«Juan Pablo II me liberó de Satanás»

La historia de Francesco, poseído por el demonio 

Habla un joven italiano, Francesco Vaiasuso, galerista de arte en Sicilia, que cuenta cómo estuvo 27 años poseído por una legión de demonios. 

Actualizado 9 septiembre 2012

Giacomo Galeazzi/Vatican Insider

Poseído por el demonio. Desde que tenía 4 años y hasta que cumplió 31, Francesco fue poseído por el diablo. Mejor dicho, por 27 legiones, es decir filas de su ejército, el ejército del mal. Después pudo liberarse. ¿Gracias a quién? A muchos exorcistas, obviamente. Pero además de ellos también recibió la ayuda fundamental de los santos, entre ellos Juan Pablo II, que se le apareció durante las crisis más violentas para consolarle y, al mismo tiempo, indicarle la salida. 

Poseído por 27 legiones de demonio

Se puede creer o no, pero si la historia de Francesco Vaiasuso (galerista de arte de 40 años en Álcamo, Sicilia), que aparece en el libro (“Mi posesión. Cómo me libré de 27 legiones de demonios”) que escribió con Paolo Rodari, vaticanista del periódico italiano “Il Foglio”, es verdadera, si de verdad Satanás ordenó, como sostiene el autor, que sus seguidores poseyeran su cuerpo durante todos estos años y si esta presencia maléfica fue derrotada por los santos, muchos de los que tienen dudas acerca de la existencia del mundo preternatural, un mundo malvado más allá de la vida material, y del mundo sobrenatural, podrían tener bastante material para reflexionar. 

El primer exorcismo

Las primeras manifestaciones de la presencia demoniaca fueron las enfermedades. Años de sufrimientos incurables, por lo menos según los médicos. 

Después un retiro espiritual en los montes Dolomitas de Sicilia. Fue un religioso jesuita el que intuyó que los malestares que sufría Francesco, tal vez, podían ser, más que naturales, espirituales. Así que le invitó a recitar una oración con él, que fluía sin dificultades, hasta que el religioso le pidió que renunciara al “espíritu de mediumnidad”. «Renuncio al espíritu de mediumnidad», le dice. Fracnesco trataba de repetir: «Renuncio al… al…». Pero no salía ningún sonido de su boca. Con un esfuerzo inhumano, finalmente, logró decir: «Espí… espí… espí…». No pudo pronunciar la palabra “espíritu”. 

Con el exorcista de Palermo

Lentamente, después de varios minutos, logró pronunciar otra palabra que parecía algo como «medianía». En realidad era un conjunto de sílabas sin sentido. También comenzaba a babear un poco. El religioso le ofreció un pañuelo para que se secara. Era solo un síntoma, nada más, de que algo oscuro habitaba en su interior. 

Francesco estaba de acuerdo, por lo que pidió a algunos religiosos de confianza que le dieran un consejo. Y así fue como llegó a hablar con el padre Matteo La Grua, un importante exorcista de Palermo. 

Perdía el control ante el exorcista

La primera vez que se encontraron fue dramática. Francesco, ante el exorcista, perdió completamente el control. Babeaba, gritaba, sentía que algo o alguien estaba dentro de sí y que lo controlaba. Pero no había perdido su lucidez, comprendía lo que estaba sucediendo y que no era él el que reaccionaba de esa forma tan violenta. 

Consciente durante el exorcismo

Y esta, como habría entendido tiempo después, es la particularidad de su caso: un caso único de lucidez; un poseído, sí, pero siempre consciente, incluso durante los exorcismos más difíciles. Sí, los exorcismos, porque Francesco sufrió cientos de ellos, durante años. Los mejores exorcistas sicilianos trataron de ayudarlo pero no obtuvieron resultados convincentes. 

Santos que acudían a consolarlo

Pero Francesco también recibió otro tipo de ayuda. Y, que quede claro, Francesco no pretende convencer a nadie. Sin embargo, él mismo sostiene que durante los exorcismos, antes de la liberación definitiva, llegaban los santos a apoyarlo y consolarlo. Durante las posesiones más violentas, en un cierto momento, su rostro cambiaba de expresión radicalmente y se serenaba. 

El Padre Pío también lo consolaba

Sucedía cuando los santos, entre los que estaba San Pío de Pietrelcina, bajaban del cielo para consolarlo: «Francesco, también yo sufrí mucho, como tú», le habría dicho una vez el padre Pío. 

«Pero tu sufrimiento está ayudando a muchas personas. Resiste, dentro de poco estarás libre». 

Juan Pablo II le lleva al cielo

Y después Juan Pablo II. Sus apariciones son de lo más irreal y, al mismo tiempo, prodigioso que se pueda imaginar. Un día, Juan Pablo II lo habría llevado al cielo. Aquí, en la tierra, su cuerpo se habría quedado completamente disociado ante un sacerdote que rezaba por él. Arriba, en el cielo, su alma dialogaba con Juan Pablo II, que, vestido como el día de su elección como sucesor de Pedro, le dijo: «Tú debes ir ahí», señalando un punto preciso. Francisco se giró para ver hacia dónde señalaba y vio la Plaza San Pedro, llena de peregrinos hasta la Vía de la Consolación. 

Un misterio…

¿Este libro trata de llegar también a la Iglesia, a la Iglesia que le cuesta creer en la existencia de Satanás? Es difícil decirlo. Al final, permanece la sorpresa, la expectación por comprender por qué y cómo, desde que tenía 4 años, Satanás entró al cuerpo de Francesco

Un enigma que se va revelando página tras página, la aventura de Francesco que descubrió, pocos días antes de la liberación, que todo se había originado en su interior.

Una joven salva la vida de su bebé

La italiana Chiara Corbella 

Una joven salva la vida de su bebé pero muere por retrasar su tratamiento del cáncer 

Tuvo dos hijos con malformaciones que murieron horas después de nacer. El tercer embarazo venía bien… pero esta vez la enferma era ella. 

Actualizado 21 junio 2012 

Zenit / ReL 

El pasado sábado, en la iglesia de Santa Francisca Romana de Roma, se celebró el funeral por la joven Chiara Corbella, tras un calvario de cerca de dos años provocado por un tumor. Una ceremonia que no fue nada fúnebre, una gran fiesta en la que participaron cerca de mil personas que llenaron la iglesia cantando y aplaudiendo desde la entrada del féretro hasta su salida.

La de Chiara es una historia extraordinaria que se ha difundido por la red, tanto que el video en Youtube que reproducimos abajo ha sumado decenas de miles de visionados en apenas unos días.

Esta joven romana de solo 28 años, bella, luminosa, con la sonrisa siempre en los labios, murió por retrasar el tratamiento que habría podido salvarla, con tal de llevar a término el embarazo de Francesco, un niño deseado desde el primer momento de su matrimonio con Enrico.

Dos embarazos fallidos… y llegó Francesco
No era el primer embarazo de Chiara. Los dos anteriores acabaron con la muerte de los niños a las pocas horas de nacer. A ambos se les habían detectado graves malformaciones desde las primeras ecografías.

Sufrimientos, traumas, sentimiento de desánimo… pero Chiara y Enrico nunca se cerraron a la vida, con lo que tras algún tiempo llegó otro embarazo: Francesco. Esta vez las ecografías confirmaban la buen salud del niño. Sin embargo al quinto mes a Chiara los médicos le diagnosticaron una lesión de la lengua que tras una primera intervención se confirmó como la peor de las hipótesis: un carcinoma.

Desde entonces, una dura lucha. Chiara y su marido, sin embargo, no perdieron la fe y “aliándose” con Dios decidieron una vez más decir sí a la vida. Chiara defendió a Francesco sin pensárselo dos veces y corriendo un grave riesgo, retrasó su tratamiento para llevar adelante la maternidad. Sólo tras el parto la joven pudo someterse a una nueva intervención quirúrgica más radical y luego a los sucesivos ciclos de quimio y radioterapia.

La mujer venció al dragón

Francesco nació sano y guapo el 30 de mayo de 2011; pero Chiara, consumida hasta perder incluso la vista del ojo derecho, pasado un año no lo superó. El miércoles pasado, hacia mediodía, rodeada de parientes y amigos, acabó la batalla contra el “dragón” que la perseguía, como ella definía el tumor, en referencia a la lectura del Apocalipsis.

Como, sin embargo, se lee en la misma lectura -elegida no por casualidad para la ceremonia fúnebre- una mujer ha vencido al dragón. Chiara, en efecto, habrá perdido su combate terreno pero ha ganado la vida eterna y ha dado a todos un verdadero testimonio de santidad.

Una segunda Gianna Beretta Molla”, la definió el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, que quiso rendir homenaje con su presencia a Chiara, a la que había conocido hace unos meses junto a Enrico.

“La vida es como un bordado del que vemos el revés, la parte desordenada y llena de hilos –dijo el purpurado-, pero de vez en cuando la fe nos permite ver un borde de la parte derecha”. Es el caso de Chiara, según el cardenal: “Una gran lección de vida, una luz, fruto de un maravilloso designio divino que se nos escapa, pero que existe”.

“Yo no sé lo que Dios ha preparado para nosotros a través de este mujer –añadió-, pero es seguramente algo que no podemos perder; por ello recojamos esta herencia que nos recuerda dar el justo valor a cada pequeño o gran gesto cotidiano”.

Murió serena y feliz

“Esta mañana estamos viendo lo que hace dos mil años vivió el centurión, cuando viendo morir a Jesús dijo: Este era verdaderamente el hijo de Dios”, dijo en su homilía fray Vito, joven franciscano, conocido en Asís, que asistió espiritualmente a Chiara y a su familia en el último periodo. “La muerte de Chiara ha sido el cumplimiento de una plegaria”, añadió. La joven, contó el fraile, “tras el diagnóstico médico del 4 de abril que la declaraba enferma terminal, pidió un milagro: pero no la curación, sino la paz para vivir estos momentos de enfermedad y sufrimiento, tanto ella como las personas más cercanas”.

“Y nosotros –dijo fray Vito visiblemente emocionado- hemos visto morir a una mujer no sólo serena sino feliz”. Una mujer que vivió gastando su vida por amor a los otros, llegando a confiar a Enrico: “Quizá en el fondo no quiero la curación. Un marido feliz y un niño sereno sin su mamá son un testimonio más grande que una mujer que ha superado la enfermedad. Un testimonio que podría salvar a tantas personas…”.

A esta fe Chiara llegó poco a poco, precisó fray Vito, “siguiendo la regla asumida en Asís por los franciscanos que tanto amaba: pequeños pasos posibles”. Un modo, explicó, “para afrontar el miedo del pasado y del futuro frente a los grandes eventos, y que enseña a empezar por las cosas pequeñas. Nosotros no podemos transformar el agua en vino, pero sí empezar a llenar las tinajas. Chiara creía en esto y esto la ayudó a vivir una buena vida y por tanto una buena muerte, paso a paso”.

Todos los asistentes se llevaron de la iglesia una plantita –por voluntad de Chiara, que no quería flores en su funeral sino que cada uno recibiera un regalo- y en el corazón un “pedacito” de este testimonio, orando y pidiendo la gracia a esta joven mujer a la que quizá un día llamarán beata Chiara Corbella.