Entender las aventuras de «El Hobbit» en clave cristiana

Cuento de hadas, viaje iniciático y mucho más 

Los 5 elementos básicos para entender las aventuras de «El Hobbit» en clave cristiana 

Con una espiritualidad del viaje y el camino, del desprendimiento, con la humildad como protección contra la tentación, Bilbo Bolsón vive el paso de una inmadura comodidad al compromiso y la virtud adulta. Y nosotros, con él.

Actualizado 15 diciembre 2012

Pablo J. Ginés/ReL

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«El Hobbit«, la película de Peter Jackson, ha llegado ya a las pantallas de todo el mundo y romperá taquillas estas Navidades. Desde 1937, la novela de J.R.R. Tolkien ha vendido millones de ejemplares y nunca ha dejado de editarse. 

Tolkien, un entusiasta de los cuentos de hadas, las sagas y las narrativas míticas antiguas y medievales, escribió la historia de un hobbit que, contra todo pronóstico, abandona su cómoda casa para embarcarse en una aventura, en un viaje muy peligroso. Es «uno de nosotros» metido en un asunto «que le queda grande«, con dragones y elfos y reinos enanos. 

La historia cumple todos los requisitos de un «Quest», un viaje iniciático y de crecimiento, en que el héroe superar pruebas, conoce el mundo, crece gracias a amigos y maestros y se vuelve sabio, y por eso tiene un valor universal e imperecedero. Además, puede leerse en una clave más específicamente cristiana, porque en la novela resuenan ecos de enseñanzas evangélicas.
 
En español se acaba de publicar «El viaje de Bilbo: descubriendo el significado oculto en El Hobbit«, de Joseph Pearce (editorial Palabra), que ofrece un análisis cristiano de la novela por parte de este profesor de literatura de la Ave Maria University, experto en Tolkien, Chesterton y conversos literarios. Una forma de abordar el tema es resumirlo en 5 elementos, que coinciden en buena parte con los que aborda Pearce.

1) Sal de tu cómodo agujero hobbit: complícate la vida

El libro empieza explicando que Bilbo Bolsón vivía «en un agujero hobbit, y eso significa comodidad». Comodidad que se ve interrumpida por un llamado, una vocación: Gandalf y los Enanos vienen a reclutarle para una increíble aventura. La inercia del comodón mediocre (de todos nosotros, occidentales opulentos) es quedarse en casa junto al fuego. Pero en Bilbo se despierta su sangre de la rama familiar Tuk… y se lanza a la calle. No tiene muy claro lo que puede aportar, pero sí que tiene una llamada. Es un paso en fe, no muy distinto al de Abraham y a otros que son convocados a salir de sus comodidades.Cualquiera que haya cantado eso de «en mi barca/no hay oro ni espadas» lo entiende.

2) Camina, aprende de los maestros, ten fe y crecerás

Como sabe cualquiera que haya hecho una dura peregrinación a Santiago o a otro lugar, en el camino se crece. Uno aprende a viajar con menos cosas… las cosas materiales quedan atrás, la persona y el alma se robustecen. Viajar purifica, y por eso Israel necesita 40 años en el desierto para purificar su cómoda esclavitud en Egipto. Viajando se aprecia más a los compañeros de camino, como los Enanos, y los que son «no-pueblo» se forjan como un pueblo. Y se aprende de los maestros veteranos, como Gandalf, que en cierto momento le dejan a uno solo, para que aprenda a volar por sí mismo. Por el camino, se ganan tesoros y sabiduría. Nada de eso se ganaría sentado en casa. 

3) «Demasiada suerte»…, es decir, Providencia

Una y otra vez, Bilbo tiene una extraña suerte. Él es «el que encuentra la fortuna y el que el Anillo encontró». Qué casualidad que él, una y otra vez, encuentre justo lo necesario, llegue justo en el momento… El lector avispado ve que no es suerte: es Providencia. Gandalf lo deja claro al final: «no pensarás que todas tus aventuras y escapadas eran mera suerte, sólo para tu beneficio, ¿verdad?» 

La clave cristiana está en aprender a ver la voluntad y los planes de Dios para nuestras vidas, y entender que su Gracia es la que conduce las cosas. Joseph Pearce escribe que «al contrario de lo que proclamaron Nietzsche, Hitler y otros seculares progresistas, no hay un triunfo de la voluntad [título de un documental propagandístico de Leni Riefenstahl sobre el nazismo en su apogeo], sino una asistencia sobrenatural de la Gracia». En El Señor de los Anillos se ve más claro: ¡no es Frodo quien con todos sus esfuerzos destruye el Anillo maligno!

4) Coraje y virtud, al elegir el bien

La virtud es el hábito de optar por lo bueno, elegir lo bueno y fortalecerse en el bien habitual. Bilbo supera su miedo una vez, y luego otra, y otra, y acaba haciéndose valiente. Abandonado su cómodo agujero, enseguida se hace desprendido. Bilbo no es grande ni fuerte, pero no se rinde: y al final consigue grandes cosas. La constancia en el bien es uno de sus temas.

5) No negocies con el dragón; ni lo sustituyas

«Yo controlo», dicen los necios que beben, conducen rápido o se drogan. En realidad, son miles las adicciones que nos controlan cuando creemos controlarlas nosotros. Nuestras posesiones en realidad nos poseen. El Anillo controla a Gollum, y después intentará controlar a los siguientes portadores. Tolkien escribió un poema titulado «El tesoro«, sobre un montón de oro y joyas que cambian de dueño… pero a cada uno de ellos les aporta la perdición y les esclaviza. Hay quien quiere usar el Anillo para el bien, con un «yo controlo», pero Tolkien dice que el control no existe, que el mal debe ser destruido. 

Con el dragón no se puede negociar, ni jugar a acertijos ni llegar a un pacto: el dragón al final te devora. Y si le matas, cuidado no le sustituyas como guardián-esclavo del tesoro. No es extraño que represente al demonio y sus seducciones en la simbología cristiana. 

Algunos hacen brujería pero usan imágenes de santos y vírgenes: es engañarse. El tesoro genera ese engaño, que en El Hobbit se llama «la enfermedad del dragón», a la que Bilbo es bastante inmune porque se ha purificado en el viaje, pero a la que los Enanos son muy vulnerables, sobre todo Thorin. Cuanto más elevado y más orgulloso, más vulnerable se es a estas seducciones. Los más pequeños y humildes están más protegidos. El Evangelio previene: «donde está tu tesoro, está tu corazón». 

Estos elementos están claros en el libro. Habrá que esperar a ver la segunda y la tercera película de El Hobbit para comprobar si se reflejan bien en esta nueva trilogía o si quedan tapados con demasiados elementos añadidos.

España salvó mi alma

Llega la biografía de Joseph Pearce

Roy Campbell : «España salvó mi alma» … Pero ¿por qué?

Los carmelitas de Toledo, antes de morir mártires en 1936, le confiaron los manuscritos de San Juan de la Cruz.. Se jugó la vida por defenderlos.

Actualizado 18 febrero 2012

Carmelo López-Arias / Alba

“España salvó mi alma”, proclamó el poeta sudafricano Roy Campbell (1901-1957). Se refería a algo más que a su conversión al catolicismo en Altea, en 1935. Fue su vida entera la que encontró un sentido cuando Don Gregorio, párroco de esa localidad alicantina, asesinado meses después por los milicianos, le regó con el agua bautismal. La forma hispana de vivir la religión le había ofrecido por fin el aire que sus pulmones de artista reclamaban desde pequeño.

Años antes había llegado a Oxford, para estudiar Literatura, un hombre acostumbrado a tratar con los zulúes y a sentirlos como iguales. Lo cual podía ser escandaloso en su país natal, pero en Inglaterra le otorgó un aura propia en el Parnaso.

Además, a Campbell los escándalos nunca le importaron demasiado. Como tampoco la abundancia de cerveza que caracterizaba aquellas legendarias tertulias literarias y sus puñetazos posteriores.

En un ambiente irrepetible como fueron los happy twenties británicos, entroncó con el celebérrimo Círculo de Bloomsbury de Virginia Woolf. Resultó ser demasiado conservador para ese clan, pero hizo en él suficientes amigos como para convivir durante mucho tiempo con sus costumbres disolventes.

Eso sí, jamás cultivó el amor a la decadencia. Conoció a Mary Garman, se casó joven con ella, tuvieron dos niñas y se escaparon a Francia para aislarse en la campiña provenzal. Fueron años dorados, que sólo perturbó el Mal en forma de una extraña relación lésbica de su mujer con Vita Sackville-West, amante a su vez de la Woolf.

Roy conoció en las Landas la tauromaquia y quiso ser torero. Tenía Barcelona al lado y en el pecho la comezón de vivir en España, y en 1934 se vino. Al poco, la evolución religiosa que había emprendido el matrimonio tiempo atrás floreció para siempre. Todo el pueblo de Altea asistió al bautizo de aquella sorprendente familia.

Los de Bloomsbury le odiaron por ello, pero sólo una porción de lo que le iban a odiar cuando se mostró partidario de la victoria de los nacionales. Su poema Flowering Rifle lo consideran algunos el mejor sobre la guerra civil, y es inequívoco en su sentido.

Campbell había sido siempre antisocialista. Su temperamento ácrata y excéntrico casaba mal con lo que se sabía de los bolcheviques. Pero, además, vivía en Toledo el 18 de julio. Había hecho amistad con los carmelitas de la Ciudad Imperial, cuyo convento atisbaba desde su hogar mientras trabajaba casi al ritmo de la campana monacal.

Cuando se desató el terror del Frente Popular, los frailes, sabedores de lo que les esperaba, le confiaron un tesoro: los manuscritos originales de San Juan de la Cruz. Pocos días después fueron todos ellos martirizados, pero Roy puso a salvo los escritos cuando los asesinos registraron infructuosamente su casa.

En esos temibles momentos prometió al santo que traduciría al inglés sus versos si salían vivos del trance. Cumplió el voto, y es hoy todavía la versión más celebrada.

Chesterton, Tolkien, Oscar Wilde, Shakespeare, Soljenitsin… el británico Joseph Pearce, profesor universitario de Literatura Inglesa en Florida, se ha especializado en la vida de escritores en cuya obra y trayectoria personal jugó la religión un papel decisivo, varios de ellos conversos al catolicismo.

Amigo de Evelyn Waugh, C.S. Lewis, T.S. Eliot o J.R.R. Tolkien (quien se inspiró en él para el personaje de Aragorn –Viggo Mortensen– en El Señor de los Anillos), Campbell fue un poeta admirado por su talento y aborrecido por su disidencia.

Fue soldado voluntario (ya maduro y con familia) durante la Segunda Guerra Mundial al servicio de Su Majestad, y trabajó en la BBC. Pero la progresía jamás le perdonó que confesase a Cristo y defendiese a Franco. Ataviado por Londres a menudo con sombrero cordobés y capa española, a nadie dejaron indiferente ni sus ideas… ni la perfidia que rezumaban los atrabiliarios versos satíricos con que fustigó a sus enemigos.

En 1957 murió en Portugal al salirse su vehículo de la carretera. En el país que salvó su alma, el nombre de Campbell se fue apagando. Una paradoja más. Como sus versos, puñales o pinceles, pero siempre de una sonoridad y una rima únicas en la literatura inglesa del siglo XX. ¡Tal vez porque las manos que protegieron de la barbarie la mística Llama de amor viva se habían criado en la tierra de los leones!