Consejos a los matrimonios

Dejando aparte las dificultades que pueda haber entre padres e hijos, también son corrientes las riñas entre marido y mujer, que a veces llegan a comprometer seriamente la paz familiar. ¿Qué consejos daría usted a los matrimonios?.

aer8esQue se quieran. Y que sepan que a lo largo de la vida habrá riñas y dificultades que, resueltas con naturalidad, contribuirán incluso a hacer más hondo el cariño.

Cada uno de nosotros tiene su carácter, sus gustos personales, su genio —su mal genio, a veces— y sus defectos. Cada uno tiene también cosas agradables en su personalidad, y por eso y por muchas más razones, se le puede querer. La convivencia es posible cuanto todos tratan de corregir las propias deficiencias y procuran pasar por encima de las faltas de los demás: es decir, cuando hay amor, que anula y supera todo lo que falsamente podría ser motivo de separación o de divergencia. En cambio, si se dramatizan los pequeños contrastes y mutuamente comienzan a echarse en cara los defectos y las equivocaciones, entonces se acaba la paz y se corre el riesgo de matar el cariño.

Los matrimonios tienen gracia de estado —la gracia del sacramento— para vivir todas las virtudes humanas y cristianas de la convivencia: la comprensión, el buen humor, la paciencia, el perdón, la delicadeza en el trato mutuo. Lo importante es que no se abandonen, que no dejen que les domine el nerviosismo, el orgullo o las manías personales. Para eso, el marido y la mujer deben crecer en vida interior y aprender de la Sagrada Familia a vivir con finura —por un motivo humano y sobrenatural a la vez— las virtudes del hogar cristiano. Repito: la gracia de Dios no les falta.

Si alguno dice que no puede aguantar esto o aquello, que le resulta imposible callar, está exagerando para justificarse. Hay que pedir a Dios la fuerza para saber dominar el propio capricho; la gracia, para saber tener el dominio de sí mismo. Porque los peligros de un enfado están ahí: en que se pierda el control y las palabras se puedan llenar de amargura, y lleguen a ofender y, aunque tal vez no se deseaba, a herir y a hacer daño. 

Con un matrimonio de Irlanda, 1959
Con un matrimonio de Irlanda, 1959

Es preciso aprender a callar, a esperar y a decir las cosas de modo positivo, optimista. Cuando él se enfada, es el momento de que ella sea especialmente paciente, hasta que llegue otra vez la serenidad; y al revés. Si hay cariño sincero y preocupación por aumentarlo, es muy difícil que los dos se dejen dominar por el mal humor a la misma hora…

Otra cosa muy importante: debemos acostumbrarnos a pensar que nunca tenemos toda la razón. Incluso se puede decir que, en asuntos de ordinario tan opinables, mientras más seguro se está de tener toda la razón, tanto más indudable es que no la tenemos. Discurriendo de este modo, resulta luego más sencillo rectificar y, si hace falta, pedir perdón, que es la mejor manera de acabar con un enfado: así se llega a la paz y al cariño. No os animo a pelear: pero es razonable que peleemos alguna vez con los que más queremos, que son los que habitualmente viven con nosotros. No vamos a reñir con el preste Juan de las Indias. Por tanto, esas pequeñas trifulcas entre los esposos, si no son frecuentes —y hay que procurar que no lo sean—, no denotan falta de amor, e incluso pueden ayudar a aumentarlo.

Un último consejo: que no riñan nunca delante de los hijos: para lograrlo, basta que se pongan de acuerdo con una palabra determinada, con una mirada, con un gesto. Ya regañarán después, con más serenidad, si no son capaces de evitarlo. La paz conyugal debe ser el ambiente de la familia, porque es la condición necesaria para una educación honda y eficaz. Que los niños vean en sus padres un ejemplo de entrega, de amor sincero, de ayuda mutua, de comprensión; y que las pequeñeces de la vida diaria no les oculten la realidad de un cariño, que es capaz de superar cualquier cosa.

A veces nos tomamos demasiado en serio. Todos nos enfadamos de cuando en cuando; en ocasiones, porque es necesario; otras veces, porque nos falta espíritu de mortificación. Lo importante es demostrar que esos enfados no quiebran el afecto, reanudando la intimidad familiar con una sonrisa. En una palabra, que marido y mujer vivan queriéndose el uno al otro, y queriendo a sus hijos, porque así quieren a Dios.

Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, 108

El «Trivial» de la fe

Un juego de mesa 

El «Trivial» de la fe: una monja granadina crea un juego que testa los conocimientos sobre Cristo 

El juego está inspirado en el catecismo «Jesús es el Señor» de la Conferencia Episcopal Española e incluye mímica, signos, preguntas, tabú, dibujos y oraciones. 

Actualizado 28 abril 2013 

Europa Press 

13409_maria_granados_molinaLa Esclava Carmelita de la Sagrada Familia de la comunidad de Cuenca, aunque granadina de nacimiento, la hermana María Granados Molina, ha inventado a sus 35 años el juego de mesa «La alegría de la fe», inspirado en el catecismo aprobado por los obispos españoles «Jesús es el Señor», que pone a prueba los conocimientos sobre Jesucristo a lo largo de 67 casillas y seis pruebas: mímica, signos, preguntas, tabú, dibujos y oraciones.

La mímica de la Resurrección
¿Podrías explicar qué es la «Tierra prometida» sin utilizar las palabras «Dios, Pueblo y Desierto»? ¿Te atreverías a dibujar un Cáliz o representar mediante mímica la Resurrección? ¿Sabrías decir qué se responde en misa al escuchar «Palabra de Dios»? Estas son algunas de las cientos de preguntas y pruebas que propone la actividad que, según su creadora, la hermana María Granados, puede dar «mucho juego» a partir de los ocho años pero también en la adolescencia y la edad adulta, para jugar con padres y hermanos e incluso compitiendo entre varias familias.

En una entrevista, la religiosa ha subrayado que es necesaria tanto «una buena catequesis» como «una buena clase de Religión» pues catequesis y asignatura «no se sustituyen», sino que son «complementarias», ya que la asignatura de Religión es más necesaria «a nivel de contenidos, a nivel cultural para después saber también poner base a la fe». 

«No creemos porque sí, hacen falta unos conocimientos y un ambiente cultural que facilite y que desarrolle todo esto», ha subrayado.

Sobre el descenso registrado en los últimos años en el número de niños que acuden a catequesis, la hermana María ha apuntado a dos factores: el bajo índice de natalidad -a la hora de constatar que hay menos niños, también es que nacen menos- y un «enfriamiento en la vida cristiana de los padres» que prefieren dejar que sus hijos decidan por sí mismos.

«Se da con más frecuencia el hecho de que los padres no lleven a sus hijos a participar en la parroquia de la catequesis porque prefieren dejarlo para cuando él sea mayor y decida por su parte, es decir, ciertamente estamos ahí en una situación de especial inquietud para evangelizar», ha explicado.

«Se ve el bautizo como un trámite»
También se ha referido al sacramento del bautismo y ha señalado que el hecho de bautizar a los hijos cuando tienen unos meses de vida viene de una experiencia propia de los padres. «Entra dentro de ese decir: es lo mejor que tengo, lo que yo le voy a dar a mi hijo es la fe en Jesús; cuando uno vive en esta dimensión, desea bautizar a sus hijos desde el primer momento», ha indicado. 

Sin embargo, ha advertido de que, cuando no se conoce esta realidad sino que se ve «como un trámite, como una carga», entonces «no tiene sentido». «Dirán: claro que no quiero que mi hijo se bautice, pues ya lo decidirá él si cargar con la carga», ha precisado.

Este último caso se da, según ha puntualizado la religiosa, porque se tiene una visión de la vida cristiana «muy desvirtuada» en medio de una sociedad, de una cultura que, a su juicio, «ha desfigurado mucho la imagen de Dios».

Una catequesis para el siglo XXI 
No obstante, ha indicado que volver a épocas anteriores tampoco es la solución pues hay que ser conscientes de que es el siglo XXI, el año 2013, que Jesús «sigue siendo el mismo que ayer» y que «la vida cristiana sigue teniendo su atractivo en sí mismo». Lo único que es necesario, según ha apuntado, es una pastoral de nueva Evangelización para dar respuesta a la pregunta: «¿Cómo acercamos la experiencia de fe al hombre de hoy, al hombre del siglo XXI?». «Ahí sí que tenemos un reto como Iglesia y creo que se están dando pasos en torno a ello», ha asegurado.

En este contexto, según la hermana María, hay que aprender de talentos de los jóvenes como la creatividad, la alegría, la capacidad de soñar y de lanzarse, este último, el de «tener menos inconveniente para arriesgar», un rasgo de la juventud que, a su parecer, «es necesario y más en la vida de fe hoy pues hace falta que el joven viva con esa capacidad de apertura a la sorpresa de Dios y al deseo de dar respuesta a lo que está pasando en su interior» frente al peligro de vivir en la superficie.

Y el joven que se encuentra con Dios, según ha añadido, y no solo a través de la catequesis como algo teórico sino yendo «más allá, haciendo experiencia del encuentro con Jesús», descubre sus dones y su respuesta a Dios es «de una gran generosidad y apertura». «Su vida se llena de luz, de color y vive desde otros valores», ha afirmado.

 

 

 

A ti, madre de sacerdote…

19.07.12

A ti, madre de sacerdote… ¡Gracias, muchas gracias!

Por Reme 

“Después de Dios, se lo debo a mi madre. ¡Era tan buena! La virtud viértase fácilmente del corazón de la madre al corazón de los hijos…Jamás un hijo que ha tenido la dicha de tener una buena madre tendría que mirarla y pensar en ella sin llorar” (Sto.Cura de Ars)

Tengo entre mis manos un pequeño libro titulado La madre del Sacerdote escrito por Juan de Yepes. Se publicó en 1941 con motivo de la Semana de la Madre celebrada por la Unión Diocesana de Mujeres de acción Católica de Ávila para contribuir “en esta siembra menuda de bien. Quiera la Virgen María, Madre Sacerdotal, bendecirlas, dándoles una fecundidad insospechada”.

A pesar de que muchas de ellas consideran que no han hecho nada extraordinario están predestinadas desde la eternidad para vivir el privilegio de tener un hijo sacerdote y custodiarlo para que sea fecundo y santo. Los que tenemos el privilegio de tenerlas cerca, de conocerlas y de tratarlas, descubrimos las grandes virtudes que Dios puso en ellas.

“La Sagrada Familia se convirtió en el primer modelo de amor de muchas otras familias santas. Y María, Madre de Jesucristo, Sumo y Eterno sacerdote y Madre de todos los sacerdotes es el modelo a seguir del valor trascendente que puede alcanzar una vida en apariencia sin relieve”(San Josemaría Escrivá de Balaguer)

De hecho, la “historia del cristianismo está llena de innumerables ejemplos de padres santos y de auténticas familias cristianas que han acompañado la vida de generosos sacerdotes y pastores de la Iglesia”, como afirma Benedicto XVI, tomando el ejemplo de santa Mónica, madre de san Agustín.

Ser mujer-madre ya es algo que comporta admiración y magnificencia. Pero ser madre de un sacerdote, rezar, acompañar y servir con amor de madre, de hermana, a un “Ministerio santo que requiere santidad” para que el ministro pueda ocuparse de ser “servidor de todas las almas, ejemplo del Divino Maestro”(1), es un orgullo, el privilegio más grande que Dios nos puede conceder.

Alguien me dijo una vez que “una madre no es una autopista pero te puede guiar por el mejor camino, con paciencia, entrega, sacrificio, perdón, compañía, amor, bendición, protección, cuidado y demás etc…”.

“Para nosotros los sacerdotes nuestras madres son el familiar más cercano, el más allegado. En los momentos de dolor, aparte de la oración, nuestras madres son el oasis en donde enjugamos nuestras penas, la piedra en la cual recostamos la cabeza en los momentos de cansancio, la luz que nos alegra el alma cada vez que nos sonríen. Es por eso que nosotros los sacerdotes sufrimos profundamente la muerte de nuestras madres. Cuando ellas nos dejan para irse a Dios, nosotros nos sentimos perdidos, hay un gran sentimiento de vacío en nuestro corazón. Pero en ese momento comprendemos también que nuestras santas madres están al lado del Sumo Sacerdote, de su Madre Santísima y que desde allí velan por nuestro sacerdocio.(2)

Tengo en mente un nuevo proyecto. Con el propósito de darles las gracias a las madres de los sacerdotes me gustaría que vosotras- madres, hermanas y demás familia de sacerdote-, aportarais vuestro testimonio. Vosotras sois las grandes protagonistas. Tenéis tantas cosas que enseñarnos…

A partir de ellos, de vuestras experiencias y reflexiones, podremos deleitarnos y considerar la necesaria y privilegiada participación en la vida de la Iglesia de todas las madres de sacerdotes. Mujeres – muchas de ellas han pasado desapercibidas a lo largo de la historia-, que por su valentía, compromiso y generosidad, son un ejemplo para las mujeres del Siglo XXI.

Estoy segura que con la ayuda de Nuestra Madre Santísima nos ayudará a todos a reconocer y agradecer a todas las madres- si, también a tu madre que siempre se mantuvo en la sombra-, su amor, piedad, comprensión, dulzura, seguridad, libertad, coraje, ejemplo, alegría…difícil de superar. Ellas, como nadie, y poniéndose al servicio de Dios, de su familia y de sus hijos, se han puesto al servicio de toda la humanidad.

Gracias por vuestra ayuda.

(1)Monseñor Javier Echevarría, Homilía Ordenación Diaconal, Torreciudad, 1997
(2)P. Rafael Méndez Hernández, La madre del sacerdote,El visitante, año 36, núm. 19; 2010