SEIS HORAS EN CUIDADOS PALIATIVOS, SONRIÉNDOLE A LA MUERTE

 

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(En la imagen, Esther Martín, Thamar Capel, M.ª Victoria Galindo, Eduardo García y Álvaro Gándara. Foto: Enrique Villarino. El Confidencial)

Tanto en España como en otros países del llamado mundo desarrollado, asistimos a un obsesiva pretensión de conducir la preocupación por el tratamiento de los enfermos terminales hacia la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido.

Hay, sin embargo, una alternativa para el verdadero servicio a la dignidad del ser humano hasta el final de la vida: la universalización de unos cuidados paliativos integrales y de calidad.

El emocionante reportaje de Ángela Sepúlveda publicado en El Confidencial sobre la experiencia de la Unidad de Cuidados Paliativos de la Fundación Jiménez Díaz, de Madrid, es bien expresivo de lo que con insistencia reclamamos desde la iniciativa VIDADigna de Profesionales por la Ética.

Este testimonio informativo, que reproducimos íntegro más abajo, es también un merecidísimo reconocimiento hacia todo el personal que día a día se entrega a los enfermos y a sus familiares en las unidades de cuidados paliativos. A este reconocimiento queremos también sumarnos desde nuestra asociación.

Fundación Jiménez Díaz

Compartimos una jornada con el equipo de la Fundación Jiménez Díaz (Madrid) para saber cómo se mantiene el ánimo mientras se trabaja con enfermos terminales

Ángela Sepúlveda / El Confidencial, 19.06.2016

Hay una palabra pronunciada por un médico que produce tantos escalofríos en un paciente como la del cáncer. En realidad dos, cuidados paliativos. Cáncer es un bajón moral y una lucha contra la enfermedad sin saber el resultado de la batalla. Paliativos significa el fin, no hay cura. Se acabó. Ha ganado Ella, la muerte.

Me dispongo a pasar seis horas con el equipo de cuidados paliativos de la Fundación Jiménez Díaz en Madrid -curiosamente donde el doctor Madrid Ariasempezó a experimentar con el alivio del dolor crónico- para saber cómo es su trabajo. Cómo se levanta uno cada mañana sabiendo que tendrá que estar cara a cara con Ella. La muerte es un elemento más de esta historia aunque con el paso de las horas me daré cuenta de que no es la protagonista.

Aparezco en la unidad 34 con algo de miedo. Seis horas viendo a pacientes y conociendo sus historias finales me estremecen. Y la primera, en la frente. MientrasEduardo García, médico de la unidad y mi guía, me explica cómo se distribuye la atención paliativa en la Comunidad de Madrid, aparece un hombre sonriente con traje, que le da un papel. Hablan amistosamente. El papel se ha quedado encima de la mesa y lo miro de reojo, un certificado de defunción. Eduardo se ha dado cuenta de mi mirada. “Es nuestro pan de cada día”.

Minutos más tarde me cuenta la historia de la fallecida. Una señora de 100 años que hasta que tuvo 99 estuvo en su pueblo jugando a las cartas y que llegó a aguantar la boda de una nieta hasta las 06:00 de la mañana. Falleció horas después de que otra nieta, su favorita, llegara de Sudamérica para verla. Con este ejemplo, Eduardo me acaba dando una lección: aquí lo importante no es qué dolencias tiene el paciente o de qué se muere. Aquí lo importante es su vida, la que ha tenido y la que le queda hasta que Ella venga a ponerle fin. Todos los miembros del equipo trabajan para que el enfermo y sus familiares vivan sin dolor -físico y moral-, y disfruten de sus pasiones hasta que esto se acabe. 

Tres médicos, una decena de enfermeras, una trabajadora social, dos psicólogos… Este equipo es un lujo en la Comunidad de Madrid. No todos disponen de tanto personal. Y ni qué decir tiene en España. 50.000 personas mueren cada año en España sin atención paliativa, “un sufrimiento evitable”, llegó a decir Álvaro Gándara, jefe del servicio de paliativos de este hospital, en una rueda de prensa. Pero aquí también aportan mucho los auxiliares de enfermería y las limpiadoras. “Son los que más tiempo pasan con el enfermo y a veces nos avisan de cosas que nosotros no vemos”, cuenta Eduardo.

Asisto a la reunión que hacen todos los días para hablar de la situación de cada paciente. “Aquí no son el de la 12 o el de la 6. Aquí se les llama por su nombre”, me chiva Eduardo. Se comentan las dolencias de cada paciente, si sabe en qué situación están o la familia se lo ha ocultado… Las historias médicas se combinan hoy con café y bollos para el desayuno. Toca despedir a Thamar Capel, médico externo que ha pasado un mes aprendiendo el trabajo de la unidad. Reconoce que al principio no tenía ganas de venir a paliativos y ahora el mes le ha sabido a poco. “Hay mucho desconocimiento sobre este trabajo, incluso entre los médicos”, explica.

“Deberían de dar más formación en la universidad sobre empatía”, reflexiona Eduardo. Lo dice quien además de médico ejerce de confidente de los pacientes. Todos cuidan al milímetro la comunicación no verbal. “Visitamos al enfermo con la familia dentro y nunca damos información en el pasillo”, cuenta. Tampoco hablan con el paciente de pie porque da sensación de autoridad. Se sientan y les miran de tú a tú. “Necesitamos volver atrás, a la medicina clásica, cuando el médico tenía tiempo para hablar con sus pacientes”, explica Álvaro Gándara, el jefe de la unidad.

No esquivan ninguna pregunta. “Somos un poco gallegos. Si me preguntan cuándo se van a morir les pregunto por qué piensan eso, si les asusta el final o en qué les puedo ayudar”, me cuenta Eduardo. “Hay una comunicación progresiva, no le decimos el primer día que se va a morir”. Lo compruebo en primera persona. Le acompaño a él, la psicóloga Esther Martín, la trabajadora social Susana Romero y la doctora residente Thamar hasta una habitación. El paciente -A.- nos recibe sentado en su cama. El color amarillento de su piel evidencia su estado. Hablan de cómo se encuentra pero acaba saliendo la pregunta. “Doctor, ¿cuánto…?”. Todos miramos la escena pero estamos fuera del cuadro, Eduardo y A. están solos. El paciente quiere “dejar todo atado”. “¿Por qué no vas solucionándolo independientemente del tiempo?”, le sugiere el doctor.

A. pregunta si puede irse a casa porque el hospital le agobia. Eduardo busca una solución intermedia. Se quedará el fin de semana en la Jiménez Díaz y volverá a casa el lunes. “Y mientras podemos darte permiso para ir a la cafetería”. Aunque A. intenta negociar con el doctor, acaba resignándose. “No me extraña que quiera irse, tiene una terraza impresionante con miles de plantas”, cuenta la trabajadora social cuando salimos de la habitación. Los cuidados paliativos de atención en domicilio le conocen desde hace unos meses. La trabajadora social, Susana, es el enlace entre domicilio y hospital y cuida de que paciente y familia estén en un ambiente adecuado.

Tras la charla, donde el silencio es tan importante como las palabras, le auscultan y acuerdan administrarle algo para que pueda dormir mejor por la noche. Se apuesta por el descanso de los pacientes, nunca por la sedación si no es estrictamente necesario.

Mientras escribo este artículo recibo un mensaje de Eduardo. El paciente ha fallecido menos de una semana después de haberle visitado. Sin embargo, el trabajo de los paliativos no ha acabado. Hay un seguimiento del duelo y al mes del fallecimiento se le manda una carta a la familia mostrando sus condolencias. Estas cartas, recordando detalles personales, son, a veces, imprescindibles para parejas, hijos y padres.

Los paliativos no son de piedra

“Llevo 10 años en esto y tengo claro que es algo vocacional”, se confiesa mi guía en esta visita. No son de piedra y hay momentos de debilidad, por eso los psicólogos del equipo también trabajan con sus compañeros. El dolor es grande cuando los pacientes son jóvenes. “Hace unas semanas lloré otra vez. Una mujer con 50 años, a quien habían frito en la quimioterapia y con apenas 30 kilos de peso, me dijo ‘déjenme morir, tengan piedad’. Falleció a las 24 horas”.

Tania Cardín, enfermera en paliativos desde que comenzó esta unidad -tres años-, tuvo que volver a trabajar tras un mes de baja por el fallecimiento de su padre. “Me preguntaba cómo podría volver aquí tras la pérdida”. Pero volvió y descubrió que las herramientas con las que había trabajado en la unidad le sirvieron para ayudar a su familia. Acaba de sacarse el máster en cuidados paliativos. “En urgencias salvas vidas pero aquí siento que ayudo de verdad”, cuenta mientras atiende a los pacientes que llaman desde sus habitaciones.

Parece poco creíble pero la positividad dirige los hilos de este grupo. Acompaño a Eduardo a ver a otro paciente. Esta vez vamos solos porque J. tiene cáncer pero ha decidido no tratarse. Ha pasado demasiadas horas en el hospital con su mujer, también con esta enfermedad, y no quiere seguir por ese camino. Quiere pasar el mayor tiempo posible en Soria, cultivando su huerto y recogiendo setas. Hablar de ello es lo único que le ilumina la cara pero se ensombrece al recordar la enfermedad de su mujer. Le escucha atento su hijo. Eduardo solo ha pasado a la habitación para preguntarle qué tal se encuentra y darle el alta. Suena su teléfono, hay un nuevo paciente que atender y sale de la habitación. J. sigue hablando de su huerto.

Esta unidad está llena de anécdotas de vida. Como la del propio soriano, que acabó llorando en presencia de la psicóloga y junto a su hijo cuando hablaron del gran legado que le dejaba el padre, su constante lucha, día tras día. O el hombre que escribió a cada hijo un diario personalizado, con fotos y experiencias. O cuando hicieron posible que otro pudiera bajar al bar de enfrente a comerse unas gambas, que era lo que más le apetecía en este mundo. “Esas son las cosas que te llenan”, me comenta la doctora M.ª Victoria Galindo, preocupada porque todavía me pueda ir con una visión pesimista de su trabajo.

Aún queda ver a una paciente anciana cuyo sueño es volver al quiosco que regentó durante años y ahora es de su hijo. La doctora Galindo le promete que hablará con su familia para cumplir su deseo mientras no le suelta la mano. El contacto aquí es fundamental. También visitamos a una enferma mayor que la noche anterior se escapó de la habitación para irse a cenar a casa y cuya hermana, de una edad similar, quiere llevársela con ella. El equipo no está muy convencido de esta solución. “Cuando no vemos a los familiares capacitados tomamos la mejor decisión para el enfermo”, apunta la trabajadora social.

Son las 15:00 horas y mi turno ha acabado. A ellos les toca el trabajo más administrativo, rellenar los informes médicos. Es viernes y pacientes y familiares estarán atendidos por el equipo de fin de semana, incluida una psicóloga. Si ya están en casa, podrán llamar a un teléfono que les atiende 24 horas. Sin llegar a decirlo, y a pesar de ser una obviedad, el equipo me transmite la importancia de vivir cada minuto, incluso cuando estás en tiempo de descuento. Y para eso están ellos, la unidad de paliativos, para que el enfermo pueda exprimir cada segundo.

Cuidados paliativos especiales al final de su vida

En España cerca de 130.000 pacientes necesitan cuidados paliativos especiales al final de su vida

En España cada año unos 250.000 pacientes tiene su enfermedad en fase avanzada o terminal, de ellos se estima que 130.000 necesitan cuidados paliativos especiales al final de su vida, sin embargo, alerta el doctor Javier Rocafort, director médico de la Fundación Vianorte-Laguna, actualmente, no se cuenta con un Área de Capacitación Específica en Medicina Paliativa que ayude a atender como corresponde la demanda.

26 de noviembre de 2013

(EUROPA PRESS)

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En Europa ya existen 13 países en los que hay especialidad y Subespecialidad en Cuidados Paliativos, y, explica a Europa Press, «si nos consideramos un país europeo, debería regularse la forma en que se garantiza que un profesional sabe lo suficiente como para atender la fase final de una enfermedad cuando ésta es compleja».

No obstante, sin esta acreditación formativa, España se encuentra en la media de los países europeos aunque, advierte, «una de las cuestiones por las que no está a la cabeza del ranking es precisamente la falta de una especialización en paliativos».

Actualmente, de las 43 facultades de medicina, solo la mitad imparten asignaturas optativas de Paliativos, y únicamente hay 6 con programas formativos obligatorios. Sin embargo, «los cuidados paliativos son un derecho para todos los españoles», desde el momento en el que existe una Estrategia Nacional en Cuidados Paliativos para el conjunto del Sistema Nacional de Salud (SNS), probada por unanimidad en el Consejo Interterritorial en 2007.

«La estrategia es asumida por todas las comunidades autónomas y casi todas han desarrollado planes completos de cuidado palitaivos», afirma, aunque «todavía quedan huecos por cubrir que nos equiparé a otros países europeos».

A nivel de la asistencia en España, entiende que el hecho de que los cuidados paliativos sea una disciplina «joven», sumado a la crisis que afecta desde hace años al país, han provocado que «haya zonas de España donde no hay una previsión completa y otras zonas donde hacen falta más equipos de paliativos».

«Los equipos están bien compuesto por profesionales capacitados pero sin un área de capacitación no podemos garantizar que el cien por cien de los equipos este compuestos por profesionales capacitados», afirma Rocafort, quien señala que «los ciudadanos españoles se merecen que la Administración garantice que los sistemas de selección, para conseguir profesionales adecuados, sean sistemas serios, basados en un título para desempeñar esta profesión».

Esta petición no es nueva, desde la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, así como desde organizaciones profesionales y familiares ya se ha realizado esta demanda que, por otra parte, «ha sido bien recibida desde la Administración y los grandes grupos políticos, así como desde el resto de sociedades médicas».

Precisamente, con el objetivo de dar a conocer aún más la situación de estos profesionales el Hospital Centro de Cuidados Laguna se ha organizado una Jornada sobre Especialización en Cuidados Paliativos. «Queremos poner de manifiesto, uniendo a todas las partes implicadas en una posible capacitación, que se puede hacer y que no hay barreras para llevarlo adelante, ya que hace falta en España», añade.

DOLOR FÍSICO Y PSICOLÓGICO

El objetivo de los cuidados paliativos es mejorar la calidad de vida de pacientes y familias que se enfrentan a los problemas asociados con enfermedades amenazantes para la vida, a través de la prevención y alivio del sufrimiento por medio de la identificación temprana e impecable evaluación y tratamiento del dolor y otros problemas, físicos, psicológicos y espirituales.

Los equipo de cuidados paliativos están compuestos por profesionales de medicina y enfermería, así como psicólogos e incluso asistentes sociales. «Cuando la situación del paciente no se puede controlar con los medios clásicos requiere una atención especial», explica.

Es decir, «cuando un paciente no tiene una situación compleja, no hay problema porque no necesitan un equipo especializado de paliativos», sin embargo existe un gran número de pacientes que deben de afrontar «el dolor, la disnea, la angustia, y problemas sociales e incluso con la información que reciben» a los que se les debe ofrecer garantías de control de los efectos que le genera su enfermedad.

«La medicina paliativa, con distintos tipos de estrategia ha conseguido poder garantizar el control de cualquier síntoma hasta un nivel de control completo o muy soportable, en el que un síntoma grave se convierte en un síntoma leve», añade, al tiempo que destaca que su objetivo es «conseguir un grado de dolor muy aceptable y perfectamente soportable».

«Esto se puede conseguir siempre cuando interviene un equipo de palitivos por muy complejo que sean los síntomas», afirma Rocafort, quien destaca que en España existe mucho nivel entre los profesionales.

Cerca del 60 por ciento de los enfermos en fase terminal puede presentar dolor, mientras que de ellos el 35 por ciento los sufre de modo grave o severo, según una revisión de datos de estudios sobre prevalencia del dolor en enfermos que sufren enfermedades terminales en España. Como ejemplo, destacan problemas respiratorios afectan a entre el 70 y 90 por ciento de los pacientes con cáncer durante la última semana de vida, sobre todo se ven afectados por la sensación de asfixia.

Más a allá del dolor físico, se encuentra e estado psicológico de estos pacientes, así se sabe que en el 30 por ciento casos los pacientes en fase avanzada pueden sentir desánimo, mientras que el 43 por ciento presentan niveles elevados de angustia que necesitan el apoyo de profesionales.

«Esta situaciones demandan que los profesionales que les atienden sean muy competentes. Estamos poniendo toda la atención en una situación muy delicada y, por tanto, el manejo de estos síntomas debe ser exquisito», ha explicado reiterando que la importancia del desarrollo de un Área de Capacitación.

Por otra parte, destaca el beneficio que puede suponer en cuanto al ahorro la puesta en marcha de unidades de Cuidados Paliativos. Así, se ha estimado un ahorro que podría suponer un 40 por ciento, ya que favorece el control sobre las prescripciones farmacéuticas y pruebas complementarias.

Creencia religiosa al final de su vida

Jornada de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos

Más del 90% de las personas tienen algún tipo de creencia religiosa al final de su vida

Para Javier Rocafort, presidente de la Sociedad, «se asume mejor el final de la vida cuando uno tiene la expectativa de que esto no se acaba aquí».

Actualizado 13 mayo 2011

S. Carbonell/Última Hora

«Más de 90 % de los ciudadanos que son atendidos en unidades de cuidados paliativos tienen algún tipo de creencia religiosa fuerte cuando están próximos al final de la vida, lo que les ayuda a aceptar mejorar la llegada de la muerte», afirmó ayer Javier Rocafort, presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal).

«La experiencia y la ciencia nos dice que se asume mejor el final de la vida cuando uno tiene la expectativa de que esto no se acaba aquí, que continúa en otro lado», añadió Rocafort en el acto de presentación de la IX Jornada Nacional de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos que se celebra ayer y hoy en Palma con la participación de más de 700 expertos, con el lema central de la espiritualidad en la clínica.

El encuentro que ha sido promovido en estrecha colaboración con la Obra Social La Caixa, una institución que impulsa la atención integral y espiritual a los enfermos avanzados y que ya ha atendido a 2.000 enfermos y familiares en Balears.

Por otra parte el director general de Planificació i Financiació de la Conselleria de Salut, Juli Fuster, explicó que desde hace cuatro años se impulsa en las Islas la estrategia de cuidados paliativos, que ha permitido, entre otras cosas, la formación específica de más de 200 profesionales de Balears. En 2010 un total de 618 personas estuvieron hospitalizadas en las unidades de paliativos del IB-Salut y 283 en el Hospital Sant Joan de Déu.

Cuidados paliativos

Cuidados paliativos, vivir con calidad de vida lo que queda

Más de la mitad de los 400.000 españoles que mueren cada año necesita cuidados paliativos al final de su vida, pero entre 50.000 y 60.000 no reciben la atención adecuada. En España unos 400 equipos y unidades que se dedican a cuidar a los pacientes en la recta final, pero según los expertos debería llegarse a los 700. El Gobierno ha anunciado una nueva ley de paliativos para marzo. El Hospital Centro de Cuidados Laguna (Madrid) es uno de los dos únicos hospitales dedicados a estos cuidados que van más allá de paliar el dolor del enfermo y de su familia. Manuel lleva cuatro meses ingresado en él por un cáncer de pulmón. Teresa perdió a su hermana Amelia hace más de un año por un tumor de mama. El doctor Rocafort incide en que los cuidados paliativos son una «búsqueda intensa» hacia la felicidad de los pacientes.