La última “bruja” ahorcada en Boston era católica

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La lavandera Ann “Goody” Glover era una inmigrante irlandesa

Aunque la mayor parte de las personas ahorcadas en la ola de histeria del las “brujas” entre los colonos de Massachusetts del siglo XVII eran puritanas, Ann “Goody” Glover era una inmigrante irlandesa católica romana.

Los problemas para la Glover (el apelativo “Goody” es abreviación de Goodwife, el equivalente de “Señora” en la época) comenzaron poco después de 1680, cuando esta lavandera viuda empezó a trabajar para la familia Goodwin en Boston. Según un relato del Irish Times, la Glover y su hija Mary fueron expulsadas después de que Mary fuese acusada de haber robado vestidos a la familia Goodwin.

Poco tiempo después de que las Glover se fuesen, en verano de 1688, cuatro de los niños de la familia Goodwin empezaron a acusar síntomas inexplicables, y se llamó a un médico para que los visitase.

Los gritos de los niños eran “lamentables y estridentes”, y el desplazamiento del dolor de una parte [del cuerpo] a otra era constante e inexplicable”, refiere la obra de James Bernard Cullen de 1889, The Story of the Irish in Boston.

En una época en que la intolerancia anticatólica era la norma y en que crecía la histeria de la brujería, esta última era condenada muy duramente, y las Glover fueron consideradas las brujas responsables de los problemas de los niños.

El reverendo Cotton Mather, entonces el principal ministro puritano de Boston, durante su estudio del caso definió a Goody Glover como una “idólatra católica romana”. Tras haberla interrogado, Mather refirió que la pobre mujer rezaba a muchísimos espíritus, prueba que fue usada contra ella en el proceso. Hoy se piensa que estos espíritus no eran demonios, sino santos católicos.

Cuando se le ordenó que rezara el Padrenuestro en el proceso, la Glover, que según muchos historiadores no conocía muy bien el inglés, lo hizo en una mezcla de gaelico y latín imperfecto, confirmando su culpa en la mente de los acusadores.

La Glover fue ahorcada en Boston el 16 de noviembre de 1688. Según Robert Calef, un mercader de Boston que la conocía, “Goody Glover era una pobre vieja loca y despreciada, una católica irlandesa que fue sometida a juicio por haber hecho daño a los niños Goodwin. Su comportamiento durante el proceso fue el de una persona distraída. Se la calificó de cruel. Las pruebas contra ella eran del todo insuficientes. El jurado la consideró culpable. Fue ahorcada. Murió como católica”.

Cuatro años después de su ejecución, la histeria contra la brujería llegó a su pico en Salem, donde 19 “brujas” fueron condenadas a la horca.

Trescientos años después del ahogamiento de la Glover, en 1988, el Boston City Council proclamó el 16 de noviembre “Goody Glover Day” en su recuerdo. Una placa dedicada a la memoria de “Goodwife Ann Glover” dice así:

No lejos de aquí, el 16 de noviembre de 1688 Goodwife Ann Glover, una anciana viuda irlandesa, fue ahorcada como bruja porque rechazó renunciar a su fe católica. Tras ser deportada de su Irlanda natal a Barbados con su marido, que murió allí por su fidelidad a la fe católica, llegó a Boston, donde vivió unos seis años antes de ser injustamente condenada a muerte. Este memorial se ha erigido para recordar a “Goody” Glover como primera mártir católica de Massachusetts.

Adivinación, magia y brujería

bruja-web-witch-green-ugly-mask-close-nemodus-photos-ccLa brujería está al orden del día. En París hay más brujos que sacerdotes católicos. En México está de moda el culto a la Santa Muerte porque, dicen, la muerte fue la única que “venció” a Jesucristo. En realidad no es así; Jesús venció a la muerte con la resurrección, y con ella nos ganó la vida eterna. Se lee en la Escritura: “El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte” (1 Cor 15, 28). El ser humano está creado para la inmortalidad, para vivir después de la muerte, para vencer a la muerte por obra del Dios verdadero.

La persona que cree en la Santa Muerte hará bien en aprender a hacer oración, a hablar con Dios, para que lo saque de las tinieblas de ese hoyo.

El documento cristiano más antiguo, la Didaché (del año 70 d.C), dice claramente: “no te entregarás a la magia, ni a la brujería”. Y explica: Si aceptaste a Cristo ponlo en tu mente, piensa como Él. Las estrellas no van a definir tu vida, creer eso indica incapacidad de orientar la propia vida, eso es tener mente mágica. La vida depende de nuestras decisiones, no de los astros; creer en los astros eso es anticuado, primitivo… Vivimos con la tecnología del siglo XXI y con mentalidad precristiana cuando creemos en fatalismos.

El primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del único Señor que se reveló a su pueblo: “NO HABRÁ PARA TI OTROS DIOSES DELANTE DE MI”.

El Catecismo de la Iglesia Católica dice: La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mt 6,24). (CEC, n. 2113).

La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que “aplica a cualquier cosa en lugar de Dios su indestructible noción de Dios” (Orígenes, Cels. 2,40).

Todas las formas de adivinación deben rechazarse (…) La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a “mediums” encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de conciliarse los poderes ocultos.

El Catecismo de la Iglesia Católica también explica que todas las prácticas de magia o de hechicería son gravemente contrarias a Dios. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar, o cuando recurren a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también detestable ante el Señor. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas.

Un experto en el tema, Domenico Mondrone escribe: “El Diablo es el mayor maestro de los engaños, es un embustero de incomparable astucia, que no actúa el descubierto, sino en lo escondido; trabaja en la sombra, y siempre considera como inteligentes a quienes no creen en sus artimañas, e incluso niegan su existencia. Así, los primeros en caer en sus redes son precisamente los sabiondos, los llamados “espíritus fuertes”, los grandes iluminados de la ciencia de este mundo. «La astucia más perfecta del Demonio, ha escrito Charles Baudelaire, consiste en persuadirnos de que él no existe».”.

Al exorcista José Antonio Fortea le preguntan: ¿Cuáles son las causas de la posesión diabólica? Y contesta:  Las causas de la posesión son:

  1. El pacto con el demonio.
  2. Asistir a sesiones espiritistas, a cultos satánicos o a ritos esotéricos.
  3. Que un hijo haya sido ofrecida por su madre a Satanás
  4. El maleficio, el hechizo…

Y continúa: “Hay que decir que las personas que practican maleficios contra la salud de otras personas o para que queden posesas no suelen hacerlo durante mucho tiempo, ya que este tipo de personas suelen encontrar el castigo divino muy pronto. Pocas cosas atraen tanto el castigo divino como practicar maleficios o hechizos contra otros. Este tipo de personas pueden practicar sus malas artes por poco tiempo antes de que Dios les reclame la vida y los llame a su juicio terrible.

Brujería y supersticiones

La brujería ¿es manejable?

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En Inglaterra encienden la televisión y –como por arte de magia- encuentran un programa tras otro sobre brujería o ciencias ocultas. Los programas con tema siniestro y de brujería han proliferado. Entre ellas está Buffy, que es una brujita que lucha contra los vampiros. Otros programas sacan a un simpático dragón –animal lleno de simbolismo-, o buscan algo extraño que hay “allá afuera” ¿Es esto sólo una diversión…?

No hay nada nuevo en las historias de fantasmas y brujas; son parte de su folklore. Mirar o leer historias de miedo tiene su encanto, y gusta porque se sabe que aquello se acaba, tarde o temprano.

Lo que da más miedo que cualquier cuento de espantos, es que ciertos jóvenes y niños toman esas historias como si fueran valiosos objetos de estudio. Empiezan a jugar a la ouija, conjuran a ciertas personas y llaman a los malos espíritus.

Cuando una persona empieza a involucrarse con la brujería y las ciencias ocultas, cambia su personalidad. Lo oculto es mucho más fuerte de lo que imaginamos, más fuerte que todo poder que los humanos podemos tener de modo natural. Los brujos muchas veces juegan con poderes que los sobrepasan y que no pueden manejar a su antojo.

La Constitución Gaudium et spes dice: “a través de toda la Historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final” (8-XII-1965, n. 37). Lo que está en juego es la salvación o la condenación de cada alma.

El “humo del infierno” se ha infiltrado en todas partes. Hoy se vive una contradicción, por un lado se ve un crecimiento desmedido del culto satánico con expresiones de prácticas ocultistas a través de la magia, la hechicería, la brujería y el esoterismo. Y por otro lado se percibe el miedo a hablar del infierno; no está de moda hablar del Diablo. No se cree en él o se prescinde de su existencia.

En diversas partes del mundo y entre todas las clases sociales, se ha puesto de moda acudir a los brujos o brujas, sin medir el mal que ocasiona la brujería al que la solicita y al destinatario.

Superstición

La superstición es una creencia irracional que trata de convencer a las personas de que ciertas obras, objetos o números pueden traerles buena suerte o desgracias. Hay quien piensa que romper un espejo es de mala suerte y llevar una herradura es de buena suerte. Hay quien piensa que le va mal porque “le han echado la sal”. La sal no trae mala suerte.

Brujería

Hay que diferenciar entre ”brujas” y ”hechiceras”. Las primeras habrían desarrollado su actividad en un ámbito predominantemente rural y habrían sido las principales víctimas de las cazas de brujas en los años 1450-1750. En cambio, las hechiceras, conocidas desde la antigüedad clásica, son personajes fundamentalmente urbanos: un ejemplo característico en la literatura española es la protagonista de ”La Celestina” de Fernando de Rojas.

Es difícil distinguir claramente entre brujería, hechicería y magia. Estas prácticas utilizan medios ocultos (fuera de la revelación dada por Dios) para producir efectos mas allá de los poderes naturales del hombre. Se puede afirmar que, mientras le hechicero y el adivino invocan la ayuda del demonio, la bruja se somete a él por completo, en cuerpo y alma. La brujería se adapta a los tiempos modernos y abunda aun en los libros populares para niños.

El rechazo a la brujería no comienza con la Iglesia Católica. La condena ya existía en el Antiguo Testamento. También el Imperio Romano penalizaba ciertas actividades de brujería con la pena de muerte.

La brujería implica la creencia en una realidad invisible a la que el practicante queda atado. Las Sagradas Escrituras y los Padres enseñan que se trata de una entidad diabólica (Dt 18,12). La ayuda que ofrece la brujería se busca por diferentes razones. Las principales son: Para dañar a quien se odia, para vengarse, para enamorar, para tener poder, para invocar a los muertos, para suscitar calamidades y para resolver un problema obsesivo.

Prácticas de los Brujos. La brujería data desde los tiempos de la antigua Mesopotamia y Egipto. Así lo demuestra la Biblia como también otros antiguos escritos como el Código de Hammurabi (2000 a.C.). No todos los brujos siguen las mismas prácticas. El brujo hace un pacto con el demonio, abjura de Cristo, adora al Príncipe de las Tinieblas y participa en aquelarres (reuniones de brujos donde hay maledicencias). La brujería está relacionada con el satanismo.

Tanto en la brujería como en la magia se encuentran estos elementos:

1-La realización de rituales o de gestos simbólicos. 2- El uso de sustancias y objetos materiales que tienen significado simbólico. 3- Pronunciamiento de un hechizo. 4- Una condición prescrita del que efectúa el rito.

La brujería consta de rituales para hacer sus hechizos (ejercer un maleficio o atadura sobre alguien), algunos de los cuales requieren hierbas particulares. También hay palabras de conjuro o hechizo que pueden ser escritas para obtener un mayor poder. Quién realiza el rito debe desear su propósito con todas sus fuerzas para obtener mayores efectos y algunas veces debe ayunar por 24 horas antes de realizar el rito para purificar el cuerpo.

¿Es real el poder de la brujería?

En algunos casos puede ser real, pero en otros casos puede ser sugestión de la mente. En ambos casos está actuando el demonio, príncipe de la mentira. La Biblia, la enseñanza de los Padres de la Iglesia y la tradición no dejan lugar a dudas sobre el hecho que los seres humanos tienen la libertad para pactar con el diablo el cual tiene influencia en la tierra y en las actividades humanas.

La Biblia condena la brujería y la hechicería: “A la hechicera no la dejarás con vida” dice el libro del Exodo (22,18; Deuteronomio 18,11-12). El  primer mandamiento condena la brujería, la magia y todo tipo de adivinación: “Yo Soy el señor tu Dios…no tendrás dioses extraños delante de mi” (Ex 20:2-3).

Debemos evitar exagerar o minimizar el poder de Satanás. En una guerra es esencial conocer las fuerzas contrarias y saber cómo vencerlas. Satanás tiene poder para tentar y asediar a los fieles, pero su poder no es comparable al de Dios. Satanás puede causar persecuciones y el martirio de los fieles, pero la victoria de los santos no está en vivir sin pruebas sino en vencerlas.

Historia de una neopagana

Fue bruja quince años, pero las novelas de terror y un superhéroe católico la llevaron a la Iglesia 

Todo empezó con un libro de la sección de Astrología y terminó con un juego de rol: el personaje de Rondador Nocturno le dio la clave. 

Actualizado 1 julio 2012 

Pablo Ginés/ReL 

Libby Edwards es una mujer que nació en Halloween y fue, desde los 20 a los 35 años, neopagana y bruja. Realizaba rituales, organizaba eventos paganos y practicaba talentos «ocultos» (en el sentido de sobrenaturales): «Yo parecía tener un don particular para la adivinación y el trato con los muertos, y aprendí a sanar y a maldecir, aunque decididamente tenía más éxito con lo segundo que con lo primero».

¿Cómo llegó a eso? Por los libros. ¿Y como salió de allí? Por las novelas, los cómics, los juegos de rol y la gracia de Dios, «que vino a buscarme donde yo estaba».

Una joven sin iglesia

Libby nació en Estados Unidos en una familia de cultura protestante. Cuando la familia se mudó a Carolina del Norte, teniendo ella 8 años, adoptó el mormonismo, debido a la calurosa acogida de una comunidad mormona de la zona. Pero al pasar el tiempo, siendo ella ya estudiante de instituto, su familia no era practicante. «Yo era la típica adolescente sin iglesia, más interesada en gustar a la gente que en cultivar una relación con Dios», recuerda.

Tenía amigos cristianos y durante un tiempo salió con un novio protestante, de la Church of God. Ella evidenciaba un cierto interés por lo espiritual y algunas veces iba a las iglesias de sus amigos si la invitaban.

Con el catolicismo tenía entonces sólo dos enlaces: las novelas y películas de terror, como El Exorcista, y una familia de conocidos, bastante tibios pero que le fascinaban igualmente, porque tenían un cajón lleno de rosarios que nunca rezaban. «Nunca había visto un rosario en la vida real y el hecho de que tuviesen toda una colección y ni siquiera lo usasen me parecía un sinsentido. Yo no sabía lo que significaba rezar el rosario, pero sí sabía que era algo especial», explica.

«Yo podía ser bruja de verdad»

El verano que cumplió 20 años, Libby estaba buscando novelas de fantasía o ciencia ficción en la librería. No encontró nada interesante pero justo al lado de esa sección estaba la de Nueva Era y Astrología, «donde un libro de brujería cautivó mi atención. La cubierta era tonta, el título más aún, pero a una chica impresionable de 20 años con un amor por las cosas oscuras y misteriosas y un ansia profunda por cualquier cosa espiritual, las promesas de la tapa del libro despertaban un acorde que resonaba con intensidad. ¡La brujería no era sólo un cuento de hadas! Tampoco era adorar al demonio. Sólo tenía que comprar ese libro y también yo podría ser una bruja de verdad».

Lo compró y lo leyó fascinada. Estudió sus lecciones. Empezó a citarse con otras personas «de mi nueva fe recién encontrada». No pasó mucho antes de que su guardarropa tuviese un sólo color: el negro. Compró numerosos pentáculos de plata. Creó un círculo de amistades neopaganas. «Encontré maestros con experiencia del mundo real para que me ayudasen y leía sin cesar cualquier cosa relacionada con el Arte [«the Craft», el arte de la magia] que cayese en mis manos».

«Practiqué la brujería neopagana durante 15 años. Era activa en solitario y también como miembro de un coven [grupo o comunidad de brujos que se reúnen y hacen rituales juntos]. Organicé eventos paganos y tenía una extensa red online«, enumera Libby.

Maldecir es más fácil que sanar

Quizá por su nacimiento en Halloween, parecía tener más facilidad para el «trato con los muertos» y la adivinación. Y comprobó que la magia de maldecir se le daba mejor que la de sanar. «No creo que esto fuese una coincidencia. Una de las grandes frases neopaganas y un argumento que usan los brujos para defender su fe es que se centra, supuestamente, en la magia positiva, pero tiene poca base en la realidad. Lo de ´no dañes a nadie, haz como quieras´, rápidamente se descarta por ¡el brujo que no puede cercar, no puede curar!».

Libby se daba cuenta que la permisividad moral del neopaganismo era radical. «Es una especie de hedonismo rodeado de fe», dice. Decidió librarse de sus restos de cultura cristiana, buscar una «libertad» que violase los puntos morales de origen cristiano que aún tenía. «Ahora practicar la magia era el menor de mis problemas, había adoptado una visión del mundo que me hacía caminar sobre una cuerda floja espiritual sin red de seguridad», explica. 

Enfrascada en sus rituales y volcada en el hedonismo, Libby no se dio cuenta de que Dios iba a tejer su red «buscándome de formas sorprendentes«.

Cuando viene el mal real ¿a quien llamas?

Ella seguía leyendo novelas de terror y disfrutaba con las películas de miedo. «Me di cuenta de que cuando un mal real amenaza en estas historias, nadie llama al pastor protestante local ni al mabo vudú ni a la sacerdotisa pagana, ya que estamos. Llaman a la Iglesia católica«, afirma.

Una vez le dijo a un amigo que «si algo maligno se manifestase en mi casa, llamaría al cura católico local antes que a una sacerdotisa wicca». Lo dijo medio en broma. Pero no del todo. «Había un poder y autoridad en la Iglesia católica que reconocía inconscientemente incluso entonces».

También disfrutaba leyendo cómics. «Mi superhéroe preferido era un mutante azul, con cola y pendiente, bucanero con espada, de los X-Men. Su nombre es Rondador Nocturno, y era católico devoto, quizá el único católico devoto que protagoniza comics. Era algo nuevo en mi experiencia hasta entonces: un católico enamorado de Dios y feliz por ello», explica. 

Estudiar para jugar bien a rol

Su otra afición eran los juegos de rol. Jugaba al juego de rol de superhéroes Marvel y solía interpretar a su personaje preferido, Rondador Nocturno. Como muchos jugadores de rol, que son un tipo de personas con impulsos creativos, también escribía relatos de fantasía o terror, que a veces publicaba a nivel semi-profesional. Yuna y otra vez los personajes tendían a ser católicos. Y para interpretar un católico, sea en un juego de rol o en un relato, Libby decidió documentarse. En las partidas de rol, por ejemplo, los personajes enemigos, u otros jugadores, podían criticar la fe de su superhéroe católico. ¿Con qué argumentos respondería él? 

Así que Libby, la bruja neopagana, se puso a leer apologética católica. ¡Y el Catecismo!

Belleza… y Verdad

«Y me empecé a preguntar si había estado descolocada desde el principio. Ya me encantaba todo el ropaje de la Iglesia: los olores, las campanas, el arte y la música, la grandeza de los rituales, algo menos sorprendente dado mi similar amor por esos ropajes en el neopaganismo. Pero empecé a ver VERDAD en la apologética. Verdad dura, pero verdad. Los rituales y hechizos del Arte parecían baratos en comparación, meras sombras de la Verdad, y yo tenía hambre por algo real».

Libby se apuntó al curso de iniciación cristiana para adultos que se impartía en su parroquia local, muy común en las iglesias católicas de EEUU. «Me di un año. Hizo falta menos. Yo ya era Suya», dice.

No es que fuese fácil, sobre todo en los hábitos morales. «Pasaba de una religión de extrema permisividad a una que era exigente de verdad conmigo», reconoce. Pero Libby cita al cardenal Newman: «Profundizar en la historia es dejar de ser protestante, y en mi caso, también dejar de ser pagana».

El poder del Espíritu Santo

Esta conversión intelectual se vio completada esa Semana Santa con una experiencia mística. «Me hice católica de corazón. Experimenté a Dios en el Espíritu Santo, de una forma muy real, que cambió mi vida, y dejé atrás el paganismo. Ese fue el momento en el que me enamoré de Dios y ya nunca quise separarme de Él». 

Fue bautizada en la Vigilia Pascual de 2010. «Ahora mi vida es más simple, más hermosa y más pacífica, que cuando estaba bajo el paganismo. La verdadera libertad descansa en Dios», explica en su testimonio en WhyImCatholic.com.

Del heavy metal a sacerdote católico

Hoy predica y reza contra la brujería y las sectas

Del heavy metal, las bandas violentas, la brujería y el ocultismo, a sacerdote católico

Algunos de sus amigos eran pistoleros, otros traficaban con drogas, él tenía 5 novias al mismo tiempo, bebía mucho alcohol y leía libros de rituales y magia. En tres ocasiones vio la muerte de cerca y empezó a reflexionar. Pero fue un grupo de oración lo que cambió su vida.

Actualizado 12 noviembre 2011

Pablo Ginés/ReL

Juan Gonzalo Calleja nació y se crió en Medellín, Colombia. A los 14 años empezó a escuchar heavy metal, vestir de negro, llevar cadenas, pelo de punta y una estética oscura. Mataba conejos o murciélagos y los clavaba en el armario de su habitación, como parte de su decoración, entre carteles de temática heavy. 

Con el tiempo, se interesó también por la brujería y se hizo con libros de temática oculta. Pasaban los años y su situación se agravaba. En la calle formaba parte de una pandilla con los que bebía mucho y se iba de fiesta. Algunos de ellos estaban implicados en temas de drogas. 

Un amigo en el infierno

Pero vivió una serie de «encuentros» con la muerte, que lo hicieron reflexionar algo. Mataron a uno de sus camaradas, y en el funeral su grupo de amigos insistió en que se levantase la tapa del féretro para despedirse de su compañero. «Estaba todo deformado, con moretones, labios cosidos… y pensé: Juango, el infierno existe y tu amigo está en él«.

Después, hablando con sus amigos, fue descubriendo que eran más peligrosos de lo que pensaba. Uno le comentó que había matado a varias personas y que no le molestaba, pero que «el único muerto que no me quito de la mente fue el primero; recuerdo los pedazos de sesos en la acera«. Juango le escuchaba y pensó por un momento: «¿Con qué gente estoy?»

En una discoteca, Juango se peleó con un tipo. Quedaron para continuar la pelea, Juango con un cuchillo, el otro con una gran pistola. Por suerte para él, su pandilla le protegió y habló con su adversario para que desistiese. 

Un accidente para pensar en la muerte

Pero lo que de verdad le hizo reflexionar fue un accidente de circulación en que creyó que iba a morir: «vi mi vida en fotografías, en imágenes, tal como está ante los ojos de Dios. Y me hizo pensar. Y entendí que todo el mundo estaba organizado para que no me parase a pensar».

Fue entonces cuando él, que había estado alejado de Dios desde su infancia, se acercó al capellán de su universidad y le pidió permiso para fotocopiar el Credo, para rezarlo. Pero aún se mantenía en una vida confusa cuando un grupo de oración de la Renovación Carismática Católica, de amigos de sus padres, vinieron a su casa. Los carismáticos estaban hablando de temas relacionados con el demonio, algunos participaban como ayudantes en oraciones de liberación y exorcismos, y al joven Juango le pareció interesante. Les escuchó y les invitó a visitar su habitación.

Obsesión demoníaca por la música oscura

Allí entró Roberto Vega, con experiencia en temas de actividad demoníaca. Consultado en el documental de Juan Manuel Cotelo de la serie «Te puede pasar a ti«, Vega explica que «hay cuatro niveles de acción del Maligno: la tentación, la obsesión, la opresión y la posesión, que es muy poco usual; este chico tenía obsesión por esa música, esa estética…»

Roberto le planteó: «¿por qué no tiras todo esto?» Juango sintió que «mi alma quería pero mi cuerpo no; sería dejar todo lo que yo había sido». ¡Era un salto al vacío… hacia Dios! Pero aceptó, y Roberto fue arrancando carteles con motivos satánicos y malignos. Y dijo: «en ese cajón hay algo». Y efectivamente, allí estaban los libros de magia. Destruido todo este material, los miembros del grupo oraron por Juango con el gesto de la imposición de manos, «y sentí como un calor que quemaba, pero que ardía de amor, una paz, Dios dentro de mí». Se integró en un grupo de 200 jóvenes carismáticos de la ciudad.

Más miedo al confesionario que a una pistola

El siguiente reto fue ir a confesarse. «A mí me habían metido un revólver en la boca y no me habían asustado, pero me daba miedo enfrentarme a un cura en el confesionario», explica Juango con humor en «Te puede pasar a ti«. Al final, dio el paso: «mire padre, me pasa esto, esto y esto…» Y afirma que «sentí aún más paz que con la oración de la imposición de manos».

También tenía que reordenar su vida sentimental: había llegado a tener 5 novias al mismo tiempo. Se quedó con la más seria, católica, pero finalmente sintió el llamado a la vida sacerdotal. Cuando se lo dijo a ella, supo por la familia que la joven había intentado suicidarse, pero después, con oración, la chica cambió su enfoque: «El Señor me ha dicho que no soy nadie para interponerme», le admitió ella, serena.

Sacerdote contra el ocultismo

Juango fue ordenado sacerdote en 2002. Pasó un tiempo como misionero en una zona pobre de Argentina, y después volvió a Colombia. Hoy forma parte de la asociación «Victoria de la Cruz»  (www.victoriadelacruz.com), especializada en temas de liberación, sectas y actividad demoniaca. Publicó un libro sobre el tema: «Contra la Brujería«, y predica en retiros y encuentros carismáticos, muy populares en Colombia. 

Su testimonio, dramatizado con agilidad, humor y contextualizado por expertos, es el primero de la serie de reportajes «Te puede pasar a ti«, de Juan Manuel Cotelo, el cineasta de «La Última Cima«.