
El Señor Jesús le dijo a Santa Faustina: “Observa fielmente las palabras que te voy a decir: no valores demasiado ninguna cosa exterior, aunque te parezca muy preciosa. Olvídate de ti misma y permanece continuamente Conmigo. Confíame todo y no hagas nada por tu cuenta y tendrás siempre una gran libertad de espíritu; ninguna circunstancia ni acontecimiento llegará a turbarte. No prestes mucha atención a lo que dice la gente, deja que cada uno te juzgue según le guste. No te justifiques… Dalo todo a la primera alusión de petición, aunque fueran las cosas más necesarias. Deja que te quiten incluso lo que te mereces: la estima, el buen nombre; que tu espíritu esté por encima de todo esto. Y así, liberada de todo, descansa sobre mi Corazón, no permitas que nada turbe tu paz” (Diario n. 1685). “Si las almas se abandonaran totalmente a Mí, Yo mismo me encargaría de santificarlas y las colmaría de gracias aún mayores. Hay almas que frustran mis esfuerzos, pero no me desanimo; siempre que se dirigen a mí, me apresuro a ayudarlas y les doy el primer lugar en mi Corazón” (cfr. n. 1682). Ella responde: “Que caiga sobre mí toda deshonra, humillación y degradación, con tal de que resuene la gloria (de Dios) y el culto a tu Misericordia” (cfr. n. 1691).
Revisar delante de Dios qué nos quita alegría. Cuando una persona se mantiene alegre, contagia, atrae, ayuda al buen ambiente. Sonreír significa encontrarse bien a pesar de los pesares. Nadie tiene que saber lo que estamos pasando. A veces hay mucho que hacer, es importante que los pendientes no nos quiten la alegría. Hay que preguntarse: ¿Cómo afronto las dificultades? ¿Qué sentimientos toman la batuta en nuestra vida? San Josemaría siempre estaba alegre, y vivía la alegría de manera heroica, por ejemplo, ante la falta de medios o ante las malas noticias.
Hay que enfrentarnos con lo que hay dentro: rencor, susceptibilidad, cansancio, limitaciones… Reírnos de nosotros mismos y saber salir del yo, el yo es traicionero, nos hace creer que tenemos derechos que no tenemos. La Madre Teresa de Calcuta, ahora santa, decía a sus colaboradores: “Sacad vuestras fuerzas sencillamente de la alegría de estar con Jesús. Estad alegres y llenos de paz. Aceptad todo lo que él os dé. Y dad siempre, tome el que lo tome, con una gran sonrisa”. Efectivamente, todas las obras de misericordia las hemos de hacer con alegría en el corazón.
Poema de Francisco Ruiz Bernadez
Si para recobrar lo recobrado debí perder primero lo perdido, si para conseguir lo conseguido tuve que soportar lo soportado,
si para estar ahora enamorado fue menester haber estado herido, tengo por bien sufrido lo sufrido, tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado que no se goza bien de lo gozado sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido por lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado.
El cristiano es una persona alegre porque es una persona de esperanza. Un hombre de 72 años que había tenido todo tipo de goces y de medios económicos decía: en estos 72 años no he tenido un día de alegría. San Leonardo de Porto Mauricio decía: No he logrado tener un día de sufrimiento en la tierra.
El “elixir” más preciado del demonio es la tristeza.
San Francisco de Asís decía: Es tan grande el bien que espero que en las penas me deleito.No hay felicidad plena aquí en la tierra porque no gozamos de la visión de Dios.
A veces uno se pregunta: ¿Qué misterio encierra el amor, que puede hacer feliz o desgraciada a una persona? Filosóficamente esta verdad se enuncia diciendo que “lo semejante ama lo semejante”, “la semejanza es causa del amor; la desemejanza, causa de odio”. Hay personas que chocan y se quieren poco, porque sólo son semejantes en los “defectos”. Y los defectos no unen, sino que separan. Cuando se dice que “la semejanza es causa del amor” hay que referirlo a las “cualidades”. Dos personas que poseen cualidades semejantes, es más fácil que lleguen a amarse de verdad.
El hombre es desdichado porque no sabe que es feliz. San Agustín escribió: “Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza, porque nos predispone al pecado”.
Al hombre le gustaría haber nacido y vivido de otra manera y así, se lastima.
El poeta Amado Nervo, después de reflexionar sobre la felicidad, escribió: “El alma es un vaso que sólo se llena con eternidad”.
El Maestro Eckhart escribió: “Si le dieses gracias a Dios por todas las alegrías que Él te da, ya no te quedaría tiempo para quejarte.” (s. XIII-XIV). Sé feliz porque son muchos los que esperan participar de nuestra lumbre, contagiarse de nuestra alegría.
Mario Saad escribió sobre una “entrevista” a Dios, anoto una de sus preguntas: Señor, ¿qué es lo que más te sorprende de los hombres? Dios le contestó:
– Que se aburren de ser niños apurados por crecer, y luego suspiran por regresar a ser niños.
– Que primero pierden la salud para hacer dinero y luego pierden el dinero para recuperar la salud.
– Que por pensar en el futuro descuidan la hora actual con lo que no viven ni el presente ni el futuro.
Unas de las máximas del Padre Pío dicen: “Lo importante es caminar con sencillez ante el Señor. No pidas cuenta a Dios, ni le digas jamás: ¿Por qué? Aunque te haga pasar por el desierto. Una sola cosa es necesaria: Estar cerca de Jesús.”
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