Las familias numerosas piden al Gobierno que tenga en cuenta el número de hijos en la reforma del sistema de pensiones

24 junio, 2013 Por Redacción

13Familias1La Federación Española de Familias Numerosas (FEFN) ha puesto en marcha una campaña de recogida de firmas ‘Más hijos, más pensión’, que cuenta con 4.000 apoyos en dos días, para instar al Gobierno a que tenga en cuenta a las familias numerosas en la reforma del sistema de pensiones que se debate estos días.

En concreto, FEFN pide que se introduzca el número de hijos como criterio para calcular la cuantía a percibir, para que ésta sea proporcional y compense lo aportado a la sociedad en forma de capital humano. La entidad familiar pide también que el tiempo de excedencia laboral que hayan dedicado a la atención de los hijos cuente como tiempo cotizado, con un máximo de 3 años por hijo.

Bajo el lema ‘Más hijos, más pensión’, la campaña, que se realiza a través de la web Change.org, nace con el objetivo de ejercer la presión social necesaria para que se reconozca a las familias con hijos y, en especial las numerosas, como cooperadoras solidarias en el buen funcionamiento de la economía.

“Estas familias contribuyen a sostener el sistema de pensiones a través de sus hijos, como futuros trabajadores y cotizantes y, por ello, es justo que, al llegar a la vejez, el Estado les garantice una cobertura social adecuada en proporción al número de hijos que han aportado a la sociedad”, según explica la Presidenta de la FEFN, Eva Holgado.

Uno de los puntos incluidos en el informe elaborado a instancias del Gobierno por un Comité de Expertos es la recomendación de recurrir a planes de pensiones privados, como complemento a la pensión pública, que se prevé que cada vez será menor. Según la FEFN, esta opción es poco viable para las familias numerosas que, con más gasto que los ciudadanos sin hijos y sin prestaciones familiares, como existen en otros países, tienen menor capacidad de ahorro.

Así, Holgado ha sentenciado que considera “muy injusto” que llegado el momento de jubilarse, “las familias numerosas no tengan una pensión adecuada, no cuenten con un plan de pensiones privado, ni ahorros, por haber dedicado sus recursos a criar y educar a sus hijos, que están cotizando para el conjunto de la sociedad”.

¿Acaso la guardería es obligatoria?

El gobierno alemán quiere ayudar a las familias que cuidan a los niños en casa

JOSÉ M. GARCÍA PELEGRÍN

14.JUN.2012

Alemania está dividida por el proyecto de dar un subsidio de 100 euros mensuales a los padres que cuidan a sus hijos menores de tres años en su propia casa. Los que recurran a la guardería recibirán diez veces más (en especie), pues no tendrán que pagarla.

Desde 2013, los padres tendrán derecho a guardería gratis, y el Estado dará una compensación a los que quieran tener a los niños en casa

Berlín. Una subvención, prevista para los padres que atienden a sus hijos menores de tres años en casa, está acaparando la atención pública alemana desde hace meses. El 6 de junio, el Gobierno Federal acordó presentar un proyecto de ley para que se apruebe en el Bundestag (Parlamento) antes del receso estival, que comenzará el 29 de junio. Se trataría de abonar un subsidio, al principio de 100 euros mensuales, 150 a partir de 2014, a quienes se ocupen por sí mismos de atender a sus hijos menores de tres años, en lugar de llevarlos a una guardería.

Existe un fuerte rechazo por parte de la oposición socialdemócrata y un debate en los medios de comunicación que adquiere tintes de un enfrentamiento de principios. Así lo muestra, por ejemplo, el término peyorativo que emplean los enemigos del subsidio para referirse a este: Herdprämie, algo así como “prima para (quedarse en) la cocina”. Recuerda a la etiqueta que utilizaban las feministas de los años sesenta y setenta para ridiculizar a las mujeres (no “emancipadas”) de las “las tres kas” (Küche, Kinder, Kirche: cocina, niños, iglesia).

En Alemania, la educación preescolar para niños de 3 a 6 años tiene una larga tradición. De su calidad nadie duda: no en vano la expresión “jardín de infancia” es la traducción literal de Kindergarten, término que en el ámbito anglosajón se emplea sin traducir.

En cambio, una guardería o Kindertagesstätte (abreviado “Kita”) está dirigida a los niños menores de 3 años. Los alemanes ya tienen derecho a Kindergarten gratis, y a partir de mediados de 2013 también podrán recurrir a la Kita con cargo al Estado. Para ello se precisan unas 800.000 plazas, de las cuales, a comienzos de junio, todavía faltaban 180.000.

Para que se pueda elegir

En 2007 se decidió que, para dar la posibilidad real de elegir, a todos aquellos que prefirieran no llevar a sus hijos a una guardería, sino educarlos ellos mismos durante los tres primeros años, les correspondería un subsidio. Sin embargo, ahora el plan topa con una notable resistencia por parte de quienes consideran que hoy en día la mujer debe trabajar fuera del hogar. Tanto los sindicatos como la patronal han cargado contra esta medida.

Así, el presidente de la patronal, Dieter Hundt, se queja de que el subsidio crea un estímulo para no trabajar, mientras que la economía, teniendo en cuenta el proceso demográfico, necesita esa mano de obra. Según este principio, las madres deberían reintegrarse en el proceso de producción lo más pronto posible.

Un argumento similar aporta también la OCDE, en particular en relación con inmigrantes, en el estudio Jobs for Immigrants. En Noruega, dice, cuando se introdujo una subvención, se redujo un 15% la participación de inmigrantes en el mercado de trabajo. Ahora bien, dicho estudio se refiere a niños en edad de Kindergarten; en el caso alemán se trata de niños menores de tres años y además, el subsidio noruego ascendía a 400 euros mensuales, mucho más que el proyectado en Alemania.

Por otro lado, las encuestas entre la población presentan una imagen matizada. Si bien el 60% de los alemanes se muestra contrario al subsidio, se declara a favor el 51% de los que tienen de 18 a 29 años, que son la mayor parte de los potenciales padres de hijos pequeños. En un sondeo a madres llevado a cabo en 2011 por MMM-Europe (Mouvement Mondial des Mères-Europe), el 78% responde que desean dedicarse plenamente a sus hijos durante el primer año, y el 61% prefieren cuidarlos en casa también los dos años siguientes. Según otra encuesta, hecha por Familiennetzwerk, una red de familias que opera en toda Alemania, el 81% de la población considera que los hijos están mejor atendidos en casa por los padres que en una guardería.

El subsidio topa con una fuerte resistencia por parte de quienes consideran que hoy en día la mujer debe trabajar fuera del hogar

El bien del niño

Llama la atención que en el debate público apenas se hable de lo que sea mejor para el niño. Los detractores del subsidio argumentan que una guardería puede beneficiarle, por el contacto con otros niños de su edad, sobre todo en el caso de familias “socialmente débiles”, que apenas pueden ocuparse realmente de sus hijos. Esto no puede generalizarse, replican los defensores del subsidio. Por ejemplo, Rainer Böhm, director del servicio médico en el Centro social-pediátrico de Bielefeld-Bethel, se refirió en un reciente artículo en el Frankfurter Allgemeine Zeitung a estudios llevados a cabo en Estados Unidos. Allí se ha comprobado que los niños que pasan el día en la guardería están expuestos a una mayor tensión. Böhm resume las recomendaciones del Congreso de Bielefeld: no atender a los niños menores de dos años en grupo; entre los dos y tres años, como máximo, durante medio día.

El profesor Michael Schulte-Markwort, Director del Departamento de Psicosomática infantil y juvenil en la clínica universitaria de Hamburgo-Eppendorf, extrae similares conclusiones: “Según los estudios actuales, los niños que son cuidados por personas ajenas son más agresivos, tienen un comportamiento social más llamativo y un peor desarrollo del lenguaje que los que se han criado los primeros años con sus madres”.

Igualdad de condiciones

Recientemente, Stefanie Selhorst, autora y madre de tres hijos entre 13 y 18 años, se refirió en una entrevista a la subvención como posibilidad de lograr la “igualdad entre las diversas concepciones de la vida”: “No tengo nada en contra de los padres que deciden dejar a sus hijos de uno o dos años en una guardería durante todo el día; no es algo que me incumba. Sin embargo, como contrapartida, espero que se deje de difamar a los padres que se ocupan ellos mismos de la atención de sus hijos. En realidad, se trata de dos concepciones de cómo atender a los niños pequeños y pueden coexistir perfectamente, sin contraponerse. Que los opositores al subsidio teman que esto reduciría las inversiones en la calidad de las guarderías, me parece un poco ridículo. La relación entre el gasto público para la atención de los niños de uno y dos años es de diez a uno: diez para la guardería y uno para los que cuidan de los hijos en casa”.

Un comentario especialmente incisivo sobre el subsidio se pudo escuchar en la radio estatal alemana WDR 2. El periodista Frank Wahlig comentaba: “No solo hay padres que consideran el subsidio como una fuente adicional de ingresos; la mayoría lo verá como un reconocimiento… ¡por fin! Hasta ahora, el Estado solo lo daba cuando se recurría al servicio público. (…) No todos los niños tienen que crecer en guarderías (…) Quizá haya muchas personas que hagan algo tan aburrido como ser ama de casa y madre, o lo mismo en versión masculina… y a las que incluso les guste hacerlo (…) Los niños en la guardería, los padres en el puesto de trabajo: todo funciona bajo el control del Estado y de los sindicatos. Ha de poder existir algo diferente; por ejemplo, una vida con los hijos. Cuidar de los hijos, y para ello está pensado el subsidio. Bienvenido sea”.

La polémica probablemente seguirá su curso después de las vacaciones estivales, pues el proceso legislativo no habrá llegado a su fin. Entre tanto, continuará el enfrentamiento entre las dos posiciones opuestas sobre la atención a los niños menores de tres años.

Elegir colegio: libertad y equidad

Libertad para los padres, responsabilidad para la Administración

FERNANDO RODRÍGUEZ-BORLADO

3.ABR.2012

Las familias acomodadas siempre han elegido escuela, y extender esa posibilidad a las demás es ampliar la libertad. Ahora bien, la elección de escuela puede ayudar a que los hijos de familias modestas no queden confinados necesariamente en los colegios de su barrio o puede dar lugar a una mayor desigualdad. La clave está en encontrar el sistema para promover a la vez libertad de elección y equidad.

La identificación de los padres con el proyecto educativo es un factor clave a la hora de la elección

Este año la apertura del periodo de escolarización viene marcada por algunas modificaciones, como por ejemplo el cambio en el baremo de puntos para adjudicar plazas que se seguirá a partir del próximo curso en la Comunidad de Madrid (ver cuadro). Una de las medidas más discutidas es la desaparición –en dos años– de las zonas escolares.

Este debate representa una vieja discusión en el mundo educativo: ¿Cuál es la manera de beneficiar más a un mayor número de alumnos: dar más libertad a las familias o dejar la responsabilidad en manos de las administraciones? En el fondo, se trata del típico enfrentamiento entre liberalismo e intervencionismo, esta vez aplicado al mundo de la educación. Con todo, existen modelos intermedios que ya se han implementado en otros países.

Derecho a elegir

El derecho a la educación tiene dos vertientes: por un lado es un derecho-prestación, ya que obliga a la Administración a proveer al estudiante de los recursos necesarios para poder ejercerlo; por otro lado, es un derecho-libertad, en el sentido en que permite a los padres escoger el centro educativo que responda a sus preferencias. Esta segunda vertiente se apoya en la idea de que la familia es la primera instancia educativa, y el colegio la complementaria.

Sin embargo, esta premisa se olvida frecuentemente en el fragor de la discusión, legítima y lógica según criterios políticos, sobre el mejor modo de organizar el sistema educativo. Muchos de los sindicatos de la pública, que frecuentemente critican a la escuela privada por centrarse solo en la eficacia académica, se aferran en cambio a los resultados académicos cuando les conviene: no hay estudios, dicen, que demuestren que la libertad de elección mejore las notas del alumnado.

Habría que recordar que los resultados no son el único criterio que guía a los padres en la elección de colegio. La identificación de los padres con el proyecto educativo (que puede incluir desde el ambiente escolar, al método pedagógico o la valoración del hecho religioso) es un factor clave en esa elección.

Ejemplos para todos los gustos

Algunas experiencias demuestran que el simple hecho de poner a competir a los centros no asegura un reparto justo.

La OCDE recoge en un informe reciente Equity and Quality in Education los ejemplos de distintos sistemas que han optado por una liberalización del sistema educativo. Suecia y Holanda optaron por el cheque escolar, con resultados desiguales.

La razón que puede explicar el éxito holandés, también en cuanto a la no concentración del alumnado por renta, es la política de incentivos para que los alumnos desaventajados (provenientes de niveles socioeconómicos bajos) sean atractivos para los colegios más exigentes. El cheque escolar aumenta según disminuye el nivel socioeconómico del estudiante, lo que significa que los centros reciben más dinero si los matriculan. No obstante, el hecho de que el colegio disponga de más recursos no garantiza la mejora en los resultados; depende más bien de en qué se gasten.

En el caso de Holanda, los colegios con más alumnos desaventajados tienen hasta un 50% más de profesores y personal de apoyo en sus plantillas. Si hubieran gastado ese dinero en mejorar las instalaciones u ofrecer más actividades extraescolares, seguramente también habrían atraído a muchas familias, pero es probable que los resultados académicos no fueran igual de buenos. Esta es una de las objeciones que aducen los críticos con el sistema de elección libre de centro: la competencia se puede trasladar fácilmente de la calidad académica a otros servicios distintos del principal.

En el caso de Suecia, la aplicación del cheque escolar ha traído a las escuelas más separación por estratos socioeconómicos, y apenas ha tenido incidencia en las notas. Eso sí, como en casi todos los países donde la educación pública y la concertada han luchado por alumnos, ha sido la concertada la que ha visto crecer su alumnado en detrimento de la pública.

Las condiciones para la elección

El citado informe de la OCDE recomienda que los países miembros implementen un sistema de “elección controlada”, es decir, un modelo mixto que combine las preferencias de los padres con criterios que impidan la concentración de los pobres con los pobres y los ricos con los ricos. En realidad, este informe reitera las conclusiones de otro estudio norteamericano realizado en 2006 por la Brookings Institution (cfr.Aceprensa 28-04-2006).

Uno y otro informe parten de la base de que la elección libre de colegio por parte de los padres es lo deseable, pero que puede generar desigualdades. En concreto, explican que uno de los principales problemas de este sistema es la distinta información de los padres. Las familias más aventajadas se muestran más activas en la elección del colegio de sus hijos, y lo hacen fundamentalmente porque están mejor informadas. De ahí que asegurar que toda la información esté disponible para todos –y sea inteligible– debe ser un objetivo prioritario. Ahora bien, ¿qué información se debe publicar?

Algunos sindicatos de la educación pública critican que se saquen a la luz los resultados académicos de las distintas escuelas, públicas y concertadas, ya que entienden que la comparación no es justa. Sin embargo, es difícil aportar algún otro dato objetivo que sirva para orientar a los padres. Llama la atención que los sindicatos se opongan a una medida de transparencia ahora que la sociedad la demanda más.

Otra de las conclusiones de la OCDE y de la Brookings Institution es que la elección libre de colegio solo se podría considerar libre del todo si se financiara el transporte a las familias menos aventajadas. Si no, estas familias terminarán por quedarse en su barrio, por lo que solo podrían elegir realmente los hogares con más recursos.

Los problemas relacionados con el transporte –y, de paso, la insuficiente financiación de la concertada– se podrían solucionar con la entrada en vigor de un cheque escolar progresivo, que aumente de cuantía según las necesidades del estudiante. Un ejemplo es lo que ocurre en Washington D.C.: las ayudas pueden llegar a los 12.000 dólares por alumno y año, según la renta y el colegio elegido. El cheque escolar, ratificado hace menos de un año, cuenta con el respaldo del 70% de los padres de Washington con hijos en edad escolar.

Evitar la discriminación

El temor de los contrarios a la supresión de las “zonas educativas” es que los colegios terminen por elegir a los alumnos, y no al revés.

Pese a que es completamente lícita la preocupación de la OCDE por que no se produzcan discriminaciones, se echa en falta en el informe una referencia a la importancia de la identificación de las familias con el colegio. Se estima que cerca de 200.000 familias españolas cambian de centro cada año. Muchas lo hacen simplemente porque se han mudado a otro lugar de residencia, pero está comprobado que otras muchas se empadronan en barrios donde en realidad no viven, o incluso llegan a mudarse efectivamente, para poder optar a un determinado colegio.

A veces, el “falso empadronamiento” o el cambio de residencia obedece al deseo de huir de ciertos colegios, más que al de acceder a otros. La posibilidad de elegir un colegio fuera del barrio de residencia puede beneficiar especialmente a las familias con menos recursos; al fin y al cabo, muchas de las familias pudientes ya viven en barrios con buenos colegios o, si no, pueden permitirse pagar uno en otro barrio.

La eliminación de las zonas escolares proporcionaría carta legal a una demanda que ya existe, y que además favorece la implicación familiar. Un ejemplo es el del instituto público Ramiro de Maeztu. Su directora abogaba en El País(22/02/12) por la supresión de las zonas educativas aludiendo a sus propios atractivos, y no a las supuestas ventajas de los demás: “Un centro con una sección de alemán como el nuestro no debería ser solo para una zona de la ciudad”. Gracias a sistemas mixtos como el cheque escolar progresivo o las cuotas de alumnos desaventajados no habría por qué elegir entre los guetos por nivel socioeconómico y los guetos por barrios.


La reforma madrileña

La reforma en la Comunidad de Madrid supone algo más que la eliminación de las zonas escolares. Modifica, además, el valor que se concedía a factores como la renta familiar o la vinculación con el colegio –hermanos estudiando o padres antiguos alumnos–.

En el caso de la renta, se concederán dos puntos a las familias que perciban la Renta de Inserción Mínima (una prestación que completa los ingresos de los prestatarios hasta asegurar que puedan cubrir las necesidades básicas). Anteriormente, se daban dos puntos a las familias que acreditaban una renta anual per cápita igual o inferior al IPREM (el sustituto del Salario Mínimo Interprofesional para el acceso a subvenciones, becas, etc.) y un punto a las que ingresaran una renta anual superior al 100% del IPREM pero inferior al 200%.

Con este cambio en la baremación de la renta, se espera poder concentrar la ayuda en las familias realmente más necesitadas: menos familias recibirán los puntos de la renta, pero quien los reciba obtendrá una ventaja comparativamente mayor. De esta forma se pretende mantener el criterio de discriminación positiva hacia las familias con menos recursos, pero a la vez eliminar un posible factor de estratificación del alumnado por criterios económicos.

Tener un hermano estudiando en el centro puntuará el doble: de los 4 puntos anteriores se pasa a los 8 de la nueva propuesta.

Además de los hermanos, también se premiará con 1,5 puntos si el padre o la madre son antiguos alumnos del centro.

La Comunidad de Madrid ha explicado que este cambio promueve la vinculación de la familia con el proyecto educativo del centro. El próximo curso desaparecen las zonas escolares en los municipios pequeños, y el siguiente en los grandes, entre ellos Madrid.