El padre Apollinaire Cibaka es congoleño y responsable del Proyecto Ditunga, gracias al cual ha creado un hospital, ha escolarizado a 85.000 niños y atiende a más de doscientos huérfanos. Nació en una familia de padres católicos -no así sus abuelos-, pero no lo tuvo fácil para ser sacerdote, como cuenta él mismo al tiempo que explica la impresionante labor espiritual y social de la Iglesia en su país. Pincha aquí para saber más sobre el padre Cibaka y sobre el Proyecto Ditunga.
Categoría: Vocación
Sobreviví a un atropello…
¿para ser sacerdote?
«No se preocupen, su hijo saldrá de esta», aseguró un desconocido a mis padres
Yo no lo recuerdo, pero mis padres me lo han contado: cuando tenía 18 meses, mi padre, por accidente, me atropelló. Su coche me pasó por encima. En el hospital, los médicos no daban esperanzas de vida. “Este ya está en manos de Dios –les decían-. Humanamente hemos hecho lo que hemos podido pero tan pequeño sufrir un accidente tan grave… es probable que no salga”.
Mis padres estaban destrozados. Entonces se les acercó un chico joven vestido de una manera convencional: “Les veo agobiados, ¿qué ha pasado?”, les preguntó. Después de escuchar lo ocurrido, afirmó: “No se preocupen, su hijo saldrá de esta”. Ellos quedaron impresionados.
Pasaron los días. Mis padres rezaban en la capilla del hospital, le pedían al Señor que se hiciera su voluntad y que les diera fuerzas.
Milagrosamente me recuperé, no me sucedió nada malo. El día que salían del hospital, mis padres volvieron a encontrarse con ese chico, le mostraron al bebé sano, le dieron las gracias y le preguntaron quién era.
“Soy sacerdote –dijo-. Estoy aquí porque mi madre está ingresada en el hospital y he estado rezando por vosotros; tuve la corazonada, no sé por qué, de que vuestro hijo se recuperaría”…
Yo siempre he pensado que Jesucristo me ha elegido para la misión de ser sacerdote. Desde pequeño he sentido un poco esa llamada…
Por eso me estoy preparando para ello en el seminario de la diócesis española de Urgel, ahora estoy en tercer curso y me quedan aproximadamente otros tres años más de discernimiento. Pero esto no depende solo de mí, sino de la Iglesia que como una madre nos va guiando y ve lo que es mejor para sus hijos.
Mi historia empieza hace 24 años en la localidad murciana de Yecla (España) en una familia cristiana. Mis padres, pertenecientes al movimiento católico de Cursillos de Cristiandad, siempre nos transmitieron la fe: rezábamos en familia antes de irnos a dormir, íbamos a misa los sábados por la noche o los domingos, nos llevaban a reuniones formativas semanales a mí y a mis dos hermanas y también vivíamos con mucho fervor la Semana Santa, vinculados a las cofradías y hermandades de nuestra ciudad.
Pero llegó un momento en que ya no podía vivir sólo con la fe de mis padres. Cuando tenía unos 14 años entré a formar parte del Camino Neocatecumenal, donde pude tener una experiencia personal de Jesucristo.
Me fui de misión a Bélgica, en un equipo itinerante de este itinerario eclesial iniciado por Kiko Argüello que actualmente siguen miles de personas alrededor del mundo. Y después de dos años vi cómo se reafirmaba mi llamada vocacional a ser sacerdote.
Cuando ya estaba con los preparativos para entrar en el seminario, un verano, participé en un voluntariado con personas deficientes en Lérida, donde conocí al arzobispo Joan-Enric Vives y al sacerdote Ignasi Navarri, responsable de la pastoral vocacional de la diócesis de Urgel.
Hablé con ellos, les conté mi experiencia y mi proyecto de entrar al seminario y me abrieron las puertas de la diócesis de Urgel. ¡Y acepté, dije que sí!
Sí, es bastante complicado que un chico joven quiera entregar su vida al servicio de la Iglesia, de la evangelización, del Señor… Hay un gran laicismo en nuestra sociedad, pero también es cierto que la gente busca espiritualidad, busca a Dios, a veces en sitios equivocados como el tarot o algunas prácticas New Age.
Pero yo no he tenido muchos problemas para entrar en el seminario porque mis padres lo han aceptado muy bien, para ellos es una gran alegría. Y mis amigos también siempre lo han aceptado, tanto creyentes como no creyentes.
Los problemas son sobre todo de tipo interno: principalmente el pecado, que paraliza y obstaculiza el seguimiento de Jesús, y el miedo, a negarme a mí mismo, a morir.
Mi camino a veces lo comparo con un pasaje del Evangelio en el que los apóstoles van en la barca que tiene que cruzar de una orilla a la otra y se forma una tormenta. Ellos tienen miedo y cuando ven a Jesús caminando sobre las olas, que les dice que no tengan miedo, piensan que es un fantasma.
Pedro, animado por Jesús, se pone a caminar sobre el agua hacia Él, pero por su falta de fe se hunde, hasta que Jesús le ayuda. Muchas veces me veo reflejado en la figura de Pedro, caminando hacia Él sin fe y sin esperanza; me hundo y Él me coge de la mano y me saca del abismo.
Cuando pienso en cómo será ser sacerdote, me imagino que será bastante difícil porque la Europa de hoy es bastante hostil a la fe, a Jesucristo. La gente ha dejado de creer en Dios.
Por eso sería muy importante volver al primer anuncio y al cristianismo primitivo, y más que explicar teorías o filosofía, transmitir la experiencia de Cristo en la propia vida. Es una misión en que tanto a sacerdotes como a laicos comprometidos nos tocará sufrir.
Pero Dios también nos dará la fuerza y el don de la palabra para poder reevangelizar otra vez Europa y nuestro país. ¡Anunciar a Jesucristo es apasionante, una misión impresionante!
Claro que voy a dejar cosas fuera de mi vida, sobre todo formar una familia, pero esa es otra vocación a la que creo que no estoy llamado. Y ahora, por ejemplo, Dios me está dando la gracia de que estar lejos de casa –sólo voy 3 veces al año-, no sea un sufrimiento muy grande, aunque les eche de menos.
Una de las cosas que más me gusta del sacerdocio es poder perdonar los pecados a las personas en nombre del Señor. Por eso le tengo especial devoción al Padre Pío. Él es el icono de los confesores. Sufrió mucho… Siempre me ha atraído mucho su vida y su forma de vivir el sacerdocio.
Y también san Juan Pablo II, que para mí, como joven y seminarista, es un referente brutal. Si alguien ha experimentado el sufrimiento en este mundo, ha sido Juan Pablo II: se quedó solo, llegar hasta donde llegó fue una cosa espectacular por su fuerza, su manera clara de hablar, sin miedo y siempre anunciando la verdad, que es Jesucristo.
Para mí esto es importantísimo: tenemos que decir la verdad, las cosas como son, aunque a veces pueda no gustar; la misión de la Iglesia es iluminar al mundo, guste o no. Tenemos que vivir según el Espíritu de Jesucristo, no el del mundo.
A veces tendríamos que ser más valientes para decir la verdad, para anunciar a Jesucristo sin miedo. Por eso, si Dios quiere que me ordenen sacerdote, pondré en el recordatorio de esa celebración el fragmento del Evangelio que dice “Vosotros sois la sal del mundo”.
Por Martín Candela
El encuentro más íntimo: hablo de sexo, pero no sólo…
Yo fui creada para consumar y ser consumada
ALETEIA TEAM
Me cuesta trabajo aceptar consejos espirituales de otras mujeres. Podría enumerar los motivos: que soy orgullosa y egoísta, que parecen haber muchas palabras y calificativos, que no me gusta cuando me animan diciendo “tú puedes, mujer”, o lo contrario, la glorificación o el fracaso.
Pero la cuestión principal es que he dejado de considerar mi alma un problema que requiere algunos cambios y afinaciones aquí y allá para que todo vaya bien. La solución que mi alma necesita a menudo no es un consejo sino una relación – lo que el Papa Francisco define “el arte del acompañamiento”. Obviamente Jesús es mi primera fuente de acompañamiento. Es mucho más – es alimento, es misericordia, es consumación, esposo, hermano, todo.
Tengo además pocos amigos verdaderos que me acompañan, pero mis compañeras se han vuelto un grupo de madres santas: santa Ana, santa Isabel, santa Mónica, la beata Dorothy Day y la Virgen María.
Una vez en confesión, un sacerdote me dijo que buscara santos que habían enfrentado desafíos o habían luchado contra tentaciones similares a las mías.
Siempre he pensado en los santos como en una especie de proyecto o de modelo al cual conformar mi alma, pero aprendí que la lucha de algunos santos en particular, y su triunfo sobre el pecado con la ayuda de la gracia de Dios, tiene un valor santificador que trasciende el tiempo y el lugar –incluso la vida misma– e interesa a todo el cuerpo de Cristo. En resumidas cuentas, su lucha es mi lucha, y sus gracias son mis gracias.
Santa Ana dio a luz a la pureza. El fruto de su vientre fue la pureza. Cuando hablo de pureza, no me refiero a la pureza sexual, sino a la virginidad espiritual, a la ausencia de doblez en mi corazón. Un corazón lleno del único esposo. Una sola cosa. Amar una sola cosa es pureza, estar llenos del Único, de Jesús.
Santa Ana fue la madre de la madre de Dios y recibió la bendición de participar en el modelamiento del lenguaje de todos los cristianos. La herencia que dejaré a mis hijos pasará a sus hijos, y a los hijos de sus hijos. ¿Puedo cambiar los efectos de mi historia y su efecto en los demás? ¿Puedo dar a luz a la pureza?
Santa Isabel, patrona de la hospitalidad, cuyo vientre fue paciente, y fue colmada en su vejez, fue la madre de aquel que bautizó a Jesús. “Y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?”. Ella contempla la santidad en otras mujeres. Todo lo que ella es y ha concebido sobresalta de gozo en la presencia de la Pura.
Te saludo, oh llena de gracia, el Señor es contigo. Ella contempla el tabernáculo sagrado que contiene al Hijo de Dios. Y esto a una edad avanzada, cuando estaba cansada y pesada por el hijo que llevaba, y una joven virgen había venido a cuidarla. ¡Qué fácil hubiera sido para alguien como yo expresar cinismo en el momento en que santa Isabel se alegra!
Santa Mónica llora y suplica durante el tiempo necesario. No estableció límites, diciendo “Bien, lloraré sólo este tiempo y luego me enderezaré y seguiré adelante con mi vida”. No merecía lo que le hizo Agustín, ni lo que le hizo su esposo.
Me gusta Mónica porque suplica al cielo. Bienaventurados los que lloran. Será escuchada. Si una mujer es inquebrantable, ¿cómo sabrá qué pedir? Ya no quiero ser inquebrantable.
Y luego la Virgen María. Pienso particularmente en las bodas de Caná, cuando la Virgen logró ver lo que era divino en su Hijo y lo indujo a mostrarlo. Doy grandes responsabilidades a mis hijos. Los animo en el estudio y el deporte. Me gusta que sean sociables y activos en la comunidad, pero cuando llega el momento de las cosas espirituales no soy lo suficientemente determinada.Quisiera tener el discernimiento que tuvo la Virgen cuando le hizo saber a su Hijo que era su hora. No tienen vino.
La sierva de Dios Dorothy Day es una de las pocas beatas y santas cuya vida expresa la lucha contra la lujuria. Nunca me he contentado con ningún concepto de Jesús como novio casto.
He sido creada para la consumación, la necesito, y si no logro obtenerla en la Eucaristía y el servicio, entonces mi alma errante la busca en obras menos dignas.
He sido creada para consumar y ser consumada. Lo sé con la misma certeza que he sentido cuando he reposado sin vergüenza entre los brazos de mi marido, he querido casi comérmelo. He querido vivir en ese momento íntimo, y que viviera en mí.
En el glorioso misterio que pronto le siguió –ese modo en que Dios responde a cualquier oración-, otra alma vino a habitar en mí, y luego otra, y luego otras cuatro: mis seis hijos, que he alimentado con mi carne, la placenta los alimentó en mi vientre, y mi leche una vez que salieron de mí.
He sido creada para la consumación, y así ellos, para alimentarse del cuerpo de Cristo, que es la Eucaristía, y también mi carne y la suya sacramentadas por su alianza.
Mis hijos, obviamente, no tendrían idea alguna de lo que estoy hablando, ni serían conscientes de un deseo de este tipo. Aunque al inicio se manifiesta su deseo de ser vistos y conocidos, de amar y saborear los frutos del amor, rápidamente sigue la conciencia de que no es suficiente, el ojo humano, el cuerpo humano no son suficientes en sí. Incluso la mirada de Dios, aunque en toda su gloria, es sólo el principio.
Como dijo C.S Lewis, debemos ir más arriba y más adentro.¿Todo esto parece locamente sexual? Bien, lo es.Dejaré a nuestros amigos de la industria del entretenimiento la tarea de aliviar el estigma de la sexualidad femenina. Mi vocación en la vida, si algún día llego a realizarla, es aliviar el estigma de la espiritualidad femenina, demasiado tiempo cubierta por colores pastel y devociones empalagosas.
¡Cautívame, Señor! Y al caminar con tus santas, ayúdame a dar frutos en el momento adecuado.
Por Elizabeth Duffy, que tiene un blog en Patheos, escribe enElizabeth Duffy: Perspectives on Catholic Life, Family and Culture, y tiene obras publicadas o por publicar en OSV On Faith, The Catholic Educator, e Image.
En busca de la perfección
Sor Audrey Hepburn, y luego un coloquio sobre los consejos evangélicos y la imitación de Cristo
«Lágrimas en la lluvia», el programa de Juan Manuel de Prada en Intereconomía TV, aborda este domingo la vida consagrada.
Actualizado 28 enero 2012
La imitación de Cristo mediante la práctica de los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia), buscando la propia perfecciónmediante la santificación, es la esencia de la vida consagrada en la Iglesia.
A sus diversas formas y carismas, a su razón de ser hoy como ayer y a los problemas que la afligen -desde la mundanización al hundimiento de las vocaciones- se dedica este domingo 29 de enero, a las cuatro de la tarde, el programa de cine y coloquio de Juan Manuel de Prada en Intereconomía TV,Lágrimas en la lluvia.
La soirée arranca con una auténtica obra maestra de Fred Zinnemann (1907-1997), Historia de una monja [The nun´s story], rodada en 1959 por un director que abordó en más de una ocasión -con desigual fortuna desde un punto de vista doctrinal, pero siempre con una inconfundible personalidad- las espinas de la entrega a Dios y las exigencias de la conciencia. Suya fue también Un hombre para la eternidad, que relató en 1966 el drama de Santo Tomás Moro.
Historia de una monja está protagonizada por Audrey Hepburn (1929-1993), en el inolvidable papel de la Hermana Lucas. Inolvidable como lo fueron casi todos los que representó como indudable estrella de los años cincuenta y sesenta: desde Vacaciones en Roma (1953) con Gregory Peck, por la que recibió un Oscar a Sabrina (1954) con Humphrey Bogart, desde Charada (1963) con Cary Grant al musical My Fair Lady(1964) con Rex Harrison, y por supuesto Desayuno con diamantes (1961).
Tras la película, el coloquio que presentan Prada y María Cárcaba contará con cuatro intervinientes que encarnan modalidades distintas de la vida consagrada.
Santiago Cantera Montenegro, benedictino, prior de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos y director de su escolanía. Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, ha sido profesor en la Universidad San Pablo-CEU. Es autor de quince libros, entre ellos La crisis de Occidente, San Benito o el Medievo en su plenitud, Historia breve de la caridad o Así iban a la muerte. Testimonios jóvenes de la guerra de España, este último de reciente aparición.
Carmen Álvarez Alonso, doctora en Teología Dogmática por la Universidad Pontificia Salesiana de Roma y profesora en la Facultad de Teología San Dámaso, de Madrid, en el Instituto Lumen Gentium de Granada y en el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el Matrimonio y la Familia. Es autora de El Espíritu Santo y la virginidad oLañas (libros de meditaciones escritos en colaboración con Juan Pedro Ortuño). Es laica consagrada, dentro de la Asociación Pública de Fieles Mater Dei.
Paloma Carrillo, enfermera, de las Esclavas Carmelitas de la Sagrada Familia, instituto religioso al que pertenece desde su fundación. Desde hace dos años es la formadora de postulantas y en la actualidad cursa un máster en Acompañamiento y Discernimiento Espiritual en la Escuela de Formadores de Salamanca, dependiente de la Compañía de Jesús.
José María Rodríguez Olaizola, jesuita, es licenciado en Sociología por la Universidad de Salamanca y en Teología por las Universidades Comillas de Madrid y Berkeley (California), donde se especializó en Sociología de la Religión. Actualmente trabaja en pastoral con universitarios en Valladolid y en la editorial Sal Terrae. Ha escrito, entre otros libros, En tierra de nadie, La alegría, también de noche o Un mapa de Dios: en busca de las estructuras de salvación.
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