No, lo que nos mantiene unidos no son, ni deberían ser, los hijos

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Nuestra intimidad es ese lazo de amor irrompible que va a mantener unido nuestro matrimonio para toda la vida. Intimidad es sinónimo de unidad

La RAE define a la intimidad como una amistad íntima, como una zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia.

Cuando hago esta pregunta a las parejas invariablemente obtengo la misma respuesta. ¿Cuál es el lazo más fuerte e indestructible que siempre les mantendrá unidos? Y me responden que los hijos. Y claro, tiene lógica. Pero… Si de verdad fuera tan fuerte e indestructible, ¿por què sigue habiendo tanto divorcio?

Entonces no son los hijos los que nos mantienen unidos, sino nuestra capacidad de amor y compromiso mutuos, de entrega y de mantenernos como prioridad uno del otro. Los hijos son fruto de nuestro amor y una enorme bendición la cual -desafortunadamente- para muchas parejas ese amor -el más puro de los amores- no es suficiente para luchar contra sus egoísmos personales y evitar el divorcio.

Me explico mejor. Los hijos es lo más bello que la vida nos puede dar y por supuesto que hay que amarlos incondicionalmente, dedicarles nuestro tiempo, esfuerzo, etc. pero sin descuidar a ese ser quien en nuestro matrimonio debe seguir siendo prioridad, incluso antes que los hijos: nuestro cónyuge.

La intimidad en la vida marital va mucho más allá de un mero encuentro sexual. Es el permitir conocernos verdaderamente desnudos, pero del alma. Es comunicarnos nuestros espíritus sin miedo a ser juzgado porque entre nosotros solo existe amor, mismo que nos hace abrirnos a compartirnos todo de nosotros de una manera segura. Es permitir a nuestros corazones que dialoguen entre sì, muchas veces sin palabras. La idea es que nuestra relación matrimonial sea la más íntima de todas las relaciones humanas.

Ahora te voy a pedir que te remontes a aquellos años de cole, a tus clases de matemáticas cuando te enseñaban acerca de los conjuntos. Te pedían que pusieras 2 círculos unidos. De esa unión resultaba una intersección -algo en común- que quedaba en medio de ambos y que puede ser tan grande o pequeña como los círculos estuvieran uno de otro. A mayor lejanía de estos, más pequeño el vínculo. A menor separación, más grande el vínculo.

Pues justo esa intersección es lo que es nuestro vínculo matrimonial, todo eso que nos une y tenemos en común aparte de los hijos. Si durante los años hemos procurado hacer todo y de todo por mantenernos unidos por medio del amor, del respeto, de la compasión, del servicio mutuo, del perdón, de la Fe, compartiendo alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, etc. significa que nuestro vínculo ha estado bien alimentado lo que significará que tendremos una unión sólida, impenetrable cual ciudad amurallada.

Si, por el contrario, cada uno ha hecho de su vida lo que ha querido apartándonos de nuestro fin en común que es hacernos mutuamente felices y ser uno del otro camino hacia plenitud. Si de alguna manera hemos caído en el egoísmo y nuestras prioridades de vida están alteradas o no coinciden, pues ya sabremos cual será el resultado.

Y esto lo podemos ver en la epidemia de divorcios que hay en los matrimonios cuando los hijos se han ido del hogar. Son parejas que se perdieron en el camino, que se olvidaron de que antes de haber sido padres fueron pareja. Se dedicaron a ser solo padres y se olvidaron de ser esposos, amigos, amantes, confidentes, socios, compañeros de camino, ayuda idónea uno del otro.

Pasan los años y cada vez tuvieron menos cosas en común porque se descuidaron de nutrir sus nexos de pareja. Los hijos, el único vínculo que les mantenía unidos ya no están. Ahora son dos perfectos desconocidos -emocionalmente hablando- viviendo bajo el mismo techo, comiendo en la misma mesa y durmiendo en la misma cama. Y claro, como esa sensación de soledad acompañada no es nada agradable, entonces se separan o, peor aún, se divorcian pensando que esa es la solución.

Insisto, para que nuestra intimidad crezca y que así nuestro vínculo sea cada vez más sólido es importante que la alimentemos a diario por medio detalles, de compartir actividades y gustos, de decirnos palabras de afirmación, etc. Créanme que es mucho más sencillo de lo que parece. También sugiero tomar en cuenta estos puntos.

  • Para alimentar nuestro vinculo es muy importante que cada uno salga de sí para entrar en el otro. Es decir, cambiar el egoísmo por el altruismo. En un acto sincero de amor y generosidad pienso más en ti, en tus gustos y preferencias y menos en mí.
  • Conocer cuáles son nuestras mutuas necesidades emocionales y hacer todo por satisfacerlas. Te sugiero leer “Las 5 grandes necesidades emocionales de él y de ella”.
  • Conocer las áreas de intimidad que existen y trabajar por alimentar cada una. Compartiré solo algunas que el Dr. Champan, en su libro “El Matrimonio: Pacto y Compromiso” nos sugiere y les reto a que busquen y encuentren más. Hasta puede ser un ejercicio divertido que pueden realizar en pareja:
    • La intimidad intelectual. Compartir pensamientos, experiencias, deseos o ideas que han servido de estímulo a una persona. Por ejemplo, compartir de un buen libro que acabo de leer y de esa fabulosa película que tanto me ha impresionado.
    • La intimidad emocional. Es el compartirse a sí mismo -emociones o sentimientos-. Es cuando ante lo que nos acontece en la vida nos abrimos y participamos lo que sentimos e invitamos al otro a hacer lo mismo.
    • La intimidad espiritual. Es lo que un individuo puede compartir de su relación diaria con Dios y que nos invita a la reflexión. Es decir, aquello que le da significado a su vida. Por ejemplo, compartir y reflexionar sobre el Evangelio dominical.

Conviene cuidar y nutrir nuestra intimidad como pareja porque será el vehículo que alimentará nuestro vínculo, ese que por más que pasen las tormentas, por más que las crisis nos visiten a nuestro hogar, será tan sólido que no habrá nada ni nadie que lo destruya. Además, se torna tan impenetrable que un tercero jamás tendrás cabida. Recordemos que para que un tercero entre se necesita que haya suficiente espacio entre los dos.

Un taller que ayuda a las esposas a enamorarse de sus maridos nuevamente

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Conoce la norma clave para mejorar la relación

Jean-Baptiste Poquelin, más conocido como Molière, fue un famoso dramaturgo francés del siglo XVII. Aunque escribió muchas obras que hoy se consideran clásicos, una de sus obras teatrales más conocidas fue una comedia titulada La escuela de las mujeres, centrada en una estratagema matrimonial fuera de control.

En el momento de su escritura, la obra planteaba muchas cuestiones en torno a las mujeres y el matrimonio, algunas de las cuales siguen vigentes hoy día, como cuál es el objetivo de un matrimonio y cuál es la función de una mujer en él.

Linda Dillow, moderna escritora cristiana y coach matrimonial, ha escrito varios libros que abordan este mismo tema. Uno, titulado What’s It Like To be Married to Me? [¿Qué significa para mí estar casada?], ofrece consejos a las mujeres basándose en su propio matrimonio, de 47 años de duración, sobre cómo cambiarse una misma en favor de una mejor relación marital.

Sus filosofías de autoayuda han ganado tracción y se han vuelto especialmente influyentes en ciertas partes de Europa; tanto es así que en ciudades polacas como Varsovia y Cracovia han surgido talleres basados en su filosofía.

En estas sesiones, mujeres católicas —esposas, madres y amigas— se reúnen para leer el libro de Dillow y ayudarse mutuamente a poner en práctica su filosofía, la cual, entre otras cosas, promete ayudar a las mujeres a volverse a enamorar de sus maridos.

Sin embargo, ¿de verdad puede fortalecer un matrimonio el hecho de cambiar tus malos hábitos (como las quejas)? Hemos hablado con mujeres que han participado en estos talleres para descubrirlo:

Sueños pre-boda

“Es tentador pensar que una mujer se convierte automáticamente en esposa después de la boda. Pero cuanto más tiempo estás casada, más puedes ver cuánto trabajo supone no ya el ser una esposa, sino el ser una buena esposa”, dice Mirka Lukowska, una de las directoras de los talleres para esposas.

Es fácil que, al comienzo de la unión, sientas que entras en una vida idílica, un “felices para siempre” después de una boda de ensueño, pero entonces llegan los pequeños contratiempos, los altibajos de la vida diaria, que suponen un duro golpe con la realidad.

Por ello, el taller comienza pidiendo a las mujeres (ya lleven décadas o unos pocos días casadas) que recuerden todas las razones que las motivaron originalmente a querer casarse con sus maridos.

“Queremos recordar los sueños que teníamos antes de nuestra boda”, explica Agnieszka Strzoda, una de las fundadoras de los talleres.

“Personalmente, yo imaginaba que mi matrimonio sería maravilloso y romántico, que dispondríamos de mucho tiempo para tener citas, pero llegó un momento en que se interponía todo el tiempo que pasábamos con la colada, la cocina y cuidando de los niños, y empezamos a olvidarnos de esas otras cosas. Parte del objetivo de estos talleres es ayudar a las mujeres a recordar ese tipo de sueños y a recuperarlos”, explica.

Otra mujer en el taller, Malgorzata Czapska, hace casi 25 años que es esposa. Dice que se preparó para el matrimonio lo mejor que supo: leyendo, estudiando, pidiendo consejos a las personas que respetaba y en quienes confiaba.

“Para mí era muy importante descubrir qué hace falta para ser una buena esposa y tener un matrimonio sólido”, afirma, “en especial desde una perspectiva espiritual, porque quería construir una relación basada en el auténtico sacramento del matrimonio. Lo que descubrí rápidamente gracias a mi investigación es que ni el mejor de los matrimonios católicos sería fructífero sin mucho esfuerzo. Así que me uní a estos talleres para asumir la responsabilidad de mi esfuerzo en mi matrimonio”.

Prohibido quejarse

Después de que las esposas se comprometen de nuevo con los motivos por los que se casaron con sus esposos en primer lugar, los talleres proponen a las participantes una sencilla norma que seguir: prohibido quejarse sobre sus maridos.

“Es fácil quejarse sobre cualquiera, pero es crucial recordar que, cuando decidimos casarnos con nuestros maridos, vimos algo especial en ellos. Algo en mi marido me atrajo a él, algo en él me cautivó. La idea de la norma sobre no quejarse es una vuelta a esa perspectiva inicial”, explica Mirka Lukowska.

Sin embargo, aunque Lukowska respeta la norma, al principio no le dijo a su marido que estaba asistiendo a estos “talleres” para esposas. “Oculté el libro; quería hacer el taller sin que él lo supiera”, admite.

En los talleres, las esposas reciben muchas tareas diferentes y también deberes que hacer en casa, como en el instituto. Se pide a las mujeres, por ejemplo, que pongan en práctica el pensamiento positivo y digan cosas agradables sobre sus maridos.

Incluso reciben tareas físicas que han de vigilar para controlar su progreso: “Tenía que cambiar mi pulsera de una mano a la otra cada vez que tenía un pensamiento negativo o simplemente cuando empezaba a quejarme de mi marido [como un recordatorio para detenerme]. A veces la cambiaba varias veces en una hora. Mi marido no se daba cuenta de la pulsera, pero yo sí me daba cuenta de que él estaba más feliz”.

Por fin, cuando Lukowska habló a su marido del taller, sucedió algo incluso más sorprendente: él propuso llevar también una pulsera “para que él también pudiera asumir el reto”, explica Lukowska.

Para otra participante, Malgorzata Czapska, el ejercicio también funcionó estupendamente, porque la base de una relación marital es la comunicación.

Al no centrarte en las quejas, te permites abrirte a tu esposo de nuevas formas y ver sus necesidades de una forma más clara. Incluso sugiere ir un paso más allá y enviar a tu marido a lo largo del día mensajes de texto o correos electrónicos con piropos o mensajes cariñosos.

Entonces, ¿cuál es el objetivo?

“El propósito de estos talleres es encontrar una forma de avanzar en nuestro matrimonio”, afirma con seguridad Malgorzata Czapska. “En nuestras reuniones compartimos nuestras dudas, nuestras esperanzas y nuestros deseos. Miramos a lo que podemos arreglar, lo que podemos cambiar. Y las otras mujeres en nuestra pequeña ‘escuela para esposas’ se ayudan mutuamente a descubrir todas esas emociones y soluciones”.

Agnieszka Strzoda, otra mujer que está probando el taller, añade que debido a que ha jurado compartir su vida con su marido, merece la pena dedicar tiempo a este taller para cuidar de su relación. “[Ya] no intento ser la esposa ideal. Quiero ser una esposa que le apoye, una esposa a la que mi marido tenga ganas de ver después de trabajar, una amiga y una compañera”, declara.

Muchas de las participantes dicen también que confían en hacer sus matrimonios más santos, más cercanos a la forma que Dios los concibió. Así que no solo trabajan en mejorar la comunicación con sus maridos, sino también en mejorar la salud espiritual de su relación.

“El sacerdote que bendijo nuestro matrimonio dijo que era muy importante que viviéramos en una relación de tres: nosotros dos y Dios”, explica Czapska. “Estas relaciones deben estar en un continuo movimiento para que funcionen. Un matrimonio sacramental debería imitar la Trinidad y buscar unidad [entre esas tres partes]”.

¿Estás interesada en estos talleres para esposas o quieres empezar tu propio taller en tu localidad? Puedes encontrar más información aquí (aunque, claro, tendrás que utilizar el traductor de Google si no encuentras a alguien que hable polaco): http://www.spotkaniamam.pl

Este artículo se publicó originalmente en la edición polaca de Aleteia.

El dolor del desamor en el matrimonio

No hay mayor dolor que el de entregarse por entero y no ser aceptado

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Cuando un cónyuge muere, sigue viviendo en el corazón del amado, porque el amor real, bueno y verdadero, es posible a los seres humanos por una bondad hecha vida y compartida entre dos seres que se aman. Un amor cuya bondad trasciende la barrera del tiempo y que comprueba lo absurdo del divorcio que atenta contra el buen amor, porque desconoce el amor personal de los esposos.

Este es un testimonio real, de un matrimonio que, como tal, en realidad, nunca existió:

Mi divorcio fue como pasar por una forma de muerte en lo emocional y en lo psicológico, una experiencia de la me resultó muy difícil volver a la vida.

Cómo no sentirme morir junto al mismo amor por el que en la intimidad me reconozco a mí misma, y por el que me entregué en cuerpo y alma con la más completa y absoluta confianza sin reservarme nada. Un amor pleno y total en el que comuniqué vívidamente mi humanidad a través de mis sentidos, mis afectos, sentimientos, haciendo de todo ello mi mejor don.

Y de ese amor desperté un día a la cruel verdad de que mi don jamás existió como tal, porque jamás fue acogido, y hube de reconocerlo para dejar de aferrarme a la necesidad de amar y ser amada por el escogido de mi corazón.

En este duro proceso, finalmente me he abierto a la comprensión y lástima hacia quien en mi fallido matrimonio no se implicó personalmente, aun cuando haya sido capaz de hacerme sentir una falsa entrega desde el primer roce de su mano, su primer beso, caricias, promesas…

Ahora comprendo que por eso, en ese amor de atracción que ambos sentimos, él nunca paso de lo solo sensible al amor de entrega personal, ya que desde un principio mostró pobres disposiciones en su alma, que hicieron que se acrecentara su egoísmo sexual y afectivo.

Así, mientras que mi amor era íntegro y luchaba por vivificarlo todo con un protagonismo más allá de la pasión y ensoñación, él solo quería una parte de mí, reduciendo mi entrega a la parcialidad de la suya propia, aferrándose a un dulzón romanticismo almibarado con promesas de eterna luna de miel, en donde lo sexual se constituía en el fundamento de sus valoraciones hacia mi persona.

Me exhibía como un trofeo al tiempo que me celaba enfermizamente, desconcertándome: hoy me trataba bien, mañana me decía lo que se le venía a la cabeza sin medir sus palabras, convertido en un depredador emocional.

Tuve la esperanza de que la llegada de un hijo pudiera cambiar las cosas, pero me negó la maternidad, pues su amor, no siendo pleno y total hacia mi persona como mujer, no se podía extender a la aceptación del don de un hijo. Le preocupaba más que se modificara mi cuerpo y aparecieran estrías en mi abdomen…

Voluble, desintegrado en cuerpo y alma, arrastrado por sus pasiones se convirtió en presa de sus infidelidades, y salía solo de su indiferencia para insistir en agredir y reclamar lo absurdo. En la mala relación consigo mismo afectaba su relación con la única persona que quería ayudarlo y hacerlo feliz.

El amor puede lograr milagros, pero solo en los que luchan poniendo los medios por superar su miseria. No fue así en mi triste experiencia, sin sospecharlo me casé con quien, diciendo amarme, intentó corromperme.

El amor personal es apertura y aceptación, es conocimiento de la bondad del otro para valorarlo, y sobre todo, es libre respecto de y para el ser que se ama. El suyo se encontraba muy lejos de serlo, y lo que haya sido, culmino cuando me decidí a terminar la relación.

Lo decidí cuando comprendí que el corazón es a la vez fuerte y débil, asegura la perseverancia ante la adversidad, pero aumenta la vulnerabilidad ante el desamor, y siendo yo una persona sensible debí superar la falsa esperanza de sentirme querida, para no exponerme ya a hirientes decepciones por las que mi fortaleza comenzaba a fragmentarse.

Luego, comprendí con ayuda profesional, que así como mi amor me hizo ser vulnerable, mi sentido de dignidad me debía hacer fuerte, y tome la decisión de levantarme de mi postración, curar mis heridas, luchar por recuperar la confianza de que en mí no había nada malo y ser capaz de rehacer mi vida en todos los aspectos.

Por Orfa Astorga de Lira.

Escríbenos a: consultorio@aleteia.org

Si me amas, escúchame…

La importancia de la comunicación en el matrimonio

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Si me amas, escúchame, tenemos mucho camino a recorrer para trasformar lo mío en lo tuyo y lo tuyo en lo mío, y construir lo nuestroestamos a tiempo.

Hemos engendrado un hijo, pero no nos hemos engendrado a nosotros mismos en un único nosotros, más fuerte que un tú y un yo, que aun con su intención de amar, conservan su individualidad sin dar el paso definitivo a la plena realidad del amor.

Porque no acabamos de ser absolutamente sinceros cuando decimos: nuestro amor, nuestro hogar, nuestra familia; porque nos hace falta aún morir a nuestro egoísmo, que más de una vez nos ha angustiado con los absurdos de la sospecha, el miedo, la desconfianza, el fingimiento, la manipulación.

Porque hay mucho que rectificar, trasformar, rehacer, en ese “único nosotros” y lo podemos lograr, pero… debemos escucharnos.

Por esta sublime razón te pido que aprendamos a:

No interrumpirnos, adelantarnos o adivinar lo que queremos decirnos, no juzgar de inmediato nuestras palabras, nuestras intenciones.

Respetar nuestras ideas y sentimientos, aunque parezca poco importante lo que nos decimos.

Escucharnos antes de expresar nuestras opiniones en acuerdo o desacuerdo con los puntos de vista del otro.

Además de las palabras, saber percibir nuestros gestos, los tonos de voz, nuestras miradas y ademanes; pues todo nuestro ser personal se expresa a través de nuestro cuerpo.

Hacernos sentir que tratamos de ponernos en el lugar del otro, buscando comprender sus necesidades.

Esforzarnos en que lo que realmente importa es lograr un acuerdo entre ambos, a entender y aceptar que en ocasiones, uno de los dos, por responsabilidad, no deberá ceder su postura al tener la razón.

También, aumentar la seguridad y la autoestima del otro, al aceptar con sinceridad darle la razón cuando la tiene, apoyándolo en sus decisiones.

No guardar silencio ni apartarnos, sino hacer preguntas para aclarar las situaciones y nuestros sentimientos; a ser tolerantes y no guardar reclamos sobre nuestros errores.

No ser tan susceptibles que nos ofendamos por el menor motivo y sea necesario cuidar cada palabra para hablar entre nosotros.

Reconocer los valores en cada uno, a no ser indiferentes a las cualidades de ese ser que me ama y a quien amo.

No recurrir nunca más a las amenazas, ironía, sarcasmos, a las largas letanías.

Y ser unión que se manifieste en obras, hábitos, decisiones que nos den una sola y única identidad en nuestro Ser. Para que con ilusión y eficacia hablemos de todo aquello “que nos pasa” y hace real nuestro amor:

Nuestros hijos, sus estudios, logros, disciplina.

Los intereses y anhelos de cada uno.

Los problemas financieros del hogar.

Ideales y sueños para el futuro familiar.

Nuestras responsabilidades personales y familiares.

El manejo del dinero.

La familia política.

De los problemas sociales y políticos del país.

Y tantas otras cosas.

Sobre todo, de nosotros mismos, nuestros gustos y aficiones, nuestro amor, nuestras necesidades afectivas, nuestra intimidad.

De nuestra mutua y única historia.

Amar es la trasformación de lo mío en lo tuyo y de lo tuyo en lo mío, mediante una dinámica que entrelaza no solo el reciproco obrar sino el mutuo ser varón y mujer.

Por Orfa Astorga de Lira, Máster en matrimonio y familia. Universidad de Navarra.

Escríbenos a: consultorio@aleteia.org

Confesiones de una ex soltera

Año y medio de citas, 69 decepciones, 1 matrimonio

La inspiradora historia de Anna fortalecerá a aquellos que están buscando de verdad una pareja; a aquellos que sólo quieren aparentar que lo hacen, puede producirles remordimientos

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Anna tiene 30 y tantos. Esto significa que sus años como estudiante, es decir, un tiempo en el que estadísticamente es más fácil conocer “a alguien para toda la vida” ha pasado ya. Ahora, el primer paso fue tomar una decisión: voy a buscar a alguien para mí.

A continuación, Anna se preguntó ¿cómo voy a hacerlo? A pesar de muchas responsabilidades, se decidió a dedicar dos tardes a la semana para salir. Asistía a muestras de diapositivas, exposiciones, eventos para solteros y a un pub. Se sentaba en las cafeterías con un libro en la mano y sonreía a todo el mundo que pasaba por allí. Practicaba abrirse a la gente.

Los efectos

Durante un año y medio conoció de esta manera a setenta hombres, y aceptó citas con la mayoría. Con tres de ellos salió más tiempo.

El primero fue un ingeniero. Resultó que a pesar de la fascinación inicial, tenían diferentes necesidades.

El segundo era un mecánico, a quien conoció en la iglesia. Él era muy creyente, pero bastante inmaduro. Ella tuvo que aguantar sus continuos cambios emocionales y no le vio preparado para una relación a largo plazo. Ahora admite que fue una experiencia difícil, pero necesaria, ya que se dio cuenta del tipo de hombres que elegía.

Al tercer hombre lo conoció en una fiesta de disfraces. Ella era una chica de la comunidad cristiana y él, un niño con traje adornado con dibujos de cráneos. No despertó en ella mucho entusiasmo, pero decidió darle una oportunidad.

Año y medio de citas, sesenta y nueve decepciones y un matrimonio feliz.

¿Tal vez es una cuestión de estadísticas?

Si conoces a una nueva persona cada seis meses, no te sorprenda que estés solo/a. Las probabilidades de conocer a alguien “para toda la vida” son demasiado pequeñas. Si tu objetivo no es el cartero, entonces ¿es posible que tengas que cambiar de táctica? No esperes en el garaje a tu princesa. Y no esperes a tu príncipe bajo la torre. 

Establece una meta

Queda un mes y medio hasta la Nochevieja. ¿Con quién la celebrarás? ¿Cómo te gustaría celebrarla? ¿Qué harías entonces? ¿Con qué sueñas?

Por otra parte, siempre puedes hacer de canguro del hijo de tus amigos. O cuidar de su apartamento cuando se vayan de vacaciones. O regar las flores, pasear su perro. O pasear con sus hijos o llevarlos al cine, para que sus padres puedan descansar. No tienes tu propia familia ni las tareas relacionadas con ella y puedes dedicar tu tiempo a los demás. Estupendo si esto te llena y te hace totalmente feliz.

Puede, sin embargo, ¿que a la vista de esta perspectiva te sientas triste? 

¿Qué hacer entonces? 

Piensa en la persona que te pueda animar y a quien le permitirás recordarte lo que estás haciendo cuando te desanimes. De esta manera creas tu propio grupo de apoyo. La informas de tus acciones en este tema y sus consecuencias. Le cuentas a esta persona lo relacionado con las personas que vas conociendo, cómo son y cómo te sientes al lado de ellas. Lo que te atrae de ella y lo que te asusta. Escuchas lo que opinan de ellos tus seres queridos.

¿Tal vez aún eliges el mismo tipo como Anna? Y por eso las cosas no salen bien. Además, recuerda que, en última instancia, eres tú la que tomas decisiones sobre los candidatos/candidatas para las citas.

Deja opinar a tus parientes sobre tu aspecto, sobre la manera de comunicarte con los demás, sobre los temas de los que les gusta hablar contigo. Mírate a ti mismo a través de sus ojos, y si te falta confianza aprende de ellos. Siéntete por fin feliz. Tienes gente a tu alrededor que se preocupa por ti. Ahora es el momento de luchar por algo más. Buena suerte.

Cuando la infidelidad se “instala” en el matrimonio, ¿hay solución?

Un caso real y doloroso que tuve en mi consulta

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Les traigo aquí un caso real que tuve que atender, una historia dolorosa. El mayor problema de la infidelidad es cuando se “instala” en el matrimonio y el esposo o esposa infiel no quiere realmente dejar esa relación.

Esposo.

Verá usted, mi esposa y yo tenemos dieciséis años de casados y dos hijos adolescentes, hemos sido más o menos felices, pero desde hace cinco años yo había tenido una relación en la clandestinidad con una compañera de trabajo, mi esposa lo descubrió y estamos en una fuerte crisis.

La verdad es que con mi otra relación experimento sentimientos distintos y un fuerte deseo sexual; usted entenderá, ella es más joven que mi esposa, no tiene hijos, siempre esta arreglada y despreocupada para mí. También es capaz de comprenderme mejor que mi esposa.

Quiero a mi esposa y me siento mal, en verdad no soy cínico y me encuentro luchando conmigo mismo, pues quisiera reconstruir mi matrimonio y cuento con que ella lo desea, está dispuesta a perdonarme, así como seguir al pié de la letra todo lo que nos aconseje usted como terapeuta para salvar nuestro matrimonio.

Tengo una fuerte sensación de pérdida de cuánto representa el matrimonio y la familia, de la forma en que me ven mis hijos ante los cuales no sé qué explicaciones dar. También siento culpa por el dolor que estoy causando. Creí que no llegaría a provocar nada de eso cuando mi infidelidad estaba en la clandestinidad, me había acostumbrado a llevar una doble vida y pienso que no hacia mal, pues cumplía con todas mis obligaciones familiares. Ahora todo ha cambiado.

Aunque debo admitir, que por otro lado, estoy roto por dentro, pues se me hace difícil, casi que imposible, renunciar a todo lo que siento con mí… amante… si mi esposa lo supiera… En los últimos seis meses me he ido de mi casa por seis ocasiones y he regresado a los pocos días, esto debido a que siento intensa nostalgia de estar con mi amante, y eso me hace pensar que no podre dejarla; además, tengo con ella un compromiso, pues por mi causa dejo un novio que tenía, al menos, es lo que me reclama.

Todos los días me digo; ahora sí voy a rectificar, ya me voy a portar bien, pero…. mañana empiezo.

Esposa

Lo que han sido las cosas…

Yo, por haberme enfermado, y mi esposo por fingir demencia, fuimos al especialista. A él por sus incongruencias lo diagnosticaron con trastorno bipolar y le recetaron sales de litio; a mí, un cuadro depresivo y sus respectivos medicamentos, pero eso es simplemente absurdo, ya que el origen de nuestros problemas, bien lo sabemos, es su infidelidad que nos tiene a todos rotos por dentro, eso y no otra cosa es nuestra enfermedad, que no inventen.

Mis hijos también están afectados pues han bajado su rendimiento escolar y se han vuelto muy conflictivos en sus relaciones, sabemos muy bien que son adolescentes, con todo, no eran así antes, nos han llamado de la escuela y pueden ser expulsados. Han recibido ayuda psicológica, pero no ha funcionado, son muchachos más bien tristes.

Pero en su orientación matrimonial, el enfoque profesional fue distinto, por lo que yo me esforcé y sé que pudo habernos ayudado mucho, pues coincidí con usted en que:

  • Ambos, a través del diagnóstico y la terapia correcta, teníamos la posibilidad y responsabilidad de volver al punto, donde pudiéramos entender cómo y cuándo nuestro amor se enfermó de muerte.
  • Que existen disfunciones en nuestra unión conyugal que pudimos identificar, enfrentar y resolver.
  • Que mi esposo debe superar una sexualidad desintegrada por las que se orienta a la infidelidad.
  • Que la verdadera causa la podíamos haber resuelto no solo a partir de la comprensión del problema y en el perdón, sino además, en recuperar el entrelazamiento amoroso de esposos y en el darnos y acogernos mutuamente. Que si bien existe una terapia, esta no suplía nuestra propia capacidad de auto regenerarnos gradualmente para volvernos a unir.

El grave problema es que mi esposo realmente no ha querido enderezar su vida, y ante esto no hay terapia que sirva. Llegué al final del camino, me encuentro muy cansada, no quiero seguir, esto se acabó.

Mi esposo sigue con muchas contradicciones, cuando no busca hacerse el ofendido, se victimiza, ha llegado a decirme que no está en su voluntad comportarse como se comporta, que es como si estuviera hechizado. Busca evadir su responsabilidad dándome regalos personales, saliendo conmigo y tratándome muy bien. Dice que quiere arreglar su vida, que conserve esa esperanza, peroel suyo es un querer sin querer, pues está instalado en su infidelidad, y para mí, lo que realmente busca, es que yo termine aceptándolo así.

Todo lo contrario, jamás lo aceptare, ni guardo ya esperanzas.

¿Cómo puedo tener aun esperanza?, si cada vez pierdo más y más mi confianza en él, estoy además muy desconcertada, pues ya no sé qué hacer o decirle para que reaccione de ese comportamiento tan contradictorio y cínico.

Estas contradicciones y su ir y venir me han hecho un gran daño, pues mi salud se ha deteriorado. Ya no me puedo ver como mujer, esposa, madre, es como si mi vida entera se hubiera hecho jirones. Quise luchar por mi matrimonio, primero por amor a él, después solo para conservar un padre para mis hijos, pero ha sido inútil. Estoy muy descorazonada.

Lo que mi esposo no alcanza a comprender, es que poco a poco he perdido el deseo de luchar, de llegar a una solución, ya no tengo la fortaleza para eso. Estoy triste y sin esperanzas. Ahora lo que deseo es apartarme de él, pues todo esto me ahoga y destroza.

Desenlace. Divorcio y un profundo daño familiar.

La esposa. Tendrá que superar una gran tristeza, una enorme decepción respecto de los pilares en los que había basado su vida, una crisis profunda de autoestima, y una gran desesperanza sobre la valía de su futuro. Habrá de enfrentar problemas de medios económicos, y la ausencia en el cada día de la figura paterna, para sacar adelante a sus hijos.

Los hijos. Sufren la desintegración de la familia, y con ello, un grave deterioro en su principal referente de identidad, que afectara definitivamente el desarrollo de sus personalidades.

El esposo. Empezó a vivir con su amante pero la relación simplemente no funcionó, como no funciona todo lo que se funda en el más despersonalizado egoísmo. Trató de volver con la ex esposa y fue rechazado contundentemente, aumentando el daño moral y psicológico entre ellos. Vive solo y visita a sus hijos a través de acuerdo legal.

La amante. Al margen del grado de culpa o responsabilidad, jamás sabrá el daño directo o indirectamente causado por ella. No lo sabrá porque le es imposible dimensionar la profundidad de las heridas producidas, o porque por insensibilidad, no quiera o le interese acercarse a esta verdad. Aunque no lo admitiera, también a sí misma se hizo un gran daño moral y la secuela de la injusticia cometida será muy difícil de seguir, y siempre será a través de un oscuro rastro.

La infidelidad atenta directamente al matrimonio y se convierte en un cáncer que invade a toda la familia, rompiendo su unidad de vida y amor al través del daño espiritual, moral, psicológico y corporal.

La infidelidad introduce la muerte en los lazos familiares.

Por Orfa Astorga de Lira, Orientadora familiar. Máster en matrimonio y familia. Universidad de Navarra.

Escribenos a  consultorio@aleteia.org

La noche de bodas, primordial para los casados

Se habla poco de ella…

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El olvido de la noche de bodas

“No hay que olvidar los elementos que rodean al acontecimiento: el cóctel de compromiso, la noche para los amigos íntimos y el almuerzo del día siguiente”. Los autores de los libros en cuestión a menudo parecen estar interesados sólo en el aspecto práctico del evento; hacen como si la noche de bodas no existiera.

De hecho, muchos recogen la opinión de que esta primera noche no tiene nada de especial en sí misma. Van dirigidos a parejas que quizás ya comparten una vida sexual activa y sólo necesitan abundantes consejos logísticos. El hecho de pasar una noche más juntos no les merece una especial atención.

Otros autores explican que los novios que ya viven juntos desean sobre todo ofrecer una buena fiesta para sus amigos, hasta tal punto que, el día de la celebración del matrimonio, ya no queda lugar para el encuentro sexual de los casados.

La intimidad, un momento precioso

¿Y si tomáramos prestado de los casamientos judíos el ritual del Yichud? Inmediatamente después de la ceremonia, los recién casados van a un cuarto separado donde poder tener un momento exclusivo para los dos. Cierto que es durante un periodo breve, pero permite que estén juntos para tomar conciencia de la promesa que se han hecho el uno al otro.

Lleguen o no vírgenes los esposos a la boda, la noche de bodas sigue siendo importante, no porque contenga una promesa de placer sexual, sino porque marca un punto de inflexión en la vida. No es un fin, sino un principio.

Poco importa si el éxtasis de los sentidos no acude a la cita;lo esencial es que, desde ese momento, podrán aprender a descubrir al mismo tiempo la vida juntos.

Es una pena que aquello que comparten marido y mujer, incluida la sexualidad, ya no se considere como algo valioso en sí.

La importancia de la primera unión sexual

En algunos casos, las parejas están tan estresadas por los preparativos de la boda que se van de “luna de miel” antes de celebrar la celebración.

El Huffington Post lo explica con cierta ligereza: “¿Qué es una luna de miel al fin y al cabo? Es un tiempo que compartir alejados de la rutina cotidiana. Nos embarcamos hacia un horizonte desconocido, comemos bien, hacemos turismo y nos divertimos de formas nuevas. En resumen, unas vacaciones que coinciden con el matrimonio como pretexto. De hecho, nada impide que los novios tengan que esperar a dar el ‘sí quiero’ para celebrar un viaje como éste”.

Bueno, pero entonces, ¿qué es lo que se celebra? Si la vida ya es una “rutina cotidiana” de la que hay que huir, ¿qué sentido puede tener la ceremonia del matrimonio?

Yo llevo mucho tiempo casada. La rutina del día a día la conozco bien y también conozco las alegrías del matrimonio.Te puedo decir qué es lo que necesitan las parejas, y no se trata de playas de arena blanca ni cócteles en el borde de una piscina.

Las parejas felices son las que han aprendido a ser felices juntas, donde sea, cuando sea, y las que han comprendido que los lazos del matrimonio son únicos, tanto por lo que exigen de nosotros como por lo que cada uno de nosotros aporta, algo que no existe en ninguna otra parte.

Por eso es tan importante la primera unión sexual de la pareja casada y por eso es conveniente reservarle su propio espacio, incluso si la pareja ya ha sido constituida… e incluso aunque probablemente no vaya a ser la vez más extraordinaria que tengan.

El casamiento es querer hacer con una persona en particular aquello que no se volverá hacer con otra persona, incluyendo el amor.

La noche de bodas es un punto de partida hacia una realidad nueva. La celebración del matrimonio se supone que tiene que hacernos diferentes. Porque si no cambia nada, ¿de qué sirve?

No rompas tu relación hasta que respondas a estas 5 preguntas

Muchas mujeres terminan arrepintiéndose de sus decisiones precipitadas, por eso si estás pensando terminar tu relación considera antes estas reflexiones

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Muchas personas terminan precipitadamente sus relaciones aumentando así su sufrimiento.

En mi servicio a parejas separadas que buscan mediación en aras de resolver problemas de custodia, pensión o división de bienes, observo claramente que la separación no ha estado bien resuelta.

La herida es muy grande y por eso no logran entenderse solos, eso sucede muchas veces porque la decisión fue tomada en un momento de rabia o gran dolor.

Por eso si estás desanimada/o, cansada/o de intentar y piensas en la separación, no lo hagas de inmediato, respira hondo y reflexiona sobre estas cuestiones a continuación:

¿Te traicionó?

Primero, es necesario tener la certeza y no pensar que es obvio.

Hace algunos días hice una mediación con una pareja separada desde hacía dos años y sólo entonces lograron hablar, él dice que nunca supo por qué ella lo dejó y cuando ella habló de traición el lo negó categóricamente.

Yo me quedé pensando si aquella mujer había terminado el matrimonio antes de aclarar toda esa historia.

Teniendo la certeza es necesario analizar las propias condiciones para lidiar con eso, pues no sirve mantener la relación y continuar sufriendo por lo que ocurrió.

Conozco a muchas parejas que después de ese trauma decidieron reconstruir la relación y lograron vivir incluso mejor que antes.

Pero eso sólo es posible con el cambio de ambos y el arrepentimiento sincero de quien ha traicionado.

¿Él/ella te desprecia?

¿Te resientes a causa de algunos comportamientos que él/ella tiene que te hacen sentir despreciada/o o como dicen por ahí, “mal querida/o”?

Las crisis son comunes en la relación de dos e incluso es frecuente sentir rabia, pero es necesario que sea algo pasajero, situaciones puntuales y breves que se resuelven por el empeño de ambos.

Pero si tú eres objeto de insultos y desprecio, si la persona que te debería admirar vive haciendo que te sientas inferior, entonces las cosas están al contrario en tu vida.

¿Desde hace cuánto tiempo las cosas no están bien entre ustedes?

Cuando estamos heridos tendemos a no mirar nada positivo en nuestro alrededor, parece que todo está mal. Entonces, es necesario poner de lado las emociones y evaluar si existen razones para todo ello o si las emociones se están apoderando de nuestra mente.

Vale la pena también recordar los buenos momentos y analizar si es posible reconquistarlos.

¿No estás fantaseando?

Muchas mujeres y hombres están en una relación, pero imaginan con encontrar a otra persona que les guste más. Miran a las parejas de los demás y se llenan de admiración, les gustaría encontrar un compañero/a como el/la de alguna de ellas.

Acuérdate de que “la hierba de mi vecino siempre es más verde” y cuidado con dejarte llevar por las apariencias.

¿No estás siendo influenciado/a?

¿Los familiares y amigos que no simpatizan con él no te estarán influenciando? Piensa, esta persona no necesita agradar a todos, sino a ti.

Claro que es importante que él tenga consideración con las personas con las tu convives, pero eso no significa que él tenga que agradar siempre.

Vale mucho la pena prestar atención a eso, pues las personas seguirán con su vida tras tu separación, tu vida es la que sufrirá una gran sacudida.

Si después de mucho análisis estuvieras convencida de que lo mejor es optar por romper, entonces estarás tomando una decisión madura y no corres el riesgo de arrepentirte más tarde.

Artículo originalmente publicado en portugués en Catholicus

Cuando la pasión mata el amor

En el frenesí de los cuerpos que se consumen, a veces no está el corazón

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Los besos se multiplican siguiendo el ritmo desenfrenado del hervor interno y de la carne febril, difíciles de controlar.

Estas almas se ofrecen mil besos y, con los ojos cerrados, se lanzan cual suicidas hacia el océano negro de la ilusión romántica. No viven en el mundo real, sino en el disfrute de ellos mismos a través del otro, en la evasión ridícula que ofrece el amor pasional y de espectáculo.

Por desgracia, estas almas tan lanzadas se enfrentan a una catástrofe, confundidas por las falsas concepciones del amor, que lo convierten en un producto de consumo, del que se abusa y luego se desecha.

El amor no es la expresión de los instintos sexuales, sino un propósito común que requiere la unión de las voluntades.

Antoine de Saint Exupéry señalaba con buen acierto que el amor no consiste en mirar fijamente a los ojos del otro, sino más bien conducir esa mirada común en una misma dirección.

La importancia del cuerpo en la expresión del amor

No se trata de que los puritanos no encuentren en los cuerpos un apoyo a sus elucubraciones, ¡todo lo contrario! Mi objetivo aquí no va en contra del cuerpo humano, sino más bien en su favor.

El cuerpo no es un instrumento que deba ser utilizado de acuerdo con nuestros pequeños apetitos libidinosos; es el santuario sagrado que permite la expresión del amor, ese movimiento interior que proviene de las entrañas del alma.

¡El amor es una Divina Liturgia que puede desplegarse sólo a través de su lenguaje de excepción!

El cuerpo es al alma lo que el cofre al tesoro. Dicho de otra forma, el cuerpo es el signo visible por el que se traduce la realidad interior.

Si el cuerpo es un santuario, entonces debemos velar por que sus puertas no se abran en vano a ladrones malintencionados –y que a menudo son ciegos– que no dudarían en precipitarse sobre el tesoro para profanarlo.

Por eso, mientras se esboza el dibujo de un amor, es conveniente, antes de nada, recordar que éste se expresa muy a menudo en las pequeñas atencioneso, con mayor motivo, en los gestos delicados que valen mucho más que mil palabras, que a menudo se las lleva el viento.

No hay que dejar de transmitir cierta ternura, pero siempre vigilantes de que los actos reflejen ese amor oculto en el castillo del alma y no algunos deseos exaltados que buscan solamente el placer.

El amor, algo más que un ideal

El amor no es ese ideal tan sólo presente en el imaginario de los poetas, reservado a determinadas élites especiales y que nadie más puede alcanzar, de tan perfecto que es, tan alejado de la realidad de una existencia humana que se mide en virtud de su sufrimiento, de sus cicatrices y de la muerte.

El amor, como el ideal más perfecto de todos que jamás podría conjugarse con el presente de nuestras vidas. ¡No! El amor es más bien la verdad a la que todo ser humano aspira y sin la cual el corazón se reseca, vaciado de su substancia.

El amor es esta verdad que muestra y recibe al otro tal y como es, con sus límites y sus espinas.

El amor tampoco es una abstracción por encima incluso del concepto, en contraste con la idea de lo real y lo carnal.

El amor no puede quedar reducido a un simple contrato que rechace cualquier emoción y que sea motivado exclusivamente por la inteligencia y la razón.

¡Cuidado con los mojigatos! No somos espíritus puros, sino seres compuestos de espíritu y materia; y sería una falta de respeto hacia la obra divina impedir que el amor atravesara nuestro ser por entero, es decir, tanto nuestra sensibilidad como nuestra carne.

El amor es la aceptación del obsequio TAL Y COMO ES, sin máscara, sin comedia alguna.

El amor es presentarnos en toda nuestra desnudez, tanto física como espiritual, con todo lo que somos.

El amor es la síntesis grandiosa de todos estos elementos, esta armonía interior, que exige un alma motivada por el corazón, iluminada por la razón, y elevada por la gracia.