Se pierde la canonización por asma

Sucedió en un quirófano de Filipinas en 2003 

Está muerta dos horas, el milagro del santo la resucita… y se pierde la canonización por asma

Pedro Calungsod murió mártir con el español Diego de San Vítores en la Micronesia española en 1672, pero un milagro asombroso le ha llevado antes a la canonización. 

Actualizado 23 octubre 2012 

Pablo Ginés/ReL

El pasado domingo 21 de octubre, durante la canonización de siete nuevos santos en la plaza de San Pedro del Vaticano, muchos pudieron localizar a algunos de los «milagrados», las personadas beneficiadas de un milagro por intercesión de los canonizados. Así, se podía ver a Jake Finkbonner, el niño de ascendencia amerindia curado por Santa Kateri Tekakwitha, o a Maria Isabel Gomes de Melo, la niña brasileña curada por intercesión de la española Santa Carmen Sallés. 

La señora que estuvo muerta

Pero los filipinos, que aportaron más de 20.000 peregrinos al público de la plaza, buscaban infructuosamente a la señora que estuvo clínicamente muerta y se curó por un milagro de San Pedro Calungsod. Hace un año, aún esperaba acudir a la ceremonia. Pero no pudo ser: la mujer, que tiene hoy 58 años, sufre de asma severa y problemas del corazón, y los médicos le desaconsejaron las 20 horas de vuelo que cuesta ir a Roma, además de las caminatas que lleva aparejado un viaje así.

La identidad de la milagrada y del doctor que rezó por ella en el quirófano de la ciudad filipina de Cebú en 2003 siguen siendo un secreto, para evitar el sensacionalismo, según el vicepostulador de la causa, Ildebrando Leyson. Se esperaba que los nombres de estos protagonistas del milagro se revelaran con motivo de la canonización, igual que son públicos los implicados en la mayoría de los milagros de los otros santos del pasado fin de semana.

El cirujano rezó y ella se recuperó

El milagro es contundente y se dio bajo control médico. La mujer, una empresaria que tenía entonces 49 años y nunca había oído hablar de Pedro Calungsod, llevaba dos horas «clínicamente muerta» a causa de un infarto de corazón, cuando el cirujano cardíaco rezó por ella pidiendo la intercesión del Beato Pedro. Otros afirman que sufría «muerte cerebral».

El vicepostulador de la causa, Ildebrando Leyson, detalla que sufría un «coma de grado 3 en la escala Glasgow». El grado tres es el peor, el más bajo (no hay Glasgow 2 ni 1 ni 0): es el que se da cuando, tras un traumatismo cerebral, no se responde ni a estímulos auditivos, ni al dolor, ni a la luz en los ojos. Los médicos locales, como los de la comisión médica vaticana, no atribuyen su recuperación a la medicina ni a una causa conocida.

Sin reliquias: no tenemos el cuerpo del santo

Los testimonios aseguran que la señora está alegre y trabaja en la ciudad de Leyte. Pensaba acudir a la canonización, según adelantó en el Cebu Daily News el cardenal y arzobispo emérito Ricardo Vidal, gran promotor del beato. Se esperaba que ella o el médico implicado llevasen al altar recipientes con reliquias del santo, como es común, aunque en este caso no podían ser reliquias corporales, de «primera clase», porque el joven mártir fue arrojado al mar después de su asesinato. En su lugar, se entregaron al Papa piedras y guijarros de la playa de Tomhom en Guam, donde fue asesinado por los nativos chamorro.

Seguimiento en Filipinas y las Marianas

La ceremonia fue seguida con atención por millones de filipinos, no solo en su país, sino en todo el mundo, porque la Iglesia ha presentado al joven Calungsod como un filipino emigrante más, que murió en tierras lejanas.

En Guam y las islas Marianas, donde hoy son católicos 130.000 de sus 150.000 habitantes, muchos siguieron la ceremonia en el Santuario de Diego de San Vítores, el maestro jesuita español del joven filipino, que murió mártir con él. Pueden verse fotos de la ceremonia micronesia AQUÍ.

Pedro Calungsod y Diego de San Vítores

El padre Diego fue quien dio el nombre de Marianas a las islas, porque Magallanes les había llamado «Islas de los Ladrones», debido al mal recibimiento que le dispensaron los indígenas. El jesuita era de familia noble, y renunció a la carrera militar para dedicarse a la evangelización. Camino de Manila pasó por Guam en 1662 y se prometió que volvería para cristianizar las islas.

Con apoyo moral de Felipe IV y de la Reina María Ana, pero sin apenas recursos, desembarcó en 1668, acompañado por el joven Pedro, intentando imitar a su modelo, San Francisco Javier, misionero sin soldados. El jefe Kepuha le recibió bien, pudo bautizar y empezar a catequizar bastantes isleños, y en la tierra que le dio hoy está la catedral de Dulce Nombre de María.

Por desgracia, apenas un año después moría el acogedor jefe Kepuha y empezó una fuerte oposición a los misioneros. Como buen jesuita, en 1669 ya había creado una escuela para niños y después una para niñas, además que abrir 4 parroquias en diversos pueblos con la ayuda de Pedro.

Calaveras, brujas y prostitución institucionalizada

Sin embargo, había costumbres nativas que chocaban con el Evangelio. Los isleños guardaban en sus casas los craneos de los antepasados y hablaban con ellos, les trataban con respeto, y parecía ser una forma de brujería.

Además, era una sociedad de castas muy estrictas, con una nobleza que veía muy mal la idea cristiana de que el bautismo hacía a todos los hombres iguales.

El jesuita español predicaba a menudo contra los sacerdotes paganos (makahnas) y más aún contra las sacerdotisas (kakahnas), y éstas veían peligrar su estatus ante una religión que parecía menos femenina… pero también más igualitarista.

Además, durante la pubertad los jóvenes varones se juntaban para vivir en Guma´Uritao («Casas de Hombres»), donde hombres mayores les enseñaban cosas adultas como pescar, navegar… y sexo, con la ayuda de mujeres que se dedicaban a eso, a entrenar sexualmente jovencitos. Para el jesuita, era mera prostitución institucionalizada y corrupción de adolescentes.

Por último, con los europeos llegaron enfermedades. Eso fue aprovechado por un chino casado con una isleña, llamado Choco, que difundió el rumor de que el agua del bautismo y los óleos bautismales eran lo que envenenaba y enfermaba a la gente.

Mártires por bautizar una niña

El 2 de abril de 1672, cuando apenas llevaban 3 años de trabajo misionero, llegó el martirio. El jefe Mata´pang era un acérrimo opositor a los cristianos, pero su esposa era conversa. Ella pidió a los misioneros que bautizasen a su niña recién nacida, y así lo hicieron. Cuando se enteró Mata´pang, envió a su guerrero Hirao, acompañado de algunos hombres, a matar a los misioneros.

En el lugar del martirio hoy hay un monumento que recuerda cómo la lanza y la katana acabaron con el español y el joven filipino, que entonces tendría unos 20 o 21 años.

La santa catalana a la que rezan los niños madrileños

No logró fundar ningún colegio en Cataluña 

Carmen Sallés y Barangueras, la santa catalana a la que rezan los niños madrileños 

Muchos no entendieron su visión del protagonismo de la mujer en la enseñanza y la capacidad de cambiar el mundo a través de la juventud. Descansa en Madrid y con su segundo milagro crece la devoción por ella. 

Actualizado 23 octubre 2012 

J. Aldecoa / P. J. Ginés / ReL 

Este domingo, Benedicto XVI proclamó la santidad de María del Carmen Sallés y Barangueras, catalana de Vic, que descansa en Madrid, en el colegio de las Concepcionistas de la Enseñanza de la calle Princesa. 

La Razón tituló que era una nueva «santa española» y TV3, que no suele prestar mucha atención las canonizaciones, no dejó de comentar la ceremonia en sus telediarios hablando de la nueva «santa catalana».

No fue profeta en su tierra
El caso es que Carmen Sallés, en vida, no tuvo éxito ninguno en Cataluña. No se la entendió ni se la acogió. Aunque entró en vida religiosa en 1871, con 23 años (y la oposición de su padre) tuvo que ir a Burgos para fundar en 1892 sus Religiosas Concepcionistas de la Enseñanza. Murió en 1911 dejando doce colegios en España, pero ninguno de ellos en Cataluña.

Hoy la congregación está presente en 14 países y cuenta con 67 comunidades y miles de alumnos. 

Reconocimiento póstumo
Carmen Sallés alcanzó cierto reconocimiento póstumo en su tierra: Vic la declaró hija predilecta hace años, y su alcalde, Josep Arimany i Manso, así como el director de asuntos religiosos de la Generalitat, Puigdollers Noblom, estuvieron en la ceremonia, junto con los cardenales Rouco y Sistach (de Madrid y Barcelona, repectivamente) y Amigo Vallejo (cardenal emérito de Sevilla). 

En el cambio del s.XIX al XX, aún resultaba difícil a muchas autoridades aceptar que las mujeres podían tener un papel protagonista en la educación, incluso de las chicas más problemáticas. La postuladora de la santa, Asunción Valls, lo explica así: «Enseñó que la mujer, toda mujer, y la juventud, toda la juventud, no puede ser condenada por sus errores, sino amada en ellos, salvada de ellos. Y enseñó que prevenir es mejor que curar: “para alcanzar buenos fines, son menester buenos principios”. A mayor necesidad, mayores remedios: ¿ignorancia? ¡cultura más amplia!, ¿piedad superficial?, ¡formación religiosa bien sólida! La mujer debía ser capaz de recristianizar la familia y la sociedad. Y encontrar su lugar en la Iglesia. Algunos no acababan de entenderlo».

Los niños y la santa incorrupta
En el colegio de las concepcionistas de la calle Princesa es habitual para los niños madrileños y sus profesores visitar la capilla con el cuerpo incorrupto de la santa (bajo una mascarilla de cera en la cara), y con la canonización ha aumentado su popularidad en la ciudad. Tradicionalmente «eran sobre todo las hermanas y los alumnos de nuestros colegios quienes se hacían presentes en el oratorio», asegura la superiora general Madre, Mª Isabel Moraza. 

Daniel Cadarso, profesor de Educación Física en el colegio, observa cómo «los niños tienen muy presente la figura de Madre Carmen, conocen su vida y sus enseñanzas, así que hacerle una visita no les resulta tan extraño. Es verdad que, al verla, se quedan muy sorprendidos y surgen preguntas variopintas, algunas descabelladas, pero siempre, desde la inocencia de los niños».

Daniel Cadarso ha ido a Roma a la canonización, aunque acaba de tener su segundo hijo. «La niña come bien, duerme bien y no da más guerra de la normal. Mi mujer ha recuperado las fuerzas y se atreve a quedarse con los dos, asi que aprovecho para darle las gracias», explica. Porque ir a Roma tiene un sentido especial: «no hemos ido allí a recordar la vida de Madre Carmen sino a celebrar el poder de Dios en la vida de las personas«.

Una curación milagrosa en una niña
También estuvo presente en la canonización María Isabel Gomes de Melo, la niña brasileña cuya milagrosa curación se atribuyó a la intercesión de Madre Carmen. 

María Isabel, que es buena alumna y que el sábado cumplía 16 años, sufrió en el año 2000 una grave isquemia cerebral que le dejó la boca desfigurada y le provocó la pérdida total de fuerza en un brazo y una pierna. La niña se pasó diez días con neuronas muertas y con una zona del cerebro sin riego. Después de varias pruebas, los médicos le mandaron a casa, pues no había terapia alguna ni medicación para su caso

La madre de María Isabel, ex alumna del colegio María Inmaculada de las Concepcionistas, recibió, de parte de las religiosas, una reliquia de la fundadora, un trozo de tela que había pertenecido a la santa. Tanto en el colegio como en la familia iniciaron entonces una novena de oración. Al quinto día, la enfermedad desapareció sin dejar ninguna secuela.

Canonización de la Fundadora de las Concepcionistas Misioneras

Fundadora de las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza 

El Papa canoniza a la española Carmen Sallés y a la primera india norteamericana, Kateri Tekakwitha 

También a la sucesora del padre Damián en Molokai, Marianne Cope, la laica alemana Anna Schäffer, y el catequista filipino Pedro Calungsod, mártir a los 17 años. 

Actualizado 21 octubre 2012 

Europa Press / ReL 

El Papa Benedicto XVI ha proclamado siete nuevos santos en la Plaza de San Pedro este domingo, entre ellos, a la monja española María Carmen Sallés y Barangueras (1848-1911), fundadora de las Religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza. 

Benedicto XVI ha subrayado que Santa María del Carmelo Sallés y Barangueras, religiosa nacida en Vic en 1848, fundó en 1892 la Congregación de Religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza y ha asegurado que «su obra educativa, confiada a la Virgen Inmaculada, sigue dando abundantes frutos entre la juventud a través de la entrega generosa de sus hijas, que como ella se encomiendan al Dios que todo lo puede».

Pionera de la dignidad femenina
Su lema era «Adelante, siempre adelante, Dios proveerá», y fue pionera de la dignidad femenina al estilo de Mary Ward o Jeanne de Lestonnac.

Las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza trabajan hoy en 16 países repartidos por Europa, América, África y Asia. En España cuentan con 16 centros educativos y la casa general, situada en Madrid.

La delegación oficial española que ha acudido a la canonización ha estado presidida por elministro del Interior, Jorge Fernández Diaz. Asistió el embajador de España cerca de la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga. También hay que señalar que el obispo de Vic, Romá Casanova, diócesis originaría de la nueva santa, así como el arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, dónde desarrolló buena parte de su trabajo fundacional de la orden, concelebraron con el Santo Padre.

Primera india norteamericana
Además, el Santo Padre canonizó a la primera india norteamericana, Kateri Tekakwitha(1656-1680), «the Lily of the Mohawks», la religiosa alemana Marianne Cope (1838-1918), continuadora del trabajo del padre Damián de Veuster con los leprosos de la isla de Molokai, la laica alemana Anna Schäffer (1882-1925) y el catequista filipino Pedro Calungsod (1655-1672), mártir a los 17 años en la isla de Guam.

También fueron canonizados el jesuita francés Jaime Berthieu (1838-1896), el sacerdote italiano Giovanni Battista Piamarta (1841-1913), fundador de la Congregación de la Sagrada Familia de Nazaret y de las Hermanas Humildes Siervas del Señor.

Durante la homilía, el Pontífice ha resaltado que «estos nuevos santos, diferentes por origen, lengua, nación y condición social, están unidos con todo el Pueblo de Dios en el misterio de la salvación de Cristo, el Redentor».

Benedicto XVI señaló que los nuevos canonizados «los incluimos en el libro de los santos y establecemos que en toda la Iglesia sean devotamente honrados entre los Santos», agregó el papa.

Una vez proclamados santos fueron portadas sendas reliquias de los siete al altar donde se celebra la misa, para la veneración.

En sus casi ocho años de pontificado, Benedicto XVI ha proclamado ya 44 santos y más de 600 beatos.

Las Misiones, muy presentes en San Pedro
Asimismo, el Papa ha recordado que este tercer domingo de octubre se celebra ´la Jornada Mundial de las Misiones´ por lo que «la Iglesia las escucha con particular intensidad y reaviva la conciencia de vivir completamente en perenne actitud de servicio al hombre y al Evangelio, como Aquel que se ofreció a sí mismo hasta el sacrificio de la vida».

En este sentido, ha destacado que la «feliz coincidencia entre la celebración de esta Asamblea y la Jornada Misionera» así como también «la Palabra de Dios» escuchada este domingo «resulta iluminadora» porque «muestra el estilo del evangelizador, llamado a dar testimonio y a anunciar el mensaje cristiano conformándose a Jesucristo, siguiendo su mismo camino».

Este estilo evangelizador, según ha añadido Benedicto XVI «vale tanto para la misión ad gentes como para la nueva evangelización en las regiones de antigua tradición cristiana».

Por otra parte, el Pontífice ha señalado que los siete beatos que hoy la Iglesia inscribe solemnemente en el glorioso coro de los santos «con valentía heroica gastaron su existencia en una total consagración a Dios y en un generoso servicio a los hermanos» y ha agregado que «son hijos e hijas de la Iglesia, que escogieron el camino del servicio siguiendo al Señor».

Además, ha remarcado que la canonización que ha celebrado «constituye una elocuente confirmación de esta misteriosa realidad salvadora» ya que «la tenaz profesión de fe de estos siete generosos discípulos de Cristo, su configuración al Hijo del hombre, resplandece hoy en toda la Iglesia».

El Papa ha pedido, junto a los Padres sinodales procedentes de todo el mundo que «el testimonio de los nuevos santos, de su vida generosamente ofrecida por amor de Cristo, hable a toda la Iglesia, y su intercesión la fortalezca y la sostenga en su misión de anunciar el Evangelio al mundo entero».

ReL les ofrece el texto completo de la homilía de Benedicto XVI:

«»El hijo del hombre ha venido a servir y dar su vida en rescate por la multitud» (cf. Mc 10,45).

»Venerados Hermanos,
queridos hermanos y hermanas.

»Hoy la Iglesia escucha una vez más estas palabras de Jesús, pronunciadas durante el camino hacia Jerusalén, donde tenía que cumplirse su misterio de pasión, muerte y resurrección. Son palabras que manifiestan el sentido de la misión de Cristo en la tierra, caracterizada por su inmolación, por su donación total. En este tercer domingo de octubre, en el que se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, la Iglesia las escucha con particular intensidad y reaviva la conciencia de vivir completamente en perenne actitud de servicio al hombre y al Evangelio, como Aquel que se ofreció a sí mismo hasta el sacrificio de la vida. ›

»Saludo cordialmente a todos vosotros, que llenáis la Plaza de San Pedro, en particular a las delegaciones oficiales y a los peregrinos venidos para festejar a los siete nuevos santos. Saludo con afecto a los cardenales y obispos que en estos días están participando en la Asamblea sinodal sobre la Nueva Evangelización. Se da una feliz coincidencia entre la celebración de esta Asamblea y la Jornada Misionera; y la Palabra de Dios que hemos escuchado resulta iluminadora para ambas. Ella nos muestra el estilo del evangelizador, llamado a dar testimonio y a anunciar el mensaje cristiano conformándose a Jesucristo, siguiendo su mismo camino. Esto vale tanto para la misión ad gentes como para la nueva evangelización en las regiones de antigua tradición cristiana.

»El hijo del hombre ha venido a servir y dar su vida en rescate por la multitud (cf. Mc 10,45).

»Estas palabras han constituido el programa de vida de los siete beatos que hoy la Iglesia inscribe solemnemente en el glorioso coro de los santos. Con valentía heroica gastaron su existencia en una total consagración a Dios y en un generoso servicio a los hermanos. Son hijos e hijas de la Iglesia, que escogieron el camino del servicio siguiendo al Señor. La santidad en la Iglesia tiene siempre su fuente en el misterio de la Redención, que ya el profeta Isaías prefigura en la primera lectura: el Siervo del Señor es el Justo que «justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos» (53,11), es Jesucristo, crucificado, resucitado y vivo en la gloria. La canonización que estamos celebrando constituye una elocuente confirmación de esta misteriosa realidad salvadora. La tenaz profesión de fe de estos siete generosos discípulos de Cristo, su configuración al Hijo del hombre, resplandece hoy en toda la Iglesia.

»Jacques Berthieu, nacido en 1838 en Francia, fue desde muy temprano un enamorado de Jesucristo. Durante su ministerio parroquial, deseó ardientemente salvar a las almas. Al profesar como jesuita, quería recorrer el mundo para la gloria de Dios. Pastor infatigable en la isla de Santa María y después en Madagascar, luchó contra la injusticia, aliviando a los pobres y los enfermos. Los malgaches lo consideraban como un sacerdote venido del cielo, y decían: tú eres nuestro padre y madre. Él se hizo todo para todos, sacando de la oración y el amor al Corazón de Jesús la fuerza humana y sacerdotal para llegar hasta el martirio, en 1896. Murió diciendo: Prefiero morir antes que renunciar a mi fe. Queridos amigos, que la vida de este evangelizador sea un acicate y un modelo para los sacerdotes, para que sean hombres de Dios como él. Que su ejemplo ayude a los numerosos cristianos que hoy en día son perseguidos a causa de su fe. Que su intercesión, en este Año de la fe, sea fructuosa para Madagascar y el continente africano. Que Dios bendiga al pueblo malgache.

»Pedro Calungsod nació alrededor del año 1654, en la región de Bisayas en Filipinas. Su amor a Cristo lo impulsó a prepararse como catequista con los misioneros jesuitas. En el año 1668, junto con otros jóvenes catequistas, acompañó al Padre Diego Luis de San Vítores a las Islas Marianas, para evangelizar al pueblo Chamorro. La vida allí era dura y los misioneros sufrieron la persecución a causa de la envidia y las calumnias. Pedro, sin embargo, mostró una gran fe y caridad y continuó catequizando a sus numerosos convertidos, dando testimonio de Cristo mediante una vida de pureza y dedicación al Evangelio. Por encima de todo estaba su deseo de salvar almas para Cristo, y esto le llevó a aceptar con resolución el martirio. Murió el 2 de abril de 1672. Algunos testigos cuentan que Pedro pudo haber escapado para ponerse a salvo, pero eligió permanecer al lado del Padre Diego. El sacerdote le dio a Pedro la absolución antes de que él mismo fuera asesinado. Que el ejemplo y el testimonio valeroso de Pedro Calungsod inspire al querido pueblo filipino para anunciar con ardor el Reino y ganar almas para Dios.

»Giovanni Battista Piamarta, sacerdote de la diócesis de Brescia, fue un gran apóstol de la caridad y de la juventud. Percibía la exigencia de una presencia cultural y social del catolicismo en el mundo moderno, por eso se dedicó a hacer progresar cristiana, moral y profesionalmente a las nuevas generaciones con claras dosis de humanidad y bondad. Animado por una confianza inquebrantable en la Divina Providencia y por un profundo espíritu de sacrificio, afrontó dificultades y fatigas para poner en práctica varias obras apostólicas, entre las cuales: el Instituto de los artesanillos, la Editorial Queriniana, la Congregación masculina de la Sagrada Familia de Nazaret y la Congregación de las Humildes Siervas del Señor. El secreto de su intensa y laboriosa vida estaba en las largas horas que dedicaba a la oración. Cuando estaba abrumado por el trabajo, aumentaba el tiempo para el encuentro, de corazón a corazón, con el Señor. Prefería permanecer junto al Santísimo Sacramento, meditando la pasión, muerte y resurrección de Cristo, para retomar fuerzas espirituales y volver a lanzarse a la conquista del corazón de la gente, especialmente de los jóvenes, para llevarlos otra vez a las fuentes de la vida con nuevas iniciativas pastorales. ›

»`Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti´. Con estas palabras, la liturgia nos invita a hacer nuestro este himno al Dios creador y providente, aceptando su plan en nuestras vidas. Así lo hizo Santa María del Carmelo Sallés y Barangueras, religiosa nacida en Vic, España, en 1848. Ella, viendo colmada su esperanza, después de muchos avatares, al contemplar el progreso de la Congregación de Religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, que había fundado en 1892, pudo cantar junto a la Madre de Dios: «Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Su obra educativa, confiada a la Virgen Inmaculada, sigue dando abundantes frutos entre la juventud a través de la entrega generosa de sus hijas, que como ella se encomiendan al Dios que todo lo puede. ›

»Paso hablar ahora de Mariana Cope, nacida en 1838 en Heppenheim, Alemania. Con apenas un año de edad fue llevada a los Estados Unidos y en 1862 entró en la Tercera Orden Regular de san Francisco, en Siracusa, Nueva York. Más tarde, y como superiora general de su congregación, Madre Mariana acogió gustosamente la llamada a cuidar a los leprosos de Hawai, después de que muchos se hubieran negado a ello. Con seis de sus hermanas de congregación, fue personalmente a dirigir el hospital en Oahu, fundando más tarde el hospital de Malulani en Maui y abriendo una casa para niñas de padres leprosos. Cinco años después aceptó la invitación a abrir una casa para mujeres y niñas en la isla de Molokai, encaminándose allí con valor y poniendo fin de hecho a su contacto con el mundo exterior. Allí cuidó al Padre Damián, entonces ya famoso por su heroico trabajo entre los leprosos, atendiéndolo mientras moría y continuando su trabajo entre los leprosos. En un tiempo en el que poco se podía hacer por aquellos que sufrían esta terrible enfermedad, Mariana Cope mostró un amor, valor y entusiasmo inmenso. Ella es un ejemplo luminoso y valioso de la mejor tradición de las hermanas enfermeras católicas y del espíritu de su amado san Francisco. ›

»Kateri Tekakwitha nació en el actual Estado de Nueva York, en 1656, de padre mohawk y madre algonquina cristiana, quien le trasmitió la experiencia del Dios vivo. Fue bautizada a la edad de 20 años y, para escapar de la persecución, se refugió en la misión de san Francisco Javier, cerca de Montreal. Allí trabajó hasta que murió a los 24 años de edad, fiel a las tradiciones de su pueblo, pero renunciando a las convicciones religiosas del mismo. Llevando una vida sencilla, Kateri permaneció fiel a su amor a Jesús, a su oración y a su Misa diaria. Su deseo más alto era conocer y hacer lo que agradaba a Dios.

»Kateri impresiona por la acción de la gracia en su vida, carente de apoyos externos, y por la firmeza de una vocación tan particular para su cultura. En ella, fe y cultura se enriquecen recíprocamente. Que su ejemplo nos ayude a vivir allá donde nos encontremos, sin renegar de lo que somos, amando a Jesús. Santa Kateri, protectora de Canadá y primera santa amerindia, te confiamos la renovación de la fe en los pueblos originarios y en toda América del Norte. Que Dios bendiga a los pueblos originarios. ›

»La joven Anna Schäffer, de Mindelstetten, quería entrar en una congregación misionera. Nacida en una familia humilde, trabajó como criada buscando ganar la dote necesaria y poder entrar así en el convento. En este trabajo, tuvo un grave accidente, sufriendo quemaduras incurables en los pies que la postraron en un lecho para el resto de sus días. Así, la habitación de la enferma se transformó en una celda conventual, y el sufrimiento en servicio misionero. Al principio se rebeló contra su destino, pero enseguida, comprendió que su situación fue una llamada amorosa del Crucificado para que le siguiera. Fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo. Que su apostolado de oración y de sufrimiento, de ofrenda y de expiación sea para los creyentes de su tierra un ejemplo luminoso. Que su intercesión intensifique la pastoral de los enfermos en cuidados paliativos, en su benéfico trabajo. ›

»Queridos hermanos y hermanas, estos nuevos santos, diferentes por origen, lengua, nación y condición social, están unidos con todo el Pueblo de Dios en el misterio de la salvación de Cristo, el Redentor. Junto a ellos, también nosotros reunidos aquí con los Padres sinodales, procedentes de todas las partes del mundo, proclamamos con las palabras del salmo que el Señor `es nuestro auxilio y nuestro escudo´, y le pedimos: `Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti´ (Sal 32,20-22). Que el testimonio de los nuevos santos, de su vida generosamente ofrecida por amor de Cristo, hable hoy a toda la Iglesia, y su intercesión la fortalezca y la sostenga en su misión de anunciar el Evangelio al mundo entero».