El día que abandoné mi apostolado, Dios hizo algo sorprendente.

Un testimonio bellísimo

 

Un buen día me cansé y dije: “Hasta aquí”. Sencillamente no escuchaba a Dios, trabajaba mucho, oraba poco y decidí abandonar este apostolado. Dejaría de escribir para dedicarme a otra cosa que fuera más productiva y de provecho.

Pensaba que bastaba ser católico, pero estaba equivocado. No había comprendido bien mi llamado. Y tal vez esta encrucijada, en la que me detuve, lo cambiaría todo para mí. Y no me equivoqué. Así fue. Todo cambió.

Quería tocar el corazón de las personas, decirles: “No te rindas”. Y yo estaba a punto de rendirme.

Aprendí a diagramar mis libros, a diseñar las portadas. Pasaba mis días armando con mi esposa Vida los libros. Primero artesanalmente, luego en imprentas. Me dije: “Confiaré en Dios, Él renovarás mis fuerzas y esperanzas. Todo irá bien”.

Hice lo que estaba en mí y no resultó. Me detuve en el patio interior de mi casa, miré hacia el cielo y le dije molesto a Dios:

“Te devuelvo esto de los libros. Haz lo que quieras con ellos. ¡Ya me cansé! Por más que me esfuerzo no hay forma, esto no arranca. Ahora es tuyo. ¡Renuncio!”

Recordé un versículo de la Biblia que habla del amor de Dios por el hombre. Sabía que es celoso de nuestro amor.

“Porque tú vales mucho a mis ojos, yo doy a cambio tuyo vidas humanas; por ti entregaría pueblos, porque te amo y eres importante para mí”. (Isaías 43, 4)

Sentí que algo pasaría, pero no estaba seguro. Olvidamos que cuando Dios toma una resolución no lo harás cambiar. Me sonrío de sólo pensarlo.

Aquella noche recibí un email inesperado. Era de una persona que no conocía y lo abrí. Decía:

“Estimado sr Claudio. Usted no me conoce. Vivo en Chile. Esta mañana pasé por la librería Paulina. Me recomendaron un libro suyo, lo compré y fui a visitar a Jesús Sacramentado en un pequeño oratorio. Empecé a leerlo ante el sagrario y sentí en mi interior una voz que me dijo con claridad:

“Ayuda a Claudio con sus libros”.

Hice una pausa sorprendido. Lo mejor estaba por venir.

“Soy diseñadora gráfica. Diagramo libros, diseño portadas para editoriales católicas. He visto sus libros. Sé que usted los hace y la verdad, no es lo suyo. Usted es escritor. Jesús me pidió que le ayude y pienso hacerlo. Si usted me lo permite… voy a diagramar todos sus libros y a mejorar sus portadas. Y no le cobraré un centavo”.

Terminé de leer, miré al cielo y le dije a Dios, sonriendo, muy emocionado:

“¿Por qué no lo hiciste antes?”

Durante 6 meses cambiamos todos mis libros. Eso ocurrió hace 12 años. Hoy mis libros se encuentran en varios países, traducidos a 4 idiomas y yo estoy aquí, recordando la Misericordia de Dios, escribiendo para ti en Aleteia.

Comprendí que necesitaba orar y confiar más. Abandonarme en el amor incondicional de Dios. Y hacerlo “TODO PARA GLORIA DE DIOS”.

¿Ves lo bueno que es Dios? Es un padre extraordinario, que siempre escucha y nunca abandona a sus hijos.

Confía en Él y te irá bien.

¡Dios te bendiga!

Interesarse por Dios, por los demás y por el trabajo bien hecho

repostero-900-494382373-chef-decorating-food-dishTodos queremos ser felices, Aristóteles dice que “la verdadera felicidad consiste en hacer el bien”.

La gente no vale por lo que es ni por lo que sabe, sino por lo que decide. Un ingeniero fue llamado a componer una Computadora compleja y costosísima. Apagó la PC, sacó un destornillador, le dio vueltas a un pequeño tornillo y la PC quedó en perfecto estado. Cobró mil dólares. El dueño le dijo que porqué tanto. Contesto: “diez dólares por venir y apretar el tornillo. 990 dólares por saber qué tornillo apretar”.

Las dos columnas que sostienen la creación son el trabajo y el matrimonio, se puede leer en el libro del Génesis. Para hacer las cosas bien se necesita el amor y la técnica.

A una señora se le planteó tomar un curso sobre novísimos. Dijo:

– ¿Para qué, si ya tengo esposo?

– Los novísimos no tratan del novio sino de lo que viene después: muerte, juicio, cielo, infierno, purgatorio.

Ella entonces aclaró:

– Es que tengo una formación cristiana muy básica.

Cada generación sostiene la historia en sus propias manos. Esta generación tiene toda la generación futura en sus manos. El mundo está lleno de tecnología y hay poca fe. San Juan Dice: Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (1 Jn 5,4). Estamos entrando a una época de oscuridad sin precedentes. Siempre hay que preguntarnos: ¿Qué tiene que ver esto con la Historia de la salvación?

Quien conoce las verdades de la fe en profundidad tiene más facilidad para hacer oración. Ayer, hoy y siempre, la ignorancia religiosa es el mayor enemigo de Dios. Entre más conocemos a Dios más lo podemos amar y mientras más lo amamos más deseos tenemos de conocerlo y hacerlo conocer.

Alejandro Llano dice que la filosofía se encuentra estrechamente relacionada con la vida espiritual, aunque sólo sea porque ambas tratan de realidades que no se ven (Olor a yerba seca, p. 526). Una vocación facilita y apoya a la otra.

La formación espiritual, la formación apostólica y la formación profesional necesitan el fundamento de la formación doctrinal-religiosa. Es necesario conocer a fondo la doctrina cristiana. La falta de doctrina tiene una gran repercusión. Influye en el modo de tratarse uno mismo y de tratar a los demás, en el trabajo profesional, en el modo de elaborar leyes, en el noviazgo y en la vida matrimonial, en lo que se elige para entretenerse y en el modo de divertirse. Hoy, la gente joven no se sabe divertir. No tienen inventiva, sólo se les ocurre acudir al alcohol, a la droga o practicar deportes extremos. Entonces, hay que ir más lejos en la formación de la inteligencia y en la formación cultural para poder razonar con más conocimiento de causa. Pero para eso hace falta que el alma quiera formarse. Hay que aprender a leer, con sacrificio. Esa continuidad supondrá un gran beneficio.

Chesterton decía: “la desgracia de nuestros contemporáneos no es que no crean en nada, sino que se lo creen todo”. El abandono de la fe no ha llevado a las masas a la razón sino a la superstición, no al ateísmo sino a la idolatría. Sabemos que la ignorancia es el mayor enemigo de la fe y el mayor obstáculo para la Redención. Entonces el mayor servicio que podemos hacer es dar doctrina.

Cada uno es responsable de cómo alimenta su inteligencia. Ilusionarse, estudiar constantemente, pedir consejo sobre libros para tener un plan de formación intelectual y doctrinal. Necesitamos conocimiento para saber hacer bien el trabajo y el apostolado.