hace un año que dejó de hacerlo, seguramente por la edad“, explica su sobrina.

La comunicación entre ellas continúa por teléfono. “Hablamos con frecuencia: por su cumpleaños, en Navidad, en Pascua de Resurrección y el 8 de septiembre, su santo, Día de la Virgen de la Victoria a la que tiene gran devoción”.

Angelita se emociona cuando habla de su tía. “Tiene la misma voz de siempre, tan cantarina. No se olvida de su tierra. Nos dice: «acordaos de mí cuando miréis al Mediterráneo» y yo me meto con ella, diciéndole que es una campeona, la monja más guapa del mundo. Siempre nos prometemos seguir rezando la una por la otra”.

Lee la prensa a diario y toca las castañuelas

Actualmente, Victoria de la Cruz vive en una residencia de religiosas en la ciudad de Kitami, en Tokio, donde existen otras tres comunidades en las que se sigue atendiendo a chicas en situación de necesidad para evitar que caigan en la prostitución.

Las religiosas de las cuatro casas se reúnen “para rezar, participar en las eucaristías y comer juntas”, como ella misma explica.

Su día a día comienza a las cinco y media de la mañana, cuando se levanta. “Duermo bien -cuenta la religiosa-, como de todo o casi todo, y procuro no usar el ascensor. Subo y bajo los escalones”.

Victoria explica sonriente que “antes dedicaba mi labor a atender a otras personas pero ahora no, ahora tengo bastante conmigo misma”.

Afirma ser feliz y no tener ninguna preocupación: “Nada me molesta ni me hace sufrir, estoy muy bien y doy gracias a Dios y a todos”.

Las hermanas adoratrices dan fe de ello: “Es muy alegre, cuenta Mª Elisa, toca las castañuelas tan bien que antiguamente la llamaban hasta de una orquesta en Japón para que les acompañara en los conciertos. Y además, tiene una mente privilegiada, no perdona el hecho de leer la prensa a diario, tanto en inglés como en japonés”

Cambió su vida

Mendigaba amor y aceptación a los demás, hasta que el Señor le sanó en una Efusión del Espíritu

Durante toda su vida sufrió una «esclavitud» en soledad provocada por sus heridas de la infancia, pero no era consciente de que «ese velo» que le cegaba.

Actualizado 2 enero 2013

ReL

12298_una_mujer_en_soledad_y_sufriendoMaría tiene unos 40 años, está casada y tiene dos hijas. Llevaba aparentemente una vida normal y sin grandes sobresaltos. Pero un sufrimiento silencioso le acompañaba desde su niñez. ReL transcribe íntegro como el Señor la sanó… y su vida cambió completamente:

«Mi vida ha cambiado por completo»
«Va a hacer un año que el Señor se hizo presente con fuerza en mi vida. Tengo que decir que mi vida ha cambiado por completo, externamente todo sigue igual (sigo siendo madre de familia, esposa, sigo viviendo en Madrid…) pero internamente, me maravillo con lo que el Señor ha hecho en mí, soy una persona nueva y lo vivo todo completamente distinto.

«Muere mi madre con 11 años»
»El Señor me está ayudando a expresar en palabras esa explosión de experiencias, sentimientos y vivencias que he tenido a lo largo de este último año. Me llamo María. Estoy casada y tengo dos niñas, una de 5 y otra de 3 años. Vengo de una familia católica,somos 5 hermanos y yo soy la pequeña. Soy de Oviedo, pero cuando tenía 11 años mi madre murió y a mi padre le destinaron a trabajar a Valencia, así que he vivido muchos años allí.

Una monja de clausura da una luz
»Tengo una amiga de la adolescencia que es monja de clausura en Valencia. Hace unos 6 años me contó que había ido un sacerdote de la Renovación Carismática a darle unos ejercicios al convento, recibió la efusión del Espíritu y me dijo que su vida había cambiado por completo. Por la efusividad con la que hablaba yo pensé que le había dado un brote psicótico o que era fruto de la vida en el convento, no paraba de insistirme en que fuese a un grupo de la Renovación Carismática, que me iba a sanar, etc. Yo le decía que no tenía nada que sanar y que eso de los grupos no era para mí, que yo vivía la fe a mi manera.

Una historia de sanación interior
»En febrero, volví a visitarla yo sola (porque normalmente o iba con las niñas o con mi marido, vamos que nunca estábamos a solas) y me dio su testimonio con detalle, me dejó impresionadísima de la historia de sanación interior que me contó, pero lo que más me impactó fue la paz con la que podía hablar de todo ello, de unas vivencias tan sumamente duras… 

»Creo que ha sido la primera vez en mi vida que no he hecho un juicio sobre algo, me quedé muda, simplemente le escuché, sin entrar a pensar lo que está bien o lo que está mal, yo siempre he sido muy dada a hacer esa clase de juicios.

«Se me quitaron todos los miedos y culpabilidades»
»Cuando volví a Madrid creo que tuve una efusión del Espíritu, el caso es que algo pasó en mi interior, me resulta un poco difícil expresarlo en palabras, sentí como una explosión dentro de mí, como si mi corazón se hubiese hecho grande de repente y hubiese roto una capa endurecida que no le dejaba respirar, se me quitaron todos mis miedos, juicios, prejuicios y culpabilidades, toda mi timidez, todos los rencores hacia personas que de una manera u otra me habían hecho daño. Actitudes de los demás que hasta el momento no entendía empecé a verlas con una claridad que si antes me incomodaban ahora me llenaban de paz (podía ver con ojos de misericordia). Situaciones que me causaban tristeza o malestar, las vivía con una alegría desbordante y lapalabra gozo cobró sentido para mí, fue como si hubiese estado viendo la vida a través de un “velo negro” y de repente el Señor me lo levantó. 

«Encontré respuestas a todo…»
»Todo esto fue a nivel personal, en el tema de la religión, que andaba bastante floja últimamente, todo empezó a cobrar un sentido que antes nunca le había dado, empecé a entender de una manera completamente distinta los sacramentos: el sacramento del bautismo (el mayor regalo que me pudieron hacer), el matrimonio, la penitencia y la eucaristía, vivía las misas como nunca las había vivido. La biblia; me di cuenta que es un libro vivo, antes nunca me había dicho nada especial, pero de repente me hablaba a mí, encontré en ella respuestas a todo.


Seminario de Iniciación a la vida en el Espíritu
»Durante estos días de “gracia”, miré en internet (sin buscar nada en particular) sobre laRenovación Carismática y en la primera búsqueda que hice di con la web de un grupo carimático, vi que había empezado un Seminario de Iniciación a la Vida en el Espíritu que no sabía ni lo que era, pero ni corta ni perezosa mandé un correo preguntado si podía asistir aunque ya hubiese empezado hacía varias semanas y me contestaron muy amables que no solo podía asistir sino que también podía escuchar las enseñanzas que ya se habían dado.

»El primer día que fui al seminario, estaba bastante asustada, pues la noche anterior cené con mi primo, que había hecho el curso ALPHA y cuando le dije que iba a hacer el seminario me dijo: “tu sobretodo no te asustes, cierra los ojos y escucha”. Eso que él me dijo con su mejor intención, a mí me dejó de los nervios. Cuando llegué y me senté en un sitio que no había nadie, enseguida vino una persona y me preguntó si era la primera vez que venía, al decirle que sí dijo: ¡¡¡¡Alabado sea el Señor que te ha traído hasta aquí!!!!Yo pensé “aquí están todos tronados” y cuando se levantó todo el mundo para cantar la primera canción, pensé esta es la mía, aprovecho el jaleillo para marcharme, me agaché a coger el bolso y empezó a sonar la canción de “Oh deja que el Señor te envuelva” que era la canción que a todas horas cantaba en el colegio mi amiga monja. Al oírla me invadió una Paz tremenda, desapareció por completo todo el desasosiego y la intranquilidad que tenía y me quedé a disfrutar del seminario. 

Volver a la niñez
»Cuando recibí la efusión del espíritu volví a la niñez y tuve unos sentimientos que no sabía ni que había tenido, si a mí alguien me pregunta ¿qué tal fue tu infancia?, mi respuesta hubiera sido “estupenda hasta la muerte de mi madre”, siempre he sabido que de aquel suceso tan doloroso que ocurrió en la familia yo tenía guardado un “cajón desastre” que me daba miedo abrir, pero antes jamás lo hubiese pensado. 

Sentimiento de abandono
»El caso es que durante la efusión del Espíritu tuve un sentimiento muy fuerte de soledad y luego claramente llegó la muerte de mi madre y ese sentimiento de soledad se multiplicó por 10.000 y apareció también un sentimiento de abandono. Cuando yo estaba sintiendo esa soledad tan tremenda notaba como el Señor me decía en el corazón, no llores, yo siempre he estado a tu lado, siempre he estado contigo, nunca te he dejado sola, pero no tenías ojos para verme. Me pasé todo el retiro llorando como una madalena, (hubo una persona que me regaló un paquete de klinex que creo que ha sido uno de los mejores regalos que me han hecho) sin tener ni idea de por qué, ya que ese día solosupe que en mi niñez había tenido un sentimiento muy fuerte de soledad.

Recuerdos de la niñez…
»Las tres semanas siguientes al retiro de efusión, fue increíble, me empezaron a venir a la cabeza un montón de recuerdos de mi infancia que había tenido completamente enterrados, que no los recordaba, comenzaron a encajarse como en un puzle todas las piezas, para explicarme la realidad de mi historia y no la que yo me había creado, me fue revelado todo con tanto Amor y delicadeza que a medida que iban encajando las piezas yo iba llenándome de un gran gozo y una maravillosa paz que solo el Señor puede dar.

«Yo era una carga para mis hermanos…»
»El sentimiento de soledad que me acompañó durante mi infancia fue debido a la relación que tuve con mis hermanos, ellos son muy seguidos y yo me llevo 7 años con el anterior a mí, con lo que el trato entre ellos fue muy distinto del que tuvieron conmigo. Siempre me trasmitieron el mensaje de que yo era una carga (nosotros te teníamos que cambiar los pañales, nosotros te teníamos que dar de comer, nosotros te teníamos que dormir, nosotros etc). 

«Nunca celebré un cumpleaños»
»Mis padres hicieron más el papel de abuelos, me sentí muy querida por ellos y me mimaron mucho (cosa que supongo también ayudó a distanciarme de mis hermanos ya que mi padre fue muy estricto con ellos) pero no tuve ningún tipo de rutina establecida en mi día a día, con 7 años llegaba a las 21h a casa y a mí nadie me preguntaba donde había estado, si había hecho los deberes, si había cenado, si me había bañado… Nunca celebré un cumpleaños… 

«Mi madre murió y mi padre comenzó a beber»
»Sin duda, crecí bastante salvaje y con la sensación de ser “diferente”, diferente de las niñas de mi clase, diferente de mis hermanos y sintiendo que no me tenían en cuenta para nada. Todo eso más o menos lo suplía la relación tan buena que tenía con mis padres, perocuando mi madre murió todo cambió, ella ya no estaba para darme el cariño y la seguridad de sentirme querida y mi padre empezó a beber, con lo que la relación tan especial que teníamos pasó a ser discusión tras discusión. De ahí el sentimiento tan fuerte de abandono que sentí en la efusión, es increíble como el Señor me ha ido revelando todo esto que estaba completamente oculto en mi corazón y a la vez me ha ido colmando de la gran carencia que yo tenía que era el Amor y el sentirme querida.


«Esos sentimientos han condicionado mi vida»
»Mirando atrás me doy cuenta que estos sentimientos que tuve en la niñez, se me quedaron tan grabados en el corazón que han condicionado mi vida de tal forma que solo he estado centrada en demostrar a los demás que “valgo la pena” y que “no soy una carga”, todo lo que he hecho en mi vida, todas las decisiones que he ido tomando siempre han estado bajo esa presión

Un velo negro que cegaba y que el Señor levantó
»Ese era el “velo negro” que me cegaba y que el Señor me levantó. GLORIA AL SEÑOR que me liberó de la esclavitud de estar mendigando amor y aceptación en los demás, GLORIA AL SEÑOR que me habló al corazón para decirme que solo Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Tengo la sensación de que mi corazón era una maraña de lana llena de nudos y cuando volví de Valencia y tuve la primera efusión el Señor me dijo: “Mira este jersey, pruébatelo, así puede ser tu vida si te fías de mí, vamos a tejerlo juntos”, en el retiro de efusión, me dió uno de los extremos de la lana de esa maraña para empezar a deshacer los nudos y conseguir que el hilo esté listo para poder tejer…. Y aquí estoy, empezando este camino de vida espiritual y acogiendo con alegría todos los regalos que Él me va dando».

Recorre las cárceles de España

Sor Mari Luz, hija de la Caridad 

Recorre las cárceles de España; los presos le llaman mamá y dicen de ella: «Me ha salvado la vida» 

Tiene 72 años y forma nuevos misioneros católicos entre ladrones, traficantes, maltratadores, ex toxicómanos, homicidas… Crea grupos de oración en las cárceles. 

Actualizado 2 julio 2012 

Cruz Morcillo/ABC

«¿Qué somos nosotros?», pregunta una voz que emerge a borbotones de un hábito azul. «Santos, somos santos», le responde un coro de presos al borde del éxtasis. 

Nunca vimos una ceremonia tan sentida, un rito tan intenso como este rezo bíblico entre los muros desnudos de una cárcel. Estamos en la de Estremera, la más moderna de Madrid, que acoge a unos 1.700 reclusos. 

Preside una monja y sus acólitos son una veintena de reclusos: ladrones, traficantes, maltratadores, ex toxicómanos, homicidas… Eso dicen sus expedientes, porque hoy, en esta sala de la prisión, son catequistas, delegados evangelizadores de sus módulos. 

Sor Mari Luz llega con prisa, arrastrando un viejo carro de la compra repleto de biblias, devocionarios, cuadernillos, sobres, rosarios, oraciones… Lo primero que asoman son sus zapatones negros, masculinos y gastados, que parecen llevarla a ella, y que no le estorban ni para andar entre charcos ni para echar una carrera siguiendo el ritmo de una reclusa veinteañera. 

Con 72 años y llena de energía
Corre junto a ella por el patio de la prisión, la besa y la abraza cariñosa como a todo el que se cruza. Tampoco parecen pesarle sus 72 años, ni el frío helador que se cuela por los corredores en la mañana de diciembre. Ella reta al frío, al cansancio y a los incrédulos. Se cubre con un abrigo azul de tergal, que no fue diseñado para la intemperie, y administra amores y consuelo con agotadora energía.

Levantarse a las cuatro de la madrugada…
«Gracias por esta mano que nos has dado para escribir, para acariciar; gracias por hacernos tus hijos amados». Es lunes, son las once de la mañana y comienza el curso bíblico. La monja hoy no ha madrugado. Cada día que acude a la cárcel (dos o tres veces por semana) a visitar a «sus hijos», a «sus preciosos» —como los llama— se levanta a las cuatro de la madrugada en el convento donde vive; espera una hora, dos o las que hagan falta en la calle, con los pies ateridos, y se sube en Madrid al autobús de los funcionarios que trabajan en Estremera (a 70 kilómetros). 

Señal de la santa cruz
Algunos de ellos la miran con desgana, elevan el tono y lo impostan para dirigirse a la monja tan frágil en apariencia, casi evanescente, dejándole claro quién pone las reglas. Ella responde educada y hace la señal de la santa cruz en la frente a quien se le acerca, con mimo, como quien reparte caramelos. 

Recorrer todas las prisiones de España
Lleva más de 30 años haciéndolo, de prisión en prisión por toda España, con sus biblias en el carro y su fe en el corazón, abrazando y rezando a algunos que no tienen quien rece por ellos y mucho menos quien los abrace.

Con permiso para entrar en la cárcel
Mari Luz Ibarz Bazán, Hija de la Caridad, es quizá la única persona ajena a la institución con salvoconducto para entrar en todos los centros penitenciarios del país. «Son buenas personas, no hay más que verlos. Ninguno tendría que estar aquí. Cometieron un error, todos los cometemos», nos dice desde el azul relampaguente de sus ojos. 

La veintena de jueces que les condenaron no piensan lo mismo, pero ella aleja con un aleteo de la mano esa opinión restándole importancia. De su carro de la compra emergen como de una chistera biblias y rosarios blancos de plástico que cada interno se coloca al cuello o se enreda en la muñeca, mientras lee el Evangelio. 

Invocar al Espíritu Santo
Tras las puertas metálicas que se cierran a tu espalda con un angustioso click para recordarte que estás en la cárcel, el Espíritu Santo es invocado con acentos arrastrados de medio mundo: con palabras de Brasil, de Ecuador, de Perú, de Colombia, de Santo Domingo, de madrileño castizo y gallego susurrante… Y hay algunos presos que, oyendo a sor Mari Luz, su ángel como la llaman, casi no hablan, sino que parecen a punto de echar a volar… Es el preludio de la oración, de los saludos afectuosos, de reconvenir a alguno de los hombretones: «¿Y la Biblia, dónde la tienes?», le espeta la religiosa a Edison, ecuatoriano, de 24 años, condenado a nueve por tráfico de drogas. 

Traficar con cocaína
«Me quedé en el paro, no me salía nada y me ofrecieron dinero por traer cocaína. Me arrepentiré toda la vida». Edison lleva 20 meses dentro; saldrá de permiso en 2011 y verá a su niño de tres años. Dice que siempre fue creyente, pero se alejó de la Iglesia. «Ahora —explica— es lo que me mantiene a salvo aquí». Antes de rezar y cantar a Dios, sor Mari Luz se acerca a cada uno de los «hermanitos». Ellos son los encargados de dar testimonio en sus respectivos módulos, con frecuencia soportando las mofas de otros presos. La crisis de la religión campa dentro y fuera. La monja le habla a cada uno por su nombre, conoce de sobra sus historias de penumbra. La amnesia de la cárcel, esa que se obstina en segregar mentiras, también revolotea por aquí. Pero hay una diferencia: la mayoría de estos reos reconocen su delito, nada que ver con la moneda común del talego donde admitir nunca estuvo bien visto.

Un consuelo llamado Sor Mari Luz
«Yo estoy aquí por incumplir dos órdenes de alejamiento —comienza Manuel, madrileño por los cuatro costados que se reconoce creyente desde niño. No podía acercarme a mi mujer y lo hice. Ya sabe que la violencia de género está muy penada. Me han condenado a 23 meses.Bebía como un loco desde siempre y hasta hace unos años también me drogaba. Ahora quiero salir e ir a vivir a una comunidad cristiana». Manuel tiene hepatitis C y está a punto de empezar un tratamiento médico duro. Tiene 49 años y está solo o casi.«Sor Mari Luz es como la madre que me falta» (la suya vive, pero no quiere saber nada de él). «Es mi consuelo en un sitio tan inhóspito y cruel», dice. 

Baila con los presos, reza…
Esta mujer, una anciana según su DNI, es un torbellino capaz de reconciliarle a uno con el mundo. Jamás se sienta ni flaquea. Aguanta estoica, como un látigo, más de dos horas de pie. Baila con sus presos, les recrimina, les pregunta por su familia, por sus lecturas, les manda «deberes bíblicos», les palmea las mejillas y los abronca, si toca. El grupo bate palmas, ora y los hombres, transfigurados, se agarran al rosario como tabla salvavidas. 

La hermana Ibarz se mete en cada recoveco de la prisión, en todos los módulos; obliga a los funcionarios a hacer malabares, a improvisar, y pregunta con dulzura, pero firme, si puede colarse en una terapia de desintoxicación de drogas, una de las más duras de la cárcel. 

A veces es mal recibida…
En ella hay tipos mal encarados que la miran de soslayo en medio de una nube de humo y alguien parece a punto de empujarla en un descuido. Ella no se inmuta y reparte estampas y rosarios, vírgenes y versículos. «Yo nunca les pregunto qué han hecho. Si quieren desahogarse, me lo cuentan», se justifica mientras pone al tanto a unos y a otros de la charla que tuvo con uno de sus abogados o de la llamada que hizo a la madre, les entrega alguna tarjeta de teléfono que ha traído para que puedan llamar o unos sobres con sellos y unas tarjetas para escribir felicitaciones de Navidad. No tiene nada, pero esa nada parece multiplicarse. 


Un ex espía del CNI
Cuando parece que ya no queda lugar para la sorpresa, se abraza nada más y nada menos que a Roberto Flórez, el ex espía del CNI condenado por traición. Él, un pincel, es uno de los presos de apoyo del módulo especial para discapacitados intelectuales y en ese entorno reina a su antojo. La religiosa y Flórez —a quien el Supremo acaba de rebajar su condena en tres años— parecen viejos camaradas posando juntos ante el muro de la prisión y esa imagen poderosa se engancha a la retina. Sentados en los pupitres blancos de la sala donde transcurre el curso bíblico, los catequistas-presos subrayan oraciones aplicados como colegiales y buscan a San Mateo o la carta de San Pablo a los efesios. Impresiona la atmósfera de recogimiento y silencio, que acalla los sonidos siempre excesivos de la prisión. 

Mi mamá es la monja…
A Óscar, 34 años, con la huella de las drogas salpicándole el rostro, le cuesta estar quieto. Está con metadona. Tiene dos hijas de 13 y 15 años, pero hace mucho que no las ve. Llama «mama» a la monja y dice que esta mujercilla de manos breves le ha cambiado la vida. Tanto que, cuando sale de permiso, pasa la tarde con el grupo de oración de sor Mari Luz. 

«Es una santa. Si ella no hubiera llegado a mi vida, no sé qué habría sido de mí». «Ningún asesino es asesino las 24 horas; ningún violador es violador las 24 horas», reflexiona el director de Estremera, Jaime González Novo, apoyo indiscutible de la religiosa, pese a que esta mujer le cause más de un dolor de cabeza con sus continuas demandas en favor de los presos. 

Todos son buenos
«Para ella todos son buenísimos y preciosos, pero es una persona excepcional, no se desprende jamás de los internos». El director desgrana el difícil equilibrio entre seguridad y programas de tratamiento, y el curso bíblico lo es. «Si salen muchos presos de los módulos es un riesgo para la seguridad; sin embargo, los programas son claves. Estamos aquí para reinsertar y la hermana tiene demanda». Tanta que hay una lista de entre 200 y 300 para ir a misa los domingos. «¿Por qué Mohamed quiere ir a la actividad de la monja pero luego pide seguir el Ramadán?», cuenta Novo. «Porque encuentra comprensión, amor, se siente querido y eso aquí dentro es un tesoro».


Da cariño y es mi refugio
«Cuando os enteréis de lo preciosos que sois, lo grandes, se os quitarán los complejos. Los hijos de Dios viven en la cárcel», clama ella con una sonrisa. «Es la única que te da cariño, mi refugio», relata César Arturo, peruano de 24 años, al que un viaje malhadado dejó en la cuneta con una maleta de cocaína y nueve años de condena. Esboza un amago de mueca cuando lahermana Ibarz le suelta en público: «Estás muy guapo, te has cortado el pelo, pero me gustabas más antes».

La mañana acaba con nieve. Fernando y Montse, un matrimonio de la renovación carismática, padres de cuatro hijos, él economista, ella empresaria, ejemplo de compromiso en tiempos sin alma, han acompañado desde el amanecer a la religiosa. 

¿La jubilación? … en el cielo
Dicen que a ellos también les ha cambiado la vida conocerla. Sor Mari Luz, ajena a los piropos, mordisquea un sándwich de tomate y bebe una infusión antes de salir de la cárcel. Casi no come. Está enferma, pero a ella poco le importa. «Me jubilaré cuando vaya al cielo», masculla. Seguro que lo consigue.

 

Lo que más impactó a Mons. Fulton Sheen

Actualizado 22 mayo 2009

REL

Para aquellos que no lo sepan comenzaré diciendo que Monseñor Fulton J. Sheen fue un arzobispo norteamericano, cuya causa de canonización hoy en día está abierta y tramitándose Falleció el 9 de diciembre de 1979, a los 84 años de edad, después de dejar escritos un sin fin de libros, intervenciones radiofónicas y comparecencias televisivas, en un programa propio, que se titulaba “La vida merece la pena vivirla”. Este programa llegó a tener una cifra record de audiencia, más de 30 millones de televidentes. Hace unos cuatro años escribí un libro de relatos de carácter espiritual, titulado “La huella de Dios”, en el que recogí una historia narrada por el arzobispo Fulton J. Sheen, que merece la pena recordar. En uno de los programas, no sé si televisivo o radiofónico, en que intervino Monseñor Sheen, pocos meses antes de su muerte, el entrevistador, le preguntó: Obispo Sheen, usted inspiró a millones de personas en todo el mundo. ¿Quien fue, o que fue, lo que más le impactó a Vd. a lo largo de su vida? ¿Fue acaso el Papa actual o el anterior? Y el obispo le respondió: No fue un Papa, ni un Cardenal, u otro Obispo, y ni siquiera fue un sacerdote o una monja. Fue una niña china de once años de edad. Entonces el obispo contó la siguiente historia: Cuando los comunistas ocuparon la totalidad de China, su odio al catolicismo, les llevó a encarcelar cuando no a asesinar, a todos los religiosos y religiosas, especialmente a los que no teniendo la nacionalidad china, allí se encontraban. Uno de estos religiosos le contó al obispo Sheen, lo que había pasado en su iglesia. Le explicó que a él, lo encarcelaron en su propia rectoría cerca de la Iglesia. El sacerdote observó aterrado desde su ventana, como los comunistas penetraron en la iglesia y se dirigieron al santuario. Llenos de odio profanaron el sagrario, tomaron el copón y lo tiraron al piso, esparciendo las Hostias Consagradas. Como eran tiempos de persecución, el sacerdote había tenido la precaución, de saber exactamente cuantas Hostias contenía el copón: Treinta y dos. Una vez cometida la fechoría, los comunistas se marcharon, dejando un centinela de guardia para custodiarle a él y no permitir el culto en la iglesia. Pero no repararon, o quizás no le dieron importancia a una niña de unos once años, que rezaba al fondo de la iglesia que estaba en penumbra. La niña, observó todo lo que había sucedido, y se marchó a su casa. Pero por la noche, la niña volvió a la iglesia, evitando al centinela comunista que más se preocupaba de vigilar la rectoría donde estaba recluido el sacerdote, que la iglesia que estaba vacía, con los destrozos que sus compañeros y el mismo habían ocasionado, y lo más importante, a nuestro entender, que no al del centinela: las treinta y dos formas consagradas, desparramadas en el suelo. Una vez en la iglesia, la niña se situó en la parte de atrás de la misma rezando durante una hora; un acto de amor en reparación del odio que habían mostrado sus hermanos de raza. Después de su hora santa, la niña se adelantó con mucho sigilo hacia el presbiterio, se arrodilló, y bajando la cabeza hasta el suelo con su lengua tomó una de las sagradas formas, que allí estaba desperdigadas. Téngase en cuenta que en aquella época, aún no estaba vigentes las actuales normas sobre la comunión, el ayuno era riguroso, sin comer ni beber doce horas antes, y a los seglares no les era lícito tocar con sus manos, no consagradas, las sagradas formas. La pequeña continuó regresando todas y cada una de las noches siguientes, haciendo primero su hora santa y acercándose después al presbiterio, para tomar con la lengua el cuerpo de Nuestro Señor. En la trigésima segunda noche, después de haber realizado la última comunión, tropezó provocando accidentalmente un ruido que despertó al comunista que estaba de guardia. La pequeña, trató de huir pero el comunista corrió detrás de ella, la agarró, y la golpeó hasta matarla con la culata de su rifle. Este acto de martirio heroico fue visto, desde la rectoría por el sacerdote que, sumamente abatido, miraba desde la ventana de su cuarto donde estaba recluido sin poder hacer nada. El Obispo Sheen le manifestó al entrevistador, que cuando escuchó el relato, se quedó tan impactado, que prometió al Señor, que haría una hora santa de oración frente a Jesús Sacramentado todos los días, por el resto de su vida. Si aquella pequeña niña china, había sido capaz y pudo dar testimonio con su vida, de la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento, entonces el obispo se veía obligado a lo mismo. Su único deseo desde entonces sería, atraer el mundo al Corazón Ardiente de Jesús en el Santísimo Sacramento. Es esta, una bonita historia, cuyo final no nos gusta tanto. Nos disgusta que al final, el soldado comunista terminase pillando a la niña y le partiese la cabeza a culatazos con su fusil. Y la razón última de nuestro disgusto, se encuentra en que como somos cuerpo y alma; materia y espíritu, la preponderancia, que generalmente tiene en todos nosotros, el cuerpo sobre el espíritu, nos pide un final más dichoso, más alegre, más al estilo de “hollywood”; pero no con la tristeza de la muerte de la protagonista, de esta ignorada niña china. Lo que nos pasa, es que dado este apego, que tenemos a las cosas de este mundo, valoramos más el continuar en él, al precio que sea, sin valorar para nada la gloria que esta niña habrá adquirido con su martirio. Nuestra corporeidad humana nos ciega, y no nos damos cuenta, de que precisamente la parte más bonita de la historia es su final, es el regalo de la palma del martirio, que Dios le dona al alma de esta niña china, que es una especial privilegiada, una elegida del Señor. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

«Me ha convocado Dios»

Ha abierto una academia de fútbol infantil

Una futbolista de la primera división italiana se mete a monja: «Me ha convocado Dios»

«A los 21 años sentí que el deporte me estaba dando sólo alegrías momentáneas y yo tenía un vacío interior continuo. Fue entonces descubrí que había sido convocada por Dios para llevar a cabo una misión».

Actualizado 9 febrero 2012

Beatriz López-Roberts

Emilia Jitaru estuvo jugando durante diez años en la primera división (o serie A, como se dice en Italia) de fútbol femenino. De hecho,  la selección nacional rumana quiso ficharla por la excelente calidad de su juego. 

Pero al final el balón no fue suficiente para esta joven, que decidió apartar su pasión por el deporte y perseguir algo mucho más grande: su vocación.

“A los 21 años sentí que el deporte me estaba dando sólo alegrías momentáneas y yo tenía un vacío interior continuo. Fue entonces cuando descubrí que había sido convocada por Dios para llevar a cabo una misión”, ha explicado en Il Corriere Fiorentino

Fútbol para niños

De esta forma el lateral izquierdo del Selena Bacau dejó de lado un futuro deportivo brillante y abrazó sus votos. Se convirtió en la hermana Emilia Jitaru y entró en la Congregación de las Maestras Pías Venerinas. Hoy, la hermana Emilia es una monja rumana de 42 años que vive en Livorno donde,además de echar una mano en la guardería del instituto, ha montado una pequeña academia de fútbol para los niños que no pueden jugar en otros equipos. 

Goleando a 32 metros

La primera vez que estuvo en el banquillo por lesión, Emilia tenía 18 años y llevaba siete jugando en la serie A. Nacida en el mismo país que la famosa gimnasta Nadia Comaneci, erauna adolescente que, a una edad temprana, ya había alcanzado un alto lugar en el mundo del deporte

Era zurda, como el Maradona de los Cárpatos Gheorghe Hagi, y llegó a marcar 25 goles. Una vez marcó desde 32 metros de distancia. “No me dí cuenta de que la pelota había entrado” dice “y no lo comprendí hasta que vi que todos los compañeros gritaban que estaba dentro”. 

Poco después de haber marcado ese gol, llegó una llamada muy importante, no del técnico de la selección rumana sino de Alguien más profundo. 

“Me presenté en el instituto de las Maestras Pías Verinas, en Rumanía, un día lluvioso, llevando una coleta como la de Roberto Baggio muy mojada”. Y fue ahí cuando comenzó el partido de su vida al entrar en este instituto religioso dedicado a la formación cristiana de los niños y los jóvenes. 

Seleccionar a los rechazados

“Cuando llegué me dí cuenta de que a la iglesia sólo venían los ancianos”. Y decidió proponer al obispo Simone Giuste algo nuevo. “Le dije “¿Cree usted que podríamos hacer un equipo con los niños que hayan sido descartados para jugar al fútbol?”

Y así fue como llegó la autorización del superior y con ella, el equipo: 14 jugadores de 7 a 18 años entre los que se encontraban cuatro chicas y diez chicos. Para ella, su pequeña academia de fútbol “es una herramienta para encontrarse con el Señor”, explica, “ y de eso se trata la Nueva Evangelización, ¿no?”.

El fúbol: escuela de valores

La hermana Emilia afirma que este deporte es una importante escuela para los chavales: “el fútbol transmite muchos valores: el respeto por uno mismo y por los demás; la amistad; la alegría de estar en equipo y de conocerse.” 

Pero sus aspiraciones no se quedan aquí, sino que le gustaría dar otro empujón más a sus chavales: “Después de esto me gustaría llevar a los chicos al mundo del voluntariado: el centro de San Egidio, o Cáritas”.