Falleció a los 76 años tras padecer ELA desde los 21 años
Stephen Hawking ha fallecido en su casa de Cambridge a los 76 años. La familia confirmaba la noticia en un comunicado público a la agencia británica Press Association: “Estamos profundamente entristecidos porque nuestro querido padre haya fallecido hoy”.
El científico padecía ELA, una enfermedad degenerativa desde los 21 años y había superado todas las expectativas médicas sobre la esperanza de vida con su enfermedad. Su mente es una de las más importantes de este siglo y desde el año 2005 se encontraba en silla de ruedas y sólo se comunicaba a través de un ordenador y un sintetizador de voz.
Stephen Hawking había afirmado en varias ocasiones sus ideas sobre Dios. Para el astrofísico Dios no existía y lo descartaba por la infinitud del Universo. En varias declaraciones se declaró ateo y mostraba que preguntarse sobre “qué había antes del Big Bang” carece de sentido, debido a que “es como cuestionarse qué hay al sur del Polo Sur”.
En uno de sus últimos encuentros Stephen Hawking se reunió con el Papa Francisco en lo que se consideró un curioso encuentro por la posición de cada uno sobre la existencia de Dios. El Papa Francisco considera a Dios como un Padre de misericordia infinita, más grande del Universo que ha creado y Hawking consideraba el Universo infinito y sin intervención divina.
La vida Hawking fue un auténtico milagro tras el diagnóstico de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) a los 21 años. El dictamen médico afirmaba que no viviría más de dos o tres años de vida.Hawking en cambio se casó, ha tuvo tres hijos y viajó por todo el mundo para dar sus conferencias. Stephen Hawking se convirtió en un icono de la ciencia y de superación.
Stephen Hawking falleció hoy y como afirmaron sus hijos al dar a conocer la noticia: “Fue un gran científico y un hombre extraordinario cuyo trabajo y legado perdurarán muchos años”. Durante años defendió que Dios no existe. Stephen Hawking se encontró hoy con la verdad cara a cara… Sea lo que fuere, ya tiene la respuesta.
Sofía está inquieta. Con sus seis años y su pelo enredado, entra y sale de la cocina con mil pretextos. Al final, ya no aguanta más. Se acerca a mamá y le dice: “¿Me puedes hablar de Dios?”
Para mamá sería más fácil si le preguntasen por el abuelito. Podría contar recuerdos, historias, aventuras. Mostraría lo bueno que era el abuelo, tendría entretenida a la niña. Pero Sofía quiere saber algo sobre Dios…
Mamá, entonces, buscará respuestas en el baúl de sus recuerdos. Pensará en lo que aprendió en el catecismo, o en lo que le enseñaron en casa o en la escuela. O, tal vez, recordará algunos de los más hermosos pasajes de la Biblia, o lo que ha escuchado en alguna buena homilía del domingo…
Hablar de Dios no resulta fácil si no tenemos una continua experiencia de Él. Debería sernos tan familiar como los abuelos, los hermanos o los hijos. Nuestra vida viene de su Corazón. Nacimos porque nos soñó. Cada respiro, cada pensamiento, cada acto lo hicimos delante de sus ojos. A la vez, pudimos tocarlo, sentirlo presente, en las mil aventuras de la vida.
Pero a veces nos dejamos absorber por las pequeñeces de cada día. Era más importante un juguete, o los deberes de la escuela, o lo que pasaban por la televisión. Nos obsesionamos por los amigos, por las fiestas, por el deporte. El trabajo llegó a ser algo imprescindible en el propio camino de la vida. La experiencia del enamoramiento, del noviazgo, del matrimonio, llenaron tanto el corazón que a veces parecía que no quedaba lugar para nadie más.
En todas las situaciones, en todos los momentos, Dios siguió a nuestro lado. En el libro, en el colibrí, en la azucena, en las gotas de una lluvia tempestuosa, en los rayos de sol junto a la playa, en los momentos íntimos de la Misa. Estuvo en tantos corazones buenos que nos ayudaron en el momento de la prueba, que nos visitaron en el hospital, que nos dieron una mano cuando el fracaso pacería haber ennegrecido el universo.
Sofía sigue en pie, en silencio, con sus ojos limpios y curiosos. Mamá se seca las manos y la mira de frente, mientras coloca en su sitio un mechón de cabello rebelde. Sofía se siente ante alguien importante que la quiere mucho y que le va a hablar de alguien aún más importante, de su Padre Dios.
Una reflexión sobre el valor de la vejez y la enfermedad, a partir de la experiencia de mi papá con Parkinson
“Te bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, oré haciendo tres veces el signo de la cruz sobre la frente de papá, la penúltima noche. Él me miró desde su cama, con los ojos bien abiertos. Me acordé de mis hijos cuando, antes de dormirse, estaban listos para la oración y para un beso de buenas noches.
“Es como un niño”, dijo después mi madre al referirse a mi frágil padre de 86 años enfermo de Parkinson. “Ha vuelto a ser completamente un niño”, repitió con una mezcla de sorpresa y tristeza.
Sabíamos todos que este día estaba llegando. Pero a pesar de saberlo, fue conmovedor ver a un hombre tan fuerte, robusto y físicamente atlético caer en la total impotencia y debilidad.
Mi mente voló a uno de los momentos más dulces que haya vivido nunca con mi padre, durante el semestre en que asistió a mi curso sobre “Principios de bioética” en la Universidad de Nuestra Señora de la Santa Cruz, hace casi una década. Orgulloso como un pavo del hecho que yo estuviera enseñando en la universidad, estaba feliz de asistir a mi curso y mis estudiantes lo amaban.Leyó diligentemente y subrayó el libro de texto dejándolo sobre la mesa junto al sofá en la sala, para poderlo mostrar a quien lo fuera a visitar a la casa. La enfermedad de Parkinson estaba empezando a afianzarse en esa época y, por suerte, los fuertes temblores estaban muy controlados por los fármacos que tomaba.
Un martes pasé a recogerlo por la mañana temprano para ir a la clase, como hice todo el semestre. Habíamos cruzado el Greater New Orleans Bridge hasta la orilla oeste del Mississippi, donde está la pequeña universidad católica. Recogimos algunas naranjas maduras que estaban en el árbol junto al estacionamiento, para luego entrar al edificio escolar por la puerta de atrás. Después de subir un piso con el elevador, atravesamos el pasillo de azulejos blancos que conducía al salón donde nos esperaban treinta estudiantes.
Casi a mitad de la calle las piernas de mi papá se petrificaron y él, con una mirada asustada, les ordenó que siguieran adelante, con el pensamiento. Nada que hacer. En pocos segundos se derrumbó en un gran llanto a causa de la pérdida de control sobre su cuerpo. “Ánimo, papá”, le dije tomándolo por el brazo para ayudarlo a seguir adelante. “Tú puedes”. Llegamos tarde a la clase, y mientras él intentaba poner buena cara al mal tiempo, estaba sacudido al darse cuenta de su condición degenerativa. Esas fueron las primeras manifestaciones de una enfermedad que al final le habrían vuelto casi imposible caminar o hablar.
Al mirar fijamente el frágil y debilitado cuerpo de mi papá, reflexioné sobre el misterio de la pérdida de la fuerza y capacidades de nuestra vida – tal como la conocemos – para prepararnos a la vida eterna. Existe una inmensa gracia en el dejar de depender de nosotros mismos, y aprender a depender completamente de Dios y los demás. La última etapa de una larga vida está generalmente caracterizada por una profunda vulnerabilidad, un despojarse de las propias corazas, máscaras y mecanismos de defensa. Es una etapa sagrada donde volvemos a ser lavados, alimentados, acompañados y limpiados por los demás. Teniendo la posibilidad de recuperar – a pesar de la piel marchita – un corazón de niños.
La mayor parte de nosotros necesita una vida entera para alcanzar el lugar en que la naturaleza ofrece como un don – la impotencia – lo que hemos, a menudo, temido perder más, contra lo que hemos combatido más duramente y que hemos buscado rechazar incansablemente con cada instrumento a nuestra disposición. Al final, la impotencia es una gracia que nos invita a rendirnos, nos enseña simplemente a abrir nuestras manos para recibir de Dios y de los demás. La impotencia es el beso del cielo, un beso que nos invita a la confianza, un beso que nos invita a casa al lugar donde hemos finalmente entendido que somos infinitamente amados por un Dios que nos ve como lo que hemos sido creados para ser: pequeños niños.
“Buenas noches, papá. Te quiero”, le dije en voz baja arrodillándome para besar su rostro infantil. “Todo está bien. Quédate en paz”.
Curiosidades y tendencias de un análisis estadístico sobre la fe en EEUU, por ejemplo que las personas mayores creen más
En Estados Unidos se invoca muy a menudo el nombre de Dios. Los billetes mismos van con el lema “In God we trust” (“Nosotros confiamos en Dios”). Sin embargo, existen sólidas señales de que muchas personas en la nación americana están cada día menos ciertos de su creencia en Dios que en el pasado.
Y una pequeña pero creciente minoría de estadunidenses dicen ya que ellos no creen en Dios, de ninguna manera.
Cada vez menos absolutos
Cuando fueron inquiridos sobre si creían en Dios o en un espíritu universal en el estudio sobre el panorama religioso de Estados Unidos en 2014 por el Pew Research Center, el 89 % de los adultos estadounidenses dijeron que sí. Un porcentaje menor al 92 por ciento que así lo expresó en 2007.
Aproximadamente uno de cada diez estadounidenses (el 9 %) dijo que no creía en Dios en 2014. Un porcentaje mayor al 5 % que lo dijo de forma similar en la encuesta de 2007.
Sin embargo, los cambios sobre la creencia en Dios de los adultos estadunidenses son más substanciales cuando responden sobre una certeza absoluta en la existencia de Dios: hoy, el 63 % de los habitantes de la Unión Americana están “absolutamente ciertos” de que Dios existe, bajando 8 puntos porcentuales de 2007, cuando 71 por ciento lo sostuvo.
Lo que sí está creciendo en Estados Unidos son los “no” (que se llaman a sí mismos ateos, agnósticos o no creyentes en nada): del 22 % de los “no” que no creían en ningún Dios en 2007, han pasado al 33 % en 2014.
Y solamente 27 % de los que no están afiliados a ninguna religión están absolutamente ciertos de que Dios existe en 2014, muy por debajo del 36 por ciento de 2007.
Lo mismo pasa con los protestantes y los católicos
Este mismo fenómeno se ha dado entre los protestantes y los católicos de Estados Unidos. Dos tercios (66 por ciento) de las principales confesiones protestantes están, ahora, absolutamente ciertos de que Dios existe, contra 73 por ciento que lo estaba en 2007.
Algo muy similar ocurre entre los católicos: en 2014, el 64 por ciento expresa una fe absoluta en la existencia de Dios, comparado al 72 por ciento que lo expresaba en 2007.
Los que se identifican dentro de la religión judía y que no creen en Dios han rebasado, con creces, el 10 por ciento de 2007 y en 2014 llegan a 17 por ciento del total de la población judía en Estados Unidos.
Este deterioro en la fe absoluta en la existencia de Dios no es una tendencia “universal” en EE UU.
Los grupos más observantes en este país han permanecido estables en su creencia: protestantes evangélicos y miembros de la tradición protestante negra alcanzan 90 por ciento en este rubro, mientras que 84 por ciento de los musulmanes habitantes en la Unión Americana también lo expresan así en 2014 (2 por ciento más que en 2007).
Ojo con los jóvenes adultos
Hay otras diferencias interesantes en el estudio del Pew Research Center. Por ejemplo, que la creencia absoluta en la existencia de Dios es mayor entre los negros que entre los blancos y los hispanos (83 por ciento,versus 61 y 59 por ciento).
Las mujeres están más ciertas de la existencia de Dios que los hombres (69 versus 57 por ciento), y los de menor nivel educativo tienen mayor certeza de Dios que los graduados (66 versus 55 por ciento).
Y donde mayormente se nota este tema de la no creencia en la existencia de Dios es entre los jóvenes. Mientras el 70 por ciento de los mayores de 65 años expresan su absoluta creencia en la existencia de Dios o de un espíritu universal, solamente la mitad de los adultos menores de 30 años lo creen así (51 por ciento).
La encuesta del Pew no es la única que ha encontrado esta declinación en las creencias en Dios en Estados Unidos. Por ejemplo, el 86 por ciento de los estadunidenses dijeron a la encuestadora Gallup, en 2014, que creían en Dios o en un espíritu universal. Esto significa un 10 por ciento menos que en 1994 (96 por ciento), siendo el más bajo porcentaje desde 1976, que Gallup hace esa pregunta.
Un conmovedor testimonio que la protagonista ha querido compartir con los lectores de Aleteia
Este conmovedor testimonio llegó a Aleteia desde las redes sociales como respuesta a nuestra publicación ¿Dios quiere la vida que viene de una violación?. Agradecemos la valentía de su autora, que quiere permanecer en el anonimato, y esperamos que este relato toque los corazones de quienes lo lean.
Me animé a escribir este testimonio después de haber leído el artículo que publicaron hace unos días sobre los bebés concebidos en una violación. Han pasado tres años desde que me enteré que fui concebida de esa manera y es la primera vez que hablo tan extenso de esto.
Al inicio intentaba negarlo (o no pensar demasiado en ello), pues para mí la primera impresión fue que no estaba en los planes de nadie de mi familia, mucho menos en los planes de mi madre, ¡de verdad! Ella había planeado una vida totalmente diferente a la que tiene ahora conmigo.
Era una religiosa consagrada en el momento de la violación (había hecho los votos perpetuos 5 años antes de mi nacimiento). Sé que ella era una gran religiosa, ella tenía (aún tiene) la misma mentalidad del Papa Juan Pablo II: darles protagonismo a los jóvenes dentro de la Iglesia.
Hay muchas cosas que aún desconozco sobre lo que sucedió porque me enteré por medio de algunas cartas viejas que le escribieron a mi mamá en esa época. Todo el embarazo mi madre lo pasó lejos de su país, recibiendo cartas de su familia, su mejor amigo (un sacerdote, que es mi padrino de bautizo) y algunas de sus hermanas de la Comunidad.
Siento que Dios comenzó a actuar desde un principio por medio de la madre superiora de la Congregación, cuya única preocupación desde un principio fue protegerla; ella, junto con la familia de mi mamá, había pensado que lo mejor sería alejarla de su entorno para que ella pudiese tomar una decisión sin presiones y también para proteger a la Comunidad de las hermanas. Ella decidiría si darme en adopción y regresar a la comunidad, o dejar los hábitos y ser mamá.
Sé que Dios se ha manifestado a través de las personas que rodeaban a mi madre en ese entonces, y pude palpar cómo iban avanzando los sentimientos a través de los meses (no tenía las cartas que había escrito mi mamá, pero tenía las respuestas).
He leído todas sus cartas más de una vez, y siempre mis favoritas han sido 3. Cada una tiene algunos meses de diferencia, por lo que los ánimos y emociones son diferentes, y creo que me ayudarán a dar un mejor testimonio.
Pude notar cómo al principio todo estaba nublado para ella, cómo había sentimientos de culpabilidad (esto es muy común por lo que entiendo, no sólo afectan a la víctima sino a todo su entorno porque piensan que podría haberse evitado), cómo ninguna solución parecía ser la correcta y en realidad la única respuesta clara era encomendarse a Dios.
En una de las cartas, mi padrino le escribió lo siguiente: “Mi querida R., aún estos días me atormenta pensar por qué no estaba yo ahí para defenderte y por qué ha permitido que esto te suceda a ti, pero he encontrado un poco de calma en la Palabra de Dios, con la lectura de Job. Dios nos pone a prueba para ver nuestra fidelidad, sé que saldrás bien de esta, como siempre lo haces!”.
Leer sobre eso en un primer momento fue lo más parecido a un baldazo de agua fría. Creo que a todos nos gusta pensar que hemos sido planeados y amados (o por lo menos amados) desde el primer momento, pero la realidad es que aunque al principio no sea así, o en muchos casos nunca sea así, Dios sí nos ama desde el momento en que nos planea en este mundo. Yo tardé bastante en comprenderlo, pero la clave fue agarrarme de la mano de Dios para comprender que sí tenía un propósito.
Conforme iba pasando el tiempo, pude notar que la gente que nos rodeaba me había tomado cariño, cómo me tomaban en cuenta en cada situación posible. Ya no era solo el bien de mi mamá, sino también el mío, porque aunque al principio fue difícil de entender, las decisiones que ella tomaría también iban a afectarme a mí. Todos comenzaban a vernos como una familia.
Una religiosa le envió una tarjetita de buenos deseos con el siguiente texto: “Querida R., espero que te encuentres bien. Te encomiendo siempre en mis oraciones, a ti y a esa criatura que traes en tu vientre. Pobrecita mía, ella no tiene la culpa de nada, es una inocente que no tiene por qué pagar los errores de otro. Querida R., fuerza!”.
En ese momento lo comprendí todo, y estoy segura que mi mamá también comenzó a superar su depresión alrededor de la época que llegó la carta. “Bueno eso es, soy la hija de una violación, puedo quedarme lamentándome de ser un accidente o puedo agradecer a Dios cada día por haberme permitido vivir y crecer con una gran mamá”. Leer esa pequeña tarjetita fue como volver a nacer. Conforme he ido creciendo, he ido descubriendo los planes que Dios me había preparado, y ahora que sé de dónde vengo, tengo muchas más ganas de cumplirlos porque siento que Él me ha dado una oportunidad que es negada a millones de bebés cada día.
Finalmente llego el día de mi nacimiento, en diciembre de 1993. Llegué totalmente sana gracias a Dios y mi madre también estuvo en perfecto estado de salud. Este pequeño texto se lo escribió mi padrino ese día: “Querida R., gracias. Gracias porque hoy le dices sí a la vida” No puedo decir que ahí todo se volvió más fácil pues quedaban muchas cosas delicadas, entre ellas pedir a la Santa Sede la dispensa de los votos explicando los motivos que la obligaban a eso.
Pero Dios no permite un mal sin sacar algo bueno de él; y después de mi nacimiento, mi mamá consiguió trabajo en la Conferencia Episcopal de mi país, logrando, después de unos años, ser la responsable nacional del área de juventud. Él no permitió que ella se alejara de su opción de trabajar por los demás, por los jóvenes, aun así no era lo que había planeado a un principio. Yo crecí en ese ambiente, con jóvenes cercanos a Dios que no les daba vergüenza su fe, que seguían a Jesús y amaban a la Virgen María; por eso mismo hoy soy una joven enamorada de su fe y su Iglesia.
Ya para concluir, solo me queda agradecer a Dios por la oportunidad que me ha dado, primero de llegar a este mundo y segundo de crecer al lado de una madre que nunca consideró el aborto como una opción. No ha sido nada fácil, sobre todo para ella, pero cada noche nos encomendamos a Dios y les pedimos su intercesión a todos aquellos que nos han dejado, entre ellas la superiora del convento.
Hemos aprendido todo juntas, creo que ser sólo las dos hace que tengamos un vínculo especial, y creo que la manera en cómo yo llegue a su vida hace que el amor que ella me tiene sea diferente por todas las situaciones que tuvo que pasar para llegar hasta donde estamos ahora.
Espero que este testimonio les sirva de algo a aquellas mujeres que, como mi mamá, están ahora mismo decidiendo el futuro de sus hijos. ¡Por favor, nunca piensen en el aborto! Dios les tiene un amor especial y grandes planes a los niños que han venido sin ser deseados, y a las mamás les tiene una gran recompensa por decirle sí a la vida a pesar de que esta vida venga de una situación tan triste. Y a las personas que han sido concebidas por una violación: ¡por favor, honren a Dios cada día de su vida!
Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba… Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que agradan a Dios pasan por el crisol de la humillación (Eclesiástico 2,2 y 5). Hay que conocer la Palabra de Dios porque nos ayuda a ver que Dios prueba a los que ama. Dios siempre está probando a sus amigos, porque durante la prueba conocemos que no tenemos la fuerza, y la pedimos. Hay tiempo de prueba, de aflicción y de purificación.
Santa Teresita de Lisieux decía: “Haría falta otra lengua distinta a la de la tierra para expresar la belleza del abandono de un alma en las manos de Dios. Las palabras de Job: Aunque Dios me quitara la vida seguiría esperando en él, me han cautivado desde mi infancia”. Dios es humorismo infinito, además de sabiduría, él siempre nos ama, sobre todo cuando no entendemos. Tiene modos de amarnos incomprensibles para nosotros.
Un sacerdote que ya falleció solía decir: “Dios siempre me ha llevado como un burro al que le ponen enfrente una zanahoria para que camine”, y así nos sucede a todos; necesitamos muletas para andar e ir adelante, y otras veces Dios permite que podamos volar.
No hay que mirar de dónde nos vienen las cruces, nos puede parecer que vienen de nuestros familiares, superiores o demás personas, pero es Dios quien las permite para probar nuestro amor, Hay que ver la mano de Dios más allá de esa persona concreta.
Si no nos comprenden es porque así lo permite Dios, para algo, y es ocasión de que crezca la fe y la humildad, si nos sometemos por amor a Dios.
Dios nos prueba, juega con nosotros. Nos lanza una pelota y dice: “Atrápala porque es valiosa”, esas pelotas ayudan a que disminuya tu yo. Una pelota es estar relegado; otra, ser humillado, no ser entendido…, si lo llevas bien, si acusas el golpe, llegas más hondo en tu purificación al callar y no tener espíritu de contradicción. No te rebeles. ¡Soy Yo!
Las contrariedades forman parte del plan de Dios. Tendríamos que decir, como martillo: Omnia in bonum; omnia in bonum; omnia in bonum.
Padre Pío aconsejaba: No hagas un esfuerzo para sobreponerte a la tentación porque ellos la fortalecerán. “Desprécialos. Pon a Jesús crucificado en tus brazos y en tu pecho, y besándolo di: esta es mi esperanza, la fuente viva de mi felicidad. Te abrazaré fuertemente, Jesús, y no te dejaré ir hasta que me pongas en un lugar seguro”.
Los primeros cristianos pasaron por muchas pruebas: de incomprensión, persecución, maledicencias…, y las llevaron con alegría porque se acordaban de que Jesús dijo: “Bienaventurados cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes” (Mateo 5, 11-12).
Un sabio decía: Preocúpate de lo que te dice tu conciencia, porque ella te dice lo que eres, y tu reputación es lo que otros piensan de ti, lo que los otros piensa, es su problema.
Los periodos difíciles son los mejores para atestiguar el valor de las virtudes. Años atrás el Papa Benedicto XVI hablaba en una homilía de que “no hay amor sin sufrimiento, sin el sufrimiento de la renuncia a sí mismo, de la transformación y purificación del yo por la verdadera libertad. Donde no hay nada por lo que valga la pena sufrir, incluso la vida misma pierde su valor”[1]. También señala que “María siguió con discreción todo el camino de su Hijo durante la vida pública hasta el pie de la Cruz, y ahora sigue también, con su oración silenciosa, el camino de la Iglesia”[2]. Acudamos a su intercesión en estos momentos difíciles, para que nos haga fuertes ante el dolor.
El hombre es desdichado porque no sabe que es feliz. San Agustín escribió: “Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza, porque nos predispone al pecado”. Efectivamente, la tristeza origina faltas de caridad, despierta el afán de compensaciones y permite, con frecuencia, que el alma no luche con prontitud ante las tentaciones. “La tristeza mueve a la ira y al enojo”, dice San Gregorio Magno (Moralia 1,31,31).
Decirle: Señor, quiero ser tu discípulo amado, como San Juan. Nos sentimos indignos. “Yo soy colado”, nada de colados. Sé Señor que soy tu amado, que cuando me miras, me miras de un modo único. Si queremos ser del discípulo amado, hemos de decírselo muchas veces. Tenemos que tener un trato asiduo. Señor, ayúdame a descubrir que tú me amaste primero, toca mi corazón para que sea consciente de que me amas. Me atrevo a decirte que quiero ser tu discípulo amado. Nos podemos fijar en tres momentos. En unas palabras a seminaristas, Benedicto XVI el testigo debe ser algo antes de hacer algo. Benedicto XVI ve allí una verruga. Podemos ser expertos en el hacer, ¿pero lo de ser? Guau, allí somos un poco más torpes. El discípulo debe ser amigo de Jesús, para no transmitir sólo conocimientos de segunda mano, para ser testigo verdadero.
No hay modo de ser apóstol de Jesucristo si no hay inventiva, originalidad, iniciativa en mi afectividad. Darle sorpresas, sorprenderle. Consiste en saber tocar el Corazón de Jesús. Mucho antes que pecador soy amado de Jesucristo.
El contenido central de Juan, según entiende Benedicto XVI, es que Cristo es la verdad, y que se impone con su lenguaje de misericordia, a través de su Pasión. Pone en vigencia su verdad mediante la Pasión.
A veces podemos estar a disgusto porque en el fondo no amamos la Cruz de Cristo. La cruz es una hermosa señal de María, ¿por qué? Porque nos quiere parecidos al Hijo.
Ricardo Sada recomienda: “Aunque se hunda el mundo, dirás que no pasa nada. Y será verdad porque ha llegado el momento en que Yo, tu Dios, dispuse que se hunda el mundo. Venga lo que venga, viene de Mí” (Oír tu voz, p. 310).
La vida, ha escrito el famoso Jorge Riechman, carece de sentido sin resistencia al mal.
San Juan recoge unas palabras de Jesús muy alentadoras: “En este mundo tendréis muchas tribulaciones, pero no temáis: Yo he vencido al mundo” (Juan 16,33). Y “Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe” (1 Jn 5,4). La fe es batalla y es victoria. La fe es la victoria que vence porque aun antes de llegar al combate, ya va cantando el triunfo.
[1] Benedicto XVI, Homilía en la inauguración del año paulino, 28-VI-2008.
[2] Benedicto XVI, Homilía en Mariazell, 8-IX-2007.
Al Cardenal Ratzinger le hicieron una entrevista. En ella el Papa cita a un teólogo llamado Juan Bautista Metz quien afirmó que estaba en vigor la fórmula “Dios no, religión sí”. Hoy hay una sobreoferta de religiones. Se desea tener cualquier religión sea esotérica o no. Lo que se rechaza es al Dios personal. Se puede tener una relación personal con Dios, pero se le resiste. Se ignora a un Dios personal, que me habla, que me conoce, y que al final de la vida me va a juzgar.
La increencia es fruto de una decisión existencial. ¿Qué explica una postura de rechazo a Dios? Su raíz está en el mismo hombre. Cuando el hombre examina su corazón comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos males que no pueden tener origen en su Creador. Los factoresintelectuales, volitivos y culturales son de gran importancia.
Hoy día se exalta la libertad del individuo y no se pregunta el “para qué” de ella. La persona ha sido creada por Dios a su imagen y semejanza, como ser abierto a la comunión con Él mismo y con los hombres. La libertad es un poder para acoger el don del otro y para donarse. En el plano operativo el sentido de la libertad es elegir a Dios, es decir, el de amarle cumpliendo su Voluntad.
El hombre puede decidir no dejarle espacio a Dios, o bien, encontrar en Dios su plenitud humana. Las raíces de la increencia se encuentran en el conocimiento, en la libertad y en la pregunta humana por el sentido de la vida.
Existe una tentación de la libertad: La autonomía moral convierte al hombre en creador de los valores, no supeditado a una verdad y a un bien objetivo, sino que el yo decide lo que está bien y lo que está mal. El hombre no se supedita a nada, disolviendo así la relación de la libertad con la verdad.
La “muerte de Dios” es la “muerte del hombre” porque sin Dios todo es absurdo y carece de importancia, también el hecho de buscar una respuesta; la angustia constituye la experiencia filosófica fundamental (Sartre), y el suicidio el único problema filosófico (Camus).
El ataque actual va contra la divinidad de Jesucristo. Lo ven sólo como Hombre. Es lo que decía Arrio en el siglo IV: Cristo es un ser inferior a Dios; de este modo el verdadero Dios permanece inaccesible para nosotros
Dice Jesús: “La verdad os hará libres” (Juan 8,32). ¿Qué verdad? La verdad de que somos objeto de la predilección de la Santísima Trinidad, que somos hijos de tan gran Padre, hermanos de Jesucristo y Templos del Espíritu Santo.
“La libertad –según C. Fabro- nos es dada para que el hombre se forme a sí mismo, se plasme a sí mismo”. P. Olivier dice que “el que no descubre a Dios en el corazón de su libertad, se ignora a sí mismo”.
El hombre está naturalmente inclinado al bien, pero no basta que algo le resulte apetecible para que sea bueno. Adán y Eva no se equivocaron acerca de un bien terreno (la fruta era buena) sino que pusieron su propia voluntad por encima de la de Dios, quisieron “ser como Dios” (Gn 3,5) y rehusaron su soberanía.
La posibilidad de desviarnos desvela un aspecto asombroso del amor de Dios: su confianza en cada hombre ya que es propio del amor confiar en la persona amada. El mayor de todos los vicios es el orgullo, que lleva al hombre a querer usar de su potestad para la ruina, y tiene el nombre de desobediencia.
Karl Adam dice que “jamás, en ningún lugar de la tierra, ha acaecido algo tan íntimamente libre, con tan completa voluntad y obra propia como la obra de Jesús en el Gógota”.
Nuestra libertad es imperfecta porque la podemos emplear mal. La posibilidad de obrar mal es precisamente la razón del mérito, pues así Dios nos puede conceder la vida eterna como premio a nuestra correspondencia libre a su gracia. Hay en nosotros una tendencia a trastocar el orden de los bienes, anteponiendo las criaturas a Dios. De ahí que, en la condición presente, usar bien de la libertad exige luchar contra la inclinación al mal. Cuando un hombre no lucha contra la inclinación al mal se hace “esclavo del pecado”, de la concupiscencia, de la sensualidad.
Un buen camino para ir a Dios es el de la infancia espiritual, el de confiar en Dios. La confianza resume en sí las virtudes teologales. Jesucristo dice: “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3).
Benedicto XVI escribe: “el hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin esperanzas” (Enc. Spe salvi, 23). La que mejor ha vivido la relación con Dios es Santa María, siempre trató de corresponder los requerimientos de Dios.
La vida sexual es algo muy sublime en el plan de Dios
Antes que nada el matrimonio cristiano necesita conocer bien el sentido del sexo en el plan de Dios. Él lo quiere. De todas las alternativas posibles que Dios podría haber empleado para generar y mantener la especie humana, escogió la relación física y espiritual del amor conyugal. Dios quiso que la pareja humana fuera el arquetipo de la humanidad y que su generación fuera por medio de la vía sexual.
Además de eso, por medio de este acto, quiso profundizar el amor de la pareja. Entonces, la conclusión a la que se llega es que Dios no sólo inventó el sexo, sino que lo dotó de una profunda dignidad y sentido y, por eso, colocó normas para que fuera vivido de manera correcta, para que no causara desajustes y sufrimiento.
Dios quiso que el ser humano fuera material y espiritual, algo como una bella síntesis del animal que sólo tiene cuerpo, como el ángel que sólo es espíritu.
Y dotándolo de cuerpo quiso que el hombre fuera sexuado como los animales: sin embargo, su vida sexual debía ser guiada no por el instinto, como en los animales, sino por el alma, e iluminada por la inteligencia, embellecida por la libertad, conducida por la voluntad y vivida en el amor.
La vida sexual es algo muy sublime en el plan de Dios; por eso, una pareja jamás debe pensar que Dios está lejos en el momento de su unión más íntima, pues este acto es santo y santificador en el matrimonio y querido por Dios.
El amor conyugal tiene un sentido único; el amor entre dos seres del mismo sexo -como por ejemplo, el padre y el hijo o dos amigos- no se complementan en el plano físico.
El uso del sexo en su debido lugar, en el matrimonio, bien entendido en sus aspectos espiritual y psicológico, es uno de los actos más nobles y significativos que el ser humano puede realizar; pues esfuente de vida y de celebración del amor. La virtud de la castidad, más que renunciar al sexo, significa su uso adecuado.
Dice el Dr. Alphone H. Clemens, Director del Centro de Asesoramiento de la Universidad Católica de América, Washington, D. C., sobre el acto sexual:
“Es un acto de gran belleza y profundo significado espiritual, pues el amor conyugal entre dos cristianos en estado de gracia, es una fusión de dos cuerpos que son templos de la Trinidad y una fusión de dos almas que participan de la misma Vida Divina… Por otro lado, usado con propiedad, se vuelve una fuente de unión, armonía, paz y ajuste.
Intensifica el amor entre el esposo y la esposa, y funciona como escudo contra la infidelidad y la incontinencia. La personalidad humana integral, incluso en sus aspectos sobrenaturales, es enriquecida por el sexo, una vez que el acto de amor conyugal también es merecedor de gracias” (Clemens, 1969, p. 175).
Raoul de Gutchenere afirma en Judgment on Birth Control:
“Fue reconocido hace bastante tiempo que, (…) las relaciones sexuales producen efectos psicológicos profundos, especialmente en la mujer”,una vez que el esperma absorbido por su cuerpo, desempeña un papel dinamógeno, promoviendo el equilibrio.
Generalmente, el acto de amor conyugal provoca relajación, vigor, autoconfianza, satisfacción, sensación general de bienestar, sensación de seguridad y una disposición que conduce a olvidar las dificultades y tensiones de menor importancia entre la pareja” (Apud Clemens, p. 177).
No es por casualidad que san Pablo, hace 2000 años ya recomendara a los cónyuges cristianos: “No os neguéis el uno al otro… para que Satanás no os tiente” (1Co 7,5). Rechazar el sexo sin motivo puede representar no sólo una injusticia para el cónyuge, sino también un peligro de exponerlo a la infidelidad y el matrimonio al fracaso. Eso muestra que la pareja no debe quedar mucho tiempo separada cualquiera que sean los motivos, especialmente por razones menores.
El alejamiento prolongado entre los esposos puede generar una situación de stress especialmente para el hombre. Algunos logran superar esa abstinencia sexual forzada con una sublimación religiosa, pero no todos tienen la misma disposición.
Sin embargo, es necesario decir que los especialistas muestran en sus investigaciones que “otros factores son más importantes para la felicidad matrimonial que el sexo”, una vez que muchas parejas superan sus problemas y angustias con un amor auténtico.
Muchos testimonios coinciden en relacionar la actividad demoníaca con haber participado en juegos o adivinaciones con uija
Guillermo Ortea llevaba una vida aparentemente normal. Casado y padre de cuatro hijos, nada hacía suponer que los problemas que acontecían en su vida y que poco a poco iban minando a la familia, podían tener un origen diabólico, camuflado en lo que parecía un sencillo e inofensivo juego de adolescentes: la tabla ouija.
El último fin de semana de marzo de 2014 Guillermo Ortea contó su experiencia personal ante numerosos jóvenes y padres de familia en Barcelona y Gerona, advirtiendo de los peligros de las prácticas espiritistas.
Él mismo cuenta que hasta quince años después de sus juegos con la ouija no se dio cuenta de que sufría de una influencia demoníaca que afectaba a todos los ámbitos de su vida, hasta llevarle al límite de la desesperación tanto a él como a sus familiares. Ahora da su testimonio para advertir a los jóvenes que estas prácticas espiritistas no son ningún juego inofensivo.
-Guillermo, eres una persona de oración. En tu casa, a día de hoy, no pasa el día que tu esposa y tú no recéis juntos el rosario. ¿Has sido siempre así? -No, ni de lejos. Esto es muy reciente. He pasado 35 años de mi vida no teniendo nada presente a Dios. O al menos, muy poco. La familia de la que vengo, en la que soy hijo único, no ha tenido en la fe un referente vital. Tal vez sí cultural, pero no vivencial, como ahora.
-¿Cual es la diferencia entre esa fe cultural y una fe vivencial? -Rezar con el corazón. Eso marca la diferencia. Una cosa es hacerlo por costumbre, por cultura, por tradición, incluso por obligación, y otra es tener una relación viva, diaria, con Cristo. Tener presente a Dios en todas las cosas de tu vida, no solo los domingos. Para mí, el sentimiento religioso no existió nunca, ni al hacer la Primera Comunión ni nada. Eso empezó a cambiar hace apenas dos años, estando ya casado y teniendo cuanto hijos. Lo aprendí, o mejor dicho, lo recibí, en una peregrinación a Medjugorje.
-¿Antes de esa peregrinación, ibas a a Misa con tu mujer o te confesabas? -Iba a Misa los domingos porque mi mujer se empeñaba, y a mí me salía más barato ir que pelearme con ella, pero era el primero en salir de la iglesia, nunca me enteraba de nada y lo que dices de confesarme, desde los tiempos del colegio fue algo que no hice salvo para alguno de los bautizos de mis hijos, que también viví de forma cultural. Me hubiese dado lo mismo bautizarlos cristianamente que bautiarlos por el rito hindú.
-¿Fuiste entonces a un colegio religioso? -Sí, y curiosamente ahí se originaron mis problemas. Fuí a un colegio católico, muy conocido en Barcelona. Mis padres, que no eran personas religiosas, me llevaron ahí con 13 años para ver si me centraba. A esa edad yo ya me distraía demasiado con las chicas y con otras cosas y querían algo más estricto para mí.
-¿Por qué dices que tal vez ahí empezaron tus problemas? -Porque fue en una de las convivencias para chicos que se organizaban en el colegio donde mi grupo de amigos y yo hicimos el idiota, pero prefiero contártelo más tarde, es importante seguir un orden.
-De acuerdo, tú mismo. -Cuando mi mujer y yo nos casamos estábamos muy enamorados. Ahora creo que lo estamos más, pero el camino ha sido muy doloroso. Yo diría que incluso hemos llegado al borde, al límite de la separación, lo cual para mí creo que hubiese sido fatal. Me hubiese desesperado y posiblemente no estaría aquí contandote mi vida.
-¿Por qué llegasteis a esa situación? -Por mi comportamiento inmaduro e ilógico, absurdo en muchísimas cuestiones sin importancia del día a día, y en otras muchas que sí que la tenían.Yo no estaba centrado en mi vida, en atender a mi mujer y mis hijos y siempre estaba distraído con cualquier cosa que me apeteciese a mí.
»Esto poco a poco te va separando de la familia, huyes de tus responsabilidades, yllegamos un poco al límite cuando nació nuestra cuarta hija, porque nació con una enfermedad severa, lo que que te exige mucho más, y yo sin embargo, empecé a dar mucho menos. Me escondía.
-¿Cómo salisteis adelante? -Mis suegros percibieron que estábamos llegando a una situación límite. Ellos ya vieron que sus rezos se estaban agotando sin que se remediase nada en nosotros y nos ofrecieron, como recurso de emergencia, ir a Medjugorje.
-¿Qué pensaste tú cuando te lo ofrecieron? -Yo dije a mi mujer: “Perdona, pero yo no voy a dedicar mis vacaciones a estar en un convento ni nada así. No me da la gana, no me fastidies. ¿A qué voy a ir a Medjugorje? ¿Pero eso qué es?”.
– ¿Cómo es que fuiste, entonces? -Por respeto a mis suegros. Ellos estaban preocupados, y son unas personas que nos quieren mucho. A su hija por supuesto, pero yo sé que a mí también me quieren mucho, y ya que me ofrecían algo por ayudarme, me sabía mal despreciarles. Acepté ir con mi hija Elena. Si Dios existía, que me lo demostrase curándola a ella.
-¿Qué pasó en Medjugorje? -La pregunta sería mejor qué no pasó en Medjugorje, pero bueno, voy a tratar de resumir aquel segundo día allí.
-Adelante -Mi mujer se quiso confesar y fuimos hacia la parroquia. Cuando salió del confesionario fuimos dentro de la iglesia para oír Misa. Esto era durante el Festival de Jóvenes de Medjugorje y el día anterior habíamos oído Misa en la explanada, pero ese día decidimos quedarnos allí dentro, atrás del todo.
»De repente entró una monja en la iglesia, una señora muy delgadita, con el pelo grisáceo, con una rebeca azul, una camisa grisácea y una falda larga de tubo, también azul. Tendría unos cincuenta años y su cara era muy dulce. Transmitía mucha paz. Se sentó al lado de Elenita y empezó a jugar con ella. La peque se quiso sentar en ella. Yo lo intenté evitar pero esta señora dijo que no pasaba nada, y así estuvieron toda la Misa. Había cierta comunicación entre ellas y a Elenita se le notaba estar a gusto a su lado.
»Cuando llegó el momento de ir a comulgar, la monja, en italiano, sin venir a cuento, nos dice: “Vuestra hija no está enferma”. Yo me quedé como aturdido, porque se me juntaron demasiados pensamientos en la cabeza. Primero, quien eres tú para decirme a mí que mi hija no está enferma. Pero al mismo tiempo hubo sorpresa, porque ella no tenía por qué saber que mi hija tiene lo que tiene, ya que no se le nota a no ser que le de un episodio de epilepsia, que no fue el caso.
»Cuando pude reaccionar, le dije: “Mire señora, sí que lo está”. Pero insistió: “No, no está enferma. La niña tiene un bloqueo. Hay algo oculto que la bloquea”. Yo empecé a pensar que la mitad de aquel pueblo estaba loco. Se me hizo un nudo en la cabeza, de verdad. Me sentó mal, pero al mismo tiempo pensaba muy rápido sobre por qué esta señora nos decía esto. Entonces ella insistió: “Vuestra hija está sana. He rezado por ella durante la Misa y he percibido algo que no me gusta. Cuando volváis a casallevadla a vuestro párroco y que haga una oración de liberación por ella. En un futuro, sanará. Creedme, que sé de lo que hablo”. Entonces, cambió el semblante, se pudo seria y nos preguntó a mi mujer y a mí:”¿Habéis hecho algún tipo de magia, espiritismo o habéis jugado con la güija o algo así?”.
-¿Os sentisteis incómodos? -¡Por supuesto! Nos hizo preguntas fuera de lugar. Yo pensé que había sido un error ir a ese sitio. Yo no estaba preparado para ese episodio, pero no fue nada con lo que vino a continuación.
-¿Qué fue? -Comulgamos y en cuanto nos dieron la bendición nos marchamos. Sabes que en la iglesia de Medjugorje hay un espacio entre la puerta del templo y la puerta de la calle, donde están colocadas las pilas de agua bendita y las revistas de la parroquia. Tal vez tardas cinco segundos en atravesarlo.
-Sí, así es -En ese tramo, en ese lugar, a mí se me abren unos recuerdos en mi cabeza que yo tenía absolutamente olvidados, y de repente veo con toda claridad una serie deimágenes, como en flashes en mi cabeza, de mi época del colegio, con unos trece años, haciendo espiritismo con una güija.
-¿Puedes describir con detalle lo que viste? -Perfectamente. Fueron unos recuerdos muy nítidos, que me vinieron de golpe, y que yo no había recordado jamás en mi vida, desde no sé cuando. Estaba yo con un grupo de compañeros del colegio, en una de sus casas de convivencias, alrededor de una güija que habíamos fabricado nosotros. Recuerdo que lo hicimos porque nos aburríamos, y no fue una sola vez, sino más veces. Era algo en cierta manera habitual. Pero sí que recuerdo que la primera vez fue en una de esas convivencias. De hecho, recuerdo las caras de las personas que estábamos allí.
-¿Qué recuerdas en cuanto a sensaciones? -Recuerdo el morbo por lo desconocido, por lo prohibido, la curiosidad del adolescente ante lo peligroso. Recuerdo que aquel vaso se movió, pero yo ya no sabría decirte si lo movía yo o si se movía solo, y no te puedo dar muchos más detalles. Al mismo tiempo que esto se me revela en la cabeza, me acuerdo de algo que me asustó, y es verme a mí mismo haciendo güija, yo solo en mi casa, con una tabla que me fabriqué después yo mismo. Se me ponen ahora los pelos de punta.
-Guillermo, de todo esto que me cuentas, ¿no te acordabas de nada? -Cero. Jamás. Nunca. Algo pasó alguna vez que me hizo olvidarlo todo. Y de repente, lo veo tan nítido como cualquier recuerdo de cosas que he hecho esta mañana. Fue un recuerdo que aglutinaba todas las veces que había hecho aquello, que no fueron dos o tres, fueron muchas, con relativa frecuencia, de manera muy inocente, por curiosidad, por pasar el rato, sin ninguna intención extraña. No sé, supongo que cuando eres adolescente buscas divertirte de cualquier manera y nunca nadie nos advirtió del peligroque eso conllevaba. No sabíamos ni de lejos lo serio que es este problema.
-¿Recuerdas cuando dejaste de hacer aquello? -Yo hice güija con frecuencia los años que fui alumno de este colegio, que fue entre los trece y los dieciocho.No volví a hacerlo más y ni siquiera me acordé. Es como si me hubiesen cortado esos recuerdos de golpe al mismo tiempo que el interés por hacerlo. Pasó algo que me cortó la conciencia de haberlo hecho, pero no sé qué fue. No me volví a acordar hasta ese día en Medjugorje, en el momento en que salgo de esa iglesia.
-¿Cómo reaccionaste? -Me puse literalmente malo. Me entró un sudor muy frío, se me aceleró el corazón y me temblaron las piernas. No es una forma de hablar, sino que literalmente casi me caigo. Salí de allí en estado de shock. Tuve que sentarme porquejusto a continuación de recordar todo eso, tomé conciencia enseguida de que a mí me pasaba algo que tenía que ver con aquello, que los comportamientos tan extraños que he tenido siempre con mi familia, vienen de aquello.
»Que hay muchas cosas que he hecho muy mal y que yo no sabía por qué las hacía,cosas que me descentraban de lo que realmente era importante en mi vida. Tomé conciencia de que había algo en mí como que me gobernaba más que yo,haciéndome tomar decisiones erróneas y haciendo que me comportara de manera equivocada. Entonces me di cuenta, allí sentado en la puerta de la parroquia, y sentí algo así como que Dios, o la Virgen, o quien fuese, como que me decía: “Guillermo, no es tu hija quien necesita ayuda, sino tú. Déjala a ella que está muy bien cuidada y ocúpate de arreglar lo tuyo”.
-¿Qué es «lo tuyo»? -Yo he tenido algún tipo de influencia diabólica en algún grado. No creo que haya sido una posesión, pero síhe vivido bajo la influencia severa del Demonio durante años.En Medjugorje, gracias a Dios, la Virgen empezó a poner orden en mi desordenada vida, empezando por darme a conocer cual era mi problema, y el de mi familia. A partir de Medjugorje he ido conociendo verdades de nuestra fe, tan desconocidas incluso para los católicos en el seno de la Iglesia, que al principio te descuadran, pero que luego son muy ordinarias.
-¿A qué tipo de verdades te refieres? -Hay muchas cosas que pensamos que no son verdad, y que sí que lo son. Por ejemplo, los dones del Espíritu Santo, esos de los que habla San Pablo. No son una manera bonita de hablar. Existen y si te abres a Él y le invocas con fe, se te dan. Son cosas que no se ven, como lo que nos pasó con esta religiosa en la iglesia.
-¿Dormiste aquella noche? -¿Cómo voy a dormir? Es imposible. No pegué ojo. El cuerpo se resiente de tantos impactos en un solo día. Es como que se tiene que adaptar a las realidades del espíritu.
-¿Como estabas el día siguiente? -El día siguiente mi estado era flotar.
-¿A qué te refieres? -A que yo voy flotando. De repente la vida me pareció tan maravillosa, que parecía que mi cuerpo me pesaba poco. No se qué me pasaba, pero vi la vida como un don precioso, y empecé a rezar.
-Bueno, ya habías rezado un poco los días de antes. -Yo no había rezado en mi vida. Ahí me di cuenta de lo que era rezar. En Medjugorjela oración te brota a raudales, no lo puedes parar. Es como respirar, una presencia de Dios constante,casi tangible. Como no sabes muy bien qué hacer con ese deseo, pues yo empecé a rezar rosarios, y no se cuantos pude rezar ese día. Fue maravilloso rezar sin esfuerzo. A mí siempre me había costado tanto,y de repente yo rezaba con la misma facilidad con la que das pasos al andar. Así pasé el resto de días en Medjugorje, flotando, rezando y feliz. Conociendo una felicidad nueva. Y así, volvimos a Barcelona.
-¿Qué reflexiones haces una vez que llegas a casa? -Poco a poco fue pasando el tiempo y de una manera nítida me doy cuenta de que quien necesita ayuda de Dios no es Elenita. Ella es un ángel que nos ha enviado Dios, a la que Dios quiere mucho tal y como es, y que quien más bien necesita un milagro, soy yo. Me doy cuenta también de que nosotros no vivíamos la fe como debíamos vivirla. Al regresar a Barcelona comenzamos a vivir la fe desde una postura apostólica y evangelizadora en la que yo no me reconocía. O al menos, no me ubicaba para nada sabiendo como era apenas unos días antes. La vida te da la vuelta.
-¿Sabrías decirme qué diferencia ves tú, desde tu perspectiva de cristiano que deja la fe y luego es converso, la diferencia entre rezar y orar? -Creo que rezar es recitar unas oraciones y orar es ponerse en presencia de Dios. Compartir con Dios tu vida familiar. Eso es lo que empezamos a hacer a la vuelta de Medjugorje. Metimos a Dios en casa. Desde la vuelta de Medjugorje la vida en casa ha cambiado. Ante cualquier tesitura, nuestra actitud, la de mi mujer y la mía, es otra. Es diferente, y es que de verdad yo siento que a mí me han cambiado.
-¿Cómo afrontasteis el tema de tus sesiones de güija? -Empezamos a hacer oraciones de liberación. No exorcismos, pues es diferente, y el exorcismo requiere de una liturgia especialoficiada por un exorcista, pero sí pequeñas oraciones en las que implorábamos a Dios mi liberación, o la de aquellos que la necesitaran en mi familia. Entonces mi suegra me recomendó hacer un retiro, unos ejercicios espirituales dirigidos por el padre Ghislain Roy, un sacerdote canadiense que sabe de esto.
-¿A qué te refieres con lo de que ese padre Ghislain sabe de esto? -El padre Ghislain es un sacerdote canadiense que posee una serie de dones que se han manifestado a lo largo de su vida sacerdotal, cosas extrañas incluso para la inmensa mayoría de los católicos, pero que están todas ellas descritas en la Palabra. Una de estas cosas es el descanso en el Espíritu. Al menos así lo llaman los que participan de la espiritualidad de la Renovación Carismática, gente muy abierta a las manifestaciones del Espíritu Santo.
-¿Qué es un descanso en el Espíritu? -Pues yo no te se explicar realmente lo que es, pero yo viví un descanso de unos treinta minutos.
-No sé si eso es mucho o poco… -Pues es una barbaridad. No suelen durar más de unos diez minutos, como mucho.
-¿Puedes relatar lo que viviste? -Claro, no es nada raro, aunque ya sé que para muchos lo parece. Verás. El sacerdote te impone las manos y ora por ti. Entonces, Dios obra en ti de una manera sensible a los sentidos. Tal es así quete caes al suelo. Tu cuerpo se debilita y sin perder la consciencia, vives una experiencia en la que sin dejar de estar en la Tierra, tu espíritu, tu alma, saborea de alguna manera a Dios.
-¿Es algo parecido a lo que santa Teresa llamaba un arrobamiento? -No lo sé. Podría ser.
-¿Dices que esto es normal? -Sí. Lo anormal es que los sacerdotes no crean el poder del que disponen por el Orden Sacerdotal. Los sacerdotes tienen mucho poder. Si me apuras, y sin comparar lo que una y otra cosa son, pero más raro es lo que sucede en la transubstanciación, que un pedazo de pan se convierte en Cristo, y a todo el mundo le parece normal. Supongo que será cuestión de costumbres o educación, pero esto es así.
-De acuerdo. Sigue con tu descanso. –Cuando el padre Ghislain me impuso sus manos y oró en silencio, yo caí hacia atrás. Entré en un estado en el que como te he dicho, no llegas a estar inconsciente, pero al mismo tiempo recibes una percepción más amplia de las cosas. No se queda en la percepción física de los sentidos, sino que va un poco más allá. Los trasciende y ves cosas que pasan en tu interior, en tu alma.
-Suena a rollo esotérico. -Esotérico y demoniaco fue la güija. Esto es de Dios. Yo lo llamaría místico. Nuestra historia como católicos está repleta de experiencias místicas en las vidas de los santos, por las que precisamente les hicieron la vida imposible, y luego ya ves. Son manifestaciones de Dios a través de sus elegidos. En este caso, a través de este sacerdote.
-¿Cómo acabó esta experiencia? -Yo estaba tumbado y empecé a ver como empezaban a salir hacia fuera de mí unas manchas negras, como nubarrones, que se iban hacia una luz que había encima de mí. Allí se disolvían. Yo esto lo veía mientras vivía una sensación de mucha calma, de mucho bienestar. Me pregunté que sería todo aquello, y lo interpreté como que era porquería o algo así que había en mí. Así un buen rato hasta que aquello dejó de salir e hice un ademán como de levantarme, pero el padre me lo impidió y me dijo: “No te levantes aún. Quédate ahí y deja que el Señor llegue a ti”. Me volví atrás y en unos tres segundos comenzó una segunda oleada. Ahí tuve una conciencia mucho más clara de que el Señor me estaba limpiando, así que esta vez me dejé hacer a conciencia. Llegó un momento que me encontraba tan bien, que tenía tal sensación de paz y de alegría al mismo tiempo, que yo pensé: “Señor, déjame ver a la Virgen. ¿Puedo verla ya?”. Pero no la vi. Creo que lo que yo viví es una antesala del Cielo, pero no me morí. Aquello acabó, me levanté y me marché.
-Dice la Palabra que cosas sorprendentes veremos si tenemos fe. -En ese retiro se ven estas cosas. En Medjugorje también. Creo que en este retiro yo quedé liberado de lo que a mí me pasase, que llevaba arrastrando desde mi adolescencia, cuando al jugar con la güija abrí la puerta a la parte oscura de nuestra realidad trascendente, y luego, en verdad, nunca se la abrí a la parte buena, y ahí quedé atrapado. Jugar con la güija es como meter una bala en el tambor de una pistola y dejar espacios libres. Puede que no pase nada, o puede que sí. Si pasa tendrá conceciencias fatales.
-Una vez que ha pasado tanto tiempo, ¿qué recuerdas de Medjugorje? ¿Qué dirías si un desconocido te preguntases qué es lo que te sorprendió de allí, fuera de tu experiencia tan íntima? -Que allí no te cuesta nada ponerte en presencia de Dios. Es como un cielo terrenal. Ambas realidades se solapan. Allí no te cuesta nada rezar ni ir a Misa.Cuando digo nada, es nada. Allí tu ser desea rezar, desea ir a Misa. Allí tu ser toma conciencia sensible al cuerpo de tu neecsidad de Dios. Yo esto no lo había visto nunca antes, ni nadie me lo había explicado. Allí pasa algo.
-¿Qué? -Allí pasa lo que la Virgen quiere que te pase, y lo que tú la dejes hacer. Allí tú llegas y de primeras no pasa nada, pero en un momento dado, cuando quieres darte cuenta, es como si hubiese un parón en el tiempo, en el que entras y como que todas tus inquietudes, tus angustias, se quedan a un lado temporalmente, como congeladas. Así te da tiempo a detenerte en lo realmente importante en tu vida, que es dónde está Dios. Te da tiempo así a conocerle, un poquito, y cuando todo recobra su velocidad normal, tú ya has cambiado.
»De hecho, una vez que regresas a casa, puede ser muy duro, porque regresas a una realidad repleta de cruz,y allí como que se ha quedado un poco a parte. Vuelves a la realidad limitada temporal de la que de alguna manera has salido por un tiempo. Pero es muy importante dejarte hacer, ponerte esos días en manos de Dios con el corazón abierto. Con confianza. Allí no hay cruz. Allí hay alegría. Allí no hay gente con mal humor, ni malas caras. En Medjugorje se crea una comunidad brutal entre miles de personas que solo desean el bien, un bien que conocen y que reconocen que viene de Dios, y conocen la manera de importarlo a sus vidas. Allí la vida no cuesta.
-¿Te sigue siendo fácil rezar? -Sí, me es mucho más fácil que antes de ir a Medjugorje. Ya te dije que para mí, ir a Misa, era una tortura. Y orar, hablar con Dios, con Cristo… ahora es tan normal… Es como si hubiera conocido a un amigo nuevo, con el que más te gusta estar, con el que más te gusta compartir. Un amigo divino que está a la altura de los hombres. Es brutal.
-Ahora que le conoces y que le quieres dar a conocer, ¿quien dirías que es Dios? -Dios es amor. Un amor enorme con el que puedes hablar y nunca pone mala cara.
-Guillermo, quiero hacer una reflexión contigo en este momento. Tú estudiaste en un colegio católico y te dedicabas a jugar con la güija. En España, algo se ha hecho muy mal para que habiendo tenido tan fácil la evangelización, haya tanta gente tan alejada de la Iglesia. ¿qué hemos hecho tan mal? -Yo creo que nos han contado mal a Dios, lo hemos explicado mal. Durante muchos años no se ha contado bien cómo ni quien es Dios. La imagen que a mí me vendieron de Dios era falsa. Si me lo hubiesen presentado bien, tal vez no habría necesitado ir a Medjugorje, pero me lo contaron mal.
-¿Por qué? Quiero decir, que no sería con mala intención. -Claro que no. Sencillamente se ha explicado mal a Dios porque no se le conocía. Si no conoces a Cristo no puedes presentarle. Necesitas vivir una experiencia que se llama encuentro personal con Cristo, en el que estáis solos tú y Él, sin nadie más que te contamine ni te distorsione, ni a favor ni en contra. Si le conoces ahí, ya podrás vivir tu experiencia de fe, no la que te contaron otros. Yo ya le he conocido, y con todo lo pecador que llego a ser, doy testimonio de Cristo, porque le he conocido.
-¿Por qué das testimonio? -Yo doy mi testimonio porque la Virgen pide en Medjugorje que demos testimonio absoluto, y yo tengo una deuda muy grande. Me tomo muy en serio eso de encontrarme delante de Dios y que su primera pregunta sea: “Después de todo esto, ¿qué has hecho? ¿A quien se los has contado? ¿A tu familia y ya está?¿Yo te enseño el cielo y tu lo metes en una lata?”. La Virgen dice en Medjugorje: “Yo busco apóstoles de hoy que transmitan la luz de Dios”. Lo que nos viene a decir esto es que ella busca gente dispuesta, que ella necesita reclutar gente que se ofrezca, porque somos muy duros y cuando consigue tocar el corazón de uno solo de nosotros, porque se ofrece, necesita que lo cuente.
-¿Cómo está Elena? -Elena está mucho mejor. No curada, pero mucho mejor. Voy a contarte algo de ella. Cuando mi mujer se quedó embarazada, no la aceptamos bien. Era la cuarta y cayó como un jarro de agua fría. ¡Dios mío, qué error! No entraba en nuestros planes, rompía la carrera profesional de mi mujer. Hubo un rebote importante. Ahora sabemos que ella ha sido el ángel que nos ha enviado Dios para poder conocerle. Es el ángel que nos ha dado Dios para que mi familia siga unida y para llevarnos a Medjugorje. Elenita no necesitaba nada. Ella es así y Dios la quiere asíy la quería así porque sabía que lo que mas necesitábamos nosotros era a Elenita, así. Él lo ha querido. Que ella se cura, fantástico. Que no se cura, fantástico también. Ella está cumpliendo en la tierra su misión, que es querernos desde su enfermedad y dejarse querer por nosotros.
Las cámaras del Congreso estaban filmando la votación, con congresistas en pasillos, cuando Dianne tomó el micro
Sucedió en el epicentro del poder político -y del caos político- en el país más poderoso de la Tierra, y sucedió la semana pasada, ante un ejército de periodistas, pero la prensa española pasó de puntillas por el tema.
Una humilde taquígrafa de la Cámara de Representantes, mientras se efectuabala trascendental votación del 16 de octubre para intentar desbloquear el cierre del gobierno federal que tenía paralizado al funcionariado de la primera potencial mundial,tomó el micrófono y empezó a predicar a los políticos,que se pararon y quedaron atónitos.
El vídeo es muy claro: Dianne Reidy, una de las taquígrafas de plantilla de la casa, que lleva años trabajando allí, se sube al estrado, saluda a la presidenta y a otro oficial y toma el micrófono. «El guardia no intentó pararla porque ella ella trabaja allí, y fue al podio donde habla el presidente; pensaron que iba a hacer pruebas con el micro», explica el congresista Peter King, que lo vio. Los golpes de mazo de la sorprendida presidenta no la detuvieron.
Aunque en la prensa se habló de una «taquígrafa histérica» que «chilla», lo que vemos en el vídeo es otra cosa: una oradora que habla firme, alto pero no histéricamente, en público, desde un podio, haciendo una proclamación.
¿Y qué dijo?
«He will not be mocked«, empezó. Y lo repitió tres veces. Se puede traducir por «No os burlaréis de Él» o «No le engañaréis» o «Él no será burlado».
«No os burlaréis de Él. No os burlaréis de Él» (y dirigiéndose a un ujier: «No me toque»). «No os burlaréis de Él. El mayor engaño aquí es que esta no es una nación bajo Dios. Nunca lo fue. La Constitución no habría sido escrita por francmasones [freemasons]. Ellos van contra Dios«.
A estas alturas, los ujieres ya la llevaban al ascensor pero Dianne aún tenía que acabar su mensaje: «No podéis servir a dos amos«. Y a modo de cierre: «¡Alabado sea Dios! El Señor Jesucristo reina por siempre«.
La prensa política no lo entendió La prensa en español no dio apenas cobertura al episodio, y se limitó a copiar algún eslógan apresurado de las agencias. Por ejemplo, Gaceta, el diario de Intereconomía, en principio un medio no hostil al cristianismo, sacó una nota breve con estos títulos:
«La taquígrafa enloquecida que interrumpió la votación más trascendental de EEUU. Dianne Reidy ocupó la silla de orador del congreso dando un discurso incoherente sobre Dios y el Diablojusto cuando los legisladores aprobaban elevar el techo de deuda».
Pero como vemos en el vídeo y en el texto no es así:
1)No es «enloquecida»: es discurso se proclama con vehemencia pero serenidad 2) No menciona al Diablo 3) Y no está claro que el discurso fuese tan incoherente.
Hipótesis: ¿y si Dios quisiera decir…? Si Dios quisiera recordar a los hombres, una vez más, que es Él, y no los políticos, quien de verdadreina, parece difícil concebir un escenario mejor, más claro, más simbólico y directo, sin recurrir a aspectos sobrenaturales. Si un Congresista en su turno, o Obama en un desayuno de Oración, declarasen que «sabemos que en el fondo Dios es el Señor», o algo similar, quedaría inofensivamente integrado como «una maniobra de un político» o «una piadosa alocución para cierto electorado». Para Él sería necesaria o conveniente una figura que no sea «del sistema»: un profeta.
Si Dios quisiera efectuar un mensaje profético al estilo desconcertante que a veces se encuentra en la Biblia (esos profetas que aparecen ante los reyes y le proclaman verdades políticamente incorrectas), ¿no lo haría así? Sin violencia alguna, una mujer que ya está allí, sube al micrófono ante políticos y cámaras y proclama:
1) Que Dios no será burlado(por los políticos, se entiende, que son los que están allí, votando cosas políticas) 2) Que la nación no está sirviendo a Dios. 3) Que los masones van contra Dios (por el contexto, al hablar de la constitución, se entiende que usan la política para ello) 4) Que no es posible servir a dos amos (a Dios y a «otro amo»; Jesús se refería al dinero cuando usó la expresión) 5) Que hay que alabar a Dios (cosa que hace ella desde ese espacio político) 6) Que el que reina -el que de verdad tiene poder- es Jesucristo...
No es un «discurso incoherente». Para ser de apenas 20 segundos, es bastante concreto, interpela, llama la atención, hace pensar, ha llegado lejos, incide en la relación entre poder humano-político y derechos de Dios…
Lo que es profecía, según San Pablo Parece cumplir con la definición que da San Pablo de lo que es una profecía (en 1 Corintios 14): «hablar a los hombres para edificación y exhortación», «el que profetiza edifica a la iglesia», «anhelad el profetizar».
Es verdad que San Pablo añade «que todo se haga decentemente y con orden», y que Dianne Reidy comete un acto algo «desordenado» al tomar el micro sin permiso. Pero también es cierto que no era una infiltrada en el lugar, que saludó a la presidenta, etc…
Los ujieres la llevaron a que le examinara un médico, que avisó a su marido, un pastor protestante no denominacional, asombrado y perplejo, que a esas horas ya se había acostado. La soltaron en menos de una hora y está en «baja administrativa».
Una mujer equilibrada y profesional Una forma de examinar un mensaje es examinar al mensajero. Dianne envió un breve comunicado por escrito a Fox News dando algunos datos de lo que le había pasado: «durante dos semanas y media el Espíritu Santo me ha estado despertando en medio de la noche y preparándome, a través de mis dudas y reticencia, para entregar un mensaje en la Cámara del Congreso. Y eso es lo que hice».
Su marido ha hablado bastante en diversos medios. Sí, ella llevaba dos semanas levantándose a media noche para leer la Biblia, caminar, sin dormir. Sí, su familias es cristiana, leen la Biblia, perolevantarse a medianoche a leer la Biblia no es normal en su casa.
Sí, él veía que algo tenía muy inquieta a su mujer, pero ella no quería compartirlo, probablemente para que no le hicieran desistir. Y sí, él como pastor y marido le habría dicho que ni hablar de soltar un mensaje de Dios en medio del Congreso, pero que ahora que ya está hecho está muy orgulloso de ella. Insiste en que es una mujer «dulce» y «de cabeza muy equilibrada», que no va por ahí entregando mensajes divinos.
20 años como taquígrafa, 8 en el Congreso Recuerda que tiene 48 años, hace 20 años que trabaja como taquígrafa profesional, seria y reputada, y lleva 8 en el Congreso sin causar problema alguno. Incluso fue a trabajar en su momento con muchas náuseas y embarazada de gemelos, «con una bolsa por si acaso». Señala también que ella ni bebe, ni toma drogas, ni toma medicación, y que el médico no le ha encontrado nada raro.
Ella no sabía lo que iba a decir El mensaje no estaba preparado, explica él. Según le confesó su mujer después de los hechos,ella no sabía lo que tenía que decir. Ella sólo sabía que tenía que empezar a hablar. Dijo las palabras que sentía que el Espíritu Santo ponía en su boca.
Y cuando acabó, y todo pasó, sintió alivio. Ella lo comparó, dijo su marido, con su parto de gemelas: el alivio del final del parto, haber dado a luz a un mensaje que se había gestado con molestias durante semanas, y del que de hecho no sabes el aspecto que va a tener la criatura.
Dianne y su marido no han querido hacer exégesis o análisis del mensaje, la mención a los masones, etc… Por su parte, la prensa americana enseguida apuntó, ya desde las primeras informaciones, que «de los 39 hombres que firmaron la Constitución de EEUU se cree que 13 eranfreemasons[francmasones], miembros de una organización fraternal que se remonta a la Edad Media» (esta frase usan la mayor parte de noticias que cubren el evento).
«Aquí pasó algo» El congresista Gerry Connolly dijo que él conocía a la taquígrafa, que es apreciada en la casa: «hay mucha simpatía por ella; es claro que aquí pasó algo», dijo al Washington Post.
Un ayudante del partido republicano dijo a CNN: «Ella es conocida, una persona perfectamente agradable, una buena colega, alguien respetable, en quien puedes confiar, y esto ha sorprendido mucho a todos los que trabajan con ella. No sé, simplemente, se ´disparó´».
Pese a las simpatías, romper el decoro y protocolo es grave y no está claro el futuro laboral de Dianne, que tiene un sueldo anual de 126.000 dólares.
«Estoy encantada de haber cumplido la misión que Dios me encargó; me he librado de un gran peso. Era una carga muy dura de llevar, como puede usted imaginar», dijo ella al The New York Post.
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