Después del coma, un niño asustó a su madre al decirle que conoció a su hermanita abortada
Vale la pena reflexionar sobre la increíble experiencia de este niño de sólo 4 años y que ya fue llevada al cine
Los cristianos creen que existe vida después de la muerte, mientras que otras personas dicen que después de morir ya no hay nada. Pero este niño tuvo una experiencia casi mortal e impactó a todo el mundo con sus declaraciones… Hasta el punto de hacer una película sobre ellas, El Cielo es Real (Heaven is For Real)
A los 4 años, Colton Burpo, tuvo una apendicitis aguda y tuvo que afrontar una cirugía de emergencia. La operación estaba considerada de riesgo muy elevado, y el niño quedó entre la vida y la muerte. Cuando despertó, reveló una experiencia increíble …
Colton tuvo una experiencia casi de muerte, y afirmó haber estado en el paraíso, conociendo a varios familiares ya fallecidos.
Al principio, nadie creyó en lo que decía, pero cuando empezó a contar historias de los parientes fallecidos, los padres quedaron impresionados. Él sabía cosas de las que poca gente tenía conocimiento, como las riñas que el padre había tenido con el abuelo, o de la existencia de la hermana que nunca llegó a nacer, debido a complicaciones en el embarazo.
“Yo mismo dudé de mi propia fe”, dijo el padre del niño.
El niño habló también en Jesús, diciendo que Él tenía “marcas en el cuerpo”, y que le mandó de vuelta para la tierra, debido a las oraciones de su padre.
El relato del niño es sin duda sorprendente. ¡Mira y comparte si crees en la vida eterna!
Hemos dejado atrás Todos los Santos y nos acercamos al Adviento, así que es un buen momento para examinar lo que nos sucederá cuando muramos – o más concretamente, cuando nuestras almas eternas se vayan y nuestros cuerpos mueran.
Por suerte para mí, otro escritor ya ha cubierto el lado oscuro de la muerte para Aleteia: los artículos de Brantly Millegan sobre las terribles visiones de los santos sobre el infierno y del purgatorio deberían ser suficientes para mandar a cualquiera corriendo al confesionario y de vuelta al camino estrecho.
Pero la fe verdadera debería tener mucho más que ver con la esperanza y la alegría que con el miedo y el horror; la contrición perfecta, después de todo, tiene que ver con amar a Dios, tanto que no osaríamos ofenderle, no con hacer malabarismos para evitar arder eternamente en el infierno.
Así que, deseando dar una mirada de esperanza a lo que espera a los fieles después de la muerte, os presento diez testimonios sobre el cielo según los santos, algunos de los cuales tuvieron incluso la suerte de experimentarlo de primera mano, antes o después de morir, y nos lo han contado.
Santa Faustina Kowalska escribió extensamente sobre sus viajes espirituales tanto al paraíso como al lugar de perdición en sus diarios, que han sido considerados por la Iglesia como revelaciones aprobadas.
Después de que Faustina quedara traumatizada por sus visiones del infierno, se le dio la oración a la Divina Misericordia para compartirla con el mundo como un arma en la guerra por la salvación de las almas.
Pero tristemente, se le recuerda más esto que sus alentadoras visiones del cielo, sobre las que escribió:
“Hoy fui al cielo, en el espíritu, y vi sus inconcebibles bellezas y la felicidad que nos espera después de la muerte. Vi cómo las criaturas dan sin cesar alabanza y gloria a Dios. Vi cuán grande es la felicidad en Dios, que se difunde a todas sus criaturas, haciéndolas felices; y así toda la gloria y la alabanza que brota de su felicidad vuelven a su fuente; y entran en las profundidades de Dios, contemplando la vida interior de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, a quien nunca podrán comprender o abarcar. Esta fuente de la felicidad es inmutable en su esencia, pero siempre es nueva, brotando felicidad para todas las criaturas”.
San Alfonso María de Ligorio contó una historia que le compartió un superior de la orden jesuita quien se le apareció después de morir y le dio un informe detallado sobre qué trato la gente puede esperar en el cielo.
Según el difunto, las recompensas del cielo no son iguales para todos los que entran, pero todos los que entran quedan igualmente satisfechos:
“Ahora estoy en el cielo, Felipe II rey de España está en el cielo también. Los dos disfrutamos de la recompensa eterna del paraíso, pero es diferente para cada uno de nosotros. Mi felicidad es mucho mayor que la suya, pues no es como cuando estábamos aún en la tierra, donde él era de la realeza y yo era una persona corriente. Estábamos tan lejos como la tierra del cielo, pero ahora es al revés: lo humilde que yo era comparado con el rey en la tierra, así le sobrepaso en gloria en el cielo. Con todo, ambos somos felices, y nuestros corazones están completamente satisfechos”.
El papa san Gregorio Magno habló de la unidad sobrenatural entre la comunión total de los santos en el cielo, y su aparentemente infinito conocimiento: “Además de todo esto, una gracia más maravillosa se otorga a los santos en el cielo, porque conocen no sólo a aquellos con los que estaban familiarizados en este mundo, sino también a los que antes nunca vieron, y conversan con ellos de una forma tan familiar como si en tiempos pasados se hubieran visto y conocido: y por lo tanto, cuando ven a los antepasados en ese lugar de felicidad perpetua, luego los conocerán de vista, aquellos de cuya vida oyeron hablar. Pues ver lo que hacen en ese lugar con un brillo indescriptible, igual a todos, contemplando a Dios, ¿qué es lo que no saben, si conocen al que lo sabe todo?”
Otros santos nos han dejado parecidas visiones y descripciones fantásticas del cielo:
San Agustín: “Allí, la buena voluntad estará tan dispuesta en nosotros que no tendremos otro deseo que el de quedarnos allí eternamente”.
San Felipe Neri: “Si tan sólo llegáramos al cielo, qué cosa más dulce y sencilla que estar allí para siempre diciendo con los ángeles y los santos, Sanctus, sanctus, sanctus”.
San Anselmo de Canterbury: “Nadie tendrá ningún otro deseo en el cielo que lo que Dios quiere; y el deseo de uno será el deseo de todos; y el deseo de todos y de cada uno de ellos será también el deseo de Dios”.
San Juan María Vianney: “Oh mis queridos feligreses, ¡tratemos de llegar al cielo! Allí veremos a Dios. ¡Qué felices nos sentiremos! Si la parroquia se convierte vamos a ir allí en procesión con el párroco a la cabeza… ¡Tenemos que llegar al cielo!”
Santa Bernadette Soubirous: “Mi corona en el cielo brillará con inocencia, y sus flores serán radiantes como el sol. Los sacrificios son las flores Jesús y María eligieron”.
Santo Tomás Moro: “La tierra no tiene ninguna tristeza que el cielo no pueda curar”.
El cielo es un lugar maravilloso, y todos deben esforzarse para llegar allí. Pero quizás la cita “celestial” más alentadora de todas viene de santa Teresa de Lisieux, la “Pequeña Flor”, quien señaló que tan gloriosa como el cielo, Dios encuentra la presencia de sus hijos infinitamente más deseable: “Nuestro Señor no desciende del cielo todos los días para estar en un copón de oro. Se trata de encontrar otro cielo que es infinitamente más querido para Él, el cielo de nuestras almas, creado a su imagen, los templos vivos de la adorable Trinidad”.
Buena parte de la película tiene la estructura de una investigación que va desvelando pistas… también sobre nuestros seres queridos fallecidos
En 2003, el pequeño Colton Burpo, de Nebraska, empezó a contar a sus asombrados padres padres sus experiencias en el Cielo, que había experimentado meses antes estando anestesiado en una sala de quirófano, con 4 años de edad.
Un interrogatorio sistemático no era posible… durante unos años el niño fue contando distintos episodios o recuerdos de esa visión del Cielo. Su padre, Todd Burpo, pastor metodista wesleyano –una tradición protestante muy poco dada a visiones, profecías y misticismos– los fue recogiendo, intentando encajarlas con lo que conocía por la Biblia. Después, con la periodista Lynn Vincent, le dio forma de libro. 8 millones de ejemplares vendidos Así, el libro “El Cielo es real”ha vendido más de 8 millones de ejemplares en EEUU yla película que promociona Sony, muy fiel al libro, ha recaudado 90 millones de dólares, superando a cualquier otra película de tipo “testimonio cristiano” o “testimonio sobrenatural” hasta el momento (no nos referimos a películas de trama bíblica). En España se estrena el 19 de junio. Pero lo que hace que se venda el libro y lo que hace que se venda la película son dos cosas distintas, porque son dos géneros distintos.
Lo que la gente busca en una película son emociones, conflictos y una trama.
Lo que la gente busca en el libro es una “guía de viaje” del Cielo. Queremos saber lo que hay allí. Al gran público le interesa saber algo de Dios, allí en el Cielo, ya que es el anfitrión, pero interesa mucho más saber sobre nosotros mismos: ¿veremos a nuestros difuntos?, ¿qué aspecto tendrán?, ¿qué haremos allí?, ¿qué aspecto tiene?, ¿a qué se parecen los ángeles?Cuando San Pablo vio el Cielo dijo que… En 2 Corintios 12, San Pablo, que predicaba a un público ávido de revelaciones místicas y competía con otros predicadores muy dados a las visiones celestiales, por primera y única vez accede reticentemente a hablar de su experiencia mística en el Cielo. «Sé de un hombre en Cristo, que hace catorce años – si dentro del cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe – fue arrebatado hasta el tercer cielo» (dice refiriéndose a sí mismo, a algo que le pasó hacia el año 40 siendo predicador «novato» en Antioquía). “Y sé que ese hombre – si dentro del cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe – fue arrebatado al Paraíso”, continúa. Y aquí es donde todo el público espera que explique las maravillas que vio en esa morada celestial de los santos y los justos. Pero Pablo, en vez de dar detalles, dice simplemente que allí sólo “oyó palabras inefables, que el hombre no puede pronunciar”. Parece que no vio nada: sólo oyó, y lo que oyó, no se puede ni explicar. Y además, para no engreirse, añade, Dios le otorgó un «aguijón de la carne» (probablemente un dolor físico o enfermedad) para mantenerle humilde. Y predicar la Cruz, no maravillas celestiales.
El pequeño actor Connor Corum interpreta muy bien a Colton, el niño que dice que vio el CieloTeresa y Juan de la Cruz Un gran místico y poeta como San Juan de la Cruz, aunque en su “Cántico Espiritual” aporta muchas citas bíblicas sobre lo delicioso que es el Cielo, al hablar de su propia experiencia mística se limita a admitir que sobre el Cielo, aunque “todos los términos excelentes y de calidad y de grandeza y bien le cuadran”, ni siquiera todos juntos son capaces de expresarlo. Nada de detalles ni de imágenes.
Y el viaje de Santa Teresa al Cielo es interesante porque en su autobiografía escribe: “Las primeras personas que allí vi fue a mi padre y mi madre”… y ya no escribe más sobre su familia. Hablar de reencuentros humanos no le interesa, y enseguida va a lo que importa: Dios, la unión con Dios, el Dios que llena la eternidad y quiere llenar a Teresa también. “Sólo Dios basta”. Pero la gente de la calle no quiere saber mucho sobre Dios –ya se entiende que Él está bien allí- sino sobre los seres queridos, perdidos y reencontrados, y sobre nuestras relaciones personales. Este es un anhelo humano y comprensible, y cuando la Iglesia no lo responde, aparecen otras propuestas –los mormones y los swedenborguianos, por ejemplo- que lo hacen con todo lujo de detalles. Incluso los Testigos de Jehová lo hacen, no tanto con sus textos como con sus deliciosas ilustraciones de niños multirraciales jugando con el león y el cordero en verdes prados. La gente quiere imágenes, y la Iglesia es reticente a darlas, como reticentes fueron Pablo, Juan de la Cruz y Teresa. En la “Historia del Cielo” de McDannell y Lang (Taurus, 2001) recuerdan una cita de Doctrina de la Fe de 1979: “Al tratar de la situación del hombre tras la muerte hay que ser especialmente precavidos ante las representaciones imaginativas y arbitrarias; el exceso en este aspecto es una de las dificultades con las que se encuentra la fe cristiana”. Hay una lucha de 2.000 años entre el impulso de los artistas de expresar lo inexpresable y la tendencia de los pastores y teólogos por desanimarlos con un “déjalo, cualquier cosa que hagas se quedará corta… y eso suponiendo que busques expresar a Dios, y no a ti mismo”.Las películas han de usar imágenes Pero un niño de 4 años, ¿cómo puede hablar del Cielo si no es con imágenes? Y una película sobre ello, ¿qué puede hacer sino tomar decisiones sobre imágenes? El Islam no puede mostrar con imágenes a Mahoma ni a Dios. Tampoco el judaísmo puede mostrar a Dios con imágenes. Incluso la historia del arte cristiano -Cristo, imagen visible del Dios invisible- ha luchado siempre contra el dilema de dar imagen a lo que “ni el ojo vio ni el oído oyó”. Pero una película tiene que dar imágenes porque una película se hace con imágenes. Así que la película de“El Cielo es real” empieza con el acto de anti-iconoclastia por excelencia: una niña en un desván pinta un rostro,el rostro de Jesús, con todo detalle, empezando por los ojos. Y al final, el pequeño Colton –en la vida real y en la película- dirá que así era Él, Jesús, que así eran sus ojos. Ojos verdes… como los de sus padres. (Compárese con Santa Teresa, que en su Autobiografía escribe: “Aunque yo estaba extremadamente deseosa de contemplar el color de sus ojos [de Jesucristo] o su forma, para poder describirlos, no alcancé a verlos y nada pude hacer por conseguirlo”). Y la imagen de ojos verdes que vio Colton y pintó la niña está accesible a todos en Internet: se llama “Príncipe de Paz” y la pintó con 8 años Akiane Kramarik, impresionante pintora prodigio, hija de familia no creyente, educada sin religión en Idaho (aunque su madre es de Lituania), pero desde niña pintora “inspirada” de temas espirituales (la web de Akiane,www.akiane.com, agradece la presencia de su cuadro en la película).
Akiane Kramarik, de familia no creyente, pintó ese retrato de Jesús titulado «Príncipe de Paz: la Resurrección» cuando tenía 8 años; dice que fue una visión del Cielo; el pequeño Colton, al verlo, dijo que era como el Jesús que vio él
Lo sobrenatural y la familia Decíamos que la gente compra el libro buscando la “guía de cosas interesantes del Cielo” que los santos y la Iglesia se niegan a dar. Pero en la película los espectadores buscan que les cuenten una historia, un conflicto. El director ha dicho que al público no religioso lo que les interesará es la historia de un padre que lucha por mantener unida su familia ante la llegada de lo sobrenatural e incomprensible. La primera intriga es: ¿realmente pasa algo sobrenatural? La película aprende de filmes anteriores, que buscan respetar tanto al público cristiano como escéptico, como “El exorcismo de Emily Rose”(2005) o “El Tercer Milagro” (1999) que hay que dosificar poco a poco las revelaciones sobrenaturales y que hay que mantenerla posibilidad hasta el final, o casi hasta el final de que haya una explicación naturalista para todo. Eso mantiene atento al espectador.
La experiencia del pequeño Colton desata tensiones en la familia del Todd y Sonja
Como apunta una psicóloga no creyente, ¿acaso no es el Cielo que ve el pequeño Colton igual que su parque de juegos preferido? ¿No encuentra a Jesús en un espacio idéntico a la parroquia wesleyana que conoce? Pero, por otra parte, Colton va dejando caer conocimientos que no podía tener, sobre su abuelo muerto y su hermanita que no llegó a nacer… y en ese conocimiento hay sanación para la familia. La segunda intriga es la familiar, aunque al público español le costará más empatizar con ella. Se trata de una familia genial: el padre no sólo es pastor y predicador, sino bombero, entrenador de lucha grecorromana, empresario de puertas mecánicas… A cualquier hora puede ser llamado para confortar a un moribundo, o apagar un incendio, y su economía siempre es algo precaria. Hay que señalar que aunque en el libro el pastor Todd confronta continuamente las visiones del niño con los textos bíblicos, en esta película no se cita la Biblia casi nunca. El pastor consulta Google muchas veces, pero apenas consulta la Biblia. La esposa, Sonja, sabe que ese es el ministerio de su marido y lo tiene perfectamente bien encajado en su vida: ella dirige el coro parroquial, atiende parroquianos, cuida los niños, intenta cuadrar la economía familiar…Son esposos siempre cariñosos y encantadores, con una sana vida de pareja y sin beaterías extremas. A veces cantan cosas irreverentes como “We will rock you” en el coche. Son cristianos sinceros y entregados, aunque no les vemos bendecir la mesa, quizá para no acumular “cosas cristianas” en el metraje.
Cuando Colton empieza a hacerse famoso con su viaje al Cielo y eso empieza a afectar a la situación pastoral-laboral de su padre, Sonja se quiebra, llora, protesta. Aquí es donde el espectador español tendrá más dificultades en empatizar. Sí, todos tenemos experiencia de tener que atender demasiadas cosas y que además nos caiga “otra más”… pero ¿acaso no se ha casado ella con un pastor, no comparte a su marido con la feligresía, los enfermos y moribundos y con Dios desde hace años? ¿De qué se queja de repente? El espectador pensará que “va con el sueldo”.
Hermosísima fotografía
Por lo demás, la película, que dura una hora y cuarenta minutos, no se hace pesada -para adultos- en ningún momento. La fotografía es hermosísima y también ella nos habla del cielo, con sus campos inmensos y media pantalla ocupada de azul.La luz de los atardeceres es especial y evocativa.
Colton y su hermana están muy bien representados por sus pequeños actores, que los hacen entrañables. El ritmo es a la vez ágil en la trama y sosegado en el tono. No hay nada que no pueda ver un niño, pero a la mayoría les aburrirá algo. En ReL hemos hecho la prueba de verla con un niño de 10 años bastante paciente y reflexivo: lo que más le gusta es cuando la hermana da un puñetazo a unos matones en el colegio; al final ya estaba cansado.
Se puede decir que es una película que recoge mucha belleza: la belleza de la tierra, de la naturaleza, del amor familiar, del amor de hombre y mujer, de la comunidad fraterna…
¿Y qué pasa con el Cielo? ¿Y del Cielo? Pues del Cielo…¡no hay mucho! La “guía de visita celestial” es el libro, no la película. Hay sólo 3 escenas “celestiales”: los ángeles no son muy impresionantes, Jesús tampoco. Más tierno, y sanador, es el encuentro con la hermanita fallecida antes de nacer, en el jardín de juegos celestial.La película, sabiamente, prefiere centrarse en lo terrenal. El gran éxito vivencial de “El cielo es real”, tanto del libro como de la película, es que vuelve a poner el Cielo en el pensamiento popular. La nota de Doctrina de la Fe de 1979 pedía ser “precavidos ante las representaciones imaginativas y arbitrarias y el exceso”, pero hoy lo que la mayoría de cristianos, practicantes o no, sufren no es el exceso, sino la escasez, y no ya de representaciones imaginativas y arbitrarias, sino de la mera mención del Cielo. Si no se predica un Cielo cristiano, la gente sustituirá el hueco con un cielo pagano o new age o un vago “fundirse con el cosmos” que en realidad consuela bastante poco (porque las personas lo que de verdad desean es reencontrarse sanadas y tener relaciones personales sanas, de amor, y para siempre). El Cielo católico, lleno de santos, de familias, de relaciones, sigue siendo tan atractivo como antaño. Incluso el muy metodista reverendo Burpo en el libro comenta, ante preguntas de amigos católicos, que “Colton vio a María, la Madre de Jesús, arrodillada ante el trono de Dios y otras veces la vio de pie junto a Jesús.Ella lo sigue amando con amor de mamá, dice Colton”. Quizá no todos los detalles teológicos de Colton sean exactos, pero que el Cielo es real e implica la relación con Dios y con las personas, y que eso ilumina nuestra vida ya en la tierra, es algo que la película nos ayuda a recordar. Porque si el Cielo es real –y esto es la gran revelación- ¿no viviríamos de otra manera en la tierra?
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