Podría ser su primer milagro

Sucedió en 2010, y podría ser su primer milagro 

Tras 61 minutos sin pulso, que pasaron rezando a Fulton J. Sheen, su hijo volvió a la vida 

El Papa ha firmado las «virtudes heroicas» del legendario obispo, bastión anticomunista y modelo de evangelización radiofónica. 

Actualizado 29 junio 2012 

Carmelo López-Arias / ReL

Bonnie Engstrom es una joven madre norteamericana que tiene cinco hijos: «Uno en el cielo, otro en camino, y tres en danza», cuenta ella misma. El más pequeño de ellos se llama James Fulton, y nació el 16 de septiembre de 2010. Pero nació muerto.

Durante el parto, que tuvo lugar en su propia casa, el cordón umbilical se cerró en torno a su cuello. Vinieron los servicios de urgencias, le aplicaron continuamente resucitación cardiopulmonar, le llevaron al hospital… pero el niño no tenía pulso.

Fueron 61 minutos de angustia para Bonnie y su marido. Pero, desde el primer momento en que se detectó el problema, ambos empezaron a rezar con insistencia pidiendo la salvación del pequeño por intercesión del obispo Fulton J. Sheen (1895-1979). Y al minuto 61, el niño despertó.

Los médicos les aconsejaron que se prepararan para lo peor. La falta de oxígeno durante tanto tiempo implicaba un fallo orgánico masivo y una muerte inminente. En caso de sobrevivir, sería con vida «vegetal», y en todo caso con severas discapacidades.

Hoy, casi dos años después, James Fulton está robando de la cocina las pastas que hace su madre -cuenta Bonnie-, sin discapacidad alguna, mientras ella alimenta el blog consagrado a la beatificación del obispo y celebra por todo lo alto que este jueves Benedicto XVI haya declarado las «virtudes heroicas» de uno de los personajes más característicos del pujante catolicismo norteamericano de los años 50 y 60

Remitió su caso a la Fundación Fulton J. Sheen, y la salvación de su hijo (más incluso la ausencia de secuelas que la misma resucitación) puede convertirse en el primer milagroque posibilite su beatificación.

Sin miedo a los temas difíciles

Los Engstrom, lógicamente, bautizaron a su hijo como segundo nombre con el del hombre por cuya intercesión se había salvado. Pero no es un caso extraordinario. La devoción a Sheen está muy extendida en los Estados Unidos, sobre todo entre aquellos que le conocieron en la edad dorada de su influencia mediática y social.

Fulton J. Sheen nació en 1895 en El Paso (Illinois), y se ordenó sacerdote en 1919. Tras completar sus estudios en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), en la Sorbona de París y en el Angelicum de Roma, volvió a Estados Unidos para iniciar sus trabajos pastorales.

En 1930 hizo su debut radiofónico en NBC Radio con The Catholic Hour (mantendría el programa hasta 1952), y a partir de entonces se convertiría en una estrella mediática al servicio del Evangelio, con audiencias progresivamente millonarias durante más de tres décadas. No sólo en radio, también en televisión, ya desde los años cuarenta. Edward Stasheff, uno de sus primeros directores en la pequeña pantalla, recordaba luego que «la fundamental de su técnica era el efecto magnético de su forma de mirar a la cámara«.

Sheen abordaba sin complejos ni miedos los grandes problemas de su tiempo. Apoyó al bando nacional durante la Guerra Civil española (y eso fue decisivo en la postura de buena parte del catolicismo norteamericano), censuró el impacto de las ideas freudianas en la educación lustros antes de Mayo del 68, y alertó del peligro que suponía el comunismo para la civilización occidental.

Junto al cardenal Spellman

Y todo ello, en una perspectiva de evangelización. Le escuchaban católicos y no católicos (superaba los treinta millones de personas de audiencia), y por eso logró miles de conversiones, entre ellas las de algunos nombres relevantes de la vida pública estadounidense de aquellos tiempos, como Fritz Kreisler, Heywood Broun, Clare Boothe Luce, Henry Ford II o Louis Budenz.

En 1951 fue consagrado obispo auxiliar de Nueva York y comenzó el programa televisivo que le lanzaría definitivamente a una fama absoluta: Life is worth living [Vale la pena vivir]. Tanto, que en 1952 ganó un premio Emmy al personaje más relevante de la televisión, derrotando incluso a la popularísima Lucille Ball.

La «virtud heroica» de monseñor Sheen era que su estrellato no era vanal ni frívolo. Para dotarlo de raíces sólidas, hacía una Hora Santa todos los días ante el Santísimo, por muy cansado que estuviese. 

Era muchas veces incómodo por su claridad al exponer la doctrina católica. Pero enganchó con la opinión pública norteamericana en las dos décadas de la Guerra Fría, que coinciden con el auge de la Iglesia en aquel país y su prestigio hasta niveles jamás conocidos. Aunque eran muy distintos, Sheen formó con su obispo titular en la Gran Manzana, el no menos célebre cardenal Joseph Spellman (1889-1967), un tándem de influencia mediática y política que les convirtió en referencia necesaria para unestablishment que conocía su peso específico en la sociedad.

Incomprensiones, y el reconocimiento de Juan Pablo II

En 1966 monseñor Sheen fue nombrado obispo de Rochester, y se retiró en 1969, aunque continuó predicando y escribiendo. Así se lo reconoció Juan Pablo II cuando se encontraron en 1979: «Usted ha hablado y escrito bien de Nuestro Señor. Usted es un hijo fiel de la Iglesia«, le dijo el Papa, quien reconoció el apoyo que había prestado a los católicos tras el Telón de Acero cuando tantos miraban hacia otro lado. Y fue reconfortante para Sheen, hasta la emoción -según testigos del encuentro-, porque los años del postconcilio fueron difíciles para él, pues los sectores eclesiásticos progresistas empezaron a verle como un incómodo anacronismo.

Ganó mucho dinero con sus interevenciones radiofónicas y televisivas, y todo lo que conseguía, lo ingresaba en la Sociedad para la Propagación de la Fe. Se calcula que en torno a 17 millones de dólares entraron así en las arcas de ese poderoso instrumento evangelizador de la Iglesia.

Durante sus últimos años se dedicó a hacer apostolado de la Hora Santa y a predicar retiros espirituales a sacerdotes. En 1975 publicó un libro, Esos misteriosos sacerdotes, donde defendía la oblación personal y la espiritualidad como esenciales para la eficacia del sacerdocio en la vida moderna. Su vida fue un ejemplo de ello.

Álvaro del Portillo «Venerable»

Benedicto XVI declara Venerable a Álvaro del Portillo

El Santo Padre Benedicto XVI ha autorizado esta mañana a la Congregación de las Causas de los Santos a promulgar decretos relativos a 16 causas de canonización. Entre ellos se encuentra el decreto de virtudes heroicas del obispo Álvaro del Portillo (1914-1994), prelado del Opus Dei.

Enlaces relacionados:

 Dossier Informativo sobre Mons. Álvaro del Portillo: biografía en vídeo, palabras del Prelado, cronología de la Causa, declaraciones de personalidades y testimonios en vídeo sobre D. Álvaro, iniciativas educativas y sociales promovidas por él, mapa con algunos de sus viajes pastorales, bibliografía, etc.

– Sección de la Causa de canonización de Mons. Álvaro del Portillo.

Un sacerdote de paz y lealtad

El venerable Álvaro del Portillo.

Al conocer el anuncio realizado por la Santa Sede, el prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, ha manifestado “gratitud a Dios por este pastor ejemplar que amó al Señor y a su Iglesia”.  Y ha añadido: “Don Álvaro es recordado por tantos hombres y mujeres como un sacerdote de paz, leal a su compromiso de amor a Dios; muy unido a la Iglesia y al Romano Pontífice; supo servir con alegría y total generosidad a san Josemaría Escrivá de Balaguer; a sus hermanos —luego hijos— en el Opus Dei; a sus parientes; a sus amigos y a sus colegas. Con su predicación ayudó a encontrar la felicidad en la fidelidad a Jesucristo a centenares de miles de personas en los diferentes países a los que realizó viajes pastorales”. (Puede leer la declaración completa al final de esta nota).

Mons. Echevarría, principal colaborador del nuevo Venerable desde 1975 hasta 1994, se refirió a él como una persona que “irradiaba paz, alegría, sencillez, espíritu cristiano y visión apostólica”. 

Rasgos biográficos

Álvaro del Portillo nació en Madrid el 11 de marzo de 1914. Era el tercero de ocho hermanos. Ingeniero, doctor en Filosofía y Letras y en Derecho Canónico, en 1935 se incorporó al Opus Dei. Muy pronto se convirtió en el más sólido apoyo del fundador, san Josemaría Escrivá de Balaguer. Fue ordenado sacerdote en 1944.

En 1946 se trasladó a Roma. Con su actividad intelectual junto a san Josemaría y con su trabajo en la Santa Sede realizó una honda reflexión sobre el papel y la responsabilidad de los fieles laicos en la misión de la Iglesia, a través del trabajo profesional y las relaciones sociales y familiares. Entre 1947 y 1950 empujó la expansión apostólica del Opus Dei en Roma, Milán, Nápoles, Palermo y otras ciudades italianas. Promovió actividades de formación cristiana y atendió sacerdotalmente a numerosas personas. 

Desde el pontificado de Pío XII hasta el de Juan Pablo II desempeñó numerosos encargos en la Santa Sede. Participó activamente en el Concilio Vaticano II y fue durante muchos años consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

El 15 de septiembre de 1975, tras el fallecimiento del fundador, don Álvaro fue elegido para sucederle al frente del Opus Dei. El 28 de noviembre de 1982, cuando el beato Juan Pablo II erigió el Opus Dei en prelatura personal, le designó prelado y el 7 de diciembre de 1990 le nombró obispo. A lo largo de los años en que estuvo al frente del Opus Dei, promovió el comienzo de la actividad pastoral de la prelatura en 20 nuevos países. Como prelado del Opus Dei, estimuló también la puesta en marcha de numerosas iniciativas sociales y educativas. 

Mons. Álvaro del Portillo falleció en Roma en la madrugada del 23 de marzo de 1994, pocas horas después de regresar de una peregrinación a Tierra Santa. Tras su muerte, miles de personas han testimoniado por escrito su recuerdo: su bondad, el calor de su sonrisa, su humildad, su audacia sobrenatural, la paz interior que su palabra les comunicaba.

El iter de la causa de canonización

D. Álvaro bendice a un niño en México (1983)

El 19 de febrero de 1997 Mons. Flavio Capucci fue nombrado postulador de la Causa de canonización de Mons. Álvaro del Portillo. Tuvieron lugar a continuación dos procesos paralelos. Uno ante el tribunal de la Prelatura del Opus Dei,  y el segundo ante el tribunal del Vicariato de Roma, que llevaron a cabo sus investigaciones, respectivamente, del 5 de marzo de 2004 al 26 de junio de 2008 y del 20 de marzo de 2004 al 7 de agosto de 2008. 

Además, dado el elevado número de testigos que vivían lejos de Roma, se celebraron ocho procesos rogatoriales en Madrid, Pamplona, Fátima-Leiria, Montreal, Washington, Varsovia, Quito y Sídney. En total se ha interrogado a 133 testigos (todos de visu, salvo dos que han contado dos milagros atribudos al Siervo de Dios). Entre ellos hay 19 cardenales y 12 obispos o arzobispos. 62 de los testigos eran fieles de la Prelatura; los otros 71, no.

El 2 de abril de 2009, la Congregación para las Causas de los Santos decretó la validez de las actas procesales y el 12 de junio nombró como Relator de la Positio al P. Cristoforo Bove, O.F.M.Conv., que se presentó el 19 de febrero de 2010: eran 3 volúmenes (Informatio, Summarium yBiographia documentata)con un total de 2.530 páginas.

El 10 de febrero de 2012, el Congreso peculiar de los Consultores Teólogos de la Congregación para las Causas de los Santos, dio respuesta unánime positiva a la pregunta sobre el ejercicio heroico de las virtudes por parte del Siervo de Dios Mons. Álvaro del Portillo. En el mismo sentido, se pronunció la Congregación Ordinaria de los Cardenales y de los Obispos el 5 de junio de 2012.

El Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, presentó una relación detallada de estas fases al Romano Pontífice. Con fecha de hoy, Benedicto XVI ha aceptado y ratificado el voto de la Congregación para las Causas de los Santos, y ha indicado que se publique el Decreto por el cual declarara Venerable a Mons. Álvaro del Portillo.

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Escondía judíos y les facilitaba la huida

Periodista, scout, de Acción Católica, padre de 7 hijos: el Papa le declara mártir de los nazis 

«Declaro morir en la más pura fe católica apostólica romana y en la plena sumisión a la voluntad de Dios ofreciendo mi vida en holocausto por mi diócesis, por Acción Católica, por el Papa y por el retorno de la paz al mundo», escribió en el lager nazi. 

Actualizado 14 mayo 2012 

P. J. G ./ ReL 

No es lo mismo el heroísmo de un obispo o sacerdote -que públicamente lo han dejado todo por seguir radicalmente a Cristo- que el de un profesional, un laico padre de familia, que tiene que pensar en sus hijos y en su mujer. 

Y tampoco es lo mismo ser un periodista que cuenta las cosas desde cierta neutralidad que involucrarse profundamente hasta dar la vida por Cristo.

El pasado jueves Benedicto XVI firmó el decreto de martirio del periodista italiano Odoardo Focherini. Mientras el joven Ratzinger hacía su servicio militar en la defensa antiaérea alemana, como todos los jóvenes de su edad, Focherini escondía judíos en la Italia fascista. Los dos eran católicos que no soportaban el totalitarismo de sus países.

Líder scout y de Acción Católica
Odoardo nació en Carpi el 6 de julio de 1907. Ferviente católico desde muy joven, se formó en la Acción Católica italiana bajo la guía de Armando Benatti. Con tan solo 16 años fue secretario del círculo interparroquial de Carpi, a los 17 años era secretario de la Federación Juvenil diocesana. 

A los 19 años de edad fundó los scouts católicos en su localidad natal, llegando a ser jefe del movimiento scout en su diócesis y uno de los referentes del mismo en toda Italia. Se casó con María Marchesi en el año 1930 y tuvieron siete hijosCon 27 años era presidente de Acción Católica en Italia, en una época en que las asociaciones fascistas competían por seducir a los jóvenes e integrarlos en sus filas.

En 1937 pasó a ser director administrativo del diario Avvenire, que entonces dirigía Raimondo Manzini, un hombre valiente que escribió encendidas polémicas contra el fascismo. Odoardo Focherini, inspirado en el espíritu de la encíclica Non abbiamo bisogno de Pío XI, fue muy crítico contra el fascismo de Mussolini.

Contra las leyes raciales
Pero lo que le convertiría en un mártir de Jesucristo fue su ayuda a los judíos italianos. Focherine contrató para Avvenire al periodista judío Giacomo Lampronti… desafiando así las nuevas leyes raciales.

En 1942, a petición del director Manzini –a quien el cardenal de Génova, Pietro Boetto, había enviado algunos judíos de Polonia para defenderlos–, se encargó de protegerles en un tren de Cruz Roja Internacional.

Más adelante, en octubre de 1943 organizó, junto al padre Dante Sala, una red eficaz para la expatriación hacia Suiza de más de un centenar de judíos. Odoardo contactaba con las familias, conseguía los documentos, arreglaba la financiación necesaria y, finalmente, llegó a proporcionar documentación falsa.

Su cuñado Bruno Marchesi le había dicho: “Ten cuidado. Tal vez te expones demasiado. ¿No piensas en tus hijos?”. Odoardo le respondió: “Si hubieras visto, como he visto yo en esta cárcel, lo que hacen padecer a los judíos, no lamentarías más que no haber hecho lo bastante por ellos, no haber salvado un número mayor”.

Por atender un enfermo
El 11 de marzo de 1944, Focherini fue detenido por los nazis en un hospital mientas atendía a un judío enfermo. Aislado en el «lager» de Flossenburg, fue trasladado al campo de Hersbruck donde se trabajaba desde las tres y media de la mañana hasta la tarde. Quien no resistía este ritmo, era inmediatamente enviado a los hornos crematorios.

Focherini murió de septicemia el 27 de diciembre de 1944, a los 37 años, por una herida en la pierna que nadie atendió en el campo. Antes de morir, dictó a su amigo Olivelli una carta-testamento estremecedora:

“Mis siete hijos… Querría verlos antes de morir… No obstante, acepta, oh, Señor, también este sacrificio, y protégelos Tú, junto a mi mujer, a mis padres, a todos mis seres queridos….Declaro morir en la más pura fe católica apostólica romana y en la plena sumisión a la voluntad de Dios –añadió–, ofreciendo mi vida en holocausto por mi diócesis, por Acción Católica, por el Papa y por el retorno de la paz al mundo…. Os ruego que digáis a mi esposa que siempre le he sido fiel, que siempre he pensado en ella y que siempre la he amado intensamente”.

Justo entre las naciones en Yad Vashem
En su memoria, la Unión de las Comunidades judías de Italia le otorgó una medalla de oro en 1955. Igualmente, el “Instituto conmemorativo de los mártires y de los héroes Yad Vashem” de Jerusalén le proclamó “Justo entre las Naciones”. En 2007, Elio Tinti, obispo de Carpi, expresó su deseo de que «pronto la Iglesia lo pueda reconocer como mártir. Su vida como hombre verdadero es un himno a la santidad”. Esto se ha cumplido el pasado jueves.

El Focherini alemán: Nikolauss Gross
La historia del periodista Focherini en Italia se parece, en su coraje, a la del periodista Nikolaus Gross en Alemania. Fue obrero y sindicalista, militante del partido cristiano (el Centrum) y director del diario del Movimiento Católico de los Trabajadores(KAB), el Westdeutschen Arbeiterzeitung. También él era padre de familia numerosa. Ya desde 1930 criticaba el nazismo en sus artículos: «nosotros trabajadores católicos rechazamos con fuerza y con claridad el nacionalsocialismo, no sólo por motivos políticos o económicos, sino decididamente también por nuestra postura religiosa y cultural».

El diario de Gross fue declarado «enemigo del Estado» y cerrado en 1938, pero él no calló. Fue encarcelado y ejecutado en la horca el 23 de enero de 1945. Su esposa Elisabeth, que pudo visitarle al menos dos veces, dio testimonio de que había sido torturado antes de morir. Sus asesinos no permitieron que recibiera un entierro cristiano y su cuerpo fue quemado y sus cenizas esparcidas por el campo. Nikolauss Gross fue declarado beato en el 2001. El 7 de octubre del año 2001 fue elevado a los altares como beato por el Papa Juan Pablo II, quien glosó su figura con las siguientes palabras: “Con inteligencia comprendía que la ideología nacional-socialista era incompatible con la fe cristiana. Con valentía, tomó la pluma para escribir a favor de la dignidad humana y por esta convicción fue llevado al patíbulo, pero esto le abrió el cielo».