sobre por qué los buenos empleados renuncian al trabajo
Las empresas tienen que hacer frente a una problemática que les amenaza cada día: la fuga de talento.
Esto se puede dar por varios motivos: falta de motivación, ganas de emprender un negocio propio o simplemente el gusto por afrontar nuevos retos.
Algunos empleados, además, sienten que las empresas no sacan todo su potencial, de ahí que acaben abandonando su puesto de trabajo.
Steve Jobs, cofundador y durante mucho tiempo CEO de Apple, murió en 2011, pero ya hace años tenía una explicación para todos los jefes que sufren la marcha de buenos profesionales.
«No tiene sentido contratar a gente inteligente y decirles lo que tienen que hacer. Contratamos a personas inteligentes para que nos digan lo que tenemos que hacer«, aconsejó Jobs.
Es decir, Steve Jobs le dio la vuelta al concepto del talento en las empresas: lo importante no es ordenarles las tareas más complejas y sesudas, sino que ellos mismos implementen la estrategia a seguir.
Esta forma de entender la empresa coincide con el concepto de trabajador del conocimiento que acuñó el experto en gestión Peter Drucker en 1959.
Las tareas típicas del trabajador del conocimiento son planificar, organizar, analizar, probar, programar, investigar y difundir contenidos, y esto es principalmente lo que le diferencia de un empleado no cualificado.
Participación en la toma de decisiones: los trabajadores inteligentes deben participar de manera activa en la estrategia y el rumbo de la empresa, definiendo ciertas decisiones clave.
Cooperación: la empresa debe fomentar siempre la cooperación entre los trabajadores, incluyendo aquí a sus empleados más brillantes para que no queden aislados.
Que los jefes escuchen: el jefe tiene que escuchar más de lo que habla, de este modo, si se respeta la forma de trabajar de las personas, la empresa acabará obteniendo un impacto positivo en su estrategia.
Siguiendo estas directrices, las empresas deberían ser capaces de mantener a sus empleados con mayor talento al menos durante unos años, sin sufrir esa fuga que tanto se teme en la gestión de personal.
Las pantallas son un peligro para el desarrollo de niños y adolescentes, pero muchos padres no son conscientes de este grave problema porque también ellos están “enganchados”. Así lo pone de manifiesto Nacho Calderón, prestigioso neuropsicólogo infantil y director de INPA (Instituto de Neuropsicología y Psicopedagogía Aplicadas), con sede en Madrid y en México.
Por Javier Lozano / Fotografía: Dani García
CON MÁS de 30 años de experiencia trabajando con niños, Nacho Calderón explica a Misión la gran preocupación que ha experimentado en los últimos años por los efectos de las nuevas tecnologías ante la inacción de familias y colegios. Según alerta el autor de la colección Educar con sentido (Cobel Ediciones, 2011) las consecuencias son palpables en una juventud a la que le cuesta tolerar la frustración y que ha crecido con una merma en sus capacidades intelectuales y sociales. Es un problema que este experto urge a afrontar.
¿Qué es lo que más le preocupa?
La actitud de los padres: su falta de conciencia de que las pantallas, aunque no son perjudiciales en sí mismas, sí suponen un peligro en el desarrollo de la personalidad de sus hijos. Y no solo se está produciendo una falta de conciencia, sino que en realidad se están premiando. Muchos prefieren elegir un colegio donde sus hijos tengan el iPad con seis años a otro que lo dé con nueve. No saben por qué, pero lo premian.
“Muchos padres prefieren elegir un colegio donde sus hijos tengan iPad con seis años a otro que lo dé con nueve, aunque no saben por qué”
¿No son conscientes o es más bien el camino más sencillo?
Es por falta de consciencia. La calidad de la atención de los padres hacia los hijos ha decaído terriblemente. Antes cuando trabajaba con niños con discapacidad encontraba familias dispuestas a dedicar una o dos horas diarias en casa a trabajar con ellos. La prioridad era el hijo. Ahora es difícil que los padres dediquen tiempo a los hijos, pues su prioridad es su propio desarrollo profesional y creen que ofrecen la máxima calidad porque les dan de todo.
¿Cómo “desempantallar” a los niños?
Desempantallando a los padres. ¿Cómo va a decir un padre que esto es un problema para el desarrollo de su hijo si él está enganchado seis horas diarias al smartphone? Hay que hacerles entender que las pantallas son una herramienta de trabajo y que el resto del tiempo hay que utilizarlas de manera muy comedida. Es complicado, pero la solución pasa por los padres y por los colegios. Sin embargo, tenemos miedo a ser estrictos y hay cosas –como esta– con las que hay que ser radical.
Nacho Calderon recomienda que las pantallas sean solo una herramienta de trabajo y el resto del tiempo se utilicen de manera muy comedida.
La pregunta del millón: ¿cuándo es adecuado dar un móvil al niño?
Cuando los padres hayan enseñado el autocontrol a sus hijos. Eso quiere decir que prácticamente ningún niño debería tener móvil porque ninguno tiene ese autocontrol. Y en todo caso yo no daría nunca un móvil antes de los 14 años, pero hay que estar dispuesto a hacer a tu hijo un bicho raro. Y esto es un fastidio, lo sé. Si educas a un niño en que no puede frustrarse, pierdes tu capacidad de educar y además creas un monstruo. Y cada vez vemos más niños monstruo.
¿Las pantallas se están convirtiendo en educadoras y cuidadoras?
Es la niñera supuestamente más barata, aunque a largo plazo sale carísima. ¿Educadora? Sí, si aceptamos el término educar en la peor acepción. Determinan los valores con los que se está rigiendo la sociedad. En ese sentido, sí están educando, pues están imponiendo cánones.
“Yo no daría nunca un móvil antes de los 14 años, pero hay que estar dispuesto a hacer a tu hijo un bicho raro”
Pero lo justifican por necesidad…
A mí muchos padres cuando les digo que hay que reducir el tiempo de pantallas me dicen: “Nosotros solo las ponemos cuando salimos a un restaurante para que así nos deje comer”. ¡Grave error! Cuando sales con tus niños no sales a encontrar la tranquilidad, vas a hacer familia. La comida es donde se cierran los negocios, se conquista al cónyuge… Por tanto, ¿Dónde se hace familia? Alrededor de la comida. ¿Cuándo podrás disfrutar? Cuando salgas con tu esposa o con amigos. Si sales y le pones el móvil a tu hijo, o en casa le pones la tele, no haces familia.
¿Lo hacemos porque somos blandos o por el ritmo de la vida moderna?
El gran problema de la sociedad de hoy es que está centrada en el yo: mi bienestar, mi tiempo para mí… Entonces el niño es un “daño colateral”, algo molesto que interfiere en mis planes.
¿Y los padres se dan cuenta de esto?
No son conscientes del “yoísmo”. Se nos ha dicho que ponerte a ti en el centro del universo es lo adecuado para encontrar tu felicidad y lo que -interfiera con este fin está mal. La gente va buscando estar en perfectas condiciones para relacionarse con los demás. Pero el deseo nunca va a terminar. Si consigue tener un status profesional, un buen coche, ¿ahora crees que se va a ocupar de los demás? No, porque ese deseo le dirá que ya toca cambiar el coche, etc.
Javier Lozano, redactor jefe de la revista Misión, entrevista a Nacho Calderón en su consulta en Madrid.
¿Qué consecuencias puede tener esta sobreexposición a las pantallas?
En general, hay dos problemas. Por un lado está lo que te ofrecen: una hiperfocalización, una satisfacción inmediata y una hiperatención, pero a temas muy concretos. Da muchas cosas que pueden ser nocivas como una necesidad de likes y de reconocimiento social inmediato. Esto me asusta mucho. ¿Y qué resta a los niños? Tiempo de juego, de socialización, de lectura. Esta sobreexposición ha adelantado la adolescencia dos años: hoy comienza a los once.
¿Y qué ocurre con esto?
Les has reducido la infancia a la mínima expresión. Una amiga me decía que su hija de 9 años que no tiene móvil le confesó que había tenido que mentir porque sus amigas estaban hablando de youtubersque ella no conocía y tuvo que decir que ella también los seguía. Luego otro niño le preguntó si veía porno. “¿Qué es porno?”, le dijo, y el niño se lo explicó. Y esto con solo 9 años.
¿Cómo afecta a los niños que les robemos este tiempo?
Desarrollan menos habilidades intelectuales, claramente, y menos capacidades sociales. Hoy la sociedad es muy pobre. No tienen imaginación. Lo comprobé con la -televisión. Hice un ensayo con varios matrimonios amigos. Los sábados los niños se despertaban muy pronto e hicimos la prueba: tres sábados seguidos les dejamos ver la tele mientras los padres seguíamos durmiendo. Y tres sábados seguidos nos despertábamos con ellos y no les dejábamos verla. ¿Qué conclusiones sacamos? Cuando no podían ver la tele el resto del día el juego era más imaginativo y rico, y eran más obedientes. Cuando la veían reproducían lo que habían visto y eran más desobedientes. Y eso con la tele. Ahora las pantallas están destrozando la conducta.
“Si educas a un niño en que no se frustre, acabarás creando un monstruo”
¿Cómo serán estos niños que han crecido “empantallados” en el futuro?
Ya lo estamos viendo: no tienen capacidad de frustración porque la recompensa que reciben siempre es inmediata. No logran aguantar.
¿En qué momento caló la idea de que es bueno regalar un móvil a un niño?
Por la idea de progreso. Quieren darle a su hijo lo mejor, pero tener “lo último” no necesariamente es lo adecuado, pero eso ni se lo plantean. ¿Por qué no se da un coche a un niño? La ley no lo permite, si lo permitiera se haría…
A nivel cerebral, ¿qué ocurre con la sobreexposición de pantallas?
Se crean unas redes neuronales de altos niveles de dopamina, de excitación. Si se acostumbran a esos niveles, luego les cuesta vivir sin ellos. ¿Transforma el cerebro? Sí. Esto es reversible solo si nos sometemos a unos límites estables de consumo.
En algunos países se están intentando limitar las pantallas en los colegios porque son “como la cocaína”…
No pueden ponerse al mismo nivel. La droga dura no tiene un uso beneficioso. Una pantalla bien usada también tiene que defenderse. Lo que es malo es el abuso y lo que es difícil es controlar el uso. Pero no hay que tener miedo a nadar a contracorriente.
No hay una edad exacta ni una circunstancia correcta para hacer entrega del primer móvil. Pero los padres deben saber que es algo determinante en la vida de su hijo y que ningún adolescente debería tener acceso a uno hasta haber desarrollado una serie de virtudes, como la templanza y la capacidad de concentración, que solo se adquieren en el mundo offline.
Por Marta Peñalver
Artículo publicado en la edición número 67 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
Pablo Olabarri y María Azagra tienen 11 hijos entre los 36 y los 18 años, y todos y cada uno de ellos han esperado hasta la mayoría de edad para tener su primer móvil. “Cuando empezó el fenómeno de los móviles vimos que muchos compañeros de nuestros hijos mayores tenían uno, pero nosotros, sobre todo mi mujer, entendimos que era una herramienta que suponía muchos inconvenientes para un adolescente tales como: adicción, distracción del estudio, de los deportes, de estar con los amigos… y tomamos la decisión de no dárselo hasta los 18 años”. Algo que puede parecer muy radical, pero que no ha tenido, según Olábarri, más que consecuencias buenas para sus hijos. “Todos nuestros hijos leen habitualmente, han sido buenos estudiantes y son aficionados al deporte, a la montaña… creo que en gran parte ha sido gracias a haberlos alejado de las pantallas”.
Según Catherine L’Ecuyer, doctora en Educación y Psicología, “atrasar la edad de uso del móvil permite al niño o al joven desarrollar todas las cualidades necesarias para un buen uso de las tecnologías. Esas cualidades se desarrollan offline”.L’Ecuyer, cuyo libro Educar en la realidad(Plataforma, 2015) fue el primero en poner sobre la mesa los peligros derivados de la exposición temprana a las pantallas, asegura a Misión que, “aunque cada hijo y cada familia es un mundo, la edad ideal para entregar el móvil es, como regla general, cuanto más tarde, mejor”.
“La edad ideal para entregar el móvil a los hijos es cuanto más tarde, mejor”
Offline antes que online
Tanto L’Ecuyer como Olabarri coinciden en que el móvil es una herramienta buena que no hay que demonizar, pero también reconocen el peligro que implica tenerlo cuando aún no se es lo suficientemente maduro. “Nunca hemos presentado el móvil como algo malo, sino como algo que tenían que ser capaces de controlar ellos, de lo contrario sabíamos que podían caer en una adicción tremenda”, señala Olábarri.
Este abogado y conferenciante asegura que algunos jóvenes que acuden a sus charlas reconocen recibir más de 800 wasaps al día que atienden y contestan, algo incompatible con tener una vida offline. Y es que para L’Ecuyer, “el uso responsable solo es posible cuando el usuario tiene una serie de virtudes y de cualidades, como por ejemplo la templanza, la fortaleza, la capacidad de inhibición, de prestar atención sostenida, de concentrarse… Cuando tiene un proyecto vital y un sentido de la relevancia consolidados, y cuando es capaz de distinguir lo privado de lo público”. Cualidades que se adquieren con el tiempo y con la madurez, y que en ningún caso posee un adolescente incapaz de resistirse, por ejemplo, a pulsar en una foto sugerente o a abrir un vídeo de contenido inapropiado que ha recibido de un compañero de clase. “En definitiva, la mejor preparación para el mundo online es el mundo offline”, sentencia L’Ecuyer, con la que es ya una de sus frases de referencia.
“Las cualidades para hacer buen uso de la tecnología se desarrollan en el mundo offline”
Más que perder el tiempo
La pérdida de tiempo frente a las pantallas, robándole horas al estudio, a los amigos, al deporte… es solo la punta del iceberg de este asunto. Un niño o adolescente que tiene un smartphone antes de estar preparado es carne de cañón para caer en el uso abusivo.
“Un uso abusivo no es solo aquel que supone un número de horas de uso desproporcionado, es todo uso que deja al usuario indefenso ante los inconvenientes de la tecnología: las noticias falsas, la pérdida del sentido de relevancia, la adicción tecnológica, el narcisismo, el aislamiento, la -ansiedad y la depresión, la impulsividad…”, sentencia L’Ecuyer.
Si tu hijo recibe un smartphone sin estar preparado, es carne de cañón para caer en un uso abusivo
Aprende a decir que no
Uno de los argumentos de muchos padres que ceden y adelantan la entrega del móvil a sus hijos respecto de cuando idealmente querrían, es el hecho de que se vayan a quedar de lado o vayan a perderse planes con amigos. Y aunque es un argumento comprensible, ningún padre cedería a otro tipo de chantajes si el tema en cuestión fuera otro claramente perjudicial, como la droga. Como en otros muchos aspectos de la educación, en el uso del móvil son los padres quienes deben poner el tope, porque el niño no se puede resistir a esa tentación. No está en su mano dominar ese deseo.
Olabarri reconoce que en ocasiones no ha sido fácil retrasar hasta los 18 años el primer móvil de sus hijos. “Con los 3 o 4 mayores fue más difícil, pero nos pusimos firmes y gracias a eso los pequeños ya sabían lo que había y protestaban menos”, asegura. Y recuerda unas palabras de Benedicto xvi que le han ayudado en esta desafiante tarea: “Padres, acostumbraos a decir que no”.
Por su parte, L’Ecuyer asegura que “el ‘todo el mundo lo tiene’, es algo de toda la vida, antes se decía por otras cosas. Como padres, hemos de ayudarles a gestionar el ser diferentes sin complejos, proporcionarles alternativas excelentes y ayudarles a entender que se puede vivir sin smartphone”.
6 consejos a tener en cuanta antes de entregar el móvil a tu hijo
1.Cuanto más tarde, mejor. Catherine L’Ecuyer es clara en este punto: “El primer móvil, cuanto más tarde, mejor”.
2. Una decisión consensuada entre los padres. Esto es un básico de la educación en general: el proyecto educativo debe ser compartido por el padre y la madre.
3. Explicar el porqué. Aunque no siempre los padres tienen que dar explicaciones a sus hijos para justificar sus decisiones (a veces “no” es “no”, y punto), en este caso sí es bueno que los hijos conozcan que hay unas razones de peso por las cuales sus padres han decidido fijar una edad concreta -más avanzada de lo que a ellos les gustaría- para darle su primer móvil.
4. Mantenerse firmes. Una vez puesta la norma, hay que ir hasta el final, si no, los padres pierden la autoridad y el respeto de sus hijos.
5. En caso de necesidad, dar un teléfono de tecla. Hay móviles muy básicos que no son smartphones. Permiten llamar y mandar mensajes sin exponer a los hijos a los inconvenientes de los teléfonos inteligentes.
6. Dar ejemplo. Como en todos los aspectos de la educación, el ejemplo es fundamental. Los padres deben ser los primeros en demostrar a sus hijos que sí se puede pasar tiempo sin el teléfono móvil. Como premisa básica, nunca mires al móvil mientras hablas con tu hijo.
Artículo publicado en la edición número 67 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
¿Os habéis fijado en la dependencia que muchas personas sienten hacia su teléfono móvil? Siempre colgados de él, se mueven por casa en su compañía, del baño a la cocina pasando por el salón, es lo último que miran antes de dormir, cómo si le dieran un beso de buenas noches, y lo primero en lo que ponen sus ojos antes de desperezarse, es su tesoro más preciado.
Y en la calle más de lo mismo, caminan despacio, encorvados, distraídos, ausentes de todo cuanto les rodea, en algunos países han acuñado el término “smombies” (de la unión de Smartphone y zombi) para describirlos, incluso la Dirección General de Tráfico ha alertado del riesgo alto de atropello para estos peatones; pero claro, hay que contestar los WhatsApp, Re twittear en Instagram, escuchar los audios, y al instante…lo importante es estar CONECTADO.
Pero, ¿conectados a qué o a quién?, ¿a las modas y tendencias?, ¿a las últimas noticias o cotilleos?, ¿a los problemas y necesidades de nuestros hermanos?, ¿a nuestra familia y amigos?, y ¿a Dios?, ¿Estamos conectados con Dios?
Prisas, prisas y más prisas, trabajo, casa, niños, obligaciones, cargos y demás responsabilidades…Repite conmigo: ¡RESPIRA Y BUSCA A DIOS!
¡RESPIRA PAQUI Y CONÉCTATE A DIOS!
Si tu conexión, independientemente de que uses WIFI o cable de red, es buena, no necesitas seguir leyendo este post, lo que voy a decir ya lo sabes, lo disfrutas cada día y lo atesoras cómo el bien más preciado, pero, te ánimo, a que, en los comentarios, nos dejes consejos para quienes tenemos que mejorar la conexión con Dios porque la perdimos hace tiempo, nos falla a ratos, o nos va muy lenta.
DIOS SIEMPRE ESTÁ AHÍ, ESPERÁNDONOS A PESAR DE TODAS NUESTRAS EXCUSAS, «Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.»(Lc 15, 20)
PERO PARA QUE SINTAMOS EL ABRAZO AMOROSO DEL PADRE Y CONECTEMOS NUEVAMENTE CON ÉL, NECESITAMOS, ANTE TODO, LEVANTARNOS Y SALIR EN SU BUSCA.
Podemos comenzar encontrándonos con Él en la ORACIÓN. Cómo siempre me recuerda mi director espiritual, “orar es hablar con quién sabemos que nos ama” (Santa Teresa de Jesús), no se puede describir mejor ni más bonito, y ¿no vamos a ser capaces de hallar un hueco para estar un ratito todos los días con quien más nos quiere?
Abrir nuestro corazón en casa o en la iglesia de nuestro barrio, delante del sagrario, y compartirle nuestras preocupaciones y anhelos, sueños y fracasos, penas y alegrías… rogarle por quienes más queremos, por nuestro prójimo, por la paz… y para que nos dé fuerzas en el día a día, sea la luz de nuestros pasos, y nos transforme en criaturas nuevas al servicio de los demás.
Y PERSEVERAR SIEMPRE, SIN DESALIENTO Y CON UNA FE VIVA“incluso cuando todo parece vano, cuando Dios aparece sordomudo y parece que perdemos el tiempo. Aunque el cielo se nuble, el cristiano no deja de rezar. Su oración va de la mano con la fe.” (Papa Francisco), porque “nosotros esperamos al Señor, Él es nuestro auxilio y nuestro escudo; en Él se goza nuestro corazón, en su santo nombre confiamos” (Salmo 33, 20-21).
Como sociedad estamos perdiendo nuestras ganas de vivir. Tal vez ya ni siquiera sabemos cómo vivir. Más bien, nos abandonamos a una búsqueda insaciable de la comodidad. Y luego, para agravar nuestra locura, cargamos a nuestra juventud con esta existencia inane. Ilustraré con un ejemplo demasiado familiar, demasiado tedioso.
Recientemente fui con mi esposa y mis cuatro hijos a la pista local al aire libre para jugar al hockey y practicar algunas habilidades de patinaje. Al lado de esta pista hay una pequeña choza climatizada donde puedes atar patines sin congelar los dedos. Tratar de mantener todos los dedos intactos es uno de los principales pasatiempos de invierno en Saskatchewan.
Cuando entramos en la choza, notamos que dos niñas, ambas en sexto grado, estaban sentadas allí. Ahora, si viviéramos en un momento normal de la historia, estas chicas habrían estado patinando. Pero no lo hacemos. Estaban sentados en el banco, pegados a sus teléfonos. Finalmente escuchamos a uno de ellos comentar: «¡Me gusta, solo necesito diez seguidores más en TikTok! ¡Como, diez más!»
Como, ok entonces.
Las chicas, incapaces de quitar los ojos de las pantallas, casi chocan contra la puerta cuando intentaban irse. Poco después, tres adolescentes se presentaron en la choza de skate para mirar los teléfonos. Después de diez minutos de desplazamiento, finalmente tropezaron con su camino hacia la pista real. Durante un minuto más o menos dispararon pucks a portería. Luego, los tres se apoyaron contra las tablas laterales, sacaron sus teléfonos una vez más y miraron durante otros diez minutos. Finalmente, regresaron a la choza de patinaje, sin duda para calentarse mientras desplazaban sus teléfonos. Al no tener a nadie más con quien jugar al hockey, mi esposa y yo finalmente empacamos a los niños y nos fuimos a casa. Qué divertido.
Simplemente saltaré a él. Estoy cansado de este mundo irreal que hemos creado. Estoy cansado de escuchar que, después de la pandemia, los niños pasan 7,5 horas al día frente a una pantalla. Estoy cansado de escuchar cómo cada 100 minutos un adolescente se suicida. Estoy cansado de mirar personalmente los ojos manchados de lágrimas de un joven y escucharlo decir: «No quiero vivir más». Estoy cansado de este mundo desconectado, desconectado y sin Dios.
Quiero que mis propios hijos puedan jugar un partido de hockey con otros, durante más de dos minutos a la vez. Quiero que no se sientan como marginados sociales porque, de hecho, no tienen un dispositivo de bolsillo con acceso instantáneo a la pornografía. Pero incluso más allá de mis propios hijos, quiero que todos los niños experimenten una vida real, en el mundo real. Un mundo real donde se construyen fuertes de árboles, conejos atrapados, oraciones ofrecidas, tradiciones transmitidas, rodillas raspadas y libros leídos. Un mundo en el que patinar con un amigo un sábado por la tarde no es un gran acto contracultural.
Con esto en mente, debo participar en una autopromoción desvergonzada. Perdóname por esto, pero creo que es importante. Verás, he escrito una novela. La novela es para el grupo de edad de 10 a 14 años (sí, este grupo de edad todavía disfruta de la lectura). En el fondo, el libro es un llamado a vivir la vida una vez más, en el mundo real.
Desconectado: The Broken Path se centra en un niño de doce años adicto a Internet llamado Ben Montana. En la historia, Internet un día muere repentinamente. Se produce el caos, como uno podría imaginar que sucede. Los eventos emocionantes, así como las conmovedoras lecciones de vida dadas por su abuelo, eventualmente llevan al joven Ben a aprender a vivir, sobrevivir e incluso prosperar en medio de esta gran depresión de Internet.
Ahora me imagino que hay lectores aquí con niños que memorizan a Shakespeare y Dickens por diversión, y consideran a Tolstoi y Eliot una lectura ligera. Para un niño así, Disconnected podría ser, y me duele decir esto, un medio paso por debajo de Shakespeare. Sin embargo, creo que esos niños aún disfrutarían de la historia aventurera y el simbolismo católico escrito en Disconnected. Sin embargo, como mi lema para escribir ha sido «Lanzarse a las profundidades», he escrito el libro para todos aquellos diez en adelante que necesitan el impacto de una experiencia de lectura honesta, real, entretenida, incluso emocional. A todos ellos, les ofrezco este libro para su edificación y placer.
Francamente, quiero más para nuestra juventud que el mundo entumecido que parece que les estamos transmitiendo. Quiero que se les dé una vida real para vivir. Para reformular a Tolkien, el mundo no se encuentra en TikTok y Snapchat. Está ahí fuera.
A continuación ofrezco un fragmento del libro. En esta escena, Ben, de doce años, ha estado luchando sin su dosis habitual de Internet. De hecho, ha estado actuando a propósito y metiéndose en problemas. Finalmente, sus padres lo envían a la casa del abuelo, con la esperanza de que algún tiempo en la granja fortalezca a Ben.
* * *
La bicicleta al abuelo fue una pesadilla. El viento gritón atacó a Ben, y cada empuje de los pedales parecía un paso tortuoso hacia la cima del Monte Everest. Solo la cima del viaje de Ben no fue pararse en la cima del mundo en gloria, sino tener una conversación que quería evitar.
Se detuvo en el corral y apoyó su bicicleta contra la casa. El fuerte viento empujó rápidamente la bicicleta. Ben frunció el ceño, decidió dejar la bicicleta en un montón colapsado y llamó a la puerta principal. Ben nunca llamó a la puerta de su abuelo, pero esta vez se sintió como un nieto pródigo, y que no debe ser demasiado audaz o descarado.
El abuelo abrió la puerta. «¡Mira lo que arrastró el gato! ¿Todavía está vivo?»
Ben sonrió a medias. No se sentía vivo. Tampoco dijo nada.
«Entra, siéntate. Acabo de matar al ternero gordo», continuó el abuelo, señalando una nueva caja de galletas sobre la mesa. «Te conseguiré un café».
Ben nunca había tomado café antes. Esto fue extraño. Pero no quería ser grosero, así que lo intentó. Para cuando consiguió que el café fuera bebible, la taza estaba llena de partes iguales de café, crema y azúcar.
«Entonces. ¿Te lo has estado pasando bien últimamente?», Preguntó el abuelo.
¡ Ay.
«Muy bien. Una multa de ciento veinte dólares, para ser exactos», respondió Ben.
«Bueno, voy a pagar por ello. ¡No, no! Insisto». El abuelo sacó un pedazo de papel y comenzó a escribir. Cuando terminó, firmó el papel y le mostró a Ben.
Por la presente le doy la mitad de mis pollos, 18 gallinas en total, a Benedict Montana. Ahora es responsable de su cuidado.
«Supongo que tenemos que hacer las cosas oficialmente con cierta legalidad en estos días. No querríamos más multas», dijo su abuelo. «Sigue adelante y fírmalo».
Ben estaba confundido. Necesitaba 120 dólares. No dieciocho gallinas.
«¿Debo llevar a las gallinas a la oficina de la ciudad para pagar la multa? ¿Solo dejarlos en el escritorio del alcalde, tal vez?», Dijo Ben.
«¡No! Trabajas con las gallinas, maldita sea. Grandes capas, lo son. Te acercarás a los dieciocho huevos al día. ¡Eso es fácilmente cinco dólares al día!»
Ahora empezaba a tener sentido para Ben. Esta fue una pequeña y linda escena de película que se desarrolló ante sus ojos. Solo conseguiría algunas gallinas, vendería los huevos, se convertiría en una buena persona, le sobraría dinero para ganar a la niña y luego viviría feliz para siempre. Qué lindo, pensó. También puede conseguir un televisor en blanco y negro también, y meterme en mi camisa, y escuchar canciones de Elvis Presley, y …
El abuelo interrumpió sus pensamientos. «¿Cómo se llama, Ben?»
Ahora la confusión de Ben era del tamaño del Monte Everest. «No sé a qué te refieres».
«Te ves tan serio. Tan infeliz. Tan poco libre. Debe ser una chica que te guste. ¿No?»
Un momento. Pasó un minuto entero. 250 bebés nacieron durante ese minuto. Murieron 120 personas. Diablos, una de sus gallinas probablemente puso un huevo durante la espera. ¿Tal vez el huevo también eclosionó?
«Sofía. Sin embargo, no es así. Ella está enojada conmigo en este momento de todos modos. Simplemente no podía dejarlo ir …»
«Ben. ¿Estás planeando casarte en el próximo año más o menos?»
Ben se atragantó con su café. ¿Casado? «¿Qué? ¡Claro que no! Eso es ridículo».
«Entonces sé amigo de Sophie. ¿Entender? Tienes doce años. ¿O trece? Lo que sea. El punto es que tienes algo que hacer al crecer. Algunos viviendo para aprender. Necesitas buenos amigos, como Sophie. Pero necesitas crecer y convertirte en un hombre».
El abuelo señaló el café. Así que eso es lo que estaba pasando. Era una copa de hombría, o algo así. Aún así, Ben pensó en uno de los puntos de la conferencia. El abuelo había dicho que necesitaba buenos amigos como Sophie. En este momento no eran, de hecho, buenos amigos. Ben sabía que era su culpa. También sabía que tenía que arreglarlo.
Una última vez, el abuelo interrumpió sus pensamientos. «¡Ahora firma ese maldito papel y ve a limpiar el gallinero! Los socios comerciales significan que ya no tengo que palear su basura».
«Bien jugado», dijo Ben mientras firmaba el periódico. «Supongo que me pondré a trabajar, entonces».
«Solo advirtiéndote, la cooperativa podría oler un poco. Anoche les di a las gallinas algunos encurtidos».
«¿En serio? ¿Por qué?», gimió Ben.
«Porque ayer tuve una charla con tu papá y sabía que vendrías». Había ese viejo y adorable brillo en su ojo.
* * *
El viaje a casa fue lento. Sí, el viento estaba a favor de Ben. Pero llevar dieciocho huevos a casa en una bolsa de supermercado no fue exactamente fácil. Tendría que traer su mochila de ahora en adelante.
Ben decidió que iba a parar a ver a Blake y Sophie antes de irse a casa. La primera parada fue la casa de Blake. Blake era un chico estable, y no uno para guardar rencor. La disculpa fue fácil. Los dos niños se sintieron aliviados de estar de vuelta en términos de hablar.
Hablar con Sophie no fue tan simple. Aparentemente, ella estaba haciendo el pasatiempo favorito de la niña con problemas: andar en bicicleta por la ciudad.
Después de andar en bicicleta por Fairsoil durante diez minutos, Ben finalmente la vislumbró desde la distancia. «¡Hola Sophie!» Ben llamó mientras comenzaba a pedalear más rápido para alcanzarla.
Sophie miró a Ben, sacudió la cabeza con disgusto y aceleró la velocidad. No podía creerlo. Ella se alejaba corriendo de él.
«¡No! ¡Sophie, espera!» Ben gritó, desesperado por ponerse al día.
Gritar, andar en bicicleta y equilibrar los huevos era demasiado para Ben. Derrapó hasta detenerse. Una docena de huevos en la bolsa de supermercado que llevaba fueron aplastados juntos. La yema rezumaba en la camisa y los pantalones de Ben. Y Sophie anduvo en bicicleta fuera de la vista.
Solo había una cosa en el mundo que podía empeorar la situación. Sólo una. Por supuesto, esta única cosa fue exactamente lo que sucedió. Jaxon, como convocado por algún demonio, pronto pasó a toda velocidad en su bicicleta. Al notar a Ben, y el desorden en su ropa, se acercó para ofrecer palabras de aliento.
«Apestas», balbuceó Jaxon. No fue el matón más elocuente que jamás haya existido.
«Chupa huevos», fue la respuesta de Ben. Comenzó a batir sus huevos restantes en Jaxon. Uno lo atrapó cuadrado en el costado de la cabeza.
«Oye, imbécil», gritó Jaxon, antes de darse cuenta de que debería hacer una salida temprana. Un huevo más golpeó su espalda mientras se alejaba.
Bueno, pensó Ben, con huevos corriendo por su parte delantera, al menos algo salió bien.
Dan Millette es esposo y padre de cuatro hijos. Enseña en Saskatchewan, Canadá. Millette se graduó de Our Lady Seat of Wisdom College en Ontario y tiene una Maestría en Teología de Holy Apostles College en Connecticut. Su blog personal es www.bravestthing.com.
El inicio de la pandemia provocó un cambio drástico en la relación de padres y adolescentes con la tecnología. El tiempo de uso de pantallas se disparó en los hogares. También los peligros derivados de esa exposición. Un estudio revela que el 78% de los jóvenes reconocen que hacen caso de los consejos paternos aunque no estén de acuerdo.
Consumo excesivo de las pantallas. El 84% de los adolescentes españoles afirman que usan mucho el teléfono móvil para no aburrirse y que utilizan más las pantallas cuando están solos en casa. Es la principal conclusión de la cuarta edición del estudio “El impacto de las pantallas en la vida familiar. Familias y adolescentes tras el confinamiento”,realizado por empantallados.com y GAD3, con el apoyo de ‘Por un uso Love de la Tecnología’ y la Comisión Europea. Esas conclusiones es algo que salta a la vista de los propios padres: el 56% creen que sus hijos están mas ‘enganchados’ que antes del COVID.
Remedio familiar al aburrimiento
Según el estudio, los padres se quejan de que se trata de una generación con menor capacidad para afrontar la frustración. Los expertos proponen soluciones:
“Fomentar un uso de las pantallas con un “para qué” (como potenciar un talento), o promover otras actividades (voluntariado, deporte, salidas a la naturaleza…)”.
Esta afirmación la realiza tras concluir que muchos adolescentes prefieren lo presencial: “solo el 36% de prefieren quedarse en casa jugando a un videojuego a salir a la calle; y casi el 60% prefiere las clases presenciales”
La “nueva normalidad” de las familias
La pandemia y el confinamiento ha impulsado la presencia tecnológica en casa: clases on-line, teletrabajo, trabajos colaborativos, más dispositivos en casa, la vuelta del ordenador como herramienta de trabajo… ¿Quién no ha experimentado esto en casa?
En el caso del móvil, el 68% de los adolescentes reconocen que lo usan más que antes de la pandemia, pero también el 64% de los padres.
Más de la mitad de jóvenes y padres reconocen usar más los dispositivos, y en el caso del móvil, el 68% de los adolescentes reconocen que lo usan más que antes de la pandemia, pero también el 64% de los padres.
Con la pandemia aumentó el uso de dispositivos en casa.
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Los propios padres, más de la mitad de los encuestados, admiten que con la pandemia relajaron las normas de casa en cuanto al uso de los dispositivos, y que pasado lo peor de la pandemia, esas reglas siguen siendo laxas. Esto se debe principalmente al aumento de confianza en sus hijos, a quienes han visto trabajando con las pantallas.
El peligro y el reto “emocional” de las pantallas
La confianza aumenta, pero los padres siguen viendo muchos peligros:
“El 65% de los padres piensan que las pantallas y las redes sociales son una amenaza para la autoestima de los adolescentes”.
Las propias revelaciones de los adolescentes lo corroboran:
“El 43% cree que las pantallas producen en ellos una montaña rusa de emociones. Más aún; el 55% piensan que les ayudan a ser más felices, y el 48% a evadirse de su realidad diaria”.
Seis de cada diez dice sentirse mejor con los videojuegos, y más de la mitad de los encuestados afirman que estar en las redes sociales les produce emociones positivas.
Lo que más preocupa
Entre el resto de problemas que más preocupa a las familias está:
el ciberacoso (dos de cada diez adolescentes reconoce recibir insultos por WhatsApp o redes sociales),
el acceso a contenidos inadecuados (el 20% de los jóvenes admite haber visto contenidos pornográficos),
daños en la salud mental (ansiedad, depresión…) y la dependencia o adicción a redes sociales.
“El 78% de los adolescentes reconocen que, aunque piensen distinto, hacen caso de los consejos de sus padres”.
El papel educativo insustituible de los padres
Pese a la brecha digital y la impresionante capacidad de nuestros adolescentes para manejar la tecnología, los padres siguen siendo su referente. La pandemia ha puesto de manifiesto el papel educativo imprescindible e insustituible de los padres.
“El 78% de los adolescentes reconocen que, aunque piensen distinto, hacen caso de los consejos de sus padres”.
Y ponen un ejemplo, la elección de estudios, una de las decisiones más importantes para un adolescente: el 60 por ciento dicen que a quienes más caso hacen es a sus padres, seguidos de amigos y tutores. Para decisiones tan importantes, el papel de youtubers o influencers es residual, sólo el 6%.
El 48% de los adolescentes ha ayudado a sus padres a manejar los dispositivos, a realizar videoconferencias y entrar en redes sociales. Y viceversa, un 43% de los padres ha ayudado a sus hijos a dominar mejor herramientas como el Office.
La familia, un espacio de aprendizaje
Uno de los aspectos más llamativos del estudio es que con este auge de la tecnología en el hogar, el 48% de los adolescentes ha ayudado a sus padres a manejar los dispositivos. También a realizar videoconferencias y entrar en redes sociales. Y viceversa, un 43% de los padres ha ayudado a sus hijos a dominar mejor herramientas como el Office. Esto ha creado un nuevo espacio de compartir experiencias, que según los expertos, debe aprovecharse como vínculo y como manera de generar confianza mutua.
Ver series y películas juntos ayuda a la formación de los hijos.
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También las series y las películas pueden ser una ocasión para generar conversaciones en familia.
“Tres de cada cuatro padres consideran que ver series y películas con los hijos facilita generar temas de conversación importantes con los hijos”.
Ese puede ser precisamente un reto, ver y comentar series en familia, dado que –según el estudio- la mayoría de los adolescentes ven las series habitualmente solos (56%), y que los padres las ven habitualmente en compañía de su pareja (61%).
El móvil se ha convertido en nuestro dispositivo más utilizado y el que más nos ayuda en el día a día. Desde él efectuamos todo tipo de operaciones; tanto para las que son más de ocio y entretenimiento, como las que tienen que ver con las de nuestro trabajo donde mandamos correos, así como nos valemos de los smartphones para navegar por internet. De ahí que su correcto funcionamiento sea algo primordial y sumamente importante.
Con todo, este tipo de dispositivos se han hecho cada vez más inteligentes, también en lo que tiene que ver, propiamente, con la que es su batería, su recarga y, sobre todo, su vida útil. Es por eso que siempre se ha recomendado que a la hora de realizar la carga del móvil se haga siempre con las máximas garantías. Entre ellas, se tiene especial precaución con cómo lo recargamos durante la noche. ¿Sabes lo que le puede ocurrir entonces? Lo conocemos desde MERCA2.
Cargar el móvil es algo cotidiano, pero es frecuente hacerlo de manera incorrecta
En la actualidad, nuestro móvil, el smartphone, y el resto de dispositivos inteligentes, nos avisan de que les queda poco para apagarse y los conectamos a la corriente para que se carguen. O, tal vez, somos de los que lo reservamos para la noche y conectar el móvil al cargador es lo último que hacemos antes de acostarnos. Así, por la mañana, siempre lo encontramos completamente cargado.
Y es que sí; cargar el móvil es una acción tan cotidiana que la hemos automatizado y convertido en una de esas tareas que hacemos todos los días casi sin darnos cuenta ni plantearnos. Sin embargo, si lo hacemos de una mala manera en forma de una práctica incorrecta, podemos hacer porque el dispositivo termine viéndose afectado, tanto con su batería como con su vida útil general.
El mal uso que se dé al móvil afecta considerablemente a su funcionamiento
Así, el acelerado avance en la industria del teléfono móvil ha hecho que hoy en día existan equipos con gran capacidad de almacenamiento, rapidez en sus funciones operativas, nitidez de las cámaras y duración de la batería. En este último punto, la innovación tecnológica ha producido teléfonos móviles cuya duración de batería es de varios días, incluso, hasta una semana, dependiendo del uso.
Sin embargo, el mal uso que se le dé a los equipos afecta considerablemente su funcionamiento; por ejemplo, por más que nuestro móvil sea a prueba de agua, si constantemente lo golpeamos o se nos cae por error, esto hará que el sellado se debilite y en caso de exposición al agua, ya no resista igual.
Las baterías del móvil suelen ser de iones de litio: más ligeras y rápidas, pero más débiles
Hoy en día existen varios tipos de baterías, pero la más popular en la actualidad es la de iones de litio. Ésta, en comparación con las tradicionales, se carga más rápido y ofrece una mayor autonomía, además de ser mucho más ligera. Por todas esas razones son las que se utilizan en los teléfonos móviles.
Sin embargo, como ocurre con todo, también tienen sus puntos débiles. Uno de ellos tiene que ver, concretamente, con el uso que le damos al cargar el móvil durante la noche o, también, si utilizamos nuestro dispositivo mientras que está cargando. Ello termina reflejando una duración de su vida más corta, lo que puede requerir cargas mucho más frecuentes.
Un uso óptimo de la batería, como la precaución de la carga nocturna, evitará riesgos en el móvil
Algo importante a recalcar es cómo han avanzado este tipo de baterías que contamos en nuestros smartphones más modernos. De hecho, si comparamos las más actuales y modernas con las que teníamos hace un lustro, veremos que el problema de la carga se ha subsanado. O lo que es lo mismo: ya no es el gran inconveniente de nuestro teléfono móvil que teníamos hasta entonces.
De este modo, con las baterías de litio que se usan actualmente ya no es necesario descargar por completo el teléfono antes de volver a cargarlo, tal y como sucedía hace unos años. Sin embargo, hay algunas normas y consejos que como usuarios deberíamos conocer para poder darle un uso óptimo a nuestros móviles y evitar riesgos. Algunos de ellos, como el que tiene que ver con la carga nocturna, son muy importantes para la salud del equipo.
Mantén la batería entre el 20 y el 80% de carga.
Controla la temperatura de la batería.
No uses el móvil mientras lo cargas.
Usa el cargador original siempre que puedas.
Ten cuidado con la carga nocturna.
Dejar toda la noche conectado el móvil al cable de carga puede resultar perjudicial para nuestro teléfono
Y es que sí; es algo muy habitual cargar el móvil durante la noche. De este modo, aprovechamos mientras dormimos para completar la carga de la batería de nuestros móviles. Esto sobre todo era muy habitual cuando las baterías tardaban varias horas en completar la carga.
Un tiempo en el que teníamos que estar pegados al enchufe. Pero hoy en día las cosas han cambiado la mayoría de los móviles tardan al alrededor de una hora o en algunos casos menos en completar este cometido por lo que dejar toda la noche conectado el móvil al cable de carga puede resultar perjudicial para nuestro teléfono.
Cuando el móvil alcanza el 100%, la energía sigue entrando
Podemos pensar que dejar conectado el teléfono al cargador puede sobrecargar la batería, pero ese no es el caso más frecuente ya que los fabricantes de los móviles incluyen medidas de seguridad que evitan que esto suceda. Pero lo que si sucede es que cuando el teléfono alcanza el 100%, no deja de cargar como podíamos llegar a creer, sino que la energía sigue entrando.
Aunque de forma más lenta para compensar constantemente la pequeña perdida de carga que supone para el dispositivo estar encendido. Además de esto, la mayoría de los fabricantes de baterías nos recomiendan hacer varias cargas cortas no llegando a completar la totalidad de la capacidad de la batería y si dejamos toda la noche enchufado el teléfono, seguramente superaría la carga recomendada que normalmente es alrededor del 80%.
La consecuencia es un aumento de temperatura y que afecte a su vida útil
Hay que tener en cuenta que un móvil no necesita más de dos horas para lograr tener una carga completa, por lo que dejarlo conectado durante toda una noche no sería nada beneficioso para la batería. Lo que ocurre es lo siguiente: cuando el teléfono alcanza el 100%, el cargador sigue trabajando. En consecuencia, no da tiempo a que el teléfono vaya perdiendo carga, pero el cargador sigue recargando el teléfono al mismo tiempo.
Esto supone que la batería del móvil vaya «rebotando» entre una carga completa y una casi completa. La consecuencia negativa que esto tiene es que se puede dar un aumento de temperatura del móvil y, por lo tanto, afectar a la vida útil del teléfono. A su vez, determinados fabricantes dicen que «no se deben meter los teléfonos debajo de las almohadas ni tampoco cargarlos sobre la ropa de cama» por lo que se llama fuga térmica en la batería, lo que daría lugar a consecuencias más graves.
Como hemos mencionado, la mayoría de móviles de última generación contienen baterías de litio capaces de resistir diferentes tipos de carga. Por norma general, es recomendable tenerlo cargado al menos al 50%. Mantener el teléfono en cargas entre el 20% y el 80% es una de las mejores opciones para alargar su vida útil.
Teniendo en cuenta esta premisa, no es malo cargar mucho el móvil si lo mantienes en estos niveles de batería y, sobre todo, no abusas de las cargas completas. Ocasionalmente, puedes cargarlo hasta el 100% de capacidad, pero hacerlo de manera habitual influye, al mismo tiempo, de manera negativa en la durabilidad del teléfono. También es especialmente importante evitar que la batería esté por debajo del 20%; así, el momento en el que disminuya al 20% será el idóneo para conectarlo.
No es bueno abusar de la carga rápida: también los deteriora más rápido
En relación a ello, es importante mencionar que tenemos que tener precaución con los tipos de carga, como la conocida ‘carga rápida‘, las cuales hoy pueden llegar hasta 120 W. Esto nos permiten carga la batería del móvil en apenas 20 minutos. Como aspectos positivos sin duda alguna encontramos la reducción de los tiempos de espera, el factor principal por el que ha sido desarrollada… pero también tiene sus puntos negativos.
Uno de ellos, por ejemplo, se da en que este método es muy bueno para el día donde necesitamos su utilización, pero no para la noche. El motivo es que puede afectar considerablemente a la batería del dispositivo, dado que se produce un aumento muy rápido de esta. Y es que esta no es lineal, sino que utiliza su máxima potencia cuando la batería está en niveles muy bajos para restablecer la autonomía en el menor tiempo posible. Ello repercute directamente, lo que en un corto periodo reduce el tiempo de uso y, sobre todo, puede afectar a la frecuencia con que el teléfono necesita ser cargado.
La edad en la que los menores tienen teléfonos móviles con acceso a internet y a las redes sociales es cada vez más baja. Con doce años son ya mayoría los niños que tienen uno de ellos. Sin embargo, existen dos riesgos cada vez más evidentes. Por un lado, los nefastos efectos que genera su adicción, tal y como alerta el neuropsicólogo Nacho Calderón. Y por otro lado, los problemas de seguridad que conllevan estas tecnologías, como reconoce el juez de menores Emilio Calayatud.
Por ello, la implicación de los padres es fundamental para controlar el acceso a los móviles y para evitar la dependencia hacia ellos. Es lo que hizo una madre estadunidense con cinco hijos. Janell Burley Hofmann es escritora y promociona un movimiento que pretende educar en el uspon responsable de la tecnología. En uno de sus artículos que se hizo mundialmente viral contó cómo su hijo adolescente lleva casi un año suplicándole tener un IPhone.
Tras meses de lucha, al final le compró este dispositivo aunque hizo firmar a su hijo un contrato con 18 puntos que debía cumplir para poder mantenerlo. Y sería estricta en hacérselo cumplir. Estos son las 18 reglas, que según Janell también le servirán para la vida:
1. Es mi teléfono. Yo lo compré. Yo lo pagué. Yo te lo presto. ¿A que soy genial?
2. Yo siempre sabré la contraseña.
3. Si suena, cógelo. Di «hola». Sé educado. Coge siempre, siempre, la llamada de mamá y papá.
4. Entregará el teléfono a mamá o a papá a las 7:30 de la mañana cada día de colegio y a las 9:00 de la tarde durante el fin de semana. Estará apagado toda la noche y se volverá a encender a las 7:30 de la mañana. Si no llamarías al teléfono fijo de alguien, porque pueden responder sus padres, tampoco llames o envíes mensajes al móvil. Respeta a las otras familias como nos gusta que nos respeten a nosotros.
5. No te llevarás el iPhone al colegio. Conversa y habla con la gente y con tus amigos en persona. Los días de media jornada, las excursiones y las actividades extraescolares requerirán consideraciones especiales.
6. Si el iPhone se cae, se golpea o se estropea, tú eres el responsable. Por tanto, asumirás los costes de la sustitución o de la reparación. Para ello ahorra dinero de tu cumpleaños o realiza otros trabajos: corta el césped, haz de canguro… Si el iPhone se rompe, tendrás que estar preparado.
El contrato de Janell a su hijo, ambos en la imagen, ha dado la vuelta al mundo y es ahora utilizado por miles de padres
7. No uses el iPhone para mentir, hacer tonterías o engañar a otro ser humano. No te involucres en conversaciones que sean dañinas para los demás. Sé un buen amigo.
8. No envíes mensajes, correos electrónicos o digas nada a través del iPhone que no dirías en persona.
9. No envíes mensajes, correos electrónicos o digas a alguien algo que no le dirías en voz alta y en presencia de sus padres. Autocensúrate.
10. Nada de pornografía. Busca en la web información que compartirías abiertamente conmigo. Si tienes alguna duda sobre algo, pregunta a una persona. Preferiblemente, a tu padre o a mí.
11. Apágalo o siléncialo cuando te encuentres en lugares públicos. Especialmente en restaurantes, en el cine o mientras hablas con otro ser humano. No eres una persona maleducada, no dejes que el iPhone cambie eso.
12. No envíes ni recibas imágenes íntimas tuyas ni de otras personas. No te rías. Algún día estarás tentado de hacerlo, a pesar de tu gran inteligencia. Es arriesgado y puede arruinar tu vida de adolescente, joven y adulto. Es siempre una mala idea. El ciberespacio es más poderoso que tú. Y es difícil hacer que algo de esa magnitud desaparezca, incluyendo una mala reputación.
13. No hagas millones de fotos o vídeos. No hay necesidad de documentar todo. Vive tus experiencias. Quedarán almacenas en tu memoria para toda la eternidad.
14. A veces conviene dejar el iPhone en casa. Siéntete seguro de esa decisión. No es un ser vivo ni una ninguna extensión de tu cuerpo. Aprende a vivir sin él. Tienes que vencer el miedo a perderte algo que está ocurriendo y a estar siempre conectado.
15. Bájate música que sea nueva o clásica o diferente de la que millones de chicos como tú escuchan, que es siempre lo mismo. Tu generación tiene un acceso a la música mayor que cualquier otra de la historia. Aprovécha ese don. Expande tus horizontes.
16.De vez en cuando puedes jugar a juegos de palabras, puzzles y rompecabezas.
17. Mantén tus ojos abiertos. Observa el mundo que te rodea. Mira por la ventana. Escucha a los pájaros. Date un paseo. Habla con un desconocido. Pregúntate sin es necesario buscar en Google.
18. Meterás la pata. Te quitaré el teléfono. Nos sentaremos y hablaremos sobre ello. Volveremos a empezar. Tú y yo siempre estamos aprendiendo. Somos un equipo. Estamos juntos en esto.
Un año después de regalar el teléfono a su hijo, Janell escribió otro artículo explicando cómo había ido todo. Explicó que el contrato había funcionado aunque había sido difícil y que evidentemente tuvo que retirarle el teléfono en alguna ocasión y volver a empezar. Pero ella está contenta porque su primogénito se ha convertido en un usuario resposable.
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