Por qué (y cómo) dar una segunda oportunidad a tu matrimonio

Los milagros existen, pero hay que trabajar para hacer que sucedan

La mala noticia es que el matrimonio perfecto -sin problemas- no existe y que ese cuento que desde niños nos repetían, “y fueron felices para siempre” es solo eso, un cuento. La buena es que, aunque sea imperfecto y existan diferencias, tu matrimonio puede -y debe- ser “un matrimonio feliz”.

Pero, ¿qué es lo que sucede cuando ya te encuentras en una relación donde de manera repetitiva hay conflictos los cuáles cada vez se tornan más severos e intensos? No se saben comunicar porque comienzan hablando serenamente y terminan en ofensas y/o agresiones.

Después viene la reconciliación -muchas veces llena de pasión- y se juran que no vuelven a perder el control, se repiten que se aman y se piden otra oportunidad.

O bien, en una relación tibia donde incluso ya ni discuten y simplemente se ignoran porque hasta hablarse les da pereza. El amor, la pasión y todo eso que alguna vez los unió pareciera que se fue por la ventana y “sienten” que ya no son felices.

Y así se les pueden ir años o la vida entera en una relación “cíclica, tóxica, viciada y vacía” donde probablemente terminarán no como en los cuentos de hadas sino al revés, “fueron infelices” para siempre. ¿De verdad así quieren seguir viviendo su matrimonio? ¡Abran los ojos! Hay algo más allá de todo eso. Hay muchas soluciones y el divorcio no es una de ellas.

Somos novios y queremos estar juntos todo el día. Pasa el tiempo y nos urge casarnos para no despegarnos ni un solo momento. Y cuando ya estamos dentro, nos urge salir porque no somos lo suficientemente maduros para reconciliar nuestras diferencias.

Todos tenemos defectos de carácter, temperamentos muy particulares y enormes áreas de oportunidad y no a los primeros conflictos vamos a terminar con una relación que nos brinda más cosas positivas y de valor que negativas.

Elegimos comprometernos y formar una familia con esa persona de la que alguna vez nos enamoramos y luego elegimos amar de manera libre. Le juramos en el altar -con Dios y la comunidad como testigos- amor hasta que la muerte nos separe, “en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarle y respetarle todos los días de nuestras vidas”.

Las segundas oportunidades siempre son válidas y muy valiosas. Vale la pena apostar por nuestro matrimonio. En algún momento tuvimos sueños en común como tener hijos y ser “uno” hasta la muerte.

En el plan de Dios está que nuestro matrimonio se salve. No porque así “deba de ser”, sino porque se trata de que juntos, sin perder personalidad e independencia y soltando cualquier ego, reencontrando esos puntos de unión, volvamos a ver los dos hacia una misma dirección buscando y encontrando un fin común: llegar juntos al cielo siendo uno el medio de santificación del otro.

Para lograr esto se requiere poner de acuerdo a nuestra mente y corazón y no dejarnos llevar por cosas como “es que siento que ya no lo quiero y no me hace feliz”. Necesitamos hacernos responsable del compromiso de vida que tenemos con esa persona a la que desposamos recordando que no nos casamos para que nos hicieran felices (mucho menos infelices), sino para nosotros hacer feliz y santo a alguien más.

Es ser menos egoístas y más altruistas. Es decir, fijarnos en las necesidades de nuestro cónyuge y hacer a diario pequeños actos heroicos que le demuestre lo importante que es para nosotros.

Muchas veces es necesario que el matrimonio toque fondo para que el resurgir sea lo más enriquecedor posible. Cuando en una relación hay discrepancias, esas mismas diferencias hay que utilizarlas para crecer e identificar qué heridas de la infancia hay que sanar y que áreas de oportunidad existen.

Cuando realmente tomamos conciencia de que las actitudes del cónyuge que nos detonan son áreas personales que necesitamos trabajar nos saldremos de nuestro papel de víctimas para hacernos responsables de la parte que nos corresponde. Aquí aplica lo que san Agustín sugería: “Procura adquirir las virtudes que crees que faltan en tus hermanos y ya no verás los defectos, porque no los tendrás tú”.

Este despertar de la conciencia es maravilloso porque realmente nos daremos cuenta de que los únicos responsables de que seamos felices somos cada uno de nosotros.

Esa misma felicidad -la cual es una actitud de vida y una decisión personal- llegará a su plenitud gracias al amor que nosotros le comunicaremos a nuestro cónyuge por medio de nuestro servicio incondicional porque nadie tiene amor más grande que aquel que está al servicio del amor.

¡Claro que vale la pena! ¿Pena? ¡Sí! Porque todo cambio trae consigo un trabajo profundo el cual muchas veces costará mucho esfuerzo y sacrificio. Después y a su tiempo esa “pena” se volverá aprendizaje y gozo.

La relación cambiará y mejorará únicamente cuando sus componentes -ambos cónyuges- tomen el compromiso personal de hacerlo sin esperar a que el otro lo haga. Esto no se dará por arte de magia. Es por eso que hay puntos básicos a tomar en cuenta para que estos cambios sean sustanciales:

Invitar a Dios. Un matrimonio se rescata de rodillas. Es decir, mucha oración. Se necesita de mucha humildad, valentía, fortaleza y caridad sobrenatural para mover la voluntad hacia lo que le conviene a nuestra alma y matrimonio.

Acaba con tus problemas y no con tu matrimonio. Haz conciencia de que la relación no es el problema. El problema eres tú y tu cónyuge, cada uno con sus defectos o heridas internas las cuales son producto de su historia personal. Este es un trabajo individual el cual requiere de mucha humildad y honestidad consigo mismo porque ni tú le vas a cambiar ni tu cónyuge tiene la capacidad de hacerlo. Si no se reconocen las áreas de oportunidad que hay en cada uno y trabajan para sanar las heridas personales y de pareja, difícilmente la relación se salva.

Voluntad. Desear cambiar para crecer como persona y trabajar en ello. Cambias tú y por ende cambia la relación. De nada sirve haber tomado conciencia de que tienes hábitos que ponen en riesgo tu relación si no estás dispuesto a dejarlos. Cuando hay un “para qué”, los “cómo” se manifiestan y los caminos se abren. Aquí es muy importante que no te sueltes de Dios.

Buscar y encontrar apoyo externo. Lo explico con un ejemplo. Una persona codependiente tiene la conciencia de ahogar y controlar a su pareja. Tiene la voluntad de cambiar y de ya no lastimarle con sus chantajes, pero no tiene la menor idea de cómo hacerlo. Es aquí donde entra el apoyo externo. Hay herramientas y personas capacitadas (libros, terapias, sacerdotes, talleres, psicólogos, coaches, etc.) que les brindarán el apoyo necesario para generar estos cambios y que les pueden acompañar en el proceso.

Esperar con calma. Roma no se hizo en un día por lo que la paciencia, la fortaleza y la perseverancia son vitales para que estos cambios se generen. No se cambia de la noche a la mañana. Cuando te comiences a desesperar piensa que todo lo que estás haciendo es para alcanzar sueños maravillosos: ser mejor persona y rescatar lo que parecía irrescatable.

Recompensa. ¿Cuál es tu verdadera motivación para cambiar? La más importante, revivir eso que parecía muerto y rescatar esa familia, ¡tu familia! Por supuesto que tu cónyuge también es un incitante maravilloso. Sin embargo, si solo cambias por darle gusto y no le pones amor y generosidad, esos cambios no serán reales, no echarán raíz y pronto te llegará el cansancio. Otro buen estímulo para generar esos cambios positivos pudiera ser el que vivirás más en paz y en armonía contigo y por ende con todo lo que te rodea. Vale la pena que el mundo conozca la mejor versión de ti. Piensa, ¿cómo te gustaría ser recordado? ¿No te motiva pensar que el día que ya no estés en este mundo puedas dejar huellas y no cicatrices?

Tu matrimonio es tu medio de santificación y tu camino al cielo. ¿Estás siendo tú ese camino para tu cónyuge? Los milagros existen, pero hay que trabajar para hacer que sucedan. Como dice el dicho: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Así que “termina con tus problemas y no con tu matrimonio”.

Claro que el amor todo lo puede y con Dios por delante el éxito está asegurado. Tomando como modelo a la Sagrada Familia, agota todas las herramientas y recursos a tu alcance para hacer de tu matrimonio imperfecto, tu perfecta fuente de felicidad y de paz y convertir tu hogar un lugar luminoso y alegre.

Luz Ivonne Ream, coach Ontológico/Matrimonio/Divorcio Certificado. Especialista Certificado en Recuperación de Duelos. Orientador Matrimonial y Familiar.

Sugirió la pornografía para salvar nuestro matrimonio

El porno redujo nuestras relaciones sexuales a la mera gratificación

Es un asunto muy personal y me resulta difícil escribir sobre ello, pero necesito desesperadamente consejo. Mi marido y yo llevamos 12 años casados y ya no somos tan cariñosos como antes. Antes nos acurrucábamos en el sofá, nos cogíamos de las manos y nos abrazábamos. Echo de menos ese afecto. Nos hemos vuelto distantes físicamente y tampoco tenemos sexo de forma regular. Pueden pasar meses sin que intimemos. Él querría más sexo y yo simplemente querría más cariño. Estuve en una época muy preocupada por nuestro matrimonio, así que cuando él accedió a que fuéramos a pedir consejo profesional yo estaba exultante.

Para empeorar las cosas, la consejera que nos recomendó mi cuñado nos dijo que para mejorar nuestra vida sexual deberíamos incluir el porno en nuestro acto amoroso. No soy ninguna mojigata, pero hasta yo sé que nuestro problema va más allá de únicamente tener un sexo más excitante. Cuando le dije lo que opinaba a la terapeuta, respondió que la falta de voluntad para explorar métodos alternativos de mejora sexual era una causa principal de divorcio. Así que ahora mi marido está dispuesto a darle una oportunidad a su consejo y yo soy la mala de la película porque parece que no quiero aceptar el consejo de nuestra terapeuta para arreglar nuestro matrimonio.

Nombre reservado

——————————

Querida esposa,

¿Qué pasaría si te dijera que la mejor forma de salvar tu matrimonio y tu vida sexual es incorporar el consumo de drogas en tus relaciones amorosas? Seguramente pensarías que estoy totalmente loca e incapacitada para dar consejos, y con razón. Cuando una terapeuta aconseja a sus clientes que usen pornografía para arreglar sus problemas maritales, esa terapeuta demuestra una tremenda ignorancia de los efectos de generación de hábito y de degeneración espiritual que tienen el porno.

Me consterna que vuestra terapeuta, que debería tener en mente el bien de sus clientes, te culpe y trate de hacerte responsable de no hacer algo con lo que obviamente no estás cómoda.

Mi consejo inmediato es que busquéis otra forma de asesoramiento, sin dudarlo más. Contactad con vuestra diócesis local y preguntad por alguien de la pastoral familiar. Indagad por si os pueden recomendar un terapeuta o un orientador católico. O llamad a la parroquia local o escribid a vuestro sacerdote, o abordarle directamente pidiendo recomendaciones.

Investigad por Internet en busca de un terapeuta católico local. Es imperativo, por el bien de vuestro matrimonio, que dispongáis de una terapia buena y santa que no os coloque directamente en contra de vuestra fe.

Tienes razón al sentirte incómoda con los consejos de vuestra terapeuta. Y aún más razón al reconocer su desdén por tu incomodidad como un signo de alerta.

Habla con tu marido y expresa tu deseo de buscar otra opinión. Entiendo que él pudiera dudar, puesto que le gustan las sugerencias que ofrece vuestra terapeuta, pero explícale que cualquier cosa que sugiera la terapeuta que te haga sentirte incómoda, expuesta e insegura no va a mejorar vuestro matrimonio.

Apela a su deber como marido y pídele que te proteja de lo que la terapeuta pide que hagas. Luego ármate con hechos y estadísticas sobre lo dañina que es la pornografía para así protegeros a ti misma y a tu marido. Hay demasiadas personas que intentan normalizar la pornografía debido a lo común y accesible que se ha vuelto.

Todo lo que te diga sobre lo dañina y destructiva que es la pornografía es poco. Vi cómo consumió a mi exmarido y destruyó nuestro matrimonio. Vi cómo degeneraba su adicción a medida que necesitaba cada vez más exposición a la pornografía para satisfacerse.

Despilfarró un dinero que no teníamos en su adicción y terminó explorando sus perversiones sexuales fuera de nuestro matrimonio porque la pornografía de Internet ya no le parecía bastante emocionante. Su “hábito” incluso le costó varios empleos.

Era como ver a un adicto a la heroína. Insistía en que lo que hacía era normal y legal y que yo era la que necesitaba abrir mi mente y ser más atrevida y divertida. Era mi culpa por no querer “darle vida a las cosas” que nuestro matrimonio estaba resentido. Era culpa mía que él tuviera que “recurrir” al porno. Él nunca era culpable de sus propias acciones. Igual que con un drogadicto, era una situación con pérdida de dinero y empleo, intercambio de responsabilidades, culpa, justificaciones y racionalización.

La pornografía tuvo en nuestra intimidad el efecto exactamente opuesto al que propone vuestra terapeuta. No hizo crecer nuestro afecto mutuo ni mejoró nuestra vida amorosa. La destruyó. La pornografía construyó un muro entre mi exmarido y yo que nos cerró a establecer ninguna conexión real. Redujo nuestras relaciones sexuales a la mera gratificación, y no al vínculo entre marido y esposa.

Yo vivía con el temor de que su actividad en línea lo arrojara a las profundidades de la web con la pornografía infantil y otras actividades ilegales en Internet. Su infidelidad y sus perversiones me repugnaban. Ya no confiaba con dejarle a solas con nuestro hijo.

Nuestro divorcio no tardó en llegar después de que llegara a casa una tarde a la vuelta del supermercado y lo encontré mirando pornografía en el ordenador mientras el bebé estaba sentado en su sillita a su lado. Aquello dio la puntilla final.

¿Todo esto parece el matrimonio que vosotros querríais? ¿Suena como una situación que un terapeuta responsable desearía para sus clientes? Tú y tu marido merecéis algo cien veces mejor que eso.

Lo cierto es que la sugerencia de incorporar porno a vuestra vida amorosa es el consejo más perezoso que podía dar un consejero matrimonial. Es posible que haga que las cosas aparenten ser más excitantes temporalmente, pero tienes razón, nunca aborda ni resuelve los problemas subyacentes que perjudican al matrimonio.

Es como si un médico te prescribiera una pastilla para los síntomas de una enfermedad pero se negara a realizar las pruebas necesarias para diagnosticar y curar la enfermedad de verdad. Cada pastilla viene con su propio paquete de efectos secundarios; el porno no es una excepción.

Protege a tu marido y protégete a ti también. No solo los hombres pueden volverse adictos a la pornografía. La estadística para mujeres ha ido creciendo también y cada vez hay más víctimas.

Te suplico que hagas todo lo que puedas y emplees los medios necesarios para evitar la entrada de la pornografía a tu hogar. Afronta esta lucha por tu matrimonio con conocimiento, fortaleza moral y oración exhaustiva.

El amor conyugal, un deporte de alto riesgo

‘El amor conyugal se ha convertido en un deporte de alto riesgo’

25 julio 2011. Enrique Rojas

La Gaceta (Entrevista de C. Herrera)

Enrique Rojas, psiquiatra, afirma que la pérdida de espiritualidad está creando poblaciones “perdidas”. «La primera epidemia ya no es el sida, son las rupturas personales»

El director neoyorquino Woody Allen decía irónicamente que «la única forma de ser feliz es que te guste sufrir». Para el psiquiatra Enrique Rojas, lo importante es no tirar la toalla nunca. En tiempos de crisis, este catedrático publica “No te rindas, una guía para aprender a ser optimista, aunque en ocasiones parezca imposible conseguirlo».

En tiempos de crisis, de desempleo e ‘indignados’, usted pide que no nos rindamos.

Las crisis bien entendidas son, en realidad, crisis de crecimiento, y la actual tiene un componente económico muy fuerte. Lo importante es no bajar la guardia. Tenemos que luchar contra viento y marea para no rendirnos. Esta es la clave.

Sus cuatro notas para la felicidad: amor, trabajo, cultura y amistad. Tenerlo todo parece imposible…

Para que una persona sea feliz hace falta que tenga un proyecto donde estén estas cuatro grandes notas. Pero el hombre es un animal descontento y la vida es deficitaria.

¿Podría ser el título de su libro un lema del movimiento 15-M?

No. El lema del libro viene del primer mandato de Tony Blair. El 15-M es un movimiento muy interesante de protesta. Tiene un fondo de indignación con relación al pasado, pero los veo desorientados. La protesta es buena, interesante y justa. Sin embargo, los noto perdidos y sin operatividad.

El suicidio es la primera causa externa de defunción. ¿Hay quien se rinde demasiado pronto?

Efectivamente. Para no rendirse daría tres consejos: ver siempre el lado positivo de todo, que lo tiene; tener una voluntad firme y sólida, y tener en la vida objetivos muy concretos.

Comenta que hay que perderle el miedo a la muerte, ¿cómo hacerlo?

La mejor fórmula es vivir intensamente y tener sentido espiritual. La vida para muchos se ha vuelto banal, intrascendente, plana, liviana, divertida y light. En este sentido, no me extraña que la gente tenga terror a la muerte. Si le quitamos el sentido espiritual a la vida, ocurre que tenemos una sociedad técnicamente muy perfecta, y humanamente muy perdida.

Suben también las muertes por demencias, sobre todo en mujeres. ¿Alguna explicación?

Estamos en la era de los psiquiatras. Los dos médicos que más han subido sus visitas en el mundo desarrollado son los psiquiatras y los cirujanos plásticos. El psiquiatra se ha convertido en el nuevo médico de cabecera. La sociedad está desestructurada, rota, a punto de saltar por los aires. La primera epidemia mundial ya no es el sida, ni la droga, ni las represiones, ni las grandes infecciones. Son las rupturas conyugales.

Habla de la hormona de la alegría, ¿dónde se esconde?

Me refiero a que hay un territorio biológico en el hombre donde se producen unas sustancias llamadas monoaminas biogénicas, culpables de que estemos mejor anímicamente. Pensar que la felicidad depende de una pastilla es una tontería. La felicidad consiste en estar contento con uno mismo, tener una personalidad sana y un proyecto de vida.

Le dedica un capítulo entero al amor. ¿Lo tenemos demasiado idealizado?

El amor es el primer argumento de la vida. Y el amor conyugal se ha convertido en un deporte de alto riesgo. La sociedad ha ido fabricando personas cada vez más endebles, más frágiles y livianas, con menos capacidad para amar y para sufrir. La gente cuando ahora habla del amor se echa a temblar, porque para estar bien con alguien hace falta estar menos bien con uno mismo.

¿Qué lecciones debemos sacar de la crisis?

Toda crisis debe ser una travesía para concienciarnos de la complejidad y riqueza de la vida. Es necesario que cada uno trabaje en su proyecto y en las cuatro claves para ser feliz.