Escuela diferenciada

Pero quienes acusan a la escuela diferenciada de fomentar la «desigualdad» están negando irracionalmente esa diferencia; e impidiendo que usted pueda decantarse a favor de la escuela que prefiera para sus hijos

Juan Manuel de Prada

Actualizado 11 septiembre 2012

En las últimas semanas, se han sucedido los ataques contra la llamada escuela diferenciada, a la que se acusa de favorecer la «desigualdad» entre chicos y chicas; razón que se esgrime, en sentencias judiciales y resoluciones administrativas, para apartarla del régimen de conciertos del sistema público de enseñanza. Anticiparé que estudié en un colegio mixto y después en un instituto también mixto; y que a mi hija la tengo matriculada en un colegio también mixto, del que hasta la fecha sólo puedo predicar bondades. Quiero decir con ello que, al escribir este artículo, no me mueve ningún interés, mucho menos una preferencia personal, sino tan sólo cierta perplejidad o estupor de la razón ante lo que, a todas las luces, es irracional.

A la escuela diferenciada se le podría acusar de favorecer la desigualdad si en las escuelas de chicos se impartiese un programa distinto al que se imparte en las escuelas de chicas, presuponiendo que la inteligencia de chicos o chicas no puede alcanzar la comprensión de tal o cual disciplina; o si se enfocase el futuro profesional de sus alumnos de forma divergente, presuponiendo que los chicos o las chicas no son aptos para el desempeño de tales o cuales oficios. Pero en la escuela diferenciada no se imparte un programa distinto, según su alumnado sea masculino o femenino; ni se pretende encauzar la elección profesional de sus alumnos. En la escuela diferenciada no se presupone que hombres y mujeres posean una capacidad intelectiva mayor o menor, ni que haya oficios o habilidades que les estén vedados. La acusación que se le hace de fomentar la desigualdad es, pues, de una irracionalidad obscena y rampante; y lo más desquiciante es que muchos de los que la lanzan estudiaron, aunque sólo sea por imperativo cronológico, en escuelas diferenciadas. Y allá donde una acusación tan obscenamente irracional se sostiene de modo tan enconado, hemos de deducir que el sectarismo ideológico ha ocupado el lugar de la razón.

Cuando los detractores de la escuela diferenciada la acusan de fomentar la desigualdad hemos de entender, en realidad, que la están acusando de contemplar las diferencias que existen entre chicos y chicas, evidencia sobre cuya negación se erige la ideología de género, que pretende que la diferencia sexual entre el varón y la mujer no es una realidad innata propia del ser humano. Naturalmente, tal afirmación es una patraña burda: pero ya se sabe que la misión de toda ideología que se precie consiste en negar la realidad y la evidencia; y, en el caso concreto de la ideología de género, en negar la más real de todas las evidencias, que es la naturaleza. Porque hombres y mujeres somos distintos: distintas son nuestras fisiologías; y distintas también nuestras psicologías, aunque las posibilidades de nuestra inteligencia sean parejas. Y la escuela diferenciada lo único que pretende es, atendiendo a esas evidentes diferencias psicologías que existen entre hombres y mujeres, instrumentar métodos de aprendizaje y asimilación del conocimiento que, adaptándose a las particulares psicologías masculina y femenina, extraigan los mejores resultados de la capacidad intelectiva de chicos y chicas. 

A partir del reconocimiento de esta diferencia, podremos alegar muchas razones para decantarnos a favor de la escuela diferenciada o la mixta. Pero quienes acusan a la escuela diferenciada de fomentar la «desigualdad» están negando irracionalmente esa diferencia; e impidiendo que usted pueda decantarse a favor de la escuela que prefiera para sus hijos. Quieren, en fin, imponerle su santa voluntad; que, por ser una voluntad viciada por la ideología, será inevitablemente más puta que santa.

www.juanmanueldeprada.com

En busca de la perfección

Sor Audrey Hepburn, y luego un coloquio sobre los consejos evangélicos y la imitación de Cristo

«Lágrimas en la lluvia», el programa de Juan Manuel de Prada en Intereconomía TV, aborda este domingo la vida consagrada.

Actualizado 28 enero 2012

ReL

La imitación de Cristo mediante la práctica de los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia), buscando la propia perfecciónmediante la santificación, es la esencia de la vida consagrada en la Iglesia.

A sus diversas formas y carismas, a su razón de ser hoy como ayer y a los problemas que la afligen -desde la mundanización al hundimiento de las vocaciones- se dedica este domingo 29 de enero, a las cuatro de la tarde, el programa de cine y coloquio de Juan Manuel de Prada en Intereconomía TV,Lágrimas en la lluvia.

La soirée arranca con una auténtica obra maestra de Fred Zinnemann (1907-1997), Historia de una monja [The nun´s story], rodada en 1959 por un director que abordó en más de una ocasión -con desigual fortuna desde un punto de vista doctrinal, pero siempre con una inconfundible personalidad- las espinas de la entrega a Dios y las exigencias de la conciencia. Suya fue también Un hombre para la eternidad, que relató en 1966 el drama de Santo Tomás Moro.

Historia de una monja está protagonizada por Audrey Hepburn (1929-1993), en el inolvidable papel de la Hermana Lucas. Inolvidable como lo fueron casi todos los que representó como indudable estrella de los años cincuenta y sesenta: desde Vacaciones en Roma (1953) con Gregory Peck, por la que recibió un Oscar a Sabrina (1954) con Humphrey Bogart, desde Charada (1963) con Cary Grant al musical My Fair Lady(1964) con Rex Harrison, y por supuesto Desayuno con diamantes (1961).

Tras la película, el coloquio que presentan Prada María Cárcaba contará con cuatro intervinientes que encarnan modalidades distintas de la vida consagrada.

Santiago Cantera Montenegro, benedictino, prior de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos y director de su escolanía. Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, ha sido profesor en la Universidad San Pablo-CEU. Es autor de quince libros, entre ellos La crisis de Occidente, San Benito o el Medievo en su plenitud, Historia breve de la caridad Así iban a la muerte. Testimonios jóvenes de la guerra de España, este último de reciente aparición.

Carmen Álvarez Alonso, doctora en Teología Dogmática por la Universidad Pontificia Salesiana de Roma y profesora en la Facultad de Teología San Dámaso, de Madrid, en el Instituto Lumen Gentium de Granada y en el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el Matrimonio y la Familia. Es autora de El Espíritu Santo y la virginidad oLañas (libros de meditaciones escritos en colaboración con Juan Pedro Ortuño). Es laica consagrada, dentro de la Asociación Pública de Fieles Mater Dei.

Paloma Carrillo, enfermera, de las Esclavas Carmelitas de la Sagrada Familia, instituto religioso al que pertenece desde su fundación. Desde hace dos años es la formadora de postulantas y en la actualidad cursa un máster en Acompañamiento y Discernimiento Espiritual en la Escuela de Formadores de Salamanca, dependiente de la Compañía de Jesús. 

José María Rodríguez Olaizola, jesuita, es licenciado en Sociología por la Universidad de Salamanca y en Teología por las Universidades Comillas de Madrid y Berkeley (California), donde se especializó en Sociología de la Religión. Actualmente trabaja en pastoral con universitarios en Valladolid y en la editorial Sal Terrae. Ha escrito, entre otros libros, En tierra de nadie, La alegría, también de noche o Un mapa de Dios: en busca de las estructuras de salvación.