¿Qué es la escatología?

Fin del mundo, juicio, cielo, infierno,…

Un diccionario útil para conocer mejor el futuro

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La escatología trata de los acontecimientos que afectarán a cada individuo al finalizar su camino en la tierra, es decir, la muerte, el juicio particular, el purgatorio, el infierno, el cielo.

Y la escatología colectiva trata los acontecimientos relacionados con el fin de los tiempos, es decir, la parusía (segunda venida de Cristo), resurrección de la carne, juicio final o universal y los “Cielos y Tierra nuevos”.

La muerte es donde se da la separación entre el cuerpo y el alma. Dios no es el autor de la muerte. Fue el hombre que, usando mal la libertad que Dios le dio, pecó, y al pecar, permitió que la muerte entrara en el mundo.

El juicio particular ocurre inmediatamente después de la muerte, y define si el alma va al cielo, al infierno o al purgatorio. No hay una acción violenta de Dios, sino simplemente el alma tendrá nítida conciencia de lo que fue su vida en la tierra, y así, se sentirá irresistiblemente impulsada a Dios (cielo), o lejos de la presencia de Dios (infierno) o a un estado de purificación (purgatorio).

El purgatorio es el estado en que las almas de los fieles que mueren en el amor de Dios, pero aún con tendencias pecaminosas, son liberadas a través de una purificación de su amor. Es decir, son almas justificadas, pero que aún necesitan ser santificadas. El purgatorio fortalecerá el amor de Dios en lo íntimo de la persona, con el fin de expulsar las malas tendencias. Todas las almas del purgatorio, posteriormente, irán al cielo.

El infierno es un estado de total infelicidad. Es vivir eternamente sin Dios, sin amar, sin ser amado. El alma entiende que Dios es el bien mayor, pero su libre voluntad lo rechaza y sabe que será siempre incompatible con Dios. Eso genera un inmenso vacío en el alma que odia a Dios y a sus criaturas. Sólo va al infierno quien rechaza a Dios consciente, libre y voluntariamente. Pero, ¿cómo puede existir el infierno si Dios es bueno y nos ama?

El cielo no es un lugar en las nubes, sino un estado de total felicidad capaz de realizar todas las aspiraciones del ser humano. En el cielo participamos de la vida de Dios. Y cuanto mayor es el amor que la persona desarrolló en este mundo, más profunda será la participación en la vida de Dios. De este modo, en el cielo todos son felices, pero en grados diferentes, pues cada uno es correspondido en la medida exacta de su amor. Dios es amor, amor que se da a conocer a quien ama. No existe la monotonía en el cielo, sino una intensa actividad de conocer y amar.

El limbo sería el “lugar” eterno donde irían los niños que mueren sin Bautismo. No tendrían la visión sobrenatural de Dios, sino una visión natural más perfecta de la que tenemos. Sin embargo, el limbo siempre fue una suposición y jamás fue un dogma de fe. Al contrario, esos niños son confiados por la Iglesia a la misericordia de Dios, que creemos tendrá un camino de salvación propio a ellos.

Por Estêvão Bettencourt

Fuente: Apostila do Mater Ecclesiae – Escatologia

¿Es verdad que la Virgen “baja” a librar a las almas del Purgatorio?

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Para poder responder, es necesario comprender bien qué (y que no) es el Purgatorio

He oído decir que María Santísima desciende al Purgatorio para liberar a las almas y llevarlas al Paraíso donde Nuestro Señor Jesús. Yo y muchas otras personas que conozco nos preguntamos cuál es la postura de la Iglesia al respecto. (Patrizia Pecchioli)

Antes de responder a la pregunta específica, hay que recordar que la dimensión del Purgatorio es doctrina común de la Iglesia, que no lo interpreta necesariamente como un lugar sino más bien como una oportunidad de purificación post mortem y por tanto como un don de la misericordia divina.

Para que esto quede claro hay que recordar que el Purgatorio no es una doctrina tardomedieval: tenemos testimonios muy antiguos de oración en sufragio y para la purificación de los difuntos que atestiguan esta creencia. Por ejemplo, algunas inscripciones tumbales, desde el siglo III-IV, piden oraciones por el difunto e invocan su purificación, así como las liturgias fúnebres de sufragio y las oraciones privadas por los difuntos son atestiguadas por los Padres de la Iglesia desde el siglo III (por ejemplo Tertuliano).

El primer texto que ofrece una doctrina del Purgatorio más elaborada fue el Prognosticon futuri saeculi de san Juliano de Toledo (escrito entre el 687 y el 688), el cual, con la expresión ignis purgatorius (lib. II, cc. 20-23) describe una perspectiva “purgante mediante fuego”. Se trata de una descripción que da pie a pensar en el Purgatorio como en un lugar, pero esto sucede por la limitación de nuestro lenguaje.

En realidad lo que es esencial en el texto es la obra de purificación de las almas que, tras sobrevivir a la muerte del cuerpo, esperan tanto la purificación como la resurrección al final de los tiempos. Obviamente la idea del fuego proviene de la Biblia: de Sb 3,6 (los ha probado como oro al crisol) y Ecl 2,5 (porque con el fuego se prueba el oro, y a los hombres justos en el crisol del dolor).

Sobre el Purgatorio como lugar, los cristianos no católicos tendrían mucho que decir. En realidad, si lo consideramos como una dimensión de purificación misericordiosa, encontramos un mayor consenso por parte de las diversas confesiones cristianas, sobre todo con los ortodoxos.

En todo caso, desde san Juliano en adelante, la Iglesia ha hablado al menos dos veces y oficialmente sobre el Purgatorio. La primera vez con la constitución Benedictus Deus del Papa Benedicto XII (29 enero 1336); la segunda, con la Carta sobre algunas cuestiones relativas a la escatología de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1979.

Por tanto, la Iglesia sostiene con certeza la supervivencia del alma a la muerte del cuerpo, como también un acto misericordioso de purificación ofrecido a las almas que la necesitaran antes de la visión beatífica. Esto no sucede necesariamente en un lugar: el espacio y el tiempo son categorías humanas que no sabemos si son pertinentes para hablar de la realidad consiguiente a la muerte.

Sostener el descendimiento de la Virgen al Purgatorio para “liberar” las almas y llevarlas al Paraíso es contrario a un aspecto del segundo texto citado, en cuanto que la purificación se vería como prisión y castigo, cuando el Purgatorio es algo totalmente distinto.

La purificación no tiene característica de castigo, aunque su experiencia comporte la pena del no acceso a la visión de Dios, pero no debemos pensar que constituya un sufrimiento, por tanto su conclusión no debe ser consecuencia de una liberación, sino más bien de una fiesta: in primis la fiesta del encuentro con Cristo.

Por tanto: no siempre nuestra creencias devocionales reflejan plenamente la enseñanza de la Iglesia; en este caso, si consideramos la purificación como un castigo, acabamos por oscurecer el aspecto misericordioso de la oferta de una ocasión de purificación de las almas por parte de Dios.

Implicar a la Virgen en esta obra de misericordia enclavada directamente en el misterio de Cristo muerto, resucitado, ascendido al cielo y glorificado no sería estrictamente necesario sino en la medida en que se la considere oportunamente asociada a la suerte de su Hijo.

Sin quitar nada a la Virgen, esta devoción popular corre el riesgo de sobreexaltarla con resultados contraproducentes: en este caso se podría oscurecerla presencia de Cristo en la misericordial de la purificación, centrada en el Misterio Pascual del Señor, y además pasaría a segundo plano la dinámica trinitaria en la que consiste el acceso a la plena comunión con Dios Trino, Padre, Hijo, Espíritu.

Artículo publicado originalmente en Toscana Oggi

Un protestante ve el Purgatorio

Durante 20 minutos estuvo «clínicamente muerto» 

Un protestante ve el Purgatorio, para asombro de su esposa, pastora pentecostal 

Fue una experiencia cercana a la muerte parecida a la de muchos otros testimonios: paz, un prado, parientes… pero lo asombroso es la presencia de almas en otro estado, un Purgatorio, algo que un protestante no esperaría nunca. 

Actualizado 30 julio 2011 

P.J.G. / ReL 

«Va contra todo lo que nos enseñaron», dice Lois A. Hoshor (www.loisahoshor.com), predicadora y pastora principal de una congregación pentecostal de Thornville, Ohio. Pero su marido Bob, compañero evangelizador y responsable de música de la comunidad, vio el Purgatorio mientras estaba «clínicamente muerto» durante una operación a corazón abierto en el Centro Médico de Fairfield. 

«Sé que él vio lo que vio», ha de admitir la pastora Lois, autora de tres libros sobre espiritualidad y milagros en la vida cotidiana.

Sucedió en marzo de 2010. Bob Hoshor se estaba sometiendo a una operación de corazón, los médicos detuvieron la circulación en su corazón durante 21 minutos. Y entonces Bob se vio a si mismo justo detrás del cirujano que le operaba.

«Yo estaba detrás de él, y sabía que Jesús estaba detrás de mí. Y le pregunté: Señor, ¿qué hace? Y Él dijo: «está masajeando tu corazón». Bob afirma que entonces Jesús introdujo Sus manos en los brazos y manos del doctor. 

A continuación Bob tuvo una imagen del Cielo: era un prado. «El verde allí no es como aquí, es como si el color estuviese vivo», detalla. Por el prado se acercaban parientes suyos y de su mujer. Bob no habló con nadie, sólo miró el entorno.

Cuando «volvió» al hospital, afirma que vio el Purgatorio: se vio rodeado por cientos de almas a su alrededor. «Había un enorme montón de ellas, cuando mirabas por la ventana; simplemente deambulaban, errantes». 

Lois está asombrada: hace 30 años que evangeliza junto con su marido, tienen un veterano grupo de gospel, viajan y predican y ella da clases a estudiantes de la Biblia. Como pentecostales, creen en los milagros, el poder de la alabanza, la intercesión, que Cristo volverá «pronto»… pero siendo protestantes, no saben dónde encajar esta experiencia.

«Me enseñaron que tu espíritu va con Dios y el cuerpo al polvo, así que esto va contra todo lo que me enseñaron«, explica perpleja la pastora Lois, aunque ha incluido la experiencia en su nuevo libro, «The Spirit of the Soul«. También lo han explicado en su periódico local, el «Lancaster Eagle Gazette«. Bob dice que aprendió más cosas en ese momento, «si bien se supone que no debo hablar de ellas en este momento».

Como mucha gente que ha tenido experiencias cercanas a la muerte, Bob dice que ya no la teme en absoluto, que sabe que hay algo hermoso allí. Eso sí, los Hoshor tienen claro que «sólo hay un camino al cielo, y su nombre es Jesús. Si conoces a Cristo, no has de temer la muerte».

El Catecismo de la Iglesia Católica sobre el Purgatorio
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

1031 La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento. La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 Pedro 1, 7) habla de un fuego purificador:

«Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).

1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: «Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado» (2 Mac 12, 46). 
Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:

«Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Job 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? […] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5).