VI Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo
Alfa y Omega
Sois lo mejor de nosotros
La ciudad de Salamanca, en su día cuna de la primera formulación de los derechos humanos, ha sido el escenario del VI Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo, que se celebró la semana pasada. Organizado por el Observatorio de Víctimas del Terrorismo, de la Fundación San Pablo CEU, ha servido, sobre todo, para intentar saldar la inmensa deuda que tiene la democracia con las víctimas del terror

Han sido tres días de emociones intensas y de reflexiones sólidas, sobre el fin del terrorismo y la necesidad de justicia, sobre el perdón y la paz. Sobre todo, han sido tres días de encuentros y de abrazos, en el que los protagonistas han sido, sobre todo, aquellos que han sufrido el zarpazo del terror. En este VI Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo, organizado por el Observatorio Internacional de Víctimas, de la Fundación San Pablo CEU, las víctimas han tenido la oportunidad de constatar que no están solas. Y no sólo eso; también han podido recibir el mensaje de que son necesarias para una sociedad que las necesita para regenerar la propia democracia. Don Cayetano González, Director del Congreso, recogiendo el espíritu de las seis ediciones anteriores, lo expresaba así: «Que este foro sirva para que se oiga alto y claro la voz de las víctimas. Ellos tienen mucho que enseñarnos, y nosotros mucho que aprender. Que sientan el afecto y la solidaridad de todos. Somos muchos los que siempre estaremos a vuestro lado. No os vamos a fallar».
Don Alfredo Dagnino, Presidente de la Fundación San Pablo CEU, recogió el sentir general al expresar «la gratitud y el reconocimiento de toda la sociedad hacia las víctimas del terrorismo», al tiempo que pidió «perdón por los años en que ha tardado en llegar este reconocimiento». Por ello, el Congreso apunta una doble dirección: «Dar voz a las víctimas, y expresar el cariño de toda la sociedad hacia ellas». Al mismo tiempo, enmarcó la organización del Congreso dentro de la misión de la familia del CEU de «formar hombres en el gozo de buscar la verdad, del servicio a los demás, del amor al prójimo. Este compromiso con la sociedad significa apoyar también a las víctimas del terrorismo». Así, definió a las víctimas como «un referente moral imprescindible para la sociedad, conciencia viva de nuestra comunidad», y se dirigió a ellas con palabras de esperanza: «No hay mal del que Dios no obtenga un bien más grande. Vuestro dolor supone una fuente de amor para nuestra sociedad».
La palabra clave: justicia
En los primeros pasos de este encuentro, doña Maite Pagazaurtundúa, Presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, recordó a los tres cooperantes españoles secuestrados en el Magreb por Al Qaeda, y sentó las bases de una correcta comprensión del fenómeno terrorista: «Los terroristas aspiran a la inmunidad jurídica, política y social. Pero, ¿es justo pedir a las víctimas que renuncien al derecho a la justicia en aras de la tranquilidad general? En una democracia, a nadie se le ocurriría pedir algo así». Habló también de los modos de poner fin al terrorismo que se han dado en otros países, como las amnistías o las leyes de punto final: «El fin del terrorismo es el espejo del corazón del sistema democrático. En una democracia debe primar la igualdad ante la ley, la aplicación de las mismas leyes para todos, el que nadie esté por encima de la ley. Aquí, la palabra clave para las víctimas es justicia. Si estamos unidos, los terroristas ni vencerán ni convencerán».
Pilar esencial de la sociedad
El encargado de inaugurar el Congreso fue el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, quien definió el terrorismo como «el mayor enemigo de la democracia y de la paz» y «una de las más deleznables expresiones del totalitarismo, del odio y de la intolerancia». Para combatirlo, el papel de las víctimas «resulta fundamental, pues su testimonio de dignidad personal es un referente moral para todos. Las víctimas son símbolo de la fortaleza de nuestros principios y valores». Por ello, el Príncipe destacó la labor de las asociaciones de víctimas, que «son un pilar esencial del compromiso de nuestra sociedad hacia ellas y sus familias, y contribuyen a sensibilizar a la sociedad en su rechazo del fanatismo y la violencia».
«Sois lo mejor de nosotros»: así se dirigió a las víctimas don Carlos Dívar, Presidente del Tribunal Supremo, al comenzar su intervención en el Congreso. Y continuó: «Es nuestro deber dar gracias siempre a las víctimas del terrorismo. Sois una reacción social ejemplar, ejemplo de esperanza en el dolor y de dulzura ante la adversidad». Frente a quienes ven en el terrorismo una forma de idealismo, manifestó que «existen intereses políticos, pero también económicos, ya que hay personas interesadas en el terror, de modo que alimente el tráfico de armas, el negocio más caro y el que más beneficios da». El Presidente del Tribunal Supremo dio a sus palabras una mirada trascendente, al pedir a las víctimas que no dejen que «el terror os amargue la vida. Pensad en lo Alto, en una Justicia superior a la que podamos tener nosotros. El alma humana es capaz de lo más horrible, pero también de la grandeza más absoluta». Y así acabó hablando del perdón: «A veces tiene que existir el perdón, lo que no quiere decir que se renuncie a aplicar la justicia. Perdón tampoco es olvido. Es paz en medio del dolor. Como decía Jacinto Benavente: Cuando el amor no sienta a la justicia en su trono, el odio la sustituye por la venganza». Palabras que fueron refrendadas con más de un minuto de aplausos de todos los participantes.
Democracia: luces y sombras
El papel de las asociaciones de víctimas del terrorismo quedó reflejado en la mesa redonda sobre Víctimas del terrorismo en España: memoria, dignidad y justicia. Según don Ángel Altuna, de Covite, «las asociaciones han ayudado a recuperar la confianza de las víctimas en el ser humano y a consolidar la democracia en nuestro país. En ocasiones, nos hemos convertido también en víctimas de la democracia, pero hemos respondido denunciando las desviaciones en el sistema democrático». Y finalizó dando gracias «especialmente a vosotras, mujeres, madres, hermanas, hijas…, que tanto habéis sufrido y a las que ningún Instituto de la mujer ni nada parecido ha reconocido». Don Joaquín Vidal, de la Federación de Asociaciones de Víctimas del Terrorismo, abogó por «la unidad de todas las víctimas; unidos, seremos capaces de ser más solidarios y eficaces. Unidos, los terroristas sabrán que no tienen sitio en nuestra sociedad. Somos los baluartes de la democracia». En su intervención, doña Ángeles Domínguez, de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, denunció que «las víctimas de este atentado todavía desconocemos los nombres de sus autores. Ni el Parlamento ni la justicia han desvelado las incógnitas. Han existido graves irregularidades en la investigación, y no podemos afirmar a día de hoy que se haya hecho justicia. La justicia ha fracasado en el 11-M. Hasta que no se sepa la verdad, la democracia y la libertad estarán secuestradas en España». Y doña Ángeles Pedraza, Vicepresidenta de la AVT, quien perdió a su hija en el 11-M, subrayó: «Hay que dejar claro que no todos somos víctimas, como se quiere hacer ver. Aquí hay víctimas y verdugos».
En una mesa redonda posterior, don Eduardo Fungairiño, que fue fiscal de la Audiencia Nacional, defendió «el derecho de las asociaciones a discrepar del Gobierno, porque ellas representan a las víctimas». Y en cuanto a las Administraciones autonómicas, el escultor Agustín Ibarrola denunció que «los nacionalistas parecen haberse apropiado del País Vasco, por lo que el terrorismo no ha estado mal visto». Con él coincidió el director de cine Iñaki Arteta, quien pidió «aportar a la memoria de este país la voz de las víctimas. ¡Qué menos que las víctimas puedan contar su historia! Con el tiempo vamos a compensar este olvido, y podremos dejar su memoria a las próximas generaciones». En este mismo sentido habló María San Gil, quien subrayó que «las víctimas no pueden caer en el olvido», así como «la dignidad que han mostrado con su ejemplo: han devuelto bien por mal».
¡Se puede salir adelante!
Una de las mesas redondas del Congreso
La puerta a la esperanza la abrió Irene Villa, quien analizó el llamado síndrome de estrés postraumático con un optimismo arrollador: «Las víctimas hemos aprendido a dar la vuelta a la tortilla, gracias a todo el amor y el cariño que recibimos». También destacó
la importancia del perdón: «A mi madre y a mí nos ayudó mucho el perdonar. Es una decisión muy personal, pero vivir con odio es muy difícil. Y hay que decir que sí, que se puede salir adelante». También don Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, habló de «la necesidad de la vida espiritual» para seguir viviendo con optimismo la vida.
En el acto de clausura, la Presidenta del Parlamento vasco, doña Arancha Quiroga, habló de las víctimas como «el principal referente de cordura en medio de la barbarie». Y denunció a cierta clase política «que no ha estado a la altura de las circunstancias. Los políticos no hemos sido capaces de dar a las víctimas nuestro unánime respaldo». También aludió a uno de los últimos informes del Defensor del Pueblo Vasco, que denunciaba el alto grado de tolerancia de los jóvenes ante el terrorismo. Así, doña Arancha Quiroga alertó sobre «el lavado de cerebro constante al que está sometida la juventud. Los jóvenes están aprendiendo a odiar. La justificación de ETA nace en el seno de la familia. Todo se aprende en casa; los colegios tienen aquí sólo un papel complementario. Hay que educar para la paz, y ello comienza en cada uno de nuestros hogares».
En este recorrido de los Congresos Internacionales de Víctimas, la próxima parada es Nueva York, donde se espera que se celebre la próxima edición, el próximo año, coincidiendo con el décimo aniversario del 11-S. Una fecha que traerá a la memoria uno de los momentos más horribles que ha provocado el terrorismo a la Humanidad, pero también una ocasión para mirar adelante y ser conscientes del reto que supone la lucha contra este fenómeno. Como afirma el Manifiesto que se leyó en la Plaza Mayor de Salamanca, en uno de los actos más emotivos del Congreso, «las víctimas del terrorismo no queremos ni venganza ni revancha. Las víctimas del terrorismo sólo queremos que las generaciones futuras no tengan que padecer lo que, desgraciadamente, hemos padecido de manera directa o indirecta tantas personas que un día nos convertimos en víctimas por la crueldad de unos criminales. Y estamos convencidas de que todos juntos, gobernantes y ciudadanos anónimos, podremos con nuestro esfuerzo y trabajo conjunto evitar que el dolor se perpetúe y darle vida a la esperanza de un mundo mejor».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
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