¿Cuántos hermanos santos conoces?

Grandes testimonios… porque la santidad comienza en casa

Alguien dijo que la santidad comienza en casa, y a lo largo de nuestra historia cristiana esta frase se ha demostrado completamente.

Son muchos los hermanos de sangre que han sido canonizados por la Iglesia y nos han dejado sus grandes testimonios. Aquí mencionaremos sólo algunos.

San Cosme y san Damián

Hermanos gemelos mártires, que, según la tradición, ejercieron la medicina en Ciro, de Augusta Eufratense (hoy Siria), no pidiendo nunca recompensa y sanando a muchos con sus servicios gratuitos. Los dos hermanos fueron torturados, quemados vivos y, como sobrevivieron, fueron decapitados por orden de Diocleciano hacia el año 300 d. C

San Basilio el Grande y San Gregorio de Nisa

San Basilio doctor de la Iglesia, uno de los cuatro principales Padres de la Iglesia Griega y su hermano menor fue San Gregorio quien llegó a ser obispo de Nisa en Capadocia.

Los hermanos Argeo, Narciso y Marcelino

Argeo, Narciso y Marcelino fueron tres hermanos cristianos que sufrieron el martirio bajo el mandato del emperador Licinio. Los tres hermanos rehusaron ha hacer sacrificios a os dioses, por lo que fueron ejecutados hacia el año 320. Argeo y Narciso fueron decapitados, en tanto que Marcelino, un muchacho de corta edad, habría sido flagelado, puesto en prisión y finalmente ahogado al ser arrojado a las aguas del Mar Negro.

Santa Alodia y Santa Nunilo

Hijas de padre musulmán y madre cristiana durante la invasión musulmana de la península en el siglo IX. En aquel tiempo, la ley obligaba a los hijos de matrimonios mixtos a profesar la religión musulmana pero ellas se negaron. Es por eso que fueron acusadas de apostasía y fueron condenadas a morir decapitadas. Se cuenta que cuando arrojaron sus cuerpos en un lugar alejado, las aves rapaces no las tocaron, sino que las cuidaron.

San Benito y Santa Escolástica

Santos gemelos muy importantes. San Benito es patrono principal de Europa, escribió una regla para sus monjes, conocida luego como la «Santa Regla», que fue inspiración para muchas de las otras comunidades religiosas. Su hermana Escolástica consagrada desde su infancia a Dios, mantuvo una perfecta unión espiritual con su hermano, al que visitaba una vez al año en Montecasino, en la Campania, para pasar juntos una jornada de santas conversaciones y alabanza a Dios.

Jacinta y Francisco Marto

Los hermanitos Jacinta y Francisco, los pastorcitos de Fátima que junto a su prima Lucia, que entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917 tuvieron el privilegio de ver a la Virgen María en Cova da Iria en la ciudad de Fatima, Portugal.
Con sus escasos años de vida, testimoniaron y vivieron la fe más allá de la oposición, amenazas y sufridos en sus cortos años vividos, los dos murieron por una bronco pulmonía.
Papa Francisco los canonizó el 13 de mayo de 2017 y se convirtieron en los primeros niños santos, no mártires, de la Iglesia católica.

BLESSED JACINTA

Y tú ¿cuántos hermanos que fueron santos conoces? Te doy una pista, tres pares de hermanos estuvieron muy, muy cerca de Jesús…

El secreto de los santos revelado por un monje moribundo 

Cuando estaba a punto de morir, su superior le preguntó y él lo dijo. Una bella historia relatada por el escritor Claudio de Castro

Hay muchos tipos de santos. Algunos muy conocidos y extraordinarios, con grandes dones que podríamos llamar «superpoderes», como la bilocación, un don extraordinario que les permite estar en dos lugares al mismo tiempo. 

Este era un don muy conocido en san Martín de Porres, al que llamaban con cariño Fray Escoba.

Sin embargo, poseía otros grandes dones sobrenaturales otorgados por Dios como el de la levitación. Te recomiendo leer su vida, ¡es impresionante!

Siempre lo encontrarás representado con una escoba en la mano como un símbolo de su humildad y porque este era su oficio en el convento Nuestra Señora del Rosario en Lima, Perú.

Son santos de altares y vemos sus imágenes en nuestras Iglesias recordándonos que la santidad es un llamado para todos, que es posible, que Dios lo quiere. 

Esta petición es algo que Dios repite a lo largo de la Biblia:

«Sean, pues, santos porque yo soy Santo» (Levítico 11, 45)

«Santifíquense, pues, y sean santos, porque yo soy Yavé, el Dios de ustedes» (Levítico 20, 7)

«De ese modo se acordarán de todos mis mandamientos, los pondrán en práctica y serán santos delante de su Dios» (Números 15, 40)

¿Te gustaría ser santo(a) y que se cumpla la voluntad de Dios en tu vida?

Santos anónimos, invisibles 

Existe también una casta de santos que pasan desapercibidos, son invisibles para nosotros, igual que su santidad.

De ellos o sus andanzas con Dios pocas veces escucharemos y nunca vas a conocer o ver sus imágenes en una iglesia representando sus vidas como un ejemplo a seguir.

Han decidido ser discretos con las gracias abundantes que Dios les da. Las usan para hacer el bien, sin ser notados.

Estos santos anónimos, silenciosos, caminan como decía san Félix, «con la mirada en el suelo, el corazón en el cielo y en la mano el santo Rosario». 

Has conocido algunos. Te das cuenta tan pronto los ves y piensas: «Esta persona tiene algo especial, diferente, irradia tanta paz y serenidad, presencia de Dios».

Me encanta escribir sobre ellos. 

Es tanta su humildad que no perciben que rayan la santidad. Tienen un aire de santos, están cerca de Dios. Sienten vergüenza si les dices que son santos y responden convencidos: «Usted se equivoca, soy solo un pobre pecador». 

Saben que tienen tendencia al pecado, como la mayoría de nosotros. Y que en un descuido pueden tener una caída estrepitosa. Por eso:

  • Oran con frecuencia a lo largo del día.
  • Se esfuerzan por vivir el Evangelio.
  • Cuidan sus miradas para no ver lo que incita al pecado.
  • Huyen del orgullo que podría hundirlos en la desesperación y alejarlos de Dios.

El secreto de los santos

Aparte de estos hábitos, guardan «un secreto», el camino que los ha llevado a esas alturas de santidad.

Una vez leí sobre un caso en particular. Es muy edificante y me gustaría compartirlo contigo, Me parece que refleja la vida de la mayoría de estos santos anónimos, clandestinos, invisibles.

Tenía este monje benedictino fama de santidad, se percibía a su alrededor, en sus gestos, palabras, y hasta en su suave y tranquilo andar. 

Nada perturbaba su vida. Seguía la regla de san Benito. Obedecía los mandatos del prior al instante, callado, sin dudar, ni quejarse ni cuestionar. 

Todos lo venían como un fraile modelo, «el santo del monasterio». 

¿Cómo había llegado a esas alturas de santidad? 

Nadie le decía ni me preguntaba nada. Sabían que jamás revelaría su secreto. Y se dedicaban a observarlo, tratando de descubrir el origen de su santidad.

Sus breves palabras eran muy sencillas y profundas, llenas de una sabiduría que solo proviene de Dios.

Al pasar los años, con el cuerpo gastado de tanto trabajar y orar, siguiendo la norma de san Benito «ora et labora» (reza y trabaja), el monje anciano y enfermo y conociendo de su inminente partida al paraíso se preparó de la mejor manera para agradar a Dios en sus últimos días.

Aceptó en todo momento la santa voluntad de Dios que es perfecta.

Parecía entrar en largos éxtasis celestiales cuando oraba devotamente y muchos pensaban que estaba viviendo en la tierra temporal un adelanto de lo que disfrutaría en el cielo eterno y prometido.

Estando para morir, sus compañeros monjes lo rodeaban humildes y lo acompañaban susurrando devotas oraciones.

María

El abad se dirigió entonces a él con afecto y le dijo: «Por la santa obediencia te ordeno que abandones tu silencio y nos digas cómo lograste llegar a estos grados de santidad. Sería muy edificante para todos nosotros saberlo».

El monje miró al cielo como si éste se abriera ante él y respondió alegre:

«Ave Maria, gratia plena»

Los monjes a su alrededor añadieron:

«benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Jesus».

El monje tomó la mano del abad y reveló su secreto:

«Todo se lo debo a nuestra bienaventurada Madre Celestial, la siempre Virgen María. Desde Niño mi madre y abuela me inculcaron un gran amor y devoción a la Virgen María. 

Cada mañana al levantarme para velar en oración y agradecer a Dios el don de la vida, la recordaba con cariño, la saludaba con el Avemaría y le pedía su maternal protección, la gracia de perseverar en la fe.

Como soy pecador, le imploraba: «llévame de tu mano a Jesús por un camino seguro alejado de los peligros de este mundo y las tentaciones que nos acechan a diario». 

He llegado hasta aquí por ella, la madre de nuestro Salvador, la Inmaculada Concepción, a quien le debo todo».

Los monjes edificados por estas palabras, llenos de entusiasmo, le agradecieron y se llenaron de una profunda alegría mientras el fraile exhalaba su último suspiro y partía sereno a gozar del Paraíso.

Sigamos su ejemplo y vayamos al encuentro de la Virgen María. Recemos su Rosario y pidamos su gracia y protección maternal.

Oración a la Madre

Quisiera terminar compartiendo esta bella oración de la Sierva de Dios Sor María Romero Meneses, y que mi mamá me enseñó de pequeño. 

Creo que en ocasiones anteriores te la he compartido, pero es tan hermosa y hace tanto bien que vale la pena compartirla muchas veces.

Anótala y rézala en tus momentos de dificultad, dudas, miedos, angustias, tentaciones…

«Pon tu mano, Madre mía, 

ponla antes que la mía. 

María Auxiliadora, 

triunfe tu poder y misericordia.

Líbrame del demonio y de todo mal 

y escóndeme bajo tu manto.

 Amén».

Amable lector. ¿Te gustaría compartir con nosotros tus historias con la Virgen María? Te dejo mi email personal. Escríbeme: 

cv2decastro@hotmail.com

¡Dios te bendiga!

Niña mormona a la que se le apareció la Virgen: ¿será santa?

La Iglesia católica estudia la posibilidad de declarar santa a la Sierva de Dios Cora Evans, esposa y madre de California

Nacida en 1904 en Utah, Cora Evans comenzó su vida en un hogar mormón. 

Cuando era pequeñita, a la edad de 3 años, Evans experimentó una visión mística de la Santísima Virgen María, aunque en ese momento no la entendió completamente. 

Durante el resto de su infancia vivió de acuerdo con la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y finalmente se casó con su esposo en el Templo de Utah.

Poco después de su boda, Evans empezó a tener dudas sobre la fe mormona y comenzó un largo camino de investigación

Conversión (en familia)

En 1934, mientras yacía enferma en la cama, escuchó un programa de radio llamado La hora católica y después se puso en contacto con un sacerdote católico local. 

Evans se reunió con el sacerdote muchas veces y pronto se convenció de que Dios la estaba llamando a ser católica

Un año después, Evans, su esposo y sus dos hijas se convirtieron a la fe católica.

Esto la llevó a una relación más profunda con Cristo, y mantuvo un diario de sus muchas experiencias místicas. 

Our Sunday Visitor explica que Evans «tenía los estigmas (heridas de Cristo), la bilocación y la fragancia de rosas asociadas con su presencia«. 

Cora trató de ocultar estos dones espirituales a su familia, pero su hija fue testigo de los estigmas y se vio muy afectada por ellos.

Evans murió en 1957 y su escritura y ejemplo continúan inspirando a muchas personas en todo el mundo.

La Iglesia trabaja en declarar santa a Evans

El año pasado, en su asamblea plenaria de otoño en Baltimore, los obispos estadounidenses dieron su apoyo a la causa de canonización de Cora Evans. 

Este apoyo permitió que la causa pasara a la siguiente etapa, que incluye la presentación de documentos a Roma, según informó OSV News:

«La diócesis celebró la sesión de clausura de la fase diocesana de la causa el 22 de enero después de la Misa en la catedral de San Carlos celebrada por el obispo Daniel E. García de Monterey. 

Durante esa sesión, la documentación de la causa fue ceremoniosamente sellada con cera antes de su traslado al Vaticano. 

Los funcionarios del Vaticano romperán el sello cuando comience oficialmente la fase romana de la causa».

Si el Vaticano revisa la causa de Evans y encuentra que su vida tiene evidencia de «virtud heroica», entonces puede ser declarada » venerable » y más adelante quizás santa.

21 de Enero: Santa Inés, Virgen y Mártir (291 – †304)

Tomado de La Leyenda de Oro para cada Día del Año – Vidas de Todos los Santos que venera la Iglesia – Madrid–Barcelona 1844 – Tomo I, Enero, Día 21, Página 188.

Santa Inés, Virgen y Mártir

Aunque en las vidas de todos los Santos resplandecen en gran manera la bondad de Dios, y la excelencia de la religión cristiana; todavía hay algunas, en que estas dos cosas se echan más de ver. La vida de la gloriosa virgen, y mártir Santa Inés, está tan llena de prodigios divinos, y de virtudes admirables, que sin duda, como dice San Ambrosio, los hombres y las mujeres, los niños y los viejos, y todos los estados la pueden leer, alabar, y admirar; porque en esta vida veremos acompañada con la riqueza la pobreza voluntaria, con la nobleza la humildad, con la pequeñez del cuerpo la grandeza del ánimo, con la niñez el seso, con la flaqueza la victoria, con la virginidad el martirio, y en el mismo lugar público e infame, triunfadora la castidad. Nació santa Inés en Roma, de padres ricos o ilustres. Se crio en aquella educación y costumbres, que a tales padres y a tal casta convenía. Comenzó desde niña a deleitarse en el amor de Cristo, y a entregarse a Él, de manera, que todo su gozo, y toda su vida, era pensar en Su Vida y Pasión. Había edificado en Sus Santas Llagas una morada, y un templo para su corazón; y acordándose de los Dolores del Señor, y esperando gozar del fruto de la Cruz, se entretenía, y regalaba su alma sobremanera: porque el Espíritu Santo era su maestro, y el dulcísimo Jesús, que la quería por esposa, la movió a consagrarle su virginidad, y dedicarse a Él perfectamente. Ocultó en su pecho las llamas de este casto y dulce amor, todo el tiempo que fue niña, hasta que cumplidos los doce años de su edad, siendo de extremada belleza, el demonio procuró interrumpirle y quitarle aquellos santos deleites, que su ánima poseía: porque un caballero mozo, hijo de Sinfronio, prefecto de Roma, viéndola, de tal manera se enamoró de su gracia y hermosura, que en ninguna cosa pensaba de día y de noche, sino en ella: y habiéndose informado, que era doncella noble, y que no perdía nada su linaje por casarse con ella, tomó todos los medios posibles, para persuadirle, que quisiese ser su mujer. Pero como los padres de la santa doncella no se diesen tanta prisa, como él deseaba, o por parecerles, que era muy niña; o porque la veían ajena de casarse; el mozo, abrasado del amor ciego, y arrebatado con la pasión, buscó ocasión, para verla y hablarla, pensando por este camino alcanzar más fácilmente, lo que pretendía: y habiéndola encontrado en la calle pública, se llegó a ella, y le rogó, que se dignase tomarle por esposo, ofreciéndole de su parte, todo lo que en semejantes ocasiones el amor loco suele ofrecer, y mostrándole, y dándole muchas joyas y ricas piedras, que llevaba para este fin. Mas la santa niña, que estaba ya unida, y abrazada con su esposo celestial, se retiró atrás, como si hubiera visto de repente una serpiente venenosa, y con aspecto grave y mesurado le dijo: Apártate de mí, tizón del infierno, incentivo de pecado, tropiezo de maldad, manjar de muerte; y no pienses, que jamás tengo de ser desleal a mi esposo, a quien de tal manera me he entregado, que vivo solo de Su Amor. No creas, que puedes competir con Él; porque tiene seis condiciones en sumo grado perfectísimas, y no hay, quien pueda correr a las parejas con Él: es Noble, es Hermoso, es Sabio, es Rico, es Bueno y Poderoso. Mira, si es Noble, que su Padre es Dios, que le engendró sin mujer, y la Madre, que le parió quedó virgen: es tan hermoso, que vence con Su resplandor la claridad del sol, de la luna y de las estrellas, con tanta ventaja, que ellas mismas se maravillan de Su Belleza, y con una habla muda confiesan, que son tinieblas delante de Él: es tan Sabio, que me ha preso y cautivado de tal manera con Su Amor, que no puedo pensar en otra cosa, sino en Él; y mientras que hablo de Sus excelencias, siento tan grande deleite, que con aborrecer a ti a par de muerte, me huelgo de verte, por podértelas decir: es tan Rico, que me ha dado un tesoro, que vale más que todo el imperio romano; y no hay persona, que le sirva, que no esté abastada de riquezas. ¿Pues qué diré de Su Bondad, que es inmensa? Y para mostrarla mejor, me ha sellado con Su Sangre. Me ha dado su palabra y fe, que nunca me dejará: me ha tomado por Su esposa: me ha dado vestidos riquísimos, y atavíos de precio inestimable. Es tan poderoso, que no hay en el cielo, ni en la tierra, quien le pueda vencer, y sólo Su olor sana los enfermos, y resucita los muertos; y por estas Sus calidades, yo soy toda Suya, y le quiero más que a mi alma, y más que a mi vida, y me sería cosa dulcísima morir por él. Cuando yo le amo, soy casta: cuando me llego a Él, soy limpia: cuando me junto con Él, soy virgen. Pues siendo todo esto así: mira tú, si yo le debo dejar, por esperanza, o temor de cualquier premio, o pena: para que las doncellas sigan este ejemplo de Santa Inés, y se recaten, como dice San Máximo, de tomar dones de los hombres, por más que vengan vestidos con nombre y titulo de piedad: «Quien no te da, con qué más temas a Dios, ─dice este Santo─, no tomes de él con qué ames más al mundo.»

2 Pero el mozo ciego creyó que Inés, estaba aficionada a otro esposo, y tomada del vino del amor tan fuertemente, que desvariaba, y como frenética, llamaba, al que amaba, su Dios, su ídolo, su vida, y su alma (que de estos nombres suele usar a las veces el amor desatinado, y loco de los amantes), y tuvo tan extraño sentimiento, y enojo de puros celos, que cayó malo en la cama: y su padre entendiendo la causa, hizo llamar a la santa doncella, y con todo el artificio que pudo: procuró persuadirle, que se casase con su hijo; pues le estaba tan bien aquel negocio: mas hallándola más firme en su propósito que una dura peña, y que le decía, que por ninguna cosa del mundo trocaría el Esposo, que ya había tomado; deseoso de saber, qué Esposo era Aquél, a quien Inés estaba tan aficionada, y haciendo sus diligencias para investigarlo, un lisonjero de los suyos le dijo: Señor, esta doncella es cristiana, y desde la cuna criada en el arte mágica, en la cual los cristianos son tan excelentes, como lo muestran las obras, que cada día hacen. Mucho se holgó el prefecto de oír esto, por tener ocasión de afligir a Santa Inés, y vengarse de ella con tan justo título: porque no lo era sólo el no quererse casar con su hijo; y por ser tan noble, no la podía hacer agravio por otro camino: y así habiéndose determinado de apretar a la santa doncella, y atraerla a su voluntad con halagos, y promesas, y si éstas no bastasen, con espantos y tormentos; envió sus ministros de justicia por ella, y la hizo parecer delante de sus estrados. Allí la combatió por todas partes fuertemente, y usando de todas las máquinas, y artificios, que la maldad, armada de poder en lo que mucho quiere, suele usar; como ninguna cosa bastase para trocar el corazón tan fijo en Jesucristo de la Santa, finalmente le dijo: Inés, o toma marido, o si quieres ser virgen, sacrifica a la diosa Vesta, y sírvela perpetuamente, como lo hacen las otras doncellas romanas; y si no, yo te daré el castigo que mereces, y te haré llevar al lugar público de las malas mujeres, para que allí seas afrentada. Respondió la Santa Virgen: No te embravezcas, prefecto: porque yo por ninguna cosa dejaré el Esposo, que he tomado; y si no quiero a tu hijo, siendo hombre, y caballero tan principal, mucho menos me dejaré engañar, para adorar a los dioses mentirosos, que no se mueven, ni sienten, antes son mudos, y sordos, y no tienen vida. Y en lo que dices, que me harás llevar al lugar público, e infame, yo no temo alguna afrenta; porque tengo conmigo un Ángel, que es uno de los innumerables ministros de mi Esposo, el cual me guarda, y con celo maravilloso defiende mi persona; y mi Señor Jesucristo, al cual tú no conoces, de todas partes me cerca, como un muro impenetrable.

3 Oyendo estas palabras el juez malvado, salió de sí sobre manera, y mandó desnudar en carnes a la santa doncella, y llevarla por las calles públicas de la ciudad al lugar de las malas mujeres, y que el pregonero fuese delante de ella, diciendo en alta voz: que aquella era Inés, maga y hechicera, a la cual por haber blasfemado contra los dioses, el prefecto de Roma mandaba llevar a aquel lugar, para que todos los que quisiesen, se aprovechasen de ella. De este tormento usaron muchas veces los gentiles contra los cristianos, mostrando con él, que los dioses que adoran eran sucios, y ellos infames y deshonestos, y que las doncellas y mujeres cristianas le tenían por más horrible que la misma muerte; pues como dice Tertuliano, antes querían ser entregadas leoni, que lenoni, mas echadas al león, que entregadas al rufián. La forma, que tenían en este detestable espectáculo, era de esta manera. Tomaban a la doncella cristiana: la encerraban en un aposentillo de aquel lugar abominable: ponían en la entrada el nombre de la doncella y el precio de la torpeza: venían los lobos, y mozos lascivos, para hartar su hambre y carnalidad, y tragar la cordera inocente, que allí estaba: y permitía nuestro Señor esta maldad, para manifestar más la providencia que tiene de las almas puras, y guardarlas en medio de las llamas, sin quemarse, y dar a entender al mundo la pureza, y santidad de la religión cristiana; y que no hay brazo tan fuerte, que se le pueda oponer, como se vio en la bienaventurada Santa Inés; porque desnudando los verdugos de sus vestidos a aquel cuerpo virginal, y delicado, luego el Señor hizo crecer sus cabellos, y con ellos le vistió, y cubrió de manera, que ninguno la pudiese ver desnuda: y entrada en aquel aposento torpe, y tenebroso, halló un Ángel para su defensa, y una ropa hermosísima, y más blanca que la nieve, la cual ella se vistió, y todo aquel aposento resplandeció con una claridad tan grande, que no se puedo explicar con palabras, ni ojos humanos la podían sufrir: y la santa doncella, regalada de su Esposo, y transportada, y absorta en Su Amor, se puso en oración, haciendo gracias al que así la defendía. No se ensucia el alma pura (a guisa del sol) por el lugar inmundo, ni el mártir de Cristo queda deshonrado por la cárcel; antes las cárceles y los calabozos quedan santificados, por haber estado en ellos los mártires. El monte Calvario no deshonró a Cristo; antes Cristo le hizo tan glorioso, que todos los príncipes del mundo le han honrado, y dan mil besos a sus piedras: y la Cruz, que solía ser suplicio de los hombres infames, no infamó al Señor; antes recibió tan grande honra de sus sagrados miembros, que de todos es adorada.

4 No se amancilló la castidad de Inés por la fealdad de aquel lugar; antes el lugar por la castidad de Inés quedó ennoblecido, e ilustrado, y aquel cenagal de torpeza se hizo un paraíso de castos deleites, y aquella cueva de bestias fieras se convirtió en morada de Ángeles, y del mismo Dios: a cuya honra después se edificó en ella una iglesia, que hoy día permanece, y es reverenciada en Roma. Ríndase el demonio a los siervos de Dios; pues una doncellita de trece años así le venció, y en medio de un golfo bravo, y tempestuoso, de carnalidades, halló puerto seguro la castidad. Entraban los mozos lascivos en el aposento de la Santa; y admirados de lo que veían, salían trocados, y castos: entraban feos, y abominables; y salían limpios, y mortificados; y queriendo antes servir al demonio, y al apetito desordenado de la carne, volvían enfrenados, conociendo, y alabando a Dios.

5 Mas el hijo del prefecto, que había sido el principal motivo de la sacrílega crueldad, que con la Santa Virgen se había usado, para cumplir su mal deseo, entró en el aposento, y no mirando, lo que había en él, quiso acometer a la Santa; pero en aquel instante, herido del Ángel que la guardaba, cayó allí luego muerto a los pies de Inés. Y como los otros mozos sus compañeros, que le aguardaban a la puerta, viesen, que tardaba, entraron  cabo de rato en el mismo aposento, y viéndole tendido en el suelo, y muerto, comenzaron con grandes alaridos, y llantos a clamar: Venid, romanos, venid; que Inés cristiana, y maga, con sus hechizos ha muerto al hijo del prefecto. Corrió esta voz luego por toda Roma: llegó a los oídos del triste padre Sinfronio, el cual como loco, y fuera de sí, voló al lugar, donde estaba el cuerpo de su hijo; y viéndole difunto, volviéndose a Santa Inés, le comenzó a decir: ¡Oh, maga, y embustera! ¡Oh, furia infernal! ¡Oh, monstruo nacido para mi miseria! ¿Cómo has muerto a mi hijo, que debía vivir para siempre, y cuya vida era la mía? A esto respondió la Santa: No he yo quitado la vida a tu hijo, sino su osadía, y temeridad. Los otros, que aquí entraron antes de él, libres salieron; porque viendo esta cámara llena de resplandor, dieron al gran Rey del cielo aquella honra, que le es debida, y entendieron, que estando yo desnuda, me vistió, y estando sola, y desamparada, me ha guardado, y en este lugar infame ha conservado mi virginidad, la cual yo desde mi niñez a Él había consagrado: mas tu hijo, atrevido, y arrebatado de su furor, sin tener respeto a mi Dios, me quiso hacer fuerza; y por esto el Ángel, que está en mi guarda, lo hizo morir miserablemente. Entonces con voz más mansa, y comedida, le dijo el prefecto: Pues yo te ruego, que tornes la vida a mi hijo, para que se conozca, que tú no se la has quitado con hechizos, ni malas artes: al cual Santa Inés respondió: Por cierto que tu ceguedad, y falsa creencia no merece, que mi Dios resucite a tu hijo; mas para que Su Gloria mejor se conozca, y toda Roma entienda la felicidad, que tienen, los que fielmente le sirven, sal fuera de este aposento tú, y los que vienen contigo, mientras que yo hago oración, y se lo suplico. Salieron del aposento aquellos idólatras; y Santa Inés postrada con la cara en tierra, con muchas lágrimas suplicó a su querido Esposo, que la ánima de aquel mozo volviese a sus miembros fríos. Mientras que ella oraba, le apareció el Ángel, y la confortó, y resucitó al mozo, el cual se levantó, y salió fuera, y comenzó a dar voces, y a decir: No hay otro Dios en el cielo, ni en la tierra, ni en el mar, ni en los abismos, sino aquel solo, que es Todopoderoso, y adoran los cristianos: a Él solo se debe toda la honra: Él solo debe ser adorado; que los ídolos no son sino demonios, que nos engañan, para llevarnos al infierno consigo. ¡Oh, Omnipotencia del Crucificado, que así convierte los lobos en corderos, y las piedras en hijos de Abrahán, y los adoradores de los ídolos en fieles siervos Suyos, y los perseguidores de la castidad en predicadores de la misma castidad! Luego que las palabras del hijo del prefecto, resucitado, vinieron a oídos de los sacerdotes, y pontífices de los ídolos, comenzaron ellos, y todo el pueblo por ellos engañado, con unas voces, que llegaban al cielo, a clamar: Muera, muera la embustera muera la hechicera: muera la sacrílega, sucia, desvergonzada, infame, que con sus hechizos quita el entendimiento a los hombres, y les trueca los ánimos, y como otra Circe los transforma en bestias. Se turbó con estas voces el prefecto, y quedó confuso: porque por una parte, habiendo visto tan grandes maravillas en la virgen, se inclinaba a librarla; y por otra temía el furor del pueblo, y violencia de los pontífices. Al fin, como hombre flaco, se dejó vencer del temor, y cometiendo la causa a Aspasio, su teniente, se retiró, como suelen los jueces pusilánimes, cuando conocen la verdad, y pudiéndola defender, no la defienden. Aspasio mandó traer delante de sí a Santa Inés, y hacer una grande hoguera, y echarla en ella: pero el Señor no quiso, que a quien no había quemado el fuego de la concupiscencia, quemase este otro temporal; y así las llamas se partieron en dos partes, dejándola en medio entera, y sana, y sin lesión alguna, y comenzaron a abrasar a los circunstantes idólatras, que allí estaban, los cuales daban alaridos hasta el cielo contra la Santa; y ella alegre, y contenta, volviéndose a su dulce Esposo, le decía: ¡Oh, Dios mío Todopoderoso, digno de toda alabanza, y de toda honra! Yo Os alabo, Os ensalzo; porque por la virtud de Vuestro Unigénito Hijo Jesucristo, yo he vencido la violencia de los tiranos, y pasado por el camino inmundo sin mancilla, y porque Vuestro Espíritu, y vuestro celestial rocío mitiga el ardor de este fuego, y hace, que su llama me sea dulce, y su incendio suave, y que Vuestros enemigos, y atormentadores míos, sientan en sí la fuerza de este elemento. Bendito sea Vuestro Santísimo Nombre, Señor, pues que ya veo, lo que deseaba: gozo, de lo que esperaba: abrazo, y tengo, lo que amaba: mi corazón, mi lengua, mi ánimo, mis entrañas, Os alaban, y magnifican. Yo vengo a Vos, verdadero Dios, Dios eterno, y Dios vivo, que reináis con vuestro único Hijo Jesucristo en los siglos de los siglos.

6 Acabada esta oración se apagó el fuego de manera, que no quedó rastro de él. Mas Aspasio por sosegar el pueblo, que andaba inquieto, y tumultuaba, mandó, que le pasasen una espada por la garganta, y de aquella herida salió tanta sangre, que cubrió el cuerpo de aquella Santa Virgen. Cuando el verdugo sacó, y alzó la espada para herirla, tembló, y mudó el color, como si él fuera el condenado a muerte; y ella estaba segura, aguardando el golpe con tanto ánimo, que parece, que reprendía la tardanza del sayón, y que le decía: ¿Qué haces? ¿Qué esperas? ¿Por qué te detienes? Muera, muera el cuerpo, que puede ser amado de los ojos de los hombres; y viva el alma, que es agradable a los ojos de Dios. Aquel Señor, que me ha escogido por esposa, a quien yo sólo deseo agradar, me reciba en Sus brazos por Su Benignidad. Diciendo esto, estuvo queda, oró, recibió el golpe, y fue coronada de la gloria del martirio. Pusieron sus santas reliquias en una heredad de sus padres, fuera de la puerta Nomentana, que ahora se llama de Santa Inés, no con llanto, y tristeza, sino con alegría, y gozo, concurriendo todos los cristianos con gran devoción a hacerle reverencia, y con no menos sentimiento, y rabia de los gentiles, los cuales dieron en los cristianos, que estaban en oración en el sepulcro de la virgen con grande ímpetu, y maltrataron a muchos.

7 Entre ellos Emerenciana, virgen santísima, compañera, y hermana de leche de Santa Inés, que no se quiso partir de allí, y comenzó a reprender a los gentiles de su impiedad, y fiereza, fue allí muerta a pedradas, y bautizada con su propia sangre. Era catecúmena; porque aun no había recibido el agua del bautismo. Su cuerpo fue sepultado allí junto al de Santa Inés, y la Iglesia celebra su fiesta a los 23 de enero, que fue el día de su martirio.

8 Y para que los gentiles no turbasen a los cristianos, ni les estorbasen aquella santa romería, y piadosa devoción, envió el Señor un espantoso temblor de la tierra, y del cielo muchos truenos, y relámpagos, sobre ellos: de los cuales muchos murieron, y otros despavoridos dejaron el campo franco a los cristianos, y se volvieron a sus casas. Los padres de Santa Inés, por el amor entrañable, y dulce memoria de su hija, estaban siempre de día, y de noche orando en su sepulcro, hasta que una noche vieron un grandísimo número do doncellas, ataviadas de ricos paños de oro, adornadas de piedras preciosas, y coronadas de guirnaldas de perlas, y de joyas resplandecientes sobre manera. Entre ellas venía Santa Inés triunfante, y gloriosa, y pegado a ella un cordero más blanco que la misma nieve. Se paró la Santa Virgen, y rogó a sus compañeras, que parasen; y volviéndose a sus padres, les dijo: Padres míos, mirad, que no me lloréis como a muerta; antes os debéis alegrar conmigo, por haber yo alcanzado en el Cielo corona de gloria con tan santa compañía, y por haber llegado a Aquél, que mientras viví en la tierra, amé con todo mi corazón, con toda mi ánima, y con todo mi afecto. Dichas estas palabras, calló, y pasó adelante con aquel celestial coro de vírgenes, que la acompañaban. Esta divina revelación sucedió ocho días después del martirio de Santa Inés, y fue tan ilustre, que se divulgó, y vino a noticia, de todos los que vivían en Roma; y por esto la santa Iglesia la celebra con fiesta particular el día, que sucedió, que fue a los 28 del mes de enero.

Algunos años después Constancia, hija del emperador Constantino, que era doncella muy prudente, muy enferma, y de pies a cabeza cubierta de llagas, habiendo oído esta visión de los mismos, que la habían visto, que es señal de haber sucedido el martirio de Santa Inés en la última persecución de Diocleciano, se determinó de ir a la sepultura de Santa Inés, y hacer oración, esperando alcanzar por su intercesión entera salud. Vino Constancia, siendo aun gentil, a Santa Inés, y con grande ahínco, y afecto le suplicó, que le diese la salud. Allí, orando, tomada de un dulce sueño, se adormeció, y vio a la bienaventurada virgen Inés, que le apareció, y le hablaba de esta manera: Constancia, no te olvides de tu nombre: obra constantemente, y con gran firmeza: abrázate con la fe de Cristo, por el cual todas tus llagas desde este punto serán sanas, de tal manera, que ni el mal olor de tu cuerpo más te aflija, ni el dolor de tus miembros llagados te angustie, ni el temor de nueva enfermedad te congoje. Acuérdate, de lo que eres, y cómo estabas: sana quedas: reconoce a Cristo, tu Señor, y agradécele este beneficio. En acabando de decir Santa Inés estas palabras, se acabó juntamente el sueño de Constancia, hallándose tan sana, como si nunca hubiera tenido enfermedad; y para agradecer a la Santa este beneficio, le hizo un templo magnifico, y en él a su santo cuerpo un sepulcro, al cual concurría continuamente gran multitud de gente, para pedir favor al Señor por medio de Santa Inés, y muchos, de los que venían enfermos, volvían sanos, y los afligidos consolados, y contentos. Perseveró Constancia virgen hasta la muerte, y movió con su ejemplo a muchas doncellas ilustres a seguir esta celestial virtud, para vencer perfectamente las guerras, y batallas de la carne, y ser coronadas de Cristo su dulce Esposo en la corte celestial con aquella diadema, que Él tiene aparejada, a los que por Su Amor huyen las blanduras, y deleites sensuales. El martirio de Santa Inés fue a los 21 de enero del año del Señor de 304, imperando Diocleciano, y Maximiano. Entre las obras de San Ambrosio anda la vida de Santa Inés, y él hace mención de ella en el Sermón 90, y en el Libro I de las Vírgenes: San Dámaso: San Gregorio en la Homilía 11 y 12: Prudencio en un Himno; y San Isidoro: y San Jerónimo, escribiendo a Demetriade, dice estas palabras: «La vida de Santa Inés, es alabada con letras, y lenguas de todas las gentes, especialmente en las iglesias; la cual venció su tierna edad, y al tirano, y consagró su castidad en el martirio:» y san Máximo en un sermón dice: «¡Oh, virgen gloriosa, qué ejemplo de vuestro amor habéis dejado a las vírgenes, para que te imiten! ¡Oh, cómo les enseñasteis a responder, despreciando la riqueza del siglo, desechando los deleites del mundo, amando a sola la hermosura de Cristo! Allegaos, doncellas, y en los tiernos años de su niñez aprended a amar a Cristo con vivas llamas de amor. Dice Inés, que quiere serle leal a su Esposo, y que desea Aquél solo, que no rehusó morir por ella. Aprended, vírgenes de Inés, que así está abrasada del Amor Divino, y tiene por basura todos los tesoros, y delicias de la tierra.» Esto dice San Máximo, Obispo.


Fuente:
https://books.google.co.ve/books/about/La_Leyenda_de_Oro_para_cada_dia_del_a%C3%B1o.html?id=7SEMOaLhxFwC&redir_esc=y

Los Barrecheguren: Padre e hija juntos a los altares

La Iglesia reconoce al mismo tiempo las virtudes heroicas de Conchita y Francisco: ¿Quién influyó en quién?

Conchita tuvo mala salud desde pequeña. Por eso sus padres optaron por el homeschooling, una alternativa poco común en la ciudad española de Granada a principios del siglo XX.

El ambiente familiar ayudó a despertar en ella el deseo de convertirse en monja carmelita, aunque la enfermedad le impidió cumplir su sueño.

A los 22 años, murió a causa de la tuberculosis, el 13 de mayo de 1927. Unos meses antes de morir, escribía:

«Y esta vida tan corta, tan fugaz, me la da Dios, para ganar una eternidad. ¡Desgraciada de mí si la desperdicio! ¡Desdichada de mí si la empleo en otra cosa que no sea amar a Dios!«.

«Lo extraordinario de Conchita es su vida ordinaria y común», explica el vicepostulador de la causa de canonización de los dos españoles, padre e hija, Francisco José Tejerizo Linares en una web dedicada a su proceso.

«Pero, además, hay dos cosas específicamente singulares en ella y que le hicieron llamar la atención de quienes la conocieron: Su modo de aceptar y afrontar la cruz y su alejamiento del mundo y de todo lo que pudiera distraerla de su proceso de crecimiento espiritual».

En sus oraciones puede intuirse lo que sufrió a causa de la enfermedad, pero también su profundo deseo de Dios:

¡Oh Jesús mío!
Te pido que me conduzcas
por el camino del cielo.

Haz que las dificultades
no me espanten
y no dejes que me vuelva atrás.

Haz que te vea al final del camino,
para que tenga fuerzas
y pueda seguir subiendo
hasta llegar a ti.

Te pido ser de quienes
entran por tu puerta,
para gozar siempre de tu amor.

Un padre inspirado por su hija

Conchita impactó fuertemente en su padre, Francisco, quien después de quedar viudo, cuando tenía ya 68 años, se convirtió en sacerdote redentorista.

A Francisco le recuerdan como un hombre muy afectuoso y cariñoso con todos, humilde y sencillo como un niño.

Aunque nació en Lérida -el 21 de agosto de 1881-, vivió en Granada desde que se quedó huérfano con sólo 5 años.

Después de estudiar en el mismo colegio de Málaga que el filósofo español José Ortega y Gasset, se casó con Concha García Calvo, de quien siempre se mantuvo profundamente enamorado, y a quien perdió en 1937.

Ya como sacerdote, Francisco se dedicó a celebrar misas en el Santuario del Perpetuo Socorro y en el Carmen de Conchita, a llevar comuniones a enfermos, dirigir el rosario con la gente y colaborar en el proceso de canonización de su hija.

BARRECHEGURREN

Santos que usaron su fuerte carácter para servir a Dios

La ira entrenada en la virtud puede aportar grandes cosas al reino de la justicia y el amor

Aunque la ira puede convertirse fácilmente en una pasión que nos consume, no es inherentemente malvada. Como explica el catecismo, «las pasiones son elementos naturales del psique humano».

De hecho, santo Tomás de Aquino dijo: «La falta de la pasión de la ira también es un vicio». Y citó un documento normalmente atribuido a san Juan Cristósomo que dice: «Peca quien no se enfada cuando tiene causa».

Ciertamente hay mucho por lo que estar justamente enfadado en nuestro mundo, y los cristianos debemos responder al mal y a la injusticia con un enojo santo que nos impulsa a la oración y a la acción.

Debemos resistir la tentación de acostumbrarnos tanto al mal que dejemos de estar indignados; por el contrario, tampoco debemos dejar nunca que nos consuma la ira justa.

Mientras buscamos responder correctamente ante la ira, santos que no tuvieron miedo de gritar en defensa de la justicia pueden acompañarnos e interceder por nosotros.

Santa Eulalia de Mérida (292-304)

Era una dulce virgen consagrada de 12 años que fue ultrajada por la persecución de los cristianos.

Aunque sus padres intentaron evitar que se enfrentara a los oficiales involucrados en la persecución, Eulalia se escapó y fue a la ciudad, donde reprendió al juez y a sus soldados por su idolatría y por intentar desviar a los cristianos, gritando finalmente: «¡Hombres miserables! ¡Bajo mis pies pisotearé a vuestros dioses!«.

Procedió a escupir al juez en la cara y a patear sus ídolos y fue martirizada por su arrebato.

San Nicolás (270-343)

Nicolás no estaba inclinado a expresar un carácter fuerte, y no solo en el (quizás apócrifo) asalto al hereje ario en Nicaea.

Una vez, volviendo de un viaje se enteró de que tres hombres habían sido sentenciados a muerte.

Nicolás corrió a la ciudad, alcanzando a los condenados justo a tiempo para tomar la espada de las manos del verdugo y liberarlos antes de recorrer la ciudad para reprender al gobernador, quien había condenado a los hombres a cambio de un soborno.

«¡Sacrílego derramador de sangre!«, gritó. «¡No lo olvidaré ni te perdonaré!». Cuando el gobernador se arrepintió y perdonó a los hombres, el obispo Nicolás se alegró de que su justo enojo hubiera dado fruto y perdonó al gobernador.

Santa Columba Ki Hyo-im (1814-1839)

Era una virgen con votos coreana. Arrestada por su fe junto con su hermana santa Inés Kim Hyo-ju, fue desnudada, torturada y lanzada a una celda con los peores prisioneros masculinos.

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Cuando finalmente fueron llevadas frente a un juez y condenadas a muerte, Columba describió el acoso que habían soportado con una ira apenas oculta.

«Ya sea la hija de un noble o una plebeya», dijo, «la castidad de una mujer joven debe ser respetada. Si quieres matarme de acuerdo a las leyes del país, aceptaré de buena gana el castigo. Sin embargo, no creo que sea correcto tener que sufrir insultos que no forman parte de la ley y me opongo a ellos».

El juez mandó castigar a los responsables, pero Columba e Inés fueron martirizadas de la misma forma.

Francisco de Paula Víctor (1827-1905)

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Fue el primer sacerdote negro brasileño. Aunque respondió mansamente al racismo que soportó a lo largo de su vida como niño esclavo, seminarista e incluso sacerdote, su disposición a poner la otra mejilla se extendía solo al abuso de sí mismo, no al de otros.

Una vez, una multitud de hombres armados llegó a la ciudad con la intención de quemar la casa de un abolicionista que estaba dando cobijo a esclavos fugitivos.

Víctor se puso en la entrada de la ciudad sujetando un crucifijo para enseñarles la cara sangrienta de su Salvador, quien se había convertido en un esclavo por ellos.

«¡Entrad!» gritó. «¡Entrad! Pero por encima del cadáver de vuestro sacerdote». Se contuvieron y muchas vidas fueron salvadas esa noche.

Emilian Kovch (1884-1944)

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Nashastudiya CC via Wikipedia

Era un cura católico ucraniano, esposo y padre, quien repetidamente arriesgó su vida para predicar contra el prejuicio y el antisemitismo.

En una ocasión, las tropas nazis habían atrapado unos judíos en una sinagoga y estaban tirando bombas incendiarias dentro.

Sin importarle su seguridad, Kovch corrió a la sinagoga, bloqueó las puertas, y furiosamente ordenó a los soldados que se fueran. Para el asombro de todos, ¡le obedecieron!

Habiendo vencido a una multitud de nazis, Kovch entró a la sinagoga para salvar a la gente que se estaba quemando dentro.

Sus esfuerzos para proteger a los judíos de los nazis le llevaron a su arresto y muerte en un campo de concentración.

La Sierva de Dios Dorothy Day (1897-1980)

DOROTHY DAY

Tenía un fuerte temperamento. En vez de reprimirlo, eligió dirigir su ira en contra de la injusticia, la pobreza y la proliferación nuclear.

Un hombre que la conocía dijo: «Ha estado en mi casa cierto número de veces y siempre ha estado enfadada. Los santos no se enfadan…». Parece que no entendió el poder que la ira puede tener cuando se pone al servicio del Señor.

Mientras Day continuó luchando con su temperamento. Un día le dijo a una persona que le pidió que lo controlara: «aguanto más temperamento en un minuto de lo que tú aguantaras en tu vida entera».

Y así descubrió que Dios usaba su condición para mayor efecto en su trabajo como fundadora del movimiento trabajador católico.

Vivimos una batalla espiritual donde necesitamos unos de otros

Los grandes santos sociales fueron también los grandes santos eucarísticos. Mencionemos tres ejemplos tomados al azar: Primero, la amada figura de San Martín de Porres (fray Escoba), nacido en 1569 en Lima, Perú, hijo natural de una madre negra y de un español. Este santo vivió de la adoración a la Eucaristía. Pasaba noches enteras en oración, en tanto que, durante el día, cuidaba sin cansancio a los enfermos y a los rechazados por la sociedad con quienes él, como mulato, se identificaba en sus orígenes.

Luego está José de Veuster, conocido como el Padre Damián de Molokai (Hawaii). José nació el 3 de enero de 1840, cerca de Lovaina (Bélgica). En las lejanas islas de Hawaii apareció la lepra en 1860, y, en aquellos años, no se conocía su curación. El gobierno aisló a los enfermos y los embarcaba hacia la isla de Molokai. José aprende la lengua canaca y, ocho años después de su ordenación, se dirige a Hawaii donde sabe de la degradación de las condiciones de vida de la leprosería. En Molokai reciben a los recién llegados con una sentencia: En ese lugar no hay ley. La angustia y la desesperación acompañaban a la enfermedad.

Un periódico hawaiano, el Nohou, pie que vaya un sacerdote. Especifica que el que vaya no podrá salir de ahí. Damián se ofrece, y el 10 de mayo de 1873 llega acompañado de cincuenta enfermos. En esa isla viven 800 leprosos, sin médico. El Padre Damián comparte su comida con los leprosos, construye carreteras, tomas de agua, cementerios y sepulta a un promedio de dos personas cada quince días. Después de celebrar la Santa Misa atiende enfermos. El secreto de Damián es vivir como Jesús, imitarlo. ¿De dónde sacaba la fuerza? De la adoración diaria ante el Santísimo. En el verano de 1884 supo Damián que era leproso. Todavía vivió cuatro años más entre los leprosos. Murió el 15 de abril de 1889.

En el siglo XX tenemos a la Madre Teresa de Calcuta quien, junto con las hermanas de la Caridad, atendía a enfermos incurables, agonizantes y a los enfermos que nadie quería atender. Luego ingresaron a su Orden varones que también se dedican a cuidar a los más pobres de los pobres. Al comenzar el día dedican una hora a adorar al Señor en el Sagrario pues sino, no tendrían la capacidad de consolar a los enfermos.

“El hombre es un ser social por naturaleza”, decía Aristóteles, porque necesitamos de los otros para sobrevivir, y porque llevamos dentro el afán de ayudar a los demás, de confortar a los más débiles y de compartir nuestro pan con el hambriento. Pero el hombre actual es egoísta y con frecuencia se olvida de los demás.

“El Amor no es amado”, decía Francisco de Asís en el siglo XIII, y nos lo podría decir hoy a los hombres del siglo XXI, porque estamos en la era de la infidelidad, del desamor. Jesús no encuentra, entre los varones, modelos que se asemejen a Él. No se conoce a Dios como Padre porque no se le puede asemejar a nada de la tierra. Hemos pervertido nuestros amores santos. El amor es el que salva; pero muchas veces preferimos el pecado (cfr. El triunfo de la Inmaculada. Dictados de Jesús a Marga, p. 556).

¿Y qué es lo que Dios me pide? Ciertamente conversión, cambio, una mejora notable. Primero tenemos que dar la batalla dentro de nosotros. Hay que desbancar al demonio de nuestra alma. Tenemos que impedir que el Enemigo se vuelva poderoso. ¿Y cómo lo puedo lograr? Pasando ratos rezando delante del Sagrario, siendo almas consoladoras del Sagrario, de la Eucaristía. Necesitamos apagar la sed de Jesús llevándole a muchas personas a orar frente a Él. Aunque sólo sea un pequeño rato al día, hay que estar postrados delante del Sagrario, así cambiarían nuestros horizontes (cfr. Ibidem p. 557).

Jesús no quiere que caminemos este camino solos, quiere que nos acompañen San Juan y las tres Marías rumbo al Calvario. El camino cuesta, pero es gozoso porque Jesús ha resucitado.

Nuestra Madre, Santa María, quiere formar un Ejército comprometido con Jesús para que esté listo al comienzo de la Gran Batalla, que lo marcará la abolición de la Eucaristía (cfr. Ibidem, p. 563).

Ante esta batalla espiritual, Jesús nos podría decir: Haz correr mi Sangre sobre México, hasta empaparlo. Mezcla con ella la sangre de los mexicanos, para que su purificación sea infinita. Ofrece también la tuya al Padre, y haz todo esto con la alegría del amor.

Para tener un corazón puro, donde no quepa el odio ni las malas obras, hay que pedir a Dios un corazón semejante al de Santa María.

La vida de santa Catalina muestra por qué tomarnos más en serio a los niños

Los niños no son simplemente adultos en formación, son personas por derecho propio que dan un ejemplo que todos necesitamos

Los niños son fáciles de descartar. Son pequeños, a menudo usan bisutería excesiva y disfraces de princesa en público, pensando que se ven increíbles. Más tarde, de vuelta a casa, desaparecen como reyes en el patio para jugar y cavar, arañando el suelo con la punta de plástico de una tiara enjoyada. No tienen trabajos con un salario y por lo tanto tienen poco poder adquisitivo. Mi propia hija guarda los ahorros de toda su vida en un bolso de Cenicienta.

Los niños tienen tendencia a pronunciar mal las palabras. Sus calcetines rara vez combinan y su cabello a menudo está enredado.

Debido a esto, las personas mayores valoramos erróneamente a los niños solo por su potencial.

Soñamos con lo que podrían llegar a ser una vez que sean mayores, más maduros, más adultos. Claro, los amamos, pero eso no necesariamente equivale a tomarlos en serio.

Esto es un error.

Los niños hacen una contribución única

Los niños no son simplemente adultos en formación.

Descubro que mis hijos poseen una rara combinación de empatía emocional y la voluntad de seguir lo que han intuido.

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Chubykin Arkady | Shutterstock

Siempre recordaré, por ejemplo, cómo el día del funeral de mi abuelo, mi hijo de ocho años se sentó junto a mi afligida abuela todo el día y dejó que ella lo abrazara todo el tiempo.

Este niño, que siempre está tan sucio y despeinado, de repente se transformó en un perfecto caballero.

Otro incidente que nunca olvidaré es el momento en que nuestra hija perdió su primer diente. No pude poner el dinero del hada de los dientes debajo de su almohada esa noche.

Nuestra otra hija, que probablemente solo tenía 9 o 10 años en ese momento, sin ningún problema y sin decirnos nada, se dio cuenta de nuestro error y deslizó un billete de 10 dólares debajo de la almohada de su hermana. Era todo el dinero que tenía en el mundo.

Personas pequeñas con corazones enormes

Estas son historias que quiero recordar, no porque sean anécdotas divertidas sobre las cosas lindas que hacen los niños, sino porque son expresiones de una rica vida interior y una profundidad de sentimientos que apenas sospechaba que existían.

Solo escribir sobre ellos me hace llorar, tan hermosos son los corazones de estos pequeños.

Los niños tienen una comprensión diferente de lo que es serio que los adultos, y cada vez estoy más convencido de que los niños tienen la mejor parte del tema.

Lo que nosotros, los adultos, consideramos sin importancia es exactamente lo que los niños están mirando más de cerca. Vale la pena tomar su punto de vista.

Una santa que confió

A finales de esta semana es la fiesta de santa Catalina de Siena. Santa Catalina es famosa por su audacia al castigar al Papa.

Tuvo un descaro casi infantil al decirle a uno de los hombres más poderosos del mundo que necesitaba ponerse en forma. Pero ella era así. Siempre soñó en grande, incluso de niña.

Al crecer en una familia numerosa, de alguna manera logró usar su imaginación para escapar del caos de un hogar lleno de hermanos para pasar un tiempo tranquilo con Dios.

Ella siempre se tomó a Dios muy en serio. Cuando Él hablaba, ella escuchaba. Escuchó de la forma que solo un niño puede escuchar.

Una consagración en serio

Muchos niños pequeños juran precipitadamente no casarse nunca, pero cuando Catalina hizo ese mismo voto, lo dijo en serio.

Desde los siete años tuvo visiones religiosas y a menudo ayunaba como disciplina espiritual.

En secreto, hizo voto de virginidad y, como señal de sinceridad, se cortó el cabello como hacen las mujeres cuando entran en un convento.

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Pascal Deloche / Godong | Ref:022

Sus padres la castigaron por destrozar su cabello hasta que reveló su voto. Resulta que su acción infantil aparentemente traviesa fue bastante seria.

Sus padres le permitieron convertirse en terciaria dominicana, una religiosa con votos que continúa viviendo en casa, a la edad de 16 años.

Llevaba el distintivo vestido religioso dominicano y se quedó en una pequeña habitación en la casa familiar donde pasó tres años orando, saliendo al servicio de los enfermos y de los pobres.

La gente comenzó a visitar a Catalina para pedirle consejo y ser testigo de su ejemplo. Ella no era una persona joven para ser despedida.

¿Qué es lo que hace que los niños sean tan capaces de hazañas sobrehumanas de amor y devoción?

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Quizás la respuesta sea tan simple como la confianza. Los niños confían en sus padres implícitamente.

Mamá y papá son héroes para ellos. Dios Padre debe ser adorado y amado, y se confía en Él en todas las cosas.

Entonces, cuando alguien como santa Catalina escucha a Dios llamándola a una vida religiosa, naturalmente y plenamente confía en que esta es la vida para ella.

Los adultos no somos tan buenos confiando. Enfrentado a un llamado similar a una vocación, divagué, dudé y lo consideré durante años.

Una vez que acepté el llamado, se hizo evidente lo feliz que era seguir el plan de Dios para mí. Me arrepentí de no haber confiado en Él de inmediato.

Era escéptico y perezoso acerca de mi vocación, mientras me decía a mí mismo que era maduro contenerme y sopesar mis opciones.

Los adultos nos distraemos con nuestras preguntas, ego y frustración acerca de cómo el mundo es una mezcla de cosas buenas y malas.

No podemos superar los momentos de nuestro pasado en los que nos hemos sentido decepcionados, por lo que nos cansamos. Cuando Dios nos llama, dudamos. No lo tomamos en serio.

Quizás si adaptamos un punto de vista un poco más infantil, viviremos con más esperanza y confianza. Correremos más riesgos y diremos que sí a más oportunidades.

Al menos, podemos estar más atentos a esos detalles aparentemente insignificantes de nuestras vidas que en realidad son extremadamente importantes. Esto es lo que los niños ven con tanta claridad.

Algún día, creceré para ser como ellos.

Oración de san Patricio contra males físicos y espirituales

«Cristo, sé mi escudo hoy»

Muchos males físicos y espirituales existen a nuestro alrededor. Hoy igual que en el siglo V, cuando san Patricio lidió con los rudos saqueadores irlandeses y logró mostrarles la fuerza y la paz de Jesús.

En aquellos años difíciles, él rezaba esta poderosa oración. Y hoy puede serte útil a ti para levantarte y sentir a Cristo contigo, delante de ti, detrás de ti, dentro y sobre ti, en todo momento…

Me levanto

Me levanto hoy por medio de la poderosa fuerza, la invocación de la Santísima Trinidad, por medio de la fe en sus tres personas, por medio de la confesión de la unidad del Creador del universo.

Me levanto hoy, por medio de la fuerza del nacimiento de Cristo y su bautismo, por medio de la fuerza de su crucifixión y de su sepulcro, por medio de la fuerza de su resurrección y su asunción, por medio de la fuerza de su descenso para juzgar el mal.

Me levanto hoy por medio de la fuerza del amor de querubines, en obediencia de los ángeles, en servicio de arcángeles, en la esperanza que la resurrección encuentra recompensa, en las oraciones de los patriarcas, en las palabras de los profetas, en las prédicas de los apóstoles, en la inocencia de las santas vírgenes, en las obras de todos los hombres de bien.

Me levanto hoy por medio del poder del cielo: luz del sol, esplendor del fuego, rapidez del rayo, ligereza del viento, profundidad de los mares, estabilidad de la tierra, firmeza de la roca.

Me levanto hoy por medio de la fuerza de Dios que me conduce: poder de Dios que me sostiene, sabiduría de Dios que me guía, mirada de Dios que me vigila, oído de Dios que me escucha, Palabra de Dios que habla por mí, mano de Dios que me guarda, sendero de Dios tendido frente a mí, escudo de Dios que me protege, legiones de Dios para salvarme de trampas del demonio, de tentaciones de vicios, de cualquiera que me desee mal, lejanos y cercanos, solos o en multitud.

Invoco 

Yo invoco este día a todos estos poderes entre mí y el maligno, contra despiadados poderes que se opongan a mi cuerpo y alma, contra conjuros de falsos profetas, contra las leyes negras de los paganos, contra las falsas leyes de los herejes, contra las obras y astucia de la idolatría, contra los encantamientos de brujas, forjas y hechiceros, contra cualquier conocimiento corruptor del cuerpo y del alma.

Cristo, sé mi escudo hoy, contra venenos, contra quemaduras, contra sofocación, contra heridas, de tal forma que pueda yo recibir recompensa en abundancia.

Cristo conmigo, Cristo delante mí, Cristo detrás de mí, Cristo dentro de mí, Cristo debajo mí, Cristo sobre mí, Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda, Cristo cuando me acuesto, Cristo cuando me siento, Cristo cuando me levanto, Cristo en la anchura, Cristo en la longitud, Cristo en la altura, Cristo en el corazón de todo hombre que piensa en mí, Cristo en la boca de todo hombre que hable de mí, Cristo en los ojos de todos los que me ven, Cristo en los oídos de todos los que me escuchan.

Me levanto hoy por medio de la poderosa fuerza, la invocación de la Santísima Trinidad, por medio de la fe en sus tres personas, por medio de la confesión de la unidad del creador del universo. Amén.

San Patricio ha pasado a la historia como el hombre que llevó que cristianismo a Irlanda. De hecho, hoy es el patrón del país. Su nombre se ha extendido por todo el mundo, pero hay muchas cosas de él que todavía no son suficientemente conocidas…