El diablo te tentará por lo menos con tres artimañas: la necesidad, la vanidad y la ambición
San Gregorio de Nacianzo, también conocido como san Gregorio Nacianceno (329 – 389), fue patriarca de Constantinopla, teólogo, escritor y considerado el más talentoso orador de la era patrística de la Iglesia, formado en los clásicos y conocedor de la filosofía.
La Iglesia ortodoxa, que le tiene mucho aprecio, lo llama simplemente “el Teólogo”. En la tradición católica, san Gregorio es reconocido con el importante título de Doctor de la Iglesia. Te compartimos un texto suyo:
Si, tras el bautismo, fueras atacado por el perseguidor, el tentador de la luz, tienes material para la victoria. Él ciertamente te atacará, ya que también atacó al Verbo, mi Dios, engañado por la apariencia humana que escondía la luz increada.
No tengas miedo del combate. Se le opone el agua del bautismo, se le opone el Espíritu Santo en quien se extinguen todos los dardos inflamados lanzados por el maligno.
Necesidad
Si él te muestra las necesidades que te oprimen –y lo hizo con Jesús-, si te recuerda que tienes hambre, no le hagas ver que ignoras sus propuestas. Enséñale lo que él no sabe; se le opone la Palabra de vida, ese verdadero Pan enviado del cielo y que da vida al mundo.
Vanidad
Si te pone la trampa de la vanidad –y la usó contra Cristo, cuando lo llevó al pináculo del Templo y le dijo: “Lánzate hacia abajo”, para hacerlo manifestar su divinidad-, ten cuidado en no caer por haber querido elevarte.
Ambición
Si te tienta con la ambición, mostrándote, en una visión instantánea, todos los reinos de la tierra sometidos a tu poder, y te exige que lo adores, desprécialo: él no es más que un pobre hermano tuyo.
Y dile, confiando en la devoción divina: “Yo también soy imagen de Dios; no he sido, como tú, precipitado de lo alto de mi gloria a causa de mi orgullo. Estoy revestido de Cristo; me he vuelto otro Cristo por mi bautismo; cabe en ti adorarme”.
Estoy seguro que él se irá, vencido y humillado por estas palabras. Procedentes de un hombre iluminado por Cristo, las sentirá como si emanaran de Cristo, la luz suprema.
Estos son los beneficios que el agua del bautismo trae a los que reconocen su fuerza. (San Gregorio Nacienceno Homilía XL, 10)
«Entré vestido de sotana, pedí una cerveza y dije que no me iba hasta que me dieran a la chica y su pasaporte»
La agencia de televisión Rome Reports ha publicado este jueves una videoentrevista con el cardenal Carlos Osoro en la que el prelado cuenta cómo rescató hace años a una mujer que estaba siendo obligada a prostituirse.
“A la salida de un hospital una chica con acento latinoamericano me vio vestido con la sotana de obispo y me dice: ‘Padrecito atiéndame por favor’. Me cuenta que estaba trabajando en un club y que le tenían retenido el pasaporte”, explica monseñor Osoro durante la entrevista.
“Dime el lugar. Yo aparezco por allí cuando termine de trabajar por la tarde y voy a buscarte. Ya te saco yo”, fue la contestación del obispo.
Unas horas más tarde el prelado fue al prostíbulo. “Iba vestido” con la sotana de obispo. ·Así entré. Al inicio sentí un silencio absoluto y muy grande en el lugar, que no era precisamente un lugar de oración y pregunte por la chica”, recuerda.
La joven estaba trabajando en ese momento. Entonces “pedí una cerveza y esperé a que bajase en un silencio que se cortaba”. Un tiempo después “bajó la chica y pedí que me diesen su pasaporte”, recuerda en la entrevista con Rome Reports. Osoro aseguró “que no haría ninguna denuncia” pero insistió en “que me dieran el pasaporte. Y al cabo de un tiempo me lo tiraron”.
Actualmente, el recién nombrado cardenal sigue escribiéndose con esta señora, que “lleva una vida muy sana y una vida de familia extraordinaria”.
Por José Calderero @jcalderero. Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega
Hace algunos meses, en el Estado de Indiana, se había abierto al público la primera “Iglesia de la marihuana”; ahora es el Estado de Texas el que es sorprendido por la apertura de la primera “Iglesia de Lucifer”. En Estados Unidos, ya se ve, se puede todo.
El día 31 de octubre –coincidiendo con el Día de Brujas, donde todo el mundo en la Unión Americana va y compra su enorme calabaza y se disfraza para recordar la noche del aquelarre, o lo que sea– en la calle principal del poblado Old Town Spring, cercano a Houston, en Texas, abrió sus puertas la “Gran Iglesia de Lucifer” (“Greater Church of Lucifer”), en medio de las protestas de líderes religiosos y fieles cristianos llegados de todas partes de Estados Unidos, según reporte de la prensa de Houston.
Los líderes de la mencionada “iglesia”, con un evidente sentido comercial y mercadotécnico, afirmaron que “la filosofía de la institución” está más en tono con el movimiento espiritual New Age, y no con adorar a Satanás. ¿Entonces? El batiburrillo de sus creadores da cuenta del espíritu que mueve la causa.
Dicen que si escogieron el nombre Lucifer, es porque su significado en latín quiere decir “El que trae la luz” y lo ven como una representación simbólica de la búsqueda de conocimiento de la comunidad que conforma esta iglesia. El “Príncipe de las Tinieblas”, el maestro de la mentira es, para estos animosos aprendices de brujo, el que ilumina, el que dice la verdad…
Que esta “iglesia” es una especie de compañía lo muestra que tiene presidente, vicepresidente y todo lo que lleva consigo un consejo de administración. Pues, bien, de acuerdo con Michael Ford, vicepresidente de la iglesia, “Lucifer es un símbolo de auto liberación y libre pensamiento, representa el ser diferente de la manada”.
“No predicamos. No intentamos decirle algo a las personas con esto”, explicó Ford a la CBS. El líder devoto de Satanás, a quien considera un buen corderillo, señaló que su grupo “tiene reuniones, pero no servicios”, y aseguró que no están tratando de reclutar más adeptos.
Según rescata el mismo medio, contrario a lo que la mayoría de las personas piensan, Ford explicó que la iglesia no realiza sacrificios de animales o adoraciones al diablo, como aseguraron la mayoría de los que protestan por ahí.
Estas declaraciones no han detenido a los que se congregan a las afueras de la iglesia con cruces de madera, agua bendita y rosarios reclamando el cierre de la nueva iglesia, según Houston Press.
De acuerdo con el sitio Christian News Wire, padres de familia de Old Town Spring, no quieren que esta temporada de compras de Navidad, sus hijos tengan que pasar enfrente de este lugar, y han lanzado una petición para cerrarla. Que no va a ser escuchada. Porque en nombre de la New Age, se puede adorar hasta las calabazas.
Hay quien la dice como dando a entender que no tiene pecados, así que ¿de que se tiene que confesar?, y hay quien la dice porque quiere confesarse pero no sabe de qué.
Para ambos hay semejante respuesta, pero antes de darla cabe aclarar que quien cree que no tiene pecados, suele considerar que ser católico consiste simplemente en ir a Misa dominical y si ha cumplido con eso, tiene ‘palomita’ de asistencia y está en orden. Se equivoca. Si la Iglesia nos pide ir a Misa no es para que pasemos ‘lista’, sino para que recibamos toda la ayuda celestial que necesitamos para poder cumplir el único mandamiento que nos dejó Jesús: que nos amemos unos a otros como Él nos ama (ver Jn 15,12).
Los católicos vamos a Misa no como un fin en sí mismo, sino porque allí nos encontramos con Jesús que nos abraza, nos perdona, nos habla, nos comunica Su paz y se nos da en alimento que nos fortalece y capacita para poder amar con el amor con que nos ama (de ahí que la Iglesia considere pecado grave faltar a Misa sin razón, dejarlo plantado, despreciar Su ayuda, y nos pide que la siguiente vez que asistamos a Misa no comulguemos si antes no le hemos pedido perdón en la Confesión).
Así pues, quien se pregunta de qué se tiene que confesar (sea porque cree que no tiene pecados o porque sabe que tiene pero no cuáles son) debe examinarse en el amor.
Hay que hacer un examen de conciencia y preguntarse si desde su última Confesión todo lo que ha pensado, dicho, hecho y dejado de hacer, ha sido sólo por amor, y si no es así, si a veces estuvo motivado por algo (o mucho) de egoísmo, soberbia, envidia, ira, rencor, pereza, gula, deseos de desquitarse, indiferencia hacia los sufrimientos ajenos, apego desordenado al placer, al dinero, al poder, , … entonces debe pedirle perdón a Dios, confesarse.
Jesús instituyó la Confesión cuando les dio a Sus apóstoles el poder de perdonar los pecados (ver Jn 20,22-23; Mt 16,19 y 2Cor 5,18).Es un Sacramento, es decir, un signo sensible del amor de Dios, por medio del cual recibimos la gracia divina que necesitamos para santificarnos. Nos ayuda a reconocer nuestras miserias, desahogarnos confesándoselas al sacerdote de quien sabemos que nos comprende, porque él también comete faltas, nos aconseja, porque ha oído de todo y tiene más experiencia que nosotros, no se las puede contar a nadie porque está impedido por el secreto de Confesión, y tiene la autoridad para perdonarnos en nombre de Dios. ¡Es algo maravilloso, verdaderamente sanador, restaurador!
Hay quien dice que prefiere ‘confesarse directo con Dios’, pero desperdicia la ayuda que le ofrece el Señor y además queda siempre con la duda de si recibió Su perdón. ¡Nada se compara con escuchar las palabras de la absolución mientras el sacerdote traza sobre ti la señal de la cruz. Sales sintiéndote realmente perdonado, liberado!
Hay quien dice: ‘¿y por qué tengo que confesarme con uno que tal vez es igual o peor pecador que yo?’. A lo que cabe responder que no es a título personal que te perdona, sino en nombre de Dios; y el hecho de que sea pecador le permite comprenderte mejor. San Pedro, el primer Papa de la historia, cometió pecados, negó a su Señor, y sin duda sus caídas le permitieron ser más compasivo con otros que también cayeron.
La Iglesia nos invita a confesarnos cuando menos una vez al año, de preferencia durante la Cuaresma. Ojalá no nos atengamos a ese mínimo, sino acudamos con mayor frecuencia a recibir el abrazo del Señor que viene siempre a nuestro encuentro para perdonarnos y arroparnos en Su amor. Artículo originalmente publicado por Desde la fe
Francisco abrazó a Maradona y eso desencadenó una revolución espiritual en el futbolista
Nadie espera del futbolista Diego Armando Maradona elaboradas explicaciones teológicas. Todo es mucho más primario, más afectivo.
Necesitaba un tiempo de duelo tras la muerte de su madre y un abrazopara volver a acercarse a la Iglesia, y Francisco le dio ese abrazo. Es el inicio, parece, de un proceso.
Diego Maradona aseguró en una cena pública el martes por la noche que ahora ha vuelto a la Iglesia católica «gracias a Francisco», el papa argentino con el que mantuvo el domingo un encuentro antes de jugar en el estadio Olímpico de Roma, el primer «Partido Interreligioso por la Paz», en el que volvió a ser el centro de atención.
En un video al que tuvo acceso gacetamercantil.com, grabado en un almuerzo celebrado en la sede de la embajada argentina en la capital italiana, Maradona habló ante los comensales.
«Yo me había alejado (de la Iglesia) por otros papas, porque estaba enojado con Dios porque se llevó a mi mamá«, reveló Diego.
De inmediato, recordó su encuentro con Francisco. «Me encontré un hombre humano, queno me hizo besar el anillo y me dio un abrazo como si me lo hubiese dado mi viejo», reseñó.
El abrazo del Papa, al parecer, hizo caer traumas, heridas y barreras que arrastraba el jugador argentino, cuya vida nunca ha sido muy ordenada.
Él mismo declaraba, ante los micros en el terreno de juego, por qué Francisco había tocado su corazón. «Porque es humano, porque uno lo puede tocar, porque uno lo puede abrazar, yo al otro [Juan Pablo II] lo tuve que besar el Anillo y es como que está superándote en todo momento. Y este me pegó un abrazo como yo te lo doy a vos, ¿me entendés? ¿Cómo no vas a decir: yo quiero hablar con usted? Me dijo: «vamos a hacer una comida, yo quiero hablar con vos, yo quiero hacer un proyecto para que los chicos de África dejen de sufrir y que coman».
En ocasiones anteriores, distanciado de la Iglesia, Maradona había cargado con cierta grosería contra Juan Pablo II, hablando de «las riquezas de la Iglesia» y otros tópicos, pero parece ahora claro que tenía más que ver con la falta de contacto físico (aunque es evidente que Juan Pablo II es una de las personas que ha abrazado a más gente de todo el mundo) y el duelo enfadado por la muerte de su madre.
Muchas parejas que dan el sí quiero en la Iglesia en realidad no saben a qué dicen sí…
Con motivo del consistorio de cardenales que está reflexionando sobre los problemas de la familia y el matrimonio, el dominico Giorgio Carbone ha publicado en La Bussola Quotidiana esta reflexión, que ReL recoge por su interés.
¿Qué cree la gente que es el matrimonio? «Es un contrato»: esta es la respuesta más frecuente cuando pregunto a grupos de personas de edad heterogénea, casadas o prometidas, qué es el matrimonio.
Después, pregunto cuál es el fin,la meta última del matrimonio. Y las respuestas más frecuentes son: «El amor, la familia, los hijos».
Raramente alguien responde: «La santidad de los cónyuges», que es la respuesta justa.
No estoy en posición de decir la importancia estadística de estas respuestas dentro de un amplio grupo de población. Pero para nuestro análisis basta saber por ahora que está muy difundido el convencimiento de que el matrimonio es un contrato que tiene como meta el amor y/o los hijos. Y de ello están convencidos casi todos, creyentes y no, esposos jóvenes y ancianos, prometidos y solteros.
Verdades olvidadas Esta convicción demuestra por lo menos un hecho: a nivel normal se han perdido dos verdades sobre el matrimonio.
La primera verdad olvidada es que el matrimonio, más que un contrato, es un sacramento. El contrato desde el punto de vista formal es un acuerdo entre dos o más partes que tiene por objeto bienes de carácter patrimonial. Pero el matrimonio es otra cosa, es sacramento, es decir, unares sacra,una alianza entre una mujer y un hombre que tiene en Dios su origen, su consistencia y su fin.
Porque es Dios Amor quien llama a los esposos al amor recíproco: el matrimonio no es un encuentro fortuito, sino una llamada divina, una vocación cuyo actor es Dios. Jesús lo dice: “Lo que Dios unió, no lo separe el hombre” (Marcos 10, 9).
En segundo lugar, Dios, al hacer experimentar su misericordia, su ternura y su paciencia al cónyuge, llama este cónyuge a comunicar al otro la misma misericordia, ternura y paciencia recibidas: esto significa ser ministros de Dios en el sacramento del matrimonio.
Los cónyuges, viviendo juntos y amándose, se intercambian lo que han recibido de Cristo y realizan así una comunión divina y no sólo humana, comunión humano-divina que es similar a la que hay entre Cristo y la Iglesia, comunidad de los creyentes como se expresa en Efesios 5, 25-32: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella (…) Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia”.
En tercer lugar, Dios es el fin, es decir, el fin del matrimonio, porqueel día de la boda el cónyuge acoge la persona del otro cónyuge con vistas a Cristo, es decir, para llevarlo a Cristo, para caminar juntos hacia el Señor: es una vocación común a la santidad.
Y es esta la segunda verdad olvidada del matrimonio: la santidad, es decir, el deseo de conversión a Cristo y de conformarse a Él en todo, en la mentalidad y en los gestos concretos.
¿Mirada horizontal o degradante? Que el matrimonio se reduzca a un contrato o a un convencionalismo social y que se haya perdido su destino a la santidad son el resultado de una mirada, no horizontal, sino degradante de la existencia humana.
Hemos expulsado a Dios de nuestras consideraciones, ya no nos esforzamos en conformar nuestra mentalidad a la de Cristo, por Él mismo manifestada en los Evangelios, por lo que la consecuencia es la pérdida del sentido de la existencia, del significado de la relación matrimonial que funda la existencia humana.
Sin embargo, vivir la fe teologal significa propiamente pensar según los pensamientos de Dios, es decir, sintonizar nuestra inteligencia, nuestra mentalidad, nuestros convencimientos con el pensamiento de Jesucristo.
Además, la difusión acrítica de la opinión según la cual el matrimonio es un contrato, por lo que la santidad ya no se considera su meta, debería hacernos considerar que a menudo los matrimonios que vemos celebrados en la iglesia en realidad no son sacramentos; es decir, son matrimonios nulos.
Los esposos, aunque dicen sí con los labios, en realidad no creen en el matrimonio como cree Jesús y su Iglesia.
Los esposos tienen una concepción mundana del matrimonio, es un contrato, y como sucede con todos los contratos que están sometidos a la total disponibilidad de las partes, éstas pueden rescindir del mismo cuando quieran.
En cambio, al ser un sacramento, es una realidad que es de Cristo, tiene un origen, una consistencia y un fin divinos.
Cuando dicensí no dicen sí Aunque dicen sí con los labios, consideran que el matrimonio dura mientras haya sentimiento de amor.
En cambio, el matrimonio se funda sobre el amor recibido de Dios y, por tanto, es para siempre, como también es para siempre el amor que Dios tiene por nosotros.
Aunque dicen sí con los labios, los esposos no se acogen totalmentecomo personas porque excluyen positivamente la posibilidad de tener hijos recurriendo de manera habitual a la anticoncepción.
Efectivamente, el cónyuge que usa métodos anticonceptivos, precisamente con el gesto sexual que debería significar la donación total de sí al otro, en realidad no se dona totalmente porque reserva para sí la capacidad de convertirse en padre o madre: por tanto, dice una gran mentira al amor total.
Lo pastoral en relaciones fracasadas Las recientes discusiones sobre la actitud pastoral hacia las personas que vive en el fracaso de un matrimonio, y que tal vez han pasado a una convivencia o a un matrimonio civil, no pueden prescindir de estas dos verdades antes recordadasporque son verdades evangélicas.
La Iglesia, como comunidad de creyentes, tiene la vocación de ser esposa de Cristo, evidentemente fiel y no incrédula.
Por tanto, está llamada a anunciar siempre la verdad del matrimonio indisoluble porque esta es la enseñanza de Cristo su esposo: basta leer Marcos 10,5-9; Mateo 19,4-9; Lucas 16,18.
Todos nosotros creyentes, si queremos vivir la virtud teologal de la fe, advertimos la exigencia de obedecer y de uniformar nuestra mentalidad a la enseñanza de Cristo Señor. Al mismo tiempo, no podemos amar renunciando a la verdad y no podemos conocer la verdad sin amar: el conocimiento de la verdad y del amor del bien son movimientos estructurales e identificativos del ser humano.
En razón de la verdad y del amor no podemos generar ilusiones en nadie y, por tanto, ni siquiera podemos hacer pensar que la praxis de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio esté cerca de cambiarse, o bien que después del Sínodo de los obispos de octubre de 2014 las personas divorciadas y casadas por lo civil serán absueltas y admitidas en la comunión eucarística.
Si las personas divorciadas y vueltas a casar por lo civil fueran admitidas a la comunión eucarística, la comunidad de los creyentes renunciaría a ser fiel aCristo que enseña la indisolubilidad del matrimonio.
Ideas prácticas para mejorar Como conclusión resumo unos criterios prácticos:
1) preparar a los novios al matrimonio de manera más seria y completa, haciendo conocer que el matrimonio es una cosa de Cristo y no de los esposos,y que es una vocación divina a la santidad;
2) considerar que todos los sacramentos son un don que la Iglesia recibe de Cristo, y no son un derecho que hay que reivindicar. Esto vale también para la comunión eucarística;
3) agilizar los procesos canónicos concernientes a la verificación de la nulidaddel sacramento del matrimonio;
4) demoler la difundida opinión según la cual los divorciados vueltos a casar están excomulgados. Más bien, lo que se hace es acoger a estos creyentes y hacerles saber que aunque vivan en una condición objetivamente desordenada como es la convivencia con una persona que no es el propio cónyuge, pueden y, es más, deben vivir la fe, la esperanza, la caridad, participar en la Misa, rezar juntos e individualmente, vivir la penitencia y el deseo de conversión y que el dolor y la amargura de no poder recibir la eucaristía tienen un valor salvífico que puede llevar a la sincera conversión de su corazón a Cristo Señor.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
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