El Trabajo del hogar

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Me sorprendió saber que la película favorita del Papa Francisco es “El Festín de Babette”; es una película sobre el servicio desprendido al prójimo, que no siempre es acorde a nuestra “reglas” humanas. Fue filmada en 1987 pero la película se ubica en 1871. Babette es empleada como cocinera en la casa de dos ancianas solteras, hijas de un estricto pastor. Babette es francesa y se gana la Lotería en Francia. Con el dinero decide preparar un banquete para los que viven en un pueblecito danés de pocos habitantes, donde vive y donde hay una gran rigidez moral pues son puritanos calvinistas. Poco a poco se va comprendiendo que en la concepción luterana del cristianismo, el gozo y el placer son vistos con desconfianza; lo material es en su mayor parte rechazado. El Papa comenta: “Las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, es un anticipo del cielo”.

Un señor empezó a hacer encuestas a domicilio. A la mujer que le abrió la primera puerta le preguntó:

– ¿Cuál es su profesión?

– Es ser madre de familia.

– Mmm… Esa opción no viene considerada en la encuesta.

– ¡Ah!… Soy Doctora en Desarrollo Humano.

– Y ¿cuántos proyectos tiene?

– Tres, de lago alcance… Y ¿para qué es esta encuesta?

– Por el Día de la Mujer, para conscientizarlas de la importancia de ser mujeres.

Pues sí, todos necesitamos un hogar. Es evidente, pero no hay más que mirar alrededor para ver que cada vez faltan más hogares. Nos referimos a un verdadero hogar de familia y no a un vulgar y triste alojamiento.

En Singapur, la gente suele pasar muy poco tiempo en casa. Muchas familias comen fuera porque no hay nadie que pueda cocinar, por falta de tiempo o de conocimiento culinario. El Gobierno introdujo la campaña Cena un día en Familia, para motivar a los empleados a volver a casa temprano al menos una vez a la semana. En Singapur la mayoría de las niñas crecen sin conocer las tareas del hogar. En el Congo belga, los trabajos domésticos los hace el varón.

En China, en pocas casas saben lo que es tener “calor de hogar”, tanto porque no se come en común seguido –en familia-, como porque no se hace la limpieza como en Occidente.

Algunas mujeres deben de hacer compatible el hogar y el trabajo remunerado para salir adelante, pero otras veces, las mujeres no quieren dedicarse al hogar porque les parece monótono. No ven la proyección social de ese trabajo; no perciben que su marido y sus hijos lo necesitan para desarrollarse y ser felices. El trabajo que se realiza sólo es una manera de expresarles amor. Las cosas bien puestas hablan por sí solas. Por eso, Carlos Llano, decía, con esa pasión que le caracterizaba: El periódico, la TV, la prensa, el mercado… invaden la vida cotidiana. El hogar no debe ser sólo un refugio sino el fuego de vitalización.

La investigadora María Pía Chirinos, hace algunas consideraciones que ayudan a ver la excelencia que pueden tener los trabajos del hogar: Dice que “no se trata de que la madre de familia ‘se quede en casa’, sino de establecer que un hogar, con una familia, no puede prescindir de unos trabajos cotidianos, claramente profesionales, para el desarrollo humano de sus miembros’’. La realidad actual es que casi no hay comidas en familia, sino delante de la TV; ni cuidado de la casa ni de la ropa… Junto a la pérdida de la noción de familia, ha desaparecido la noción de hogar, y se han desprestigiado los trabajos domésticos. Muchos males de la sociedad actual radican en que la mujer no quiere atender a su familia.

Todos deseamos ser auténticos seres humanos, y para ello, hay que adquirir las virtudes de la excelencia que dependen de actividades cotidianas propias del hogar: templanza y educación en el comer, hábitos de limpieza que tanto contribuyen a la dignidad personal, etc. Las máquinas o los hoteles son incapaces de sustituir el trabajo de la casa. Es más, cuando un hotel quiere ser de lo mejor dice: “Siéntase como en su casa”, porque sólo en la casa se siente uno en confianza, amado y atendido.

Otra mujer profesionista decía: Con el ejemplo podemos hacer que la gente descubra la grandeza de la familia y del hogar; es donde se aprende a ser personas normales, a vivir las virtudes humanas: la solidaridad, el optimismo, el orden, la alegría y tantas cosas más buenas y nobles… Por desgracia, se ve que en muchos sitios la casa está completamente abandonada; pero podemos hace un trabajo imponente si profesionalizamos el trabajo doméstico.

El secreto al trabajar es poner el corazón en lo que hacen las manos. No es tanto la cantidad o el tipo de trabajo lo que cansa, sino la falta de entusiasmo y de motivación. Si cada mujer logra valorar más el cuidado de su casa, se frena el divorcio.

En el funeral de Chesterton, Ronald Knox recordó a su amigo como poeta de la sencillez profunda: “Fue uno de los grandes hombres de su tiempo; su mejor cualidad era el don de iluminar lo ordinario y de descubrir en todo lo trivial una cierta eternidad… Fue como un hombre que había dado la vuelta al mundo para ver con ojos nuevos su propia casa”.