El encuentro de dos mundos

En el Día de la Candelaria

Hoy 2 de febrero se conmemoran los 500 años de la llegada de Juan Díaz de Solís al Río de la Plata

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Habían pasado más de 15 años de la llegada de Cristóbal Colón al “nuevo mundo” y todavía no se había confirmado si había descubierto un continente, aunque las sospechas eran cada vez más elocuentes.

Para ello jugó un rol muy importante quien fuera nombrado en 1512 por la Corona Española piloto mayor, el marinoJuan Díaz de Solís, quien además se había comprometido a encontrar el paso que uniera el Océano Atlántico con el Mar del Sur.

La expedición partió desde San Lúcar el 8 de octubre de 1515. Durante esa travesía Solís descubre el Mar Dulce o estuario del Río de la Plata.

Luego, desembarca en el puerto de Nuestra Señora de la Candelaria donde hace posesión de las tierras en nombre del Rey de España.

El final de Solís no fue feliz, pues una vez en tierra los indios locales lo mataron junto a otros españoles de la tripulación.

Sin embargo, aquel momento quedó marcado en la Historia de la región como el Día del Descubrimiento del Río de la Plata (sudeste de Sudamérica), lo que a la postre significó nada más ni nada menos que un encuentro entre dos mundos.

500 años después aquel momento, más allá de las diversas crónicas y reseñas históricas,  durante este 2 de febrero, en el Día de Nuestra Señora de la Candelaria, vuelve a cobrar trascendencia aquel descubrimiento.

En ese sentido, la diócesis de Maldonado, localidad uruguaya ubicada a 140 kilómetros de Montevideo, junto al cardenal uruguayo Daniel Sturla y el resto de los obispos celebran la llegada de Solís a esas costas.

Actividades culturales y religiosas

Durante la jornada varias actividades estaban previstas. Entre ellas la firma de hermanamiento entre el Municipio de Lebrija (Santander, España) y el de Punta del Este.

Por otro lado, la inauguración de la muestra 500 Años de Historia en un espacio cultural del principal balneario de Uruguay.

En ese marco, se está llevando a cabo la puesta a punto del sitio arqueológico Isla Gorritis, donde hay varias piezas rescatadas de aquella época que podrán ser exhibidas.

Procesión náutica

Uno de los eventos más tradicionales de este día es la procesión náutica por la bahía de Maldonado con la Virgen de la Candelaria, que además es la patrona de la ciudad.

Una vez en tierra se hace una procesión hasta la iglesia Nuestra Señora de la Candelaria, uno de los lugares más emblemáticos de Punta del Este, donde se celebra la misa, que esta vez preside Sturla.

“Desde siempre, el 2 de febrero en la historia de la iglesia fue la fecha en que se recordaba a la virgen de La Candelaria”, expresó el obispo de Maldonado, Rodolfo Wirz, al diario local El País.

“Queremos que se solemnice también esa dimensión religiosa -agregó- porque es parte de nuestra historia, es parte de nuestra cultura”.

Intervención milagrosa de Santa Teresita de Lisieux

Avería en el avión e intervención milagrosa de Santa Teresita de Lisieux

El increíble relato del obispo de la Amazonia Erwin Krautler durante uno de sus viajes entre los indios

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Fue la ayuda de Santa Teresa de Lisieux, la patrona de los misioneros, la que le salvó la vida. Lo asegura monseñor Erwin Kräutler, desde hace 50 años misionero en América Latina y durante 35 obispo de la diócesis más grande de Brasil (más que Italia entera), la de Altamira-Xingu.
 
Krautler cuenta la increíble aventura, que sucedió en 1983, en el libro «Ho udito il grido dell’Amazzonica» (He oído el grito de la Amazonia, recientemente publicado en Italia). Él, desde siempre en primera línea en defensa de las poblaciones locales, amenazadas por la deforestación del Amazonas, en 1983 se dirigía a visitar las comunidades dispersas a lo largo del río. “Encontré un pueblo esclavizado, al límite de la desesperación”.
 
“En un viaje entre las aldeas indígenas – recuerda el obispo – volviendo de Tucumã a Altamira, pasó algo que no olvidaré nunca. Antes de embarcar a Tucumã, el obispo-hermano, que es también piloto, me dijo que había hecho una revisión completa de la avioneta en Goiânia hacía poco tiempo. Despegamos en dirección a Altamira, que dista unas dos horas de vuelo”.
 
Cuando el altímetro indicó cinco mil pies, empezaron a sobrevolar la tupidísima selva de la región de las fuentes del Bacajá, afluente del Xingu. “Miraba hacia abajo admirando la selva virgen, los ipês en flor”, continua Krautler.
 
Pero ese no fue un viaje como los demás. De repente el motor empezó a perder fuerza, la hélice giraba cada vez más despacio, hasta pararse del todo. “Miré al piloto: estaba asustado, nervioso, pálido. ¡No hablaba! Estábamos a un paso de la muerte. Aunque sobreviviéramos a la caída, en esa selva nadie nos encontraría. Pero este análisis lo hice después”.
 
En ese momento, el obispo, que es misionero de la Congregación de los Misioneros de la Preciosísima Sangre, invocó a Santa Teresa: «¡Tu eres la patrona de los misioneros! ¡Por favor, muéstranos ahora lo que sabes hacer!».
 
“Por increíble que parezca – recuerda Krautler – después de tres minutos eternos, el motor volvió a funcionar. De lo profundo del corazón dije: «¡Gracias, Teresa! Contaré este milagro adonde vaya. ¡No te olvidaré nunca!».
 
El avión retomó altura hasta los ocho mil pies, y lejos en el horizonte apareció el majestuoso Xingu con sus cascadas, los lagos y las islas. “Media hora después, aterrizábamos sanos y salvos – explica el obispo de Amazonia – y contamos lo que nos había sucedido en pleno vuelo.
 
El mecánico del aeropuerto abrió el compartimento del motor de la avioneta, y se echó las manos a la cabeza: «Dios mío, ¿cómo podéis estar vivos? ¡El motor está totalmente averiado!». Me quedé helado, pero en seguida mi corazón saltó en mi pecho, oyendo de la boca del mecánico la confirmación de que había sido un milagro de santa Teresita”.