Spinner: ¿Un juego inocente?

web3-fidget-spinner-little-boy-elementary-school-fad-adhd-toy-ryan-dickey-flickr

Todo lo que tienes que saber sobre un juguete que se ha hecho viral entre niños de todo el mundo

Siempre es así: de vez en cuando surge un juego o entretenimiento que se hace viral entre los niños y adolescentes de todo el mundo. ¿Quién no recuerda el famoso yoyo y la goma de saltar? ¿O el Tamagotchi, ese animalito virtual que tenías que “alimentar”?

Ya, no eres de esa época. Pues aquí te damos un ejemplo mas reciente: ¿Qué decir del fenómeno Pokemon Go? El jueguecito  – que propugna la caza con el celular de avatares en lugares reales – trajo de cabeza a jóvenes y adultos de todo el mundo de la noche a la mañana. Blanco de críticas, luego desapareció – como todo lo que es de moda. Pero dejó rastros, pues provocó numerosos accidentes.

Ahora es el turno del spinner (o fidget spinner). ¿Tu hijo ya te pidió uno? Si aún no lo ha hecho, prepárate. El juego no es más que una pieza de tres puntas redondeadas de plástico o metal. Hay modelos coloridos, con 5 puntas, y hasta los hay con luces. ¿Qué es lo que hacen? Nada más que girar, girar y girar entre los dedos, conforme es presionado. (Mira el video abajo).

Orígenes 

El dispositivo fue desarrollado en Estados Unidos durante los años 90 para ayudar al tratamiento de pacientes con autismo y con déficit de atención. Después de 20 años, fue patentado por la industria juguetera y, ahora, con la fuerza de internet y de las redes sociales, ha ganado fama en todo el mundo, principalmente por el bajo precio y la facilidad de adquisición (en España cuesta entre 2-3 euros).

Pero este juego también viene envuelto en la polémica.

¿Terapéutico?

Algunas personas creen que este juguete puede tener un efecto terapéutico contra el estrés y ayudar así al tratamiento del TDAH.

Sin embargo, en una entrevista a El País, la psiquiatra infantil española Beatriz Martinez aclara que no existen comprobaciones científicas de sus supuestos efectos: “Hoy por hoy, vender un spinner como un remedio a trastornos de déficit de atención es fraudulento. Hace falta investigarlo mucho más. Es muy preocupante la tendencia de la sociedad a vender cualquier cosa como terapéutica sin evidencias científicas”.

Polémica en la escuela

Sin embargo, el spinner ya ha acaparado la atención en las escuelas. En varias de ellas en Estados Unidos y Europa ya se ha prohibido tenerlo en clase. Los profesores argumentan que, en vez de mejorar la concentración de los alumnos, les distrae.

Accidente

Hace algunas semanas, las redes sociales hallaron ya a la primera víctima del spinner: se trata de una niña de  Texas, Estados Unidos. Según su madre, la pequeña estaba jugando con él e ingirió una de sus piezas. Empezó a vomitar y fue llevada rápidamente al hospital. Un examen de Rayos-X mostró la pieza en el esófago de la niña, que tuvo que ser extraído por endoscopia.

De hecho, en España la Guardia Civil retiraba el pasado fin de semana cientos de spinners por no cumplir con las normas de seguridad de la Unión Europea. Las autoridades portuguesas, por su parte, han prohibido la venta de este juguete a menores de 3 años.

¿Qué hacer?

Está claro que la decisión de permitir o no que los niños tengan un juguete es de los padres. Ahora bien, estos deben tener en cuenta la información de lo que compran: si cumple las normas de seguridad, si dan permiso o no al niño para llevarlo a la escuela. Y sobre todo, informarse bien sobre si las supuestas bondades terapéuticas tienen o no base científica.

Respecto al tratamiento del TDAH, este trastorno requiere un mayor conocimiento y concientización por parte de padres y educadores: un juguete no “cura” el trastorno, ni tampoco sustituye a las terapias psicológicas y médicas correspondientes.

¿Qué es el TDAH y cómo detectarlo?

adhd-child

Un trastorno neurológico sobre el que muchos profesionales no se ponen de acuerdo

Es un niño demasiado activo, no para quieto, es imposible que se concentre en lo que está haciendo. Es impulsivo, no mide sus palabras e incluso tiene comportamientos arriesgados. ¿Es simplemente un niño “inquieto” o hay algo más?

Para algunos, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es la “enfermedad de moda” inventada cuando no se quiere afrontar un problema educativo. Para otros, se trata de una manera de “catalogar” a los niños que “se salen del canon” que la sociedad impone, y de tratar como “enfermedad” lo que no es más que un problema de carácter o comportamiento. Para quienes viven con el trastorno – incluso sin diagnosticar – puede ser una fuente de rechazo, frustraciones e incluso depresión y fracaso personal y social.

¿Qué dicen los expertos? Pues a pesar de que hay voces discordantes que interpretan que no se trata de un trastorno médico sino de una construcción social, gran parte de la comunidad científica coincide en que sí existe una base biológica y psicológica para hablar de TDAH.

Según varios estudios, se ha detectado que dos sustancias químicas que utilizan las neuronas para comunicarse entre sí, dopamina y noradrenalina, están alteradas en los niños con TDAH, pero no en sujetos sanos. Así, mientras tales compuestos abundan en los ganglios basales y en el lóbulo frontal de personas normales, no están disponibles en suficiente cantidad en las personas hiperactivas.

¿Qué es – y qué no es – el TDAH?

Tal y como lo define la literatura médica, el TDAH es un trastorno que se caracteriza por la dificultad en concentrarse, la impulsividad e hiperactividad motoria, de tal manera que dificulta e impidiendo a veces el desarrollo normal, la integración y la adaptación social de los niños y adolescentes e incluso, pasando los años, de los adultos que lo padecen.

Además, el TDAH, sobre todo cuando no es tratado convenientemente, puede ser la base de otro tipo de trastornos como consecuencia de la mala integración personal y social de esta persona: depresiones, inadaptación social, fracaso personal, baja autoestima, etc.

¿Cuál es el problema a la hora de detectar el TDAH? Pues que hace falta una formación específica y, sobre todo, mucha experiencia clínica para poder diagnosticar el trastorno, sin confundirlo con un problema de comportamiento o con el carácter o con un retraso madurativo del niño.

Por ejemplo, un niño que esté “distraído” en clase, o que muestre problemas de comportamiento no es necesariamente un TDAH. Podría ser un niño con altas capacidades intelectuales que simplemente se aburre, o enmascarar otros problemas como malos tratos o separación de sus padres.

Otro enfoque importante: el TDAH tiene un componente hereditario en un 80%. Son varios los estudios que muestran que la forma de educar no es la causante del trastorno.

Algunas de las manifestaciones del TDAH son, según los manuales de psiquiatría:

  • Dificultades para organizarse con la sensacion de no alcanzar los objetivos.
  • Realización simultánea de diversas tareas, sin haber finalizado las anteriores.
  • Tendencia a decir lo primero que pasa por la cabeza sin reflexionar.
  • Una búsqueda habitual de estímulos nuevos con facilidad para distraerse.
  • A menudo es una persona creativa, con gran iniciativa y muestras de impaciencia.
  • Problemas para desenvolverse a través de los cauces establecidos, siguiendo el procedimiento “adecuado”.
  • Impulsividad verbal o en acción y sensacion de inseguridad.
  • Tendencia a preocuparse innecesariamente de forma interminable.
  • Cambios en el estado de ánimo y en las actitudes con manifestaciones de inquietud.
  • Problemas crónicos de autoestima, relacionados con el rechazo del entorno.
  • Historial familiar de TDAH, enfermedad maníacodepresiva, depresión, abuso de sustancias u otros trastornos de control de los impulsos o del estado de ánimo.
  • Insomnio

Para poder diagnosticar correctamente el TDAH (y no llamar hiperactividad a lo que no es), es fundamental que haya una colaboración e integración entre pediatras, educadores, psicólogos y psiquiatras, y sobre todo con los padres de familia.

Precisamente porque los síntomas del TDAH pueden confundirse con etapas madurativas normales de la infancia, es muy importante hacer un seguimiento multidisciplinar, para comprobar que esos comportamientos adquieren una cierta gravedad e incontrolabilidad, y que las terapias conductuales y las pautas educativas no funcionan, porque hay “algo más”.

Artículo realizado en colaboración con Javier Fiz Pérez, Psicologo, Profesor de Psicología en la Universidad Europea de Roma, delegado para el Desarrollo Cientifico Internacional y responsable del Área de Desarrollo Científico del Instituto Europeo de Psicología Positiva (IEPP).