La oración en nuestros días

La gente dice:

  • “Dios no me oye”.

Habría que contestarle:

  • Y tú, ¿oyes a Dios?

Dice un adagio: “Mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que vives y mostrándome como vives, aprenderé a rezar al Dios al que rezas”.

El Papa Benedicto XVI dice que la oración es la relación viviente y personal con el Dios vivo y verdadero. Una relación viviente es que oigo lo que me dice, me mueve, me pacifica. También se puede cantar en la oración, para despertar afectos.

En el libro póstumo de Benedicto XVI dice: La oración debe ser una realidad prioritaria a aprender siempre de nuevo y siempre más profundamente, en la escuela de Cristo y de los santos (A sacerdotes).

En su libro Dios y el mundo, Benedicto XVI dice que la primera palabra de la regla de San Benito es “escucha”: “Escucha, hijo mío, la indicación del maestro”. Y Benito añade: “Aguza el oído de tu corazón”. Es una invitación a escuchar. Y continúa Benedicto XVI: “El lenguaje de Dios es silencioso. Pero nos ofrece numerosas señales…, mediante amigos, un libro o un supuesto fracaso, incluso mediante accidentes. En realidad, la vida está llena de estas mudas indicaciones. Despacio, si permanezco alerta, a partir de todo esto se va conformando el conjunto y empiezo a percibir cómo Dios me guía” (Dios y el mundo, p. 12).

Ante los sucesos que pasan en nuestro país lo más importante es rezar por el presidente, por los demás y por nosotros mismos. Nos urge la ayuda del Cielo.

Alexis Carrel afirmaba: Si te acostumbras a la oración, tu vida cambiará profundamente. “El arte de las artes es saber conversar con Dios”.

El Cardenal Angelo Comastri relató un encuentro personal con la fundadora de las Misioneras de la Caridad cuando él era un joven sacerdote. Contó que le dirigió una carta después de ser ordenado sacerdote y la respuesta le sorprendió, porque estaba escrita “en un papel muy pobre, en un sobre muy pobre”.  Tiempo después, el Cardenal Comastri la fue a ver cuando se encontraba de visita en Roma, para agradecerle la respuesta. Cuando se encontró con ella, la Madre Teresa le hizo una pregunta que lo dejó “un poco avergonzado”. “¿Cuántas horas al día reza?”, le preguntó. Entre 1969 y 1970, recordó, la Iglesia pasaba por una época “conflictiva”, por lo que considerándose “casi un héroe”, el entonces padre Comastri le explicó que rezaba la Misa diaria, la Liturgia de las Horas y el Rosario. La Madre Teresa le respondió rotundamente: “Eso no es suficiente”. “El amor no puede ser vivido de forma minimalista”, le dijo, y le pidió que le prometiera hacer media hora de adoración cada día. “Se lo prometí”, dijo el Cardenal Comastri, “y hoy puedo decir que esto salvó mi sacerdocio”. 

En esa ocasión, tratando de defenderse, le dijo a la Madre Teresa que pensaba que ella le iba a preguntar cuánta caridad hacía. Ella le respondió: “¿Y crees que si no rezara yo sería capaz de amar a los pobres? Es Jesús el que pone amor en mi corazón, cuando rezo”. El Cardenal Comastri concluyó que “a través de esta pequeña mujer… se nos recuerda que la caridad es el apostolado de la Iglesia, y que la caridad sólo nace si rezamos”.

Si no rezo, no se disciernen los espíritus, no entiendo a las almas, ni sé lo que quiere Dios de mí. Si rezo sé lo que es mejor para mí. Hemos de rezar para que se nos ocurran cosas, para tener iniciativas en nuestra vida interior. Dice Juan Pablo II que si no hay ideas hay poca oración. Benedicto XVI dice: “La creación se hizo para ser espacio de oración”.

¿Dicen que rezar cambia las cosas, pero es REALMENTE cierto que cambia algo? ¿Rezar cambia tu situación presente o tus circunstancias? No, no siempre, pero cambia el modo en el que ves esos acontecimientos. ¿Rezar cambia tu futuro económico? No, no siempre, pero cambia el modo en que buscar atender tus necesidades diarias. ¿Rezar cambia corazones o el cuerpo dolorido? No, no siempre, pero cambia tu energía interior.

¿Rezar cambia tu querer y tus deseos? No, no siempre, pero cambiará tu querer por el querer de Dios. ¿Rezar cambia cómo el mundo? No, no siempre, pero cambiará los ojos con los que ves el mundo.

¿Rezar cambia tus culpas del pasado? No, no siempre, pero cambiará tu esperanza en el futuro. ¿Rezar cambia a la gente a tu alrededor? No, no siempre, pero te cambiará a ti, pues el problema no está siempre en otros.

¿Rezar cambia tu vida de un modo que no puedes explicar? Ah, sí, siempre. Y esto te cambiará totalmente. Entonces, ¿rezar REALMENTE cambia ALGO? Sí, REALMENTE cambia TODO. (Teressa Vowell).

Esmerarnos en la oración

Jesús nos exhorta: “Cuando vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido” (Mt 6,6). Este cuarto no es sólo un lugar material, sino un estado de ánimo, un lugar interior, “lo íntimo del corazón.: San Ambrosio dice: “Y no pienses que se hable aquí de una habitación delimitada por cuatro paredes, en la que tu cuerpo pueda refugiarse; es también ese cuarto que está dentro de ti mismo, en el que están encerrados tus pensamientos y en el que moran tus afectos. Un cuarto que va siempre contigo y que siempre es secreto” (San Ambrosio, Caín y Abel, I, 9,38).

Lo primero que debemos cuidar al hacer la oración es la puntualidad, para empezar y para terminar, y el recogimiento. Ayuda tomar en cuenta que el Señor nos dice: Antes de entrar en conversación conmigo, hazte introducir por mi Madre, por San José y por los ángeles. Son como una corte de honor que suplirá tus deficiencias.

Hay diversos modos de hacer la oración; cada uno debe escoger el que más le convenga. Hacemos oración para dar gracias, de petición, de reparación y de adoración. Hay quien parte de la jaculatoria: Gracias, perdón, ayúdame más”, o de la oración de Fátima: Creo en ti, espero en ti, te adoro, te amo, te pido perdón por los que no creen, no esperan, no adoran y no aman.

Es recomendable llevar algún libro a la oración, por si se nos acaba el tema o por si nos falta inspiración; y uno de los libros que más nos pueden ayudar es el Evangelio, la vida de Jesús. La lectura alimenta la oración. Escudriñad en la Escritura, dice Jesucristo.

Al orar, hemos de luchar contra las distracciones, que se presentan con frecuencia, a veces porque la persona de al lado hace ruido, otras porque se nos vienen pendientes a la cabeza. La dificultad habitual de la oración es la distracción. La distracción descubre al que ora aquello a lo que está apegado su corazón (CEC, 2729).

El demonio quiere que el alma esté floja, tibia, débil, y en lugar de ocuparse de las cosas de Dios, se desvíe a las cosas del barro, por eso trata de que no hagamos oración, ya que sin vida interior no haríamos más que el mal.

La oración, si está bien hecha, es operativa, debe ayudarnos a ser mejores en la práctica. Sólo se puede hacer oración cuando buscamos hacer la Voluntad de Dios. Alguien rezaba: “Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis debilidades; pero hazme llegar a ser como Tú lo deseas”.

La Sagrada Escritura dice: “Orad sin desfallecer”. Por eso hemos tomar ocasión de todo para hablar con Dios: si suena la sirena de la ambulancia, encomendamos al accidentado; si vemos una película rezamos por el director y los protagonistas; si vamos por la calle podemos ir repartiendo jaculatorias; si nos piden limosna podemos regalarles un Avemaría… Leemos en el periódico que Karen, mexicana, estuvo a punto de morir en el tsunami y, una vez rescatada recibió un e-mail de su esposo: “Gracias por lo feliz que me has hecho”, y así se lo decimos también al Señor: “Gracias por lo feliz que me has hecho…, y por los palos que me has dado porque los necesitaba”.

La dificultad más seria para progresar en la oración es el desaliento. Los Apóstoles negaron a Jesús y le dejaron porque se durmieron y abandonaron la oración. . La aridez en la oración, en sí, es cosa normal. Lo que importa es la determinación de la voluntad de seguir orando. Libermann advierte: “Lo que pierde a las almas es el desaliento”. Lo podemos anular o contrarrestar en la oración, y sobre todo, con la devoción a Santa María.

Dice San Juan de la Cruz, «lo que pretende Dios es hacernos dioses por participación, siéndolo él por naturaleza; como el fuego convierte todas las cosas en fuego» (Dichos 106).

TERESITA, «EN OLOR DE SANTIDAD»

Al término de una reciente entrevista, el padre Santiago Cantera, prior de la abadía del Valle de los Caídos, confiesa que ha visto morir a varias personas santamente, pero que con Teresita, la niña que quiso ser misionera ofreciendo los dolores del cáncer que padecía, acaba de ser testigo algo distinto: una muerte «en olor y fama de santidad».

La Eucaristía, cumbre de la vida cristiana

En cierta ocasión, un muchacho japonés que se preparaba para recibir el Bautismo había seguido en su catecumenado el orden de los temas usuales en los manuales. Cuando después de bastantes clases, le llegó el turno a la Eucaristía, luego de la explicación el japonés dijo: “Y si Dios está allí, ¿por qué no me lo habían dicho antes?”.

La Eucaristía es el mayor tesoro de la Iglesia; es la fuente y la raíz de su vida y de su eficacia. Jesús nos podría decir en casa Misa a la que asistimos: “Miren el Cáliz, en el que mi sangre devuelve a la Tierra toda clase de bendiciones. No hay victoria sin Mí”.

La Eucaristía ha sido definida por la Constitución dogmática Lumen gentium en su número 11 como “fuente y cumbre de toda la vida cristiana”. Jesús ora antes de cumplir con su Pasión el plan amoroso de Dios Padre.

La multiplicación de los panes prepara el discurso del Pan de vida, pasa del pan terreno al pan celestial, pero la gente lo sigue entendiendo en sentido terreno. Cuanto más explica Jesús, más atrás se quedan, y llegan a ser hostiles.

El Calvario es el sacrificio supremo pero los que lo vivieron no lo vieron así, porque allí no había Templo ni altar ni sacerdote; se llevó a cabo fuera de las murallas de Jerusalén. Lo vieron como una ejecución romana. ¿Cómo es que una ejecución romana se convirtió en sacrificio? No es fácil de explicar pero leyendo a los Santos Padres y a Joseph Ratzinger es posible. Aquí expondré algunas ideas de Scott Hahn y algunas citas bíblicas clave. San Pablo dice “Cristo, nuestro Cordero pascual, fue inmolado” (1Cor 5,7). Jesús estaba transformando la Pascua antigua en la nueva.

La Iglesia primitiva lo pudo comprender al releer la historia de la institución de la Eucaristía, cuando Cristo en el cenáculo, tomando pan, dice: “Esto es mi cuerpo que es entregado por vosotros (…). Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lucas 22, 19-20). Los presentes se rascarían la cabeza y dirían: “¿De qué está hablando?”. Sólo con la luz del Espíritu Santo entendieron que el Calvario era el cáliz del nuevo testamento.

La Eucaristía es sacrificio y banquete (cfr. 1Cor 10, 16-17). Todos participamos de un solo pan que es Cristo. Si la primera Misa no fue un sacrificio, el Calvario fue una mera ejecución. La Eucaristía es lo que transforma el Calvario en sacrificio. Cristo no sólo fue víctima de la brutalidad romana, sino que es víctima del amor divino. En la Misa, Jesucristo está presente glorioso, resucitado.

Scott Hahn explica que el sufrimiento en sí mismo no satisface la justicia divina. El amor transforma el ofrecimiento de Cristo en sacrificio, en la Eucaristía. Los sacrificios del hombre hechos por amor se hacen sacrificios sagrados. El amor sin sacrificio es puro sentimiento.

El Nuevo Testamento nunca se llama a sí mismo “nuevo testamento”. ¿De dónde le salió ese nombre?… de la nueva alianza. Lucas cuenta que Cristo, al consagrar, dice: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lc 22,20). Jesús usó la palabra “alianza” una sola vez: En la Última Cena. En griego es lo mismo decir “nueva alianza” que “nuevo testamento”. Entonces, el nuevo testamento es un sacramento, luego será el nombre de un documento. ¿Cuándo empezó el sacrificio voluntario de Cristo? Cuando celebró la Última Cena. ¿Cuándo terminó su Pascua? Cuando recibió el vinagre en la Cruz.

Los Doce fueron a proclamar la Palara de Dios y a renovar su memorial porque Cristo así lo mandó. Cristo no les dijo que escribieran sino que “hicieran”. Cuando se lee el Nuevo Testamento a la luz del memorial de proclamar la Palara dela Eucaristía, se revalúa, se potencia. Si la Eucaristía es el nuevo testamento, los documentos son los libros que deben leerse para prepararse al nuevo testamento como sacramento.

Vamos al Cielo cada vez que vamos a Misa, lo sepamos o no. ¿Por qué a veces me parece larga y aburrida? Porque a veces me parezco a los invitados al banquete, que eran pobres, tullidos, cojos y ciegos (crf. Lc 14,13). Dios en su infinita caridad se abaja a nosotros.

La salvación es más que perdón. Dios nos adopta y nos hace capax Dei. Jesús asume la naturaleza humana para darnos su naturaleza divina. La Eucaristía no es un premio, es un remedio para nuestro miedo al sufrimiento. En la Eucaristía recibimos la gracia para ser santos, las gracias que necesitamos para que nuestras vidas sean transformadas y la gracia para cambiar el mundo.

El Señor le dijo a Santa Faustina de la comunión de unas religiosas: “Voy a sus almas como a un nuevo calvario”. Que deseemos que Dios sea recibido con fe y con amor en nuestra alma y que le demos gracias por su visita, al menos durante 10 minutos.

Hay 954 capillas de adoración al Santísimo en el mundo, 652 están en México. ¡Demos gracias a Dios! Gratias tibi Deus!

Armas contra el diablo

El porqué de las posesiones: «El demonio es como un coche de lujo y nosotros somos la gasolina»

Mientras el padre Nanni, italiano, contaba su experiencia, Monseñor Mottet, norteamericano, contaba la suya: un caso grave al mes.

Actualizado 3 abril 2011

C.L./ReL

Este fin de semana se clausuró en Roma un curso sobre exorcismo y satanismo organizado por la Universidad Regina Apostolorum y con el patrocinio de las Congregaciones del Culto Divino y del Clero. Objetivo: incrementar la formación de personas ya formadas y con experiencia, en un «combate espiritual» del que, según Marvin Mottet, exorcista oficial de la diócesis de Davenport (Iowa, Estados Unidos), «hemos perdido la noción».

Monseñor Mottet tiene ochenta años y está retirado de todo menos de su lucha contra el demonio. Afirma que se encuentra con un caso «serio» de posesión al menos una vez al mes, pero que ve a diario numerosos casos de personas afectadas de una u otra forma -la mayoría, mediante casos claros de tentación- por el ataque de Satanás.

Además de profundizar en la naturaleza de la posesión y en las armas contra ella (los sacramentos y la oración, sobre todo el Santo Rosario, se señaló en el curso) con la ayuda de psiquiatras y psicólogos que colaboran con los párrocos en el discernimiento de cada caso, los sesenta participantes estudiaron el crecimiento de las sectas satánicas, su estructura y su forma de actuación.

Carol Glatz, que cubrió el acto para la agencia CNS, cuenta en su despacho que con los casos que se comentaron en los descansos y en los pasillos daba para bastantes películas del género.

Pero son la excepción. Monseñor Mottet, de hecho, recomendó que no se sobrecargase de trabajo a los exorcistas para que tuviesen tiempo para los casos más difíciles. Uno de los objetivos del curso era impartir a los párrocos conocimientos suficientes para tratar aquellos otros en los que el demonio está de una u otra forma presente, sin llegar a la posesión en sentido estricto.

Una de las intervenciones más interesantes fue la del padre Gabriele Nanni, exorcista de la diócesis de Teramo (Italia), experto en la historia del rito. El cual no debe verse, subrayó, como una «fórmula mágica», porque es sólo el instrumento para que actúe quien verdaderamente lo hace: la misericordia de Dios. «El poder reside en el nombre de Jesús, no en tu voz», advirtió.

El padre Nanni aportó una explicación a uno de los grande misterios de la posesión diabólica: ¿por qué el diablo «pierde su tiempo» con nosotros, al fin y al cabo criaturas inferiores a él por naturaleza?

La razón es que «nos necesita. Es como un coche de lujo que se queda sin gasolina, o como un aparato que se queda sin pilas. A través de nuestros pecados nos utiliza como batería para recargarse».

De hecho, sostuvo, si el diablo parece tener hoy más poder que nunca, es porque hay más pecados que nunca. El franciscano John Farao, capellán de prisiones en la diócesis de Monterrey (California, Estados Unidos), muy permeable al auge de las sectas en México, dijo en este sentido que «no hay un espacio neutral entre la luz y las tinieblas: si abandonas la luz, abres la puerta a las tinieblas».

«Incluso los católicos», añadió el padre Farao, «tienen miedo de creer que el demonio pueda intervenir seriamente en sus vidas. Pocos quieren enfrentarse al hecho de que existe una batalla espiritual que librar. La gente no quiere líos».

La mayor parte de quienes le escuchaban saben, por experiencia propia y no precisamente agradable, que «los líos» existen… y a veces son bastante peores que en las películas.

La página abandonada

Dios, con la urgencia de su amor, quiere avisarnos que a nuestra pobre alma la tenemos abandonada

Era abril. Entré a visitar aquella página web. La portada, muy atractiva. El mapa del sitio, muy lógico. Un lapicito simpático aparecía y desaparecía en la esquina superior derecha. En un golpe de ojo te quedaba claro qué era aquella organización, cuál era su visión y cuál su misión. Seguí navegando. Me topé con un anuncio: “¡Ayúdanos a ayudar, adquiere ya nuestras tarjetas navideñas”.

¿Tarjetas navideñas en abril? ¡Vaya previsión!, pensé. Que a los santacloses los empiecen a colgar en los comercios a finales de octubre, ¡en fin!; pero que ofrecieran tarjetas navideñas en abril, no terminaba de cuadrarme. Después entré a la sección de “Últimas noticias”. Un subtítulo invitaba a consultarlas con fruición: “Consulta aquí las noticias recién salidas del horno”. Me encontré en primera página, la crónica de un concurso que se había tenido dos años antes y que por lo visto tuvo mucho éxito. Seguí buscando y, sí, la noticia del concurso era la más fresca de todas… Después quise entrar a una fotogalería y me salió un letrero que decía: “Página en construcción”. Finalmente fui a “Contáctanos”, más que nada para estar seguro de si detrás de todo aquello había algún ser humano vivo; intenté insertar mi comentario, y un letrero no me lo permitió: “Este enlace está en reparación, rogamos disculpen las molestias”…

Son síntomas que sufren hoy algunas páginas web. Flotan por el inmenso espacio virtual como meteoritos sin rumbo fijo; son páginas huérfanas, cuyos padres han emprendido un largo viaje, o desaparecido en combate; son páginas abandonadas.

Es verdad, en su momento fueron lanzadas con gran ilusión. Un entusiasmo del tamaño del mundo quemaba por dentro a sus creadores. Pero al cabo de un cierto tiempo, a estas pobres páginas se les empezó a privar de actualización, de atención, de cariño. Aquella ilusión y aquel entusiasmo se fueron apagando. El combustible inicial ya no fue recargado. Y ahí han quedado: solas, tristes y abandonadas…

Se parecen al jardín de un palacio donde el dueño, por algún motivo, despide al jardinero. Los tres primeros días nadie lo nota. Pero al cuarto, aquel vergel paradisíaco comienza a dejar de serlo. Hierbas horribles van brotando a sus anchas entre las rosas. La hojarasca lo va cubriendo todo. Las hormigas, felices de la nueva libertad para explorar el follaje del roble prohibido. Los setos recortados a la perfección para semejar tres traviesos conejitos, parecen ahora -los tres juntos- un rinoceronte enfadado…

Algo así nos puede suceder con nuestra alma. Al inicio la tratamos con el entusiasmo de quien acaba de lanzar su página web, pero al cabo de un tiempo, la abandonamos. Empezamos por navegarla menos, por actualizarle menos las noticias, le privamos de atención y cariño, y terminamos abandonándola. Sabemos que está ahí en el fondo pero en verdad nos importa poco. Con las prisas, con las ocupaciones, con los mil proyectos de cada día, termina vagando sin rumbo en el espacio.

Quizá de vez en cuando nos topamos con ella, y hasta nos dan ganas de navegarla, de dedicarle un tiempo, pero nos zambullimos de nuevo en el trajín diario y, ¡adiós alma!…

Y la cosa es que lo de vivir dormida como que no le va. El alma es algo vivo. Insiste. No puede reaccionar con la frialdad pasota de la página web abandonada. Unas veces tímidamente intentará despertarnos. Otras veces nos tocará el hombro suavemente como intentando llamar nuestra atención. O nos enviará un mensaje electrónico: “oye, ¿hoy sí tendrás un par de minutos para mí? O nos intentará pedir ayuda. O nos dará ideas. O nos sugerirá comportamientos y decisiones. O nos pedirá cambios. Otras veces, la muy inquieta, nos empezará a preguntar un montón de cosas serias en ese preciso momento en el que estamos totalmente enfrascados en navegar por miles de páginas web, excepto la nuestra abandonada. Y ¡anda!, que justo en ese momento, se le ocurre preguntarnos que si sabemos qué viene después de la vida, que a dónde vamos, que de dónde venimos, que para qué estamos en este mundo, que cuál es el sentido de todo esto…

Y cuando por falta de atención ya no puede más, el alma se sentirá débil, verá que está al borde de perder los derechos de su dominio, se pondrá pálida, respirará con dificultad, querrá gritar con todas las menguadas fuerzas que le quedan que el poco mantenimiento que le damos la está matando…

Pero aún así todavía queda Alguien que se preocupa por ella. Es el Señor, que a veces es como ese jardinero que despedimos. A pesar del despido sigue encariñado con nuestra alma, y trata de hacer lo que puede: nos ayuda a darnos cuenta de que nuestra alma va de mal en peor desde aquel momento en que despedimos al Buen Jardinero. No tiene permiso nuestro de entrar, le hemos quitado los derechos sobre nuestra alma, pero de todos modos él hace lo que puede. No pierde la esperanza. Nos sigue muy de cerca. Nos sugiere, nos invita, nos espera, se queda a la puerta, paciente, sin prisas, cubierto de rocío, pasando las noches del invierno oscuras.

Y es que el Buen Jardinero, o Webmaster, no se resigna a que abandonemos sin más ese don tan precioso que puso en nuestras manos con muchísima ilusión allá en los inicios de la aventura de la vida. Intentará también hacernos llegar mensajes más directos. Avisos que necesitamos para reaccionar. Motivaciones más personales en medio de un problema particularmente difícil, una crisis, una caída, una sorpresa desagradable, una enfermedad que no cede, un imprevisto que lo rompe todo, un fracaso especialmente doloroso, una pérdida nunca imaginada… Vicisitudes que Él permite sabiendo que nos pueden ayudar a despertar, reflexionar, recapacitar, cambiar, convertir… Oportunidades para darnos cuenta de que por ahí no, de que seguir así nos hará mucho daño, de que maltratarla es maltratarnos a nosotros mismos, porque sin el alma no podemos vivir pues es tan nuestra como el cuerpo.

Así que si algún día recibimos uno de estos mensajes especiales en nuestra alma, no nos lo tomemos a mal. No es alguien que nos quiere fastidiar. Es Dios, quien con la urgencia de su amor quiere avisarnos que a nuestra pobre alma la tenemos abandonada. Y que quizá mañana va a ser tarde para reaccionar. Nombremos al Señor otra vez, o por primera vez, el Webmaster de nuestra alma…