LA OTRA MEJILLA

Creo que todos hemos escuchado en algún momento, en nuestro entorno, comentarios de aquellos que dicen que no creen en Dios y que solo existe la vida que conocemos en este mundo. Estas personas suelen afirmar que lo único que importa es vivir haciendo todo lo que quieren porque la vida son dos días.

Yo solía entrar en discusión y no comprendía cómo no eran capaces de ver con fe su existencia, a pesar de haber nacido en una familia creyente. No comprendía y me sentía atacada cuando trataban de sectas a las comunidades de oración que tenían cerca o hablaban con desprecio de todo lo concerniente a la religión, pero por otro lado veía que disfrutaban de la Semana Santa, de los diferentes desfiles procesionales. Luego me di cuenta de que no se puede juzgar lo aparente porque lo que hay en sus corazones, solo Dios lo conoce.

Los seres humanos reaccionamos de formas muy distintas ante los sucesos dolorosos que nos laceran y destrozan por dentro. La muerte de seres queridos, la soledad, la traición de la persona que creías fiel, una enfermedad grave…nos puede hacer tambalear y caer en un precipicio sin fondo y nos podemos sentir huérfanos y no comprender que Dios permita el dolor.

Otra forma de reaccionar ante esas mismas situaciones es justo la contraria, acercarte más a Tu Padre, el único que nunca falla, el que tiene la respuesta a todas tus inquietudes, el único que puede consolar tu dolor.

No es fácil decirle a alguien que ha descartado a Dios de su vida que el único modo de sentir paz es acercándose a Él. Pero sí podemos mostrar el camino con nuestra forma de obrar, con caridad, con amor.

Dios no se aleja de los que no le aman sino todo lo contrario, ofrece la otra mejilla.

Es fácil mantenerse en el círculo de los que son afines a ti, te acompañan, te quieren y aprecian. Es fácil querer a quien te quiere bien, pero el reto está en querer a quien no te quiere ni ver y cuando te ve está deseando que desaparezcas de su vista porque se siente incómodo a tu lado.

La clave para amar como Dios nos ama está en Su Palabra. No solo hay que leerla, hay que asumirla y hacerla vida en ti.

Es obra del Espíritu Santo mirar con amor a quien no te ama. Si no te ama, no ama a Dios.

Yo amo a Dios y no puedo dejar de amar a quien no me ama porque en cada persona está Dios a través del Espíritu Santo que se nos dio en el Bautismo y en cada uno de los sacramentos recibidos después: la Primera Comunión, la Confirmación…

No puedo mirar de otro modo a los demás porque si digo lo contrario, si siento lo contrario, no puedo decir que amo a Dios.

Y el amor es capaz de cambiar los corazones de quienes se empeñan en negar al Señor. Solo tenemos que seguir sembrando; Dios hará todo lo demás. Nosotros solo tenemos que ser instrumentos dóciles a la Voluntad del Señor. La paciencia, la perseverancia, la caridad y cada uno de los dones con los que el Espíritu Santo llena cada alma, harán posible la transformación de un corazón de piedra en un corazón de carne.

La fe mueve montañas. ¿Queremos de verdad mover montañas? ¿Tenemos fe?

No nos desalentemos frente al desamor. Dejémonos llevar por el Espíritu Santo y respondamos con sonrisas, con paz, con oración, con esperanza a los ataques del que se muestra apartado de Dios y nos provoca con palabras airadas.

«¡Oh, qué recia cosa os pido, verdadero Dios mío: que queráis a quien no os quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a quien gusta de estar enfermo y anda procurando la enfermedad!»(Exclamaciones, 8, 3, Santa Teresa de Jesús)

El secreto de los santos revelado por un monje moribundo 

Cuando estaba a punto de morir, su superior le preguntó y él lo dijo. Una bella historia relatada por el escritor Claudio de Castro

Hay muchos tipos de santos. Algunos muy conocidos y extraordinarios, con grandes dones que podríamos llamar «superpoderes», como la bilocación, un don extraordinario que les permite estar en dos lugares al mismo tiempo. 

Este era un don muy conocido en san Martín de Porres, al que llamaban con cariño Fray Escoba.

Sin embargo, poseía otros grandes dones sobrenaturales otorgados por Dios como el de la levitación. Te recomiendo leer su vida, ¡es impresionante!

Siempre lo encontrarás representado con una escoba en la mano como un símbolo de su humildad y porque este era su oficio en el convento Nuestra Señora del Rosario en Lima, Perú.

Son santos de altares y vemos sus imágenes en nuestras Iglesias recordándonos que la santidad es un llamado para todos, que es posible, que Dios lo quiere. 

Esta petición es algo que Dios repite a lo largo de la Biblia:

«Sean, pues, santos porque yo soy Santo» (Levítico 11, 45)

«Santifíquense, pues, y sean santos, porque yo soy Yavé, el Dios de ustedes» (Levítico 20, 7)

«De ese modo se acordarán de todos mis mandamientos, los pondrán en práctica y serán santos delante de su Dios» (Números 15, 40)

¿Te gustaría ser santo(a) y que se cumpla la voluntad de Dios en tu vida?

Santos anónimos, invisibles 

Existe también una casta de santos que pasan desapercibidos, son invisibles para nosotros, igual que su santidad.

De ellos o sus andanzas con Dios pocas veces escucharemos y nunca vas a conocer o ver sus imágenes en una iglesia representando sus vidas como un ejemplo a seguir.

Han decidido ser discretos con las gracias abundantes que Dios les da. Las usan para hacer el bien, sin ser notados.

Estos santos anónimos, silenciosos, caminan como decía san Félix, «con la mirada en el suelo, el corazón en el cielo y en la mano el santo Rosario». 

Has conocido algunos. Te das cuenta tan pronto los ves y piensas: «Esta persona tiene algo especial, diferente, irradia tanta paz y serenidad, presencia de Dios».

Me encanta escribir sobre ellos. 

Es tanta su humildad que no perciben que rayan la santidad. Tienen un aire de santos, están cerca de Dios. Sienten vergüenza si les dices que son santos y responden convencidos: «Usted se equivoca, soy solo un pobre pecador». 

Saben que tienen tendencia al pecado, como la mayoría de nosotros. Y que en un descuido pueden tener una caída estrepitosa. Por eso:

  • Oran con frecuencia a lo largo del día.
  • Se esfuerzan por vivir el Evangelio.
  • Cuidan sus miradas para no ver lo que incita al pecado.
  • Huyen del orgullo que podría hundirlos en la desesperación y alejarlos de Dios.

El secreto de los santos

Aparte de estos hábitos, guardan «un secreto», el camino que los ha llevado a esas alturas de santidad.

Una vez leí sobre un caso en particular. Es muy edificante y me gustaría compartirlo contigo, Me parece que refleja la vida de la mayoría de estos santos anónimos, clandestinos, invisibles.

Tenía este monje benedictino fama de santidad, se percibía a su alrededor, en sus gestos, palabras, y hasta en su suave y tranquilo andar. 

Nada perturbaba su vida. Seguía la regla de san Benito. Obedecía los mandatos del prior al instante, callado, sin dudar, ni quejarse ni cuestionar. 

Todos lo venían como un fraile modelo, «el santo del monasterio». 

¿Cómo había llegado a esas alturas de santidad? 

Nadie le decía ni me preguntaba nada. Sabían que jamás revelaría su secreto. Y se dedicaban a observarlo, tratando de descubrir el origen de su santidad.

Sus breves palabras eran muy sencillas y profundas, llenas de una sabiduría que solo proviene de Dios.

Al pasar los años, con el cuerpo gastado de tanto trabajar y orar, siguiendo la norma de san Benito «ora et labora» (reza y trabaja), el monje anciano y enfermo y conociendo de su inminente partida al paraíso se preparó de la mejor manera para agradar a Dios en sus últimos días.

Aceptó en todo momento la santa voluntad de Dios que es perfecta.

Parecía entrar en largos éxtasis celestiales cuando oraba devotamente y muchos pensaban que estaba viviendo en la tierra temporal un adelanto de lo que disfrutaría en el cielo eterno y prometido.

Estando para morir, sus compañeros monjes lo rodeaban humildes y lo acompañaban susurrando devotas oraciones.

María

El abad se dirigió entonces a él con afecto y le dijo: «Por la santa obediencia te ordeno que abandones tu silencio y nos digas cómo lograste llegar a estos grados de santidad. Sería muy edificante para todos nosotros saberlo».

El monje miró al cielo como si éste se abriera ante él y respondió alegre:

«Ave Maria, gratia plena»

Los monjes a su alrededor añadieron:

«benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Jesus».

El monje tomó la mano del abad y reveló su secreto:

«Todo se lo debo a nuestra bienaventurada Madre Celestial, la siempre Virgen María. Desde Niño mi madre y abuela me inculcaron un gran amor y devoción a la Virgen María. 

Cada mañana al levantarme para velar en oración y agradecer a Dios el don de la vida, la recordaba con cariño, la saludaba con el Avemaría y le pedía su maternal protección, la gracia de perseverar en la fe.

Como soy pecador, le imploraba: «llévame de tu mano a Jesús por un camino seguro alejado de los peligros de este mundo y las tentaciones que nos acechan a diario». 

He llegado hasta aquí por ella, la madre de nuestro Salvador, la Inmaculada Concepción, a quien le debo todo».

Los monjes edificados por estas palabras, llenos de entusiasmo, le agradecieron y se llenaron de una profunda alegría mientras el fraile exhalaba su último suspiro y partía sereno a gozar del Paraíso.

Sigamos su ejemplo y vayamos al encuentro de la Virgen María. Recemos su Rosario y pidamos su gracia y protección maternal.

Oración a la Madre

Quisiera terminar compartiendo esta bella oración de la Sierva de Dios Sor María Romero Meneses, y que mi mamá me enseñó de pequeño. 

Creo que en ocasiones anteriores te la he compartido, pero es tan hermosa y hace tanto bien que vale la pena compartirla muchas veces.

Anótala y rézala en tus momentos de dificultad, dudas, miedos, angustias, tentaciones…

«Pon tu mano, Madre mía, 

ponla antes que la mía. 

María Auxiliadora, 

triunfe tu poder y misericordia.

Líbrame del demonio y de todo mal 

y escóndeme bajo tu manto.

 Amén».

Amable lector. ¿Te gustaría compartir con nosotros tus historias con la Virgen María? Te dejo mi email personal. Escríbeme: 

cv2decastro@hotmail.com

¡Dios te bendiga!

¡Llena la Tierra!

Dios bendijo a Noé y a sus hijos y les dijo:
«Sed fértiles y multiplicaos y llenad la tierra… Sed fértiles, pues, y multiplicaos;
abundan en la tierra y sométanla». (Lectura de la Misa de hoy para el 16 de febrero de 2023)

Después de que Dios limpió al mundo por medio del diluvio, una vez más se volvió al hombre y a la esposa y repitió lo que había ordenado al principio a Adán y Eva:

Sé fértil y multiplicate; llena la tierra y sométala. (ver también Génesis 1:28)

Has leído bien: llena la tierra. Dos veces, Dios expresó Su deseo de que la población de la tierra fuera abundante; que los humanos se multiplican, se extienden y pueblan toda la tierra. Pero según los multimillonarios del mundo, Dios cometió un error; Es malo en matemáticas; No previó una «explosión demográfica» en el siglo 21. El mundo está ahora «superpoblado», afirman, y por lo tanto el aborto, la anticoncepción y la eutanasia no son sólo «derechos» sino cada vez más «deberes» de cada ciudadano. Se nos dice repetidamente que nuestra «huella de carbono» es demasiado para la Madre Tierra y que simplemente hay demasiadas bocas que alimentar.

Excepto que todo eso es una mentira. Una gran mentira gorda.

En verdad, el mundo no tiene escasez de alimentos, ni está superpoblado en 8 mil millones de personas.[1] Toda la población mundial puede caber dentro del estado de Texas con casi 1000 pies cuadrados alrededor de cada persona.[2] De hecho, National Geographic informó hace diez años:

De pie hombro con hombro, toda la población mundial podría caber dentro de las 500 millas cuadradas (1.300 kilómetros cuadrados) de Los Ángeles. —National Geographic, 30 de octubre de 2011

Además, la afirmación de que no tenemos la comida para alimentar al mundo entero también es una gran mentira.

100.000 personas mueren de hambre o sus consecuencias inmediatas cada día; y cada cinco segundos, un niño muere de hambre. Todo esto tiene lugar en un mundo que ya produce suficientes alimentos para alimentar a cada niño, mujer y hombre y podría alimentar a 12 mil millones de personas. —Jean Ziegler, Relator Especial de la ONU, 26 de octubre de 2007; news.un.org

Lo que nos falta es la voluntad, la compasión, la empatía y la movilización para hacerlo. Muchas partes del Tercer Mundo todavía carecen de agua limpia en 2023, un problema que podría resolverse colectivamente en unos pocos años. Dios no cometió un error. No dejó de «planificar«. El Creador no dejó a la humanidad sin el intelecto ni los recursos para cumplir Su voluntad.

Es extremadamente revelador, si no profético, que cuando Dios ordena a Noé y a su familia multiplicarse y llenar la tierra, Él prologó esas palabras como tales:

Si alguno derrama la sangre del hombre,
por el hombre será derramada su sangre;
Porque a imagen de Dios
ha sido hecho el hombre.

Sed fértiles, pues, y multiplicaos;
abundan en la tierra y sométanla. 
(Génesis 9:6-7)

La yuxtaposición de esos dos párrafos esencialmente enmarca la «confrontación final» de nuestros tiempos, lo que San Juan Pablo II llamó una batalla entre la «cultura de la muerte» frente a la «cultura de la vida«.

Este mundo maravilloso, tan amado por el Padre que envió a su único Hijo para su salvación, es el teatro de una batalla interminable que se libra por nuestra dignidad e identidad como seres libres y espirituales. Esta lucha es paralela al combate apocalíptico descrito en la primera lectura de esta misa [Ap 11:19-12:1-6]. La muerte lucha contra la Vida: una «cultura de la muerte» busca imponerse a nuestro deseo de vivir y vivir plenamente. Hay quienes rechazan la luz de la vida, prefiriendo «las obras infructuosas de las tinieblas». Su cosecha es la injusticia, la discriminación, la explotación, el engaño, la violencia. En cada época, una medida de su aparente éxito es la muerte de los inocentes. En nuestro siglo, como en ningún otro momento de la historia, la «cultura de la muerte» ha asumido una forma social e institucional de legalidad para justificar los crímenes más horribles contra la humanidad: genocidio, «soluciones finales», «limpiezas étnicas» y la masiva «toma de vidas de seres humanos incluso antes de que nazcan, o antes de que alcancen el punto natural de la muerte». Hoy esa lucha se ha vuelto cada vez más directa. —PAPA JUAN PABLO II, Texto de las palabras del Papa Juan Pablo II en la Misa dominical en el Parque Estatal Cherry Creek, Denver, Colorado, Jornada Mundial de la Juventud, 1993, 15 de agosto de 1993, Solemnidad de la Asunción; ewtn.com

Solo el aborto y el suicidio se cobran más de 3,5 millones de vidas en todo el mundo cada mes.[3] 

El «dragón», el «gobernante de este mundo» y el «padre de la mentira» trata implacablemente de erradicar de los corazones humanos el sentido de gratitud y respeto por el don original, extraordinario y fundamental de Dios: la vida humana misma. —PAPA JUAN PABLO II, Ibíd. Jornada Mundial de la Juventud, 1993, 15 de agosto de 1993; ewtn.com

Como tal, tanto los asesores políticos como los «filántropos» se han encargado de reducir la población mundial por numerosos medios.

Por la envidia del diablo, la muerte vino al mundo, y siguen los que están de su lado. (Sab 2:24-25; Douay-Rheims)

La despoblación debería ser la máxima prioridad de la política exterior de Estados Unidos hacia el Tercer Mundo. —el ex Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger; National Security Memo 200, 24 de abril de 1974, «Implicaciones del crecimiento de la población mundial para la seguridad de los Estados Unidos y los intereses en el extranjero»; Grupo ad hoc sobre política demográfica del Consejo de Seguridad Nacional

En una charla TED de 2010 que se volvió viral en todo el mundo, el financiador de la Organización Mundial de la Salud, Bill Gates, esencialmente lamenta que las palabras del Libro del Génesis se estén cumpliendo:

El mundo de hoy tiene 6.8 millones de personas. Eso se dirige a unos nueve mil millones. Ahora, si hacemos un gran trabajo en nuevas vacunas, atención médica, servicios de salud reproductiva [es decir, aborto, anticoncepción, etc.], podríamos reducir eso en, tal vez, 10 o 15 por ciento. —Charla TED, 20 de febrero de 2010; cf. la marca 4:30

El Consejo de Población de Rockefeller, que ha donado a Planned Parenthood, uno de los proveedores de abortos más grandes del mundo, realiza investigaciones en biomedicina, ciencias sociales y salud pública. También desempeñan un papel activo en el control de la población mediante su investigación y concesión de licencias de productos y métodos anticonceptivos y mediante la promoción de la «planificación familiar y la atención de la salud reproductiva» (es decir, el aborto).[4] En el informe anual de 1968 de la Fundación Rockefeller, lamentó que…

Se está trabajando muy poco en métodos inmunológicos, métodos como las vacunas, para reducir la fertilidad, y se requiere mucha más investigación si se quiere encontrar una solución aquí. — «The Presidents Five-Year Review, Annual Report 1968, pág. 52; Ver PDF aquí

El investigador y autor, William Engdahl, recuerda que…

… desde la década de 1920, la Fundación Rockefeller había financiado la investigación eugenésica en Alemania a través de los Institutos Kaiser-Wilhelm en Berlín y Munich, incluso hasta bien entrado el Tercer Reich. Elogiaron la esterilización forzada de personas por la Alemania de Hitler y las ideas nazis sobre la «pureza» racial. Fue John D. Rockefeller III, un defensor de toda la vida de la eugenesia, quien utilizó el dinero de su fundación «libre de impuestos» para iniciar el movimiento neomaltusiano de reducción de la población a través de su Consejo de Población privado en Nueva York a partir de la década de 1950. La idea de usar vacunas para reducir encubiertamente los nacimientos en el Tercer Mundo tampoco es nueva. El buen amigo de Bill Gates, David Rockefeller y su Fundación Rockefeller participaron ya en 1972 en un importante proyecto junto con la OMS [Organización Mundial de la Salud] y otros para perfeccionar otra «nueva vacuna». —William Engdahl, autor de «Seeds of Destruction», engdahl.oilgeopolitics.net, «Bill Gates habla de ‘vacunas para reducir la población'», 4 de marzo de 2010

Hoy en día, es muy posible que estemos presenciando los frutos de esa investigación en las terapias génicas de ARNm que se han extendido a miles de millones en los últimos dos años.

Lo peor que le puede pasar a la especie humana, está sucediendo… un grupo de expertos médicos y científicos que han dado un paso adelante desinteresadamente para analizar las decenas de miles de documentos anteriormente internos de Pfizer publicados bajo orden judicial después de una demanda de la firma de Aaron Siri, Siri & Glimstad, y una FOIA de Salud Pública y Profesionales Médicos para la Transparencia, ahora han demostrado completamente que las vacunas de ARNm de Pfizer se dirigen a la reproducción humana de manera integral, formas probablemente irreversibles. Nuestros 3.250 voluntarios de investigación, en 39 informes completamente citados hasta la fecha, han documentado evidencia de lo que he estado llamando «360 grados de daño» a la reproducción. —Dra. Naomi Wolfe, «Destruir mujeres, envenenar la leche materna, asesinar bebés; y Ocultar la verdad», 18 de septiembre de 2022

En un sorprendente giro en U esta semana, el experto en televisión, el Dr. Drew Pinsky, se disculpó ante la cámara con la Dra. Naomi Wolfe, admitiendo que tenía razón:

Como anécdota, acabamos de escuchar de una amiga de nuestra familia, que es partera profesional, que desde el lanzamiento de las inyecciones de ARNm, aproximadamente la mitad de las madres embarazadas a las que tiende están terminando en aborto espontáneo. Esto no tiene precedentes, pero lamentablemente, parece cada vez más deliberado.

El faraón de la antigüedad, atormentado por la presencia y el aumento de los hijos de Israel, los sometió a toda clase de opresión y ordenó que todo niño varón nacido de las mujeres hebreas fuera asesinado (cf. Ex 1, 7-22). Hoy en día no pocos de los poderosos de la tierra actúan de la misma manera. Ellos también están obsesionados por el crecimiento demográfico actual… En consecuencia, en lugar de querer enfrentar y resolver estos graves problemas respetando la dignidad de las personas y las familias y el derecho inviolable de toda persona a la vida, prefieren promover e imponer por cualquier medio un programa masivo de control de la natalidad. —PAPA JUAN PABLO II, Evangelium Vitae, «El Evangelio de la Vida», n. 16

Pero una «crisis» de fertilidad no es nueva. Ha estado en los titulares durante al menos la última década y se ha convertido rápidamente en una crisis existencial:

«Los científicos advierten sobre la crisis del conteo de espermatozoides»
 titular, The Independent, 12 de diciembre de 2012

«La crisis de infertilidad está fuera de toda duda.
Ahora los científicos deben encontrar la causa»
… Los recuentos de espermatozoides en los hombres occidentales se han reducido a la mitad.

—30 de julio de 2017, The Guardian

«El declive es real»
La caída en picado de los niveles de testosterona destruirá la sociedad.

— 1 de marzo de 2022, americanmind.org

En noviembre de 2022, la revista Human Reproduction Update publicó datos que revelan que el colapso de las tasas de fertilidad masculina en todo el mundo se está acelerando con el recuento de espermatozoides que ha disminuido en un 62 por ciento en menos de 50 años, una tendencia de décadas que se está acelerando.

Nuestros hallazgos sirven como un canario en una mina de carbón. Tenemos un grave problema en nuestras manos que, si no se mitiga, podría amenazar la supervivencia de la humanidad. —Prof. Hagai Levine de la Universidad Hebrea de Jerusalén, 15 de noviembre de 2022; cf. timesofisrael.com

La Fundación Bill y Melinda Gates curiosamente invirtió millones en la compañía Monsanto, que produce el químico agrícola glifosato. ¿Es solo una coincidencia, entonces, que el producto de Monsanto «Roundup», que ahora aparece en todas partes y en todo, desde el agua subterránea hasta la mayoría de los alimentos, la comida para mascotas, la orina de «la mayoría de los niños» y más del 70% de los cuerpos estadounidenses, también está relacionado directamente con las vacunas, que ahora es la mayor inversión financiera de Bill Gates?

El glifosato es un durmiente porque su toxicidad es insidiosa y acumulativa, por lo que erosiona lentamente su salud con el tiempo, pero funciona sinérgicamente con las vacunas … En particular, porque el glifosato abre las barreras. Abre la barrera intestinal y abre la barrera cerebral… Como consecuencia, esas cosas que están en las vacunas entran en el cerebro, mientras que no lo harían si no tuviera toda la exposición al glifosato de los alimentos. —Dra. Stephanie Seneff, científica investigadora principal del Laboratorio de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial del MIT; La verdad sobre las vacunas, documental; transcripción, p. 45, Episodio 2

El sulfato de colesterol juega un papel esencial en la fertilización y el zinc es esencial para el sistema reproductor masculino, con una alta concentración encontrada en el semen. Por lo tanto, la probable reducción en la biodisponibilidad de estos dos nutrientes debido a los efectos del glifosato podría contribuir a los problemas de infertilidad. — «Glyphosate’s Suppression of Cytochrome P450 Enzymes and Amino Acid Biosynthesis by the Gut Microbiome: Pathways to Modern Diseases», por el Dr. Anthony Samsel y la Dra. Stephanie Seneff; people.csail.mit.edu

Otro producto químico agrícola, la atrazina, utilizado en el maíz, el sorgo y la caña de azúcar, ha sido prohibido en 44 países, pero todavía se usa en los Estados Unidos. «Un tesoro de investigaciones bien documentadas ha relacionado el herbicida disruptor endocrino con defectos de nacimiento, bajos recuentos de espermatozoides y problemas de fertilidad».[5]

Otro titular resonó en febrero del año pasado:

«Los plásticos son un factor importante en la rápida disminución del conteo de espermatozoides» —3 de febrero de 2023, childrenshealthdefense.org

Y finalmente, un estudio danés revisado por pares ha encontrado un vínculo con la disminución del conteo de espermatozoides y los «productos químicos para siempre», aquellos que se utilizan para hacer que miles de productos sean resistentes al agua, las manchas y el calor. Las PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas) se encuentran en envases de alimentos, utensilios de cocina antiadherentes, telas impermeables, pinturas, plásticos, ceras, hilo dental, alfombras y más. Son «para siempre» porque no se descomponen.

¡La vida está bajo ataque![6]

Quien ataca la vida humana, de alguna manera ataca a Dios mismo.
—PAPA SAN JUAN PABLO II, Evangelium Vitae, n. 10

El 8 de mayo de 2020, se publicó un «Llamamiento para la Iglesia y el mundo a los católicos y a todas las personas de buena voluntad«. Sus firmantes incluyen al cardenal Joseph Zen, el cardenal Gerhard Müeller (prefecto emérito de la Congregación de la Doctrina de la Fe), el obispo Joseph Strickland y Steven Mosher, presidente del Instituto de Investigación de Población, por nombrar solo algunos. Entre los mensajes señalados de la Apelación se encuentra la advertencia de que «bajo el pretexto de un virus … Se está estableciendo una odiosa tiranía tecnológica «en la que personas sin nombre y sin rostro pueden decidir el destino del mundo».

Tenemos razones para creer, sobre la base de los datos oficiales sobre la incidencia de la epidemia en relación con el número de muertes, que hay potencias interesadas en crear pánico entre la población mundial con el único objetivo de imponer permanentemente formas inaceptables de restricción de las libertades, de controlar a las personas y de rastrear sus movimientos. La imposición de estas medidas iliberales es un preludio inquietante para la realización de un gobierno mundial más allá de todo control. Consideremos también la flagrante contradicción de aquellos que persiguen políticas de control drástico de la población y al mismo tiempo se presentan como el salvador de la humanidad, sin ninguna legitimidad política o social. Apelación, 8 de mayo de 2020

San Juan Pablo II fue indudablemente profético cuando advirtió que «ahora estamos frente a la confrontación final entre la Iglesia y la anti-iglesia, entre el Evangelio y el anti-evangelio, entre Cristo y el anticristo».[7] En otras palabras, la «cultura de la vida» frente a la «cultura de la muerte».

En el Salmo de hoy, a una generación futura se le da una promesa: la promesa de victoria sobre esta cultura de muerte:

Que esto se escriba para la generación venideray que sus futuras criaturas alaben al Señor:
«El Señor miró hacia abajo desde su santa alturadesde el cielo vio la tierra, para oír el gemido de los prisioneros, para liberar a los condenados a morir».

Fe, no miedo

por Mark Mallett de The Now Word

Una de las grandes alegrías para nosotros como contribuyentes a la Cuenta Regresiva para el Reino es leer cartas de sacerdotes, monjes, Madres Superioras e innumerables laicos de todo el mundo que testifican de los frutos del Espíritu Santo que nacen de la lectura de los (supuestos) Mensajes del Cielo aquí. Realmente nos regocijamos con ustedes, con las conversiones que suceden en sus corazones, sus familias y parroquias. ¡Algunos de ellos son bastante dramáticos! Y sí, estas frutas son importantes.

El difunto obispo Stanley Ott de Baton Rouge, LA, una vez le preguntó a San Juan Pablo II:

«Santo Padre, ¿qué piensa usted de Medjugorje?» El Santo Padre siguió comiendo su sopa y respondió: «¿Medjugorje? ¿Medjugorje? ¿Medjugorje? Sólo están sucediendo cosas buenas en Medjugorje. La gente está rezando allí. La gente va a confesarse. La gente está adorando la Eucaristía, y la gente se está volviendo a Dios. Y, sólo cosas buenas parecen estar sucediendo en Medjugorje.» —relatado por el arzobispo Harry J. Flynn, medjugorje.ws

Jesús enseñó:

Un buen árbol no puede dar malos frutos, ni un árbol podrido puede dar buenos frutos. (Mateo 7:18)

Ahora, he escuchado a escépticos y, sorprendentemente, incluso a algunos apologistas de carrera decir: «¡Ah, pero Satanás también puede producir buenos frutos!» Están basando esto en la advertencia de San Pablo:

… tales personas son falsos apóstoles, obreros engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y no es de extrañar, porque incluso Satanás se disfraza de ángel de luz. Así que no es extraño que sus ministros también se hagan pasar por ministros de justicia. Su fin corresponderá a sus hechos. (2 Corintios 11:13-15)

De hecho, San Pablo está contradiciendo su argumento porque en realidad dice que los conocerás por su fruto: «Su fin corresponderá a sus obras». Sí, Satanás puede obrar mentiras «señales y prodigios» para estar seguro. ¿Pero buenos frutos? No. Los gusanos eventualmente saldrán.

De hecho, Jesús mismo señala los frutos de su misión como evidencia de su autenticidad:

Ve y dile a Juan lo que has visto y oído: los ciegos recuperan la vista, los cojos caminan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres tienen las buenas nuevas proclamadas para ellos. Y bienaventurado el que no se ofende conmigo. (Lucas 7:22-23)

¿Por qué Jesús nos daría esta prueba de fuego de los frutos si no podemos depender de ellos? Por el contrario, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe refuta esta noción errónea de que, cuando se trata de juzgar las revelaciones proféticas, los frutos son irrelevantes. Más bien, se refiere específicamente a la importancia de que tal fenómeno …

… dar frutos por los cuales la Iglesia misma podría discernir más tarde la verdadera naturaleza de los hechos… — «Normas sobre la manera de proceder en el discernimiento de presuntas apariciones o revelaciones» n. 2, vatican.va

… Pero también hay miedo

Dicho todo esto, también somos conscientes de algunas personas que están asustadas por lo que han leído de algunos videntes aquí. Otras personas están muy enfocadas en lo sensacional. Por ejemplo, un sacerdote me dijo que sabe de una persona que está comprando tierras para construir un «refugio» allí. Otros están preocupados por la cantidad de comida que deberían almacenar (al menos algunos videntes aquí, como

 Gisella Cardia de Italia y  Jennifer de América supuestamente han recibido mensajes alentando a los fieles a almacenar algo de comida, agua y suministros). Y finalmente, otros están preocupados por el espectro de la guerra, la «Advertencia» y los llamados «Tres Días de Oscuridad», etc.

Voy a abordar brevemente algo de esto en un momento porque es crucial que los fieles mantengan una perspectiva saludable. Ciertamente, el cuerpo de mensajes ya proporciona este equilibrio, pero nos damos cuenta de que algunas personas responden solo a rumores, chismes o no toman cuidadosamente en consideración todo el cuerpo de los mensajes de un vidente y, por lo tanto, el contexto más amplio. El problema es que hay un vacío de sabiduría cuando se trata de ayudar a los fieles a discernir. Una de las muchas crisis en la Iglesia hoy en día es la falta de orientación y ayuda de los pastores con respecto a la profecía, que San Pablo enumera como uno de los principales dones en la Iglesia, después de los Apóstoles.

[1] ¿Por qué, entonces, no sólo hay una falta de enseñanza sobre este don, sino incluso un cierto desdén por él (1 Tesalonicenses 5:19) entre algunos clérigos? Hay muchas razones para ello, algunas de las cuales abordo en Racionalismo y la muerte del misterioEntonces, consideremos nuevamente las palabras del Catecismo sobre este tema, que explica que, aunque Dios ha revelado todo lo que se necesita para nuestra salvación, no necesariamente ha revelado todo lo que se requiere para nuestra santificación.

Sin embargo, incluso si la Revelación ya está completa, no se ha hecho completamente explícita; queda para que la fe cristiana comprenda gradualmente su pleno significado a lo largo de los siglos. A lo largo de los siglos, ha habido las llamadas revelaciones «privadas», algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. No pertenecen, sin embargo, al depósito de la fe. No es su papel mejorar o completar la Revelación definitiva de Cristo, sino ayudar a vivir más plenamente por ella en un cierto período de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sensus fidelium («sentido de los fieles») sabe discernir y acoger en estas revelaciones todo lo que constituye una auténtica llamada de Cristo o de sus santos a la Iglesia. —Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 66-67

Ahí lo tienes en pocas palabras: Dios todavía habla; Él da profecía para ayudarnos a vivir por la Revelación de Cristo; y (con suerte) guiados por el Magisterio, podemos discernir lo que es auténtico y lo que no lo es. Dicho de otra manera:

No apagues el Espíritu. No desprecies las declaraciones proféticas. Pruébalo todo; Retener lo que es bueno. (1 Tesalonicenses 5:19-21)

El punto central en todo esto es adquirir las herramientas para saber «qué hacer» con las profecías más dramáticas. Como colaboradores de este sitio web, no es nuestro papel editar las «cosas aterradoras», amordazar a Dios porque ofende la sensibilidad de algunos. Pero artículos como este están aquí para apoyarte. Para…

El profeta es alguien que dice la verdad sobre la fuerza de su contacto con Dios, la verdad de hoy, que también, naturalmente, arroja luz sobre el futuro. —Cardenal Joseph Ratzinger (PAPA BENEDICTO XVI), Profecía Cristiana, La Tradición Post-Bíblica, Niels Christian Hvidt, Prólogo, p. vii

Al mismo tiempo, debemos reconocer que Dios-que-es-amor no advierte a sus hijos para aterrorizarlos, sino precisamente para llamarlos a la conversión.

En este punto, debe tenerse en cuenta que la profecía en el sentido bíblico no significa predecir el futuro, sino explicar la voluntad de Dios para el presente y, por lo tanto, mostrar el camino correcto para el futuro. Nos ayudan a comprender los signos de los tiempos y a responder a ellos correctamente con fe. —Cardenal Ratzinger (PAPA BENEDICTO XVI), «Mensaje de Fátima», Comentario teológico, www.vatican.va

Entonces, ¿cómo debemos responder «correctamente con fe» a estas profecías que preocupan a algunas personas?

Preguntas prácticas

Confieso que siempre me sorprende un poco cuando escucho a los católicos indignados de que ciertos videntes y videntes se «atrevieran» a profetizar cosas como calamidades. Pero ¿no deberíamos, más bien, indignarnos de que nuestro mundo, lejos de arrepentirse, continúe abortando bebés por una suma de 115,000 por día, esté enseñando a los niños las «virtudes» de la sodomía y la masturbación, se dedique a la trata masiva de personas y la pornografía infantil, esté atacando el matrimonio y la libertad de expresión y religión, esté respaldando tropos marxistas, ¿Y es sumergirse de cabeza en el comunismo global? Pero no, parece que las profecías sobre almacenar un poco de comida o Coming Refuges and Solitudes tienen a algunas personas en nudos. Así que abordemos esto racionalmente porque, francamente, algunas personas no están siendo prudentes.

Sobre los refugios

¿Qué pasa con los refugios? Según las Escrituras, los doctores de la Iglesia y los videntes de todo el mundo, Dios va a proporcionar en algún momento lugares de refugio y protección (ver El refugio de nuestros tiempos). Pero dime querido hermano, ¿dónde? Dime, hermana, ¿cuándo? Realmente no lo sabemos. Entonces, por qué algunas personas salen a comprar tierras y dicen que este será su «refugio» es desconcertante, si no presuntuoso. Si estamos corriendo hacia otro conflicto global y persecución masiva de la Iglesia, ¿dónde está «seguro»? Terry Law, un cristiano evangélico dijo una vez: «El lugar más seguro para estar es en la voluntad de Dios». Sí, amén a eso. La Voluntad Divina es nuestro refugio.

El refugio, en primer lugar, eres tú. Antes de que sea un lugar, es una persona, una persona que vive con el Espíritu Santo, en estado de gracia. Un refugio comienza con la persona que ha entregado su alma, su cuerpo, su ser, su moralidad, de acuerdo con la Palabra del Señor, las enseñanzas de la Iglesia y la ley de los Diez Mandamientos. —P. Michel Rodrigue, Fundador y Superior General de la Fraternidad Apostólica de San Benito José Labre 

Más allá de eso, ninguno de nosotros sabe nada más. Dios puede llamarte a casa esta noche. O puede verse obligado a emigrar a otro país con nada más que la camisa en la espalda. O tal vez tengas que esconderte algún día en un bosque mientras el cómodo «refugio» que construiste para ti mismo es saqueado. Así que sí, aquí es donde esa vieja homilía de espera que nuestros sacerdotes sacan para esas lecturas apocalípticas de la Misa sigue siendo cierta: cada uno de nosotros debe prepararse para nuestro «tiempo final» personal y no preocuparse por el «fin de los tiempos».

Pero preocuparse por el «fin de los tiempos» es muy diferente a hacer realmente lo que Jesús nos mandó: «velar y orar».[2] Porque aunque no sepamos el día o la hora de Su regreso final al final de los tiempos, podemos, queremos, y debemos conocer las «señales» de una gran apostasía, la cercanía del Anticristo, la persecución, etc.

En cuanto a los tiempos y las estaciones, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriban nada. Porque vosotros mismos sabéis muy bien que el día del Señor vendrá como un ladrón por la noche. Cuando la gente dice: «Paz y seguridad», entonces el desastre repentino viene sobre ellos, como dolores de parto en una mujer embarazada, y no escaparán. Pero ustedes, hermanos, no están en tinieblas, porque ese día los alcanzará como un ladrón. Porque todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día. (1 Tesalonicenses 5:1-5)

Dicho esto, si nuestra actitud es la de tratar de «escapar» del mundo y escondernos, entonces también hemos olvidado nuestra misión (ver Un Evangelio para todos):

Nadie que encienda una lámpara la esconde o la coloca debajo de una canasta de celemín, sino en un candelabro para que los que entran puedan ver la luz… Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo… (Lucas 11:33, Mateo 28:19).

Por lo tanto, caminemos a la luz de la verdad, la sabiduría, el entendimiento y el discernimiento… no la compulsión del miedo y la autoconservación ni la arrogancia y la condescendencia con las que, con demasiada frecuencia, se recibe la profecía. Eso es una ofensa a Dios: Él no nos habla ni envía a Su Madre para que la ignoremos o nos burlemos de ella.

Os exhortamos a escuchar con sencillez de corazón y sinceridad de mente las saludables advertencias de la Madre de Dios… Los Romanos Pontífices… Si son instituidos guardianes e intérpretes de la Revelación divina, contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición, también tienen el deber de recomendar a la atención de los fieles, cuando, después de un examen responsable, la juzgan para el bien común, las luces sobrenaturales que Dios ha querido dispensar gratuitamente a ciertas almas privilegiadas. no para proponer nuevas doctrinas, sino para guiarnos en nuestra conducta. —PAPA SAN JUAN XXIII, Radiomensaje Papal, 18 de febrero de 1959; L’Osservatore Romano

Dicho todo esto, hay algunas personas que son llamadas, y que genuinamente creen, que sus propiedades u hogares serán refugios algún día para proteger al pueblo de Dios. Quiero decir, si va a haber refugios, van a estar en alguna parte. No los juzgo, aunque ciertamente los insto a ser cautelosos y prudentes y colocarse, si es posible, bajo una buena dirección espiritual.

Sobre los suministros de alimentos

En cuanto al almacenamiento de alimentos, sí, algunos mensajes han instado a esto. Recientemente, Nuestra Señora supuestamente dijo a Gisella Cardia el 18 de agosto de 2020:

Queridos hijos, gracias por haber escuchado Mi llamado en vuestros corazones. Os pido que nunca abandonéis la oración: será la única arma que os protegerá. La Iglesia está en conflicto: obispos contra obispos, cardenales contra cardenales. Oren por Estados Unidos porque habrá grandes conflictos con China. Hijos míos, les pido que hagan reservas de alimentos durante al menos tres meses. Ya les había dicho que la libertad que se les concede sería una ilusión: se verán obligados una vez más a quedarse en sus hogares, pero esta vez será peor porque la guerra civil está cerca…Jesús dice:

 Jennifer :

Hija Mía, este es un tiempo de gran preparación. No solo deben prepararse limpiando su alma, sino también dejando a un lado la comida y el agua, y Mis ángeles los conducirán a su lugar de refugio. Hija Mía, muchos negarán que venga un Aviso. Muchos se burlarán de ustedes por su disposición a seguir Mis caminos y no el camino del mundo. Estas son las almas, hija Mía, que necesitan más oración. Estas son las almas por las que debes estar dispuesto a sufrir. —2 de julio de 2003; wordsfromjesus.com

Nuestro traductor, Peter Bannister, señala:… Si la idea de almacenar alimentos en preparación para tiempos de crisis es mal vista por algunos, más adelante en el libro de Génesis vemos cómo José salva a la nación de Egipto, y se reconcilia con su propia familia, haciendo precisamente esto. Es su don profético, que le permite interpretar el sueño del Faraón de siete vacas buenas y siete vacas magras como una predicción de una hambruna en Egipto, lo que lo lleva a almacenar «grandes cantidades» de grano (Génesis 41:49) en todo el país. Esta preocupación por la provisión material no se limita además al Antiguo Testamento; en los Hechos de los Apóstoles una predicción similar de hambruna en el imperio romano es dada por el profeta Agabo, a la que los discípulos responden proporcionando ayuda a los creyentes en Judea (Hechos 11:27-30).

El cielo no está promoviendo una mentalidad de supervivencia, sino una de simple prudencia. Mire lo que sucedió después de la «primera ola» de COVID-19: la gente no pudo encontrar levadura, masa, papel higiénico, etc. e incluso ahora, muchas tiendas y proveedores dicen que todavía no pueden abastecer adecuadamente sus estantes mientras las empresas continúan cerrando y se avecinan informes de escasez de alimentos. Es solo prudencia prepararse para lo que ya es evidente en los titulares. Prepárate, sí. ¿Pánico? En absoluto. Entonces, si solo tiene espacio para almacenar el valor de una semana de comida, entonces es lo que es. Entonces le dices a Jesús: «Señor, aquí están mis cinco panes y dos peces. Sé que puedes multiplicarlos, siempre y cuando sea necesario. Por mi parte, pongo toda mi esperanza y confianza en Ti.»[3]

Sobre la «Advertencia»

Con respecto a la próxima «Iluminación de la Conciencia» o Advertencia profetizada o aludida por supuestos videntes de todo el mundo, incluidos los de Garabandal, el P. Stefano Gobbi, Jennifer, Gisella Cardia, Luz de María, Vassula Ryden, la Sierva de Dios María Esperanza, Santa Faustina, etc., y aparentemente predicha en Apocalipsis 6: 12-17 (ver El Gran Día de Light), Tampoco hay necesidad de temer este evento, si estás en un «estado de gracia«.

Con Su amor divino, Él abrirá las puertas de los corazones e iluminará todas las conciencias. Cada persona se verá a sí misma en el fuego ardiente de la verdad divina. Será como un juicio en miniatura. Y entonces Jesucristo traerá Su glorioso reino en el mundo. —Nuestra Señora al P. Stefano Gobbi, A los sacerdotes, los hijos amados de Nuestra Señora, 22 de mayo de 1988

Es necesario que el pueblo de nuestro Rey y Señor Jesucristo entienda que este es un momento decisivo… Permanezca alerta, el sacrificio agradable a Dios es el que más duele. En el Aviso, se verán a sí mismos como son, por lo tanto, no deben esperar, ¡conviértanse ahora! Del universo viene una gran amenaza inesperada para la humanidad: la fe es indispensable. —San Miguel Arcángel a Luz de María, 30 de abril de 2019

El cielo está oscuro y parece que es de noche, pero mi corazón me dice que es en algún momento de la tarde. Veo que el cielo se abre y puedo escuchar largos y prolongados truenos. Cuando miro hacia arriba veo a Jesús sangrando en la cruz y la gente está cayendo de rodillas. Jesús entonces me dice: «Ellos verán su alma como yo la veo». Puedo ver las heridas tan claramente en Jesús, y Jesús entonces dice: «Ellos verán cada herida que han agregado a Mi Sacratísimo Corazón». cf. Jennifer — Visión del Aviso

Sí, algunos videntes han dicho que aquellos que están lejos de Dios pueden morir asustados de ver la condición de sus almas. Otros llorarán con profunda tristeza…

Clamaron a las montañas y a las rocas: «Cae sobre nosotros y escóndenos del rostro del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero, porque ha llegado el gran día de su ira y ¿Quién puede resistirlo?» (Apocalipsis 6:16-17)

… mientras que otros encontrarán gran consuelo y aliento en su relación con Dios. Pero, ¿por qué, preguntó un sacerdote, Dios daría una corrección tan universal en este momento? La respuesta es porque, desde el Diluvio, Dios no se ha preparado para purificar una vez más toda la tierra para establecer Su Reino y Divina Voluntad «en la tierra como en el Cielo». El Aviso es precisamente eso: un «último llamado» a esa generación para que regrese a la casa del Padre. Como Jesús le dijo a la Sierva de Dios Luisa Piccarreta:

… los castigos son necesarios; esto servirá para preparar el terreno para que el Reino del Supremo Fiat [la Divina Voluntad] se forme en medio de la familia humana. Así, muchas vidas, que serán un obstáculo para el triunfo de Mi Reino, desaparecerán de la faz de la tierra. —Diario, 12 de septiembre de 1926; La corona de santidad sobre las revelaciones de Jesús a Luisa Piccarreta, Daniel O’Connor, p. 459

Pero si tienes miedo porque sientes que eres un gran pecador, ¡entonces haz algo al respecto! Tenemos que dejar de quejarnos de lo horribles que somos y entregarnos a las manos amorosas de Jesús.

No os dejéis absorto en vuestra miseria —todavía sois demasiado débiles para hablar de ella—, sino más bien mirad Mi Corazón lleno de bondad y mantennos imbuidos de Mis sentimientos. —Jesús a Santa Faustina, Divina Misericordia en mi alma, Diario, n. 1486

Aquí nuevamente es donde la revelación privada debe encontrar su eco en la Revelación Pública de Cristo. Todo lo que realmente necesitas para tu salvación se encuentra en los Sacramentos, las Escrituras y la Sagrada Tradición. Esto debe convertirse en tu pan de cada día, por así decirlo. Así que la mejor manera de «mirar» el Corazón de Jesús es sumergirse en Su misericordia en el confesionario. Ve semanalmente si es necesario, pero ve (siempre con un corazón sincero para convertirte).

Si un alma fuera como un cadáver en descomposición para que, desde un punto de vista humano, no hubiera [esperanza de] restauración y todo ya estuviera perdido, no es así con Dios. El milagro de la Divina Misericordia [en confesión] restaura esa alma en su totalidad. ¡Oh, cuán miserables son aquellos que no se aprovechan del milagro de la misericordia de Dios! —Divina Misericordia en Mi Alma, Diario, n. 1448

«… aquellos que van a la Confesión con frecuencia, y lo hacen con el deseo de progresar» notarán los avances que hacen en sus vidas espirituales. «Sería una ilusión buscar la santidad, según la vocación que se ha recibido de Dios, sin participar con frecuencia de este sacramento de conversión y reconciliación». —PAPA JUAN PABLO II, Conferencia Penitenciaria Apostólica, 27 de marzo de 2004; catholicculture.org

Del miedo a la fe

Para terminar, queridos hermanos y hermanas, podría ayudar a algunos de ustedes saber que soy más crítico y escéptico de la revelación privada de lo que la gente puede pensar. Después de todo, soy un ex reportero de noticias. El escepticismo era solo parte del trabajo. Mientras escucho a todos los videntes y profetas aquí, al mismo tiempo sostengo estas palabras «libremente». Estoy conservando lo que es bueno, especialmente esas palabras de amor y aliento que todos necesitamos tan desesperadamente en estos días. En cuanto a los detalles, bueno, esperamos y vemos, «velamos y oramos».

Mientras tanto, aférrate a Jesucristo yendo a Misa tan frecuentemente como puedas, yendo regularmente a la Confesión, leyendo las Escrituras, rezando el Rosario y pasando tiempo a solas con Dios todos los días en oración. De esta manera, el miedo dará paso a la fe, porque Dios, que es Amor Perfecto, echará fuera el miedo en los corazones de aquellos donde Él es bienvenido.

No hay miedo en el amor, pero el amor perfecto echa fuera el miedo. (1 Juan 4:18)

El que me ama cumplirá mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él. (Juan 14:23)

Si estás teniendo dificultades para rendir el miedo y la ansiedad al Señor (¡no te preocupes, no estás solo!), Entonces te animo a rezar la hermosa Novena de Abandono o la Letanía de Confianza a continuación. Después de todo, después de haber dado un diario de revelaciones a Santa Faustina que Jesús dijo que prepararía para su «venida final»,[4] Esencialmente nos dejó cinco palabras en las que confiar para estos tiempos: Jesús, confío en Ti.

Y eso es suficiente, porque la fe puede mover montañas.

 LETANÍA DE CONFIANZA

De la creencia de que tengo que ganar Tu amor
líbrame, Jesús.
Del temor de que no soy digno de
ser amado, líbrame, Jesús.
De la falsa seguridad de que tengo lo que se necesita
Líbrame, Jesús.
Del temor de que confiar en Ti me dejará más indigente
Líbrame, Jesús.
De toda sospecha de Tus palabras y promesas
líbrame, Jesús.
De la rebelión contra la dependencia infantil de Tú, líbrame
, Jesús.
De rechazos y renuencias a aceptar Tu voluntad
Líbrame, Jesús.
De la ansiedad por el futuro
Líbrame, Jesús.
Del resentimiento o la preocupación excesiva por el pasado
líbrame, Jesús.
De la búsqueda inquieta de sí mismo en el momento
presente líbrame, Jesús.
De la incredulidad en Tu amor y presencia
Líbrame, Jesús.
Del temor de que me pidan que dé más de lo que tengo
Líbrame, Jesús.
De la creencia de que mi vida no tiene sentido ni valor
líbrame,Jesús s. Del temor de lo que el amor exige
líbrame, Jesús.

Del desaliento
líbrame, Jesús.

Que continuamente me sostienes, me sostienes, me amas
Jesús, confío en Ti.
Que Tu amor va más profundo que mis pecados y fallas y me
transforma Jesús, confío en Ti.
Que no saber lo que trae el mañana es una invitación a apoyarse en Ti Jesús, confío en Ti
.
Que estás conmigo en mi Jesús sufriente
, confío en Ti.
Que mi sufrimiento, unido a los tuyos, dará fruto en esta vida y en el próximo
Jesús, confío en Ti.
Para que no me dejes huérfano, para que estés presente en Tu Iglesia
Jesús, confío en Ti.
Que Tu plan es mejor que cualquier otra cosa
Jesús, confío en Ti.
Para que siempre me escuches y en Tu bondad siempre me
respondas Jesús, confío en Ti.
Que me des la gracia de aceptar el perdón y perdonar a los demás
Jesús, confío en Ti.
Que me des toda la fuerza que necesito para lo que se le pide
Jesús, confío en Ti.
Que mi vida es un regalo Jesús, confío en Ti. Que me enseñarás a confiar en Ti, Jesús, confío en Ti
.
Que Tú eres mi Señor y mi Dios
Jesús, confío en Ti.
Que Yo soy Tu amado
Jesús, confío en Ti.

por Sor Faustina Maria Pia, SV

HERMANAS DE LA VIDA
Anunciación Casa Madre 38 Montebello Road Suffern, NY 10901

845.357.3547

Notas

↑11 Corintios 12:27-31
↑2Mateo 26:41
↑3cf. Lucas 12:22-34
↑4Divina Misericordia en Mi Alma, Diario, n. 429

Aproximación al abismo

Teológicamente, ¿qué otra cosa es el abismo, sino el encontrarse en la dificultad irresoluble de huir de un lugar a otro añorado? Es concebible como estar en un calabozo detestable, sin posibilidad de subir al cielo o de rondar por la tierra. Es el abajo con relación al arriba de la tierra o del cielo (cf. Fp 2, 10; 2 Pe 2, 4). Etimológicamente, significa sin fondosin límite.

Recordemos el episodio del endemoniado de Gerasa. El espíritu inmundo que le atormentaba, al verse atemorizado por la autoridad del Señor Jesús, no quería caer en el abismo, del que acaso sabía que nunca pudiera salir, sino que ansiaba, a pesar de su condenación y de su estado infernal, vagar aún por la tierra de Gerasa (cf. Mc 5, 1-13; Lc 8, 26-34).

Por otra parte, la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro deja una enseñanza llamativa, tal vez la más clara sobre el concepto de abismo. Se queja de sed Epulón al hallarse en el Hades, entonces le ruega a Abrahán que Lázaro, acogido en un lugar apacible, le dé una gota de agua. Pero recibe de él esta respuesta: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros» (Lc 16, 25-26). En otras palabras, estar en el Hades presupone padecer también el abismo, la situación espiritual angustiosa de no poder traspasar una distancia infranqueable. Es algo semejante a la advertencia del Señor Jesús: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán» (Lc 13, 24). El abismo es además comparable con «las tinieblas de fuera» (cf. Mt 22, 13).

El Apocalipsis refiere que Satanás y sus secuaces fueron arrojados del cielo a la tierra por san Miguel y sus aliados: «Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él» (Ap 12, 7-9). ¿Por qué no hubo ya lugar en el cielo para ellos? Me parece que fue la consecuencia de un juicio del Altísimo, cuyos ángeles celestiales obedecieron su oportuno mandato de rechazarlos de su presencia. Sin duda, no lo hubo ya para ellos después de la horrible Pasión del Hijo de Dios (cf. Ap 12, 10-12), como si la entrada de arriba les fuera clausurada para siempre. Se trata de un hito: por la Sangre de Cristo, por la victoria de la Crucifixión, por el Sacrificio del Redentor (cf. Ap 12, 11), la Iglesia militante, con el amparo de la Virgen Reina, puede desde ahora vencer al Dragón (cf. 1 Jn 2, 14), quien no acusará más «delante de Dios» a los elegidos (cf. Ap 12, 10), como podía hacer antaño según el libro de Job (cf. Jb 1, 6-12).

Es importante tener esto en cuenta: «Entonces se entabló una batalla en el cielo»… ¿Cuándo? Cuando la Mujer vestida de sol hubiese dado a luz al «Hijo varón», que fue arrebatado hasta Dios y su trono (cf. Ap 12, 5). Me parece que tiene resonancias no solo con un dogma del Credo: subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, sino también con la predicción del Redentor antes de su Pasión y de su cercana Ascensión: «Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 31-32). Se puede inferir que el Príncipe de este mundo, que es el mismo Satanás, fue «echado fuera» tras la Pasión de Cristo, ¿pero fuera de qué? ¿De este mundo? No: todavía es el Príncipe de este mundo (cf. 1 Jn 5, 19). Por supuesto, fue echado fuera del cielo. También, precisamente, fue echado fuera de nosotros: quien es de Cristo no pertenece al Diablo, quedando resguardado y protegido (cf. Jn 17, 15). De hecho, Cristo vino a salvarnos del pecado y a expulsar demonios (cf. Mt 10, 1); mejor dicho, vino a liberarnos del maligno y, por lo tanto, de ser arrastrados a la perdición eterna, a condición de que no pequemos más y le sigamos siendo fieles y perseverantes por el arduo camino de la cruz personal en el valle de lágrimas.

Por lo visto, el Dragón y sus huestes, una vez arrojados a la tierra por san Miguel y sus legiones, no podrán merodear ya por el cielo. En este sentido, ¿no es comprensible que, con relación al cielo, se encuentren en el abismo? Es deducible que entre ellos y el cielo media un abismo insuperable: estarán como encerrados abajo, incapaces de traspasar lo inaccesible, así como Adán y Eva fueron desalojados del paraíso con la prohibición perpetua de volver a él. Pero esto, a mi juicio, no quiere decir que no puedan andar por (o tener influencia sobre) la tierra o incluso el aire (cf. Ef 2, 2).

El abismo sería más bien un estado espiritual de alejamiento insalvable, no un lugar como el cielo, la tierra o el mar, que son creados por Dios (cf. Ap 10, 6); significaría, en resumidas cuentas, una impotencia absoluta para ir de un lugar a otro deseado. Sin embargo, si entre la tierra y el cielo dista un abismo, más profunda será la distancia entre el cielo y el infierno, por lo que al infierno le cuadra mejor la idea de ser un lugar abismal o la connotación de ser simplemente el abismo, esto es, lo que está más apartado de la luz de Dios y que es además tenebroso (cf. 2 Pe 2, 4). De modo que, propiamente, el abismo no es un lugar, sino el estado de un lugar inferior con respecto a otro superior: cuanto más lejano es, más abismal será.

¿Es objetable que el ser Satanás arrojado a la tierra (cf. Ap 12, 9) sea exactamente lo mismo que el ser arrojado al abismo (cf. Ap 20, 3)? En el primer caso, el Dragón batalla arriba en el cielo, hasta caer en la tierra; en el segundo caso, un ángel que baja del cielo lo encadena, lo repele al abismo y lo encierra ahí con la llave. Hay, sí, una diferencia de situación: en primer lugar, Satanás está arriba en el cielo; en segundo lugar, está debajo del cielo porque un ángel desciende de allá y lo sujeta. Se puede argumentar que al Dragón, apenas haya sido derribado a la tierra por san Miguel, se le encadena, se le arroja al abismo y se le encierra allí, es decir, se le obstaculiza regresar al cielo para siempre. Conviene neutralizarlo así, no sea que suba otra vez con libertad. Meterlo en el abismo, en el fondo, implica alejarle tanto como se pueda para cerrarle el ingreso al cielo.

Los versículos del Apocalipsis sobre el encadenamiento del Dragón (cf. Ap 20, 1-3) son complejos. Sin duda, este encadenamiento dura mil años, que son, de acuerdo con la teología de san Agustín, todo el tiempo de la Iglesia militante que peregrina hasta la Parusía y el consiguiente fin del mundo. Entonces vale interrogar en qué consiste el acto de encadenar al Dragón, que es un lenguaje simbólico. Lo explica el santo doctor de Hipona: la predicación de la fe, que invita a la conversión.

En otras palabras, estará atado Satanás para las naciones mientras ocurra la evangelización, la propagación del Reino de Dios (cf. Mt 12, 28), pues por todo lo que comporta la fe en el Crucificado, por el nombre santo de Jesús (cf. Mc 16, 17), sufre este ángel el vade retro, el impedimento de agarrar y de enseñorearse de las almas fieles al Resucitado, hasta que, durante el tiempo de la apostasía final al acabarse los mil años, sea suelto (ya como un castigo, ya como una prueba que Dios permite) para seducir al mundo entero por medio del Anticristo. En mi concepto, será entonces manifiesto el misterio de la iniquidad, removido el estorbo de lo que le retenía (cf. 2 Tes 2, 6-8), y sucederá la abominación de la desolación (cf. Mt 24, 15).

¿Conseguirá enseguida volar el Dragón escapando del abismo, conforme a lo que leemos: «Cuando se cumplan los mil años, Satanás será soltado de su prisión» (Ap 20, 7)? Casi todas las Biblias traducen prisión. Ciertamente, el abismo es como tal. Pero aquí hay una expresión figurada: siendo una criatura incorpórea, no cabe imaginar que realmente esté dentro de una cárcel, como tampoco que esté amarrado con una cadena. Es entendible que, después de ser abatido por san Miguel y de ser pronto aprisionado en el abismo (esto es, de ser del todo retirado del cielo), se le otorgará una oportunidad histórica, solo por poco tiempo: antes de ambicionar soberbiamente la conquista del mismo cielo (cf. Is 14, 12-15), será desatado para dominar más la tierra y el mar (cf. Ap 12, 12), es decir, tendrá un gran poder de seducción, a causa del eclipse del Evangelio, que es la luz de las naciones, y del aumento del pecado, que son las tinieblas del mundo (cf. 2 Tes 2, 9-11). Adquirirá, pues, dentro del ámbito decadente de la apostasía (cf. 2 Tes 2, 3), un mayor alcance (cf. Ap 13, 2) para arrebatar almas y empujarlas al abismo infernal a través de sus dos bestias (cf. Ap 13), hasta prepararse para un nuevo combate celestial, la última confrontación entre sus partidarios y los de Dios: el Harmagedón. Es lo que llamo la guerra del fin del mundo, que no será, estando ad portas la Parusía, solo entre hombres (en el orden natural) sino también entre ángeles (en el orden sobrenatural).

En efecto, el Dragón será el líder y partícipe, con el servicio de sus dos bestias, el Anticristo y el Falso Profeta, de esta guerra tremenda contra el Verbo de Dios y sus ejércitos (cf. Ap 16, 12-16; 19, 11 ss.). Es entonces cuando, en mi opinión, verá el cielo abierto para esta lucha final, la más decisiva entre los ángeles desde aquella en que san Miguel lo derribó a la tierra tras la Pasión de Cristo: «Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco: el que lo monta se llama Fiel y Veraz; y juzga y combate con justicia» (Ap 19, 11). Pienso también que en esa ocasión extraordinaria se realizará el exorcismo de León XIII: san Miguel precipitará al Dragón ya no a la tierra, donde había caído del cielo, sino al infierno ardiente, que ya es un lugar más abismal. Es como si el Alfa y la Omega se adueñara cada vez del universo, expulsando primero al Maligno del cielo a la tierra, luego de allí al infierno.

Tal como está profetizado, le tocará el momento al Diablo en que, habiendo sido un réprobo desde su más antigua rebelión contra el Creador, tampoco podrá dominar la tierra y el mar ni ser, por ende, el Príncipe de este mundo: será precipitado al lago de fuego (cf. Ap 20, 10) durante la Parusía del Verbo de Dios (cf. Ap 19, 11 ss.), quien de esta forma será el único Señor de todo lo creado (cf. Hb 10, 12-13; 1 Cor 15, 25), incluso de este mundo posdiluviano (cf. Ap 11, 15), destinado a la inmediata renovación por el fuego universal (cf. 2 Pe 3, 5-13; Hch 3, 21).

Satanás habrá sido echado entonces no solo fuera del cielo, sino fuera de la tierra y del mar, para terminar por los siglos de los siglos abismado en el lago de fuego, bien lejos de la Ciudad de Dios. Obviamente, caído en la tierra, hundido en el abismo desde aquella derrota en la batalla contra san Miguel luego de la Pasión del Señor Jesús (la primera venida) y proscrito, por último, en el fuego del infierno durante el tiempo de la Parusía (la segunda venida) para ser despojado definitivamente tras el Harmagedón del dominio de muerte de este mundo viejo, no podrá serpentear por el mundo nuevo; no podrá corromper los nuevos cielos y la nueva tierra, que serán eternos y donde habitarán la felicidad y la justicia.

Un plan de la Nueva Era

Nuestro Señor a Alicja Lenczewska , 23 de mayo de 2002

LA ESTRATAGEMA DE LOS SECUACES DE SATANÁS

El objetivo de los secuaces de Satanás activos en el mundo es engañar a tantas almas como sea posible y arrojarlas al abismo del Maligno. Su actividad abarca todas las esferas de la vida humana desde el nacimiento hasta los últimos momentos en este mundo. Afecta a todas las creaciones de Dios, con el fin de destruirlas, distorsionarlas y arrojarlas ante Lucifer, deseosas de poder y venganza sobre Dios y Sus creaciones.

Yo uso el Amor y la Verdad, que soy, y conduzco hacia la unidad. Mi enemigo emplea el odio y la falsedad. Por lo tanto, es necesario revelar a Mis hijos elegidos los principales aspectos y manifestaciones de la actividad del Maligno. San Pablo dijo que la lucha principal desde el principio del mundo se había librado en el nivel de los elementos espirituales. La actividad externa del mal está dirigida a someter a las almas humanas, a las que se les ha dado vida eterna y están destinadas a vivir en Dios. La vida en la tierra es una preparación para la vida eterna y también una libre elección de la calidad de esa vida en unidad, ya sea con Dios o Satanás.

Yo uso el Amor y la Verdad, que soy, y conduzco hacia la unidad. Mi enemigo emplea el odio y la falsedad, que son el núcleo de su ser, y conduce hacia la discordia. Por lo tanto, debes ponerte toda la armadura espiritual que San Pablo menciona (Efesios 6:10-18) y desechar todo lo que tiene tanto como la apariencia del mal.

Las esferas de la vida que particularmente son atacadas son el corazón, la mente y el cuerpo. El corazón es atacado por el orgullo, la vanidad, la crueldad, el miedo, el rechazo de la espiritualidad, la crudeza y el egoísmo. La mente es acosada por la necedad, la superficialidad, las ilusiones, la falsedad, la desconfianza y la ignorancia. El cuerpo es asaltado por la creencia de que es el valor supremo. El cuerpo de una mujer está particularmente expuesto al ataque debido a su comercialización y la convicción de que es una fuente de placer.

La actividad de Satanás cubre:

1. Cultura y arte (música, bellas artes, literatura), moda, intereses, estilos de vida y jerarquía de valores (materialismo).

2. Religión: es reemplazada por religiones paganas** en última instancia, destinadas a introducir el culto a Satanás, servido por sectas, supersticiones, ocultismo, magia, etc. y el satanismo como el culto del llamado dios bueno que es Lucifer.

3. Condiciones sociales: el control y la esclavitud de las personas, el globalismo, la manipulación de la conciencia, la pobreza generalizada, las élites de poder y riqueza, el saqueo. La deificación del hombre, de sus poderes, y su usurpación del derecho a decidir sobre la vida (creación y destrucción), el bien y el mal. Además, la obra de Satanás se ve en la deshumanización del hombre al despojarlo de la dignidad de hijo de Dios, por la humillación, la degradación, la glorificación de los animales, la manipulación y el sadismo.

El objetivo es el llamado nuevo mundo, la Nueva Era, construido sobre principios que son opuestos a la ley natural y divina, tener un gobierno mundial totalitario, haciendo uso de las tecnologías modernas. Este es el llamado nuevo orden establecido por la Iglesia de Satanás.

Los frutos son visibles incluso para personas bastante irreflexivas, aunque se lleva a cabo un trabajo sistemático para disminuir la sensibilidad de las personas, aumentar la indiferencia y profundizar la sensación de impotencia, para que las personas se acostumbren a la perversión, el mal y la crueldad y lo consideren todo normal o incluso un signo del «progreso de la civilización». Este es el engaño al por mayor de las personas y empujarlas a las garras de Satanás o incluso hacerlas dirigirse allí ellos mismos. Ustedes, mis hijos fieles, están llamados a la victoria Conmigo y a la Virgen María, a la participación en la renovación de la faz de la tierra y a Mi triunfo en las almas humanas, gracias a su confianza y entrega heroica.

MANTÉN EL RUMBO

Jesucristo es el mismo
ayer, hoy y siempre.
(Hebreos 13:8)

Dado que ahora estoy entrando en mi decimoctavo año en este apostolado de La Palabra Ahora, llevo una cierta perspectiva. Y es que las cosas no se están arrastrando como algunos afirman, o que la profecía no se está cumpliendo, como dicen otros. Por el contrario, no puedo mantenerme al día con todo lo que está sucediendo, gran parte de eso, lo que he escrito a lo largo de estos años. Si bien no he conocido los detalles de cómo exactamente las cosas llegarían a buen término, por ejemplo, cómo regresaría el comunismo (como Nuestra Señora supuestamente advirtió a los videntes de Garabandal, ver Cuando regrese el comunismo), ahora lo vemos regresar de la manera más asombrosa, inteligente y ubicua.[1] Es tan sutil, de hecho, que muchos todavía no se dan cuenta de lo que se está desarrollando a su alrededor. «El que tiene oídos debe oír».[2]

Y, sin embargo, ¿todavía quieres escuchar? Digo esto, porque muchos se están cansando y quedando dormidos a esta hora tardía, tal como Nuestro Señor predijo.[3] Es por eso que usted y yo, querido lector, estamos llamados a despertar: ser fieles y verdaderos, consistentes e incansables, orantes y vigilantes, sobrios y alertas en nuestras vidas espirituales. Para el ejército de Nuestra Señora, el Nuevo Gedeón, que se está formando en este momento, es muy pequeño.

Pequeño es el número de los que me entienden y me siguen… —Nuestra Señora a Mirjana, 2 de mayo de 2014

Pero esta pequeña chusma es crucial en el cumplimiento de los planes de Dios y el Triunfo del Inmaculado Corazón.

Esta es la razón por la que muchos de nosotros estamos bajo el asalto frontal total del enemigo. Cada grieta en nuestra vida espiritual, cada grieta en la armadura, cada debilidad en la carne está siendo explotada por el diablo. Él está haciendo todo lo posible para sacarnos destruyendo nuestros matrimonios, familias, nuestro equilibrio, nuestra paz interior y, si es posible, nuestra relación con Dios. Satanás quiere que perdamos la confianza en la autoridad de la Iglesia; en la eficacia de los sacramentos; y fe en la Palabra de Dios. Él quiere que nos volvamos cínicos acerca de la profecía, no, que la dejemos de lado por completo. Él quiere que estemos amargamente divididos. Por lo tanto, el diablo está arrojando el fregadero de la cocina a la Novia de Cristo, y derribando a muchos de la Barca de Pedro mientras él está en ella.

Pero Dios permite todo esto. ¿Por qué? Como otro medio para purificarnos, para hacernos plenamente conscientes de nuestra debilidad y total dependencia de Él.

Por lo tanto, quien piense que está seguro debe tener cuidado de no caerse. Ninguna prueba ha llegado a ti sino lo que es humano. Dios es fiel y no permitirá que seas probado más allá de tus fuerzas; Pero con el juicio también proporcionará una salida, para que puedas soportarlo… porque sabes que la prueba de tu fe produce perseverancia. Y deja que la perseverancia sea perfecta, para que seas perfecto y completo, sin carecer de nada. (1 Corintios 10:12-13, Santiago 1:3-4)

El llamado actual es a la perseverancia, mantener el rumbo. No dejar que nada se interponga entre tú y Jesús. Nada. Ni siquiera los «pequeños pecados». Entonces, si necesita una «corrección de rumbo», ¿qué está esperando? En el Sacramento de la Confesión, Dios el Padre arregla todo a través de la Preciosa Sangre de Su Hijo, Jesús. Él te recoge en Sus brazos; Él te lava de nuevo; Él pone sobre ti una túnica nueva, sandalias frescas y un anillo en tu dedo.[4] Él hace nuevas todas las cosas cuando te envía de regreso al mundo, perdonado y en Su amistad, incluso si tu pecado había sido mortal.

Si un alma fuera como un cadáver en descomposición para que, desde un punto de vista humano, no hubiera [esperanza de] restauración y todo ya estuviera perdido, no es así con Dios. El milagro de la Divina Misericordia restaura esa alma en su totalidad. ¡Oh, cuán miserables son aquellos que no se aprovechan del milagro de la misericordia de Dios! —Jesús a Santa Faustina, Divina Misericordia en mi alma, Diario, n. 1448

«… aquellos que van a la Confesión con frecuencia, y lo hacen con el deseo de progresar» notarán los avances que hacen en sus vidas espirituales. «Sería una ilusión buscar la santidad, según la vocación que se ha recibido de Dios, sin participar con frecuencia de este sacramento de conversión y reconciliación». —PAPA SAN JUAN PABLO II, Conferencia Penitenciaria Apostólica, 27 de marzo de 2004; catholicculture.org

Si bien siempre he sido extremadamente recio sobre predicciones proféticas públicas muy específicas, principalmente porque casi siempre fallan. [5] He encontrado que las constantes y amorosas amonestaciones de Nuestra Señora a la santidad son verdaderamente edificantes y desafiantes, sabias y útiles, una verdadera luz en la oscuridad en un momento en que casi toda la jerarquía se ha vuelto visiblemente silenciosa.[6] Sus palabras son una señal segura de que el Buen Pastor no ha abandonado el rebaño, aunque algunos pastores lo hayan hecho. Como con toda revelación privada auténtica, no hay nada «nuevo» per se; Pero escucharlo de nuevo con nuevos oídos es siempre una gracia.

He aquí, hijos, vengo para mostrarles el camino, el camino que conduce al Señor, el único Camino Verdadero. humilla tu ego y ensalza a Dios. Cuando oren, hijos, no se pierdan en mil palabras vacías: oren con su corazón, oren con amor. Hijos míos, aprendan a detenerse ante el Santísimo Sacramento del Altar: allí los espera mi Hijo, vivo y verdadero, hijos míos. Nuestra Señora a Simona, 26 de diciembre de 2022

Por favor, no peques más. He estado aquí entre vosotros durante mucho tiempo y os invito a la conversión, os invito a la oración, pero no todos escucháis. Por desgracia, mi corazón está desgarrado por el dolor al ver tanta indiferencia, al ver tanta maldad. ¿Este mundo está cada vez más en las garras del mal y todavía te quedas mirando y miras? Estoy aquí por la infinita misericordia de Dios, estoy aquí para preparar y reunir a mi pequeño ejército. Por favor, niños, no se dejen sorprender desprevenidos. Las pruebas a superar serán muchas, pero no todos ustedes están listos para soportarlas. Amados hijos, por favor regresen a Dios. Pon a Dios primero en tus vidas y di tu «sí». Niños, un «sí» dicho desde el corazón. Nuestra Señora a Ángela, 26 de diciembre de 2022

Y, sin embargo, Nuestra Señora está advirtiendo que incluso ella se está quedando sin palabras…

Hijos Míos, los tiempos hacia los que se dirigen serán duros, y por eso les pido que aumenten su oración y especialmente la oración del Santo Rosario, un arma poderosa contra el mal. Hijos Míos, ahora más que antes necesitaréis protección… No dejes que la iniquidad se apodere de ti… Pido oraciones por la Iglesia y los hombres corruptos dentro de ella, que ahora han perdido su camino. Muchos sacerdotes, obispos y cardenales están confundidos. Hijos míos, quiero salvarlos y no tengo más palabras; Por favor, ayúdenme, mis hijos más dulces. Nuestra Señora a Gisella Cardia, 3 de enero de 2022

¿Ves lo práctica que es Nuestra Señora?

• orar desde el corazón, no sólo desde la cabeza;

• hacer una pausa ante Jesús en el Santísimo Sacramento y reconocerlo y amarlo;

• No peques más;

• No seas indiferente al mal (es decir, ¡no seas un cobarde! Usa tu voz, tu teclado, tu presencia)

• Pon a Dios primero, y deja que tu «sí» sea «sí» (cf. Mt 6:33)

• reza el Santo Rosario (¡por tu protección!)

• Orar por los pastores

Esos son solo tres mensajes de la semana pasada que publiqué en Countdown. Solo esos tres mensajes contienen casi todo lo que necesita para superar estos momentos. ¡Y qué son sino una reafirmación de la Revelación Pública de Jesucristo que nos fue transmitida hace 2000 años! Para mí, las profecías y predicciones sensacionales no son lo que es crucial (y muchas de ellas fracasan, como nos muestra la experiencia). A pesar de que cofundé Countdown to the Kingdom, soy mucho más reticente a tales supuestas «palabras» de lo que muchas personas pueden darse cuenta. De hecho, simplemente los archivo en la categoría «Veremos» porque, realmente, ¿qué más se puede hacer al respecto, excepto, por supuesto, orar por la misericordia de Dios sobre el mundo? E incluso entonces, si los profetas fallan, Dios no lo hace. Nuestra esperanza está en el Señor. Incluso cuando caen los cedros (es decir, nuestros pastores),

[7] No debería sacudir nuestra fe; de lo contrario, nuestra fe estaba fuera de lugar para empezar.

Así que cuando digo que mantengan el rumbo, hermanos y hermanas, quiero decir que volvamos a lo básico; volver a ser fiel; volver a la oración; volver a los medios espirituales que ya tenemos a nuestro alcance, especialmente los sacramentos, el ayuno, el Rosario, las novenas, etc. Y si lo haces, si cuando ocurran las profecías más dramáticas, estarás preparado. Pero muchos de nosotros no estamos preparados, como advierte Nuestra Señora. Y ese es un pensamiento muy, muy aleccionador, especialmente teniendo en cuenta cuántos de los «fieles» ya están siendo divididos en dos camposQue ninguno de nosotros suponga que estamos más allá de caer en la negación, como Pedro, y mucho menos en la traición, como Judas.

Al comenzar este nuevo año, seamos sinceros y perseverantes en seguir a Jesús como un verdadero discípulo, no por miedo, sino por gratitud porque «este es todavía un tiempo de gracia», como dijo Nuestra Señora a Ángela. Finalmente, desearía poder decir, «imítame», como lo haría San Pablo con sus lectores.[8] Pero soy un vigilante cansado que necesita gracia y misericordia tanto como cualquiera…

Hijo del hombre, te he hecho atalaya de la casa de Israel. Tenga en cuenta que un hombre a quien el Señor envía como predicador se llama centinela. Un vigilante siempre se para en una altura para poder ver desde lejos lo que viene. Cualquier persona designada para ser un vigilante de la gente debe estar en una altura durante toda su vida para ayudarlos con su previsión. Qué difícil es para mí decir esto, porque con estas mismas palabras me denuncio a mí mismo. No puedo predicar con ninguna competencia, y sin embargo, en la medida en que tengo éxito, yo mismo no vivo mi vida de acuerdo con mi propia predicación. No niego mi responsabilidad; Reconozco que soy perezoso y negligente, pero tal vez el reconocimiento de mi culpa me gane el perdón de mi justo juez. —San Gregorio Magno, homilía, Liturgia de las Horas, Vol. IV, p. 1365-66

Los Magos de Oriente ((6 de enero))

Epifanía

La adoración de los Magos es como el comienzo de la Iglesia de los gentiles, de los que no somos judíos, el comienzo de la procesión de los pueblos hacia el Dios de Israel.

Cuando salieron de su casa o palacio, todo el mundo les decía a los Magos que ese viaje era una locura, suponía dejar su comodidad y su seguridad a cambio de seguir una señal débil: una estrella, es decir, un destino incierto. Así es la vocación.

San Mateo dice: “Habiendo nacido Jesús en Belén de Judá durante el gobierno del rey Herodes, unos Magos vinieron de Oriente y se presentaron en Jerusalén diciendo: ‘¿Dónde está el Rey de los judíos, que acaba de nacer? Porque hemos visto en Oriente su estrella y venimos a adorarle” (2,2). Los Magos se desconciertan cuando llegan a Jerusalén y nadie sabe que ha nacido el Mesías. La interpretación literal del texto del evangelio hace suponer que la estrella que los guía, aparece, avanza y se oculta, hasta lucir de nuevo.

La estrella

En el relato de San Mateo la estrella juega un papel importante. Una noche, estos sabios, tres según la tradición, Melchor, Gaspar y Baltasar[1], descubrieron una estrella misteriosa que Dios hizo brillar ante ellos, y, recordando los antiguos vaticinios, se dijeron: “He aquí el signo del gran rey; vayamos en su busca”. Es una estrella que vieron en Oriente, pero que luego no volvieron a ver hasta que salieron de Jerusalén camino a Belén, se mueve delante de ellos en dirección norte-sur. La estrella que conduce a los magos simboliza al mismo Jesucristo, la luz increada que ilumina a todos los hombres y los transforma.

La gente sale a la calle para ver pasar la regia comitiva. A la escena exótica se junta una pregunta desconcertante “¿Dónde está el nacido rey de los judíos?”. (Mt 2,2). Se turbó Herodes y, con él, toda Jerusalén. Ante la grandeza de Dios no faltan personas que se escandalizan; porque no conciben otra realidad que la que cabe en sus limitados horizontes. Mientras los magos estaban en Persia -escribe San Juan Crisóstomo- no veían sino una estrella; pero cuando abandonaron su patria, vieron al mismo sol de justicia.

Informes de Herodes

Según el testimonio del historiador Flavio Josefo, Herodes tenía una red de espías, que son los que le informan de la llegada de los Magos. Llama, pues, a los pontífices y a los escribas, es decir, a la sección del alto consejo, que le servía de norma de interpretación de la Escritura. Cuando le dicen que el Rey de los judíos debe de nacer en Belén, la respuesta debió calmar un poco las suspicacias de Herodes, pues no era fácil que en Belén, población de poca importancia, hubiese una familia tan ilustre que pudiese disputarle la corona. Creyó que lo más conveniente sería disimular “y llamó en secreto a los magos” (Mt 2,7). Después de agasajarlos hipócritamente, los despidió con una recomendación: “Id e informaos bien de ese Niño. En cuanto le hayáis encontrado, hacédmelo saber, pues también yo quiero ir a adorarle” (Mt 2,8). El colmo de su sagacidad está en querer convertir en espías y delatores a aquellos nobles extranjeros que se confiaban a él.

Los Magos quedan perplejos cuando aparece de nuevo la estrella y se detiene en un lugar pobre de Belén, en un pesebre donde sólo hay gente sencilla. Se dieron cuenta de que ese Dios de infinita majestad nace en un lugar donde comían y descansaban los animales.

De lo que dice San Mateo se desprende que los Magos pasaron en Belén, por lo menos, una noche. Presentaron sus regalos, como lo exigía la etiqueta oriental. El oro, debió constituir una ayuda providencial para la pobreza de la Sagrada Familia.

Sus cofres se llenaron de algo más valioso que lo que llevaban: La fe en Jesús, el verdadero camino de la vida.

La visita de los Magos pone de manifiesto el alcance universal de la misión de Cristo, que viene a realizar una tarea que afecta no sólo a Israel, sino a todos los pueblos. Jesús es el Emmanuel anunciado por Isaías y los demás profetas. La presencia de los Magos fue una ráfaga de gloria sobre la infancia de Jesús.

La mística italiana, Luisa Picarreta, nos comunica que Jesús Niño, les obtuvo a los Magos tres efectos: Con el amor obtuvieron el desapego de ellos mismos, con la belleza obtuvieron el desprecio de las cosas terrenas, y con la potencia quedaron sus corazones unidos al Niño y obtuvieron el valor de arriesgar la vida y la sangre por Él (cfr. Libro del Cielo, 4,46).

Un poeta contemporáneo escribe: Al principio Dios quiso poner un pesebre y creó el universo para adornar la cuna. “La Navidad no es un aniversario, ni un recuerdo. Tampoco es un sentimiento. Es el día en que Dios pone un belén en cada alma. A nosotros sólo nos pide que le reservemos un rincón limpio (…) que abramos las ventanas y miremos al cielo por si pasaran de nuevo los Magos; que son verdad, que existen, y vienen siguiendo la estrella de entonces, camino del mismo portal” (Cf. E. Monasterio, El Belén que puso Dios, Ed. Palabra, España 1996, p. 9).


[1] Los Magos aparecen por primera vez con nombre en un manuscrito del siglo VII, que se encuentra en la Biblioteca Nacional Francesa. En el siglo IX son nombrados como Melchor, Gaspar y Baltasar en un mosaico de Rávena (MIGNE II, 14).

El ladrón nocturno

¿Por qué la Parusía del Señor Jesús se compara con la venida de un ladrón nocturno? Diversos son los textos de la Escritura que nos ofrecen este símil, que no puede ser, en mi concepto, una simple figura retórica: contendría el significado intrínseco de que el Señor Jesús vendrá con sus ángeles a robar a los elegidos, es decir, a reunirlos (cf. Mt 24, 29-31) para llevárselos a la Jerusalén celeste. En efecto, este es el oficio del ladrón: robar, acción que habitualmente se realiza de manera subrepticia. Pero no se roba nada si no le pertenece a otro. Desde la caída de Adán y Eva, la humanidad ha quedado esclava de Satanás y sometida a su dominio, con todos los matices del sufrimiento: la enfermedad, la fatiga, la tristeza, la vejez y la muerte, a menos que su corazón tenga un único dueño: el Redentor, a quien, si le es fiel, espera como un tesoro del alma. En todo caso, es un robo legítimo, no pecaminoso: las criaturas de Dios le pertenecen al Alfa y la Omega. Es la suprema reivindicación contra la usurpación del Maligno.

Unas veces el ladrón se identifica con el gran día del Señor; otras veces, con el Señor en su gran día. Parece una metonimia con que se quiere expresar lo mismo: la Parusía de Jesucristo será sorpresiva, en particular para aquellos que no la esperen y sobre todo para los impíos (cf. 2 Pe 3, 5-7). Veamos: «vosotros mismos sabéis muy bien que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche. Así, pues, cuando clamen: “Paz y seguridad”, entonces, de repente, se precipitará sobre ellos la ruina —como los dolores de parto de la que está encinta—, sin que puedan escapar. Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, de modo que ese día os sorprenda como un ladrón; pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino estemos en vela y mantengámonos sobrios» (1 Tes 5, 2-6). Estar velando presupone esperar la Parusía, así como aquellas vírgenes prudentes aguardan al esposo (cf. Mt 25, 1-13). También está escrito: «Pero como un ladrón llegará el día del Señor. Entonces pasarán los cielos con gran estruendo, y los elementos se disolverán para ser quemados, y la tierra y las obras que hay en ella no serán más halladas» (2 Pe 3, 10).

Por otro lado, leemos: «Acuérdate, por tanto, de cómo has recibido y oído la palabra, guárdala y arrepiéntete; porque si no estás vigilante, vendré como un ladrón, sin que sepas a qué hora vendré a ti» (Ap 3, 3). El que verdaderamente vigila no sentirá la Parusía del Señor Jesús como la venida intempestiva del ladrón nocturno, pues se habrá preparado para la ocasión gracias a las señales. Aunque esté siempre vigilante, ya sabrá que Él vendrá como tal. «Mirad que vengo como un ladrón. Bienaventurado el que esté vigilante y guarde sus vestidos, para no andar desnudo y que le vean sus vergüenzas» (Ap 16, 15). Alusión al pecado de Adán y Eva, que se avergonzaron de estar desnudos ante Dios. Aquí se indica que para ser bienaventurado será preciso no estar en pecado mortal, sino ser vigilante, conservando la palabra y arrepintiéndose. «Y ahora, hijos míos, permaneced en Él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de Él en su venida» (1 Jn 2, 28).

Por último, encontramos esta advertencia del Señor Jesús: «Sabed esto: si el dueño de la casa conociera a qué hora va a llegar el ladrón, no permitiría que se horadase su casa. Vosotros estad también preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre» (Lc 12, 39-40). Si no nos preparamos para la Parusía, sino que vivimos conforme al mundo, el demonio y la carne, persistiendo en el pecado mortal, olvidándonos de Dios e incluso cayendo en la apostasía, la venida del Señor Jesús, el buen ladrón nocturno, será tan calamitosa que equivaldrá al hecho de ser horadada la casa para nuestra ruina. Quiera Dios que la casa, imagen de nuestro cuerpo, sea un templo del Espíritu Santo, para que seamos elegidos en el gran acontecimiento de su segunda venida gloriosa con sus ángeles.

No sobra puntualizar que el Señor Jesús robará de noche, cuando haya pasado la hora más tenebrosa para su Iglesia: la gran tribulación (cf. Mt 24, 29-31), a fin de destruir el reino satánico del Anticristo (cf. 2 Tes 2, 8). ¿Qué quita que «aquella noche» (Lc 17, 34) sea también un momento extraordinario de oscuridad global?

El milenio espiritual: ¿en la tierra o en el cielo?

1. Así dice el Apocalipsis sobre los mártires, tanto los que hayan sido decapitados como los que, aunque no mueran violentamente, hayan sido perseguidos de diversos modos por no adorar a la bestia ni aceptar su marca en la frente o en la mano: «Revivieron y reinaron con Cristo mil años» (Ap 20, 4); «serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él mil años» (Ap 20, 6). Es preciso notar que aquí en este libro profético son contrastadas dos clases de mártires: los decapitados, que son las almas de los fieles difuntos que ya gozan del Paraíso celestial, y los perseguidos por no obedecer al Anticristo. Si nos atenemos a la letra, a ambas clases les concierne igualmente revivir y reinar con Cristo mil años.

En cuanto a los decapitados «por el testimonio de Jesús y la Palabra de Dios» (Ap 20, 4) —otras Biblias traducen degollados—, puede ser Esteban el primer mártir de la lista, como también puede serlo Abel, que aguardaba al Mesías como todos aquellos justos del Antiguo Testamento. Sea cual fuere la multitud de los asesinados por su fe, parece obvio que su revivir, a fin de reinar con Cristo mil años, no sería otra cosa que su resurrección corporal gloriosa, es decir, se trataría de la «primera resurrección» (Ap 20, 5), que difiere, a juzgar por el texto, de la segunda resurrección colectiva, perteneciente a los demás muertos «que no revivieron hasta que se cumplieron los mil años» (Ap 20, 5).

Con respecto a los perseguidos, los que no hayan adorado a la bestia ni aceptado su marca en la frente o en la mano, no se expresa que son decapitados. Por supuesto, los decapitados de los que hablamos son también perseguidos y no apostatan de la fe, pero en el mismo texto son distinguibles dos clases de mártires. Parece que tales perseguidos, aunque hayan muerto naturalmente en algún momento histórico, pueden ser incluso los sobrevivientes de la dictadura del Anticristo final, siniestro personaje a quien Dios le concederá el poder de actuar durante cuarenta y dos meses para atribular a la Iglesia verdadera (cf. Ap 13, 5). El vidente del Apocalipsis, acaso para matizar, dice que ve las almas de los decapitados, pero no las almas de los perseguidos. Acerca de estos escribe así: «y [vi] a todos los que no adoraron a la bestia ni su imagen, ni recibieron la marca en su frente ni en su mano» (Ap 20, 4). Quizá, si es con relación a aquellos sobrevivientes, los vea estando vivos todavía, sin haber muerto corporalmente como los decapitados. Pues bien, si aún están vivos, entonces su revivir, a fin de reinar también con Cristo mil años, ¿será su resurrección corporal gloriosa?

No obstante, para ser digno de esta resurrección sería necesario haber sido un santo difunto. Esta disquisición me lleva a recordar dos pasajes epistolares de san Pablo, que pueden correlacionarse: «Mirad, os declaro un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la trompeta final; porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados» (1 Cor 15, 51-52). Además: «Porque el mismo Señor descenderá del cielo, cuando la voz del arcángel y la trompeta de Dios den la señal, y los que murieron en Cristo resucitarán primero. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes junto con ellos al encuentro del Señor en los aires, de modo que en adelante estemos siempre con el Señor» (1 Tes 4, 16-17). La trompeta final, que es la séptima en el Apocalipsis (cf. Ap 11, 15-19), apunta a la Parusía.

Estos dos fragmentos paulinos tienen en común que también hablan de dos clases de colectivos, que solo durante el acontecimiento de la segunda venida gloriosa del Señor Jesús recibirán su recompensa: los fieles difuntos, que han de ser dignos de la resurrección corporal gloriosa, y los fieles sobrevivientes hasta la Parusía, que han de ser, aunque excepcionalmente no hayan necesitado morir, transformados y al fin llevados en nubes junto con aquellos al encuentro del Señor Jesús en los aires. Considero, en mi concepto, que estos mismos dos fragmentos paulinos pueden complementarse con el citado texto del Apocalipsis sobre las dos clases de mártires: los decapitados y los perseguidos.

Parece entonces que tanto «los que murieron en Cristo», los fieles difuntos de la Iglesia triunfante, entre los cuales se mencionarían los decapitados, como «los que vivamos, los que quedemos» hasta la Parusía, entre los cuales se contarían los perseguidos de la Iglesia militante, revivirán y reinarán con Cristo mil años. Pero el revivir para los primeros significaría, propiamente, su resurrección corporal gloriosa, y para los segundos, su transformación corporal milagrosa, de modo que los unos y los otros ya no estarían sujetos a la corrupción por el pecado original. Al versar sobre la «primera resurrección», que abarcaría a ambos colectivos preferentemente, tal vez la palabra resucitar, dado el contexto, tenga el alcance semántico de revivir. Es más, ¿qué impide que los fieles sobrevivientes hasta la Parusía sean los que, una vez transformados y libres de las secuelas del pecado original, pueblen el nuevo mundo (cf. Is 65, 13-25), que será dichoso y eterno?

2. Ante todo, conviene preguntarnos: ¿es verdad que habrá un milenio pendiente de paz y felicidad según el Apocalipsis, el Reino milenario de Cristo que comienza con la Parusía después de la derrota mortal del Anticristo y del Falso Profeta? Repitamos la lectura: «Revivieron y reinaron con Cristo mil años» (Ap 20, 4). Si estos mil años designan todo el tiempo de la Iglesia militante, la sexta edad de la humanidad, que va desde la Ascensión hasta la Parusía conforme a la exégesis de san Agustín, el revivir se refiere a la resurrección espiritual por la gracia: actualmente, los fieles difuntos de la Iglesia triunfante reinan con Cristo en el cielo, así como reinan con Él, a pesar de las dificultades de este mundo de tinieblas, los fieles vivientes de la Iglesia militante en la tierra. En este sentido, el milenio del Apocalipsis no es algo futuro, sino que es ahora una realidad histórica desde la Redención: la «primera resurrección», concepto fundado en el de la resurrección espiritual, consiste en recibir los sacramentos de la Iglesia, en particular el bautismo, la confesión y la comunión. Esta interpretación clásica, que puede ser correcta, ¿es suficiente y no es necesaria otra que la complete?

Sin embargo, quisiera formular una objeción, que ya había advertido en mi ensayo «Las siete edades de la Creación y los mil años según el Apocalipsis». Leemos que tales decapitados, así como los perseguidos, revivieron y reinaron con Cristo mil años. Los decapitados están en la gloria del cielo: han muerto en la tierra por su martirio cruento. Lo que implica que antes de fallecer ya han revivido su alma, es decir, han resucitado espiritualmente en la tierra, han perseverado hasta el fin en la fe. ¿No será incoherente comprender que, estando su alma en la gloria del cielo, los decapitados revivieron y reinaron con Cristo mil años? El revivir su alma, que ahora disfruta del Paraíso celestial, sonaría redundante. Más bien se hablaría del revivir su cuerpo, esto es, la resurrección corporal gloriosa.

A no ser que se haya de entender otra cosa, lo que sería volver a defender la posición de san Agustín: revivieron su alma en la tierra y reinaron con Cristo en el cielo mil años, todo el tiempo de la Iglesia militante, sin que obste que sigan reinando con Él por toda la eternidad. ¿Pero cabe aplicar igualmente esta medida temporal a cada uno de los mártires? No lo creo. La frase mil años, al englobar una cantidad de tiempo, comporta un principio, un intermedio y un final, más allá de decidir si se ha de valorar en el sentido literal o simbólico. ¿Es preciso afirmar que un mártir del siglo III reine igualmente con Cristo mil años que un mártir del siglo XIX? La medida temporal de mil años debería ser tomada con respecto a un mismo punto de partida para todos los mártires de la historia, sea cual fuere su año de defunción.

A mi modo de ver, los mil años según el Apocalipsis serían inaugurados a causa del evento extraordinario de la Parusía, con el que, a juzgar por los versículos bíblicos aportados, los elegidos, tanto los fieles difuntos de la Iglesia triunfante como los fieles sobrevivientes de la Iglesia militante, revivirán y reinarán con Cristo mil años. La interpretación de san Agustín, enfocada en la noción básica de la resurrección espiritual, como también motivada por erradicar la herejía del milenarismo carnal, puede ser correcta, pero no me parece exacta sino algo forzada. Prima el sentido literal; ¿qué impide aceptarlo? No me siento cómodo en replicar a este doctor de la Iglesia, un gigante a quien tanto admiro: me apresuro a tranquilizar que mi opinión no es más que la de un laico balbuciente. Sí estoy de acuerdo con él en que los mil años de la atadura de Satanás (cf. Ap 20, 1-3) corresponden al milenio sexto: este ángel maldito, encadenado por la fuerza de la Crucifixión, será soltado al final —por la apostasía de las naciones— para valerse del Anticristo. A mi entender, sin embargo, el Reino milenario de Cristo posparusíaco atañe al milenio séptimo.

3. Concedamos que habrá un futuro milenio de paz y felicidad, el mismo Reino milenario de Cristo posparusíaco, durante el cual los mártires, tanto los decapitados que han de resucitar gloriosamente como los últimos perseguidos que han de ser transformados milagrosamente, revivirán, «serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él mil años» (Ap 20, 6). Por lo visto, se profetiza un reino sacerdotal y litúrgico. Es lo que se ha llamado también el milenio espiritual, que difiere esencialmente del milenarismo carnal, una concepción herética y absurda de mil años pecaminosos entre la gula y la lujuria. No pocos autores, incluso doctos, han reiterado que san Agustín renegó absolutamente del milenio espiritual. Esto no me parece cierto, considerando, por lo demás, que era una doctrina tradicional y ortodoxa recordada por san Ireneo de Lyon y reconocida por otros padres de la Iglesia. Que el santo doctor de Hipona escribiera que era de la misma opinión de los que previamente compartían el milenio espiritual no quería decir que ya no la sostenía: solo afirmó que la toleraba, a condición de que no fuera mal entendida como la degeneración de los bajos instintos. Con el propósito de acallar el problema de esta interpretación perjudicial para la Iglesia, propuso una novedosa concepción del milenio, sobre el que acabamos de discurrir.

Con relación al vocablo milenarismo (quiliasmo), es famoso el decreto del Santo Oficio del 21 de julio de 1944, que cita el párrafo 3839 del Denzinger sobre la cuestión del milenarismo mitigado: «En estos últimos tiempos se ha preguntado más de una vez a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio qué haya de sentirse del sistema del milenarismo mitigado, es decir, del que enseña que Cristo Señor, antes del Juicio final, previa o no la resurrección de muchos justos, ha de venir visiblemente para reinar en la tierra». La respuesta es disciplinar: «El sistema del milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad». Según el teólogo José Salguero, «el mismo Santo Oficio insistió en que el “milenarismo mitigado” tuto doceri non potest. Y prohibió con toda severidad que dicha doctrina sub quolibet praetextu doceaturpropageturdefendatur vel commendetursive viva vocesive scriptis quibuscumque» (Epístolas católicasApocalipsis. En: Biblia ComentadaTexto de la NácarColunga, tomo VII, p. 518. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos).

Aquí se ha se reparar en que el Señor Jesús vendría a reinar en la tierra presente, en este mundo posdiluviano, «antes del Juicio final». Esto sería, en resumen, el milenarismo mitigado, mesurado en cuanto a las pasiones carnales; sistema que describió Leonardo Castellani de esta suerte sin creer en él ni enseñarlo: «un Reino temporal de Cristo a la manera de los imperios de este mundo, con su corte en Jerusalén, su palacio, sus ceremonias y festividades, su presencia visible y continua —y hasta su ministro de Agricultura…—» (Cristo ¿vuelve o no vuelve?, 3.a ed., p. 66. Buenos Aires: Vórtice. La primera edición es de 1951). Así, por mucho que se esfuercen en la santidad, ¿cambiaría la cotidiana tendencia pecaminosa de los hombres? ¿Esta tierra, surgida después del diluvio, sería radicalmente transfigurada en algo nuevo? No parece: es como si el Verbo de Dios, ya con su cuerpo glorioso, viniera otra vez a este mundo corrompido, tal como lo halló durante su primera venida, hostil y lleno de pecadores, para ser, tras la destrucción del reinado del Anticristo, un rey terrenal y asombroso delante del común de los mortales, aunque a ratos no sea visible. No; me temo que se requiere un hecho drástico y decisivo: la renovación del mundo viejo, o sea, el fin del mundo posdiluviano.

Pero sobre este tema conocemos también la enseñanza del Catecismo actual, que se publica en 1992 y presupone un avance: «Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DZ 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, “intrínsecamente perverso” (cf. Pío XI, carta enc. Divini Redemptoris, condenando “los errores presentados bajo un falso sentido místico” “de esta especie de falseada redención de los más humildes” (Gaudium et spes, §§ 20-21)) (§ 676).

En otras palabras, el Señor Jesús no vendría a reinar en la tierra «antes del Juicio final»: la esperanza mesiánica solo se consigue «más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico», es decir, a través del Juicio final. El Catecismo subraya que la Iglesia rechaza el milenarismo, incluso el mitigado, por significar una «falsificación del Reino futuro». ¿Se incluye dentro de este nombre la concepción del milenio espiritual? Lo dudo. Según Castellani, «ese quiliasmo [a saber, el milenio espiritual] no ha sido jamás condenado por la Iglesia; ni —audemus dicere— lo será nunca, por la simple razón de que la Iglesia no va a condenar la mayoría de los Santos Padres de los cinco primeros siglos, entre ellos a los más grandes…» (ibidem). El Catecismo, por lo demás, suele identificar la Parusía con el Juicio final, como expuse detenidamente en mi ensayo «El Apocalipsis a la luz del Catecismo actual».

Esta explicación es mía: el milenio espiritual, que es el séptimo, sería el Reino de Cristo posparusíaco; al término de este tiempo de mil años se realizaría el Juicio universal, que es el segundo momento del Juicio final, para el que resucitarían los restantes muertos de todos los siglos de la humanidad (cf. Ap 20, 5), tanto las ovejas como las cabras (cf. Mt 25, 31 ss.), compareciendo ante el Juez y los jueces (cf. Mt 19, 28; Lc 22, 29-30). El primer momento del Juicio final, que es el drama histórico de la Parusía, debería exclusivamente concernir a la última generación humana del milenio sexto.

Por consiguiente, el milenarismo mitigado no debería confundirse con el milenio espiritual: la diferencia reside por lo menos en que en el primero reina Cristo antes del Juicio final, y en el segundo, después del Juicio final. Efectivamente, cuando Él venga con sus ángeles para la siega, separará el trigo de la cizaña (cf. Mt 13, 37-43), lo que es un juicio riguroso, el de las naciones impías (cf. Ap 19, 15; 2 Pe 3, 7): «El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia» (CIC, § 681). Este triunfo es definitivo: cesará el reinado de Satanás en la Creación para siempre, lo que supondría que no se temerá jamás otra salida suya desde el abismo. Si desde entonces faltara otra prueba de la humanidad al exponerse a la seducción del Maligno, aquel triunfo no habría sido definitivo sino provisorio; se ganaría una batalla muy importante pero todavía no la guerra. «El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar; sólo Él decidirá su advenimiento. Entonces Él pronunciará, por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia» (CIC, § 1040).

4. En su obra magna La Ciudad de Dios, san Agustín insiste en que con la Parusía sobrevendrá el fin del mundo por el fuego universal de acuerdo con la profecía de san Pedro (cf. 2 Pe 3, 5-13). Lo mismo da a entender el Catecismo. Se trata del fin de este mundo posdiluviano, como enfatizo en mi ensayo «Los últimos hijos de Noé», para que surjan los nuevos cielos y la nueva tierra, que serán eternos y donde no habrá muerte ni llanto, angustia ni fatiga (cf. Ap 21, 4; Is 65, 13-25). Ahora bien, mientras que san Ireneo, en su libro Contra las herejías, recoge la doctrina del milenio espiritual como el Reino sereno y próspero de Cristo, ¿por qué no tuvo en cuenta la palabra divina de san Pablo sobre el arrebatamiento de los elegidos durante la Parusía (cf. 1 Tes 4, 15-17)? Este sería un vacío teológico nada despreciable. Pienso que, acerca de las profecías apocalípticas, es ineludible la lectura integral de la Biblia, sin dejar cabos sueltos, y confrontar a la vez, por ejemplo, la epístola de san Pedro sobre el fuego universal y la de san Pablo sobre el arrebatamiento, las cuales, puesto que coinciden en mencionar la Parusía, no omitió san Agustín al abordar sobre las cosas últimas.

Según la Escritura, puede interpretarse que los elegidos, después de la gran tribulación (cf. Mt 24, 29-31), serán reunidos por los ángeles y llevados en nubes para encontrarse finalmente con el Señor Jesús en los aires y estar siempre con Él; los impíos, en cambio, serán dejados aquí en la tierra para ser, en última instancia, castigados con el fuego universal (cf. 2 Pe 3, 7). Si admitimos esto, ¿dónde se vivirá el milenio espiritual? En mi opinión, no en la tierra presente, que será, justo después de que los fieles se hayan ido con el Señor Jesús, quemada, enteramente pulverizada, así como lo fue Sodoma (cf. Lc 17, 28-30), mas sin llegar a ser aniquilada. «El cielo y la tierra pasarán» (Mt 24, 35), es decir, desaparecerán mudando el aspecto. Argumenta san Agustín: «Concluido el juicio [desde la Parusía], tendrá lugar la desaparición de este cielo y de esta tierra; será entonces cuando comenzarán a existir un cielo nuevo y una tierra nueva. Este cambio del mundo tendrá lugar por transformación de los seres, no por su total y absoluta aniquilación. De ahí que diga el Apóstol: Puesto que la apariencia de este mundo pasayo os quisiera libres de preocupaciones [1 Cor 7, 31-32]. Pasa, pues, la apariencia, no la naturaleza» (La Ciudad de Dios, XX, cap. XIV). Por su parte, dice san Pablo: «La caridad nunca acaba. Las profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la ciencia quedará anulada. Porque ahora nuestro conocimiento es imperfecto, e imperfecta nuestra profecía. Pero cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto» (1 Cor 13, 8-10; cf. 1 Jn 2, 16-17).

Siempre podemos interrogarnos: ¿qué harán los elegidos en la Jerusalén celeste durante el descanso sabático del séptimo milenio? Imagino que ellos, adorando en la fiesta de los Tabernáculos y celebrando las bodas del Cordero de la Iglesia triunfante (cf. Ap 19, 7), estarán resguardados en la Ciudad de Dios, así como Noé estuvo protegido dentro del arca, y hasta que pase la lejana tempestad de la ardiente renovación del mundo posdiluviano, algunos —por no decir todos— se formarán para ser jueces en el Juicio universal, formidable solemnidad para la que ya habrán desaparecido el cielo y la tierra presentes (cf. Ap 20, 11; 21, 4) y que será, al acabarse este milenio, la hora de la resurrección general de los demás muertos en la misma tierra quemada (cf. Ap 20, 5; 21, 11-15; Jn 5, 28-29). Tras esto existirán solamente dos cosas eternas: el Paraíso restaurado, que es el nuevo mundo, indestructible y que nunca desaparecerá, sobre cuya tierra trasfigurada se ha de posar la Jerusalén celeste, y el Infierno, que es el lugar preparado para el Diablo y sus ángeles (cf. Mt 25, 41).

¿Hay soportes bíblicos para apoyar esta respuesta? Creo que sí. El Evangelio la sugiere: «no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la venidera» (Hb 13, 14); los patriarcas «si hubieran añorado la tierra de la que habían salido, habrían tenido ocasión de volver a ella. Pero aspiraban a una patria mejor, es decir, a la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de ser llamado Dios suyo, porque les ha preparado una ciudad» (Hb 11, 15-16). «En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De lo contrario, ¿os hubiera dicho que voy a prepararos un lugar? Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros» ( Jn 14, 2-3). «Vosotros sois los que habéis permanecido junto a mí en mis tribulaciones. Por eso yo os preparo un Reino como mi padre me lo preparó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» (Lc 22, 28-29). «Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí» (Jn 18, 36). El Reino de Cristo, que en la tierra es la Iglesia militante y peregrina, será triunfante con su Parusía; desde entonces, desterrado para siempre el usurpador Satanás, Cristo reinará eternamente sobre este mundo creado (cf. Ap 11, 15-19), que ha de sufrir su transformación o regeneración (cf. Mt 19, 28; Rm 8, 18-23).

Si no me equivoco, infiero que los elegidos, mientras ocurra el fin del mundo posdiluviano por la completa conflagración, no se quedarán con el Señor Jesús en los aires para siempre sino que habrán sido transportados al cielo: a la Jerusalén celeste (cf. Ap 7, 15-17), cuya arquitectura está delineada (cf. Ap 21, 9 ss.) y que, culminado el Juicio universal al término del séptimo milenio (cf. Ap 20, 11-15), descenderá del cielo nuevo sobre la tierra nueva (cf. Ap 21, 1-2): entonces, en el octavo día, se vivirá el Paraíso restaurado, el Reino glorioso y eterno de Dios con los suyos (cf. Ap 21, 3; Mt 25, 34), que se pide con el Padrenuestro. Confío en que la Ciudad de Dios —¿acaso voladora como aquella casita nazarena de la Virgen que se afincó en Loreto?— jamás será perturbada por la Serpiente antigua, que habrá sido, gracias a la victoria definitiva del Señor Jesús con sus poderosos ángeles durante su segunda venida majestuosa, expulsada para siempre al lago de fuego y azufre (cf. Ap 20, 9-10). A este recinto sacro no entrará nada impuro (cf. Ap 21, 27).

Le revela el Señor Jesús a María Valtorta: «Cuando el rey venga, no reconocerá ya su hermoso jardín que se ha hecho salvaje y con ira arrancará las yerbas, aplastará los animales escurridizos, cogerá las flores que queden y se las llevará a su palacio, eliminando el jardín para siempre» (Los Cuadernos, 5 de julio de 1943). Así enseña, en fin, el Catecismo: «La victoria sobre el “príncipe de este mundo” (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo está “echado abajo” (Jn 12, 31; Ap 12, 11). “Él se lanza en persecución de la Mujer” (cf. Ap 12, 13-16), pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, “llena de gracia” del Espíritu Santo, es preservada del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). “Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos” (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: “Ven, Señor Jesús” (Ap 22, 17.20), ya que su Venida nos librará del Maligno» (§ 2853). Definitivamente. Amén.